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Tomado de
José M. Bover
Teología de San Pablo
BAC, Madrid, 1967, pp. 461-469.

PARÍS, 14 febrero 2002 (ZENIT.org).- La revista «Historia del Cristianismo» («Histoire du Christianisme») sale el 21 de febrero a las librerías y kioscos de Francia con un número especial que lleva por título: «El Holocausto y Pío XII: las tres tentaciones de Costa-Gavras» («La Shoah et Pie XII : les trois tentations de Costa-Gavras»).

El número analiza la película «Amén» del director de cine presentada este miércoles en el Festival de Berlín, inspirada en la obra de teatro de Rolf Hochhuth «El Vicario».

Zenit ha entrevistado al director de «Historia del Cristianismo», el historiador Jean-Yves Riou, para
comprender cuál es el valor histórico de esta adaptación cinematográfica.

--Zenit: Ustedes ya han publicado un número de «Historia del Cristianismo» sobre el Papa Eugenio Pacelli con el título «Pío XII, Papa de Hitler» (n. 7, mayo de 2001) y ahora sacan otro con motivo de la película de Costantin Costa-Gavras. Ante todo, ¿ha visto la película? ¿Cuál ha sido su impresión?

--Jean-Yves Riou: Sí, la he visto. «Amén» hace memoria del Holocausto, lo cual es algo bueno. El Holocausto sigue siendo un tema de actualidad y meditación. Está claro que «Amén» mediatiza la figura de Kurt Gerstein (interpretado por Ulrich Tukur), y eso me parece importante, pues podría ser una forma de respuesta pública a los delirios «negacionistas» (quienes niegan la existencia de las cámaras de gas, nota del redactor).

 

Además, «Amén» plantea cuestiones de fondo: la indiferencia, la responsabilidad moral, el silencio de Dios en la tormenta del mal, el sentido de la vida... Son cuestiones excelentes y es perfectamente normal plantearlas. Ciertamente le puedo asegurar que no ha sido el señor Costa Gavras quien las ha inventado.

Pero, desde mi punto de vista, esta película ofrece malas respuestas. Por un motivo muy sencillo: sacrifica la Historia sobre el altar del «panfleto» cinematográfico. De hecho, a Costa-Gavras le interesa muy poco la cuestión del «¿cómo?». Pasa directamente a la cuestión del «¿por qué?». Y ahí nos ofrece opiniones como respuestas.

--Zenit: Entonces, ¿diría usted que es una «buena película» como afirmaba este miércoles un despacho de AFP tergiversando las declaraciones de un exponente de la Iglesia en Francia?

--Jean-Yves Riou: Si se trata de un juicio cinematográfico, diría que sí, por qué no. «Amén» es una buena película, pero yo no tengo más competencias en este dominio que las de un simple espectador. Si me pide un juicio sobre la legitimidad de las cuestiones que plantea, entonces también le diría que «Amén» es una buena película. Pero, si se trata del trasfondo histórico y de la imagen que la película ofrece de la Iglesia católica durante la guerra, entonces diría que «Amén» es un filme que cae en la caricatura. En lugar de ayudar a reflexionar, sólo apoya ciertos prejuicios y hace de la Iglesia católica un fácil chivo expiatorio. ¿Sabe que la Iglesia católica, según el cónsul de Milán, Pinchas Lapide, judío, fue la institución que salvó al mayor número de judíos durante la guerra (entre 700 000 860 000)? (Cf. «Three Popes and the Jews», 1967)

--Zenit: Un personaje clave en la película es el padre Riccardo Fontana. ¿Hay constancia histórica de quién era?

 

--Jean-Yves Riou: No, a diferencia de Gerstein, Fontana es un personaje inventado. Al ver la película, el espectador se va a encontrar con el dilema permanente: ¿es una novela o es Historia? Obviamente comprendo los límites propios del cine, pero en este caso el tema es grave.

Por lo que se refiere a Fontana, podríamos decir que es una imagen invertida del joven Pacelli: en apariencia se asemejan, es un diplomático en Berlín, romano, procedente de una familia de juristas al servicio de la Santa Sede... Pero con él nos dice que la generosidad se descarría en el momento en que se apoltrona en las instituciones.

En definitiva, la religión puede ser aceptada como fenómeno individual. Riccardo es muy simpático y Mathieu Kassovitz interpreta muy bien ese papel, pero una vez institucionalizada la religión no es más que un lugar de poder como cualquier otro, o peor que los demás, pues lo disimula con buenos sentimientos.

--Zenit: Kurt Gerstein, el oficial de las SS, se encuentra en la película con el nuncio en Berlín, monseñor Orsenigo, y le informa del trato que reciben los judíos en Polonia. En realidad, históricamente, ¿cómo tuvo lugar aquel encuentro?

--Jean-Yves Riou: El mismo Gerstein lo dice en su informe citado en el proceso de Nuremberg: nunca se encontró con el nuncio. Por tanto toda la película se basa en una escena inventada. Es verdad que Gerstein se presentó en la nunciatura. No se sabe exactamente cuándo (¿1942? ¿1943?). Sabemos que habló con un miembro de la nunciatura, pero no sabemos con quién. No sabemos más. Es fácil imaginar la reacción del personal de la nunciatura ante la llegada de un tipo con el uniforme de las SS que dice traer revelaciones. Era lógico pensar que se trataba de una provocación. Se habían dado precedentes. Creer lo contrario es no querer saber cómo eran los nazis --criminales empedernidos-- y no comprender lo que es un Estado totalitario en el que reina la mentira, la delación, la propaganda.

--Zenit: La película, al igual que la obra teatral «El Vicario» se presenta como una denuncia del «silencio» de Pío XII...

 

--Jean-Yves Riou: Sí, así es. Su mensaje es: Pío XII sabía y se calló y, si se calló, es porque era un «político», ofuscado por la amenaza comunista, ofuscado por la supervivencia de su propia Iglesia y de sus intereses mezquinos y, quizá, por qué no, porque era racista y antisemita. Se trata de afirmaciones que no pueden avalorarse con los hechos, como ya lo demostramos en el número 7 de nuestra revista «Historia del Cristianismo».

--Zenit: Desde el punto de vista de la Historia, ¿se puede decir que Pío XII «habló»? ¿Qué es lo que sabía el Papa?

--Jean-Yves Riou: Hay que distinguir entre el «antes» y el «después» de la «solución final». En 1942, se comenzaba a saber que el crimen nazi estaba en marcha, pero ciertamente no como lo sabemos hoy. Pensar lo contrario es un anacronismo. Había serios indicios, informaciones que comenzaban a circular, pero parecían tan increíbles que apenas si se podían creer, incluso en ambientes judíos. Además, evidentemente los nazis disimulaban.

Pío XII rompió en tres ocasiones su famoso «silencio»: en una alocución al consistorio de Navidad 1940, pero en aquella época la «solución final» no había comenzado; el 24 de diciembre de 1942, en el radio-mensaje de Navidad al que hace referencia la película, pero en una versión aséptica; y el 2 de junio de 1943, ante el Sagrado Colegio.

--Zenit: El discurso de Navidad 1942 es larguísimo. ¿Qué es lo que quería decir Pío XII?

--Jean-Yves Riou: Como lo muestran las obras del historiador Peter Gumpel, sj, el discurso es una refutación punto por punto del programa «Neue Ordnung» (el Nuevo Orden) anunciado por Hitler, en el que se incluyen las tesis racistas. Evidentemente no hizo la refutación con el estilo de hoy: era el inicio de la radio y entonces se hacía así.

 

--Zenit: ¿Por qué no utilizó la palabra «judíos» en aquel radio-mensaje?

--Jean-Yves Riou: El tema había sido discutido, en particular con los estadounidenses. ¿Había que utilizar la palabra judío? Se decidió que no, pues la palabra hubiera provocado una furia peligrosa en Hitler (lo sabemos por un informe del nuncio en Berlín que había vivido una experiencia de ese tipo) y hubiera provocado un agravamiento de las deportaciones. Puede encontrarse esta información en las «Actas y documentos relativos a la Santa Sede», publicados entre 1965 y 1982 por petición de Pablo VI.

--Zenit: ¿Comprendieron los nazis la denuncia de Pío XII?

--Jean-Yves Riou: Claro que sí. Todo el mundo comprendió el mensaje de Navidad 1942. Los servicios secretos del Reich escribieron que el Papa «defendía a los judíos criminales de guerra». El «New York Times» escribió que el Papa había defendido a los judíos.

En el fondo, la cuestión planteada por la película es: si Pío XII hubiera llamado por su nombre al crimen nazi, ¿qué hubiera pasado? Costa Gavras parece creer que hubiera podido agarrotar la máquina nazi, o incluso detenerla. Y ofrece sus pruebas: una protesta de la Iglesia detuvo la operación T4, un crimen contra los discapacitados. Pero la verdad es que los nazis se detenían para golpear más duro todavía. Y eso no lo dice «Amén». En 1943, ante los cardenales, Pío XII explicaba por qué no denunció más duramente a los criminales. Conocía perfectamente a los nazis y había precedentes de protestas públicas que habían acabado mal: como, por ejemplo, en Holanda (la protesta de la Iglesia hizo más feroz la persecución contra toda persona de origen judío, nota del redactor).

 

--Zenit: Desde su punto de vista, ¿qué es lo que está en juego en la película?

--Jean-Yves Riou: Es una película sobre el pasado para interrogar sobre el presente. Creo que esa es la intención profunda de Costa Gavras. Se interroga sobre la indiferencia (de ayer y de hoy), sobre el triunfo del cinismo (de ayer y de hoy)... El objetivo de la película sobrepasa, por tanto, el caso de Pío XII. ¿Por qué hacer de Pío XII un chivo expiatorio? No es algo racional. A excepción de si se tiene en cuenta que el «caso Pío XII» comienza en los años sesenta. Es casi contemporáneo a la sociedad de consumo y de los triunfantes años sesenta. No es algo anecdótico. Desde mi punto de vista, detrás del «caso Pío XII» está en juego el mismo cristianismo. Más exactamente, el cristianismo en su expresión mayoritaria, es decir, el catolicismo. ¿Por qué? Porque la Iglesia católica sigue siendo hoy la única comunidad que pretende decir qué es el bien y el mal «objetivos», es decir, independientemente de la voluntad individual.

Esta pretensión es vista como algo injustificable: esta película querría demostrar que una institución «política» que tanto se equivocó en el pasado debería callarse hoy. La cuestión es la justificación del mensaje bíblico para nuestras sociedades. Si no se puede justificar, como de hecho piensan muchos de nuestros contemporáneos, inevitablemente son los más pobres y débiles quienes sufrirán las consecuencias. Yo creo, que de hecho los fundamentos del crimen nazi son metafísicos. Al tratar de matar a Israel, los nazis trataron de matar el mensaje bíblico. ¿Por qué? Porque el mensaje bíblico negaba la voluntad de poder nazi.

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