(Celebración Eucarística - Primer Domingo de Cuaresma - «Jornada del Perdón» - Basílica Vaticana, 12 de marzo de 2000).
La solemne petición de perdón por los pecados pasados y presentes de los hijos de la Iglesia ha sido, sin duda, uno de los momentos más característicos de este Jubileo. Un acto único que tuvo su expresión culminante en la Oración Universal que presidió el Juan Pablo II esta mañana en la Basílica del Vaticano y en la que le acompañaron siete cardenales de la Curia romana. Zenit ofrece el texto íntegro en castellano de la plegaria tal y como aparecía en el opúsculo que fue entregado a los peregrinos que participaron en la celebración.
Esquema del documento
INTRODUCCIÓN
1. EL PROBLEMA: AYER Y HOY
1.1. Antes del Vaticano II
1.2. La enseñanza del Concilio
1.3. Las peticiones de perdón de Juan Pablo II
1.4. Las cuestiones planteadas
2. APROXIMACIÓN BÍBLICA
2.1. El Antiguo Testamento
2.2. El Nuevo Testamento
2.3. El Jubileo bíblico
2.4. Conclusión
3. FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS
En la actuación de Honorio I hay un error más disciplinar que doctrinal
Del Papa Honorio (625-638) se ha dicho que incurrió en herejía. Un examen atento del problema indica que Honorio, en realidad, fue negligente al no captar la gravedad del error -"monotelismo"- del Patriarca de Constantinopla Sergio; y, aunque quería sostener la doctrina correcta, la expuso con una terminología ambigua y equívoca.
A lo largo de los siglos cuarto a séptimo, el oriente cristiano estuvo sacudido por la controversia doctrinal de contenido cristológico, referente a las relaciones de la doble naturaleza de Jesucristo con su única persona, la del Hijo de Dios. Estos debates, que enfrentaban a obispos, monjes y teólogos, tenían también una dimensión socio-política, por cuanto en el Imperio Bizantino y, más en general en toda la antigüedad tardía y en la edad media, era cultural y religiosamente impensable una separación entre la Iglesia y el poder civil. De ahí que estas polémicas teológicas fueran vistas como un peligro para la unidad política del Imperio, de modo que los emperadores se sintieron obligados a intervenir en busca de soluciones que facilitaran la concordia entre los obispos.
Para tener una visión más amplia de este tema, aconsejamos vivamente la lectura de todo el documento, del cual el presente es sólo una parte.
4. JUICIO HISTÓRICO Y JUICIO TEOLÓGICO
La identificación de las culpas del pasado de las que enmendarse, implica ante todo un correcto juicio histórico, que sea también en su raíz una valoración teológica. Es necesario preguntarse: ¿qué es lo que realmente ha sucedido?, ¿qué es exactamente lo que se ha dicho y hecho? Solamente cuando se ha ofrecido una respuesta adecuada a estos interrogantes, como fruto de un juicio histórico riguroso, podrá preguntarse si eso que ha sucedido, que se ha dicho o realizado, puede ser interpretado como conforme o disconforme con el evangelio, y, en este último caso, si los hijos de la Iglesia que han actuado de tal modo habrían podido darse cuenta a partir del contexto en el que estaban actuando. Solamente cuando se llega a la certeza moral de que cuanto se ha hecho contra el Evangelio por algunos de los hijos de la Iglesia y en su nombre habría podido ser comprendido por ellos como tal, y en consecuencia evitado, puede tener sentido para la Iglesia de hoy hacer enmienda de culpas del pasado.
Ha circulado en la red desde hace ya bastante tiempo, hospedado en general por sitios de apologética cristiana de particular oposición a la Iglesia Católica, un supuesto discurso que habría pronunciado en las sesiones del Concilio Vaticano I el obispo croata Josip Juraj Strossmayer. Al leer este discurso por primera vez me sorprendió que un obispo dijera semejantes cosas en un concilio universal. Al momento no me interesé más del asunto. Este Strossmayer habría caído en el error y la confusión y basta. ¿Acaso en un concilio todos tienen que estar de acuerdo? Sin duda que en la historia de los concilios (comenzando por el de Jerusalén - Hechos 15) más de uno opinó en contra de lo que luego se definiría: de eso se trata, de hablar sobre temas debatidos, no sobre lo que nadie duda (así comenzaron TODOS los concilios, incluso Hechos 15).
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