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Como lobos al cordero. Así se han lanzado las Televisiones y los demás medios de difusión a la noticia: "Me encanta ser gay y pertenecer a la Iglesia", se explicotea D. José Mantero, párroco de Valverde del Camino en Huelva (España). Admite y se regodea de su condición homosexual, y asegura que no cumple el voto de castidad que hizo cuando se ordenó sacerdote. Se quedó más pancho que ancho, y... ahí queda eso.

Mire V. D. José me importa un carajo que V. sea más o menos gay o maricón, como V. mismo se define, es algo que no me incumbe y de lo que no merece la pena tratar. Lo que me importa es otra cosa: Me importa que V. sea incapaz de cumplir sus compromisos sociales, libremente adquiridos de servir y obedecer a la Iglesia, me importa que V. haya engañado a su rebaño, y me importa , sobre todo, que V. se dedique a escandalizar a miles de personas que creen en Cristo y en la Iglesia. Su comportamiento está siendo el de un vulgar tramposo. ¿Que a V. no le gusta la Iglesia? ¡Pues váyase, hombre váyase! Y ponga un chiringuito religioso por su cuenta. Ya se quitó una cadena ¿Es ahora más libre? ¿Duerme en paz? Su gesto, V. mismo, con toda seguridad, va a tardar muy poco en ser aprovechado por esa turbamulta de progresistas, que nadie sabe hacia donde progresan, y que empiezan a tenernos tan aburridos, como los carcas de hace unas décadas. ¡Qué cruz¡

 

¿Y si este modo de obrar lo extendemos a otras actividades? Un capitán se presenta al coronel: Mi coronel, yo prometí defender a la patria, seguir a mis mandos y cumplir sus órdenes; pero he pensado que eso disminuye mi libertad, por tanto: Donde dije digo, digo Diego; así que no iré a la guerra porque es muy molesta e incómoda, además me pueden hacer "pupa" y no puedo estar con mi mujer. No solo le expulsarían del cargo, probablemente le fusilarían en tiempos de guerra. Hasta para pertenecer a un equipo de fútbol, al casino o al club de turno tenemos que cumplir un reglamente; si no, o nos marchamos a otro sitio o nos ponen de patitas en la calle. Pues en la Iglesia, ni más ni menos.

Todavía mucho peor que V., a la hora de escandalizar, son esa minoría de hombres y mujeres de la TV, la radio y la prensa: cuervos carroñeros, ávidos de basura que viven de la mierda. También ellos tienen un Dios: La noticia exclusiva. Por ella venderán a su mujer o a sus hijas, y no les importará el daño que puedan hacer a la gente sencilla. No hay más que ver a algunos programas. La libertad de prensa no es un cheque en blanco , donde todo se pueda decir, pero no todo se debe decir, y sobre todo, no se debe decir de forma sesgada y destructiva. En democracia no vale todo.

 

Hay demasiados "católicos" dispuestos a seguir a Cristo, pero poniéndole unas condiciones que se amolden a los gustos y caprichos del tal católico. Cada uno quiere una Iglesia a su gusto. Con Cristo, con Dios, con su Iglesia no se chalanea; se los acepta o se los rechaza íntegramente con todas sus consecuencias, pero no se chalanea.

 

D. José Mantero, por favor, no se llame católico. Sea V. otra cosa, lo que quiera, que nadie se lo va a impedir ni nadie se va a preocupar, pero no escandalice a las almas sencillas. Como sacerdote conoce el Evangelio: "Hay de aquel que escandalizare, mejor sería que se atase una rueda de molino al cuello y se arrojare al mar". V. ha presentado a la Iglesia hoy como los fariseos a la mujer adúltera ayer. Muchos: la TV, la prensa, la radio, gentes de la calle, hemos cogido piedras, miramos a la Iglesia y babeando rugimos: "Esta debe morir" . Jesús callado escribe en la arena ¿Qué escribiría? Al rato alza los ojos y responde: "Quien esté libre de pecado tire la primera piedra". Empezando por los más viejos desaparecieron todos. Este pobre hombre, este pobre cura, cegado por sus pasiones ¿sabía lo que hacía? ¿Sabe lo que hace? Los fariseos, raza de víboras son una planta que florece en todas partes y en todas las épocas, siguen vivos y dispuestos a crucificar a Cristo en cualquier ocasión. Sin embargo, no hay que preocuparse, esta generación pasará, pero Cristo seguirá en el mundo, vivo, hasta el final de los tiempos, y su Iglesia también.

 

Los tontos y los listos, los buenos y los malvados están repartidos por igual y en análoga proporción en todos los estratos sociales de todos las épocas: ministros, jueces, gays, ladrones, profesores, sacerdotes, periodistas, peones... El error está en pretender poner a los sacerdotes en el altar como si fuesen ángeles, ¡Y no son ángeles! Son hombres con sus defectos y virtudes; pero nos guste o no hay que reconocer que, en general, en el aspecto moral, están varios puntos por encima del resto de los mortales. El Señor prometió asistencia a su Iglesia hasta el final de los siglos, pero no garantizó la fidelidad ni la moralidad de sus fieles. Si este caso nos ayudase a no dar a algunas actitudes más importancia que la que tienen y, sobre todo, a no generalizar algo se habría avanzado. Cuanto alboroto por el escándalo de unos pocos y cuanto silencio por el heroísmo de tantos otros: misioneros, monjas de asilos y curas normales que cumplen callada y oscuramente con una labor impresionante. Sin embargo, muchos hombres y mujeres, antes que ajustar una vida desordenada a la doctrina de Cristo, preferirán seguir gritando: "¡Crucifícale! ¡Crucifícale!".
Alejo Fernández Pérez

Una Nueva Apologetica - Martin Zavala
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