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PARIS.- «Al llamar [a María] "Madre de Dios" se compendia todo su honor y nadie puede decir algo más grande, aunque tuviera tantas lenguas como las hojas o plantas de hierba que existen, como estrellas en el cielo o arenas en el mar». Quien así escribe no es un santo padre de la Iglesia católica. Se trata del mismo Martín Lutero, en su comentario al Magnificat («Das Magnificat», W 7, 572-573).

Quien cree que el fundador del protestantismo no reconocía el papel único que desempeñó la Virgen María en la encarnación de Cristo, se equivoca. Como se equivocan también quienes consideran que esta mujer es una figura ajena a la Reforma.

De hecho, hablar de virginidad de María corresponde al pensamiento de Lutero. «Al igual que la madera, no tuvo otro mérito que el de estar preservada por Dios y ser apta para la cruz, así María no tiene otra dignidad que la de estar preservada divinamente y ser apta para ser Madre-de-Dios» («Das Magnificat», W 7, 573).

En un artículo publicado en el diario parisino «La Croix» (13 de agosto), la teóloga luterana Élisabeth Parmentier, catedrática de la Universidad de Estrasburgo II, invita a superar malentendidos por los que los católicos olvidan el reconocimiento protestante de María. «Muchos protestantes reconocen que la ocultación total de la madre de Cristo no es conforme a la sagrada Escritura, ni a las confesiones de la Iglesia antigua, ni a las opciones de los reformadores», afirma tajantemente.

 

Acercarse en torno a María

Y recordando las enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre María, Élisabeth Parmentier propone avanzar en el diálogo ecuménico «alrededor de María». Se trata de un desafío posible. Lo demuestra el equipo ecuménico de investigación teológica surgido en Francia conocido con el nombre de Grupo de Dombes. Sus miembros, católicos y protestantes, han tomado la figura de María para darle «todo su lugar» y «nada más que su lugar» (Cf. Groupe des Dombes, «Marie dans le dessein de Dieu et la communion des saints», Bayard Éditions-Centurion, 1999).

 

Diferencias

Ciertamente Parmentier reconoce que existen diferencias entre la teología protestante y la católica en torno a María. Muchos protestantes, a diferencia de Lutero, hoy no creen en su virginidad. El mismo padre de la Reforma era negativo con respecto a la Asunción (cuya fiesta se celebra el 15 de agosto) y la maternidad universal de María. Por lo que se refiere a su intercesión, su postura es muy divagadora. Eso sí, en varias ocasiones pide la mediación de María: «La dulce Madre de Dios me procure ella misma el espíritu, para que pueda explicar útil y objetivamente este cántico suyo» («Das Magnificat, W 7, 574-575).

 

Confluencia

Ahora bien, la catedrática protestante asegura que «la tradición de la Reforma, que se remonta a la fidelidad a la sagrada Escritura, tiene que salvar a María del olvido y confesar con el Credo el papel sumamente específico de mujer y de Madre de Cristo».
Parmentier invita a protestantes y católicos a profundizar en la figura de María, de manera que se supere esa visión de mujer «etérea y pegajosa» y se valore con toda la fuerza con que aparece en el Evangelio. Nace así un ecumenismo que busca reunir a los discípulos de Cristo en torno a María. Como dice el libro de los Hechos de los Apóstoles en su primer capítulo, «Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús».

Dios te Salve Reina y Madre Dios te Salve Reina y Madre  Dr. Scott Hahn
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