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Cuando terminó la proyección de «Magdalen», los espectadores del cine milanés aplaudieron. Mientras veía cómo abandonaban la sala, todavía en la butaca pensaba que ¬si alguno me hubiera conocido¬ se habría dirigido a mí todo indignado para avergonzarme por considerarme todavía católico. Y es que se han reducido mucho las minorías contra las cuales la dictadura de lo políticamente correcto no sólo permite, sino que estimula el desprecio: fumadores, obesos, pederastas, nazis, católicos. Incluso parece que las dos últimas categorías van unidas, como confirma el póster de esa otra película en el que la cruz de Cristo se transforma en la cruz gamada de Hitler. Según salía del cine pensaba que quizá ya es hora de que los católicos pongan en marcha lo mismo que los judíos, con justicia y éxito, crearon hace ya tiempo: una «Anti-demafation League» que reivindique los derechos de la verdad y la dignidad de las personas. Empezando por la de aquellas monjas ¬sádicas y depravadas al estilo de la pasoliniana Salò¬ que también pertenecen al sexo femenino, pero que no entran dentro de las proclamas chulescas del director escocés: «He querido denunciar la violencia a que son sometidas las mujeres, todas las mujeres». Se entiende que exceptuando aquellas que llevan la toca en la cabeza y la cruz en el pecho, difamadas por Peter Mullan y que, para avivar más el escándalo se llama «católico» simplemente porque fue bautizado en esa Iglesia. Para beneficio de los espectadores, indignados por lo que desconocen, conviene precisar algunas cosas:
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En El Semanal del 11 de agosto, Arturo Perez-Reverte se ha pasado con su artículo Beatus Ille. Le admiramos como buen escritor de novelas; pero en sus artículos periodísticos nos tienen aburridos las ordinarieces , zafiedades y los insultos gratuitos que suele utilizar: "hijo de la gran puta, canalla, cerdo psicópata, pegarles fuego, colgar a todos" son algunas de sus frasecitas de "fino escritor", que dedica al Papa y a los Obispos. Hasta él mismo se define como "el cabrón del Reverte". El sabrá por qué.
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Tras una introducción previa, el artículo trata sobre los ataques que sufre la Religión Católica, de donde vienen éstos, sus autores, sus víctimas, quienes apoyan estos ataques, las motivaciones de esos ataques, las tácticas con que se desarrollan, como esos ataques permanecen impunes, como se defiende y como debiera hacerlo y propuestas para solucionar el problema.
Ante una realidad que nadie discute de agresiones permanentes a la Iglesia, a sus dogmas, a sus instituciones, a sus ministros y a su estética, los católicos no podemos ni debemos permanecer insensibles o pasivos. Debemos reaccionar buscando los canales adecuados para hacemos escuchar, defendiéndonos de estos ataques y difundiendo los valores del Evangelio en todos los ámbitos donde transcurre la vida del hombre.
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