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Por: Richbell Meléndez

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El Bautismo es uno de los sacramentos de iniciación cristiana junto a la Eucaristía y la Confirmación. Así lo expresa la enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica.

 

CEC 1212 Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida cristiana. "La participación en la naturaleza divina que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así por medio de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad" (Pablo VI, Const. apost. "Divinaeconsortiumnaturae"; cf OICA, praen. 1-2).

 

Es mediante este sacramento que el hombre renace espiritualmente a una nueva vida en Cristo, al nacer de nuevo del agua y del Espíritu como le enseño Nuestro Señor Jesucristo a Nicodemo.

 

“Respondió Jesús: "En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.

Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu.

No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de nuevo.”

(Juan 3, 5-7)

 

Vemos aquí la importancia del bautismo como un sacramento necesario para la salvación, ya que si no nacemos del agua y del Espíritu no podemos entrar al Reino de Dios.

 

También puede leer Tito 3, 5; 1 Pedro 3, 20-21.

 

El Bautismo es uno solo.

 

Es oportuno destacar respecto a este sacramento, que solo se realiza una vez en la vida, San Pablo nos confirma esto en su carta a los Efesios.

 

“Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.”

(Efesios 4, 5-6)

 

Los Cristianos que son bautizados bajo la fórmula bautismal trinitaria “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19) ya sea cuando son infantes o adultos, no tienen necesidad de volverse a bautizar, la Iglesia reconoce el bautismo de aquellos cristianos que si bien nacieron fuera del seno de la Iglesia Católica o en algún momento se apartaron de esta y han decidido retomar su comunión con ella, como un bautismo valido.

 

El Código de Derecho Canónico dice: “Los bautizados en una comunidad eclesial no católica, no deben ser bautizados, a no ser que haya un motivo serio para dudar de la materia y la fórmula empleada en su administración, como la intención del bautizado, si era adulto, y del ministro”(CIC 869 § 2.)

 

De esta manera, vemos como se equivocan nuestros hermanos separados al re-bautizar a toda persona sobre todo católicos que llegan a sus denominaciones, haciendo caso omiso a la enseñanza paulina de “un solo bautismo” (Ef 4, 5) al no tener presente que el bautismo que recibimos los católicos es total y completamente valido, aunque lo hayamos recibido siendo infantes.

 

El Bautismo de infantes.

 

Está comprobado que es una práctica inmemorial cristiana primitiva el bautizar a los infantes hijos de una familia cristiana o conversa, podemos encontrar implícitamente esta práctica en textos bíblicos donde se hace alusión al bautismo de familias enteras, como por ejemplo los casos del bautismo al carcelero y a su familia en la madrugada (Hechos 16,33); al centurión Cornelio y a los suyos (Hechos 10,48); a Crispus, el oficial de la sinagoga y su familia (Hechos 18,8); y a Estéfano y toda su casa como Pablo nos cuenta en (1Cor.1,16).

 

¿Puede alguien pensar que en las familias anteriormente mencionadas, no encontramos la existencia de infantes? Algo muy poco posible en el contexto cultural al cual no estamos refiriendo.

 

Se debe de tener presente que como enseña San Pedro, es por el bautismo que se recibe el don del Espíritu Santo y que esta promesa no es solo para los padres de familia, sino también para sus hijos.

 

“Pedro les contestó: "Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para perdón de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo; pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro".

(Hechos 2, 38-39)

 

Es un hecho también confirmado por la historia cristiana, que la práctica de bautizar infantes tiene su origen en los apóstoles, así lo expresa el teólogo Orígenes de Alejandría.

 

“La Iglesia ha recibido de los apóstoles la costumbre de administrar el bautismo incluso a los niños. Pues aquellos a quienes fueron confiados los secretos de los misterios divinos sabían muy bien que todos llevan la mancha del pecado original, que debe ser lavado por el agua y el espíritu.” (In Rom. Com. 5,9: EH 249)

 

Las comunidades protestantes históricas como los luteranos, reformados y anglicanos también practican el bautismo de infantes, sin embargo las comunidades protestantes en la actualidad sobre todo los denominados evangélicosrechazan tácitamente el bautismo de infantes, es esto de lo que se dio cuenta el Dr. Fernando Casanova siendo pastor protestante, cuando conoció a una señora luterana evangélica quien le dijo que había sido bautizada a los 6 meses de edad, lo cual impresiono al pastor quien pudo darse cuenta que el bautismo de infantes, no era solo una práctica católica, sino también protestante.

Puede ver el testimonio completo en: Fernando Casanova - Testimonios cristianos impactantes (Minuto 11:00)

 

De hecho, se pueden encontrar apologías protestantes respecto al bautismo de niños en obras protestantes como por ejemplo la obra de Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, Libro IV, Capítulo XVI.

 

La fórmula bautismal.

 

Algunos grupos cristianos hacen énfasis en que el bautismo debe ser en nombre de Jesús para que este sea válido, aluden a varios textos de la Escritura para justificar su argumento.

 

•          “Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2,38)

•          “Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedase algunos días.” (Hechos 10,48)

•          “pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.” (Hechos 8,16)

•          “Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.” (Hechos 19,5)

 

Como se puede notar, los textos mencionados anteriormente usan distintas expresiones, por ejemplo “en el nombre de Jesucristo” o “en el nombre del Señor Jesús”. Pero ninguna de estas dos expresiones se refiere a la formula bautismal, sino que aluden más bien a “bajo la autoridad” de quien se está realizando el bautismo y para diferenciarlo de otros bautismos. Cuando las autoridades judías interrogaron a los apóstoles, les preguntaron con qué poder o en nombre de quien habían realizado los bautismo y milagros.

 

“Y colocándolos en medio les preguntaban: "¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso vosotros?"

(Hechos 4, 7)

 

Ante esta pregunta, la respuesta de San Pedro fue muy clara.

 

“sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que ha sido por el nombre de Jesucristo, el Nazoreo, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre y no por ningún otro se presenta éste aquí sano delante de vosotros.”

(Hechos 4, 10)

 

Los apóstoles bautizaban bajo la autoridad de Jesucristo, es esto a lo que se refieren las expresiones anteriormente mencionadas, de la misma forma era necesario alegar que el bautismo era en “nombre de Jesucristo” para diferenciarlo de otros bautismos, como el de Juan.

 

“Ocurrió que mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó las regiones altas y llegó a Éfeso y encontró algunos discípulos; les preguntó: "¿Recibisteis Espíritu Santo cuando abrazasteis la fe?" Ellos contestaron: "Pero si nosotros no hemos oído decir siquiera que haya Espíritu Santo." Él replicó: "¿Pues qué bautismo habéis recibido?" - "El bautismo de Juan", respondieron.

 

Pablo añadió: "Juan bautizó con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, o sea en Jesús."

Cuando oyeron esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús.”

(Hechos 19, 1-5)

 

Recordemos que el mismo Juan el Bautista, anuncio que el verdadero bautismo seria el que nos daría Jesús, mientras que el de él era solo una preparación para el verdadero bautismo del Espíritu Santo.

 

“Yo os bautizo con agua en señal de conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.”

(Mateo 3, 11)

 

El bautismo al que se refiere Juan, es el que Jesucristo menciona en la gran comisión cuando envía a sus discípulos a bautizar a todas las naciones y es aquí donde encontraremos la formula bautismal correcta.

 

“Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28,19)

 

Tenemos entonces que es el mismo Señor quien nos indica que el bautismo debe ser bajo la fórmula trinitaria. De igual forma es bueno tener presente lo que nos enseña San Basilio de Cesarea.

 

"Que nadie se deje engañar por el hecho de que el Apóstol con frecuencia omite el nombre del Padre y del Espíritu Santo cuando se menciona el bautismo; no deje que nadie suponga que la invocación de los nombres es una cuestión de indiferencia. Como muchos de ustedes dicen, "ya que todos ustedes, que fueron bautizados en Cristo, han sido revestidos de Cristo.” [Gal 3, 27], y de nuevo, “¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte?” [Rm 6, 3] el nombre de Cristo, que se ve, es la confesión del todo, ya que nos habla del Dios que unge, el Hijo que es ungido, y el Espíritu que es la unción. Si, a continuación, en el bautismo la separación del Espíritu del Padre y el Hijo es peligrosa para el que bautiza e inútil a la recepción, ¿cómo puede ser seguro para nosotros si separamos el Espíritu del Padre y del Hijo¿ Creemos en un Padre, un Hijo y un Espíritu Santo, así también, a continuación, somos bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo ". (Sobre el Espíritu Santo XII, 28)

 

Las formas de administrar el bautismo.

 

La Iglesia siempre ha administrado el bautismo bajo tres formas:

 

-           Inmersión: Se sumerge el cuerpo o parte del cuerpo de la persona dentro del agua.

-           Infusión: Se vierte agua sobre la cabeza del que será bautizado

-           Aspersión: Se rocía con agua al que será bautizado.

 

Estas tres formas son totalmente validas en la Iglesia Católica, mientras que en la Iglesia Ortodoxa se usa más la forma de inmersión y en algunas comunidades protestantes como la Luterana la forma más usada es la aspersión, la Iglesia Católica enseña en el Código de Derecho Canónico: “El bautismo se ha de administrar por inmersión o por infusión, de acuerdo con las normas de la Conferencia Episcopal.”(CIC 869 § 2.)

 

En la Sagrada Escritura encontramos textos que de manera implícita nos dan evidencia de esas tres formas de bautizar.

 

Uno de los textos bíblicos que se usa para alegar que el bautismo debe ser por inmersión, es aquel donde se presenta el bautismo del Eunuco por parte del diacono Felipe.

 

“Y mandó detener el carro. Bajaron ambos al agua, Felipe y el eunuco; y lo bautizó;”

(Hechos 8, 38)

 

Se piensa que porque el texto hace uso de la expresión bajaron al agua se está haciendo referencia a que el bautismo fue realizado por inmersión; y aunque algunos hermanos separados piensen que de por si todos los bautismos deben realizarse por inmersión, encontramos textos bíblicos que indican que esto no es posible, por ejemplo el caso del bautismo de San Pablo.

 

“Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre."

(Hechos 22, 16)

 

El texto indica que San Pablo recibió el bautismo de pie, esto solo podría darse en el caso de un bautismo por infusión (vertiendo agua sobre su cabeza) o aspersión (rociando con agua).

 

Objeciones más comunes

 

A pesar de que se ha demostrado que la enseñanza católica sobre el bautismo es consistente con lo que enseña la Biblia y ha enseñado el Cristianismo siempre, no faltaran personas que en base a diversas objeciones traten de demostrar que el bautismo administrado por la Iglesia Católica es falso o anti-bíblico. A continuación pasaremos a responder algunas de las objeciones que pueden presentarles:

 

1.- El bautismo debe ser solo por inmersión.

 

Algunos grupos cristianos no-católicos sobre todo los bautistas, hacen mucho énfasis en que el bautismo debe administrarse solo por inmersión, alegando que la palabra bautismo viene de la palabra griega baptizo que significa sumergir. Ya hemos dicho que la Iglesia acepta la inmersión como forma de bautizar, aun reconoce el significado de la palabra griega baptizo como sumergir. Pero no se piensa que la inmersión en agua sea lo importante, sino la inmersión en el Espíritu Santo, que simboliza el “morir” y “resucitar” con Cristo mencionado en Romanos 6, 3-5.

 

Anteriormente mencionamos que un ejemplo bíblico de que el bautismo no se administraba solo bajo la forma de inmersión, fue el caso del bautismo de San Pablo (Hechos 22, 16) pero también tenemos otro ejemplo en el Nuevo Testamento de que bautismo no solo se refiere a una inmersión, sino también a un rociamiento de agua, como lo encontramos en la carta de San Pablo a los Corintios.

 

“No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar; y todos fueron bautizados en relación con Moisés, en la nube y en el mar;”

(1 Corintios 10, 1-2)

 

San Pablo ve una prefiguración del bautismo, en el paso del Mar Rojo. ¿Fueron bautizadas estas personas sumergidas en el agua o rociadas por el agua? Vemos que entonces para San Pablo la palabra bautizar no se refiere solo a una inmersión.

 

2.- El bautismo debe administrarse solo a personas mayores que pueden creer, no a los niños.

 

Normalmente se escucha de parte de algunos cristianos no-católicos que el bautismo solo deben recibirlo aquellas personas que tengan la capacidad de creer por sí misma, no los niños que no tienen conocimiento de lo que es el bautismo, para justificar este argumento las personas suelen citar los textos de Marcos 16, 16 y Hechos 18, 8 donde se les pide a las personas que serán bautizados, que crean. Tenemos que entender que a quienes se les pide que crean, es aquellos que tienen la capacidad de hacerlo pero no se está limitando el bautismo a solo creyentes. Así lo observa el escritor protestante Dwight Hervey Small.: “La Biblia enseña "bautismo de creyentes"; ¡pero esto no quiere decir que enseñe el "bautismo de creyentes" solamente!”

 

Como ya se mencionó anteriormente, cuando una familia se convertía al Cristianismo era bautizada con todos los suyos, incluyendo a los niños. Porque como explico San Pedro “la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos” (Hechos 2, 39).

 

La promesa de la cual habla San Pedro es aquella que profetizo el profeta Joel.

 

“sino que es lo que dijo el profeta: Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre todo mortal y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños. Y también sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu.”

(Hechos 2, 16-18)

 

El Espíritu seria derramado sobre todos, no solo sobre los adultos, sino también sobre los hijos de los creyentes esto incluye a los niños.

 

3.- Los niños no necesitan bautizarse porque ellos no tienen pecados.

Esta objeción no solo está negando la práctica del bautismo de infantes, sino también la doctrina del pecado original, debido a que la razón por la cual se deben de bautizar a los infantes es porque ellos vienen manchados con el pecado original, como lo expresa el salmista.

 

“Mira que nací culpable, pecador me concibió mi madre”

(Salmos 51, 7)

 

San Pablo confirma que todos nacemos con el pecado original, en su carta a los Romanos.

 

“Por tanto, como por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, ya que todos pecaron; … En efecto, así como por la desobediencia de un hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno todos serán constituidos justos.”

(Romanos 5, 12.19)

 

Por consiguiente todos los hombres nacemos con el pecado original, un pecado contraído no cometido. El Catecismo lo enseña de la siguiente manera:

 

CEC 404 ¿Cómo el pecado de Adán vino a ser el pecado de todos sus descendientes? Todo el género humano es en Adán "sicutunum corpus uniushominis" ("Como el cuerpo único de un único hombre") (S. Tomás de A., mal. 4,1). Por esta "unidad del género humano", todos los hombres están implicados en el pecado de Adán, como todos están implicados en la justicia de Cristo. Sin embargo, la transmisión del pecado original es un misterio que no podemos comprender plenamente. Pero sabemos por la Revelación que Adán había recibido la santidad y la justicia originales no para él solo sino para toda la naturaleza humana: cediendo al tentador, Adán y Eva cometen un pecado personal, pero este pecado afecta a la naturaleza humana, que transmitirán en un estado caído (cf. Cc. de Trento: DS 1511-12). Es un pecado que será transmitido por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales. Por eso, el pecado original es llamado "pecado" de manera análoga: es un pecado "contraído", "no cometido", un estado y no un acto.

 

Partiendo de la razón ya explicada, es que se pide a los padres de familia que bauticen a sus hijos a temprana edad, para que de esta manera ellos renazcan de nuevo en una vida en Cristo (Jn 3, 5) y su pecado sea perdonado.

 

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Richbell Meléndez, laico católico dedicado a la apologética, colaborador asiduo de distintas páginas de apologética católica y tutor de la escuela de apologética online DASM.

 

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Por: Richbell Meléndez

 

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San Jerónimo de Estridón, reconocido por ser el traductor de las Escrituras al latín y considerado el santo patrono de los traductores bíblicos fue un Padre y Doctor de la Iglesia Católica quien dejó constancia de la importancia de estar en comunión con el sucesor del apóstol San Pedro. En este artículo, he decidido compartir algunos extractos que he podido tomar de sus cartas que revela parte de la enseñanza que él recibió y aceptó de parte de la Iglesia.

 

LA ESCRITURA ES DIFÍCIL DE INTERPRETAR

 

“caerás en la cuenta de lo difícil que es entender la divina Escritura, sobre todo los profetas; y cómo, por torpeza de los traductores, lo que en el original fluye en purísimo discurso, en nuestros textos es un cúmulo de errores.” (Epístola 48, 4 A Panmaquio)

 

LOS HEREJES INTERPRETAN MAL LA ESCRITURA

 

“el sentido de la Divina Escritura es sin género de duda muy distinto del que él fuerza con maligna interpretación en favor de su herejía. Es lo mismo que hacen los maniqueos y gnósticos, los ebionitas y secuaces de Marción y otras herejías en número de ochenta, todos los cuales, tomando sus textos de la fuente purísima de las Escrituras, no los interpretan en el sentido en que fueron escritos, y pretenden que el sencillo lenguaje de la Iglesia signifique lo que ellos piensan.” (Epístola 51, 4 Carta de Epifanio a Juan de Jerusalen)

 

LEE LAS ESCRITURAS Y DA RAZÓN DE TU FE

 

“Lee muy a menudo las Divinas Escrituras, o mejor, nunca el texto sagrado se te caiga de las manos. Aprende lo que has de enseñar. Manténte firme en la palabra fiel, conforme a la doctrina, para que seas capaz de exhortar con doctrina sana y convencer a los contradictores (Tit 1, 9). Persevera en lo que has aprendido y te ha sido confiado, pues sabes de quién lo has aprendido (2 Tim 3, 14), siempre dispuesto a dar satisfacción a todo el que te pidiere razón de la esperanza que hay en ti (1 Pe 3, 16). Que tus obras no desautoricen tus palabras, pues te expones a que cuando hables en la iglesia alguien te replique para sus adentros: «Entonces, ¿por qué no haces tú mismo lo que dices?».” (Epístola 52, 7 A Nepociano)

 

LOS OBISPOS Y LOS PRESBÍTEROS SON FIGURAS DE AARÓN Y SUS HIJOS

 

“En cuanto a ti, en una misma persona tienes que respetar diversos títulos: el de monje, el de obispo y el de tío. Pero sepan también los obispos que son sacerdotes y no amos. Honren a clérigos como a clérigos, para que también a ellos los tengan los clérigos deferencia como a obispos. (…) Lo que fueron Aarón y sus hijos, sepamos que eso son el obispo y sus presbíteros. Uno solo es el Señor, uno solo el templo, uno solo sea también el ministerio.” (Epístola 52, 7 A Nepociano)

 

SE PUEDE BEBER MODERADAMENTE

 

“Huye de todo lo que embriaga y trastorna el juicio lo mismo que del vino. No digo esto con intención de condenar lo que Dios ha hecho, puesto que el mismo Señor fue llamado bebedor de vino (Mt 11, 19) y a Timoteo, que sufría del estómago, se le permite beber un poco de vino (1 Tim 5, 23); lo que pido es moderación.” (Epístola 52, 11 A Nepociano)

 

SE NECESITA UN GUIA PARA ENTENDER LAS ESCRITURAS

 

“no podrás entrar en las Escrituras santas sin un guía que vaya por delante mostrándote el camino. No voy a hablar de los gramáticos, retóricos, filósofos, geómetras, dialécticos, músicos, astrólogos, médicos, cuya ciencia es provechosísima a los mortales y se divide en tres partes: la doctrina, el método y la experiencia. Pero sí que me fijaré en las artes menores, que no se rigen tanto por el espíritu cuanto por la destreza de las manos. Los labradores, albañiles, carpinteros, herreros y ebanistas, los tejedores y aun los bataneros y demás, que fabrican un variado mobiliario y modestos objetos, no pueden sin maestro llegar a ser lo que desean ser. «Lo que atañe a los médicos, lo resuelven los médicos; los carpinteros entienden de carpintería» (HORACIO, Ep. II 115,117.).” (Epístola 53, 6 A Paulino)

 

JUDIT (DEUTEROCANÓNICO) CITADA COMO EJEMPLO

 

“Leemos de Judit —si alguno tiene a bien aceptar como canónico este libro— que fue una viuda consumida por los ayunos y afeada por el vestido de luto, que no lloraba a su marido muerto, sino que con el desaliño del cuerpo buscaba la venida del esposo.” (Epístola 54, 16 A Furia)

 

ES VÁLIDO PARAFRASEAR TEXTOS DE LA ESCRITURA

 

“Vayamos al apóstol Pablo. Escribe a los corintios: Si lo hubieran conocido, jamás habrían crucificado al Señor de la gloria. Pero como está escrito: ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó lo que Dios preparó para los que lo aman (1 Cor 2, 8-9). En este pasaje suelen algunos seguir los delirios de los apócrifos y dicen que la cita está tomada del Apocalipsis de Elias, siendo así que en Isaías se lee según el texto hebreo: Jamás oyeron ni con oídos percibieron. El ojo no vio, ¡oh Dios!, fuera de ti, lo que has preparado para los que te esperan (Is 54, 4 según el texto hebreo). Esto lo tradujeron de modo muy distinto los Setenta: Jamás hemos oído, ni nuestros ojos vieron otro Dios fuera de ti; y tus obras son verdaderas, y harás misericordia con los que te esperan. Vemos, pues, de dónde el Apóstol tomó el testimonio, y, sin embargo, no expresó palabra por palabra, sino que indicó «parafrásticamente» el mismo sentido con otras palabras. En la carta a los romanos, el mismo bienaventurado Apóstol, tomando un texto de Isaías, dice: He aquí que pongo en Sión una piedra de tropiezo y una roca de escándalo (Rom 9, 33). Discrepa de la traducción antigua y, sin embargo, concuerda con la verdad hebraica. Efectivamente, en los Setenta el sentido es contrario: No iréis a chocar como a una piedra de tropiezo ni como a una roca de caída (Is 8, 14 según los LXX). Pero el apóstol Pedro, coincidiendo con los hebreos y con Pablo, puso: Mas para los que no creen, piedra de tropiezo y roca de escándalo (1 Pe 2, 7). De todo ello resulta evidente que, en la interpretación de las Escrituras antiguas, los apóstoles y los evangelistas no buscaron tanto las palabras cuanto el sentido, y no se preocuparon gran cosa de la construcción ni de los términos, siempre que las cosas eran claras de entender.” (Epístola 57, 9 A Panmaquio)

 

LO IMPORTANTE ES EL SENTIDO DE LA DOCTRINA NO ACERTAR EN LAS PALABRAS

 

“Dios nos libre de decir eso de quien fue seguidor de Cristo y no se preocupaba de acertar en las palabras y menos en las sílabas, sino de fijar el sentido de la doctrina.” (Epístola 57, 7 A Panmaquio)

 

ANTIGÜEDAD DE LA SEPTUAGINTA

 

“con todo derecho la versión de los Setenta ha prevalecido en las Iglesias, bien porque es la primera y que corrió ya antes de la venida de Cristo, bien porque fue utilizada por los apóstoles, aunque sólo en lo que no discrepa del hebreo.” (Epístola 57, 11 A Panmaquio)

 

EL APOCALIPSIS NO DEBE INTERPRETARSE CARNALMENTE

 

“Respecto de Enoch y de Elias, de quienes el Apocalipsis refiere que han de venir y que morirán, no es éste el momento de hablar de ellos, ya que, según creo, todo este libro debe ser interpretado espiritualmente, pues de lo contrario, si nos atenemos a una interpretación carnal, habrá que dar fe a las fábulas judaicas de que Jerusalén volverá a edificarse y se ofrecerán víctimas en el templo, y que, por decadencia del culto espiritual, prevalecerán las ceremonias carnales.” (Epístola 59, 3 A Marcela)

 

DEFENSA DEL USO DE LOS TEXTOS DE ORÍGENES

 

“este hombre ha interpretado bien las Escrituras en muchos puntos, ha explicado cosas oscuras de los profetas, y ha desvelado los más elevados misterios tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento. Si pues he traducido lo bueno y he recortado o corregido o callado lo malo, ¿se me acusará de que los latinos conozcan lo bueno de él, e ignoren lo malo?” (Epístola 61, 2 A Vigilancio)

 

NO HAY QUE NEGAR LO BUENO DE LOS HEREJES NI DE ORÍGENES O TERTULIANO

 

“No hay que negar lo bueno de los adversarios (si realmente tienen cosas valiosas), ni alabar los vicios de los amigos. Cada cosa se ha de juzgar no en razón de las personas, sino de la realidad. Se puede criticar a Lucilio por su métrica incorrecta; pero hay que alabar su sal y su gracia (HORACIO, Sat. I 10,lss.).” (Epístola 84, 3 A Panmaquio y Oceano)

 

MARÍA ES SALUDADA COMO “LLENA DE GRACIA”

 

“También Santa María, por haber concebido a aquel en quien habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad (Col 2, 9), es saludada como llena de gracia.” (Epístola 65, 9 A la Virgen Principia)

 

MARIA ES EXALTADA POR SAN JERÓNIMO

 

“En cuanto a nosotros, imitemos mejores ejemplos. Ponte ante los ojos a la bienaventurada María, que fue de tal pureza que mereció ser madre del Señor. Cuando el ángel Gabriel descendió a ella en figura de varón y le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor contigo (Lc 1, 28).” (Epístola 22, 38 A Eustoquia)

 

CRISTO ES RECONOCIDO COMO DIOS

 

“Y a ti, señor verdaderamente santo y padre beatísimo, a ti que te acuerdas de mí, te ilumine Cristo nuestro Dios y te proteja el Omnipotente.” (A Aurelio, obispo de Cartago 3)

 

“Que Cristo, Dios omnipotente, nos conceda por sus oraciones que volvamos a estar unidos no bajo un nombre aparente de paz, sino con un amor verdadero y fiel; que no nos destruyamos mutuamente mordiéndonos unos a otros. (Gal 5, 15).” (Epístola 82, 11 A Teofilo)

 

RECOMIENDA LEER LOS TEXTOS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA

 

“Después de las Santas Escrituras, lee los tratados de los hombres doctos, pero sólo de aquellos cuya fe es conocida. No tienes por qué buscar oro entre el barro: a costa de muchas perlas, cómprate la única perla. Como dice Jeremías (Jer 6, 16), párate a la salida de muchos caminos, para que puedas llegar a aquel camino que lleva al Padre. El amor a los collares a las gemas y a los vestidos de seda traspásalo al conocimiento de las Escrituras. Entra en la tierra de promisión, que mana leche y miel, come la flor de harina y el aceite, vístete como José de vestidos de colores; que tus orejas, como las de Jerusalén, sean perforadas por la palabra de Dios, para que de ellas pendan los granos preciosos de nuevas mieses. Ahí tienes al santo varón Exuperio, de edad y de fe probadas, que te puede instruir a menudo con sus consejos.” (Epístola 54, 11 A Furia)

 

USO DE LA AUTORIDAD DE LAS ESCRITURAS PARA REFUTAR

 

“Hace dos años publiqué unos libros contra Joviniano, en los que con la autoridad de las Escrituras pulvericé las tesis de mis adversarios, que se apoyaban en los pasajes donde Pablo concede las segundas nupcias. No es necesario escribir las mismas cosas íntegramente, pudiendo tú misma pedir prestados esos escritos.” (Epístola 54, 18 A Furia)

 

EL BAUTISMO COMO EL NUEVO NACIMIENTO

 

“Se me acabaría el día si quisiera reunir de las Escrituras santas todo lo que se refiere al poder del bautismo y exponer los misterios del segundo nacimiento o, mejor, del primero en Cristo. (Epístola 69, 7 A Oceano)

 

EXPLICACIÓN DEL TEXTO “MARIDO DE UNA SOLA MUJER”

 

“Lo que dice, marido de una sola mujer, se puede explicar también de otro modo. El Apóstol procedía del judaismo; la primitiva Iglesia se fue reuniendo de las reliquias de Israel. Conocía lo que estaba concedido por la ley; por el ejemplo de los patriarcas y de Moisés sabía que era normal en el pueblo el procrear hijos de varias mujeres, y los mismos sacerdotes tenían libertad para hacer uso de esa licencia manda, pues, que los sacerdotes de la Iglesia no pretendan esa misma libertad; que no contraigan a la vez dos o tres matrimonios, sino que tengan una sola mujer mientras ésta viva.” (Epístola 69, 5 A Oceano)

 

LOS OBISPOS OCUPAN EL LUGAR DE LOS APÓSTOLES

 

“Entre nosotros, los obispos detentan el lugar de los apóstoles” (Epístola 41, 3 A Marcela)

 

JESUS FUNDO LA IGLESIA SOBRE PEDRO

 

“el apóstol Pedro, sobre quien el Señor fundó la Iglesia,” (Epístola 41, 2 A Marcela)

 

REFUTACIÓN A LOS UNICITARIOS

 

“Nosotros atribuimos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, a cada uno individualmente, su propia persona, si bien los unimos en la sustancia; ellos, siguiendo la doctrina de Sabelio, reducen la Trinidad a las estrecheces de una sola persona.” (Epístola 41, 3 A Marcela)

 

EL AYUNO EN CUARESMA ES UNA TRADICIÓN DE LOS APÓSTOLES

 

“Nosotros, siguiendo la tradición de los apóstoles y con la unanimidad de todo el orbe, ayunamos una sola cuaresma;” (Epístola 41, 3 A Marcela)

 

CUAL ES EL PECADO IMPERDONABLE CONTRA EL ESPÍRITU SANTO

 

“La blasfemia llamada irremisible no se refiere a los que, violentados por las torturas y con las entrañas desgarradas por toda clase de suplicios, negaron al Señor, sino a quienes a pesar de ver en los milagros la mano de Dios, sin embargo, vociferan calumniosamente que son obra del demonio, y que todos los signos que se han hecho no tienen que ver con la magnificencia divina, sino con el diablo. De ahí que el Salvador mismo, en su respuesta, orienta toda su argumentación a demostrar que Satanás no puede ser expulsado por Satanás y que su reino no puede estar dividido contra sí mismo. “(Epístola 42, 1 A Marcela)

 

LA SÁBANA SANTA, EL SUDARIO Y LA VENERACIÓN DE LUGARES Y OBJETOS SAGRADOS

 

“En otro tiempo veneraban los judíos el sancta sanctorum, porque allí estaban los querubines, el propiciatorio, el arca de la alianza, el maná, la vara de Aarón y el altar de oro. ¿Y no te parece a ti más venerable el sepulcro del Señor? Cuantas veces entramos en él, otras tantas contemplamos al Salvador, que yace envuelto en la sábana, y si nos detenemos allí un instante, de nuevo vemos al ángel sentado a sus pies, y el sudario plegado junto a la cabecera.” (Epístola 46, 5 De Paula y Eustoquia a Marcela)

 

EXISTEN SANTOS EN LAS DEMÁS REGIONES

 

“no negamos que el reino de Dios está dentro de nosotros y que santos también los hay en las demás regiones; pero afirmamos con toda nuestra fuerza que aquí se congregan los mayores que hay en todo el orbe de la tierra.,” (Epístola 46, 10 De Paula y Eustoquia a Marcela)

 

ADORAR USADO COMO VENERAR

 

“adorar las cenizas a par de Juan Bautista, de Eliseo y de Abdías,” (Epístola 46, 13 De Paula y Eustoquia a Marcela)

 

VENERACIÓN DE LAS RELIQUIAS

 

“Si por todas partes veneramos los sepulcros de los mártires, nos aplicamos a los ojos sus santas cenizas, e incluso, si se nos permite, las tocamos también con los labios.” (Epístola 46, 8 De Paula y Eustoquia a Marcela)

 

Pudiera seguir citando más textos extraídos de las obras de San Jerónimo, pero por ahora solo les comparto estos que son las que he leído hasta el momento, a medida que mi lectura de las obras de San Jerónimo vaya creciendo, esta recopilación ira creciendo.

 

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Richbell Meléndez, laico católico dedicado a la apologética, colaborador asiduo de distintas páginas de apologética católica y tutor de la escuela de apologética online DASM.

 

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Por: Richbell Meléndez

 

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¿Qué es el purgatorio?

Para empezar, aquí hay un recordatorio de lo que la doctrina católica enseña sobre el purgatorio en el Catecismo de la Iglesia Católica:

 

1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.

 

1031 La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:

 

«Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que, si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, Diálogo 4, 41, 3).

 

1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los difuntos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:

 

«Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los difuntos les lleven un cierto consuelo? [...] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos» (San Juan Crisóstomo, In epistulam I ad Corinthios homilia 41, 5).

 

A continuación, los protestantes proponen varias fechas en que supuestamente fue inventada la doctrina del purgatorio: el año 300, cuando se habría inventado la oración por los difuntos, sin que ellos también le atribuyeran ningún acontecimiento ni carácter alguno, el año 593 con la predicación del Papa San Gregorio el Grande o el año 1439 con motivo del Concilio de Florencia. Ya debemos notar la inconsistencia de la cosa: los propagandistas anticatólicos muchas veces hacen cronologías donde pretenden remontar la historia de las invenciones de los dogmas de la Iglesia, y es común encontrar en la misma cronología, estas fechas de 300, de 593 y 1439, lo que no tiene sentido: ¿cómo podría haber tres fechas diferentes para un mismo invento? ¡No significa nada!

 

Para demostrar que estas afirmaciones son falsas, nos conformaremos con una cronología que habla por sí sola:

 

En el Antiguo Testamento

Los judíos del Antiguo Pacto oraron por los difuntos. Los protestantes replicarán que solo lo conocemos del Segundo Libro de los Macabeos, que ellos consideran apócrifo. Les responderemos por un lado que este libro no es apócrifo, la Iglesia siempre los considero Sagrada Escritura en los concilios donde se refería a las Sagradas Escrituras. Y por otro lado que, aunque así fuera, la pregunta no está ahí porque en efecto, aquí no se trata de la demostración bíblica del Purgatorio sino solo para aportar una prueba histórica. que la oración por los difuntos no era una invención medieval, ni siquiera católica. La presencia de la oración por los difuntos en un libro que no reconocen como inspirado no desmiente el asunto, además, sino que se limita a eliminar un argumento positivo a su favor. Dicho esto, vea cómo los judíos del Antiguo Pacto tenían una doctrina de oración por los difuntos, cercana a la doctrina católica actual:

 

“Según 2 Mac 12, 42-46, los judíos oraron por los caídos en quienes se habían encontrado objetos consagrados a los ídolos de Jamnia, a fin de que el Señor les perdonara sus pecados; para ello enviaron dos mil dracmas de plata a Jerusalén para que se hicieran sacrificios por el pecado. Estaban, pues, persuadidos de que a los difuntos se les puede librar de su pecado por medio de la oración y el sacrificio. El hagiógrafo aprueba esta conducta: «También pensaba [Judas] que a los que han muerto piadosamente les está reservada una magnífica recompensa. ¡Santo y piadoso pensamiento! Por eso hizo que se ofrecieran sacrificios expiatorios por los difuntos para que fueran absueltos de sus pecados». (Ludwig Ott, Manual de teología dogmática. p. 708)

 

“Al día siguiente, fueron en busca de Judas (cuando se hacía ya necesario), para recoger los cadáveres de los que habían caído y depositarlos con sus parientes en los sepulcros de sus padres. Entonces encontraron bajo las túnicas de cada uno de los difuntos objetos consagrados a los ídolos de Yamnia, que la Ley prohíbe a los judíos. Fue entonces evidente para todos por qué motivo habían sucumbido aquellos hombres. Bendijeron, pues, todas las obras del Señor, juez justo, que manifiesta las cosas ocultas, y pasaron a la súplica, rogando que quedara completamente borrado el pecado cometido. El valeroso Judas recomendó a la multitud que se mantuvieran limpios de pecado, a la vista de lo sucedido por el pecado de los que habían sucumbido. Después de haber reunido entre sus hombres cerca de 2.000 dracmas, las mandó a Jerusalén para ofrecer un sacrificio por el pecado, obrando muy hermosa y noblemente, pensando en la resurrección. Pues de no esperar que los soldados caídos resucitarían, habría sido superfluo y necio rogar por los difuntos; más si consideraba que una magnífica recompensa está reservada a los que duermen piadosamente, era un pensamiento santo y piadoso. Por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los difuntos, para que quedaran liberados del pecado. "(2 Macabeos 12, 39-46 Biblia de Jerusalén 1976)

 

“Así pues se creía entre los judíos que era piadoso y saludable ofrecer sacrificios por los difuntos para que fuesen libertados de sus pecados. El historiador Josefo nos indica bastante que esta creencia se conservaba en su tiempo, cuando atestigua que los judíos no oraban por los que se habían suicidado. Pues bien, no oraban indudablemente por los que estaban ya en el seno de Abrahán, donde ninguna necesidad tenía de oraciones, ni por los que estaban en el infierno, donde las oraciones son inútiles. Creían, pues en un estado medio entre uno y otro, y a este estado medio llamamos purgatorio” (Jean-Joseph Gaume, Catecismo de la perseverancia. p. 230)

 

En el Nuevo Testamento

Si la costumbre de ofrecer sacrificios y orar por los difuntos, que supone la creencia en el Purgatorio, fue, como dice Calvino, sólo una invención de Satanás, ¿cómo es que Nuestro Señor, al encontrarlo establecido, nunca desilusionó a los judíos? ¿Cómo no protegió a sus Discípulos de esta tradición ilusoria, falsa y supersticiosa? Además, sabía que todos los cristianos la seguirían religiosamente durante siglos; que, renovando cada día el sacrificio de su cuerpo y su sangre, pedirían ardientemente su aplicación a las almas sufrientes de sus hermanos fallecidos; ¡lo sabía y no les advirtió!

 

Él mismo recomendó esta práctica a sus Discípulos y su palabra infalible confirmó su fe en el Purgatorio. Un día les dijo: “Si alguno blasfema contra el Hijo del Hombre, podrá obtener perdón; pero si blasfema contra el Espíritu Santo, ese pecado no le será remitido ni en la era presente ni en la era futura. Entonces, hay pecados que son perdonados en el próximo siglo; de lo contrario, la expresión del Salvador no significaría nada. Ahora bien, como el pecado no puede ser perdonado en el siglo futuro, en lo que respecta a la culpa y la pena eterna, puede, por tanto, ser perdonado en lo que respecta a la pena temporal. Pero esta remisión no tiene lugar en el Cielo, donde nada contaminado puede penetrar, ni en el Infierno, donde ya no hay Redención.

 

Por lo tanto, entre el cielo y el infierno hay un lugar contiguo donde se logra esta remisión. A este lugar lo llamamos Purgatorio.

 

Otro versículo a menudo mal entendido tanto por católicos como por no católicos y que prueba que los cristianos en tiempos apostólicos trabajaron por la remisión de los pecados de los difuntos. Se trata de 1 Corintios 15, 29: “De no ser así ¿a qué viene el bautizarse por los difuntos? Si los difuntos no resucitan en manera alguna ¿por qué bautizarse por ellos?” Para entender lo que esto significa, debemos leer el comentario de Santo Tomás de Aquino:

 

“Siendo manifiesta la resurrección de los difuntos por: la resurrección de Cristo, aquí, consecuentemente, se muestra la resurrección de los difuntos por la vida de los santos. Y acerca de esto hace dos cosas. Primeramente, prueba la proposición; luego, agrega la amonestación: No os dejéis seducir, etc.

 

Demuestra su proposición mediante tres inconvenientes. El primer inconveniente seria que se haría ilusoria la confianza de los hombres en el bautismo; el segundo sería que resultarían vanos los trabajos de los santos, lo cual dice así: Y nosotros mismos ¿por qué nos ponemos en peligro a todas horas? El tercero sería el dar ocasión al goce de las voluptuosidades. Y esto lo dice así: ¡Comamos y bebamos, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. Desde luego pone el primer inconveniente; luego lo explica así: Si los difuntos no resucitan en manera alguna, etc. Así es que primero dice: Dije que los difuntos resucitan. De no ser así, esto es, si no hay futura resurrección de los difuntos, tal como nosotros predicamos, ¿a qué viene el bautizarse por los difuntos?

 

Esto se puede entender de dos maneras. De un nodo, que por difuntos se entiendan las obras de pecado, que son muertas, porque carecen de la vida de la gracia y conducen a la muerte. Cuanto más la sangre de Cristo purificara de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a Dios vivo (He 9,14). Y conforme a esto es claro el sentido. ¿A qué viene el bautizarse por los difuntos, esto es, por los pecados que se han de lavar si no van a tener la vida de la gracia?

 

De otro modo, porque algunos en aquel entonces querían poder primero bautizarse para conseguir para sí mismos la remisión de los pecados; y bautizarse de nuevo por algún consanguíneo difunto, para que aun después de la muerte se le perdonarán los pecados. Y conforme a esto sería el sentido: ¿a qué viene el bautizarse por los difuntos, esto es, por consanguíneos, por cuya salvación se bautizan, si no hay resurrección de los difuntos? Pero éstos en una cosa pueden confiar: en la fe de la resurrección que parecen tener. Y en otra cosa pueden ser reprendidos: en que uno pudiera bautizarse por otro. Pero entonces se presenta esta cuestión: Si la oración de uno aprovecha a otro, ¿por qué no también el bautismo? La respuesta es doble. Desde luego, las obras que hacen los vivos aprovechan a los difuntos en virtud de la unión de caridad y de fe. Y por eso no aprovechan sino a los que mueren con la caridad y con la fe. De aquí que a los infieles ni la oración ni el bautismo de los vivos les aprovechan; pero la oración aprovecha a los que están en el purgatorio. Otra respuesta, y la mejor, es que las buenas obras valen para los difuntos no nada más en virtud de la caridad sino también por la intención del que las hace. Así, si yo recito el Salterio por otro que está en el purgatorio, el cual estaba obligado a recitarlo, para satisfacer por él vale ciertamente en cuanto a la satisfacción solamente para aquel por quien lo recito.

 

Y según esto debemos decir que el bautismo no tiene virtud por intención nuestra sino por la intención de Cristo. Y la intención de Cristo es que el bautismo les aproveche a quienes en la fe de Cristo son bautizados. Consiguientemente, este inconveniente lo explica el Apóstol diciendo: ¿si en ninguna manera resucitan Sus difuntos? Y parece que esta explicación cuadra mejor con la segunda exposición arriba presentada, como si dijera: ¿Para qué se bautizan por ellos, es decir, por los difuntos, si no han de resucitar? Pero si se presenta conforme a la primera exposición, entonces se puede decir así: Si de ninguna manera resucitan los difuntos, ¿a qué viene el bautizarse también por ellos, o sea, por sus pecados, puesto que éstos no se les perdonan?” (Comentario a la primera epístola de San Pablo a los Corintios, capítulo 15: Resurrección, Lección 4: 1Co 15,29-34)

 

Además, la parábola del deudor en Lucas 12 es una imagen del Purgatorio, se entiende mejor cuando se conoce el misticismo judío.

 

Es importante también recordar estas palabras del Dr. en Teología, Cándido Pozo al estudiar la doctrina del Purgatorio en la Escritura.

 

«Han sido frecuentes las discusiones sobre el valor de los pasajes de la Sagrada Escritura que suelen aducirse a favor de la existencia del purgatorio. Quizá la discusión se funda, sobre todo, en que muchas veces, más que mostrar los fundamentos bíblicos de la doctrina del purgatorio, se intenta aquilatar si los textos contienen todos y cada uno de los elementos que pertenecen, sin duda, a la idea dogmática del purgatorio, pero que, en su forma explícita, son fruto de un lento progreso dogmático en esta materia. No es raro que la posición más negativa en cuanto al valor de los textos sea tomada por hombres que han ido a ellos buscando una idea desarrollada de purgatorio.

 

Los textos que vamos a aducir los consideramos válidos [2 Macabeos 12, 43ss; 1 Corintios 3, 12-15] con tal que no se busque en ellos más que las ideas fundamentales de nuestra doctrina actual desarrollada sobre el purgatorio» (Teología del más allá. p. 247)

 

En las catacumbas, la frase "Que Dios refresque su espíritu" se encuentra comúnmente, lo que indica que los primeros cristianos creían en un lugar de purificación post-mortem. Sin embargo, este lugar no puede ser un infierno del que nunca se sale, ni el Cielo.

 

En los escritos patrísticos

Los Hechos de Pablo y Tecla (160)

 

“Y después de la exhibición, Tryfaena nuevamente la recibe. Su hija Falconilla había muerto, y dijo a ella en sueños: Madre, tú deberías tener esta extranjera Tecla en mi lugar, para que ore por mí, y yo pueda ser transferida a el lugar de los justos.”. (Los Hechos de Pablo y Tecla, XXVIII).

 

La inscripción de Abercio (hacia 190)

 

La inscripción que los historiadores católicos y protestantes están de acuerdo en datar desde principios de la década de 190 es el epitafio sobre la tumba de San Abercio que menciona las siguientes palabras:

 

“El ciudadano de una prominente ciudad, la que erigí mientras vivía, para que pudiera tener un lugar de descanso para mi cuerpo. Abercio es mi nombre, un discípulo del pastor casto que alimenta sus ovejas en las montañas y los campos, cuyos grandes ojos los vigilan todo, que me enseñó los fieles escritos de la vida. Estando listo, yo, Abercio, ordené que esto fuera escrito, en mi septuagésimo segundo año. Que cada uno que esté de acuerdo con esto y quien lo entienda ore por Abercio"

 

Y como el que lee sólo puede hacerlo después de la muerte de el en cuestión, sólo puede ser una cuestión de oración por los difuntos. Es el mismo San Abercio, obispo de Hierápolis en Frigia (región de Asia Menor) quien iba a escribir esta inscripción durante su vida. Se le describe como "Igual a los Apóstoles" y su epitafio se conoce como "Reina de las inscripciones cristianas" también confirma la doctrina católica sobre el primado romano, la Eucaristía, hasta cierto punto sobre la Virgen María, pero también sobre la Comunión de los Santos que lo podemos ver en otro artículo.

 

Clemente de Alejandría (c.150-c.220)

 

“El creyente por medio de la disciplina se despoja de sus pasiones y pasa a la mansión mejor que la anterior, pasa por el mayor de los tormentos tomando sobre sí el arrepentimiento de las faltas que pudiera haber cometido después de su bautismo. Es torturado entonces todavía más al ver que no ha logrado lo que otros ya han adquirido. Los mayores tormentos son asignados al creyente porque la Justicia de Dios es buena y su bondad es justa y, estos castigos completan el curso de la expiación y purificación de cada uno”. (Stromata, VI, 14)

 

Pasión de Perpetua y Felicidad (203)

 

El martirio de las Santas Perpetua y Felicidad tiene lugar en Cartago. Perpetua escribió la historia de su martirio con su propia mano y habla claramente de las oraciones para aliviar el sufrimiento de su hermano ya muerto:

 

“Sin ninguna demora, en esa misma noche, esto se me mostró en una visión. Yo vi a Dinocrate saliendo de un lugar sombrío, donde estaban también otras personas, y él estaba reseco y muy sediento, con una apariencia sucia y pálida, con la herida de su rostro que tenía cuando había muerto. Dinocrate había sido mi hermano en la carne, hace siete años, quien murió de una terrible enfermedad…Pero yo confié que mi oración había ayudado a su sufrimiento, y oré por él cada día hasta que nosotros pasamos al campo de prisioneros…hice mi oración por mi hermano día y noche, gimiendo y lamentando para que me fuera concedido. Entonces, un día, estando todavía prisioneros esto se me mostró. Vi que el lugar que había observado previamente sombrío estaba ahora iluminado, y Dinocrate, con un cuerpo limpio y bien vestido, estaba buscando algo para refrescarse. Y donde había estado la herida, yo vi una cicatriz; y esa piscina que había visto antes, vi sus niveles descendidos hasta el ombligo del muchacho. Y uno extraía agua de la tina incesantemente, y cerca de la orilla había una copa llena de agua; y Dinocrate se acercó y empezó a beber de ella, y la copa no falló. Y cuando él estaba satisfecho, se fue del agua a jugar felizmente, como lo hacen los niños y entonces desperté. Entonces entendí que sido trasladado del lugar del castigo” (Pasión de Perpetua y Felicidad, II, 3-4)

 

Tertuliano (c.155-c.230)

 

Que alegoría del Señor (Mt. 5,25-26) ...es extremadamente clara y simple en su significado... [tengan cuidado no sea que como] un transgresor de su contrato, delante de Dios el Juez...y para que este juez no libere sobre ti su ángel que ejecute la sentencia y te envíe a la "prisión del infierno", de lo que no hay salida hasta que incluso el más pequeño de tus delitos sean pagados en el periodo antes de la resurrección. ¿Puede haber más lógico que esto? ¿Qué mejor interpretación?" (Tratado sobre el alma, 35)

 

“Todas las almas, por tanto, están encerradas en el Hades: ¿lo admites? Es cierto que diga sí o no; además, hay castigos y consuelos ya vividos; y ahí tienes un pobre y un rico… además, el alma no realiza todas sus operaciones con la ayuda de la carne; porque el juicio de Dios persigue incluso los pensamientos sencillos y las voluntades más sencillas. "Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya cometió adulterio con ella en su corazón". Por tanto, por esto mismo, es más apropiado que el alma, sin esperar que nada de la carne sea castigado por lo que ha hecho sin la ayuda de la carne. Entonces, según el mismo principio, a cambio de pensamientos piadosos y benevolentes en los que ella no compartió la ayuda de la carne, recibe consuelo sin la carne. En resumen, porque entendemos “la prisión” indicada en el Evangelio como Hades, y porque también interpretamos “el último cuarto de centavo” [Mateo V, 26] como la menor ofensa que debe ser compensada allí antes de la resurrección. Nadie dudará en creer que el alma sufre en el Hades una cierta disciplina compensatoria, sin perjuicio de todo el proceso de la resurrección, cuando la recompensa será administrada adicionalmente a través de la carne. "(nadie dudará en creer que el alma sufre en el Hades una cierta disciplina compensatoria, sin perjuicio de todo el proceso de la resurrección, cuando la recompensa será administrada adicionalmente a través de la carne. "(nadie dudará en creer que el alma sufre en el Hades una cierta disciplina compensatoria, sin perjuicio de todo el proceso de la resurrección, cuando la recompensa será administrada adicionalmente a través de la carne. "(Tratado sobre el alma, 58)

 

“El sacramento de la Eucaristía, encomendado por el Señor en el tiempo de la cena y para todos, lo recibimos en las asambleas de antes del amanecer, y no de mano de otros que no sean los que presiden. Hacemos oblaciones por los difuntos en los días de aniversario de cada año. "(Tertuliano, De la corona, 3, PL 2,79)

 

" Finalmente, interrogo a la mujer misma. Dime, hermana mía, ¿enviaste a tu marido en paz antes que tú? ¿Qué responderá ella? ¿En medio de desacuerdos y discordias? Pero aquí está más encadenado: de nuevo a aquel ante quien tendrá que defender su causa ante Dios. No hay separación donde permanecen los enlaces. Nos separamos en paz, dirá ella. ¡Y bien! que sigue en paz con aquel a quien ya no podrá repudiar, ni siquiera tener permiso para volver a casarse, cuando podría repudiarlo. De hecho, reza por el resto de su alma; pide un refrigerio para él; suplica a Dios que la reúna con él el día de la resurrección, y cada año celebra el aniversario de su muerte con la oblación del sacrificio. Si fracasa en estos piadosos deberes, ha repudiado de verdad a su marido, tanto como él está en ella, y esto con más injusticia ya que, al no poder repudiarlo, lo hizo de la única manera que pudo; y eso con mayor indignidad, ya que su marido no se lo merecía. ¿O se argumentará que no somos nada después de la muerte? Pero esta es una máxima de algún Epicuro, y no de Jesucristo. Que, si creemos en la resurrección de los difuntos, por lo tanto, seguimos vinculados a aquellos con quienes seremos resucitados, ya que seremos responsables de nuestra administración común. ¿Se mantendrá que no somos nada después de la muerte? Pero esta es una máxima de algún Epicuro, y no de Jesucristo. Que, si creemos en la resurrección de los difuntos, por lo tanto, seguimos vinculados a aquellos con quienes seremos resucitados, ya que seremos responsables de nuestra administración común. ¿Se mantendrá que no somos nada después de la muerte? Pero esta es una máxima de algún Epicuro, y no de Jesucristo. Que, si creemos en la resurrección de los difuntos, por lo tanto, seguimos vinculados a aquellos con quienes seremos resucitados, ya que seremos responsables de nuestra administración común.» (Sobre la monogamia, 10)

 

Orígenes (c.185-c.254)

 

“Porque si sobre la base de Cristo, has construido no sólo oro y plata sino piedras preciosas; sino también madera, caña o paja ¿qué es lo que esperas cuando el alma sea separada del cuerpo? ¿Entrarías al cielo con tu madera y caña y paja y de este modo manchar el reino de Dios? ¿O en razón de estos obstáculos podrías quedarte sin recibir premio por tu oro y plata y piedras preciosas? Ninguno de estos casos es justo. Queda entonces, que serás sometido al fuego que quemará los materiales livianos; para nuestro Dios, a aquellos que pueden comprender las cosas del cielo está llamado el fuego purificador. Pero este fuego no consume a la creatura, sino lo que ella ha construido, madera, caña o paja. Es manifiesto que el fuego destruye la madera de nuestras trasgresiones y luego nos devuelve con el premio de nuestras grandes obras.”. (Homilías sobre Jeremías. Pg. 13:445-448)

 

Nota importante: es común leer que Orígenes no creía en el infierno y que para él todas las almas se purificaban en una especie de purgatorio, tras lo cual todas iban al cielo. Debes saber que esta herejía, así como las otras herejías de las que se acusa a Orígenes, no son estrictamente hablando su doctrina, su enseñanza. Estas son preguntas que simplemente abrió. De todos modos, parecería que esa no es su opinión cuando escribe sus líneas, ya que dice que sería injusto que "se quede sin recompensa" el que ha ganado "oro y plata y piedras preciosas. Lo que significa que, si lo contrario es el caso, el alma puede ser condenada. Finalmente podemos notar que incluso si esto es una distorsión de la verdadera fe, esto prueba que sus contemporáneos y sus predecesores enseñaron la purificación después de la muerte.

 

San Cipriano de Cartago (c. 200-258)

 

“Los Obispos, nuestros predecesores, ya habían ordenado que ninguno de nuestros hermanos nombrara, por voluntad, a un eclesiástico como tutor o curador, y que, si alguien lo hacía, nadie debía rezar por él, ni celebrar el sacrificio por el resto de su alma.” (Carta IX).

 

La decisión de los obispos anterior a san Cipriano presupone la práctica establecida de orar por los difuntos y, por tanto, nos indica la apostolicidad de su origen.

 

Escribió también:

 

“Porque incluso a los adúlteros se les da tiempo para arrepentirse y se les da paz. Sin embargo, la virginidad no es, por tanto, deficiente en la Iglesia, ni el plan glorioso de la continencia languidece por los pecados ajenos. La Iglesia, coronada de tantas vírgenes, florece; y la castidad y la modestia conservan el tenor de su gloria. Tampoco se destruye el vigor de la continencia porque el adulterio facilita el arrepentimiento y el perdón.Una cosa es pedir perdón, otra cosa alcanzar la gloria. Una cosa es estar prisionero sin poder salir hasta que haya sido pagado el último centavo y otra recibir al mismo tiempo el salario de la fe y el valor. Una cosa es ser torturado con el largo sufrimiento por los pecados, para ser limpiado y completamente purgado por el fuego, otra es haber sido purgado de todos los pecados por el sufrimiento. Una cosa es estar en suspenso hasta la sentencia de Dios en el Día del Juicio, otra ser coronado por el Señor”. (A Antonianus, Carta 51 (55),20)

 

Lactancio (c. 250-c. 325)

 

"Pero también, cuando Dios juzgue a los justos, del mismo modo en el fuego los va a probar. Entonces aquellos cuyos pecados sean más superiores, ya sea por su gravedad o su número, serán reunidos por el fuego y serán quemados. Aquellos, sin embargo, que se han impregnado de plena justicia y la madurez de la virtud, no sentirán el fuego, porque ellos tienen algo de Dios en ellos que repelen y hacen retroceder la fuerza de la flama” (Las Instituciones Divinas, VII, 21)

 

San Cirilo de Jerusalén (c. 315-387)

 

“Recordamos también a todos los que ya durmieron: en primer lugar, los patriarcas, los profetas, los apóstoles, los mártires, para que, por sus preces y su intercesión, Dios acoja nuestra oración. Después, también por los santos padres y obispos difuntos y, en general, por todos cuya vida transcurrió entre nosotros, creyendo que ello será de la mayor ayuda para aquellos por quienes se reza.

 

Quiero aclararos esto con un ejemplo, puesto que a muchos los he oído decir: ¿de qué le sirve a un alma salir de este mundo con o sin pecados si después se hace mención de ella en la oración? Supongamos, por ejemplo, que un rey envía al destierro a quienes le han ofendido, pero después sus parientes, afligidos por la pena, le ofrecen una corona: ¿Acaso no se lo agradecerá con una rebaja de los castigos? Del mismo modo, también nosotros presentamos súplicas a Dios por los difuntos, aunque sean pecadores. Y no ofrecemos una corona, sino que ofrecemos a Cristo muerto por nuestros pecados, pretendiendo que el Dios misericordioso se compadezca y sea propicio tanto con ellos como con nosotros."(Conferencias de catequesis, XXIII, 9-10)

 

San Basilio el Grande (c. 329-379)

 

“Pienso que los valerosos atletas de Dios, los cuales durante toda su vida estuvieron frecuentemente en lucha contra enemigos invisibles, después de haber superado todos sus ataques al llegar al final de la vida serán examinados por el príncipe del siglo, a fin de que, si a consecuencia de las luchas, tienen algunas heridas o ciertas manchas o vestigios de pecado, sean detenidos; pero si son hallados ilesos e incontaminados, como invictos y libres hallen el descanso junto a Cristo” ( Homilías sobre los Salmos , VII, 2)

 

San Efrén el Sirio (306-373)

 

“Cuando se cumple el día trigésimo, [después de mi muerte], acordaos de mí, hermanos. Los difuntos, en efecto, reciben ayuda gracias a la ofrenda que hacen los vivientes […] Si tal como está escrito, los hombres de Matatías encargados del culto para el ejército, con las ofrendas, expiaron las culpas de aquellos que habían perecido y eran impíos por sus costumbres, cuánto más los sacerdotes de Cristo con sus santas ofrendas y sus oraciones expiarán los pecados de los difuntos” (Su testamento 72-28)

 

San Epifanio de Salamina (c. 315-403)

 

“En cuanto a la recitación de los nombres de los difuntos, ¿qué puede haber que resulte más útil y que sea más oportuno y digno de alabanza, a fin de que los presentes se den cuenta de que los difuntos siguen viviendo y no han quedado reducidos a la nada, sino que siguen existiendo y viven junto al Señor, y así quede afianzada la esperanza de aquellos que rezan por sus hermanos difuntos considerándolos como si hubieran emigrado a otro país? Son útiles, en efecto, las preces que se hacen en su favor, aunque no puedan eliminar todas sus culpas. “(Panarion , 75, 8)

 

San Gregorio de Nisa (c. 336-394)

 

“Cuando el renuncia a su cuerpo y la diferencia entre la virtud y el vicio es conocida, no puede acercarse a Dios hasta no haber purgado con fuego que limpia las manchas con las cuales su alma está infectada. Ese mismo fuego en otros cancelará la corrupción de materia y la propensión al mal”(Sermón sobre la muerte 2, 58)

 

San Ambrosio (c. 340-397)

 

"Dale Señor el descanso a tu siervo Teodosio, ese descanso que Tú has preparado para tus santos… Yo lo amo, y por lo mismo también lo seguiré a la tierra de los vivientes, no lo voy a dejar hasta que por mis oraciones y lamentaciones sea admitido al monte santo del Señor…" (Sermón del Funeral de Teodosio 36-37)

 

San Jerónimo (347-420)

 

“Otros maridos esparcen violetas, rosas, lirios y flores púrpuras en las tumbas de sus esposas y alivian el dolor en sus corazones al realizar este tierno deber. Nuestro querido Pammachius también riega las cenizas sagradas y los huesos venerados de Paulina, pero es con bálsamo de limosna.” (A Pammaquio, Epístola 66, 5)

 

San Juan Crisóstomo (c. 344-407)

 

“No en vano los Apóstoles ordenaron que, en la celebración de los formidables misterios, se recordara a los difuntos, porque sabían cuánta utilidad y provecho devuelven a los difuntos. […] Entonces, háganos saber cómo ayudarlos y celebremos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre, ¿puedes dudar de que nuestras ofrendas por los que ya no están les traen consuelo? [Job 1, 5]… Apresurémonos a llevar nuestra ayuda a los que ya no existen, y. ofrecer oraciones por ellos: porque el objetivo común de toda la tierra es la expiación.” (Homilía 41 al pueblo de Antioquía sobre 1 Corintios)

 

“No en vano fue decretado por los Apóstoles que el Memorial de los Maravillosos Misterios debe ser hecho por los que han partido. Ellos sabían que aquí había muchos beneficios que se podrían obtener para ellos. Cuando el pueblo entero está de pie con sus manos alzadas, una asamblea sacerdotal y la maravillosa víctima sacrificial es ofrecida, ¿como cuando somos llamados frente a Dios no seremos victoriosos en su defensa? Pero esto es hecho por quienes han partido en la fe mientras que ni siquiera los catecúmenos pueden recibir esta consolación ya que son privados de todos los medios que pudieran asistirles excepto uno que es la del dar limosna a los pobres en su nombre” (Homilía sobre Filipenses, III, 9-10)

 

Las Constituciones Apostólicas (c. 400)

 

“Reúnanse en los cementerios, lean los libros sagrados allí, canten salmos allí en honor de los mártires y de todos los santos y de sus hermanos que murieron en el Señor, y luego ofrezcan la bendición eucarística” (Libro VI, 30).

 

Nos dicen en otra parte: "Oremos por nuestros hermanos que descansan en Cristo [recordemos que las almas en el Purgatorio ya están salvas y por lo tanto descansan en algunas que ya salen en Cristo], para que Dios, el amante de la humanidad, que ha recibido su alma, le perdone todo pecado, voluntario e involuntario, y sea misericordioso y bondadoso con él, y le dé su suerte en la tierra de los piadosos que son enviados al seno de Abraham, e Isaac, y Jacob, con todos los que le han complacido y han hecho su voluntad desde el principio del mundo, de donde se destierra toda pena, dolor y lamentación. Levantémonos, dediquémonos a nosotros mismos y a los demás al Dios eterno, por medio de esa Palabra que estaba en el principio. Y que el obispo diga: Oh Tú que eres por naturaleza inmortal, y no tienes fin de tu ser, de quien se deriva toda criatura, ya sea inmortal o mortal; que hiciste del hombre una criatura racional, el ciudadano de este mundo, en su constitución mortal, y le añadiste la promesa de una resurrección; que no sufriste que Enoc y Elías probaran la muerte: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, que eres el Dios de ellos, no como de los difuntos, sino como de los vivos; porque las almas de todos los hombres viven contigo, y los espíritus de los justos están en tu mano, que ningún tormento puede tocar; Mateo 22:32; Sabiduría 3:1 porque todos están santificados bajo tu mano: mira ahora también a este tu siervo, a quien has seleccionado y recibido en otro estado, y perdónalo si voluntaria o involuntariamente ha pecado, y dale ángeles misericordiosos, y colócalo en el seno de los patriarcas, y los profetas, y los apóstoles, y de todos los que te han complacido desde el principio del mundo, donde no hay pena, ni dolor, ni lamento; sino la región pacífica de los piadosos, y la tierra imperturbable de los rectos, y de los que en ella ven, la gloria de tu Cristo; por quien la gloria, el honor y el culto, la acción de gracias y la adoración sean para Ti, en el Espíritu Santo, por siempre. Amén. Y que el diácono diga: Inclínate y recibe la bendición. Y que el obispo dé gracias por ellos, diciendo lo siguiente: Oh Señor, salva a tu pueblo y bendice tu herencia, que has comprado con la preciosa sangre de tu Cristo. Apaciéntalos bajo tu diestra, y cúbrelos bajo tus alas, y concédeles que peleen la buena batalla, y terminen su carrera, y guarden la fe 2 Timoteo 4:7 inmutablemente, sin mancha y sin reproche, por nuestro Señor Jesucristo, tu amado Hijo, con quien la gloria, el honor y la adoración sean para ti y para el Espíritu Santo por siempre. Amén.” (Libro VIII, 41).

 

Las Constituciones Apostólicas son una colección de doctrina cristiana, liturgia y disciplina eclesiástica, fueron escritas en el siglo IV en su forma actual pero ciertamente son para una gran obra de los doce apóstoles, cuyas instrucciones se supone que fueron transmitidas por el Papa San Clemente. de Roma a principios del siglo II. Han sido leídos y releídos con frecuencia a lo largo de la historia, y por ello, aunque sea apócrifo, su valor histórico no es despreciable. Los primeros seis libros están inspirados en la Didascalia de los Apóstoles (escrito alrededor de 225). El séptimo libro está tomado de La Didachè (escrito entre 50 y 95). Hay muchos pasajes cuestionables en estas Constituciones, pero no estos.

 

San Agustín (384-430)

 

"Podría ser suficiente para tu pregunta esta breve respuesta mía. Pero, porque se sugieren otras cuestiones, a las que creo debo responder, atiende un momento. Leemos en los libros de los Macabeos que fue ofrecido un sacrificio por los difuntos3. Y, a pesar de que en ningún otro sitio del Antiguo Testamento se lee esto, no es poca la autoridad de la Iglesia universal que se refleja en esta costumbre, cuando, en las oraciones que el sacerdote ofrece al Señor, nuestro Dios, sobre el altar, tiene su momento especial la conmemoración de los difuntos” (La piedad con los difuntos I, 3)

 

“Por tanto, las pompas fúnebres, los cortejos funerarios, la suntuosa diligencia frente a la sepultura, la lujosa construcción de los mausoleos significan un cierto consuelo para los vivos, nunca una ayuda para los difuntos. En cambio, no se puede dudar de que se les ayuda con las oraciones de la santa Iglesia, con el sacrificio salvador y con las limosnas que se otorgan en favor de sus almas, para que el Señor los trate con más misericordia que la merecida por sus pecados. Esta costumbre, transmitida por los padres, la observa la Iglesia entera por aquellos que murieron en la comunión del cuerpo y sangre de Cristo y de modo que, al mencionar sus nombres en el momento oportuno del sacrificio eucarístico, ora y recuerda también que se ofrece por ellos. Si estas obras de misericordia se celebran como recomendación por ellos, ¿quién dudará de que han de serles útiles a aquellos por quienes se presentan súplicas ante Dios en ningún modo inútiles? No ha de quedar la menor duda de que todas esas cosas son de provecho para los difuntos, pero sólo para quienes vivieron antes de su muerte de forma tal que puedan serles útiles después de ella. “(Sermón 172, 2)

 

“Estiman que debe preceder el sacramento del bautismo a la enseñanza de la vida y costumbres que practicará después, porque, si ha querido aprenderla y guardarla, lo habrá hecho con fruto; pero si no ha querido, conservando la fe cristiana sin la cual perecería eternamente, y aunque haya vivido en el pecado y en la inmundicia, se salvará como por el fuego, a la manera de uno que ha edificado, sobre el fundamento que es Cristo, no oro, plata y piedras preciosas, sino madera, heno y paja (1Co 3,11-12), es decir, no costumbres rectas y castas, sino malévolas e impúdicas.” (La fe y las obras I, 1)

 

"No es increíble que algo semejante suceda después de esta vida, y puede investigarse si es manifiesto o no que algunos fieles se salven a través de un cierto fuego purificador, tanto más tarde o más pronto cuanto más o menos amaron las cosas perecederas; siempre que, sin embargo; no sean de aquellos de quienes está escrito que no poseerán el reino de Dios, a no ser que, convenientemente arrepentidos, les fueren perdonados sus crímenes. He dicho convenientemente para que no sean estériles en limosnas, a las cuales otorga tal gracia la divina Escritura, que el Señor predice que sólo éstas tomarán en cuenta a los que están a la derecha, y la falta de ellas a los que están a la izquierda; porque a aquellos les dirá: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino; y a éstos: Id al fuego eterno (Mt 25, 34-41)” (Manual de fe, esperanza y caridad XVIII, 69)

 

"No se puede negar que las almas de los difuntos son aliviadas por la piedad de sus parientes vivos, cuando se ofrece por ellas el sacrificio del Mediador o cuando se hacen limosnas en la Iglesia. Pero estas cosas aprovechan a aquellos que; cuando vivían, merecieron que les pudiesen aprovechar después. Pues hay un cierto modo de vivir, ni tan bueno que no eche de menos estas cosas después de la muerte, ni tan malo que no le aprovechen; más hay tal grado en el bien, que el que lo posee no las echa de menos, y, al contrario, lo hay tal en el mal, que no puede ser ayudado con ellas cuando pasare de esta vida. Por lo tanto, aquí se adquiere el hombre todo el mérito con que pueda ser aliviado u oprimido después de la muerte. Ninguno espere merecer delante de Dios, cuando hubiere muerto, lo que durante la vida despreció.

 

Estas cosas, que tan frecuentemente practica la Iglesia para socorrer a sus difuntos, no se oponen a aquella sentencia apostólica en que se dice: Pues todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo, para. que cada. uno reciba el pago debido a las buenas o malas acciones que hubiere hecho mientras ha estado revestido de su cuerpo (Rm 14, 10; 2 Cor 5, 10). Porque también cada uno, mientras vivía en su cuerpo, se granjeó el mérito de que estas cosas le pudiesen aprovechar. Pero no a todos son útiles, y ¿por qué no lo son a todos, sino por la diversidad de vida que cada uno tuvo mientras vivía? Así, pues, los sacrificios, ya el del altar, ya el de cualquiera clase de limosnas, que se ofrecen por todos los bautizados difuntos, por los muy buenos, son acciones de gracias; por los no muy malos, tienen por objeto aplacar la justicia divina; por los muy malos, aunque no sean de ningún provecho para los difuntos, son de alguna consolación para los vivos. Mas a quienes aprovechan, o les aprovechan para la remisión plena o, por lo menos, para que la condenación se les haga más tolerable.” (Manual de fe, esperanza y caridad XXIX, 110)

 

“Nosotros, ciertamente, reconocemos la existencia de algunas penas purificadoras en esta vida mortal. No se trata de torturar la vida de aquellos que con un castigo no mejorarán, o incluso se volverán peores. Son purgativas para aquellos que con tales aflicciones se corrigen. Todas las demás penas, temporales o eternas, deben ser enjuiciadas a la luz de la divina Providencia, que ha de tratar a cada uno: se aplican por los pecados ya pasados o por aquellos en los que actualmente vive el castigado, o también para ejercitar o hacer brillar las virtudes por medio de los hombres o de los ángeles, sean buenos o malos.

 

Cuando uno padece algún mal, sea por la perversidad o el error de un tercero, peca, ciertamente, el hombre que por ignorancia o injusticia causa un mal a cualquiera; pero no peca Dios, quien, por un justo, aunque oculto designio, permite que esto suceda. Pero hay penas temporales que unos las padecen solamente en esta vida, otros después de la muerte y otros ahora y después. De todas maneras, estas penas se sufren antes de aquel severísimo y definitivo juicio. Mas no todos los que han de sufrir tras la muerte penas temporales caerán en las eternas, que tendrán lugar después del juicio. Habrá algunos, en efecto, a quienes se perdonará en el siglo futuro lo que no se les había perdonado en el presente (Mt 12, 36); o sea, que no serán castigados con el suplicio eterno del siglo futuro, como hemos hablado más arriba. "(La Ciudad de Dios, XXI, 13)

 

"La misma razón hay, por consiguiente, para no rogar entonces por los hombres condenados al fuego eterno que para no rogar ni ahora ni después por los ángeles malos. Y la misma razón también para no orar ahora por los infieles e impíos difuntos, aunque sean hombres. Cierto que la oración de la misma Iglesia o de otras personas piadosas es escuchada en favor de algunos difuntos; pero lo es en favor de aquellos regenerados en Cristo, cuya vida, durante el período corporal, no ha sido tan desordenada que se les considere indignos de una tal misericordia; ni tan ordenada que no tengan necesidad de esa misericordia. Así, una vez resucitados los difuntos, tampoco faltarán algunos a quienes, después de las penas que sufren las almas de los difuntos, se hará misericordia para que no sean enviados al fuego eterno. En efecto, no se diría con verdad de algunos que no se les perdonará ni en este mundo ni en el futuro si no hubiera otros a quienes se les perdonará en el futuro, aunque no se les perdone en éste (Mt 12, 32).

 

Ahora bien, una vez que el juez de vivos y difuntos haya pronunciado la sentencia: Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo; y, en cambio, a los otros: Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; y luego: Irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna (Mt 25, 34-41.46): es de una incalificable presunción afirmar que se librará de un castigo eterno alguno de los que Dios aseguró que irían al suplicio eterno, y dar lugar por una total presunción a persuadirnos de que no hay por qué esperar en la otra vida, o al menos dudar de su eternidad."(La Ciudad de Dios , XXI, 24)

 

San Agustín también escribió una obra titulada “La piedad con los difuntos” en la que la oración por os difuntos sigue enseñándose. Finalmente, en su obra “Las herejías, dedicado a Quodvultdeo”, el mismo Padre coloca a Aerio entre los herejes, como lo había hecho antes que él San Epifanio de Salamina, por haber negado, contra la doctrina y la tradición de todos los tiempos, la utilidad de la oración por los difuntos. Ambos nos atestiguan que fue considerado en la Iglesia como una de las verdades reveladas y conocidas por la tradición apostólica; Cito a San Agustín:

 

“Un tal Aerio, el cual, siendo presbítero, se dice que estaba muy dolido de que no pudo ser obispo, y cayendo en la herejía de los arrianos, añadió de su cosecha algunos dogmas, afirmando que no era conveniente hacer ofrendas por los difuntos” (Las herejías, dedicado a Quodvultdeo. 53).

 

La madre de San Agustín, Santa Mónica le dijo a su hijo:

 

“Enterrad este cuerpo en cualquier parte, ni os preocupe más su cuidado; solamente os ruego que os acordéis de mí ante el altar del Señor doquiera que os hallareis” (Las Confesiones IX, 27)

 

San Cesáreo de Arles (c. 470-542)

 

"Pero si no damos gracias a Dios en las tribulaciones ni redimimos nuestros propios pecados con buenas obras, tendremos que permanecer en ese fuego del purgatorio mientras esos mencionados pecados leves se consuman como la madera y el heno y paja. "(Sermón 179, 4)

 

Los cismas del siglo V

 

Los cismas de la Iglesia Copta “Ortodoxa” en 449 y de la Iglesia Nestoriana en 451 que practican la oración por los difuntos son un testimonio de la práctica universal de la Iglesia de la época.

 

San Gregorio Magno (540-604)

 

“Tal como uno sale de este mundo, así se presenta al juicio. Pero se ha de creer que hay un fuego purificador para expiar las culpas leves antes del juicio. La razón para ello es que la Verdad afirma que, si uno dice una blasfemia contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero. Con esta sentencia se da a entender que algunas culpas pueden perdonarse en este mundo y algunas en el otro, pues, lo que se niega respecto a unos, hay que comprender que se afirma en relación a otros. Sin embargo, tal como ya he dicho, se ha de creer que esto se refiere a pecados leves y de menor importancia.". (Diálogos IV, 39: PL 77,396)

 

Esta declaración muestra que algunos pecados no son perdonados ni en este mundo ni en el próximo, pero que otros pueden ser perdonados en el próximo mundo. Como podemos ver, en el 593 San Gregorio sí dijo una palabra sobre el Purgatorio, pero no dijo nada más que lo que ya se creía antes que él, y como vimos, ni siquiera fue él quien uso la palabra "Purgatorio" por primera vez.

 

Vamos mas testimonios que nos presenta la historia.

 

San Isidoro de Sevilla (c.565-636)

 

“Porque la oblación del sacrificio y la oración por el resto de los fieles que han fallecido se hacen en la Iglesia en toda la tierra, creemos que fueron los Apóstoles quienes nos dejaron esta costumbre por tradición. Ahora, la Iglesia lo observa en todas partes. Es cierto que, si ella no creyera que los fieles pueden obtener el perdón de sus pecados, no daría limosna para el alivio de sus almas, y no ofrecería el sacrificio a Dios por ellos ". (Libro de Oficios Divinos, c. 415).

 

San Beda el Venerable (c. 672 / 673-735) habla del Purgatorio ubicándolo (erróneamente) en una montaña: esto prueba que creía en él.

En 998   San Odilón, el padre abad de Cluny instituyó la Conmemoración de los fieles difuntos, el “día de los difuntos” el 2 de noviembre.

El cisma de la iglesia griega, conocida como "ortodoxa", tuvo lugar en 1054. Ella practica la oración por los difuntos, aunque se desvía de estos últimos.

Una vetusta utilización del término aparece en un sermón atribuido por unos, a Hildebert de Lavardin, obispo de Lemans (m.1133); por otros, a Pedro el Comedor (m.1179); y por otros, a Odón d’Ourscamp (m.1171).

 

Pierre le Chantre (hacia 1170-1197) fue el primer maestro en integrar el Purgatorio en la educación teológica en la escuela Notre-Dame de Paris.

 

A finales del siglo XII y principios del XIII, en muchas vidas de santos (sea cual sea la época) aparecen tradicionalmente relatos de petición y ayuda a través de la oración de los difuntos, pidiendo su voto para aliviar su sufrimiento. Expiatorios y alcanzar las alegrías del cielo, o descripciones del purgatorio.

 

En el siglo XIII, las Órdenes Mendicantes y San Francisco de Asís a la cabeza jugaron un papel importante en la transmisión de la fe sobre el purgatorio, en las homilías y sermones, en los ejemplares , en los testamentos. La caridad fraterna de los franciscanos se ejerce más allá de la muerte.

 

El hermano Reginaldo de Piperno, secretario de Santo Tomás de Aquino (c. 1225-1274), evoca el purgatorio (preguntas 70 y 71) y la oración por los difuntos (sufragios) en un Tratado sobre los últimos fines escrito a partir de notas de conferencias de su maestro:

 

“El fuego del purgatorio es eterno en sustancia; pero la acción purificadora que opera dura sólo un tiempo. [Las penas] del purgatorio tienen como finalidad principal borrar los restos del pecado: por eso se les da el único nombre de fuego, porque el fuego purifica y consume ... Hay dos penas en el purgatorio: la pena de presa, l aplazamiento de la vista de Dios; el dolor del sentido, el tormento infligido por el fuego. El menor grado de cualquiera supera el mayor dolor que uno puede soportar aquí abajo ... si uno muere en estado de gracia, el pecado venial es remitido, en el otro mundo, por el fuego del purgatorio. De hecho, el sufrimiento que causa, y que es voluntario en la forma explicada anteriormente, recibe de la gracia el poder de expiar cualquier pecado que no sea incompatible con la gracia ... Las mismas expresiones escriturales pueden contener varios significados. El "fuego" en cuestión aquí puede designar los sufrimientos de este mundo o los del otro mundo, que ambos purifican del pecado venial, mientras que la muerte, como simple fenómeno natural, está ahí. Desamparada, como hemos dicho ".

 

También hay una mención del Purgatorio en la Suma Contra Gentiles, Libro IV, Capítulo 91 por su maestro, Santo Tomás. Santo Tomás cita varias formas de ayuda a los difuntos: además de la oración, el ayuno y la limosna:

 

“Pero a veces acontece que tal purificación ano se realiza totalmente en esta vida, permaneciendo el hombre deudor de la pena, ya por alguna negligencia u ocupación, o también porque es sorprendido por la muerte. Mas no por esto merece ser excluido totalmente del premio, porque pueden darse tales cosas sin pecado mortal, que es el único que quita la caridad, a la cual se debe el premio de la vida eterna, como se ve por lo dicho en el libro tercero (capítulo 143). Luego es preciso que sean purgadas después de esta vida antes de alcanzar el premio final. Pero esta purificación se hace por medio de penas, tal como se hubiera realizado también en esta vida por las penas satisfactorias. De lo contrario, estarían en mejor condición los negligentes que los solícitos, si no sufrieran en la otra vida la pena que por los pecados no cumplieron en ésta. Por consiguiente, las almas de los buenos, que tienen algo que purificar en este mundo, son detenidas en la consecución del premio hasta que sufran las penas satisfactorias.

 

Y ésta es la razón por la cual afirmamos la existencia del purgatorio, refrendada por el dicho del Apóstol: “Si a obra de alguno se quemase, será perdida; y él será salvo, como quien pasa por el fuego”. A esto obedece también la costumbre de la Iglesia universal, que reza por los difuntos, cuya oración sería inútil si no se afirmara la existencia del purgatorio después de la muerte; porque la Iglesia no ruega por quienes están en el término del bien o del mal, sino por quienes no han llegado todavía.”. (Suma Contra Gentiles. Libro IV, 91)

 

Tradicionalmente, todavía se ofrecen misas por el descanso de los difuntos.

 

En 1254, una carta del Papa Inocencio IV al legado Odo of Châteauroux en Chipre, pide que los griegos acepten la definición del Purgatorio como un lugar donde uno purga los pecados veniales, pero no mortales.

 

En 1274, el Papa Gregorio X, en Segundo Concilio de Lyon:

 

"Mas, por causa de los diversos errores que unos por ignorancia y otros por malicia han introducido, dice y predica que aquellos que después del bautismo caen en pecado, no han de ser rebautizados, sino que obtienen por la verdadera penitencia el perdón de los pecados. Y si verdaderamente arrepentidos murieren en caridad antes de haber satisfecho con frutos dignos de penitencia por sus comisiones y omisiones, sus almas son purificadas después de la muerte con penas purgatorias o catarterias, como nos lo ha explicado Fray Juan; y para alivio de esas penas les aprovechan los sufragios de los fieles vivos, a saber, los sacrificios de las misas, las oraciones y limosnas, y otros oficios de piedad, que, según las instituciones de la Iglesia, unos fieles acostumbran hacer en favor de otros.”

 

Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301 o 1302), benedictina alemana, afirma haber sido dotada de revelaciones privadas sobre el Purgatorio. Para la liberación de las almas del Purgatorio, Cristo incluso le cede un rosario .

 

En 1336, la bula Benedictus Deus del Papa Benedicto XII enseña el Purgatorio.

 

Una carta del Papa Clemente VI al “Catholicon” de los armenios fechada el 28 de septiembre de 1351 dice: “Queremos saber, si creíste y crees que existe el purgatorio al cual descienden las almas de los que mueren en gracia, las cuales todavía no satisficieron por medio de una completa penitencia de sus pecados. Asimismo, si creíste y crees, que son atormentadas por el fuego temporalmente, y que, luego de purificadas, aun antes del día del juicio, van a verdadera bienaventuranza, que consiste en la visión facial y amor de Dios”. 

 

En 1439, el Concilio de Florencia enseña definitivamente la existencia del Purgatorio con la siguiente definición dogmática: “…Asimismo, si los verdaderos penitentes salieren de este mundo antes de haber satisfecho con frutos dignos de penitencia por lo cometido y omitido, sus almas son purgadas con penas purificatorias después de la muerte, y para ser aliviadas de esas penas, les aprovechan los sufragios de los fieles vivos, tales como el sacrificio de la misa, oraciones y limosnas, y otros oficios de piedad, que los fieles acostumbran practicar por los otros fieles, según las instituciones de la Iglesia. Y que las almas de aquellos que después de recibir el bautismo, no incurrieron absolutamente en mancha alguna de pecado, y también aquellas que, después de contraer mancha de pecado, la han purgado, o mientras vivían en sus cuerpos o después que salieron de ellos, según arriba se ha dicho, son inmediatamente recibidas en el cielo…"

 

Por tanto, el Concilio de Florencia no hace más que definir dogmáticamente una verdad que la Iglesia siempre ha creído; además, podemos ver que no fue él quien creó la palabra “Purgatorio” (ya existía antes).

 

Santa Teresa de Ávila (1515-1582) afirma haber visto a Cristo pedirle que rezara por un monje que murió en olor de santidad y cuya alma, sin embargo, está en el Purgatorio.

 

El 1520, Lutero escribió:

 

“Nunca he negado la existencia de un purgatorio. Sigo sosteniendo que existe, como he escrito y admitido muchas veces, aunque no he encontrado ninguna manera de probarlo incontrovertiblemente a partir de las Escrituras o la razón. " (En Luther’s Works, Vol. 32:95-96)

 

Entre 1536 y 1559, Calvino dijo:

 

“Siendo una costumbre muy antigua rezar por los difuntos, no hay que menospreciar tal práctica.” (Institución de la Religión Cristiana, Libro III, c. 5, párr. 10).

 

En 1563, el Concilio de Trento afirmó la existencia del Purgatorio como una "Sana doctrina"

 

“Habiendo la Iglesia católica, instruida por el Espíritu Santo, según la doctrina de la sagrada Escritura y de la antigua tradición de los Padres, enseñado en los sagrados concilios, y últimamente en este general de Trento, que hay Purgatorio; y que las almas detenidas en él reciben alivio con los sufragios de los fieles, y en especial con el aceptable sacrificio de la misa; manda el santo Concilio a los Obispos que cuiden con suma diligencia que la sana doctrina del Purgatorio, recibida de los santos Padres y sagrados concilios, se enseñe y predique en todas partes, y se crea y conserve por los fieles cristianos. Exclúyanse empero de los sermones, predicados en lengua vulgar a la ruda plebe, las cuestiones muy difíciles y sutiles que nada conducen a la edificación, y con las que rara vez se aumenta la piedad. Tampoco permitan que se divulguen, y traten cosas inciertas, o que tienen vislumbres o indicios de falsedad.” (Sesión XXV)

 

El teólogo Cándido Pozo nos dice lo siguiente referente a las definiciones magisteriales sobre el Purgatorio.

 

“Este segundo decreto de Trento es disciplinar («manda»), pero supone que la doctrina del purgatorio es de fe (la alusión a los Concilios precedentes—sobre todo, el de Florencia—y a su propia definición en la sesión 6.a; además «manda a los obispos que procuren» que la doctrina del purgatorio «sea creída» por los fieles)

 

En los términos, por tanto, que acabamos de expresar, la doctrina del purgatorio es una verdad de fe divina y católica, definida en el Concilio de Florencia y, de nuevo, en la sesión 6.a del Concilio de Trento (no en el decreto disciplinar)” (Cándido Pozo, Teología del más allá. p. 246)

 

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Richbell Meléndez, laico católico dedicado a la apologética, colaborador asiduo de distintas páginas de apologética católica y tutor de la escuela de apologética online DASM.

 

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