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Los “reformadores” no se ponen de acuerdo sobre la presencia de Jesucristo en la Eucaristía.

Tomado de “Martín Lutero”, Ricardo García Villoslada

Madrid (1976), volúmen II, pág. 307-322.  

 

  Planes del landgrave de Hessen

 
 

El 22 de abril de 1529, al clausurarse la Dieta de Spira, el landgrave Felipe de Hessen, presintiendo las graves consecuencias que del decreto de la Dieta podrían seguirse a los protestantes, firmó una alianza secreta con Juan de Sajonia y con las ciudades de Nuremberg, Ulm y Estrasburgo, comprometiéndose todos a defenderse mancomunadamente contra cualquiera que por motivos religiosos les atacase.

 

 

 

No le atalantó mucho a Melanthon este pacto de guerra dentro del Imperio, y, cuando regresó de Spira a Wittenberg, se lo comunicó a Lutero, el cual, arrugando la frente, aseguró que se opondría con todas sus fuerzas. Con este objeto escribió el 22 de mayo al elector, diciéndole que le traía muy inquieto el pacto de Spira. «Guárdese Vuestra Alteza de semejantes alianzas, y, si el landgrave persiste en sus planes, no se deje Vuestra Alteza envolver de sus maquinaciones, porque las consecuencias serán muy perniciosas. Tal pacto no se funda en la confianza en Dios, sino en maniobras humanas, y no hará sino provocar otros pactos y uniones de los papistas. No se deje arrastrar del landgrave, que es un joven y turbulento príncipe» 1. Lo peor -añade- es que los aliados sostienen doctrinas «contra Dios y contra el sacramento»; la unión con ellos sería contra el Evangelio.

 

 

 

Esta y no otra era la razón última de la repugnancia de Lutero a los planes de Felipe de Hessen. Y no se puede negar que su mirada clarividente llegaba a fondo de aquel plan al parecer grandioso. Porque es lo cierto que el ambicioso landgrave, más político que religioso, aspiraba a construir un fuerte bloque evangélico -sin distinción de matices dogmáticos- que se extendiese desde Dinamarca hasta Venecia y contra el cual nada pudiesen los Habsburgos. Como el de Hessen llegase a la persuasión de que no podrían unirse jamás política y militarmente mientras no conviniesen en los fundamentos dogmáticos, ideó una conferencia de las diversas confesiones evangélicas a fin de que sus teólogos se pusiesen de acuerdo.

 

 

 

Dirigióse primeramente a Ulrico Zwingli, reformador de Zurich; porque era el personaje de mayor categoría e influjo entre los evangélicos no lutera­nos: «Estamos trabajando -le decía desde Spira el 22 de abril de 1529 -por que Melanthon, Lutero y los que siguen tu opinión en lo relativo al sacramento se junten en lugar oportuno para que Dios, misericordioso y omnipotente, conceda la gracia de concordar en dicho artículo, y sobre el fundamento de la Sagrada Escritura vivan unánimes con espíritu cristiano... Pues en esta Dieta los papistas, para sostén de su perversa vida y conducta, no han sabido hallar otro medio que procurar que no estemos unidos en la fe los que seguimos la pura y limpia palabra de Dios» 2. Esto lo decía un príncipe que desde 1525 vivía en adulterio, y así viviría muchos años, sin poder acercarse a la sagra­da mesa.

 

 

 

Zwingli responde: «Estoy a tus órdenes; señala el lugar y tiempo» 3

 

 

 

El 1 de julio vuelve a escribirle el landgrave, comunicándole que ha avisado a Lutero y Melanthon dónde y cuándo se deben reunir: en nuestra ciudad de Marburg el día de San Miguel (29 de septiembre); le ruega venga acompañado de Ecolampadio 4.

 

 

 

Pero Lutero no cede en su resistencia; «Para el día de San Miguel nos ha llamado a Marburg el landgrave de Hessen para intentar la concordia entre los sacramentarios 5 y nosotros. Felipe (Melanthon) y yo, después de recusar y resistir por largo tiempo, finalmente nos hemos visto forzados, por su impor­tunidad, a prometer nuestra asistencia... No esperamos nada bueno de tales coloquios..., que siempre fueron más perjudiciales que provechosos... Han sido llamados también Osiander de Nuremberg, Juan Brenz y otros, pero se niegan a venir... Ese joven de Hessen es un inquieto, rebosante de fantasías» 6.

 

 

 

Y un mes más tarde: «De la conferencia de Hessen... juzgas rectamente que nada bueno resulta a las iglesias de Dios de tales conferencias súbdolas. Por eso te ruego que, si puedes, no asistas... Nosotros desde el principio nos opu­simos decididamente; pero como ese Macedón de Hessen importunase a nues­tro príncipe, coaccionados, dimos nuestra palabra» 7

 

 

 

El coloquio de Marburg

 

 

 

En el viaje a Marburg, los sacramentarios se anticiparon a los luteranos. De Zurich vino Zwingli acompañado de Rudolf Collin, que nos dejó un relato muy detallado y exacto de las conferencias; de Basilea, Ecolampadio. De paso por Estrasburgo (8-19 de septiembre) recogieron a Martín Bucer, Gaspar Hedio y Jacobo Sturm. El 27 de septiembre llegaban a Marburg, siendo recibidos con suma afabilidad y esplendidez por el landgrave en su castillo. Antes de la llegada de Lutero tuvo tiempo el reformador de Zurich para captarse la simpatía de Felipe de Hessen y hablar con él de posibles pactos de amistad política. 8

 

 

 

Hasta el 30 de septiembre no asomaron los luteranos. Venían de Witten­berg, acompañando al Dr. Martín, Felipe Melanthon, Justo Jonas, Gaspar Oruciger y Jorge Rörer; en Gotha se les había juntado Federico Mycomus, y en Eisenach, Justo Menius. Aquella misma tarde se acordó celebrar una conferencia previa, al día siguiente, entre los cuatro que habían de ser casi los únicos interlocutores: Lutero, Zwingli, Melanthon y Ecolampadio 9.

 

 

 

Túvose efectivamente el viernes 1 de octubre; y, a fin de que no se en­frentasen desde el principio los dos corifeos, dispuestos ambos a no ceder lo más mínimo, ordenó el landgrave que Lutero disputase separadamente con Ecolampadio, y Zwingli discutiese con Melanthon aparte. De los dos primeros no tenemos noticias ciertas, sólo que disputaron durante tres horas; de los otros sabemos que discutieron durante seis horas, comenzando a las seis de la mañana; Melanthon propuso a Zwingli, además de la cuestión eucarística, otros dogmas, como del pecado original, de la divinidad de Cristo, de la Tri­nidad, de la justificación por la fe, de la palabra de Dios como medio de gra­cia, etc., que, en opinión de los wittenbergenses, no entendían rectamente los zuinglianos. Parece que en todo se pusieron de acuerdo, menos en lo de la eucaristía. Melanthon declaró poco después al elector de Sajonia que había notado en Zwingli poca formación teológica y opiniones erróneas en la cues­tión del pecado original, de la justificación y otras 10.

 

 

 

Al día siguiente, sábado, 2 de octubre, se tuvo el gran coloquio en una sala privada próxima a la cámara del landgrave. Quería Zwingli que fuesen admitidos todos los que deseasen presenciar la discusión; replicaba Lutero que eso no estaba bien ni era de utilidad. Decidió el landgrave que entrasen los teólogos y varones doctos, los de la corte y los embajadores extranjeros. Zwingli proponía que se hablase en latín; Lutero que en alemán. Y en alemán se dialogó, no sin que el teólogo de Wittenberg protestase con indignación cuando el de Zurich se ponía a hablar en griego 11.

 

 

 

Presidió las sesiones el príncipe, que prestó suma atención a las palabras de los dialogantes, y a su lado el exiliado duque Ulrico de Württemberg, que gozaba de la amistad de Felipe. En torno a una mesa sentábanse los cuatro interlocutores. El resto del público seria poco más de 50 personas, según testimonio de Brenz, aunque Zwingli asegura que los «árbitros» eran 24 a lo sumo.

 

 

 

No hubo notarios ni se levantaron actas oficiales de aquellos coloquios, pero fueron no pocos los asistentes que después escribieron de memoria cuanto se acordaban de lo sucedido. Y sus testimonios concuerdan en lo sustancial, y muchas veces en lo accidental y hasta en lo literal de las expresiones. La edición Weimar publica paralelamente los tres relatos de Hedio, de un anó­nimo (quizá Rörer) y de Collin; separadamente, el de Osiander, el de Brenz, unas breves rapsodias anónimas y otro aún más breve sumario. Poseemos, además, una carta de Justo Jonas a Reiffenstein sobre lo mismo.

 

 

 

Aquí transcribiremos sencillamente y sin comentarios el relato del zuina guano Rodolfo Collin 12.

 

 

 

Coloquio del día 2 de octubre

 

 

 

A las seis de la mañana, el canciller Feige de Hessen abrió la conferencia con una solemne alocución, exhortando a todos a la unidad en la verdad. Inmediatamente tomó Lutero la palabra volviéndose a la presidencia: «Muy alto príncipe, serenísimo señor: No dudo que con buena intención se ha ins­tituido este coloquio. Yo me resistía, porque harto se ha escrito sobre el asun­to, y no queda nada por decir. Mi sentencia está tomada, y mientras viva no cambiaré de opinión. Mas no he podido negarme a la piadosa voluntad de tan excelente príncipe. Antes de discutir sobre la eucaristía convendría que los adversarios expusiesen su sentir sobre otros capítulos de la doctrina cris­tiana, porque parece que las iglesias de Zurich, de Basilea y de Estrasburgo sostienen opiniones erróneas sobre la Trinidad, la persona de Cristo, el pe­cado original, el purgatorio y la justificación por la fe». Al oír acusaciones tan bruscas y poco irénicas, protestaron vivamente Zwingli y Ecolampadio, ase­gurando que sus escritos daban fe de la verdad de sus doctrinas. Orientóse, pues, la disputa al sacramento de la eucaristía 13.

 

 

 

«LUTERO, antes de comenzar el coloquio, había escrito en su mesa (con tiza) para disputar contra Zwingli y Ecolampadio: Esto es mi cuerpo, con el fin de no permitir le apartasen de estas palabras. Después, en largo discurso, declaró que él disentía de la parte contraria, y disentirá perpetuamente, porque Cristo dijo clarísimamente: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Habrá que probar que este cuerpo no es cuerpo. Adujo las teorías de sus adversarios. Pero él no admite disputa alguna sobre tan claras palabras; rechaza los argumentos de razón o de sentido común. Y, juntamente con los argumentos de la carne, rechaza los argumentos matemáticos, diciendo que Dios está por encima de las matemáticas, y las palabras de Dios hay que adorarlas y cum­plirlas con estupor. Ahora bien, Dios manda: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.

 

 

 

ECOLAMPADIO, respondiendo a los argumentos de Lutero, piensa que hay que estudiar el capítulo 6 de San Juan para poder explicar los otros pasajes. Al texto Esto es mi cuerpo opone este otro: Yo soy la vid verdadera. No se opone al poder de Dios. De la manducación carnal hay que pasar a la espiritual; estima que su opinión no es vana ni impía; se apoya en la fe y en la Escritura.

 

 

 

LUTERO reconoce que hay metáforas (en la Escritura). Un término gené­rico puede admitir sentido metafórico; pero Esto es mi cuerpo es una frase demostrativa. Pregunta cómo la manducación corporal excluye la espiritual. Confiesa que hay Padres de la parte contraria si se admite la interpretación (metafórica).

 

 

 

ECOLAMPADIO: ‘También es demostrativa la frase Yo soy la vid verdadera. De hecho pueden darse figuras (retóricas)’.

 

 

 

LUTERO no niega las figuras; sólo quiere que se pruebe, sin petición de principio, que aquí se habla en sentido figurado. Cuando Cristo dijo: Esto es, hay que admitirlo necesariamente.

 

 

 

ECOLAMPADIO lee el capítulo 6 de San Juan, y demuestra que Cristo trata de la manducación espiritual, excluyendo la corporal; luego no hay mandu­cación del cuerpo.

 

 

 

LUTERO repite la cita de San Juan, y dice: ‘Tu opinión es que por la man­ducación espiritual se excluye la corporal. Los judíos pensaron que tenían que comer a Cristo, igual que el pan y la carne se come en el plato, o como un lechoncillo asado’.

 

 

 

ECOLAMPADIO responde que ese modo de interpretar es grosero. Y sobre ello entablan larga contienda y discusión.

 

 

 

ECOLAMPADIO: ‘Creer que Cristo está en el pan es una opinión, no un artículo de fe. Es peligroso atribuir demasiada importancia a los elementos’.

 

 

 

LUTERO: ‘Levantar una pajuela, por mandato del Señor, es un acto espi­ritual’. Explica largamente el ejemplo de la herradura 14. ‘Cuando Dios habla, los hombrecillos deben escuchar; cuando Dios manda, el mundo debe obede­cer; y todos tenemos que besar su palabra sin vanas curiosidades’.

 

 

 

Tras este debate, dijo Ecolampadio: ‘Teniendo el nutrimento espiritual, ¿qué falta nos hace el corporal?’

 

 

 

LUTERO: ‘Si nos hace falta o no, ahora no me interesa. Pero estando escri­to: Tomad; etc., hay que hacerlo absolutamente y creerlo’. Y repetía muchas veces: ‘Hay que hacerlo. Si me mandase comer fiemo, yo lo comería, en la persuasión de que sería saludable’.

 

 

 

ECOLAMPADIO explica aquel lugar del capítulo 6 de San Juan: La carne no aprovecha para nada. ‘Si la carne comida no aprovecha, sino el espíritu, debemos esperar a saber lo que aprovecha y mirar a la voluntad de Dios’, etc.

 

 

 

Por fin, los dos protestaron que perseveraban en su propio parecer, puesto que ninguno había satisfecho al otro.

 

 

 

ZWINGLI interviene y acusa a Lutero de prejuicios, ya que protesta que no abandonará su opinión... ‘Hay que confrontar unos con otros los textos de la Escritura. Y así, aunque no tengamos la expresión ‘Esto es la figura del cuerpo’, tenemos pruebas de que excluía la manducación corporal; luego en la cena, no nos dio su cuerpo corporalmente’.

 

 

 

Los dos estaban de acuerdo en que lo principal es la manducación espi­ritual.

 

 

 

ZWINGLI, tratando del capítulo 6 de San Juan, insiste en estas palabras: La carne no aprovecha para nada, exceptuando la humanidad de Cristo, que padeció para nuestra salvación. Y, por la lógica de las palabras, demuestra con mucha fuerza que la carne comida no aprovecha para nada... Cuando subiere al cielo, entonces veréis que no se me come corporalmente, realmente, materialmente, etc. El espíritu y la carne son cosas contrarias. Refregándole lo de la interpretación grosera, afirma que Lutero ha dicho algunas cosas bien, otras, puerilmente; por ejemplo: ‘Si Dios mandase comer fiemo’, etc. Porque lo que Dios manda, lo manda para nuestro bien y salvación; Dios ilumina, no difunde tinieblas. Por tanto, no dice: ‘Esto es mi cuerpo esencial­mente, realmente, carnalmente’, porque sería contra la Escritura. Los orácu­los de los demonios son oscuros, no los de Cristo. El alma come espíritu, no carne.

 

 

 

LUTERO: ‘... En nuestro caso, Esto es el cuerpo no puede probarse que sea metafórico. Si Dios me ofreciese una manzana silvestre, yo la comería espiri­tualmente; porque donde está la palabra de Dios, allí hay manducación espi­ritual. Por consiguiente, cuando sobreañadió la manducación corporal, dicien­do: Esto es mi cuerpo, hay que creerlo. Comemos por la fe este cuerpo que se entregó por nosotros. La boca recibe el cuerpo de Cristo, y el alma cree a las palabras, porque come el cuerpo’.

 

 

 

ZWINGLI. ‘Por la Escritura se prueba que lo significado se toma por el signo; como en Ezequiel (5,1), y phase en el Exodo (12,27). Por tanto, si en los textos dudosos de la Escritura hace falta una confrontación, hemos de ate­nernos a los lugares semejantes’.  Acusa a Lutero de retoricar y de traer argu­mentos ficticios al decir: ‘Si Dios manda esto o lo otro’, pues bien sabemos que Dios no manda esas cosas. ‘Usáis de la palabra en sentido equívoco. Las palabras nos dan entender la voluntad de Dios. Dios no nos propone cosas incomprensibles. Que Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre, no es cosa desconocida a los fieles. Ejemplo tenemos en María, que interroga: ¿Cómo puede acontecer eso? Y, una vez asegurada, cree. Y en el capítulo 6 de San Juan, los discípulos dudaron de la manducación carnal, por lo que Cristo les declaró la espiritual. Que la palabra de Dios sea una manducación, no lo niego; pero la palabra creída’.

 

 

 

LUTERO: ‘Los textos de Ezequiel y sobre la phase son alegorías, cavilacio­nes sutiles sin significación alguna. En cuanto a la palabra cuerpo, no decimos que depende de nuestro modo de expresarnos, sino de la institución de Cristo. No son nuestras las palabras, sino de Cristo: Haced, etc. Por esta palabra, Cristo hace que la mano del sacerdote sea la suya. La boca no es mía, la lengua no es mía, es de Cristo, aunque yo sea un pícaro o un bribón. Lo mismo su­cede en el bautismo. Símil: Cuando el príncipe derrota y pone en fuga al enemigo, todas las manos (de los soldados) se dicen manos del príncipe. Si dijeres a un monte, etc., se hará (Mt 17,20). No disputo ahora si el est equivale al significat; me basta que Cristo diga: Esto es mi cuerpo. Contra esto no puede ni el demonio. Lo que yo quiero es no doblegar las palabras a mi arbitrio, sino al arbitrio y mandato del Señor. El alma come también la cosa corporal, porque el cuerpo está corporalmente en la palabra. Si interrogo, pierdo la fe. Yo me vuelvo loco. ¿Por qué no entendéis también metafóricamente lo de Subió a los cielos, etc.? Creed, pues, a las puras palabras y dad gloria a Dios’.

 

 

 

ZWINGLI ‘También nosotros rogamos que deis gloria a Dios y dejéis la petición de principio. Vuestra tesis, ¿cómo la probáis? No dejaré sin examen y tan superficialmente tratado ese lugar evangélico. Tendréis que cantarme en otro tono’.

 

 

 

LUTERO: ‘Hablas de una manera odiosa (invidiose)’.

 

 

 

ZWINGLI le pregunta si cree que Cristo en el capítulo 6 de San Juan quiso curar a los ignorantes.

 

 

 

LUTERO: ‘Queréis imponeros alborotadamente. Duro de oír es tal lenguaje (Jn 6.60), decían los judíos teniéndolo por imposible y absurdo’.

 

 

 

ZWINGLI: ‘No, no; este texto de San Juan os retuerce el pescuezo’.

 

 

 

LUTERO: ‘No os ensoberbezcáis tanto; estáis en Hessen y no en Suiza. Aquí el pescuezo no se retuerce así’. Y siguió lanzando otras calumnias y alborotando muchísimo 15.

 

 

 

ZWINGLI se excusó, diciendo que esa frase es un idiotismo de su país y que son diversas las formas de expresarse.

 

 

 

El príncipe (Felipe de Hessen), con un gesto y unas palabras, dio por buena li excusa»

 

 

 

Sesión de la tarde. Era ya el mediodía cuando se interrumpió la sesión para ir a comer.

 

 

 

A las dos de la tarde (hora secunda) se hallaban de nuevo en la sala del castillo sentados en torno a la mesa. Prosigue la narración de Collin:

 

 

 

«ZWINGLI empezó citando las apostillas de Lutero, en las cuales había escrito que Cristo había dicho de sí: La carne no aprovecha para nada. Y tam­bién las palabras de Melanthon a este propósito: que el cuerpo sea comida corporalmente, es un discurso mal fundado; lo que decían los antiguos, que el cuerpo de Cristo alimenta el alma, yo lo entiendo de la resurrección.

 

 

 

LUTERO: ‘No me interesa lo que hemos escrito. Pero probad que Esto es mi cuerpo no se refiere al cuerpo. El cuerpo (de Cristo) alimenta al cuerpo del hombre para la eternidad. Cuando la boca recibe el cuerpo (de Cristo), adquiere una cierta inmortalidad, pues la palabra, por voluntad de Dios, infunde virtud. Dios dice: Tomad, haced, y se hace. Lo dijo y se hizo. Nuestro decir es muy diferente del mandato de Dios. Si San Pedro estuviese presente, no sabríamos lo que creía. Dios no funda el sacramento en nuestra santidad, sino en su palabra. Por malo que sea un sacerdote, realiza el sacramento’.

 

 

 

ZWINGLI: ‘Es absurdo que los impíos hagan una cosa sacra’.

 

 

 

LUTERO: ‘Dé ningún modo es absurdo, porque aun el malo bautiza. En la palabra de Dios administran los impíos, porque se sientan en la cátedra de Moisés, etc. Dice San Agustín, contra los donatistas, que no sólo a los probos y piadosos se debe confiar el ministerio, porque lo que nosotros hacemos se funda en la palabra de Dios’.

 

 

 

ZWINGLI: ‘Una cosa es cuando se hace según enseñan los fariseos, y otra cuando se hace según la palabra de Cristo. El ministerio de predicar es mayor que el ministerio de bautizar. Y al ministerio de predicar pertenecen estas pa­labras: Esto es mi cuerpo’.

 

 

 

ECOLAMPADIO resume el capítulo 6 de San Juan y aduce el pasaje de Nico­demus (Jn 3,1) con una explicación.

 

 

 

LUTERO: `La fe se refiere a este cuerpo presente, y también al que está en el cielo’.

 

 

 

ECOLAMPADIO: ‘Siempre Lutero vuelve a lo mismo, como si nosotros retu­viésemos el pan sin la palabra de Dios. La Iglesia está fundada sobre esto: Tú eres Hijo de Dios, no sobre Esto es mi cuerpo’.

 

 

 

LUTERO: ‘Con dificultad lo acepto. A mí me basta Esto es mi cuerpo. Con­fieso que el cuerpo está en el cielo, y confieso que también está en el sacramento; si es o no contra la naturaleza, no me interesa, con tal que no sea contra la fe’.

 

 

 

ECOLAMPADIO: ‘Se hizo semejante a nosotros en todo. Como es semejante al Padre en la divinidad, lo es a nosotros en la humanidad’.

 

 

 

LUTERO: ‘Donec veniat, etc. Vosotros distinguís entre la humanidad y la, divinidad; yo no me preocupo de eso. A los pobres siempre tendréis con vosotros, a mí no (Mt 26,11). Muy bueno es el argumento que hoy trajisteis: sustancial­mente, como nació de la Virgen, así está en el sacramento. Es preciso acudir a la analogía de la fe por la definición de la fe según el capítulo 11 de la carta a los Hebreos’.

 

 

 

ECOLAMPADIO: ‘Nosotros no reconocemos a Cristo según la carne’.

 

 

 

PELIPE (MELANTHON): ‘Es decir, según nuestra carne’.

 

 

 

ECOLAMPADIO: ‘Vosotros nos queréis quitar la metáfora, y, en cambio, em­pleáis la sinécdoque, contra la interpretación de los católicos’.

 

 

 

LUTERO: ‘Eso se lo dejamos a Dios. Sinécdoque es decir ‘espada’ por ‘vaina’, o `jarro’ por ‘cerveza’. La frase Esto es mi cuerpo es frase inclusiva, porque el cuerpo está en el pan, como la espada en la vaina. Esta figura retórica la exige el texto; pero la metáfora suprime totalmente la realidad, como cuando decís: el cuerpo, esto es, la figura del cuerpo. Ejemplo: Aquel sobre quien veáis la pa­loma; y en la paloma estaba el Espíritu Santo’.

 

 

 

ECOLAMPADIO, muy hábilmente, se valió del mismo ejemplo de la paloma en favor de su opinión.

 

 

 

ZWINGLI: ‘Dios envió a su Hijo en semejanza de carne sujeta al pecado (Rom 8,3). Se anonadó a sí mismo y en la figura externa (schémati), etc. (Flp 2,7). Asemejado a sus hermanos (Heb 2,17). Luego su humanidad es limitada. Si el cuerpo está allá arriba, no está más que en un solo lugar’. Y cita a Agustín, Fulgencio y otros. Conclusión: el cuerpo de Cristo está en un solo lugar, luego no puede estar en muchos sitios’.

 

 

 

LUTERO, al repetir el argumento, en vez de schémati eurezeis, dijo héxeis. `¿Semejante en todo? Luego tendría mujer y ojos negros. En cuanto a que esté en un lugar, ya os dije antes y os lo intimo: no quiero nada de matemáticas; lo repito otra vez. No nos cuidemos de si está en la cena como en un lugar’.

 

 

 

ZWINGLI aduce el texto griego de San Pablo.

 

 

 

LUTERO: ‘¡Habla en latín o en alemán, no en griego!’ (Leset teusch oder latein, nit griechisch).

 

 

 

ZWINGLI se excusa en latín, diciendo que lleva doce años usando el códice griego 16’’. Prosiguiendo, afirma: ‘Luego Cristo es limitado, como nosotros so­mos limitados’.

 

 

 

LUTERO: ‘Concedo. Es como la nuez y la corteza. Lo mismo se diga del cuerpo de Cristo. Dios puede hacer que no esté en un lugar y también que esté’. Hubo largo debate sobre el predicamento de lugar. Y como Lutero concediese que es limitado el cuerpo de Cristo, argüía Zwingli: ‘Luego en un solo lugar; por lo tanto, si está en los cielos, no está en el pan’. Lutero no quería oír hablar de lugar ni de ubicación, y repetía: ‘No quiero tratar de esto, no quiero’.

 

 

 

ZWINGLI: ‘Entonces, ¿tenemos que hacer solamente lo que vos queráis?’

 

 

 

Era ya casi la hora de la cena y se interrumpió el debate».

 

 

 

Coloquio del día 3, domingo

 

 

 

Podemos decir que la lucha cuerpo a cuerpo de los dos corifeos el día pre­cedente había sido fatigadora y casi extenuante, de tal forma que una vez Lu­tero, residido de la disputa, dejó la palabra a Melanthon, y otra vez hizo otro tanto Zwingli con Ecolampadio. En la mañanita del domingo ya estaban de nuevo afilando sus aceros en la sala del castillo con la misma presidencia y el mismo público de personas doctas. Sin ninguna frase introductoria, prosigue el zuingliano Collin su relato:

 

 

 

ZWINGLI: ‘El cuerpo de Cristo es limitado, luego está en un determinado lugar’.

 

LUTERO: ‘No está en lugar cuando está en el sacramento; puede estar y también no estar en determinado lugar. Dios puede poner mi cuerpo en tal manera que no esté en lugar. Los sofistas afirman que un cuerpo puede estar en diver­sos lugares, lo cual yo no lo repruebo. Ejemplo: el mundo es cuerpo, y, sin embargo, no está en un lugar’.

 

 

 

ZWINGLI: ‘Arguyes del poder al ser. Prueba que el cuerpo de Cristo puede estar a la vez en diversos lugares’.

 

 

 

LUTERO: ‘Este es mi cuerpo’.

 

 

 

ZWINGLI lee un texto de Fulgencio según el cual Cristo está en un solo lugar, y objeta a Lutero el haber escrito: ‘Allí está el cuerpo entero de Cristo’. Y también: ‘Si la divinidad no hubiese padecido en Cristo, no sería ése mi Cristo’.

 

 

 

LUTERO: ‘Fulgencio no habla de la cena, sino contra los maniqueos’. Y cita un texto de Fulgencio sobre la cena del Señor donde se hace mención de la oblación.

 

 

 

ZWINGLI: ‘Offertur quiere decir que se celebra la memoria de la oblación’.

 

 

 

LUTERO en este momento puso en duda el sacrificio a fin de no renunciar a su opinión; pero, reconvenido por Zwingli, revocó lo dicho. Y como de nuevo quisiese demostrar, por las palabras Esto es mi cuerpo, que el cuerpo de Cristo está en muchos lugares, Zwingli lo envolvió 17. Lutero retractó lo que había dicho: ‘Que Dios quiera estar en un lugar o no estar, dejémoslo a El; a mí me basta Esto es mi cuerpo’.

 

 

 

ZWINGLI: ‘Incurres en petición de principio; así un porfiador podría sos­tener que Juan era hijo de María, pues Cristo dijo: He ahí a tu hijo, inculcan­do sin cesar: Cristo dijo: He ahí a tu hijo, he ahí a tu hijo’.

 

 

 

LUTERO: ‘No hay petición de principio, porque no se prueba un artículo de fe por el mismo artículo’.

 

 

 

ZWINGLI: ‘Hay que confrontar los textos de la Escritura y discutirlos. Decidme si el cuerpo de Cristo está en un lugar’.

 

 

 

BRENZ: ‘Está sin lugar’.

 

 

 

ZWINGLI: ‘Dice Agustín que tiene que estar en un solo lugar’.

 

 

 

LUTERO: ‘Agustín no habla de la cena’. Por fin concede Lutero que no está en el sacramento como en lugar.

 

 

 

ECOLAMPADIO arguye de ahí, diciendo: ‘Luego no está corporalmente (leyblich) con verdadero cuerpo’».

 

 

 

(Interrumpióse la discusión a la hora de mediodía y reanudóse poco des­pués de la comida.)

 

 

ECOLAMPADIO tomó de nuevo la palabra para decir que, habiendo con­venido en que el cuerpo de Cristo no está en el sacramento como en lugar propone pacíficamente esta pregunta: ¿Cómo está allí el cuerpo? Lee textos de Agustín y de Fulgencio.

 

 

 

 

 

 

 

LUTERO: ‘Tenéis en vuestro favor a Agustín y a Fulgencio, pero los de­más Padres están de nuestra parte’.

 

 

 

 

 

 

 

ECOLAMPADIO pide que sean presentados los Padres de esa opinión, mas no lo recaba.

 

 

 

 

 

 

 

LUTERO admite que el sacramento es signo de una cosa sagrada; concede que hay símbolos santos que significan alguna otra cosa distinta y la represen­tan a los ojos del entendimiento. Está de acuerdo en lo de signos naturales y signos instituidos por Dios. Pero rechaza las palabras citadas de Agustín, porque las escribió en su juventud y porque se trata de un escritor antiguo y oscuro 18. Y con esto concluye.

 

 

 

 

 

 

 

ECOLAMPADIO dice que, si él cita a los Padres, es para que no se piense que es nueva la sentencia por él defendida. Y también da por acabado su discurso. Lo mismo hizo Zwingli. Bucer y Zwingli recitaron su profesión de fe» 19.

 

 

 

 

 

 

 

Fin del coloquio

 

 

 

 

 

 

 

Creía Felipe de Hessen que aquellos coloquios se alargarían por lo menos una semana, pero se vio que al tercer día el tema estaba agotado; ninguno de los contrincantes tenía nada nuevo que decir y era cosa demasiado evidente que los ánimos de todos se mantenían rígidos e inflexibles, sin dar un paso atrás y sin esforzarse lo mas mínimo por comprender los argumentos del adversario.

 

 

 

 

 

 

 

Lutero se mostró en esta ocasión, como siempre, firme, firmísimo en sus convicciones; tenazmente agrapado, como una lapa, a la frase que había es­crito con tiza sobre la mesa: Esto es mi cuerpo; seguro de sí mismo y con una fe, inquebrantable, absolutamente inalterable, herméticamente cerrada a cual­quier duda o vacilación, sin dejarse conmover por los más vigorosos argumen­tos contrarios aunque le acusasen de ir contra la razón y contra la naturaleza. Ante la ciencia y la lógica del reformador suizo, reaccionaba el de Wittenberg con la misma violencia y obstinación que ante los teólogos papistas. Solo él estaba con la palabra de Dios. Y, sin embargo, su posición de equilibrista en­tre católicos y zuinglianos revela gran inconsecuencia lógica. Quiere admitir literalmente las palabras de Cristo: Esto es mi cuerpo. Y luego les da esta in­terpretación arbitraria: «Esto es pan con mi cuerpo».

 

 

 

 

 

 

 

En la relación de Rodolfo Collin, que hemos copiado literalmente, se trasluce un Lutero prevenido y aun irritado contra Zwingli. En cambio, en la información que nos ha transmitido el luterano Juan Brenz leemos que «todo pasó humanísimamente y con suma mansedumbre; sólo Ecolampadio, a quien todos creíamos más suave, se mostró a ratos un poco impertinente, aunque sin contumelia. Y Zwingli achacaba la aspereza de su lenguaje al país donde nació» 20.

 

 

 

 

 

 

 

Otro luterano, Justo Jonas, nos ha transmitido sus impresiones en esta, forma:

 

 

 

 

 

 

 

«Hoy (4. de octubre), lunes, el príncipe, por medio de sus consejeros y eruditos, todavía anda buscando alguna vía de sincretismo. Pero sobre el asunto del sacramento no habrá composición amistosa, no se llegará a la concordia... En Zwingli hay un quid agreste y ciertos humillos de arrogancia; en Ecolampadio, maravillosa bondad natural y clemencia; en Hedio, no me­nor humanidad y afabilidad de temperamento; en Bucer, astucia vulpina revestida de ingeniosidad y de prudencia. Todos son doctos sin duda alguna, y, comparados con ellos, los papistas no merecen el nombre de adversarios. Zwingli, aunque sin propensión natural a las musas ni a la sabiduría, parece versado en las letras» 21.

 

 

 

 

 

 

 

Según refiere Hedio, al fin de los coloquios Zwingli rogó a Lutero que le perdonase la aspereza de las palabras, asegurándole que siempre había de­seado su amistad y aun ahora la solicitaba. Contestóle Lutero: «Pedid a Dios el arrepentimiento o la enmienda» (ut resipiscatis). Intervino Ecolampadio: «Pedidlo también vosotros, que no lo necesitáis menos» 22.

 

 

 

 

 

 

 

En el banquete que el día 4 de octubre ofreció el príncipe a varios teó­logos, como Lutero, Melanthon, Osiander, Jonas, Brenz, Myconius, con el prefecto de Isenach y el mismo Hedio, que refiere el hecho, Lutero bendijo los alimentos; y al rezar el padrenuestro, después de las palabras Santificado sea tu nombre, añadió: «Y condenado sea nuestro nombre por mil diablos». A los postres, Melanthon disertó sobre Platón y los filósofos; Lutero, muy risueño, habló de puerorum simplicitate 23.

 

 

 

 

 

 

 

El landgrave exhortó a todos a la unanimidad y concordia y a mantenerse externamente unidos, aunque bien veía que el abismo entre ambas posicio­nes era insalvable. Al día siguiente montó a caballo y partió de Marburg. Lo mismo hizo Lutero por la tarde con los suyos, no sin antes redactar unos ar­tículos, en los que, para disimular el rotundo fracaso del coloquio, se subra­yaban los puntos de concordancia de los dos partidos.

 

 

 

 

 

 

 

Los 15 artículos de Marburg

 

 

 

 

 

 

 

Como fruto de aquellas conferencias teológicas, pareció conveniente for­mular una serie de artículos dogmáticos que señalasen las tesis comunes a todos los allí reunidos, y también sus divergencias. El autor que redactó ra­pidísimamente los 15 artículos de Marburg el 3-4 de octubre fue Lutero, sin hacerse mucha ilusión de que serían aceptados por los zuinglianos. Más bien temía lo contrario; pero se engañó, pues Zwingli condescendió cuanto le fue posible.

 

 

 

 

 

 

 

El primer artículo se refiere a la Santísima Trinidad. El segundo, a nues­tro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, concebido sin obra de varón en las entrañas de la pura virgen María. El tercero, a la pasión y muerte de Jesucristo. El cuarto, al pecado original; los tres siguientes, a la justificación por la fe sin obras; el octavo, a la palabra de Dios; el nono, al bautismo; el décimo, a las buenas obras; el undécimo, a la confesión oral; el duodécimo, a la autoridad civil; el decimotercero, a las tradiciones y ordena­ciones humanas, que se pueden guardar si no van contra la palabra de Dios. El penúltimo recomienda el bautismo de los niños, y el último, el más can­dente, se expresa en esta forma: «Del sacramento del cuerpo y sangre de Cristo. Art. 15. Creemos y sostenemos todos, a propósito de la cena de nuestro buen Señor Jesucristo, que se deben tomar las dos especies, según la institución del mismo Cristo; que la misa no es una obra por la cual puede uno adquirir para otro, vivo o muerto, la gracia; que el sacramento del altar es el sacramen­to del verdadero cuerpo y sangre de Jesucristo y que la gustación espiritual (die geistliche Niessung) del mismo cuerpo y sangre le es a todo cristiano su­mamente necesario; ítem, que el sacramento y la palabra han sido dados y prescritos por Dios omnipotente para excitar la fe en las conciencias débiles por medio del Espíritu Santo. Y aunque nosotros todavía no nos hemos puesto de acuerdo sobre si el verdadero cuerpo y sangre de Cristo esté o no corporalmente en el pan y vino, sin embargo los de un partido darán muestras a los del otro de caridad cristiana en la medida que la conciencia les permitirá, y cada partido rogará instantemente a Dios todopoderoso que El nos confir­me por su Santo Espíritu en la inteligencia de la verdad. Amén.-(Siguen las firmas) Martín Lutero. -Justo Jotas. -Felipe Melanthon. -Andrés Osiander. -Juan Brentz. -Esteban Agrícola. -Juan Ecolampadio. -Ulrico Zwin­gli. -Martín Bucer. -Gaspar Hedio» 24

 

 

 

 

 

 

 

No hay que ilusionarse pensando que estaban perfectamente concordes ni siquiera en los 14 primeros artículos, pues cada una de las partes inter­pretaba las palabras y las frases conforme a su propia mentalidad. «Tenéis un espíritu distinto del nuestro», les reprochaba Lutero. Por eso las discre­pancias y las discusiones perdurarán en lo sucesivo.

 

 

 

 

 

 

 

Últimas impresiones

 

 

 

 

 

 

 

Si en las cartas de aquellos días buscamos la impresión que de los colo­quios sacaron los contrincantes, encontraremos que Lutero volvió de Mar­burg como un triunfador que ha dejado postrados en el campo a sus despre­ciables adversarios; y veremos que los mismos sentimientos de imperator victorioso animaban a Zwingli.

 

 

 

 

 

 

 

Así escribe el reformador suizo a su compatriota y amigo Joaquín Vadian (von Natt) el 20 de octubre, dándole cuenta del coloquio y afirmando que Lutero profirió «algunas cosas frívolas... y otras muchísimas incoherentes, absurdas y necias... Los cortesanos de Hessen casi todos abandonan a Lute­ro... La verdad triunfó tan manifiestamente, que si alguna vez ha sido un hombre vencido, ése es Lutero, impudente, contumaz, abiertamente derrotado..., aunque él entre tanto se proclamase invicto» 25.

 

 

 

 

 

 

 

Óigase ahora la voz del Dr. Martín. Escribiendo a Catalina, su mujer, desde Marburg, le participa que el landgrave hoy mismo (4 de octubre) se está esforzando por que todos permanezcamos unidos y nos tratemos como hermanos y miembros de Cristo; «pero nosotros no los queremos como tales, aunque sí los trataremos con paz y buena voluntad. Dile al Pomerano que los mejores argumentos han sido el de Zwingli: corpus non potest esse sine loco, ergo Christi corpus non est in pane; y el de Ecolampadio: Sacramentum est signum corporis Christi. Yo creo que Dios los ha cegado, pues no han sabido presentar otra cosa» 26.

 

 

 

 

 

 

 

Y el 12 de octubre, desde Jena a Juan Agrícola: «En suma, estos hombres son ineptos e inhábiles para disputar. Aunque veían que sus argumentos no concluían, se empeñaban en no ceder en lo de la presencia del cuerpo de Cristo…; en los demás puntos, sí cedieron. Al fin nos suplicaron que por lo menos los reconociésemos como hermanos, y esto lo urgía mucho el príncipe; mas no pudimos hacerles tal concesión; les dimos, sin embargo, las manos en señal de paz y de caridad» 27.

 

 

 

 

 

 

 

El 28 de octubre escribió a Link en tonos exultantes. No es extraño que su actitud de intransigencia y superioridad avivase más y más la hostilidad de los zuinglianos: «Los sacramentarios -confesaba más tarde-, después de nuestro sínodo de Marburg, arden contra nosotros en un odio más acerbo que nunca» 28.

 

 

 

 

 

 

 

El 5 de octubre partió de Marburg para encontrarse con el elector de Sa­jonia en Schleiz. Iba contento y satisfecho; pero, al llegar a Torgau -según refiere Melanthon-, la noticia de que un inmenso ejército de turcos ponía cerco a Viena lo dejó consternado 29.

 

 

 

 

 

 

 

Su estado de ánimo se refleja en una carta que «con mano cansada y tem­blorosa» escribe el 19 de octubre, poco después de llegar a Wittenberg: «Todo el día de ayer me sentí atormentado por la tristeza... Me persigue el ángel de Satanás, con la cooperación quizá del furor de los turcos, que están a nuestras puertas para castigar con vara de hierro aquellas horribles blasfe­mias de los impíos, que se oponen a la palabra (de Dios), y juntamente la ingratitud intolerable de la plebe en todas partes. Cristo se apiade de nosotros» 30.

 

 

 

 

 

 

 

Una semana después: «Yo estoy luchando con agonías de muerte contra los turcos y contra su dios» 31.

 

 

 

 

 

 

 

Más explícito el 28 de octubre, escribiendo a Link: «A duras penas pude llegar a casa; tanto me atribulaba el ángel de Satanás, que perdí la esperanza de volver a ver a los míos vivo y salvo. Pero Cristo vence a estas potestades del aire; por eso tú ruega por mí más instantemente. Por ventura, en esta ago­nía tengo que luchar también con el mismo turco en persona, o con su dios, que es el diablo»32

 

 

 

 

 

 

 

Y en otra carta:

 

 

 

 

 

 

 

«Austria ha sido devastada; Viena no ha caído por milagro del cielo, pero su desolación es irreparable; todas las aldeas vecinas han sido quemadas, más de 100.000 hombres muertos o prisioneros. Lo mismo en Hungría. A es­tos males se agrega que el César Carlos amenaza y determina encruelecerse contra nosotros con mayor atrocidad que el turco. Así tenemos por enemigos al emperador de Oriente y al de Occidente... Esta es la hora de Cristo débil y agonizante... Los de mi casa están bien. Pero yo, pecador, soy sujeto y objeto del furor de los demonios, que sin cesar me tienden asechanzas y en­gaños» 33.

 

 

 

 

 

 

 

Por fuera rugía la tempestad de los turcos, por dentro se le ennegrecían terriblemente las imaginaciones y los pensamientos con dudas, inquietudes, angustias. ¿Llegó a perder la fe en sí mismo, en su propia misión, en la ver­dad de su doctrina? En 1531 dirá que una de las más graves tentaciones es «cuando la conciencia dice: ¿Eres tú el único que posees la verdadera palabra e le Dios, y los demás no la tienen?» 34

 

 

 

 

 

 

 

«Muchas veces me dijo Satán: ‘¿Y si tus dogmas contra el papa, la misa, el monacato, etc., fuesen falsos?’» 35 Estos pensamientos -dice-me hacían trasudar. Se le renovaban ahora las congojosas turbaciones que había expe­rimentado ocho años antes en la soledad de Wartburg. Pero ahora no estaba solo. «Mi Catalina está fuerte en la fe» 36.

 

 

 

 

 

 

 

El mejor remedio para desechar tétricos pensamientos era el zambullirse animosamente en sus tareas de profesor universitario, de predicador evangé­lico y de escritor. Así lo hizo, reanudando en su cátedra las lecciones sobre Isaías, prosiguiendo activamente la traducción del Antiguo Testamento al alemán y subiendo a los púlpitos de la colegiata y de la parroquia para instruir al pueblo. Un sermón importante fue el que predicó a fines de octubre, dando un grito de alarma y de guerra para despertar a sus «siempre amodo­rrados alemanes» y lanzarlos a la guerra contra los turcos, devastadores inicuos del Occidente, que son el Gog y Magog anunciados por el profeta Eze­quiel y por el Apocalipsis. ¿No eran signos -juntamente con la acción ma­léfica del anticristo romano- del inminente fin del mundo? 37 Así lo había pronosticado Fr. Juan Hilten (+ 1500), cuyos vaticinios leía curiosamente por aquellos días.

 

 

 


 
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[1] «Der Landgraf... ein unruhig junger Fürst ist» (Briefw. V 76-77).

 

 

 

[2] Zwinglis sämmtliche Werke X 108-109. La ciudad de Zurich estaba unida por un «pacto de garantía cristiana» con Constanza desde 1527, pacto que luego se extendió a Berna, Biel, Sankt-Galen, Basilea y Mühlhausen. Por la parte contraria, también se unieron los católicos suizos de Lucerna, Uri, Unterwalden, Schwitz y Zug bajo la égida protectora de Fernando de Austria.

 

 

 

[3] El 1 de mayo: «Volens ac libens adero... Proinde locum ac tempus indica» (Sämmtliche Werke X 117).

 

 

 

[4] Ibid, X 185-187. El mismo día 1 de julio escribía a Lutero y Melanthon.

 

 

 

[5] [Los que negaban la presencia real de Cristo en la Eucaristía, n.d.r.]

 

 

 

[6] Briefw. V 125; carta a Brissmann, 30 de julio.

 

 

 

[7] Briefw. V 141; carta a Brenz, 29 de agosto. El «Macedón» es una ingeniosa alusión a Filipo de Macedonia.

 

 

 

[8] M. LENZ, Zwingli und Landgraf Philipp: ZfKG 3 (1879) 22-62.220-74.429-63.

 

 

 

[9] El 2 de octubre por la tarde llegaron el Dr. Esteban Agrícola, de Augsburgo; Juan Brenz, de Hall, y Andrés Osiander, de Nuremberg (Osianders Bericht: WA 30,3 p.144). «Confluxerunt plerique alii ex Rhenanis partibus, e Colonia, Argentina, Basilea, Helvetiis, sed non sunt admissi ad colloquium. Fiebat enim hoc in superiore hypocausto ad cubiculum principis» (carta de J. Jo­nas, 4 de octubre, en SECKENDORF, Commentarius hist. et apol. de Lutheranismo II 140). Karlstadt, que vagaba predicando por la Frisia oriental, pidió humildemente al landgrave «ut huic quoque anseri vel corvo potius inter olores in illo conventu daretur locus», pero los cisnes no quisieron oír el crocitar del cuervo (Der Briefwechsel des J. Jonas, I 130)

 

 

 

 

 

[10] CR 1,1099-1102.

 

 

 

[11] Lutero dirá en sus Charlas de sobremesa: «Cuando estábamos en Marburg, él hablaba siempre en griego. Una vez, en su ausencia, dije yo: ‘¡Cómo no tiene vergüenza de hablar en grie­go hallándose presentes tantos doctores helenistas, como Ecolampadio, Felipe (Melanthon) y Erenz, que también lo hablan, y mejor que él´!» (Tischr. 5005 IV 609). El mal recuerdo de Zwin­gli lo conservó toda su vida: «Zwinglius fuit quidem ens, sed nec verum nec bonum (Tischr. 322 I 133). Y recordando su muerte en la batalla de Kappel: «Zwinglius ist gestorben wie ein Mor­der, quia voluit alios adigere ad suos errores» (Tischr. 1793 II 216).

 

 

 

[12] WA 30,3 p.110-43. La carta de Jonas (4 de octubre) puede leerse en SECKENDORF, Commen­tarius II 139-40 y en CR 1,1094-97. Teniendo en cuenta estas fuentes, ha reconstruido el coloquio W. KOEHLER, Das Marburger Religionsgespräch 1529. Versuche einer Rekonstruktion (Leipzig 1929). Véase del mismo Zwingli und Luther. Ihr Streit über das Abendmahl nach seinen politischen und religiösen Beziehungen, 2 vols. (Leipzig 1914).

 

 

 

[13] Hasta aquí un resumen de los relatos de Hedio y del Anónimo. Lo que sigue es todo textualmente de Collin.

 

 

 

[14] En el relato de Hedio se dice; «Simile de principe iubente equum beschlagen, humile est ein Huffeisen»; pero si lo manda el príncipe… (p 115).

 

 

 

[15] Nótese que es un zuingliano el que escribe. Y añade: «Et tamen simili phrasi usus est Lutherus in libro Contra caelestes prophetas inquiens: Lass uns dem Schalck an die Gorgel, Ca­rolstadium, innuens » (WA 30,3 p. 123)

 

 

 

[16] Hedio añade: “Et semel tantum legerit Testamentum Latinum” (ibid., 136).

 

 

 

[17] «Zuinglius eum cepit. Lutherus revocavit dictum» (¡bid., 140). Nótese otra vez que es un zuiugliano el que así juzga. No dicen tal cosa los otros testigos.

 

 

 

[18] No es creíble que el ex agustino Fr. Martín llame a San Agustín «obscurus et antiquus scriptor» (p.143). Más comprensibles parecen estas palabras si se refieren a San Fulgencio, nom­bre omitido aquí por Collin quizá inadvertidamente.

 

 

 

[19] «Bucerus protestatur et Zuinglius» (¡bid.). Más expresamente lo dice Brenz: «Ibi tum sugens Bucerus recitat compendium doctrinae ecclesiastarum Argentinensium. Dixerat enim Lutherus in principio colloquii multos Argentinae errores» (WA 30,3 p. 155)

 

 

 

[20] Bericht des Brenz: WA 30,3 p.152.

 

 

 

[21] «In Zuinglio agreste quoddam est et arrogantulum... Zuinglius iratis Musis et invita Minerva videtur versatus in litteris» (SECKENDORF II 140).

 

 

 

[22] WA 30,3 p. 144.

 

 

 

[23] C. Hedio, Itinerarium ab Argentina Marpurgum super negotio Eucharistico: ZKG 4 (1880) 416-36 (p. 436)

 

 

 

[24] WA 30,3 p.160-71. Para redactar estos 15 artículos de Marburg, Lutero tuvo ante los ojos 17 artículos compuestos (en Torgau, agosto-septiembre de aquel año) por varias personas doctas de Wittenberg. Esos artículos de Torgau pueden decirse «la primera confesión de fe luterana», y se conocen como «los 17 artículos de Schwabach», porque fueron presentados en esta ciudad el 16 de octubre de 1529 por los delegados de los príncipes luteranos Juan de Sajonia y Jorge de Brandeburgo-Ansbach con la intención de que Hessen y las ciudades de la Alemania del sur los admitiesen, separándose así de Zwingli; pero fracasó la tentativa, porque las ciudades de Ulm y de Estrasburgo, de tendencia zuingliana, se negaron a aceptarlos. Texto en WA 30,3 p.86-91 con bibliografía.

 

 

 

[25] Zwinglis sämtliche Werke X 317.

 

 

 

[26] Briefw. V 154.

 

 

 

[27] Briefw. V 160. En carta a Probst (1 de junio de 1530) dirá: «Sacramentarii... sunt... non solum mendaces, sed et ipsum mendacium... Cum victi essent in coena Dominica, noluerunt revocare hunc articulum... Et qui non vincerentur, cum Zwingli unum et totum argumentum fuerit, corpus non posse esse sine loco et dimensione? Cui ego ex philosophia opposui ipsum coe­lum naturaliter esse sine loco... Summo studio et contentione egerunt, ut viderentur nobiscum con­cordes, ita ut hanc vocem nunquam ex me possent ferre: Vos habetis alium Spiritum quam nos» (Briefw. V 340).

 

 

 

[28] Carta a Hausmann, febrero de 1530: Briefw. V 237.

 

 

 

[29] «In itinere bono animo fuit Lutherus, donec ventum est Torgam. lbi cognovimus Viennam a Turcis oppugnari... Ea re valde omnes consternati sunt» (carta del 10 de octubre: Corpus Re­form. I 1108).

 

 

 

[30] Y termina: «Nunc trementibus et lassis digitis plura non potui» (Briefw. V 163-64).

 

 

 

[31] Briefw. V 167.

 

 

 

[32] Briefw. V 170.

 

 

 

[33] Briefw. V 175-76.

 

 

 

[34] «Cor dicit: Tune solus es, qui vis verum Dei verbum habere, et alii omnes non habent?» Tischr. 130 I 53-54).

 

 

 

[35] Tischr. 2372 II 436.

 

 

 

[36] «Mea Ketha adhuc fortis est fide et sana corpore» (Briefw. IV 276).

 

 

 

 

 

[37] Heerpredigt wider die Turcken: WA 30,2 p.160-97.

 

 

 

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