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Por: Richbell Meléndez

 

Quiero agradecer primeramente a Dios por permitirme realizar este artículo para exponer la enseñanza de la Iglesia Católica, respecto al tema de la salvación y los fundamentos que se tienen presente al creer en esta doctrina.

 

Quiero que quienes me lean tengan presente estas palabras de San Juan de la Cruz que también hago mías.

 

“Si he malentendido o si me he equivocado en algún punto, tanto si lo deduje de las Escrituras como si no, no es mi intención desviar el significado verdadero de la Sagrada Escritura o de la doctrina de nuestra Santa Madre, la Iglesia Católica. Si hubiera algún error, me someto completamente a la Iglesia, incluso a cualquiera que sea más competente que yo en este tema.” (Citado en el libro "John of the Cross: Selected Writings." pp. 30-31)

 

En este artículo me encargare de demostrar que la salvación es por gracia que recibimos mediante la fe, mientras que seremos juzgados por nuestras obras, dado que nuestros amigos protestantes dependiendo la denominación cristiana a la que pertenezcan tienen diferentes percepciones sobre la salvación del hombre, yo me encargare de demostrar en este artículo los siguientes puntos.

 

   1)      La enseñanza oficial de la Iglesia Católica respecto a la salvación del hombre

   2)      La Iglesia Católica ha condenado la salvación por obras

   3)      El fundamento bíblico de la enseñanza de la Iglesia respecto a la salvación del hombre

   4)      El pensamiento patrístico respecto a la salvación del hombre

   5)      Conclusión

 

Bien ya que he aclarado los puntos, los cuales voy a tratar en este artículo para demostrar los fundamentos de la doctrina católica sobre la salvación del hombrees basándome en lo que la Palabra de Dios enseña y la Iglesia como custodia del Depósito de Fe ha transmitido por siglos, procedo a continuación a desarrollar cada punto.

 

LA ENSEÑANZA OFICIAL DE LA IGLESIA CATÓLICA RESPECTO A LA SALVACIÓN DEL HOMBRE

 

Es importante para todos tener presente que la Iglesia Católica es maestra en cuanto a la enseñanza cristiana se trata y como maestra, esta se preocupa por enseñar correctamente la doctrina cristiana. El asunto de la salvación, está sumamente aclarado en el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) promulgado en el pontificado del Papa Juan Pablo II.

 

1058 La Iglesia ruega para que nadie se pierda: "Jamás permitas [...] Señor, que me separe de ti" (Oración antes de la Comunión, 132: Misal Romano). Si bien es verdad que nadie puede salvarse a sí mismo, también es cierto que "Dios quiere que todos los hombres se salven" (1 Tm 2, 4) y que para Él "todo es posible" (Mt 19, 26).

 

169 La salvación viene solo de Dios; pero puesto que recibimos la vida de la fe a través de la Iglesia, ésta es nuestra madre: "Creemos en la Iglesia como la madre de nuestro nuevo nacimiento, y no en la Iglesia como si ella fuese el autor de nuestra salvación" (Fausto de Riez, De Spiritu Sancto, 1,2: CSEL 21, 104). Porque es nuestra madre, es también la educadora de nuestra fe.

 

183 La fe es necesaria para la salvación. El Señor mismo lo afirma: "El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará" (Mc 16,16).

 

2005 La gracia, siendo de orden sobrenatural, escapa a nuestra experiencia y sólo puede ser conocida por la fe. Por tanto, no podemos fundarnos en nuestros sentimientos o nuestras obras para deducir de ellos que estamos justificados y salvados (Concilio de Trento: DS 1533-34). Sin embargo, según las palabras del Señor: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 20), la consideración de los beneficios de Dios en nuestra vida y en la vida de los santos nos ofrece una garantía de que la gracia está actuando en nosotros y nos incita a una fe cada vez mayor y a una actitud de pobreza llena de confianza:

 

Una de las más bellas ilustraciones de esta actitud se encuentra en la respuesta de santa Juana de Arco a una pregunta capciosa de sus jueces eclesiásticos: «Interrogada si sabía que estaba en gracia de Dios, responde: “Si no lo estoy, que Dios me quiera poner en ella; si estoy, que Dios me quiera conservar en ella”» (Santa Juana de Arco, Dictum: Procès de condannation).

 

1021 La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo (cf. 2 Tm 1, 9-10). El Nuevo Testamento habla del juicio principalmente en la perspectiva del encuentro final con Cristo en su segunda venida; pero también asegura reiteradamente la existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno como consecuencia de sus obras y de su fe. La parábola del pobre Lázaro (cf. Lc 16, 22) y la palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón (cf. Lc 23, 43), así como otros textos del Nuevo Testamento (cf. 2 Co 5,8; Flp 1, 23; Hb 9, 27; 12, 23) hablan de un último destino del alma (cf. Mt 16, 26) que puede ser diferente para unos y para otros.

 

Cómo se puede observar la Iglesia Católica no puede ser más clara en cuanto a enseñar que la salvación solo viene de Dios, es decir que la recibimos por gracia mediante la fe la cual es necesaria para nuestra salvación. Sin embargo tenemos que tener presente que seremos juzgados por nuestras obras, pero esto no quiere decir que seremos salvados por nuestras obras, que es lo que procedo a explicar en el siguiente punto.

 

LA IGLESIA CATÓLICA HA CONDENADO LA SALVACIÓN POR OBRAS

 

¿Cuántas veces hemos escuchado a algunas personas no católicas decir que la Iglesia Católica enseña que la salvación es por obras? Muchas veces verdad, sin embargo esto no es cierto, ya que si van a los documentos oficiales donde se encuentra la enseñanza de la Iglesia como por ejemplo el Catecismo de la Iglesia Católica promulgado en el pontificado del Papa Juan Pablo II, no encontrara en ningún lado que diga que “la salvación la ganamos con nuestras obras”. De hecho la Iglesia en la historia ha condenado a quienes han enseñado que la salvación es por obras y no por gracia de Dios.

 

En el siglo V se origino una herejía dentro del Cristianismo que se llego a conocer como Pelagianismo, la página web Theopedia (Enciclopedia del Cristianismo Bíblico) nos dice respecto a esta herejía lo siguiente.

 

“El pelagianismo enseña que los seres humanos nacen en un estado de inocencia con una naturaleza tan pura como la que Adán recibió en su creación.

 

Como resultado de su suposición básica, Pelagio enseñó que el hombre tiene una capacidad moral imperturbable para elegir lo que es espiritualmente bueno y posee el libre albedrío, la capacidad y la capacidad para hacer lo que es espiritualmente bueno. Esto resultó en un evangelio de salvación basado en obras humanas.” (Articulo web de Theopedia: Pelagianism)

 

Entonces la herejía que enseña la salvación por obras fue el Pelagianismo y no la Iglesia Católica, ya que la Iglesia combatió y condeno esta herejía tal como lo menciona el artículo web ya citado.

 

“El pelagianismo es abrumadoramente incompatible con la Biblia y fue históricamente opuesto por Agustín (354-430), obispo de Hipona, que condujo a su condena como una herejía en el Concilio de Cartago en 418 dC. Estas condenas fueron ratificadas sumariamente en el Concilio de Éfeso (AD 431).” (Articulo web de Theopedia: Pelagianism)

 

Teniendo presente esto, si la Iglesia condeno la salvación por obras. Es porque la Iglesia Católica no enseña la salvación por obras. El que diga que la Iglesia Católica enseña la salvación por obras que lo demuestre, esta es una vil mentira que repiten algunos no católicos, partiendo de una tergiversación o desconocimiento de la enseñanza oficial de la Iglesia Católica.

 

Una buena exposición de la enseñanza católica, condenando la salvación por obras sin necesidad de la gracia divina, la podemos encontrar en el Concilio de Trento (1545-1563)

 

CAN. I. Si alguno dijere, que el hombre se puede justificar para con Dios por sus propias obras, hechas o con solas las fuerzas de la naturaleza, o por la doctrina de la ley, sin la divina gracia adquirida por Jesucristo; sea excomulgado. (Decreto sobre la justificación. Canon I)

 

Espero que en este punto haya quedado claro que la Iglesia nunca ha enseñado que la salvación sea por obras, sino que más bien al contrario ha condenado a los que enseñan que la salvación la podemos obtener por nuestras propias obras sin la gracia divina.

 

EL FUNDAMENTO BÍBLICO DE LA ENSEÑANZA DE LA IGLESIA RESPECTO A LA SALVACIÓN DEL HOMBRE

 

En este punto procederé a demostrar el fundamento bíblico de la enseñanza de la Iglesia respecto a la salvación del hombre, teniendo presente los párrafos del Catecismo de la Iglesia Católica citados en el punto 1 de este artículo.

 

Recordemos que Dios quiere que todos los hombres se salven, esto lo encontramos enseñado por San Pablo en su primera carta a Timoteo.

 

“el cual [Dios] quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.” 1 Timoteo 2, 4 (Biblia Reina Valera 1960)

 

Es un hecho que Dios quiere la salvación de todos los hombres, por eso se ofreció como sacrificio por la salvación de los hombres (CEC 620-622) como nos lo recuerda San Mateo en su evangelio “como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (Mt 20, 28) Esto quiere decir que Cristo ya nos dio la salvación, pero esta salvación que nos ha sido dada por gracia es decir sin nosotros merecerla, nosotros decidimos si la aceptamos o la rechazamos.

 

Es aquí donde entra la importancia de la fe en la salvación, la fe es necesaria en la salvación porque la gracia la recibimos mediante la fe, nos dice San Pablo en su carta a los Efesios.

 

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;” Efesios 2, 4 (Biblia Reina Valera 1960)

 

Entonces tenemos que la fe es un elemento necesario para aceptar nuestra salvación, pero ¿basta solo tener fe?, la verdad no. Porque Santiago en su epístola que encontramos en el Nuevo Testamento nos dice que tenemos que tener una fe viva, esto quiere decir una fe que produzca obras.

 

“Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.  Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.” Santiago 2, 17-18 (Biblia Reina Valera 1960)

 

Santiago nos deja claro que la fe que Dios nos pide, es una fe que produzca obras, porque si una fe no tiene obras es una fe muerta, en otras palabras una fe que no salva, porque la fe no se resume en solo creer a Dios, sino que se basa en obrar conforme a la voluntad de Dios, una fe que obre por amor (Gal 5, 14) por eso San Pablo también nos dice “Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.” (1 Cor 13, 2) En otras palabras el Señor no pide solamente la fe para poder aceptar la salvación que el ya nos otorgo por gracia, sino que nos pide que esa fe se demuestre con obras. Porque es por las obras que seremos juzgados como lo recuerda San Mateo.

 

“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.” Mateo 16, 27 (Biblia Reina Valera 1960)

 

Expresiones similares a esta que enseñan que seremos juzgados por nuestras obras, podemos encontrar también en otros pasajes de la Escritura como (2 Corintios 5,10; Apocalipsis 20,12; Mateo 25,31-46; Romanos 2, 6) Es a raíz de esto que la Iglesia hace énfasis en la importancia de las obras, no porque estas nos den la salvación. Sino porque estas demuestran que si aceptamos la salvación que por gracia el Señor ya nos dio. He allí también la importancia de obrar conforme a la voluntad de Dios, es decir trabajar haciendo buenas obras para conservar nuestra salvación y no perderla como nos enseña San Pablo en su carta a los Filipenses.

 

“Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, Filipenses 2, 12 (Biblia Reina Valera 1960)

 

De la misma forma el hagiógrafo de la carta a los Hebreos nos pide no descuidar nuestra salvación (Heb 2, 3) lo que nos lleva a entender porque la Iglesia enseña que pecan de presunción los que piensan que por “tener fe y aceptar a Jesús” ya están salvados, sin necesidad de obrar conforme a esa fe. Por eso el Señor nos enseño que si queremos entrar en la vida eterna, guardemos los mandamientos, en otras palabras obremos conforme a su voluntad. No basta solo tener fe.

 

“El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.” Mateo 19, 17 (Biblia Reina Valera 1960)

 

Lo que nos lleva a comprender porque la Iglesia enseña que debemos perseverar para obtener esa salvación que ya Cristo nos dio. Nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica promulgado en el pontificado del Papa Juan Pablo II.

 

161 Creer en Cristo Jesús y en Aquel que lo envió para salvarnos es necesario para obtener esa salvación (cf. Mc 16,16; Jn 3,36; 6,40 e.a.). «Puesto que "sin la fe... es imposible agradar a Dios" (Hb 11,6) y llegar a participar en la condición de sus hijos, nadie es justificado sin ella, y nadie, a no ser que "haya perseverado en ella hasta el fin" (Mt 10,22; 24,13), obtendrá la vida eterna» (Concilio Vaticano I: DS 3012; cf. Concilio de Trento: DS 1532).

 

162 La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre. Este don inestimable podemos perderlo; san Pablo advierte de ello a Timoteo: «Combate el buen combate, conservando la fe y la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe» (1 Tm 1,18-19). Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe debemos alimentarla con la Palabra de Dios; debemos pedir al Señor que nos la aumente (cf. Mc 9,24; Lc 17,5; 22,32); debe «actuar por la caridad» (Ga 5,6; cf. St 2,14-26), ser sostenida por la esperanza (cf. Rm 15,13) y estar enraizada en la fe de la Iglesia.

 

Creo que está muy claro, pueden verificar todos los textos bíblicos que cita el Catecismo para comprobar el fundamento bíblico de lo que se está enseñando, en resumidas cuenta para justificar el titulo de este artículo de acuerdo a la enseñanza oficial de la Iglesia Católica fundamentada en la Escritura, solo hace falta citar el texto de la carta de Santiago que encontramos en el Nuevo Testamento.

 

“Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.” Santiago 2, 24 (Biblia Reina Valera 1960)

 

El texto anterior es muy esclarecedor, la fe es necesaria para la salvación, pero no solo la fe, ya que seremos justificados y juzgados por nuestras obras como lo demostré a lo largo del desarrollo de este punto. Ahora bien, ya que he demostrado el fundamento bíblico de la enseñanza de la Iglesia Católica respecto a la salvación del hombre, procederé también a demostrar que esta fue la enseñanza del Cristianismo Primitivo post-apostólico.

 

EL PENSAMIENTO PATRÍSTICO RESPECTO A LA SALVACIÓN DEL HOMBRE

 

Para desarrollar este punto, procederé a citar testimonios patrísticos que servirán de guía para que quienes estén leyendo este artículo, conozcan que enseñaban los Cristianos de los primeros siglos respecto a la salvación del hombre. Veremos si ellos creían que el hombre se salvaba solo por su fe o si también eran necesarios otros elementos para aceptar la salvación que Dios nos dio, como por ejemplo perseverar hasta el final. Debemos de tener presente que los primeros Padres estaban familiarizados con los apóstoles, y por lo tanto no tenían paralelo en su posición para recibir una instrucción precisa en la fe cristiana, además es importante señalar que estos maestros cristianos de la antigüedad no intentaban definir puntos teológicos precisos de la doctrina; estaban más interesados ​​en los conceptos generales, las instrucciones y las advertencias para vivir la fe cristiana en un momento de persecución a menudo intensa. 

 

 Los Padres de la Iglesia habían escrito sobre asuntos relacionados con la salvación, como el papel de la fe y la gracia, el papel de la obediencia, la justicia, el bautismo, etc. A partir de estos podemos determinar la mente y el pensamiento de las comunidades cristianas primitivas con respecto a la salvación.

 

Desde el principio, la Iglesia enseñó que somos justificados por la fe, que se manifiesta a través de obras o una fe que responde en amor por Dios. Como Santiago nos dice: "Lafe, si no tiene obras, es muerta en sí misma" (St 2, 17). Si bien el significado del texto es claro, algunos todavía lo niegan. Sostienen que la salvación no puede lograrse mediante obras humanas, y están en lo cierto, estoy completamente de acuerdo con ellos. Pero las obras de las que habla Santiago se llevan a cabo por la gracia de Dios y no con la fuerza de la persona individual.

 

A veces, los protestantes pueden señalar momentos en los que los cristianos primitivos, como San Clemente Romano, San Agustín o San Juan Crisóstomo, por ejemplo, pueden hablar acerca de la justificación por la fe, la fe sin obras, del hecho de que una persona no puede obtener la salvación, o que las obras están condenadas en las Escrituras. Sin embargo, lo que no se dan cuenta, ya sea porque no los han leído o porque no los leen en contexto, es que los Padres de la Iglesia Primitiva se refieren a aquellos gnósticos, paganos o judíos que creían que podían salvarse a sí mismos por sus obras (que la Iglesia católica condena también). También están condenando las  obras judías de la ley, los rituales obsoletos que no tienen poder para salvar. Muchos de sus escritos están dirigidos a personas como los pelagianos, a quienes también condena la Iglesia Católica. Solo condenan las obras solas, o las que se hacen aparte de la gracia de Cristo, nunca funcionan en conjunción con la fe o hechas por la gracia de Dios.

 

San Ignacio de Antioquia (107 dC) enseño que no basta con solo tener fe y decir “soy Cristiano”, sino que hace falta obrar conforme a lo que significa ser Cristiano.

 

Por tanto, es apropiado que no sólo seamos llamados cristianos, sino que lo seamos; tal como algunos tienen el nombre del obispo en sus labios, pero en todo obran aparte del mismo.” (San Ignacio de Antioquia. Epístola a los Magnesios IV)

 

En la Didaché o Doctrina de los doce apóstoles (Siglo I) un documento importante de la Iglesia Primitiva, conocido también como el primer catecismo de la Iglesia, encontramos un texto que nos advierte que de nada servirá haber tenido fe durante toda la vida si en el último momento no somos perfectos.

 

“Velad por vuestra vida; procurando que estén ceñidos vuestros lomos y vuestras lámparas encendidas, y estad dispuestos, porque no sabéis la hora en que vendrá el Señor. Reuníos a menudo para buscar lo que convenga a vuestras almas, porque de nada os servirá el tiempo que habéis profesado la fe, si no fuereis hallados perfectos el último día.(La Didaché XVI)

 

También en el siglo I encontramos el testimonio del Papa Clemente Romano (90 dC) en su carta a los Corintios, donde se expresa de igual manera que el texto de Santiago 2, 24.

 

“Por tanto mantengámonos unidos a aquellos a quienes Dios da gracia. Vistámonos según corresponde, siendo humildes de corazón y templados, apartándonos de murmuraciones y habladurías ociosas, siendo justificados por las obras y no por las palabras.” (San Clemente Romano. Epístola a los Corintios XXX)

 

San Justino Mártir (100-168 dC) considerado el mayor apologeta del siglo II, se hace eco de las enseñanzas de Ignacio en la medida en que deja en claro que no son los que "simplemente profesan" a Cristo, sino los que "hacen las obras" que el Salvador ordenó quienes serán salvos:

 

“Pero aquellos que se vea no viven como Él enseñó, sean declarados como no cristianos, por más que con la lengua repitan las enseñanzas de Cristo, pues Él dijo que habían de salvarse no los que sólo hablaran, sino que también practicaran las obras.” (San Justino Mártir. Primera Apología XVI, 8)

 

San Justino también enseñaría que:

 

“cada uno camina, según el mérito de sus acciones, al castigo o a la salvación eterna.” (San Justino Mártir. Primera Apología XII)

 

Teófilo de Antioquia (200 dC) uno de los Padres Orientales, habló de una vida de bien y de obedecer el mandato de Dios para procurar la salvación:

 

“Si quieres, lee tú también con respeto las escrituras proféticas y ellas te guiarán con más claridad para escapar a los castigos eternos y alcanzar los bienes eternos de Dios. 4. Pues el que dio boca para hablar y formó oídos para oír e hizo ojos para ver, examinará todas las cosas y juzgará con justicia, retribuyendo a cada uno según su mérito. 5. A los que por perseverancia en las buenas obras busquen la incorrupción, les regalará vida eterna, alegría, paz, descanso y plenitud de bienes, que ni ojo vio ni oído oyó ni llegó a corazón de hombre (cf. Is 64,3; Jr 3,16; 1 Co 2,9).” (Teófilo de Antioquia.Tres libros a Autólico. Libro I, 14)

 

Podría continuar citando más textos patrísticos, pero creo que con estos son suficientes para demostrar que desde el principio la Iglesia enseñó que somos salvados por gracia divina,  justificados por la fe, que se manifiesta a través de obras por las cuales seremos juzgados. Esta enseñanza, no solo está claramente presente en la vida y el pensamiento de los Cristianos Primitivos, sino que se ha mantenido notablemente constante a lo largo de veinte largos siglos en la Iglesia Católica, transmitiendo fielmente lo que ha recibido.

 

CONCLUSIÓN

 

Espero que todos los que han leído este artículo puedan analizar todo lo expuesto en el, de manera de comprender mejor la enseñanza católica sobre la salvación del hombre fundamentada en la Palabra de Dios y confirmada por el Cristianismo Primitivo. De la misma forma sé que muchas personas no católicas tendrán sus argumentos que partirán de objeciones al tema desarrollado en este artículo. Objeciones que voy a analizar, aclarar y responder en otro artículo.

 

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Richbell Meléndez, estudiante de teología en la EATEL, colaborador asiduo de distintas páginas de apologética católica y tutor de la escuela de apologética online DASM.

 

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"Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis los unos a los otros como yo os he amado, que os améis mutuamente. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis caridad unos para con otros".

 

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La acusación es el lenguaje de la oscuridad, el lenguaje de la luz es la intercesión. (Harold Caballeros, autor de "De Victoria en Victoria")

Le parecerá curioso al amable lector que un apologista católico comience su presentación así, citando a un escritor protestante. Eso es posible porque esta frase de Harold Caballeros está llena de buen sentido y de buena fe. Nunca he leído sus libros, la frase me llegó en esencia, por medio de un amigo que asiste a una iglesia bautista. Hablábamos de la intercesión y mi amigo me leyó esta hermosa parte que me pareció tan exacta. Dios tiene una manera de mostrarnos el camino a los misterios de su propósito, a veces en paradojas otras veces en maravillosos reflejos. Un ejemplo clásico de esto es la simetría entre Adán y Jesús. El primero comió del fruto del árbol (xylon) del bien y del mal y nos legó la muerte, mientras Jesús, en el milagro de la Eucaristía nos llama a comer del fruto de ese otro árbol, la cruz, (xylon) para que heredemos la vida. Estas simetrías maravillosas aparecen constantemente en las Sagradas Escrituras y en la Tradición y hombres santos de todos los tiempos se han maravillado al observar esta secreta trama que revela la inmanente gracia de Dios. Y la frase de Harold Caballeros, la contraposición luz-oscuridad con intercesión-acusación es contundente porque nos recuerda la diferencia entre Nuestro Señor el mediador para todos los tiempos, y el Diablo, el acusador que acusa a nuestros hermanos día y noche delante de Dios.

 

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Los seguidores de Jesús se preguntaron a menudo sobre quién era en realidad aquél hombre por quien lo habían abandonado todo y a quien habían estado siguiendo por Galilea y alrededores durante unos años. Los Evangelios reflejan los ecos de esa pregunta sobre la identidad de Jesús en diversos pasajes, de los que podemos extraer que, durante su predicación, unos lo consideraban como un profeta, otros como Juan Bautista resucitado, otros como el Mesías. La muerte en la cruz de Jesús suponía, en una primera percepción, el radical fracaso de todas aquellas expectativas; por eso los apóstoles abandonaron a Jesús y huyeron. Sin embargo, pocos días después de la muerte en la cruz, los seguidores de Jesús hallaron el sepulcro vacío y, a continuación, tuvieron diversos encuentros con el Resucitado. A la luz de la Resurrección la pregunta sobre la identidad de Jesús tuvo que plantearse de nuevo; la respuesta a esa pregunta será una larga lista de títulos: Mesías (Cristo), profeta, hijo del hombre, siervo de Dios, Señor, Salvador, Hijo de Dios... No existe título que sea suficiente para expresar quién es Jesús. Pero, con el tiempo, uno de esos títulos se fue imponiendo a los demás: Jesús es el Hijo de Dios.

 

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! Cuántas veces nos hemos escuchado a los evangélicos y demás grupos religiosos ¡ acusar a los católicos de adorar a " María " como si fuera una "Diosa"; desobedeciendo así el primer mandamiento de la ley de Dios dado a Moisés en el monte Sinaí, que dice: " Adorarás al señor tu Dios y sólo a él darás culto ". (Deuteronomio 6,13), " no tendrás otros Dioses a parte de mi" (Exodo 20, 3). Este ataque de las sectas no tiene fundamento, pues conociendo bien la Palabra se aclara cual es lugar de Maria en la Biblia. Conozcamoslo:


 

 

 

 

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