Tomado de
José M. Bover
Teología de San Pablo
BAC, Madrid, 1967, pp. 461-469.
En coincidencia con el noveno centenario de la primera expedición a Tierra Santa (15 julio 1099), guiada por Godofredo de Bouillon y Raimundo de Tolosa, que se concluyó con la victoriosa conquista cristiana de Jerusalén, las páginas culturales de los diarios se han llenado de artículos, se han celebrado exposiciones y congresos de estudiosos para recordar este evento.
Como es bien conocido, el asunto de las Cruzadas es controvertido y una cierta publicidad ha utilizado siempre las Cruzadas para criticar ásperamente a la Iglesia católica. Una postura que se ha hecho común y que no ha tenido nunca en cuenta los resultados de las investigaciones históricas.
Aunque los medios de comunicación presionan para que los católicos, ante el Jubileo, carguen con todas las culpas, nuevos descubrimientos históricos demuestran que el asunto de las Cruzadas fue mucho más complejo de lo que se cree. El jesuita Carmelo Capizzi, profesor de Historia Medieval en la Pontificia Universidad Gregoriana, ha escrito un artículo en el último número de «Civiltà Cattolica» en el que sostiene que: «Muy lejos de haber sido inútiles o nefastas, las Cruzadas contribuyeron a crear situaciones históricas positivas, que desembocaron en procesos internacionales todavía abiertos y de vital importancia».
El artículo critica valoraciones «demasiado superficiales sobre el evento histórico» e invita a los estudiosos a acercarse a él libres de condicionamientos ideológicos. El padre Capizzi invita a «rescatar» a las Cruzadas de la que él considera historiografía de signo laicista y por tanto fuertemente condicionada. Hubo errores, admite el padre Capizzi, pero estos no justifican la condena de las Cruzadas que, en su opinión, se deben considerar como un factor de progreso social y cultural. «Se equivocan --concluye-- quienes atribuyen a la Cruzada finalidades que ésta no se propuso jamás como, por ejemplo, la propagación de la fe a mano armada».
El artículo de «Civiltà Cattolica» es compartido por el escritor católico Vittorio Messori, que ha declarado al «Corriere della Sera» que «se olvida que en Jerusalén, cuando llegaron los musulmanes, destruyeron todas las iglesias de la cristiandad, lo mismo que hicieron en el Norte de Africa, en Turquía y en la parte de España que ocuparon durante ochocientos años».
Para el historiador Franco Cardini, los equívocos sobre este problema nacen de una visión reductiva de la historia: «Se separa el hecho militar (la Cruzada) de un contexto profundamente denso y positivo». Para valorar mejor la situación, añade Cardini, «haría falta reinsertarla en su contexto histórico con lo que muchas polémicas no tendrían razón de ser». «Por otra parte --explica el historiador medievalista-- la palabra Cruzada es una expresión moderna que se usa sistemáticamente sólo desde el siglo XVIII. Hasta entonces había términos que definían al "cruzado" pero no existía la palabra abstracta. Esto significa que, hablando de Cruzadas desde el 1700 a hoy, se ha hecho toda una serie de generalizaciones engañosas».
Monseñor Rino Fisichella, obispo auxiliar de Roma y vicepresidente de la Comisión teológico-histórica del Jubileo, ha explicado a Radio Vaticana que «el tema de las Cruzadas es complejo. No estoy de acuerdo con quienes sólo hacen de las cruzadas una lectura religiosa o una guerra santa. No olvidemos que se trata de un fenómeno que abarca cerca de 200 años de historia y no se puede reducir todo a una sola lectura religiosa. El juicio sobre las Cruzadas debe ser complejo y global, de otro modo existe el riesgo de hacer una transposición de las concepciones y las conquistas que el pensamiento ha hecho hoy y llevarlas al pasado. Ante el Jubileo, es justoque tratemos de evaluar cuáles han sido, en los hechos de nuestra historia, los aspectos positivos que han llevado progreso, que han hecho madurar la conciencia y el comportamiento de algunos cristianos y los que han sido limitadores, que no han permitido dar una visión plena y profunda de la santidad de la Iglesia».
«Las Cruzadas --afirma monseñor Fisichella-- han sido presentadas en el pasado como un enfrentamiento entre Oriente y Occidente, para decir ver quién tenía razón y quién estaba equivocado, entre quién era más fuerte y quién era más débil. Pero hoy, a la luz de la historia, de otras conquistas de la humanidad, y de la mayor conciencia que la Iglesia tiene de su historia, creo que es mejor hablar de complementariedad. No es ya un enfrentamiento entre Oriente y Occidente sino la conciencia de que los dos mundos, las dos culturas, las dos realidades tienen que conocerse e integrarse mutuamente».
ROMA, 18 julio 1999 (ZENIT).-
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