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Autor: Josep Miró

La Benedictina Teresa Forcadas con todo el respeto y con toda firmeza: No puede ser... Benedictina cuyas manifestaciones son radicalmente incompatibles con la fe católica que dice profesar.
Hace ya tiempo que la hermana benedictina Teresa Forcadas se prodiga en el espacio público, y ya hace casi el mismo tiempo que sus manifestaciones chocan frontalmente con la enseñanza de la Iglesia, a pesar de su condición de monja y su calificación de teóloga. Tengo suficientes años, he rodado demasiado para que me escandalice con facilidad.

 

Ante una nota disonante intento entender la categoría del razonamiento y las condiciones de quien lo produce. Nada más lejano a mi forma de vivir que ser guardián de cualquier ortodoxia, pero también he de decir que rechazo lo irracional, y sobre todo la falta de fidelidad al compromiso -porque creer es primero una alegría, la más grande que jamás se puede vivir, y en segundo término un compromiso: creer es comprometerse- y rechazo el orgullo que nace de despreciar a la propia Iglesia declarándose no ya católico, sino monja.

 

Si escribo estas líneas sobre la benedictina Teresa Forcadas es por sus últimas manifestaciones en la televisión pública catalana apoyando el aborto, en el contexto de la nueva ley. Son tan radicalmente incompatibles con la fe que dice profesar, que con todo el respeto a la persona y a las personas que hacen posible que tales pronunciamientos públicos se produzcan abjurando de sus responsabilidades, digo que no puede ser. Que no es compatible continuar manifestándose en estos y otros términos, y a la par exhibir su condición de monja de la Iglesia Católica. O lo uno o lo otro.

 

Es una cuestión de libertad personal y también de responsabilidad. Una y otra van parejas. Uno ha de ser responsable del ejercicio de su libertad, y en este caso no hay la más mínima compatibilidad en defender el aborto y continuar con su condición religiosa.

 

La libertad por un lado niega la libertad del otro, la de profesar la fe dentro de la Institución. Esto es una evidencia. Esta es una línea roja que no se puede traspasar. ¿Cómo la Iglesia podría utilizar la excomunión con quien practica el aborto, negar la comunión a la mujer que ha incurrido en él y no ha pasado en condiciones especiales por el sacramento de la Reconciliación, y una monja, por el hecho de serlo y con el altavoz que ello le otorga, puede promover con su opinión favorable el aborto, sin que los obispos concernidos, el de su monasterio y donde se han producido las declaraciones, y quienes tienen responsabilidades en su congregación no hagan nada? Siendo así se daría un tratamiento injusto, incomprensible, que escandalizaría al pueblo de Dios y restaría toda credibilidad a quienes deben ejercer en él su magisterio como pastores que son.

 

Forcada tiene otras tesis que son incompatibles. La más global nace de su adscripción a la ideología de género. Ha escrito y reiterado que "no se nace mujer, sino que se deviene mujer", como decía Simone de Beauvoir. "Se trata de no esencializar la feminidad o el ser mujer, eso no es algo que se le da a la mujer y por lo que hay que vivir según eso." El irracionalismo de la ideología de género contrario a todo evidencia científica e incompatible con la antropología que surge de la ley natural, es su bandera. No nacen hombre y mujeres; no existen niños y niñas: se fabrican.

 

Para esa ideología, la de Forcadas, el hombre y la mujer adultos son construcciones sociales y culturales, porque el ser humano nace sexualmente neutral, no niño o niña. Es después que la cultura lo convierte en hombre o mujer. Esta cultura afecta a la mujer de forma negativa e injusta. Es por ello que la ideología de género pugna por depurar la educación y los medios de comunicación de todo estereotipo o imagen específica de la división sexual para que los niños puedan crecer sin que se los exponga a lo que ellos llaman modelos "sexo-específicos".

 

Padre, madre, marido y mujer. La acción se dirige a que se sustituyan estos términos "género-específicos" por palabras "género-neutrales", como base conceptual que facilite la desaparición de diferencias en el seno de la familia, en lo que se refiere a la conducta y a la división de funciones. La ley por la que se ha modificado el Código Civil, para calificar de matrimonio las uniones entre personas del mismo sexo, constituye un buen ejemplo.

En esta modificación dan prioridad a los conceptos de cónyuges y progenitores que son "género- neutrales" por encima de marido y mujer, padre y madre, que son "género-específicos" Lo que dice el nuevo enfoque legal español es que no existe en realidad una función de madre o mujer, ni de hombre o padre, sino funciones indiferenciadas, cónyuges progenitores. Este es un estadio muy avanzado de generismo en las leyes de un país, tanto que nos convierten en una excepción en el mundo.

 

Bajo esta perspectiva Forcadas asume también la plena validez del matrimonio y la adopción por parte de las personas homosexuales.

Su consideración sobre Dios aparece fuera también, no ya del marco cristiano, sino incluso de la simple lógica nacida de la razón. Ella afirma que no hay un absoluto, sino dos, "Dios y los pobres". La argumentación de este extraño paradigma es tan inconsistente como esta: "el reino de lo ´absoluto´ es una sola cosa, no dos, y si ese absoluto es Dios parece que ya no hay más nada, pero la idea es no hacer de ese Dios un ídolo y de eso se trata. Jesús dice: ´no entrará en el reino de los cielos el que dice ´señor, señor, señor´ y cree que con eso ya tiene asegurado algo". Lo que implica esta idea es que según Forcada, Dios está para todos y también para los pobres, para el que está en el margen y para el excluido". En este planteamiento, Dios como único absoluto (por la fe y la razón, o es absoluto o no es Dios) se convierte por esta razón en un ídolo.


Al margen del tema teológico, Forcada es una gran protegida del régimen Chavista. Sus manifestaciones son divulgadas por el Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información, con lo cual –y este es obviamente solo un juicio político-, posee una digamos sensibilidad democrática bajo la cual no me gustaría vivir. Sobre todo porque ya viví y experimenté en mi persona las consecuencias del franquismo.

 

Teresa Forcadas tiene el deber como religiosa y teóloga de cumplir con la instrucción pastoral sobre la vocación eclesial del teólogo, Donum Verbum, de manera especial la Encíclica Veritatis Splendor y la profesión de fe en la carta apostólica Adtuendam fidem. Y eso significa, entre otras cosas, que el enseñar aspectos relacionados con la fe de la Iglesia no puede ser un ministerio extrínseco a la verdad cristiana ni nada que se sobreponga a la fe.

 

La Iglesia cuenta con la asistencia del Espíritu Santo según promesa de Jesús, hecho que la habilita para promover enunciados ´de manera definitiva´. El papel del teólogo es, según la Instrucción citada, conseguir en comunión con el magisterio una comprensión más profunda de la palabra de Dios contendida en la Escritura, inspirada y transmitida por la tradición viva de la Iglesia. Nada, absolutamente nada de eso, cumple la actividad pública y teológica de la hermana Forcada.

 

No puede existir un ´magisterio paralelo´, en todo caso sí una opinión distinta, pero entonces dicha claramente desde fuera de la Iglesia. Un teólogo tiene toda la libertad del mundo para dejar de ejercer en nombre del magisterio y en comunión con él. La Iglesia también precisa que no es válido apelar a la conciencia para propagar falsedades. Este recurso es válido cuando se trata de tomar una decisión, pero no cuando está en juego la verdad de un enunciado doctrinal. Utilizar la propia conciencia para justificar la discrepancia con el magisterio es incompatible con la economía de la Revelación, porque "los enunciados de la fe constituyen una herencia eclesial i no el resultado de una investigación puramente individual". "Separase de los pastores que velan por mantener viva la tradición apostólica es comprometer irreparablemente el nexo mismo con Cristo".

 

Baste con recordar que como teóloga, no digamos ya como monja, debe respetar el juramento que entre otras cosas dice "Acepto y retengo firmemente así mismo todas y cada una de las cosas de la doctrina de la fe y las costumbres propuestas por la Iglesia de una manera definitiva". "Me adhiero con religioso obsequio de voluntad y entendimiento las doctrinas enunciadas del pontífice romano o por los colegios de obispos cuando ejercen el magisterio autentico, aunque no tengan intención de proclamarlo en un acto definitivo".

 

La monja y teóloga Teresa Forcadas ha sobrepasado con mucho el límite que el pueblo de Dios, los laicos podemos asumir en caritativo silencio. Ella ha de optar y resolver, y si no es así, en su defecto, los que poseen autoridad magisterial y disciplinaria por mandato de la Iglesia deben resolverlo de acuerdo con lo que prevé el Código Canónico.

 

Seguro que no era necesario este comentario porque los pastores y responsables a quienes concierne el tema no necesitan de modestas opiniones internas, pero en todo caso que lo dicho sirva al propósito: Ya está bien; basta ya de confusión e incitación a la diáspora de los católicos.

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