INTRODUCCIÓN
La publicación de la reciente Instrucción para el estudio de los Padres de la Iglesia en la formación sacerdotal es un evento significativo: el estudio de la Teología debe nutrirse no sólo de una presentación escolástica del dogma, sino también de su progresiva formación histórica en el tiempo de los Padres. Se comprende que el documento insista particularmente sobre el aspecto teológico. A nosotros, sin embargo, se nos ha pedido ilustrar otro aspecto: "Los Padres de la Iglesia y la Biblia". Para ello no basta proponer el ejemplo de los Padres, recordando que han hecho un uso constante de la Biblia; la cuestión es si el modo de interpretar de los Padres puede ser el de nosotros en la actualidad. Por tanto el título del siguiente modo: "Los Padres de la Iglesia en el estudio actual de la Sagrada Escritura". Presentaremos sistemáticamente lo que la Instrucción dice al respecto, pero intentaremos también desarrollar estas pocas indicaciones a la luz de la Constitución Dei Verbum y de las urgentes demandas de la hermenéutica contemporánea. Seguiremos las tres etapas de la Instrucción.
I. LA SITUACIÓN ACTUAL
1. En los nn. 8-9 se describe cuidadosamente la orientación dominante de la exegesis contemporánea. Ante todo, se hace notar el hecho general que se manifiesta en la nueva Teología que, sensible los desafíos de la "modernidad", esta mucho más interesada en una confrontación directa de los datos bíblicos con la realidad social de nuestro tiempo que con los testimonios de los Padres o con la tradición eclesiástica: el documento observa, pues, "un rechazo general del pasado" (n.8). De esta manera se cae, por una parte, en un "biblicismo", que es una forma de "historicismo"; y por otra, en una suerte de "actualización sociológica" de la Biblia, también ella de impronta historicista. En todo este proceso esta ausente la lectura de la Iglesia, esto es, el rol de la Tradición para la interpretación de la Escritura. Un obstáculo más especifico en el estudio de los Padres es el método mismo de la exegesis contemporánea. Aquí el texto de la Instrucción es duro: "La exegesis moderna que se vale de los auxilios de la critica histórica y literaria, echa una sombra sobre los aportes exegéticos de los Padres, los cuales son considerados simplistas y, en sustancia, inútiles para un conocimiento profundo de la Sagrada Escritura" (n.9). Este juicio severo es compartido en la actualidad por diversos teólogos y filósofos, como R. Guardini, H. Gadamer, H. Urs von Balthasar, J. Ratzinger; pero ellos, además de constatar aquella situación, indican la razón filosófica y la laguna epistemológica y teológica de la misma. J. Ratzinger, por ejemplo, ya en artículo de 1967, observaba que una de las tres razones por las cualesel Concilio quería elaborar una Constitución sobre la Revelación, era que aparecía siempre más claramente el "problema teológico" que representaba "el uso del método histórico-critico" en la interpretación de la Sagrada Escritura". En otras palabras, el Concilio deseaba que la exegesis se convirtiese realmente en una ciencia teológica. Así se comprende la insistencia de la Constitución Dei Verbum: "El estudio de la sagrada Escritura debe ser como el alma de la sagrada Teología" (n. 24). Nótese en esta frase el doble uso de la palabra "sagrada" (sacra), sea para la Escritura, sea para la Teología, lo que muestra que la exegesis, como la teología, debe ser esencialmente religiosa y creyente, y no solamente filológica e histórica. La presente Instrucción subraya otra "laguna" de los actuales estudios bíblicos: "Tales orientaciones, mientras empobrecen y desnaturalizan la misma exegesis, rompiendo su natural unión con la Tradición, disminuyen indudablemente la estima y el interés por las obras patrísticas" (n. 9). Y a continuación añade el documento: "La exegesis de los Padres, en cambio, podría abrirnos los ojos a otras dimensiones, como son la exegesis espiritual y la hermenéutica, que completarían la (dimensión) histórica-critica enriqueciéndola de intuiciones profundamente teológicas" (ibid.)
Detengámonos un momento en esta frase. Han sido introducidos aquí dos términos importantes: la exegesis espiritual y la hermenéutica. La primera expresión, paradójicamente, se encuentra sólo aquí en toda la Instrucción, aun cuando sea un documento sobre los Padres (para estos -lo sabemos- la búsqueda del sentido espiritual era fundamental); volveremos más adelante sobre esta paradoja. La segunda expresión en cambio, la hermenéutica, se encuentra nuevamente en el n. 54, cuando es indicado el método que debe seguirse en el estudio de los Padres; y allí se hace una confrontación interesante con la ciencia bíblica: en los dos casos, es decir, tanto para la Exegesis como para la Patrística, se recomienda, por cierto, el método histórico critico, pero se insiste también en sus limites; debe ser integrado con "los métodos del análisis literario moderno y de la hermenéutica" (que van, por tanto, más alla del método puramente histórico).
¿Qué es la Hermenéutica?. Es la ciencia que busca precisar las condiciones en el estudio o investigación del "sentido"; es la ciencia de la interpretación. Aquí se toca el punto decisivo. Pues no basta con recomendar el estudio de los Padres diciendo que así se podría enriquecer la exegesis histórico-critica con profundas intuiciones teológicas. El especialista podrá tener alguna consideración ante esta piadosa invitación de tipo parenético, pero para el permanece como algo inoperante hasta que no se le muestre críticamente que este recurso a la exegesis de la Tradición forma parte de su método exegético. De lo contrario el podría replicar de inmediato que un tal enriquecimiento de su exegesis con la Tradición patrística no le interesa en absoluto, ya que se trata de algo extrínseco a su disciplina; es algo que debe dejarse al patrólogo o al teólogo. Esta cuestión, pues, debe ser criticada desde el punto de vista rigurosamente metodológico, porque en este tiempo de "trabajo interdisciplinario", no puede aceptarse la cerrazón, el aislamiento de la ciencia exegético. Lo que hoy se cuestiona es el estatuto epistemológico de la exegesis misma: ella es una ciencia, si, pero no sólo una ciencia histórica, sino una ciencia hermenéutica y teológica, o sea, una "ciencia de la fe", como decía R. Guardini, vale decir búsqueda de la gnosis tees pisteoos. ¿Qué quiere decir "interpretar la Sagrada Escritura", sino buscar su significado, y no solamente la historia de los textos?. Sin exagerar se puede decir que la ciencia exegético de hoy se limita a reconstituir la génesis de los textos, el contexto histórico de los mismos, sin abrirse verdaderamente a la pregunta sobre su sentido, sobre la profundidad y la apertura teológica y dinámica de los textos. Seria necesario introducir aquí toda una reflexión teológica sobre dos cuestiones:.
a) ¿qué es un texto escrito, en cuanto se distingue del kerigma oral inicial?
b) en aquel texto escrito -que por tanto es distinto del anuncio anterior, que interpelaba a los oyentes- ¿dónde esta el sentido de aquel texto? ¿Solamente en su formulación explicita? ¿No interpelaba también a los futuros lectores?.
Son preguntas que están en el centro de la Hermenéutica contemporánea y que la exegesis bíblica no puede ignorar por mucho tiempo.
2. Pero veamos ahora en que modo la Instrucción recuerda las directivas de la Iglesia respecto al estudio de los Padres en la exegesis bíblica. Vuelven a proponerse aquí textos del Concilio Vaticano II, de la Congregación para la Educación Católica y de los últimos Papas. Limitémonos al documento más ampliamente citado, la Dei Verbum. Entre los cinco pasajes de la Constitución que son recordados, cuatro tocan el problema de la relación entre Escritura y Tradición patrística: - en DV 8-10, se habla de la estrecha relación y unidad entre Escritura y Tradición, teniendo presente que son los Padres quienes atestiguan y transmiten la presencia vivificadora de la Tradición en la Iglesia; - en DV 24, se recuerda que la Sagrada Escritura debe ser "como el alma de la Teología". Desgraciadamente no es explicado ni por el Concilio, ni por la Congregación, cual tipo de exegesis puede ser hoy verdaderamente "el alma de la Teología". Es obvio que para esta tarea no puede bastar la exegesis exclusivamente histórico-critica. La situación actual lo demuestra casi dramáticamente; - Citemos, finalmente, la conclusión del n. 14 de la Instrucción, donde se hace nuevamente una confrontación entre exegesis contemporánea y exegesis patrística, con una amplia cita de DV 23. Dice la Instrucción:
"También hoy, no obstante los innegables progresos logrados por la exegesis moderna, la Iglesia, 'que se preocupa de alcanzar una inteligencia cada día más profunda de la Sagrada Escritura, para poder nutrir continuamente a sus hijos con las divinas palabras..., con razón favorece, pues, el estudio de los Padres de Oriente y de Occidente y de las Sagradas Liturgias' (n.23)".
Entre los textos conciliares citados en la Instrucción, este es el más importante, porque se sitúa desde el punto de vista hermenéutico, utilizando la formula "una inteligencia cada día (in dies, DV 23) más profunda". Adquirir la inteligencia o comprensión de la Escritura es -o debería ser- propiamente el objetivo de la exegesis bíblica; debe buscar penetrar siempre mejor en el sentido de los textos. Más aun, si se habla de comprensión "cada día más profunda", quiere decir que el sentido de las "Sagradas Escrituras" era y permanece presente en los textos, pero parcialmente oculto, implícito; era y permanece dentro del texto bíblico, pero se lo debe buscar también más allá de las formulaciones explícitas. Por tanto, no basta estudiar, como suele decirse, "el texto como texto". Interpretar quiere decir trascender los limites de las expresiones, explicitar lo implícito, revelar la vida profunda de los textos. El P. Scheuer, filósofo y maestro del P. Marechal en Lovaina, decía: "Es necesario encontrar la llama en la formula". Esto es, precisamente, lo que busca realizar la Tradición de la Iglesia. Habría sido oportuno aquí recordar también el n. 8 de la Dei Verbum sobre el progreso de la Tradición, o sea sobre el "crecimiento de la comprensión" (crescit...perceptio) de las cosas y de las palabras, debido tanto al estudio como a la "intima inteligencia" que proviene de la experiencia de las cosas espirituales. Detrás de este texto del Concilio esta el gran principio de San Gregorio Magno: "Sacra Scriptura... aliquo modo cum legentibus crescit".
II. ¿PORQUÉ RECURRIR A LOS PADRES EN LA EXEGESIS BÍBLICA?
La segunda parte de la Instrucción es titulada: "¿Porqué estudiar a los Padres?". De manera comprensible, también aquí se insiste mucho más sobre la importancia de los Padres para la Teología que para la Exegesis bíblica. Sin embargo, es nuestra intención subrayar aquello que la Instrucción propone como estímulo para el trabajo exegético de hoy.
1. En el n. 26 se recuerda que los Padres recurren continuamente a la Sagrada Escritura, pero agrega, al mismo tiempo, que tienen el sentido de la Tradición. Reconoce que "su método (el de los Padres) presenta ciertos e innegables límites" respecto a las diversas ciencias utilizadas por la exegesis moderna. Pero, añade la Instrucción con una cita de la Encíclica Divino afflante Spiritu (EB 554), la superioridad de los Padres respecto a los exegetas del medioevo y de la edad moderna es debida a su "intuición de las cosas celestes, por una admirable penetración de espíritu, gracias a la cuales están más adelantados en la profundidad de la palabra divina". Por eso, "el ejemplo de los Padres puede enseñar a los exegetas modernos un acercamiento verdaderamente religioso a la Sagrada Escritura, como también una interpretación que se atiene constantemente al criterio de comunión con la Iglesia, la cual camina a través de la historia bajo la guía del Espíritu Santo". Se vera, en la tercera parte, como un tal programa puede realizarse en concreto. En el n. 27 la Instrucción presenta algunas reflexiones muy oportunas sobre el carácter sintético de la exegesis de los Padres: de la "actividad exegético de los Padres in medio Ecclesiae" nació la Teología cristiana. En efecto, "Aquella exegesis, en la cual la vida espiritual se funde con la reflexión racional teológica (...) Ella esta centrada enteramente en el misterio de Cristo, a quien refiere todas las verdades particulares en una admirable síntesis. (...) Los Padres buscan abrazar la totalidad del misterio cristiano (...), miran todo en su centro, haciendo presente este todo en cada una de sus partes y relacionando con el cada cuestión periférica".
2. Quizás hubiera sido oportuno -aquí, en el n.27, o bien en el n.14, donde eran citados cinco pasajes de la Dei Verbum- hacer una referencia explicita alcap. III de la Constitución conciliar, donde se trata formalmente de la inspiración de la Sagrada Escritura y de su interpretación. El hecho que la Sagrada Escritura ha sido inspirada por el Espíritu de Dios era esencial para los Padres: para ellos, es precisamente el Espíritu que constituye la profundidad de la letra. De esto se sigue que el sentido profundo de la Sagrada Escritura es aquel que el P. H. De Lubac ha llamado: "Le sens donne par l'Esprit" (el sentido dado por el Espíritu). La Dei Verbum (12,3) retomaba esta norma patrística; en efecto, después de un parágrafo (12,2) sobre la necesidad de un análisis filológico e histórico de los textos, decía: "Pero la Sagrada Escritura se ha de leer con el mismo Espíritu con que fue escrita". Este principio, desgraciadamente no citado en la Instrucción, es sin embargo el compendio de la gran Tradición patrística sobre la exegesis bíblica. El Concilio, en DV 12,3, hacia derivar de dicho principio tres consecuencias para la interpretación de toda la Escritura: se debe tener muy en cuenta el contenido y la unidad de toda la Escritura, la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe. Agreguemos otra consecuencia de ese principio "tradicional" que hemos citado; de el se sigue innegablemente la necesidad de reencontrar también hoy el "sentido espiritual" de la Sagrada Escritura, vale decir: el Espíritu en la letra. La expresión "exegesis espiritual", lo hemos notado, se encuentra desgraciadamente una sola vez en toda la presente Instrucción (en el n.9). Por eso, nos permitimos insistir un poco: recomendar el estudio de los Padres en la exegesis bíblica no significa, ciertamente, que seria necesario retomar sus métodos, sino más bien que debemos aprender a leer la Sagrada Escritura en el espíritu de los Padres, es decir, como decía el P. de Lubac, reencontrar hoy "la inteligencia espiritual de la Escritura tal cual los siglos cristianos la han entendido"; es aquella inteligencia espiritual que San Gregorio Magno llamaba "la inteligencia interna"; el "sentido interior" del texto bíblico.
III ¿CÓMO ESTUDIAR A LOS PADRES?
1. Para esta tercera parte de la Instrucción nos detenemos solamente en la segunda sección, donde se habla del método (nn. 53-56), pues allí se hace una confrontación sugestiva entre el estudio de la Patrística y el de la Biblia. Para ambas disciplinas se insiste sobre el rigor científico del método, el histórico-critico. Pero vale también para la exegesis aquello que se dice inmediatamente después para el estudio de los Padres: "Tratándose de una disciplina teológica, que en todas sus fases procede ad lumen fidei, la libertad de investigación no debe reducir su objeto de estudio dentro de la esfera de la pura filología o de la critica-histórica. En efecto, la Teología positiva debe reconocer, como primer presupuesto, el carácter sobrenatural de su objeto y la necesidad de hacer referencia al Magisterio" (n.54).Como la Patrística, también la exegesis "se sitúa y procede en un ambiente de fe" (ibid.).
2. Pero debemos especificar más la pregunta sobre el método. No basta preguntar: ¿Cómo estudiar a los Padres? Para el biblista la pregunta es más bien la siguiente: ¿Cómo se puede, hoy, hacer uso de la interpretación patrística de la Escritura al interno de la exegesis critica moderna?. Para responder a este interrogante es necesario partir del interés, creciente en nuestro tiempo, por la así llamada Wirkungsgeschichte: de un siglo a esta parte, luego de tantos estudios sobre la filología bíblica, sobre la historia antigua, sobre la historia de las religiones, sobre la historia del texto, de las tradiciones, de las formas, etc., los biblistas comienzan a interesarse también en la "historia de los efectos", o sea, en la historia de la relectura del texto bíblico en la Tradición; en otras palabras, en la Historia de la exegesis. Precisemos que no se trata solamente de la Historia de la exegesis judía, para iluminar el contexto histórico del Nuevo Testamento (lo que sería aún un interés prevalentemente histórico); se trata de la Historia de la exegesis propiamente cristiana, en el tiempo patrístico y medieval. Aquí el interés no es más solamente histórico, sino formalmente hermenéutico: la dimensión "teleológica" del texto forma parte de la estructura misma del acto interpretativo, como han mostrado bien M. Heidegger, P. Ricoeur y H.G. Gadamer. Por eso advertimos también con interés que la Instrucción, en el n.56, insiste sobre la importancia del "contacto interdisciplinar": de esta colaboración pueden beneficiarse numerosas disciplinas, en modo particular el estudio de la Sagrada Escritura. Lo que se requiere hoy es, por tanto, un "re-pensar hermenéutico" de la relación entre Escritura y Tradición, entre exegesis crítica y exegesis cristiana. Por eso se hace nuevamente muy actual el problema patrístico de la relación entre letra y espíritu, o el medieval de los cuatro sentidos de la Escritura. Sólo que hoy, aquella investigación, se debe repensar sobre una base más critica, es decir, según los criterios de la epistemología contemporánea. Querríamos dar aquí dos ejemplos de esta fecunda reciprocidad entre exegesis crítica e interpretación patrística. En el pasaje de Mt 1, 18-25, para responder a la pregunta porqué José quería abandonar a María, San Bernardo responde que quiere dar, no su respuesta, sino la de los Padres. Y cita luego una interpretación muy difundida en la época patrística y en el Medioevo. En la actualidad. La exegesis contemporáneo esta redescubriendo precisamente aquella interpretación de la Tradición, con un estudio más atento del vocabulario de Mateo y de la estructura del pasaje. Otro ejemplo: la sangre y el agua que brotan del costado atravesado de Jesús segur Jn 19, 34. En este caso, escribía H. Rahner, la interpretación agustiniana se sitúa en el punto de partida de una tradición mística que, cuando habría llegado el momento (en el Medioevo), haría florecer la devoción al Corazón de Cristo. Aquí nuevamente el análisis estructural de los simbolismos del texto esta proporcionado un apoyo precioso, pero también complementos nuevos a aquella lectura de la Tradición.
CONCLUSIÓN
Después de haber hecho, con la encíclica Divino afflante Spiritu, un paso decisivo hacia la recuperación de la exegesis histórica, la Iglesia contemporáneo, bajo el impulso del Concilio Vaticano II (cf. Las Constituciones Sacrosantum Concilium y Dei Verbum, esta cumpliendo otro progreso fundamental en su camino redescubriendo la importancia inevitable y la fuerza siempre renovadora del modo en que nuestros Padres en la fe leían la Biblia, para alcanzar así "una inteligencia cada día más profunda" de la Sagrada Escritura, como nos lo augura la Instrucción en el n.14. Por eso, este nuevo documento sobre el estudio de los Padres de la Iglesia es un signo de los tiempos. En efecto, se multiplican hoy las obras que buscan hacer esta integración, esta síntesis. Baste recordar, en el caso de Italia, la gran colección iniciada con el volumen titulado: Genesi: La Bibbia interpretata dalla grande Tradizione, de Umberto Neri; y El Salterio de la Tradición, de Luciana Mortari. En el caso de Francia se pueden mencionar dos grandes colecciones del mismo tipo: Bible chretienne y Lire la Bible avec les Peres.
Son indicaciones prometedoras, que tendrán importancia tanto para la vida pastoral de la Iglesia como para el diálogo ecuménico. Se diría que estamos asistiendo de nuevo a una realización de la promesa profética: "He aquí que vienen días, oráculo del Señor, en que enviaré hambre sobre la tierra; no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra de Dios" (Am. 8,11 LXX). Pero, toca a nosotros obrar de tal modo que no se cumpla también el anuncio del versículo siguiente: "Andarán errantes de mar a mar, del Norte al Oriente, en busca de la Palabra de Dios, mas no la hallarán" (8,12). La Iglesia de hoy, en cambio, quiere que todos nosotros encontremos la Palabra del Señor; por eso debemos esforzarnos por volver a darle su puesto central en la vida del Pueblo de Dios. La luz de la Palabra de Dios debe ser "puesta sobre un candelero, para que todos los que entren vean la luz" (Lc 8,16). Pero también debemos hacer nuestra la siguiente amonestación del Evangelio: "¡Cuidaos de escuchar bien!" (Lc 8,18).
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