Mito 1: Una persona puede comprar su salida del infierno mediante indulgencias.
Este es un error habitual, del cual se aprovechan muchos comentaristas anticatólicos, apoyándose en la ignorancia tanto de los católicos como de los no católicos. Pero el cargo no tiene fundamento. Como las indulgencias sólo remiten penas temporales, no pueden remitir la pena eterna del infierno. Una vez que alguien está en el infierno, ninguna cantidad de indulgencias cambiará jamás ese hecho. La única manera de evitar el infierno es apelando a la misericordia eterna de Dios mientras todavía estamos en vida. Luego de la muerte, el destino eterno queda fijado. (Hebreos 9, 27).
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Introducción
Seguramente usted ha oído decir muchas veces: "Los católicos solían creer en las indulgencias, pero actualmente ya no creen en ellas." Esta afirmación se oye de labios de muchos católicos, incluso de algunos sacerdotes. Se dice con cierta incomodidad y como deseando cerrar un capítulo de la historia de la Iglesia, con el cual muchos católicos se sienten incómodos.
Los que alegan que las indulgencias ya no son parte de la enseñanza de la Iglesia tienen el admirable deseo de distanciarse de los abusos que ocurrieron alrededor de la época de la Reforma Protestante. También desean remover obstáculos que impiden a los no católicos tener una visión positiva de la Iglesia. Pese a lo admirable que puedan ser estos motivos, la afirmación de que las indulgencias no forman parte de la enseñanza actual de la Iglesia, es falsa.
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Estructura del artículo:
I. CAUSAS DE LA REFORMA
II. MARTÍN LUTERO
III. EL PLEITO DE LAS INDULGENCIAS
IV. EL PROCESO ROMANO CONTRA LUTERO Y LA DISPUTA DE LEIPZIG
V. LOS ESCRITOS REFORMISTAS DE LUTERO DE 1520
VI. EL MONJE EXCOMULGADO ANTE LA DIETA DE WORMS
VII. LUTERO EN LA WARTBURG Y EL MOVIMIENTO REFORMISTA DE WITTENBERG
VIII. LOS REFORMADORES EN EL CONTORNO DE LUTERO
IX. EL PONTIFICADO DE ADRIANO VI
I. CAUSAS DE LA REFORMA
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Nota previa a esta edición digital: La referencia frecuente a "WA" se refiere a "Weimarer Ausgabe" de "Lutherwerke" (Weimar 1883 hasta nuestros días). Son casi cien volúmenes. La importante obra de Nikolaus Paulus (1853-1930) citada frecuentemente es "Johann Tetzel der Ablassprediger", Mainz (1899).
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Capítulo 11
EL TRUENO DE WITTENBERG. LAS 95 TESIS SOBRE LAS INDULGENCIAS. PRIMERAS POLEMICAS (1517-1518)
Hemos llegado en nuestra narración a una fecha de singular trascendencia y significación; una fecha simbólica que según la opinión corriente se alza como una piedra miliaria en la ruta histórica del cristianismo.
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Estudio histórico-crítico sobre la autenticidad de la |
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þ más de 150 páginas de información |
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Þ Iniciar la lectura aquí Síntesis de los orígenes, desarrollo y conclusiones del estudio Breve antología de textos eclesiásticos y científicos Textos pontificios y tarifas auténticas |
Lista de precios de 1516 |
Eco del trabajo en los lectores Aportes Reflexiones de un lector sobre la declaracion del Sr. Sapia Actualizaciones (desde Agosto 2002) |
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Los artículos que se enlistan sirven de complemento al trabajo sobre las listas de precios, para tener una idea más amplia y documentada de la complicada situación eclesial durante los inicios de la reforma protestante. Garantizamos al lector que el material histórico científico es de lo mejor que puede encontrar en lengua hispana.
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Desde mi sencillo ver y atender, aseguro que sea útil como obligatorio replicar a la declaración del Sr. don Daniel Sapia, acerca la «taxa camarae». El Sr. Sapia ha publicado durante unos diez (10) meses un texto fraudulento y simoníaco sin adverarlo. Expuso al mundo (en internet) con embozo, un insulto malicioso y calumnioso a S.S. León X y, tercamente con deshonor, no cumplió la obligación de presentar los documentos apodícticos que justificasen sin reproches, el texto. Ajeno al mínimo pudor y, evidentemente con el afán de deslizar escándalo y breña contra la Iglesia católica, apoyóse en una calumnia torpe, probablemente entre de cuántas fabrican los protestantes y no sólo ellos. Desde el momento en que el equipo de www.apologetica.org le informara sobre las serias dudas de la real existencia de dicha «taxa camarae», a sano juicio, una persona de bien, leal, equilibrada, noble y motivada por la verdad, se retraería –ipso facto- con palinodia, presentando excusas con exigencia moral de solicitar el perdón por el mal ya realizado, junto al propósito de reparación «ad valórem» a las partes lesas. Así no ha sucedido. Moléstanos ir a imaginar que cierto día, en que la pureza celosa protestante le exigía acción y bravura, el Sr. Sapia encontró en un libro del masón T. Gay, un texto ajustado a la perfidia y adapto a la calentura del momento, para ofender bien en lo hondo a la Iglesia católica y ¡qué mejor en la figura de un pontífice! Pensaría, además, si lo publicado no fuera cierto, tiempo y modo de escurrirse, habría. ¿Qué mofa escondía su publicación, Sr. Sapia?.
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Síntesis
sobre los orígenes, desarrollo y conclusiones del debate.
En este escrito se resumen los distintos momentos de la investigación en torno a la autenticidad del documento conocido como "Taxa Camarae seu Cancelleriae Apostolicae". Alentamos al lector que desee estudiar el tema detenidamente, a ver en la página central un esquema detallando la estructura de todo el material disponible. En particular deberá leer los textos pontificios y los ejemplos de tarifas auténticas, o al menos la breve antología de textos allí presentada; los demás estudios , tomados de varios destacados autores que han investigado las listas de precios durante años en bibliotecas y archivos, explican los distintos aspectos de la cuestión. Un resumen en forma de preguntas y respuestas está también disponible. La galería fotográfica ilustra el trabajo exponiendo en parte la documentación estudiada.
Agradecemos toda observación, corrección o sugerencia que se nos quiera hacer. Con gusto responderemos las eventuales dudas de nuestros lectores y actualizaremos el estudio con tal información. Puede ponerse en contacto con los miembros del EIE enviándonos un mensaje.
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Por Manuel Guerra
«La raíz principal de la difusión de las sectas radica en cada cristiano», alerta el especialista en historia de las religiones y sectas Manuel Guerra, autor de un nuevo libro en el que explica cuáles son las sectas y corrientes sectarias que acechan el mundo hispano. Guerra está convencido de que «sin una formación doctrinal, vibración interior y oración y dinamismo apostólico, el terreno puede quedar abonado para la penetración de las sectas». Manuel Guerra Gómez, experto en sectas, es el autor de un libro-guía para orientarse en este complejo mundo: «Las sectas y su invasión del mundo hispano: una guía», publicado por las Ediciones Universidad de Navarra (http://www.eunsa.es). Manuel Guerra es sacerdote de la diócesis de Burgos, profesor emérito en la Facultad de Teología del Norte de España, sede de Burgos, en la que sigue impartiendo Historia de las Religiones. --¿No es exagerado hablar de invasión del mundo hispano? ¿Se trata de un fenómeno tan alarmante?
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Es flaqueza humana querer interpretar hechos históricos sin hacer un esfuerzo leal a fin de llegar a la mayor objetividad alcanzable con soluciones inteligentes y razonables. Aún haciéndolo con rigor, ánimo y vigor, nuestra percepción estará siempre condicionada en el marco de los actuales conocimientos y experiencias. Este condicionamiento propio de la aventura humana no nos exime de ser fidedignos, verídicos y fieles en el trato o en el desempeño con el estudio de hechos puntuales que la historia nos muestra. Comprender que otras culturas –en otras épocas, con otros lenguajes, delante de otras cuestiones de otros hombres- han hecho también sus propias afirmaciones. Cabe recordar la expresión de Montalembert, quien escribía: "Para juzgar el pasado deberíamos haberlo vivido; para condenarlo no deberíamos deberle nada". Todos, creyentes o no, católicos o no, nos guste o no, tenemos una deuda con el pasado y todos, en lo bueno y en lo malo, estamos comprometidos con él. Podemos hoy estar en desacuerdo con la ópera de Galeano (129-201- médico importante), que concebía la salud como el equilibrio de las cuatro cualidades «calor, frío, humedad y sequedad» e inicia a indagar las etiologías de las enfermedades y del contagio. Sin embargo fue útil y necesario para llegar al actual conocimiento de la medicina. Estamos todos endeudados con el pasado porque nadie escapa a la impresión de la historia. ¿Acaso algo de la humano no me pertenece?.
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Noticias de ¡Impacto! (Chile)
Ojala y un ejemplo mas sirva para mostrar que la falsa idea de que entre los cristianos evangelicos no hay fallas es solamente un mito.
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Apologetica.org se reserva el derecho de publicar o no las distintas opiniones recibidas acerca de esta investigación. Es nuestro deseo presentar estas opiniones, en pro o en contra de la autenticidad de las tarifas simoníacas, siempre y cuando no carezcan de un mínimo de seriedad. Puede enviarnos un mensaje con sus apreciaciones.
Publicamos los mensajes ubicando los más recientes más arriba. Los mensajes que pertenezcan al mismo autor se publican en orden inverso (los más antiguos más arriba) y todos juntos, de modo que se pueda seguir el desarrollo de esos mensajes naturalmente.
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Política de respuesta
Desde el primer momento, la intención de este equipo de investigaciones fue la de arrojar alguna luz, en la medida de nuestras posibilidades, sobre la autenticidad de la lista de precios simoníaca publicada en nuestros días por el Sr. Pepe Rodríguez. Esperábamos de la otra parte del debate una respuesta que respetase el marco de una discusión académica, cosa a la que el Sr. Rodríguez, en un principio, pareció acceder.
Sin embargo hemos constatado -y lo puede hacer el lector visitando el sitio de Rodríguez en internet- que el periodista español parece no estar en condiciones de ningún debate serio. No está en los planes de ninguno de los miembros de este equipo entrar en las cuestiones totalmente ajenas al debate, con las que Rodríguez parecería querer abrir, día tras día, nuevos flancos.
Por este motivo queremos declarar cuál será nuestra política de respuesta ante eventuales manifestaciones del Sr. Rodríguez o de cualquier otra persona acerca de este debate, como bien nuestra actitud ante cualquier persona que quisiera contactar a los miembros de este equipo para expresar su opinión, obtener más información sobre algunos aspectos del debate, solicitar aclaraciones u obtener cualquier tipo de respuesta de parte nuestra. Por lo tanto:
Este equipo de investigaciones agradecerá cordialmente todo aporte serio por parte del lector (juicios críticos, sugerencias, correcciones, nueva bibliografía, observaciones, preguntas, etc.) en torno a la autenticidad de la lista de precios simoniaca que publica Rodríguez. Con mucho gusto haremos todo lo posible por aclarar dudas y brindar la información que el lector nos pida. Al mismo tiempo, declinamos absolutamente responder a cualquier reacción que implique ignorancia de los documentos y demás datos positivos que se presentan en este trabajo.
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¡Vende milagros a los tijuanenses!
La Iglesia Universal de Dios cobra elevados diezmos. Los llamados pastores brasileños ofrecen objetos milagrosos que presuntamente son traídos de Tierra Santa para resolver problemas emocionales y económicos de las personas Venden 'milagros'a los tijuanenses. Una secta brasileña lucra con la fe de cientos de tijuanenses bajo la promesa de sacar a Satanás de sus cuerpos y traerles la prosperidad económica a cambio de elevados diezmos.
Por Daniel Salinas
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Presentamos aquí fotografías de algunos documentos sobre los que hemos trabajado. Pulsar sobre la fotografía que se desea ver en tamaño más grande. Todas las fotografías han sido obtenidas por los miembros de este equipo de investigaciones, tomadas directamente de las obras mencionadas, y son propiedad de Apologetica.org. Para la reproducción de las mismas en cualquier medio se requiere el permiso de la redacción. Puede enviarnos un mensaje solicitándolo. Acompañamos las fotografías con una breve explicación.
Los documentos originales que se presentan aquí fueron consultados en la Biblioteca Vaticana (Ciudad del Vaticano), la Biblioteca de la Pontificia Universidad Gregoriana (Roma), la Biblioteca del Pontificio Instituto Bíblico (Roma), la Biblioteca Casanatense (Roma), la Biblioteca Nacional de España (Madrid), la British Library (Londres) y la Librería del Congreso (Washington D.C.).
Constitución de Alejandro IV sobre las tarifas de la cancillería (1254-1256).
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La bibliografía que se presenta a continuación recoge sólo las obras más importantes que han sido consultadas y citadas, directa o indirectamente, en la elaboración de nuestro trabajo. Hay muchas otras referencias bibliográficas en notas al pie de página de los artículos y traducciones que presentamos. Acompañamos los títulos con la traducción de los mismos y algún comentario sobre la obra, para que el lector pueda tener una mejor idea del material sobre el que se trabajó.
1. Fuentes usadas para los documentos eclesiásticos antiguos con relación a la administración económica de la curia (s. XIII-XVIII).
Flavio Cherubini, Compendium Bullarii, Roma (1623), tres volúmenes.
Franco (editor), Bullarium, Diplomatum et Privilegiorum Sanctorum Romanorum Pontificum, Turín (1857-1882); veinticuatro volúmenes; los documentos citados en nuestro estudio están en los volúmenes IV y V.
Philippe Labbe, SJ - Gabriel Cossart, SJ (editores), Sacrosancta Concilia, Paris (1671-1672), diesiséis volúmenes. Los textos de los concilios universales, nacionales, provinciales y diocesanos hasta 1664.
G. Alberigo - G. Dossetti - P. Joannou - C. Leonardi - P. Prodi (editores); H. Jedin (colaborador), Conciliorum Oecumenicorum Decreta, Bologna (1996). Los documentos de todos los Concilios Ecumenicos de la Iglesia, en el idioma original (latín, griego, armenio, árabe) y su traducción al italiano.
E. Fridberg (editor), Corpus Iuris Canonici, dos volúmenes, Graz (1955). Colección de documentos canónicos de los papas y la curia romana. Se puede ver una reseña biográfica y literaria del autor en el Biographisch-Bibliographisches Kirchenlexicon (en alemán).
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Presentamos al lector la traducción de los pasajes más pertinentes de algunas obras que han estudiado el tema antes que nosotros. Hemos traducido solamente obras serias, dejando la literatura anticlerical para quienes tengan interés en perder su tiempo; la misma, en efecto, carece absolutamente del mínimo rigor científico, y por tanto no tiene cabida en esta investigación. Los autores que presentamos son especialistas que han dedicado buena parte de su vida a la investigación de archivos y tratan de leer la realidad histórica a la luz de los documentos.
Hasta el día de la fecha, según nuestro mejor conocimiento, no se ha publicado ninguna obra específica sobre el tema en español. En este sentido Apologetica.org se complace en presentar algunas traducciones para la recta y documentada inteligencia del tema que nos ocupa por parte del lector hispano. Quienes tengan un buen conocimiento de la lengua alemana y quieran ayudar en la traducción de artículos, mándenos un mensaje y con gusto se lo haremos llegar, de modo que podamos ofrecer más material en menos tiempo (los especialistas alemanes han escrito libros enteros sobre las finanzas de la curia romana).
Estudios traducidos
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A continuación presentamos una colección de textos pontificios y conciliares acerca de la disciplina administrativa de la Curia Romana en relación a los bienes espirituales (dispensa o conmutación de penas canónicas, perdón de los pecados, indulgencias, etc.). El objetivo de la presente colección de textos es conocer lo que los pontífices, y en particular León X, verdaderamente publicaron y promulgaron acerca de las tarifas o estipendios que los oficiales de curia debían recibir a cambio de sus servicios, y cuál era el auténtico significado de estas tarifas. No pretende ser una colección exhaustiva, por cierto, pero creemos que es lo suficientemente amplia como para que el lector pueda formarse una buena idea de los hechos y su contexto, y en particular de cuál era la mente de los papas al tratar estos asuntos; el lector compare luego estos textos auténticos con los textos que, sin ningún fundamento de ningún tipo, se les quiere atribuir.
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Y ANTE TODO...
¿Qué es la
Taxa Camarae?
Taxa Camarae (o en su forma completa: Taxa Camarae seu Cancellariae Apostolicae) es el nombre latino de un supuesto documento pontificio, atribuido al Papa León X (1513-1521), en el cual se formula una lista detallada de pecados graves, a la vez que se estipula una tarifa determinada para poder recibir la absolución de cada uno de esos pecados. Se trataría de una simple venta de absoluciones sacramentales, es decir, de una burda simonía. El dinero establecido varía según el pecado, y debe pagarse al tesoro pontificio. El documento -hecho público en nuestros días por el periodista español Pepe Rodríguez- consta de treinta y cinco ítems (unas tres páginas). El supuesto documento se cataloga como "punto culminante de la corrupción humana", cuyo autor -se dice- fue León X y otros papas de la época.
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En este artículo presentamos una breve antología de textos, en primer lugar pertenecientes a los documentos pontificios que mencionan las listas de precios o algún tema con ellas relacionado, y en segundo lugar textos de estudiosos especializados; con ello pretendemos dar una somera visión tanto de la mente de los pontífices, como de las conclusiones a las que llegan los estudiosos. Estos últimos -no será en vano recordarlo- son históricos profesionales, que han estudiado las finanzas de la Santa Sede durante años, en base exclusivamente a documentos. El lector puede ver los textos pontificios in extenso en este archivo (allí también la referencia bibliográfica completa) y puede ver algunos de los estudios especializados que hemos traducido aquí . El resaltado es siempre nuestro.
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Por: Richbell Meléndez
Escuela de Apologética:
https://dasm.defiendetufe.com/inicio-r/
Para conocer las creencias y prácticas de la Iglesia Primitiva, debemos de dirigirnos a los escritos de los Padres de la Iglesia (Patrística) ya que debemos recordar que la Biblia se terminó de escribir en el siglo I y solo nos relata parte de lo que era la Iglesia del siglo I, para conocer a la Iglesia de los siglos posteriores es necesario ir a la historia y conocer los escritos de los Padres de la Iglesia. Quiero aclarar que Padres de la Iglesia no tiene nada que ver con nuestros sacerdotes parroquiales. Los Padres de la Iglesia fueron cristianos distinguidos de la Iglesia Primitiva, de los primeros siglos del cristianismo.
Ellos fueron grandes líderes, muy estudiosos y profundamente espirituales. Muchos fueron torturados y murieron en el martirio. Los Padres de la Iglesia escribieron prédicas, cartas, enseñanzas que nos han llegado hasta hoy en día. La era Patrística comienza inmediatamente después del período apostólico, y abarca los 8 primeros siglos de la era Cristiana.
Cabe señalar que la Iglesia no toma en cuenta los testimonios de los Padres de la Iglesia por separado, sino a lo que llamamos consenso unánime de los padres. El Consenso Unánime de los Padres (unanimis consensum Patrum) se refiere a la enseñanza unánime de los Padres de la Iglesia en ciertas doctrinas como reveladas por Dios e interpretaciones de la Escritura como recibida por la Iglesia universal. Los Padres no son infalibles individualmente, y la discrepancia de algunos testimonios patrísticos no daña el testimonio patrístico colectivo.
El protestantismo pretende hacer creer que el movimiento conocido como “Reforma Protestante” fue un movimiento para volver a las creencias de la Iglesia Primitiva como lo afirma José Antonio Flaquer López, presidente de Acción Cristiana.
“La Reforma fue un movimiento que hizo regresar a la iglesia a su esencia y misión, una idea que había sido totalmente pervertida y deformada. La iglesia se reenfocó en la misión de ser la luz del mundo y sal de la tierra, de defender la verdad y la doctrina, y de repetir el modelo de la iglesia primitiva.” (La influencia de la Reforma: Un modelo para la Iglesia de hoy, por Tony Flaquer)
En este artículo quiero presentar testimonios de varios Padres de la Iglesia para que veamos qué tan cierta es la afirmación protestante de que los protestantes regresaron a las creencias de la Iglesia Primitiva.
LA NECESIDAD DE ESTAR EN ARMONIA CON LA IGLESIA DE ROMA
Si el protestantismo es un regreso a las creencias de la Iglesia Primitiva ¿por qué no aceptan la necesidad de estar en armonía con la Iglesia de Roma?, si esta creencia estuvo siempre en el pensamiento de los Padres de la Iglesia Primitiva. Esto es negado por la mayoría de los protestantes y no por la Iglesia Católica.
San Ireneo de Lyon (130 - 202 DC)
"Pero como sería demasiado largo enumerar las sucesiones de todas las Iglesias en este volumen, indicaremos sobre todo las de las más antiguas y de todos conocidas, la de la Iglesia fundada y constituida en Roma por los dos gloriosísimos Apóstoles Pedro y Pablo, la que desde los Apóstoles conserva la Tradición y «la fe anunciada» (Rom 1,8) a los hombres por los sucesores de los Apóstoles que llegan hasta nosotros. Así confundimos a todos aquellos que de un modo o de otro, o por agradarse a sí mismos o por vanagloria o por ceguera o por una falsa opinión, acumulan falsos conocimientos. Es necesario que cualquier Iglesia esté en armonía con esta Iglesia, cuya fundación es la más garantizada -me refiero a todos los fieles de cualquier lugar-, porque en ella todos los que se encuentran en todas partes han conservado la Tradición apostólica. " (Contra las herejías III, 3,2)
PRIMADO DE SAN PEDRO
Si el protestantismo es un regreso a las creencias de la Iglesia Primitiva ¿por qué no aceptan el Primado de Pedro? si esta creencia estuvo siempre en el pensamiento de los Padres de la Iglesia Primitiva. Esto es negado por la mayoría de los protestantes y no por la Iglesia Católica.
Afraates el Sirio (270 - 345 DC)
"Simón, mi discípulo, Yo te he hecho la fundación de la santa Iglesia. Yo te he llamado Pedro porque soportaras todas las construcciones. Tú eres el inspector de aquellos que construirán en la tierra la Iglesia para mí. Si ellos desean construir algo falso, tú, la fundación, los condenarás. Tú eres la cabeza de la fuente donde mi enseñanza fluye, tú eres el jefe de los discípulos. A través de ti daré de beber a todas las naciones...Yo te he elegido a ti para ser el primer nacido en mi institución...Yo te he dado a ti las llaves de mi reino y autoridad sobre todos mis tesoros” (Homilies 4,1)
VENERACIÓN DE IMÁGENES SAGRADAS
Si el protestantismo es un regreso a las creencias de la Iglesia Primitiva ¿por qué no saben diferenciar entre una imagen representativa y un ídolo pagano?, ni entender que las imágenes son creadas en honor a los santos que representan y a los cuales veneramos por medio de sus imágenes, si esta creencia estuvo en el pensamiento de los Padres de la Iglesia Primitiva. Esto es negado por la mayoría de los protestantes y no por la Iglesia Católica.
San Basilio El Grande (330-379 dC)
«Reconozco también a los santos apóstoles, profetas y mártires.; y los invoco para suplicar a Dios, que, a través de ellos, es decir, a través de su mediación, el Dios misericordioso pueda ser propicio para mí, y que se pueda hacer un rescate y darme por mis pecados. Por lo tanto, TAMBIÉN HONRO Y BESO LOS RASGOS DE SUS IMÁGENES, en la medida en que han sido transmitidas por los santos apóstoles, y no están prohibidas, sino que están en todas nuestras iglesias.» (Epístola 360)
CULTO DE VENERACIÓN DE LOS SANTOS
Si el protestantismo es un regreso a las creencias de la Iglesia Primitiva ¿por qué no creen en la veneración a los santos y confunden la adoración a Dios con la veneración a sus santos? si esta creencia siempre estuvo clara en el pensamiento de los Padres de la Iglesia Primitiva. Esto es negado por la mayoría de los protestantes y no por la Iglesia Católica.
San Agustín de Hipona (354-430 dC)
«Veneramos, pues, a los mártires con el culto del amor y de la compañía, que en esta vida se tributa también a los santos hombres de Dios, cuyo corazón percibimos que está dispuesto a sufrir el martirio por la verdad del evangelio. Pero a aquellos con tanta mayor devoción, cuanta mayores la seguridad, una vez que han vencido en los combates, y cuanto más confiada es la alabanza con que proclamamos ya a los vencedores en aquella vida más feliz sobre los que aún luchan en ésta. Con aquel culto que en griego se llama latría, pero en latín no puede expresarse con una única palabra, puesto que significa propiamente cierta servidumbre debida únicamente a la divinidad, sólo rendimos culto, y enseñamos que deba rendirse, al único Dios.» (Contra Fausto el maniqueo XX, 21)
PRACTICA DEL BAUTISMO INFANTIL
Si el protestantismo es un regreso a las creencias de la Iglesia Primitiva ¿por qué no creen (los que se oponen al bautismo infantil) en el bautismo de infantes? si esta práctica siempre estuvo presente en el pensamiento de los Padres de la Iglesia Primitiva. Esto es negado por la mayoría de los protestantes y no por la Iglesia Católica.
San Cipriano de Cartago (200 - 258 DC)
“Pero en relación con el caso de los niños, en el cual dices que no deben ser bautizados en el segundo o tercer día después de su nacimiento, y que la antigua ley de la circuncisión debe considerarse, por lo cual piensas que alguien que acaba de nacer debe no ser bautizado y santificado dentro de los ocho días, todos nosotros pensamos de manera muy diferente en nuestro Concilio. Porque en este curso que pensabas tomar, nadie está de acuerdo, sino que todos juzgamos que la misericordia y gracia de Dios no debe ser negada a ningún nacido de hombre. (A Fido sobre el bautismo de infantes, Carta 58)
Se tiene evidencia de que durante su vida hubo quien pretendió retrasar el bautismo de infantes hasta luego del octavo día de nacido, en semejanza de la circuncisión, por lo que se hace necesario que Cipriano, a su nombre y al de 66 obispos, le envíe una carta a Fido testimoniando la fe de la Iglesia acerca de que el bautismo de niños no tiene que ser retrasado y que los infantes pueden ser bautizados en cualquier momento.
Es importante notar que aquí lo que Fido y posiblemente otros presbíteros pretendían hacer no es negar el bautismo a los niños, tal como un gran sector del protestantismo hace hoy, sino simplemente retrasarlo para luego del octavo día de nacido.
PRESENCIA REAL DE CRISTO EN LA EUCARISTIA
Si el protestantismo es un regreso a las creencias de la Iglesia Primitiva ¿por qué no creen en la Eucaristía como la presencia real de Cristo? si esta creencia siempre estuvo presente en el pensamiento de los Padres de la Iglesia Primitiva. Esto es negado por los protestantes y no por la Iglesia Católica.
San Clemente de Alejandría (202 DC)
"Yo [el Salvador] soy tu sustentador, que me he dado a mí mismo [como] pan, del cual quien ha gustado no hace ya más experiencia de la muerte, y que me he dado a mí mismo [como] bebida de inmortalidad." (¿Qué rico se salvará? XXIII)
Clemente de Alejandría es testigo de la práctica litúrgica de eucaristizar” según una norma fija de la Iglesia, el pan, y la mezcla de vino y agua, pero combate a las herejes encratitas que eucaristizaban el agua sola. Llama a la Eucaristía “oblación”, afirma fue figurada en el alimento santificado de vino y pan que dio Melquisedec. Afirma que hay un alimento de pan que es Jesús mismo, y el que come de ese pan no muere. Afirma que Jesús se da también en bebida de inmortalidad.
CONCLUSIÓN
Se podrían mencionar más textos de los Padres de la Iglesia Primitiva, pero estos solo demostrarían que los protestantes no regresaron a las creencias de la Iglesia Primitiva, sino que más bien rechazaron las creencias que el Cristianismo del primer milenio creía y enseñaba. Es por eso que cuando un protestante sincero comienza a estudiar a los Padres de la Iglesia, deja el protestantismo al darse cuenta que los Padres de la Iglesia confirman la doctrina católica, no las creencias protestantes.
Esto es lo que le sucedió a Isaac Kreft educado en una familia luterana, quien cuenta en su testimonio de conversión lo siguiente:
“Lo peor que puede hacer alguien que quiere evitar a la Iglesia Católica: leer las fuentes primarias y secundarias de los Padres de la Iglesia para ver qué creían, eran distintivamente católicos”. (Luterano, le educaron contra lo católico: desear comulgar con su novia le llevó a profundizar)
Hasta el apologista anticatólico David Cloud reconoce que “Los “padres de la iglesia" son en realidad los padres de la Iglesia Católica Romana” esto debido a que cuando se estudia a los Padres de la Iglesia Primitiva encontramos las creencias católicas no las protestantes.
EVANGELIZA Y COMPARTE.
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Richbell Meléndez, estudiante de teología en la EATEL, colaborador asiduo de distintas páginas de apologética católica y tutor de la escuela de apologética online DASM.
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Por: Richbell Meléndez
Escuela de Apologética:
https://dasm.defiendetufe.com/inicio-r/
En el Cristianismo de los primeros siglos, podemos encontrar defensores de la fe cuyos escritos han sido de gran importancia para la Iglesia, entre ellos tenemos los escritos de San Ireneo de Lyon, quien vivió por el siglo II y ha sido reconocido como el teólogo más importante de su siglo, sabemos que fue discípulo de Policarpo de Esmirna, quien a su vez fue discípulo del apóstol San Juan. Por lo que podemos garantizar que estuvo en conexión con la era apostólica.
El teólogo protestante Alfonso Ropero se refiere a Ireneo con las siguientes palabras:
“Ireneo es el teólogo más importante de su siglo. Su libro contra los gnósticos y los marcionitas es una obra imprescindible para los estudiantes de historia y de los primeros siglos del cristianismo (…) Después de Pablo es uno de los teólogos que más influyó en la teología posterior.” (Obras escogidas de Ireneo de Lyon. p. 17)
Lo anterior es importante tenerlo presente al momento de estudiar los escritos de este Padre de la Iglesia, destacado apologista del siglo II, cuyos escritos influyeron en la teología posterior, en otras palabras, sus escritos contribuyeron a lo que fue el desarrollo de la doctrina cristiana. Desarrollo que permite comprender muchas doctrinas cristianas que el Cristianismo fue enseñando y transmitiendo a través de los siglos.
Los católicos reconocemos la importancia de los escritos de este Padre de la Iglesia para confirmar muchas de las enseñanzas católicas, sin embargo, existen algunos protestantes que quieren hacer creer que este Padre de la Iglesia, enseñaba y defendía las doctrinas protestantes y rechazaba las doctrinas católicas.
En este artículo presentare diversos textos de este Padre Apologista donde confirma la enseñanza católica y a su vez refuta las creencias protestantes.
EL BAUTISMO INFANTIL
San Ireneo nos presenta testimonio de que el bautismo era para todos, no solo para los adultos. Sino también para los bebes.
“Porque vino a salvar a todos: y digo a todos, es decir a cuantos por él renacen para Dios, sean bebés, niños, adolescentes, jóvenes o adultos. Por eso quiso pasar por todas las edades: para hacerse bebé con los bebés a fin de santificar a los bebés; niño con los niños, a fin de santificar a los de su edad, dándoles ejemplo de piedad, y siendo para ellos modelo de justicia y obediencia; se hizo joven con los jóvenes, para dar a los jóvenes ejemplo y santificarlos para el Señor; y creció con los adultos hasta la edad adulta, para ser el Maestro perfecto de todos, no sólo mediante la enseñanza de la verdad, sino también asumiendo su edad para santificar también a los adultos y convertirse en ejemplo para ellos.” (Contra las herejías. Libro II, 22, 4)
LA NECESIDAD DEL BAUTISMO COMO MEDIO REGENERADOR PARA PERDON DE LOS PECADOS
“El bautismo del Jesús visible sería para la remisión de los pecados; en cambio la redención del Cristo que descendió sobre él sería para lograr la perfección. El bautismo sería para los psíquicos, en cambio la redención para los pneumáticos. Juan predicó un bautismo de penitencia, en cambio Cristo trajo la redención para hacernos perfectos.” (Contra las herejías. Libro I, 21, 2)
El erudito protestante Phillip Schaff referente al pensamiento de San Ireneo sobre el bautismo menciona lo siguiente:
“Parece implicar un reconocimiento no sólo de la idea del bautismo infantil, sino también de su práctica; porque en la mente de Ireneo y la iglesia antigua, el bautismo y la regeneración estaban íntimamente conectados y casi identificados.” (History of the Christian Church. Vol II. p. 260)
EL ORDEN SACERDOTAL
San Ireneo dio testimonio de que los Apóstoles fueron reconocidos como “sacerdotes”, del mismo modo por eso la Iglesia Católica cree y enseña el sacerdocio ministerial, que se ejerce cuando se recibe el sacramento del orden sacerdotal.
"Y todos los apóstoles del Señor son sacerdotes, que no heredan aquí ni tierras ni casas, sino que sirven a Dios y al altar continuamente. " (Contra las herejías. Libro IV, 8, 3)
LA SUCESIÓN APOSTOLICA O EPISCOPAL
Esta es la enseñanza más clara en los escritos de San Ireneo, ya que deja ver que los apóstoles tuvieron sus sucesores quienes continuarían con la misión de la Iglesia conformando el Magisterio de la Iglesia.
“Para todos aquellos que quieran ver la verdad, la Tradición de los Apóstoles ha sido manifestada al universo mundo en toda la Iglesia, y podemos enumerar a aquellos que en la Iglesia han sido constituidos obispos y sucesores de los Apóstoles hasta nosotros, los cuales ni enseñaron ni conocieron las cosas que aquéllos deliran. Pues, si los Apóstoles hubiesen conocido desde arriba <<misterios recónditos>>, en oculto se los hubiesen enseñado a los perfectos, sobre todo los habrían confiado a aquellos a quienes encargaban las Iglesias mismas. Porque querían que aquellos a quienes dejaban como sucesores fuesen en todo <<perfectos e irreprochables>> (1 Tim 3,2; Tt 1,6-7), para encomendarles el magisterio en lugar suyo: si obraban correctamente se seguiría grande utilidad, pero, si hubiesen caído, la mayor calamidad.” (Contra las herejías. Libro III, 3, 1)
Phillip Schaff también confirma la clara creencia de Ireneo en la sucesión episcopal, cuando nos dice que Ireneo “da más cuenta que Juan o Pablo de la iglesia visible exterior, la sucesión episcopal y los sacramentos” (History of the Christian Church. Vol II. p. 751)
LA PRESENCIA REAL DE CRISTO EN LAS ESPECIES DE PAN Y VINO
Es innegable la certeza con la que San Ireneo ve claramente la presencia real de Cristo en el pan y el vino consagrados.
“En consecuencia, si el cáliz mezclado y el pan fabricado reciben la palabra de Dios para convertirse en Eucaristía de la sangre y el cuerpo de Cristo, y por medio de éstos crece y se desarrolla la carne de nuestro ser, ¿cómo pueden ellos negar que la carne sea capaz de recibir el don de Dios que es la vida eterna, ya que se ha nutrido con la sangre y el cuerpo de Cristo, y se ha convertido en miembro suyo? Cuando escribe el Apóstol en su Carta a los Efesios: <<Somos miembros de su cuerpo>> (Ef 5,30), de su carne y de sus huesos, no lo dice de algún hombre espiritual e invisible -pues <<un espíritu no tiene carne ni huesos>> (Lc 24,39)- sino de aquel ser que es verdadero hombre, que está formado por carne, huesos y nervios, el cual se nutre de la sangre del Señor y se desarrolla con el pan de su cuerpo.” (Contra las herejías. Libro V, 2, 3)
El erudito católico José Antonio Sayes, comentando este pasaje nos dice que Ireneo “no se limita a confesar que la Eucaristía es la carne del Señor, pues alude a la transformación (gínetai) que el pan y el vino experimentan bajo la invocación de la palabra de Dios” (El Misterio Eucarístico. p. 119)
LA EUCARISTIA COMO SACRIFICIO
Ireneo muestra que la Iglesia del siglo II consideraba la Eucaristía como un sacrificio que cumplía la profecía de Malaquías 1:11 de una oblación y ofrenda nuevas y puras que serían ofrecidas en todo el mundo.
“Dando consejo a sus discípulos de ofrecer las primicias de sus creaturas a Dios, no porque éste las necesitase, sino para que no fuesen infructuosos e ingratos, tomó el pan creatural y, dando gracias, dijo: <<Esto es mi cuerpo>> (Mt 26,26). Y del mismo modo, el cáliz, también tomado de entre las creaturas como nosotros, confesó ser su sangre, y enseñó que era la oblación del Nuevo Testamento. La Iglesia, recibiéndolo de los Apóstoles, en todo el mundo ofrece a Dios, que nos da el alimento, las primicias de sus dones en el Nuevo Testamento.
Con estas palabras lo preanunció Malaquías, uno de los doce profetas: <<No me complazco en vosotros, dice el Señor omnipotente, y no recibiré el sacrificio de vuestras manos. Porque desde el oriente hasta el occidente mi nombre es glorificado en las naciones, y en todas partes se ofrece a mi nombre incienso y un sacrificio puro: porque grande es mi nombre en las naciones, dice el Señor omnipotente>> (Mal 1,10-11). Con estas palabras indicó claramente que el pueblo antiguo dejaría de ofrecer a Dios; y que en todo lugar se le habría de ofrecer el sacrificio puro; y su nombre es glorificado en los pueblos.” (Contra las herejías. Libro IV, 17, 5)
El erudito en patrística J. N. D. Kelly nos dice que:
“Para Ireneo [Haer. 4,17,5] la eucaristía es 'la nueva oblación de la nueva alianza' (...) Era natural que los primeros cristianos pensaran en la eucaristía como un sacrificio. El cumplimiento de la profecía exigió una ofrenda cristiana solemne, y el rito mismo se envolvió en la atmósfera de sacrificio con la que nuestro Señor invistió la Última Cena. Las palabras de institución, "Haz esto" (touto poieite), deben haber sido cargadas con connotaciones sacrificiales para los oídos del siglo II” (Early Christian Doctrines. p. 196)
AUTORIDAD DE LA IGLESIA DE ROMA
El reconocimiento de Ireneo hacia la Iglesia de Roma como la mas antigua y conocida por todos es indudable, también habla de la necesidad de que cualquier iglesia (comunidad) debe de estar en armonía con esta porque es la Iglesia cuya fundación esta mas garantizada y conserva la Tradición apostólica.
“Pero como sería demasiado largo enumerar las sucesiones de todas las Iglesias en este volumen, indicaremos sobre todo las de las más antiguas y de todos conocidas, la de la Iglesia fundada y constituida en Roma por los dos gloriosísimos Apóstoles Pedro y Pablo, la que desde los Apóstoles conserva la Tradición y <<la fe anunciada>> (Rom 1,8) a los hombres por los sucesores de los Apóstoles que llegan hasta nosotros. Así confundimos a todos aquellos que de un modo o de otro, o por agradarse a sí mismos o por vanagloria o por ceguera o por una falsa opinión, acumulan falsos conocimientos. Es necesario que cualquier Iglesia esté en armonía con esta Iglesia, cuya fundación es la más garantizada -me refiero a todos los fieles de cualquier lugar-, porque en ella todos los que se encuentran en todas partes han conservado la Tradición apostólica” (Contra las herejías. Libro III, 3, 2)
Como efectivamente comenta el erudito en patrística Johannes Quasten: “Ireneo asignaría a la Iglesia de Roma un lugar más elevado por razón de su "origen superior," o sea, por haber sido fundada por los dos Príncipes de los Apóstoles.” (Patrología I. p. 303)
IMPORTANCIA DE LA TRADICIÓN, RECHAZO DE LA SOLA ESCRITURA PROTESTANTE
Ireneo presenta un argumento que muchas veces es presentado por los apologetas católicos a los apologistas protestantes, que ante alguna divergencia en la Iglesia debemos de recurrir a las iglesias más antiguas siguiendo el orden de la Tradición. No se ve por ningún lado que recurramos a solo la Escritura.
“Entonces, si se halla alguna divergencia aun en alguna cosa mínima, ¿no sería conveniente volver los ojos a las Iglesias más antiguas, en las cuales los Apóstoles vivieron, a fin de tomar de ellas la doctrina para resolver la cuestión, lo que es más claro y seguro? Incluso si los Apóstoles no nos hubiesen dejado sus escritos, ¿no hubiera sido necesario seguir el orden de la Tradición que ellos legaron a aquellos a quienes confiaron las Iglesias?” (Contra las herejías. Libro III, 4, 1)
El erudito Jaroslak Pelikan comentando el pensamiento de Ireneo, nos da las siguientes observaciones:
“Su argumento [es decir, el de Ireneo] de que la tradición apostólica proporcionó la interpretación correcta del Antiguo y Nuevo Testamento, y que las Escrituras demostraron la exactitud de la tradición apostólica fue, de alguna manera, un argumento en círculo. Pero al menos de dos formas se salió del círculo. Uno fue la identificación de la tradición con "el evangelio", que sirvió como norma de la enseñanza apostólica. El otro fue el llamado a las iglesias de fundación apostólica como garantes de la continuidad con los apóstoles. . . El principal de ellos en autoridad y prestigio era la iglesia de Roma, en la que se había conservado la tradición apostólica compartida por todas las iglesias en todas partes. La fundación apostólica y la sucesión apostólica fueron otro criterio de continuidad apostólica.” (The Christian Tradition: A History of the Development of Doctrine: Vol. 1. p. 115)
NATURALEZA DE LA JUSTIFICACIÓN, RECHAZO DE LA SOLA FIDE PROTESTANTE
San Ireneo enseña que el hombre se justifica no solo por la fe, sino también guardando los preceptos naturales de la ley sólo cuando lo hace por fe viva.
“El Señor no abolió los preceptos naturales de la Ley, por los cuales se justifica el ser humano, los cuales incluso guardaban antes de la Ley aquellos que fueron justificados por la fe y agradaban a Dios; por el contrario, los amplió y llevó a la perfección (Mt 5,17)” (Contra las herejías. Libro IV, 13, 1)
El apologeta católico Bryan Cross, menciona que esta idea no tiene sentido desde el punto de vista protestante.
“Desde el punto de vista protestante, nadie se justifica guardando los preceptos naturales de la ley, ni nadie agrada a Dios guardando los preceptos de la ley. En el sistema protestante, nuestra observancia de los preceptos naturales equivaldría a "trapos de inmundicia".” (St. Irenaeus on Justification)
MATERNIDAD DIVINA
El Cristianismo reconoce a María como madre de Dios, esto no era novedad para San Ireneo quien se refirió a María como la “portadora de Dios”
“Manifiestamente, pues, el Señor vino a lo que era suyo, y llevó sobre sí la propia creación que sobre sí lo lleva, y recapituló por la obediencia en el árbol (de la cruz) la desobediencia en el árbol; fue disuelta la seducción por la cual había sido mal seducida la virgen Eva destinada a su marido, por la verdad en la cual fue bien evangelizada por el ángel la Virgen María ya desposada: así como aquélla fue seducida por la palabra del ángel para que huyese de Dios prevaricando de su palabra, así ésta por la palabra del ángel fue evangelizada para que portase a Dios por la obediencia a su palabra, a fin de que la Virgen María fuese abogada de la virgen Eva; y para que, así como el género humano había sido atado a la muerte por una virgen, así también fuese desatado de ella por la Virgen, y que la desobediencia de una virgen fuese compensada por la obediencia de otra virgen” (Contra las herejías. Libro V, 19, 1)
Tim Staples reconocido apologeta católico hace la siguiente observación: “Muchos cristianos fundamentalistas afirman que la Virgen María no llevó a Dios en su vientre. En cambio, afirman, María llevaba solo la naturaleza humana de Jesús. Pero esto no es lo que creían los primeros cristianos.” (Apologetics with St. Irenaeus)
TOBIAS (LIBRO DEUTEROCANONICO) RECONOCIDO COMO PROFETA
San Ireneo de Lyon en el siglo II menciona a Tobías entre los profetas. Esto no seria aceptado por los protestantes actualmente que consideran a Tobías un libro apócrifo y piensan que no es inspirado por Dios a pesar que el Cristianismo lo reconoció oficialmente como Sagrada Escritura en diversas oportunidades.
“Se distribuyen los profetas de la siguiente manera: Moisés, Josué hijo de Nun, Amós y Habacuc son los de Jaldabaoth; Samuel, Natán, Jonás y Miqueas sirven a Jao; Elías, Joel y Zacarías anuncian a Sabaoth; Isaías, Ezequiel, Jeremías y Daniel pertenecen a Adonai; Tobías y Ageo hablan de Elohím; Miqueas y Naúm son los profetas de Hor; Esdras y Sofonías lo son de Astafé.” (Contra las herejías. Libro I, 30,11)
Lo anterior se comprende cuando tenemos presente lo que nos dice el erudito protestante F.F. Bruce respecto a San Ireneo y la Septuaginta:
“Ireneo es muy capaz de diferenciar los escritos de la verdad de la multitud de escritos apócrifos y espurios. Los escritos del Antiguo Testamento son testigos indispensables de la historia de la salvación; la versión Septuaginta había sido inspirada por Dios, mientras que a los escritos que denominamos apócrifos se les había otorgado la misma autoridad que a aquellos traducidos de la Biblia hebrea.” (El Canon de la Escritura. pp. 175-176)
CONCLUSIÓN
Hasta aquí he podido presentar parte de lo que fue el pensamiento de este Padre Apologista, cada quien puede sacar sus conclusiones referentes a San Ireneo si su enseñanza era mas cercana a la católica o a la protestante. Pero ante todo lo anterior, solo puedo concluir con las palabras del erudito protestante Phillip Schaff “Ireneo es el principal representante del cristianismo católico en el último cuarto del siglo II, el campeón de la ortodoxia” (History of the Christian Church. Vol II. p. 750)
Teniendo presente que los eruditos protestantes que se han citado, no concluyen que San Ireneo defendiera todas las enseñanzas católicas, sin embargo, son tomados como referencia para conocer un poco mejor el pensamiento de este Padre de la Iglesia.
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Richbell Meléndez, estudiante de teología en la EATEL, colaborador asiduo de distintas páginas de apologética católica y tutor de la escuela de apologética online DASM.
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Por: Richbell Meléndez
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Siguen circulando relatos sobre cómo la iglesia católica se opuso a la traducción de la Biblia a la lengua vernácula. Pero la iglesia nunca desaprobó eso. Cualquiera que esté familiarizado con la historia de la Iglesia católica, se dará cuenta que durante 2.000 años ella ha sido la preservadora y protectora de la palabra de Dios, es ridículo señalar lo contrario. Fue sólo por la autoridad de la Iglesia Católica, que se recogieron los diversos libros de la Escritura en el siglo IV, es por ello que tenemos una Biblia cristiana en absoluto.
Y es sólo a causa de la Iglesia que la Biblia sobrevivió y fue enseñada por los muchos siglos antes de la imprenta. Todos los cristianos de todo el mundo le deben una gran deuda a la Iglesia Católica. Después de todo, la Vulgata fue originariamente traducida por San Jerónimo para que la Biblia estuviera disponible en la lengua vernácula de entonces, el latín, que siguió siendo la lengua franca de la gente educada de Europa hasta finales del siglo XVIII y más. No fueron los reformadores protestantes los primeros en traducirla a lenguas europeas más modernas. La iglesia católica aprobó la Biblia de Gutemberg en alemán en 1455.
La primera edición en flamenco apareció en 1478. Dos versiones italianas fueron impresas en 1471 y una catalana fue publicada en 1478. Una Biblia polaca fue traducida en 1516, y la primera versión inglesa es del 1525. Muchas de estas ediciones eran de toda la Biblia. Siglos antes habían aparecido libros individuales en lengua vernácula. Por ejemplo, el primer Evangelio de San Juan en inglés, fue traducido al anglo-sajón en el año 735 por el Venerable Beda.
Entonces, ¿cuál era la verdadera razón por la que William Tyndale fue condenado? En 1408 el Sínodo de Oxford aprobó una ley que impedía cualquier traducción no autorizada de la Biblia al inglés y también prohibió la lectura de estas traducciones no autorizadas.
También seria legal cualquier traducción legal en un futuro. Y, ciertamente, la lectura de estas traducciones no sólo era legal, pero animó. Toda esta ley lo que hizo fue evitar que cualquier individuo privado publicara su propia traducción de las Escrituras sin la aprobación de la Iglesia.
Lo cual, como resulta, es justo lo que William Tyndale hizo. Tyndale era un sacerdote inglés no tiene gran fama que deseaba desesperadamente de hacer su propia traducción al Inglés de la Biblia. La Iglesia le negó por varias razones.
En primer lugar, no veía la necesidad real para una nueva traducción al Inglés de la Escritura en ese momento. De hecho, los libreros estaban teniendo dificultades para la venta de las ediciones impresas de la Biblia que ya tenían. La ley tenía que ser promulgada para obligar a la gente a comprarlos.
En segundo lugar, hay que recordar que esta fue una época de gran contienda y confusión para la Iglesia en Europa. La Reforma se había convertido al continente en un lugar inestable. Hasta el momento, Inglaterra había logrado mantenerse relativamente indemne, y la Iglesia quería que siga siendo así. Se pensaba que la adición de una nueva traducción inglés solamente añadiría confusión y distracción, donde se necesitaba atención.
Por último, si la Iglesia había decidido ofrecer una nueva traducción al Inglés de la Escritura, Tyndale no habría sido el hombre elegido para hacerlo. Era conocido como sólo un estudioso mediocre y había ganado una reputación como un sacerdote de opiniones poco ortodoxas y un temperamento violento.
Él era famoso por insultar al clero, desde el Papa hasta los frailes y monjes, y tenía un desprecio genuino por autoridad de la Iglesia. De hecho, fue juzgado primero por herejía en 1522, tres años antes de su traducción del Nuevo Testamento fue impresa. Su propio obispo en Londres no le apoyaría en esta causa.
Al no encontrar apoyo para su traducción de su obispo, abandonó Inglaterra y se fue a Worms, donde cayó bajo la influencia de Martín Lutero. Allí, en 1525 se produjo una traducción del Nuevo Testamento que fue un hervidero de corrupción textual. Él deliberadamente mal traducidos pasajes enteros de la Sagrada Escritura con el fin de condenar la doctrina católica ortodoxa y apoyar las nuevas ideas luteranas.
Es un hecho generalmente ignorado por los historiadores protestantes que muchas versiones en inglés de las Escrituras existían antes de Wycliff y Tyndale, y estas fueron autorizados y perfectamente legales (ver el libro " ¿De dónde obtuvimos la Biblia?: Nuestra deuda con la Iglesia Católica." por Henry Graham, capítulo 11, "Escrituras vernáculas antes de Wycliff").
Monjes católicos habían traducido la Biblia al inglés siglos antes que ellos y su trabajo fue bien recibido por la Iglesia. El venerable Beda (672-735 dC) había traducido el Evangelio en inglés, y antes de él Caedmon (c. 670 dC) y Aldhelm (m. 709) había trabajado en la traducción del Antiguo Testamento al inglés. El Lindisfarne Evangelios, en la que los cuatro Evangelios habían sido traducidos al inglés alrededor de 950 dC por un sacerdote católico llamado Aldred, se encuentra en el Museo Británico.
La Biblia de Tyndale fue inaceptable para la Iglesia Católica pero no porque fuera una traducción al inglés. La iglesia no objetó la traducción de la Biblia al inglés de William Tyndale. Antes bien, objetó las anotaciones y prejuicios protestantes que la acompañaron.
La traducción de Tyndale fue completada con prólogo y notas al pie condenando la doctrina y las enseñanzas de la iglesia. Incluso Enrique VIII, rey de Inglaterra, la reprobó en 1531 por ser una corrupción de la Escritura. En palabras de los consejeros del rey: "la corrupta traducción de la Escritura hecha por William Tyndale debe ser completamente desechada, rechazada, y puesta lejos del alcance de la gente…".
El obispo protestante Tunstall de Londres declaró que en la Biblia de Tyndale había más de 2.000 errores (y esto fue sólo el Nuevo Testamento). Tyndale tradujo el término bautismo como "limpieza", escritura como "escrito", Espíritu Santo como "Aliento Sagrado", obispo como "supervisor", sacerdote como "anciano", diácono como "ministro", herejía como "opción", martirio como "testimonio", etc.
En sus notas al pie, Tyndale se refirió al ocupante de la silla de San Pedro como "ese gran ídolo, la ramera de Babilonia, el anti Cristo de Roma".
La respuesta católica no fue quemar la Biblia, sino quemar la Biblia de Tyndale. Fue ésta una época en la que, según parece, hacía furor de hacer su propia versión de la Biblia. Los reformadores suprimieron los libros del Deuteronomio, Lutero quería deshacerse de la epístola de Juan, así como de hebreos, Judas y la Revelación porque no estaban de acuerdo con su doctrina de la justificación. Se peleaban entre sí sobre cuál era la mejor versión de la Biblia.
De la versión alemana hecha por Lutero, Zwinglio decía: "¡Oh, Lutero, tú has corrompido la palabra de Dios; tu eres visto como un manifiesto corruptor de la sagrada escritura; cómo nos avergonzamos de ti…!". A lo que Lutero respondió cortésmente: "Los seguidores de Zwinglio son tontos, burros e impostores". Al mismo tiempo, el francés teólogo reformador Juan Calvino "violenta la letra del evangelio y hace, además de esto, agregados al texto".
¿La Iglesia Católica condena esta versión de la Biblia? Por supuesto que sí.
Los reformadores protestantes pueden haber sido revolucionarios pero su revolución fue extremista, no poco parecida a la de los talibanes. Esto está ejemplificado en su celo para destruir. Los católicos quemaron algunas Biblias, pero los protestantes incineraron libros en tal escala que hacen que los fuegos católicos parezcan la llamita de una vela.
En Inglaterra, al ser suprimidos los monasterios, sus bibliotecas también fueron, la mayoría de las veces, destruidas. De modo que vastas bibliotecas monásticas integradas por textos religiosos que comprendían Biblias católicas antiguas, raras, y manuscritas fueron entregadas a las llamas.
En 1544, en las regiones de Irlanda controladas por el anglicanismo, al saquear monasterios y bibliotecas, los reformadores arrojaron al fuego un inmenso número de libros antiguos, incluidos Vulgatas. En un esfuerzo por reducir a los irlandeses católicos a la ignorancia, el rey Enrique VIII decretó que la posesión en Irlanda de manuscritos sobre cualquier tema (incluidas las Sagradas Escrituras) podría conllevar la pena de muerte.
Incluso Enrique VIII quemó las Biblias protestantes de Tyndale, Coverdale y Matthew, con la Vulgata latina ayudando a alimentar el fuego.
Las autoridades seculares condenaron también. Anglicanos están entre los muchos hoy que alaban Tyndale como el "padre de la Biblia en inglés." Pero fue su propio fundador, el rey Enrique VIII, quien en 1531 declaró que, "la traducción de la Biblia corrompida por William Tyndale debe ser expulsado completamente, rechazada y repudiada fuera de las manos de la gente."
Así problemático hicieron Biblia de Tyndale resultar que en 1543 - después de su ruptura con Roma - Enrique VIII decretó nuevamente que "toda clase de libros del Antiguo y Nuevo Testamento en inglés, siendo de la traducción astuta, falsa, y falsa de Tyndale. será clara y completamente abolida, extinguido, y prohibido mantener o utilizar en este reino. "
En última instancia, fueron las autoridades seculares que resultó ser el final de Tyndale. Él fue arrestado y juzgado (y condenado a morir) en la corte del emperador del Sacro Imperio en 1536. Su traducción de la Biblia era herética porque contenía ideas heréticas - no porque el acto de traducción era herética en sí mismo.
De hecho, la Iglesia Católica produciría una traducción de la Biblia al inglés, en 1582 apareció el Nuevo Testamento católico de Reims, en inglés. (la versión Reina-Valera, cuya Nuevo Testamento se publicó en 1582 y cuyo Antiguo Testamento fue lanzado en 1609).
Esta versión, con sus notas aclaratorias, despertó en la protestante Inglaterra la más violenta oposición. La reina Isabel ordenó la búsqueda, confiscación y destrucción de todas las copias.
Si un sacerdote era hallado en posesión de ella, era apresado. La quema de Biblias no se limitó a Inglaterra. En 1522 Calvino quemó todas las copias que pudieron encontrarse de la Biblia de Miguel Servet y más adelante el propio Servet fue quemado en la hoguera por ser unitario.
Cuando se habla de la historia de las traducciones bíblicas, es común que las personas arrojan alrededor de nombres como Tyndale y Wycliff. Pero la historia rara vez se da. El presente caso de una edición no sexista de la Biblia es una oportunidad maravillosa para los fundamentalistas para reflexionar y darse cuenta de que la razón por la que no aprueban esta nueva traducción es la misma razón por la que la Iglesia Católica no aprobaba las traducciones de Tyndale o Wycliff ' ss. Estas eran traducciones corruptas, hechos con un orden del día, y representaciones no precisas de la Sagrada Escritura.
Aquí, al menos, los fundamentalistas y los católicos estamos en algo de acuerdo: no te metas con la Palabra de Dios.
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Richbell Meléndez, laico católico dedicado a la apologética, colaborador asiduo de distintas páginas de apologética católica y subdirector de la escuela de apologética online DASM.
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Por: Jesús Urones
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Creo debe aclararse este tema de manera que aquellos que están empezando a conocer la fe católica no tengan dudas de cual es la postura de la Iglesia al respecto.
Para empezar debo aclarar que los evangelios apócrifos no son canónicos, pueden contener errores, e incluso muchas veces sus narraciones tienen rasgos mitológicos o incluso legendarios, pese a ello no debemos verlos como literatura herética pues NO TODOS LO SON. La gran mayoria si fueron escritos por herejes, gnósticos sobre todos, y en ellos se tergiversan y añaden leyendas sobre la vida y milagros de Jesús, sin embargo cabe mencionar que existen ciertos apócrifos que se les autodenominan católicos y estos no tienen contenido herético, si pueden tener leyendas sobre ciertos sucesos, por ello digo estos evangelios no son canónicos, ni inspirados. Sirven pues estos evangelios para entender mejor la historia del cristianismo, para el desarrollo litúrgico y doctrinal de la Iglesia, incluso en la arquitectura y el arte cristiano tienen un papel importante.
1.-MAGISTERIO DE LA IGLESIA SOBRE LOS APÓCRIFOS:
Aun cuando no son mencionados en el documento, cabe destacar que la referencia es general para todos aquellos libros prohibidos en algún momento, por ende, también le aplica a todos los apócrifos:
SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE NOTIFICACIÓN SOBRE LA ABOLICIÓN DEL ÍNDICE DE LIBROS PROHIBIDOS
Para responder a las citadas peticiones, esta Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, después de tratar la cuestión con el Santo Padre, declara que el índice conserva su vigor moral, en cuanto que orienta la conciencia de los fieles, para que, por exigencias del mismo derecho natural, tengan precaución ante los escritos que puedan poner en peligro la fe y las buenas costumbres; sin embargo, deja de tener la fuerza de ley eclesiástica con las censuras anejas.
Dado en Roma, en la Sede del Santo Oficio, el 14 de junio de 1966.
Es necesario aclarar que el indice conserva el vigor moral, es decir orienta a la conciencia justa y recta de los fieles, aquellos pues que tengan una fe básica y corran riesgo de confundirse es mejor no leerlos. Es algo que va relacionado con la virtud de la prudencia. Quizás moralmente no es aceptable leer este tipo de literatura pues puede generar confusión o ser piedra de tropiezo para otros hermanos (1Cor8:9) , pero también es cierto que a veces se necesito conocerlos para exponer ciertos temas y saber refutar los errores que de estos emanan ( pasa lo mismo con un apologista que lee un libro hereje para ver sus errores y luego refutarlo, no hay mal moral en ello).
Lo realmente importante es que la notificación dice que ya no hay censura eclesiástica sobre ellos, o sea no quedas excomulgado, ni anatemizado ni nada por el estilo.
Esto es de 1966 desde entonces podemos entender y comprender que todas las condenas hacia los libros prohibidos han sido levantadas en el orden eclesiástico, por ello nadie ca en herejia, ni en cisma, ni en apostasía ni en excomunión citando, leyendo, libros apócrifos.
Para dar prueba más veridica de esto, voy a citar como los últimos Papas se han referido a ciertos evangelios apócrifos en sus enseñanzas diarias, angelus, audiencias etc.
JUAN PABLO II CITANDO APOCRIFOS:
Angelus Domingo 05 de Julio de 1987:
Hoy nos dirigimos en peregrinación espiritual a un santuario ligado a la memoria delNacimiento de la Virgen Santísima. Una antigua tradición, a la cual se hace referencia en un apócrifo del siglo II, el Protoevangelio de Santiago, sitúa en Jerusalén, junto al templo, la casa en que nació la Virgen. Los cristianos, desde el siglo V en adelante, han celebrado la memoria de la Natividad de María en la gran iglesia construida frente al templo, sobre la Piscina Probática, donde Jesús curó al paralítico (cf. Jn 5, 1-9).
Audiencia General Miercoles 15 de octubre de 1997
Además, bajo el influjo del «Protoevangelio de Santiago», se instituyeron las fiestas de la Natividad, la Concepción y la Presentación, que contribuyeron notablemente a destacar algunos aspectos importantes del misterio de María.
Audiencia General del 02 de julio de 1997:
El primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen aparece en los relatos apócrifos, titulados «Transitus Mariae », cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II-III. Se trata de representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan una intuición de fe del pueblo de Dios.
BENEDICTO XVI CITANDO APOCRIFOS:
Audicencia General Miercoles 28 de Junio del 2006:
Además del apócrifo Protoevangelio de Santiago, que exalta la santidad y la virginidad de María, la Madre de Jesús, está unida a este Santiago en especial la Carta que lleva su nombre.
Audiencia general Miercoles 27 de Septiembre de 2006:
El cuarto evangelio nos ha conservado una última referencia a Tomás, al presentarlo como testigo del Resucitado en el momento sucesivo de la pesca milagrosa en el lago de Tiberíades (cf. Jn 21, 2). En esa ocasión, es mencionado incluso inmediatamente después de Simón Pedro: signo evidente de la notable importancia de que gozaba en el ámbito de las primeras comunidades cristianas. De hecho, en su nombre fueron escritos después los Hechos y el Evangelio de Tomás, ambos apócrifos, pero en cualquier caso importantes para el estudio de los orígenes cristianos.
Es fundamental destacar que el Papa Benedicto XVI habla de que los apócrifos son importantes para estudiar el origen del cristianismo, y eso que lo dice hablando de un evangelio apócrifo, no católico, como es el de Tomás.
El Papa Benedicto XVI sabe de la importancia que han tenido algunos apocrifos en la liturgia, arte y enseñanzas de la fe, pues de ellos salieron ciertas tradicciones litúrgicas, ciertas fiestas marianas, e incluso son apreciados en otros ritos de la Iglesia como el copto, sirio, armenio o griego.
Por ello es que para conocer la historia del cristianismo es necesario conocer los apócrifos y su lugar dentro de la Iglesia ( podemos decir que su lugar es puramente informativo y a veces piadoso).
2.-DIFERENTES TIPOS DE APOCRIFOS:
No podemos meter a todos los apócrifos en el mismo saco, ni verlos todos por igual, pues aun cuando no son libros canónicos, algunos de ellos ofrecen datos valiosos para la piedad popular o para la liturgia de la Iglesia. Creo es buena referencia citar la Enciclopedia Católica en este tema y ver la clasificación que ella realiza:
APÓCRIFOS DE ORIGEN CRISTIANO
El término cristiano se usa aquí en un sentido comprehensivo y abarca obras producidas tanto por católicos como por herejes, éstos últimos son principalmente los miembros de las varias ramas o escuelas de Gnosticismo que florecieron en los siglos segundo y tercero. Los escritos apócrifos cristianos en general, imitan a los libros del Nuevo Testamento y, por consiguiente, con pocas excepciones, caen bajo la descripción de Evangelios, Hechos, Epístolas y Apocalipsis.
Conforme a esto, sabemos entonces que hay unos evangelios que son apócrifos, escritos por católicos, y otros evangelios apócrifos escritos por herejes, fundamentalmente gnósticos del siglo II al III.
Posteriormente la enciclopedia católica pasa a enumerar el listado de evangelios apócrifos católicos:
Evangelios apócrifos de origen católico
Protoevangelium Jacobi, o Evangelio de la infancia de Santiago.
Evangelio de S. Mateo.
Evangelio árabe del la Infancia
Evangelio de Gamaliel
El Transitus Mariæ o Evangelium Joannis
APOCRIFOS HERETICOS:
Evangelios apócrifos heréticos o judíos:
Evangelio según los Hebreos
Evangelio según los Egipcios
Evangelio de S. Pedro
Evangelio de S. Felipe
Evangelio de Sto. Tomás
Evangelio de S. Bartolomé
Evangelio de los Doce Apóstoles
Otros Evangelios
Es suficiente con anotar la existencia de otros Pseudos-Evangelios de los que aparte de los nombre, poco se conoce. Hubo un Evangelio de S. Andrés, probablemente idéntico al Gnóstico “Hechos de Andrés”; un Evangelio de Bernabé, un Evangelio de Tadeo, un Evangelio de Eva y hasta uno de Judas Iscariote, utilizado por los gnósticos Cainitas, que glorificaba al traidor.
Vemos entonces como el protoevangelio de Santiago, el Transitus Mariae, son evangelios apocrifos cristianos, y son los que anteriormente han citado los papas Benedicto XVI y Juan Pablo II. Ciertamente existe otro grupo de evangelios APOCRIFOS HERÉTICOS, que son en su mayoria gnosticos escritos entre los siglos II AL IV dC de los cuales nada bueno podemos sacar.
Sin embargo eso no podemos decirlo de aquellos evangelios apocrifos cristianos que en su momento fueron usados por padres de la Iglesia y que de ellos se han sacado elementos liturgicos importantes e incluso nombres para el martiriologico ( nombres de santos). Como he dicho, estos apocrifos cristianos son escritos piadosos, nadie esta obligado a creer en ELLOS!!! pero tampoco debemos condenar a aquel que crea en ellos....
3.- DATOS SACADOS DE LOS APOCRIFOS:
-Voy a intentar hacer un breve resumen de los datos que la Iglesia ha sacado de los apocrifos y que son usados en el martiriológico romano/liturgia/festividades/himnos etc, pero antes considero necesario que esta idea sea apoyada por otros teologos de renombre y especialistas en la materia, para que nadie pueda acusarme de inventarme cosas......( mis comentarios iran en azul)
LOS PADRES DE LA IGLESIA UNA GUIA INTRODUCTORIA—ENRIQUE MOLINE:
Cuando nos habla del Pseudo Evangelio de Mateo y Protoevangelio de Santiago dice:
(Este fragmento refleja a la vez una gran admiración por la virgen Maria y una mentalidad monacal con otros análogos, influyo mucho en obras posteriores como las de Sor Maria Agreda y la madre Emmerich).
Parece ser que ciertos evangelios apocrifos influyeron en misticos ilustres del cristianismo como Sor Maria Agreda o la beata Emmerich ( fundamentalmente en sus visiones y obras). También podriamos citar aqui las Revelaciones de Santa Brigida que tienen elementos tomados de estos apócrifos.
PATROLOGIA- JOHANNES QUASTEN:
El Evangelio de Nicodemo.
Los Hechos de Pilatos del Evangelium Nicodemi, que se conservan en griego y en traducciones siríaca, armenia, copla, árabe y latina, tuvieron consecuencias muy curiosas. Los cristianos de Siria y Egipto veneraron a Pilatos como santo y mártir, y aun hoy día sigue en el calendario litúrgico de la iglesia copta. Durante la Edad Media, la influencia de los Hechos en la literatura y en el arte fue enorme.
Debemos saber que el nombre de San Dimas y el del segundo ladron Gestas han sido sacado de esta obra. La festividad de san Dimas es el 25 de marzo, es el único canonizado por Jesucristo. Como enseña la Enciclopedia catolica este escrito no lo escribio ningun hereje ni gnostico.
El Protoevangelio de Santiago.
La primera referencia al Libro de Santiago la encontramos en Orígenes; dice que este libro hace de "los hermanos del Señor" hijos de José habidos de una primera mujer. Pero ya antes de Orígenes, Clemente de Alejandría, su maestro, y Justino Mártir refieren incidentes relativos al nacimiento de Jesús que también se relatan en el Protoevangelio.
El libro es, probablemente, de mediados del siglo II; en todo caso, es cierto que existía al finalizar el siglo. Contiene la narración más antigua del nacimiento milagroso y de la infancia y adolescencia de la Virgen María. En él aparecen por vez primera los nombres de los padres de María, Joaquín y Ana.
Datos importantes de este apocrifo:
Usado por Origenes, Clemente de Alejandria, Justino Martir, San Epifanio también lo uso.
Primero en hablarnos de San Joaquin y Santa Ana, los padres de Maria y abuelos de Cristo.
La forma actual del texto griego data del siglo IV, pues lo utilizó Epifanio a fines del mismo siglo. El Protoevangelio alcanzó una gran difusión, como lo demuestra el hecho de que se conserven unos treinta manuscritos del texto griego. Poseemos, además, antiguas traducciones en siríaco, armenio, copto y eslavo. Con todo, no ha aparecido todavía ningún manuscrito latino de este evangelio.
Otro dato importante es la gran difusión pues esta escrito en los principales idiomas antiguos de la fe cristiana: el armenio, el copto, el sirio, el eslavo. Con razón esta asociado muy extrechamente a estas Iglesias. Tanto este escrito como el Pseudo Mateo nos hablan de la mula y el buey en el gruta o cueva donde nacio Cristo. Por ello se adquirio la tradicción de poner una mula y un buey en el pesebre ( este evangelio hace referencia a Habacuc 3:2 e Isaias 1:3-4 ). La idea de gruta o cueva donde nació Cristo es usada también por San Justino martir (Dialogo 78).
El Decretum Gelasianum de libris recipiendis et non recipiendis, del siglo VI, condena el escrito como herético. No obstante, no cabe exagerar al hablar de la influencia que este evangelio de la Natividad ha ejercido en el campo de la liturgia, de la literatura y del arte.
Sin embargo cabe decir que actualmente es dudosa la autoria del Papa Gelasio con respecto a este Decreto. Como bien indica Quasten, este evangelio fue fundamental en la literatura, el arte y liturgia, posteriormente lo veremos.
El culto de Santa Ana y la fiesta eclesiástica de la Presentación de la Virgen en el templo deben su origen a las tradiciones de este libro. Muchas de las encantadoras leyendas de Nuestra Señora se basan en historias del Protoevangelio. Los artistas no se han cansado de inspirarse en él.
La festividad de Santa Ana y San Joaquin y su inclusión en el martiriologico asi como la fiesta de la Natividad de nuestra Señor se basan en este protoevangelio.
PATROLOGIA RAMON TREVIJANO-ECHEVARRIA:
A partir del S. II (Protoevangelio de Santiago, Protoev) comienza la producción de textos que tratan de colmar las lagunas dejadas por las narraciones canónicas. El centro de interés puede ser la infancia de Jesús (Evangelio Eclesiástico de Tomás) o la pasión y resurrección (literatura de Pilato, Evangelio de Nicodemo, Evangelio de Bartolomé).
Evangelios legendarios.
En este grupo se integran tanto los Evangelios de la Infancia como la Literatura de Pilato. Nos vamos a detener sólo en el Protoevangelio de Santiago. Por su género literario corresponde a la literatura narrativa popular; pero por el trasfondo bíblico y una serie de motivos judeocristianos podemos clasificarlo como un midrás cristiano de tipo hagádico. Aunque el relato desemboca en la historia del nacimiento de Jesús y episodios posteriores (los Magos, matanza de los Inocentes, muerte de Zacarías en el santuario por orden de Herodes), es, más bien, una narración del nacimiento milagroso de María, hija del rico Joaquín y de su mujer Ana, de su crecimiento en el Templo y de su virginidad (confiada mediante una elección por sorteo al viudo con hijos José), que no quedó rota por el nacimiento virginal de Jesús. El autor pretende ser Santiago; lo que se ha entendido desde antiguo de Santiago, el hermano del Señor, hijo de un primer matrimonio de S. José. En realidad el libro no es anterior al 150. Presupone la historia canónica de la Infancia, aunque utiliza con mucha libertad tanto a Mt. como a Lc. Es probable que siga también tradiciones orales (nacimiento en una gruta de Belén). Orígenes, y probablemente Clemente Alejandrino, conocen ya la obra y Justino toca de cerca alguno de sus temas (nacimiento en la gruta, filiación davídica de María). Su objetivo es la glorificación de María y anuncia ya una serie de temas de la mariología. Su explicación de los "hermanos del Señor" fue considerada plausible hasta san Jerónimo. La explicación de tales "hermanos" como "primos" no sólo la desplazó, sino que motivó luego en Occidente una reacción polémica contra el Protoev. En Oriente fue una obra muy estimada, tanto por los ebionitas como por los Padres griegos. Por su exaltación de la virginidad es obra muy considerada por las iglesias siria, copta y armenia. Muestra esta obra la antigüedad del culto de María, ya muy avanzado en tiempo de la redacción. Tuvo gran influjo en el desarrollo de la mariología y significó mucho tanto para la liturgia y la piedad católica como para el arte.
Este autor vuelve nuevamente a insistir en el influjo e importancia de este apocrifo en mariologia ,liturgia y piedad catolica.....
HISTORIA DE LA LITURGIA-TOMO I MARIO RIGHETTI:
EVANGELIO APOCRIFO TRANSITUS MARIAE:
. Quizá con el difundirse la narración maravillosa del Transitus Mariae, que coincide con los primeros años del siglo VI, y con la afluencia de peregrinaciones a la tumba de la Virgen, en Jerusalén, se creyó oportuno recordar el suceso en la liturgia, dedicando particularmente a este misterio la fiesta genérica más solemne que ya se celebraba en su honor.
Es precisamente en el De transitu Mariae donde se encuentran las primeras memorias de una fiesta mariana el 15 de agosto, si bien sin ninguna relación con la dormición. El texto siríaco del Transitus narra que los apóstoles establecieron durante el año tres días conmemorativos de la Virgen: el 25 de enero (de seminibus), por el buen éxito de la sementera; el 15 de mayo (ad aristas), por la cosecha inminente, y el 15 de agosto (pro vitibus), para una vendimia próspera.
Vemos pues con la difusión de este apocrifo a partir del siglo VI la fiesta de la asunción empezo a adquirir mas fuerza y mas solemnidad.
SOBRE LA NATIVIDAD DICE:
Como primer documento de esta fiesta, tenemos un himno de San Romano, el famoso himnógrafo griego, compuesto por él entre el 536-556, y en el cual es puesta en bellos versos la narración del Proto-evangelio de Santiago. En Occidente, la Natividad de María no fue probablemente introducida antes del siglo Vil, si bien ya fuese solemnizada la de San Juan Bautista.
Gracias a un himno compuesto por San Romano melode, la fiesta de la Natividad empezo a cobrar fuerza, y este himno se basa en el protoevangelio de Santiago. Tenemos que este evangelio entonces ayudo a difundir la fiesta de la Natividad de Maria, o sea, tuvo papel importante en la liturgia de la Iglesia.
Creo que con esto es suficiente para demostrar claramente como no todos los apocrifos son condenados por la Iglesia, libros de patrologia, de liturgia, de historia de la Iglesia nos enseñan la importancia de estos apócrifos cristianos en la piedad, liturgia y el santoral de la Iglesia.
Espero entonces haber dejado claro el lugar de estos escritos dentro de la fe católica, son NO CANONICOS, nadie esta obligado a creer en ellos pero sus enseñanzas son utiles para compreder la historia del cristianismo y de la liturgia de la Iglesia.
FUENTES BIBLIOGRAFICAS:
PATROLOGIA-I. JOHANNEN QUASTEN.
LOS PADRES DE LA IGLESIA UNA GUIA INTRODUCTORIA- ENRIQUE MOLINE.
A. DE SANTOS OTERO, Los Evangelios apócrifos, BAC 148, Madrid 1993;
PATROLOGIA RAMON TREVIJANO-ECHEVARRIA.
HISTORIA DE LA LITURGIA-MARIO RIGHETTI.
Paginas webs:
http://ec.aciprensa.com/wiki/Ap%C3%B3crifo
http://ec.aciprensa.com/wiki/ActaPilati
http://www.vatican.va/romancuria/congregations/cfaith/documents/rcconcfaithdoc19660614de-indicis-libr-prohibsp.html.
http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/angelus/1987/documents/hfjp-iiang19870705.html
https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1997/documents/hfjp-iiaud15101997.pdf
http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2006/documents/hfben-xviaud20060628.html
https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1997/documents/hfjp-iiaud02071997.html
https://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2006/documents/hfben-xviaud20060927.html
EVANGELIZA Y COMPARTE.
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Por: Jesús Urones
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Creo debe aclararse este tema de manera que aquellos que están empezando a conocer la fe católica no tengan dudas de cual es la postura de la Iglesia al respecto.
Para empezar debo aclarar que los evangelios apócrifos no son canónicos, pueden contener errores, e incluso muchas veces sus narraciones tienen rasgos mitológicos o incluso legendarios, pese a ello no debemos verlos como literatura herética pues NO TODOS LO SON. La gran mayoria si fueron escritos por herejes, gnósticos sobre todos, y en ellos se tergiversan y añaden leyendas sobre la vida y milagros de Jesús, sin embargo cabe mencionar que existen ciertos apócrifos que se les autodenominan católicos y estos no tienen contenido herético, si pueden tener leyendas sobre ciertos sucesos, por ello digo estos evangelios no son canónicos, ni inspirados. Sirven pues estos evangelios para entender mejor la historia del cristianismo, para el desarrollo litúrgico y doctrinal de la Iglesia, incluso en la arquitectura y el arte cristiano tienen un papel importante.
1.-MAGISTERIO DE LA IGLESIA SOBRE LOS APÓCRIFOS:
Aun cuando no son mencionados en el documento, cabe destacar que la referencia es general para todos aquellos libros prohibidos en algún momento, por ende, también le aplica a todos los apócrifos:
SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE NOTIFICACIÓN SOBRE LA ABOLICIÓN DEL ÍNDICE DE LIBROS PROHIBIDOS
Para responder a las citadas peticiones, esta Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, después de tratar la cuestión con el Santo Padre, declara que el índice conserva su vigor moral, en cuanto que orienta la conciencia de los fieles, para que, por exigencias del mismo derecho natural, tengan precaución ante los escritos que puedan poner en peligro la fe y las buenas costumbres; sin embargo, deja de tener la fuerza de ley eclesiástica con las censuras anejas.
Dado en Roma, en la Sede del Santo Oficio, el 14 de junio de 1966.
Es necesario aclarar que el indice conserva el vigor moral, es decir orienta a la conciencia justa y recta de los fieles, aquellos pues que tengan una fe básica y corran riesgo de confundirse es mejor no leerlos. Es algo que va relacionado con la virtud de la prudencia. Quizás moralmente no es aceptable leer este tipo de literatura pues puede generar confusión o ser piedra de tropiezo para otros hermanos (1Cor8:9) , pero también es cierto que a veces se necesito conocerlos para exponer ciertos temas y saber refutar los errores que de estos emanan ( pasa lo mismo con un apologista que lee un libro hereje para ver sus errores y luego refutarlo, no hay mal moral en ello).
Lo realmente importante es que la notificación dice que ya no hay censura eclesiástica sobre ellos, o sea no quedas excomulgado, ni anatemizado ni nada por el estilo.
Esto es de 1966 desde entonces podemos entender y comprender que todas las condenas hacia los libros prohibidos han sido levantadas en el orden eclesiástico, por ello nadie ca en herejia, ni en cisma, ni en apostasía ni en excomunión citando, leyendo, libros apócrifos.
Para dar prueba más veridica de esto, voy a citar como los últimos Papas se han referido a ciertos evangelios apócrifos en sus enseñanzas diarias, angelus, audiencias etc.
JUAN PABLO II CITANDO APOCRIFOS:
Angelus Domingo 05 de Julio de 1987:
Hoy nos dirigimos en peregrinación espiritual a un santuario ligado a la memoria delNacimiento de la Virgen Santísima. Una antigua tradición, a la cual se hace referencia en un apócrifo del siglo II, el Protoevangelio de Santiago, sitúa en Jerusalén, junto al templo, la casa en que nació la Virgen. Los cristianos, desde el siglo V en adelante, han celebrado la memoria de la Natividad de María en la gran iglesia construida frente al templo, sobre la Piscina Probática, donde Jesús curó al paralítico (cf. Jn 5, 1-9).
Audiencia General Miercoles 15 de octubre de 1997
Además, bajo el influjo del «Protoevangelio de Santiago», se instituyeron las fiestas de la Natividad, la Concepción y la Presentación, que contribuyeron notablemente a destacar algunos aspectos importantes del misterio de María.
Audiencia General del 02 de julio de 1997:
El primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen aparece en los relatos apócrifos, titulados «Transitus Mariae », cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II-III. Se trata de representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan una intuición de fe del pueblo de Dios.
BENEDICTO XVI CITANDO APOCRIFOS:
Audicencia General Miercoles 28 de Junio del 2006:
Además del apócrifo Protoevangelio de Santiago, que exalta la santidad y la virginidad de María, la Madre de Jesús, está unida a este Santiago en especial la Carta que lleva su nombre.
Audiencia general Miercoles 27 de Septiembre de 2006:
El cuarto evangelio nos ha conservado una última referencia a Tomás, al presentarlo como testigo del Resucitado en el momento sucesivo de la pesca milagrosa en el lago de Tiberíades (cf. Jn 21, 2). En esa ocasión, es mencionado incluso inmediatamente después de Simón Pedro: signo evidente de la notable importancia de que gozaba en el ámbito de las primeras comunidades cristianas. De hecho, en su nombre fueron escritos después los Hechos y el Evangelio de Tomás, ambos apócrifos, pero en cualquier caso importantes para el estudio de los orígenes cristianos.
Es fundamental destacar que el Papa Benedicto XVI habla de que los apócrifos son importantes para estudiar el origen del cristianismo, y eso que lo dice hablando de un evangelio apócrifo, no católico, como es el de Tomás.
El Papa Benedicto XVI sabe de la importancia que han tenido algunos apocrifos en la liturgia, arte y enseñanzas de la fe, pues de ellos salieron ciertas tradicciones litúrgicas, ciertas fiestas marianas, e incluso son apreciados en otros ritos de la Iglesia como el copto, sirio, armenio o griego.
Por ello es que para conocer la historia del cristianismo es necesario conocer los apócrifos y su lugar dentro de la Iglesia ( podemos decir que su lugar es puramente informativo y a veces piadoso).
2.-DIFERENTES TIPOS DE APOCRIFOS:
No podemos meter a todos los apócrifos en el mismo saco, ni verlos todos por igual, pues aun cuando no son libros canónicos, algunos de ellos ofrecen datos valiosos para la piedad popular o para la liturgia de la Iglesia. Creo es buena referencia citar la Enciclopedia Católica en este tema y ver la clasificación que ella realiza:
APÓCRIFOS DE ORIGEN CRISTIANO
El término cristiano se usa aquí en un sentido comprehensivo y abarca obras producidas tanto por católicos como por herejes, éstos últimos son principalmente los miembros de las varias ramas o escuelas de Gnosticismo que florecieron en los siglos segundo y tercero. Los escritos apócrifos cristianos en general, imitan a los libros del Nuevo Testamento y, por consiguiente, con pocas excepciones, caen bajo la descripción de Evangelios, Hechos, Epístolas y Apocalipsis.
Conforme a esto, sabemos entonces que hay unos evangelios que son apócrifos, escritos por católicos, y otros evangelios apócrifos escritos por herejes, fundamentalmente gnósticos del siglo II al III.
Posteriormente la enciclopedia católica pasa a enumerar el listado de evangelios apócrifos católicos:
Evangelios apócrifos de origen católico
Protoevangelium Jacobi, o Evangelio de la infancia de Santiago.
Evangelio de S. Mateo.
Evangelio árabe del la Infancia
Evangelio de Gamaliel
El Transitus Mariæ o Evangelium Joannis
APOCRIFOS HERETICOS:
Evangelios apócrifos heréticos o judíos:
Evangelio según los Hebreos
Evangelio según los Egipcios
Evangelio de S. Pedro
Evangelio de S. Felipe
Evangelio de Sto. Tomás
Evangelio de S. Bartolomé
Evangelio de los Doce Apóstoles
Otros Evangelios
Es suficiente con anotar la existencia de otros Pseudos-Evangelios de los que aparte de los nombre, poco se conoce. Hubo un Evangelio de S. Andrés, probablemente idéntico al Gnóstico “Hechos de Andrés”; un Evangelio de Bernabé, un Evangelio de Tadeo, un Evangelio de Eva y hasta uno de Judas Iscariote, utilizado por los gnósticos Cainitas, que glorificaba al traidor.
Vemos entonces como el protoevangelio de Santiago, el Transitus Mariae, son evangelios apocrifos cristianos, y son los que anteriormente han citado los papas Benedicto XVI y Juan Pablo II. Ciertamente existe otro grupo de evangelios APOCRIFOS HERÉTICOS, que son en su mayoria gnosticos escritos entre los siglos II AL IV dC de los cuales nada bueno podemos sacar.
Sin embargo eso no podemos decirlo de aquellos evangelios apocrifos cristianos que en su momento fueron usados por padres de la Iglesia y que de ellos se han sacado elementos liturgicos importantes e incluso nombres para el martiriologico ( nombres de santos). Como he dicho, estos apocrifos cristianos son escritos piadosos, nadie esta obligado a creer en ELLOS!!! pero tampoco debemos condenar a aquel que crea en ellos....
3.- DATOS SACADOS DE LOS APOCRIFOS:
-Voy a intentar hacer un breve resumen de los datos que la Iglesia ha sacado de los apocrifos y que son usados en el martiriológico romano/liturgia/festividades/himnos etc, pero antes considero necesario que esta idea sea apoyada por otros teologos de renombre y especialistas en la materia, para que nadie pueda acusarme de inventarme cosas......( mis comentarios iran en azul)
LOS PADRES DE LA IGLESIA UNA GUIA INTRODUCTORIA—ENRIQUE MOLINE:
Cuando nos habla del Pseudo Evangelio de Mateo y Protoevangelio de Santiago dice:
(Este fragmento refleja a la vez una gran admiración por la virgen Maria y una mentalidad monacal con otros análogos, influyo mucho en obras posteriores como las de Sor Maria Agreda y la madre Emmerich).
Parece ser que ciertos evangelios apocrifos influyeron en misticos ilustres del cristianismo como Sor Maria Agreda o la beata Emmerich ( fundamentalmente en sus visiones y obras). También podriamos citar aqui las Revelaciones de Santa Brigida que tienen elementos tomados de estos apócrifos.
PATROLOGIA- JOHANNES QUASTEN:
El Evangelio de Nicodemo.
Los Hechos de Pilatos del Evangelium Nicodemi, que se conservan en griego y en traducciones siríaca, armenia, copla, árabe y latina, tuvieron consecuencias muy curiosas. Los cristianos de Siria y Egipto veneraron a Pilatos como santo y mártir, y aun hoy día sigue en el calendario litúrgico de la iglesia copta. Durante la Edad Media, la influencia de los Hechos en la literatura y en el arte fue enorme.
Debemos saber que el nombre de San Dimas y el del segundo ladron Gestas han sido sacado de esta obra. La festividad de san Dimas es el 25 de marzo, es el único canonizado por Jesucristo. Como enseña la Enciclopedia catolica este escrito no lo escribio ningun hereje ni gnostico.
El Protoevangelio de Santiago.
La primera referencia al Libro de Santiago la encontramos en Orígenes; dice que este libro hace de "los hermanos del Señor" hijos de José habidos de una primera mujer. Pero ya antes de Orígenes, Clemente de Alejandría, su maestro, y Justino Mártir refieren incidentes relativos al nacimiento de Jesús que también se relatan en el Protoevangelio.
El libro es, probablemente, de mediados del siglo II; en todo caso, es cierto que existía al finalizar el siglo. Contiene la narración más antigua del nacimiento milagroso y de la infancia y adolescencia de la Virgen María. En él aparecen por vez primera los nombres de los padres de María, Joaquín y Ana.
Datos importantes de este apocrifo:
Usado por Origenes, Clemente de Alejandria, Justino Martir, San Epifanio también lo uso.
Primero en hablarnos de San Joaquin y Santa Ana, los padres de Maria y abuelos de Cristo.
La forma actual del texto griego data del siglo IV, pues lo utilizó Epifanio a fines del mismo siglo. El Protoevangelio alcanzó una gran difusión, como lo demuestra el hecho de que se conserven unos treinta manuscritos del texto griego. Poseemos, además, antiguas traducciones en siríaco, armenio, copto y eslavo. Con todo, no ha aparecido todavía ningún manuscrito latino de este evangelio.
Otro dato importante es la gran difusión pues esta escrito en los principales idiomas antiguos de la fe cristiana: el armenio, el copto, el sirio, el eslavo. Con razón esta asociado muy extrechamente a estas Iglesias. Tanto este escrito como el Pseudo Mateo nos hablan de la mula y el buey en el gruta o cueva donde nacio Cristo. Por ello se adquirio la tradicción de poner una mula y un buey en el pesebre ( este evangelio hace referencia a Habacuc 3:2 e Isaias 1:3-4 ). La idea de gruta o cueva donde nació Cristo es usada también por San Justino martir (Dialogo 78).
El Decretum Gelasianum de libris recipiendis et non recipiendis, del siglo VI, condena el escrito como herético. No obstante, no cabe exagerar al hablar de la influencia que este evangelio de la Natividad ha ejercido en el campo de la liturgia, de la literatura y del arte.
Sin embargo cabe decir que actualmente es dudosa la autoria del Papa Gelasio con respecto a este Decreto. Como bien indica Quasten, este evangelio fue fundamental en la literatura, el arte y liturgia, posteriormente lo veremos.
El culto de Santa Ana y la fiesta eclesiástica de la Presentación de la Virgen en el templo deben su origen a las tradiciones de este libro. Muchas de las encantadoras leyendas de Nuestra Señora se basan en historias del Protoevangelio. Los artistas no se han cansado de inspirarse en él.
La festividad de Santa Ana y San Joaquin y su inclusión en el martiriologico asi como la fiesta de la Natividad de nuestra Señor se basan en este protoevangelio.
PATROLOGIA RAMON TREVIJANO-ECHEVARRIA:
A partir del S. II (Protoevangelio de Santiago, Protoev) comienza la producción de textos que tratan de colmar las lagunas dejadas por las narraciones canónicas. El centro de interés puede ser la infancia de Jesús (Evangelio Eclesiástico de Tomás) o la pasión y resurrección (literatura de Pilato, Evangelio de Nicodemo, Evangelio de Bartolomé).
Evangelios legendarios.
En este grupo se integran tanto los Evangelios de la Infancia como la Literatura de Pilato. Nos vamos a detener sólo en el Protoevangelio de Santiago. Por su género literario corresponde a la literatura narrativa popular; pero por el trasfondo bíblico y una serie de motivos judeocristianos podemos clasificarlo como un midrás cristiano de tipo hagádico. Aunque el relato desemboca en la historia del nacimiento de Jesús y episodios posteriores (los Magos, matanza de los Inocentes, muerte de Zacarías en el santuario por orden de Herodes), es, más bien, una narración del nacimiento milagroso de María, hija del rico Joaquín y de su mujer Ana, de su crecimiento en el Templo y de su virginidad (confiada mediante una elección por sorteo al viudo con hijos José), que no quedó rota por el nacimiento virginal de Jesús. El autor pretende ser Santiago; lo que se ha entendido desde antiguo de Santiago, el hermano del Señor, hijo de un primer matrimonio de S. José. En realidad el libro no es anterior al 150. Presupone la historia canónica de la Infancia, aunque utiliza con mucha libertad tanto a Mt. como a Lc. Es probable que siga también tradiciones orales (nacimiento en una gruta de Belén). Orígenes, y probablemente Clemente Alejandrino, conocen ya la obra y Justino toca de cerca alguno de sus temas (nacimiento en la gruta, filiación davídica de María). Su objetivo es la glorificación de María y anuncia ya una serie de temas de la mariología. Su explicación de los "hermanos del Señor" fue considerada plausible hasta san Jerónimo. La explicación de tales "hermanos" como "primos" no sólo la desplazó, sino que motivó luego en Occidente una reacción polémica contra el Protoev. En Oriente fue una obra muy estimada, tanto por los ebionitas como por los Padres griegos. Por su exaltación de la virginidad es obra muy considerada por las iglesias siria, copta y armenia. Muestra esta obra la antigüedad del culto de María, ya muy avanzado en tiempo de la redacción. Tuvo gran influjo en el desarrollo de la mariología y significó mucho tanto para la liturgia y la piedad católica como para el arte.
Este autor vuelve nuevamente a insistir en el influjo e importancia de este apocrifo en mariologia ,liturgia y piedad catolica.....
HISTORIA DE LA LITURGIA-TOMO I MARIO RIGHETTI:
EVANGELIO APOCRIFO TRANSITUS MARIAE:
. Quizá con el difundirse la narración maravillosa del Transitus Mariae, que coincide con los primeros años del siglo VI, y con la afluencia de peregrinaciones a la tumba de la Virgen, en Jerusalén, se creyó oportuno recordar el suceso en la liturgia, dedicando particularmente a este misterio la fiesta genérica más solemne que ya se celebraba en su honor.
Es precisamente en el De transitu Mariae donde se encuentran las primeras memorias de una fiesta mariana el 15 de agosto, si bien sin ninguna relación con la dormición. El texto siríaco del Transitus narra que los apóstoles establecieron durante el año tres días conmemorativos de la Virgen: el 25 de enero (de seminibus), por el buen éxito de la sementera; el 15 de mayo (ad aristas), por la cosecha inminente, y el 15 de agosto (pro vitibus), para una vendimia próspera.
Vemos pues con la difusión de este apocrifo a partir del siglo VI la fiesta de la asunción empezo a adquirir mas fuerza y mas solemnidad.
SOBRE LA NATIVIDAD DICE:
Como primer documento de esta fiesta, tenemos un himno de San Romano, el famoso himnógrafo griego, compuesto por él entre el 536-556, y en el cual es puesta en bellos versos la narración del Proto-evangelio de Santiago. En Occidente, la Natividad de María no fue probablemente introducida antes del siglo Vil, si bien ya fuese solemnizada la de San Juan Bautista.
Gracias a un himno compuesto por San Romano melode, la fiesta de la Natividad empezo a cobrar fuerza, y este himno se basa en el protoevangelio de Santiago. Tenemos que este evangelio entonces ayudo a difundir la fiesta de la Natividad de Maria, o sea, tuvo papel importante en la liturgia de la Iglesia.
Creo que con esto es suficiente para demostrar claramente como no todos los apocrifos son condenados por la Iglesia, libros de patrologia, de liturgia, de historia de la Iglesia nos enseñan la importancia de estos apócrifos cristianos en la piedad, liturgia y el santoral de la Iglesia.
Espero entonces haber dejado claro el lugar de estos escritos dentro de la fe católica, son NO CANONICOS, nadie esta obligado a creer en ellos pero sus enseñanzas son utiles para compreder la historia del cristianismo y de la liturgia de la Iglesia.
FUENTES BIBLIOGRAFICAS:
PATROLOGIA-I. JOHANNEN QUASTEN.
LOS PADRES DE LA IGLESIA UNA GUIA INTRODUCTORIA- ENRIQUE MOLINE.
A. DE SANTOS OTERO, Los Evangelios apócrifos, BAC 148, Madrid 1993;
PATROLOGIA RAMON TREVIJANO-ECHEVARRIA.
HISTORIA DE LA LITURGIA-MARIO RIGHETTI.
Paginas webs:
http://ec.aciprensa.com/wiki/Ap%C3%B3crifo
http://ec.aciprensa.com/wiki/ActaPilati
http://www.vatican.va/romancuria/congregations/cfaith/documents/rcconcfaithdoc19660614de-indicis-libr-prohibsp.html.
http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/angelus/1987/documents/hfjp-iiang19870705.html
https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1997/documents/hfjp-iiaud15101997.pdf
http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2006/documents/hfben-xviaud20060628.html
https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1997/documents/hfjp-iiaud02071997.html
https://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2006/documents/hfben-xviaud20060927.html
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Por: José Miguel Arráiz
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Recientemente estaba platicando con un pastor evangélico (Fernando García Sotomayor quien es rector del Seminario Teológico Rhema Internacional de Colombia) y el tema bifurcó en la típica apología fundamentalista donde se acusa a la Iglesia Católica (y a las iglesias evangélicas que participan del movimiento ecuménico) de ser la “ramera de Babilonia".
Entre los comentarios que salieron a resucir mi amigo pastor me comentó que esto lo reconocían inclusive los padres de la Iglesia, entre ellos San Agustín, para lo cual escribió:
“San Agustín en su libro La Ciudad de Dios llama a Roma una segunda Babilonia “Babilonia, es una Roma anterior y Roma una Babilonia posterior. Roma es Hija de babilonia””
Ahora bien, San Agustín efectivamente vió en la Roma pagana (no la cristiana) una segunda Babilonia, y así se lo hice notar, por eso enfaticé la pregunta y le pedi especificar si creía que cuando San Agustín hablaba de Roma se refería a la Iglesia Católica. Entre otras cosas respondió:
“La diferencia entre la Roma pagana y la Roma cristiana la haces tu. No estos insignes hombres de fe”
Suministró también la siguiente fuente: “Frank M Boyd. La biblia a su alcance. Ed. Vida. Pags. 200-229.
En este estudio haré un breve análisis de la obra de San Agustín Ciudad de Dios, así como de algunos de sus otros escritos, para así dilusidar si es “cosa mía” y no del insigne San Agustín el diferenciar entre la Roma pagana y la Iglesia Católica Romana. Esto permitirá conocer mejor el pensamiento Agustiniano y evitar que para futuras ocasiones este pueda ser descontextualizado de esta manera.
Los textos de la obra Ciudad de Dios se tomarán integramente del sitio protestante:
http://www.iglesiareformada.com/Agustin_Ciudad.html
Contexto y finalidad de la obra.
En el proemio del libro I San Agustín habla de la finalidad por la cual la ha escrito. En resumen las razones son dos:
1) Para defender la gloria de la ciudad de Dios. Respecto a esto escribe:
“En esta obra, que va dirigida a ti, y te es debida mediante mi palabra, Marcelino, hijo carísimo, pretendo defender la gloriosa Ciudad de Dios” Proemio. Libro I
2) Para denunciar el destino de la ciudad terrena.
“Y así, tampoco pasaremos en silencio acerca de la Ciudad terrena (que mientras más ambiciosamente pretende reinar con despotismo; por, más que las naciones oprimidas con su insoportable yugo la rindan obediencia y vasallaje, el mismo apetito de dominar viene a reinar sobre ella) nada de cuanto pide la naturaleza de esta obra, y lo que yo penetro con mis luces intelectuales.” Proemio, Libro I
¿Pero que eran para San Agustín la ciudad de Dios y la ciudad terrena?. El mismo lo explica en el libro décimoquinto (XV) de la obra.
“Sin embargo, soy de sentir que quedan plenamente satisfechas y comprobadas las cuestiones más arduas, espinosas y dificultosas que se citan acerca del principio o fin del mundo o del alma, o del mismo linaje humano, al cual hemos distribuido en dos géneros: el uno de los que viven según el hombre, y el otro, según, Dios; y a esto llamamos también místicamente dos ciudades, es decir, dos sociedades o congregaciones de hombres de las cuales la una está predestinada para reinar eternamente con Dios, y la otra para padecer eterno tormento con el demonio”
En el pensamiento de Agustín, conviven en la tierra dos ciudades, una terrena, y la otra celestial que es la Iglesia peregrina compuesta por los cristianos.
Parte de aquí para hacer frente a los partidarios del paganismo que atribuían a ellos y al nombre de Cristo las calamidades acaecidas a Roma. San Agustín para quien la Iglesia es la ciudad de Dios sobre la tierra, realiza esta defenza apologética para combatir estas acusasiones y en virtud de eso titula el primer libro de la obra “La devastación de Roma no fue castigo de los dioses debido al cristianismo”.
San Agustín habla de como los paganos se refugiaron en los sagrados Templos Católicos durante la destrucción de Roma.
En el capítulo I del libro I San Agustín comienza por hablar como estos enemigos de la Iglesia Católica deberían estar agradecidos, ya que muchos salvaron sus vidas en la destrucción de la ciudad al guarecerse en los templos católicos de la ciudad de Roma. Así, titula el capítulo primero “de los enemigos del nombre cristiano; y de cómo éstos fueron perdonados por los bárbaros, por reverencia de Cristo, después de haber sido vencidos, en el saqueo y, destrucción de la ciudad”.
A este respecto escribe:
“…muchos, abjurando sus errores, vienen a ser buenos ciudadanos; pero la mayor parte la manifiestan un odio inexorable y eficaz, mostrándose tan ingratos y desconocidos a los evidentes beneficios del Redentor, que en la actualidad no podrían mover contra ella sus maldicientes lenguas si cuando huían el cuello de la segura vengadora de su contrario no hallaran la vida, con que tanto se ensoberbecen, en sus sagrados templos. Por ventura, ¿no persiguen el nombre de Cristo los mismos romanos a quienes, por respeto y reverencia a este gran Dios, perdonaron la vida los bárbaros? Testigos son de esta verdad las capillas de los mártires y las basílicas de los Apóstoles, que en la devastación de Roma acogieron dentro, de sí, a los que precipitadamente, y temerosos de perder sus vidas, en la fuga ponían sus esperanzas, en cuyo numero se compren dieron no sólo los gentiles, sino también los cristianos: Hasta estos lugares sagrados venía ejecutando su furor el enemigo, pero allí mismos amortiguaba o apagaba el furor de encarnizado asesino, y, al fin, a esto sagrados lugares conducían los piadosos enemigos a los que, hallados fuera de los santos asilos, habían perdonado las vidas, para que no cayese en las manos de los que no usaba ejercitar semejante piedad, por lo que es muy digno de notar que una nación tan feroz, que en todas parte se manifestaba cruel y sanguinaria, haciendo crueles estragos, luego que se aproximó a los templos y capillas, donde la estaba prohibida su profanación, así como el ejercer las violencias que en otras partes la fuera permitido por derecho de la guerra, refrenaba del todo el ímpetu furioso de su espada, desprendiéndose, igualmente del afecto de codicia que la poseía de hacer una gran presa en ciudad tan rica y abastecida. De esta manera libertaron sus vidas muchos que al presente infaman y murmuran de los tiempos cristianos, imputando a Cristo los trabajos y penalidades que Roma padeció, y no atribuyendo a este gran Dios el beneficio incomparable que consiguieron por respeto a su santo nombre de conservarles las vidas;” Libro I Capítulo I
Ya cualquiera que hubiera aunque sea leido el comienzo de la obra podido notar “curioso” que San Agustín se refiriera a la Iglesia Católica como “la ramera” mientras se refería a sus templos en Roma y a “las capillas de los mártires y basílicas de los apóstoles” como “lugares sagrados“. Más adelante continúa.
“Deberían, por la misma causa, estos vanos impugnadores atribuir a los tiempos en que florecía el dogma católico la particular gracia de haberles hecho merced de sus vidas los bárbaros, contra el estilo observado en la guerra, sin otro, respeto que por indicar su, sumisión y reverencia a Jesucristo, concediéndoles este singular favor en cualquier lugar que los hallaban, y con especialidad a los que se acogían al sagrado de los templos, dedicados al augusto nombre de nuestro Dios” Libro I Capítulo I
Finaliza echándoles en cara como muchos de los que en ese momento atacaban a la Iglesia, habían llegado al extremo de fingir abrazar la fe católica. Sin embargo, una vez salvados ahora se comportaban con desagradecimiento atacando a la Iglesia, y demostrando que su confesión de fe no fue de corazón:
“…porque, muchos de estos que veis que con, tanta libertad y desacato hacen escarnio de los siervos de Jesucristo no hubieran huido de su ruina y muerte si no fingiesen que eran católicos; y ahora su desagradecimiento, soberbia y sacrílega demencia, con dañado corazón se opone a aquel santo nombre; que, en el tiempo de sus infortunios le sirvió de antemural, irritando de este modo la divina justicia y dando motivo a que su ingratitud sea castigada con aquel abismo de males y dolores, que están preparados perpetuamente a los malos, pues su confesión, creencia y gratitud fue no de corazón, sino con la boca, por poder disfrutar más tiempo de las felicidades momentáneas y caducas de esta vida.”
Posteriormente en el capítulo III del mismo libro habla de “Cuán imprudentes fueron los romanos en creer que los dioses Penates, que no pudieron guardar a Troya, les habían de aprovechar a ellos”. Cuestionaba así no a la Iglesia de Roma, quien no fue precisamente quien encomendó el cuidado la ciudad a los dioses de Troya, sino a los partidarios del romanos paganos enemigos de la Iglesia en la ciudad.
Como se refiere San Agustín a quienes abandonan la Iglesia Católica
En el capítulo XXV del libro XXI, habla de como los herejes y hereciarcas pertinaces que abandonan la Iglesia Católica no se librarán del tormento eterno aunque hayan sido bautizados en ella y recibieron el sacramento de la Eucaristía, ya que su estado de apostasía le hace ser peor que un infiel.
“Por otra parte, tampoco éstos, que entienden bien que no debe decir que come el cuerpo de Cristo el que no está en el cuerpo de Cristo, prometen erróneamente a los que de la unidad de aquel cuerpo caen en la herejía o en la superstición de los gentiles, la liberación del fuego eterno. Lo primero, porque deben considerar cuán intolerable cosa sea y cuán por extremo ajena y descaminada de la doctrina sana que los más o casi todos los que salen del gremio de la Iglesia católica siendo autores de herejías y haciéndose heresiarcas sean mejores que los que nunca fueron católicos o cayeron en los lazos de ellos, casó de que a los tales heresiarcas se les librara del tormento eterno porque fueron bautizados en la Iglesia católica y recibieron al principio, estando en la unión del verdadero cuerpo de Cristo, el Sacramento del sacrosanto cuerpo de Cristo; pues sin duda es peor el que apostató y desamparó la fe, y de apóstata se hizo cruel combatidor de la fe, que aque que no dejó ni desamparó la que nunca tuvo; Lo segundo, porque tambiéi a éstos los ataja el Apóstol, después de haber insinuado las obras de la carne, amenazándoles con la misma verdad: «que los que hacen semejantes obras no poseerán el reino de Dios»” Libro XXI Capítulo XXV
Sin embargo en el capítulo segundo del libro decimo sexto agrega que el surgimiento de herejías fortalece la fe católica, ya que da ocasión de predicar la verdad con mayor vigor y da la oportunidad para aprender:
“Aunque todo esto, viene a redundar en utilidad de los proficientes, conforme a la expresión del Apóstol: «Que conviene que haya herejías para que los buenos se echen de ver entre vosotros»; y por eso mismo dice la Escritura: «El hijo atribulado y ejercitado en las penalidades será sabio, y del Imprudente y malo se servirá como de ministro y siervo. »
Porque muchas cosas que pertenecen a la fe católica, cuando los herejes, con su cautelosa y astuta inquietud, las turban y desasosiegan, entonces, para poderlas defender de ellos, se consideran con más escrupulosidad y atención, se perciben con mayor claridad, se predican con mayor vigor y constancia, y la duda o controversia que excita el contrario sirve de ocasión propicia para aprender.” Capítulo II Libro XVI
Así mismo en el capítulo LI del libro XVIII habla de “Cómo por las disensiones de los herejes se confirma también y corrobora la fe católica”.
Habla aquí refiriendose a estos herejes que abandonan la Iglesia Católica y que rechazan de forma pertinaz la corrección perseverando en la herejía son causa de se desacredite el nombre cristiano. Aunque se digan cristianos (comenta), y cuenten con la Escritura y los sacramentos con sus continuas divisiones y disensiones son causa de que se blasfeme el nombre de Cristo.
“Los que en la Iglesia de Cristo están imbuidos en algún contagioso error, habiéndoles corregido y advertido para que sepan lo que es sano y recto, sin embargo, resisten vigorosamente y no quieren enmendar sus pestilentes y mortíferas opiniones, sino que obstinada mente las defienden, éstos se hacen herejes, y saliendo del gremio de la Iglesia son tenidos en el número de lo enemigos que la ejercitan y afligen. Porque aun de este modo con su mal aprovechan también a los verdaderos católicos que son miembros de Cristo, usando Dios bien aun de los malos…”
“pues por ellos se desacredita y blasfema el nombre cristiano y católico; el cual, cuanto más le aman y estiman los que quieren vivir santamente en Cristo, tanto más les duele lo que practican los malos que están dentro y que no sea tan amado y apreciado como desean de las almas pías. Los mismos herejes, cuando se considera que tienen el nombre cristiano, los Sacramentos cristianos, las Escrituras y profesión, causan gran dolor en los corazones de los piadosos, porque a muchos que quieren ser también cristianos estas discordias y disensiones les obligan a dudar, y muchos maldicientes hallan también en ellos materia proporcionada y ocasión para blasfemar el nombre cristiano, puesto que se llaman cristianos, cualquiera que sea la denominación que quiera dárseles.” Capítulo I Libro XVI
También habla de como los profetas vaticinaron a Cristo y a su Iglesia, la cual ya no está cautiva sino que ahora pueden todas las gentes acogerse a la protección de la fe católica:
“Réstanos, pues, tres profetas de los doce menores que profetizaron en lo últimos años de la cautividad: Ageo. Zacarías y Malaquías. Entre éstos, Ageo con toda claridad, nos vaticina a Cristo y a su Iglesia en estas breves y compendiosas palabras.: «Esto dice el Señor de los ejércitos: de aquí a poco tiempo moveré el cielo y la tierra, el mar y la tierra firme; moveré todas las naciones y vendrá el deseado por todas las gentes.» Esta profecía en parte la vemos cumplida, y lo que de ella resta esperamos ha de cumplirse al fin del mundo. Porque ya movió el cielo con el testimonio de los ángeles y de las estrellas cuando encarnó Cristo; movió la tierra con el estupendo milagro del mismo parto de la Virgen; movió el mar y la tierra firme, puesto que en las islas y en todo el mundo se predica el nombre de Jesucristo, y así vemos venir todas las gentes a acogerse bajo la protección de la fe católica.” Libro XVIII Capítulo XXXV
Roma, una segunda Babilonia, bajo su verdadero contexto.
En varias ocasiones de la obra San Agustín se refiere a la Roma pagana (no cristiana) como una segunda Babilonia, veamoslas una por una para analizar su verdadero contexto. Una de ellas es en el capítulo XVII del libro XVI.
“En Asia prevaleció imperio y dominio de la ciudad impía, cuya cabeza era Babilonia, nombre muy acomodado a esta ciudad terrena, porque Babilonia es lo mismo que confusión. En ella reinaba Nino después de la muerte de su padre Belo, que fue el primero que allí reinó sesenta y cinco años; y su hijo Nino, que, muerto el padre, sucedió en el reino, reinó cincuenta y dos años, y corría el año 43 de su reinado cuando nació Abraham, que seria el año de 1200, poco más o menos, antes de la fundación de Roma, que fue como otra segunda Babilonia en el Occidente.” Capítulo XVII Libro XVI
Aquí Agustín habla de Roma en “pasado” como una segunda Babilonia, cuando esta fue fundada y vino a ser en el pasado como una segunda Babilonia. Notese que se refiere a la Ciudad de Roma, no a la Iglesia cristiana que nisiquiera existía en ese entonces.
Lo hace en el capítulo II del libro XVIII:
“Pero los asuntos que hubiéramos de insertar en esta obra, para comparar entre sí ambas Ciudades, es a saber, la terrena y la celestial, los iremos tornando mejor de los griegos y latinos, entre los cuales se halla la misma Roma como otra segunda Babilonia. ” Capítulo II, Libro XVIII
Y en el capítulo XXII del libro XVIII:
“Por no detenerme demasiado, diré que se fundó la ciudad de Roma como otra segunda Babilonia, y como una hija de la primera Babilonia, por medio de la cual fue Dios servido conquistar todo el ámbito de la tierra, y ponerle en paz, reduciéndole todo bajo el gobierno de una sola república y bajo unas mismas leyes. ” Capítulo XXII libro XVIII
En estas tres ocasiones San Agustín no habla de la Iglesia de allí, sino de la ciudad que luego de su fundación llegó a ser una segunda Babilonia. En todos estos textos hace referencia a la Roma pagana y no cristiana. Esto concuerda perfectamente con la interpretación tradicional católica donde la Roma pagana perseguidora y opresora de los cristianos vendría representando lo que en otros tiempos representó Babilonia para el pueblo judío. Nosotros los católicos creemos inclusive que cuando San Pedro en su epístola saluda desde “Babilonia” lo hace en clave para indicar que está en Roma, más sería absurdo pensar que creía que la Iglesia de Roma (para la cual el mismo apostol Pablo no escatima elogios en sus epistolas) como “la ramera".
Es por eso que asumir de buenas a primeras ignorando el contexto que San Agustín se refería a la Iglesia de Roma más que simplista es una descontextualización tremenda de su pensamiento, el cual si conociera aunque fuera un poco podría haber deducido que este razonamiento no es coherente ni tiene sentido. Pero para profundizar sobre esto pasemos al siguiente punto:
¿Cual era la posición de San Agustín respecto a la Iglesia de Roma?
Para San Agustín en Roma también está la sede de Pedro confirmada por la sucesión de obispos, por eso se refiere a ella frecuentemente como la “Sede apostólica”. Así, a los maniqueos que se habían apartado de la Iglesia Católica escribe:
“Aún prescindiendo de la sincera y genuina sabiduría…, que en vuestra opinión no se halla en la Iglesia Católica, muchas otras razones me mantienen en su seno: el consentimiento de los pueblos y de las gentes; la autoridad, erigida con milagros, nutrida con la esperanza, aumentada con la caridad, confirmada por la antigüedad; la sucesión de los obispos desde la sede misma del apóstol Pedro, a quien el Señor encomendó, después de la resurrección, apacentar sus ovejas, hasta el episcopado de hoy; y en fin, el apelativo mismo de Católica, que son sin razón sólo la Iglesia ha alcanzado….Estos vínculos del nombre cristiano – tantos, tan grandes y dulcísimos- mantienen al creyente en el seno de la Iglesia católica, a pesar de que la verdad, a causa de la torpeza de nuestra mente e indignidad de nuestra vida, aún no se muestra”. San Agustín. C. ep. Man. 4,5.
En su epístola 53 escribe:
“Si la sucesión de obispos es tomada en cuenta, cuanto más cierta y beneficiosa la Iglesia que nosotros reconocemos llega hasta Pedro mismo, aquel quien portó la figura de la Iglesia entera, el Señor le dijo: “Sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella!”. El sucesor de Pedro fue Linus, y sus sucesores en orden de sucesión ininterrumpida fueron estos: Clemente, Anacleto, Evaristo, Alejandro, Sixto, Telesforo, Higinio, Aniceto, Pío, Sotero, Eleuterio, Victor, Ceferino, Calixto, Urbano, Ponciano, Antero, Fabián, Cornelio, Licio, Esteban, Sixto, Dionisio, Felix, Eutiquiano, Cayo, Marcelino, Marcelo, Eusebio, Miltiades, Silvestre, Marcos, Julio, Liberio, Damaso, y Siricius, cuyo sucesor es el presente obispo Anastasio. En esta orden de sucesión, ningún obispo donatista es encontrado”. San Agustín. Ep. 53,2
En esta epístola San Agustín es particularmente claro porque refiriendose a la Iglesia de Roma la señala como la que llega hasta Pedro mismo y menciona uno por uno los obispos de Roma.
Pero si todavía quedasen dudas sobre el pensamiento de Agustín nada más claro que las siguientes palabras:
No puede creerse que guardáis la fe católica los que no enseñáis que se debe guardar la fe romana. San Agustín, Serm.120 n.13
Para San Agustín, la primacía de la cátedra apostólica residió siempre en la Iglesia de Roma:
“…Veínan que Ceciliano estaba unido por cartas de comunión a la Iglesia romana, en la que siempre residió la primacía de la cátedra apostólica….” “San Agustín, Ep 43,3,7
Adicionalmente a esto, no hay que pasar por alto que en los conflictos con los pelagianos San Agustín recurre a la autoridad de la sede apostólica (Roma) para confirmar los concilios de Cártago y Milevis (411, 412 y 416) condenando el pelagianismo. Anexo un extracto de la carta que enviaron 61 obispos (incluyendo a San Agustín) al Papa Inocencio:
“Dado que Dios por un don especial de Su gracia lo ha colocado a usted en la Sede Apostólica, y nos ha dado alguien como usted en nuestros tiempos, para que pueda mas bien ser imputada a nosotros como una falta de negligencia si fallamos en mostrar a su Reverencia lo que se sugiere para la Iglesia, que a usted haber podido recibir las mismas con desprecio o negligencia le rogamos que involucre su diligencia pastoral hacia el gran peligro de los miembros débiles de Cristo.”
“Al insinuar estas cosas a su pecho Apostólico no necesitamos decir mucho, y apilar palabras acerca de esta impiedad, debido a que sin duda moverá en usted tal sabiduría que no podrá abstenerse de corregirlas, para que no puedan seguir infiltrándose más…Se dice que los autores de esta perniciosa herejía son Pelagio y Celestino, quienes en verdad, deberían preferir ser curados con la Iglesia, en lugar de ser separados de la Iglesia sin necesidad. Se dice que uno de ellos, Celestino, incluso ha llegado al sacerdocio en Asia. Su Santidad esta mejor informado por el Concilio de Cartago acerca de lo que se hizo en contra suya hace algunos años. Pelagio, nos informan las cartas de algunos de nuestros hermanos, está en Jerusalén, y se dice que ha engañado a muchos allí. Muchos más, sin embargo, que han podido examinar más de cerca sus puntos de vista, están combatiéndolo en nombre de la Fe Católica, pero específicamente su santo hijo, nuestro hermano y compañero sacerdote, Jerónimo. Pero nosotros consideramos que con la ayuda de la misericordia de nuestro Dios, a quien rezamos para que lo aconseje y que escuche sus plegarias, aquellos que mantienen estas perversas y banales opiniones cederán más fácilmente a la autoridad de su Santidad, que ha sido tomada de la autoridad de las Santas Escrituras , para que podamos regocijarnos en su corrección en lugar de entristecernos por su destrucción. Pero sea lo que sea que ellos mismos escojan, su Reverencia percibe que al menos se debe cuidar a esos muchos que pueden ser enredados en sus redes si ellos no se someten honradamente. Escribimos esto a su Santidad desde el Concilio de Numidia, imitando a nuestros compañeros obispos de la Iglesia y provincia de Cartago, que entendemos han escrito acerca de este tema a la Sede Apostólica que su Gracia adorna.” Concilo de Milevis al Papa Inocencio I
Aquí fue donde el Papa Inocencio confirmó las decisiones de los concilios reservándose el deber de citar a Pelagio y Celestio, y de reformar, si era necesario, la sentencia de Dióspolis, donde condenó la doctrina incriminada en una carta conocida como “In requirendis” dirigida a los obispos que se reunieron en Cartago y de Milevi.
San Agustín escribe entonces para dar finalizada la causa ya que se ha pronunciado la “sede apostólica”
“Iam de hac causa duo concilia missa sunt ad sedem apostolicam: inde etiam rescripta venerunt. Causa finita est, utinam aliquando finiatur error”
La cual podría traducirse como:
“Ya por este motivo se han enviado dos misivas a la sede apostólica y también de allí han venido dos rescriptos. La causa ha terminado para que finalmente termine el error” . Sermo 131,10,10; Ep 1507.
Conclusión
Cualquier vestigio de sentido común debería hacer preguntarse a los fundamentalistas partidarios de este argumento como podría ser posible que San Agustín -de considerar a la Iglesia de Roma como “Babilobia"- iba a apelar a ella en cuestiones tan importantes en materia de fe. ¿Estaría demente quizá? ¿Como dice entonces que sobre la Iglesia de Roma siempre residió el principado de la cátedra apostólica, y que no guarda la fe católica quien no guarda la fe romana? ¿Está recomendando acaso guardar la fe babilónica y abrazar el paganismo? ¿Por qué no solo él, sino el resto de obispos de los concilios africanos apelan al Papa con un lenguaje tan sumiso y obediente? Por qué escribe a los donatistas invitandolos a volver a la Iglesia Católica lo siguiente?
“Vengan, hermanos donatistas, si desean ser unidos a la vid. Es penoso cuando les vemos así cortados. Numere a sacerdotes incluso desde la silla de Pedro. Y en ese orden de padres vea quien les sucedió: Esa es a roca en la cual las puertas del infierno no pueden conquistar. Todos los que se regocijan en la paz solo juzgan verdaderamente”. San Agustín, Psalm against the Donatist Party, 2 (A.D. 393), in GILES, 182
Por qué luego de que los decretos de la Iglesia de Roma sobre los pelagianos fueron emitidos no perdía oportunidad San Agustín de recordar a los pelagianos y a los fieles los decretos emanados de esta autoridad?
“[Celestio] debería mantener su asentimiento al decreto de la silla apostólica el cual había publicado por su predecesor de sagrada memoria. El acusado, sin embargo, rechazó condenar las objeciones realizadas por el diácono, con todo él no se atrevió a sostener abiertamente la carta del bendito Papa Inocencio” San Agustín, On Original Sin,7:8(A.D. 418),in NPNF1,V:239
“…él contestó que él consintió a las letras de papa Inocencio de bendita memoria, en quien toda la duda sobre esta materia fue removida” San Agustín, Against Two Letter of the Pelagians, 3:5 (A.D. 420), in NPNF1, V:393
¿Por qué las letras de Papa inocencio según San Agustín removieron toda duda entre los herejes, cuando estos ya habían sido condenados por varios concilios africanos repletos de obispos? De ver San Agustín a la Iglesia Romana como Babilonia ¿Será que tenian más autoridad los decretos de Babilonia que el de todos los obispos reunidos en los concilios de Milevis y Cártago?
“Las palabras del venerable obispo Inocencio referentes a esta materia al Concilio Cartaginense.¿Que podría ser más claro o manifiesto que el juicio de la silla apostólica?” San Agustín, Against Two Letter of the Pelagians, 4:6 (A.D. 420), in NPNF1, V:394
He allí los interrogantes que deben responder quienes no pretenden dar su brazo a torcer.
Espero con estas breves reflexiones haber contribuido a conocer el verdadero contexto de las palabras de San Agustín, y demostrar que cuando se refería a Roma como una segunda Babilonia se refería a la ciudad Roma (la Roma pagana) y no a la Iglesia Católica Romana. Presentar fragmentos aislados de su pensamiento sin el texto en su contexto para insinuar que tenía posturas que jamás tuvo, no puede ser menos que caracterizado de deshonesto. Sin embargo a pesar de haber presentado estas pruebas al pastor en detalle, no quizo reconocer su error, y escuché un:
“En fin si mi respuesta sobre San Agustín y su obra no te satisfizo, disculpame. Por eso es que me he especializado en la Biblia y no en la patrística, porque no baso mi fe en lo que otros eminentes cristianos han dicho”
Aquí es donde uno tiene que resistir la tentación de contestar: ¿¿Entonces pa’ que abres la boca?? o con la frase que se ha hecho tan popular en mi pais…
PORQUE NO TE CALLAS!!!!
EVANGELIZA Y COMPARTE.
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Richbell Meléndez. Laico católico dedicado tiempo completo al apostolado de la Apologética y subdirector de la Escuela de Apologética Online DASM.
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Alberto Rivera, el supuesto Sacerdote Católico, Obispo y héroe anti-católico de la revista comic de Jack Chick fue expuesto como un fraude total por un No-Católico (protestante evangélico) Gary Metz, en dos artículos que aparecieron en publicaciones evangélicas:
1) "La Historia de Alberto" en la revista: Piedra Angular, Vol. 9, no. 53, año 1981, Pág. 29-31.
2) Cristiandad Hoy, Marzo 13, 1981
El Instituto Cristiano de Investigación (CRI), fundado por el fallecido Dr. Walter Martín, ampliamente conocido como el evangelista más sobresaliente especialista en sectas, también hizo un trabajo de exposición sobre Rivera. Aquí, algunos extractos del primer artículo mencionado arriba. No olvides que lo mencionado aquí es fruto de una investigación realizada y publicada por protestantes que descubrieron la falsedad del testimonio de Alberto Rivera:
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Ver del mismo autor la primera parte: Orígenes y desarrollo del cisma; la cristiandad dividida
Fuentes. - Una enorme colección, aunque desordenada, de documentos para el concilio de Constanza nos da Hermann Von Der Hardt, Magnum oecumenicum Constantiense concilium (Francfort-Leipzig 1692-1700) 6 vols. más un séptimo (1742) de índices. Nuevas fuentes en H. Finke, Acta Concilii Constantiensis (Münster 1906-1928) 4 vols., más que actas, son diarios, cartas y documentos relativos a las principales cuestiones allí tratadas; Id., Forschungen und Quellen zur Geschichte des Konstanzer Konzils (Paderborn 1889); Mansi, Sacrorum conciliorum nova et amplissima collectio vol.28; J. Tejada v Ramiro, Colección de cánones y de todos los concilios de la Iglesia de España (Madrid 1859-62) 7 vols.; A. Mercati, Raccolta di concordati in materie ecclesiastiche tra la Santa Sede e le autoritá civil¡ vol. I (Roma 1919); Ulrico de Richenthal, Das Concilium so zu Constenz ist gehalten worden (Leipzig 1913) ed. de E. H. Brandt; Chronique du religieux de St. Denys, publ. por Bellaguet (Paris 1839-52) «Coll. doc. inéd. sur l'hist. de France» J, Gersón, Gersonii opera ed. Dupin 6 vols. (Amberes 1706); Acta ad Concilium Constantiense pertinentia ex documentas hispanis: Doellinger, Beiträge zur politischen... und Kultur-Geschichte 11,344-392. Otros muchos documentos en las obras de Marténe, D'Achery, Muratori y Rainaldi, que luego se citarán.
Bibliografía. -Para los concilios de Pisa y de Constanza, lo mismo que para el cisma, es fundamental la obra de Noel Valois y tiene capítulos muy bien pensados la de Víctor Martin, ambas citadas en el capitulo anterior. Compendioso y claro el libro de Salembier sobre el cisma. Protestante, pero bien documentado y amplio, el de J. Lenfant, Histoire du concile de Constante (Amsterdam 1714-27) 2 vols. Narración cronológica de los sucesos siguiendo las actas, Hefele-Leclercq, Histoire des conciles t.7 (Paris 1916); H. Finke, Bilder vom Konstanzer Konzil (Heidelberg 1903); Id., Die Nation in den spätmittelalterlichen allgemeinen Konzilien: «Historisches Jahrbuch» 57 (1937) 323-338; B. Fromme, Die spanische Nation und das Konstanzer Konzil (Münster 1896); P. Arendt, Die Predigten des Konstanzer Konzils (Friburgo de Br. 1926); K. Dieterle, Die Stellung Neapels und der grossen italienischen Kommunen zum Konstanzer Konzil: «Römische Quartalschrift» 29 (1915) 3-21.45-72; W. Foke, Studien zur Geschichte der englischen Politik auf dem Konstanzer Konzil (Friburgo de Br. 1919); H. Belleé, Polen und die römische Kurie in den Jahren 1414-24 (Berlín 1919); K. A. Fink, Martin V und Aragon (Berlín 1938); J. P. Mac-Gowam, Pierre d'Ailly and the Council of Constance (Wáshington 1936); M. Creighton, A History of the Papacy. Vol.I, The Great Schisme. The Council of Constance 1378-1418 (Londres 1882) p.261-420; O. Buonocore, Un papa ¡solano, Giovanni XXIII (Porto d'lschia 1931); J. Vincke, Zu den Konzilien van Perpignan und Pisa: «Rómische Quartalschrift» 50 (1955) 89-94; J. Asch-Bach, Geschichte Kaiser Sigmunds (Hamburgo 1838-1845) 4 vols. con documentos; el vol.2 está dedicado a Constanza; O Schiff, König Sigmunds italienische Politik bis zur Romfahrt 1410-1431 (Francfort 1909); J. Guiraud, L'État pontifical aprés le Grand Schisme (París 1906).
I. "VIA CONCILII". PISA.
Ni el intrépido Benedicto XIII, en su avanzada costera de Porto Venere, ni el bueno de Gregorio XII, entre los muros de Lucra, dieron un paso más para encontrarse y dar al problema angustioso del cisma la solución que todos deseaban. Ni el papa aviñonés ni el romano tenían ánimo de abdicar, lo cual entorpecía toda negociación. En pro de Benedicto hay que decir que externamente dio mayores muestras de prontitud y buena voluntad, maniobrando muy hábilmente para que toda la odiosidad del fracaso recayese en su adversario. No por eso consiguió que el reino de Francia se dejase convencer y tornase a su obediencia. Uno que bien conocía sus astucias escribió: «Del mismo modo que un diablo es más malicioso que otro y, aunque sean compañeros, se engañan mutuamente, nuestro papa Luna supo guardar tal modo y manera, que toda la culpa del desacuerdo se la echó al de Roma al decir de todos» 1 .
Ya nadie alimentó la ilusión de que el cisma terminaría por la doble cesión, o renuncia de ambos contendientes. Mucho menos por un acuerdo entre ellos. Faltaba por ensayar la vía conciliar, aunque a no pocos les pareciese anticanónica. Las esperanzas se pusieron en el concilio universal, única salida de aquel bosque enmarañado (nemus unionis que diría Teodorico de Niem), en cuyo laberinto andaba desorientada la cristiandad.
1. Defección de los cardenales.
-Hemos visto a Francia declararse neutral entre las dos obediencias. La Universidad de París escribió al colegio cardenalicio de Roma invitándolo a unirse con el de su rival a fin de trabajar juntos por la extinción del cisma y la unión de la Iglesia. Nueve cardenales de Gregorio XII, apartándose de su señor, escribieron a Benedicto XIII rogándole que se llegara hasta Livorno. Aceptó gustoso la invitación el papa Luna, y, como surgiesen dificultades para el viaje de parte de Florencia, envió en mayo de 1408 varios representantes suyos, entre ellos cuatro purpurados, que conferenciasen con los secesionistas, confiando en que los ganarían para su partido. La cosa sucedió muy diversamente, pues en la conferencia los cardenales urbanistas propusieron a los de Luna convocar un concilio independiente de ambos papas. Reaccionaron en un principio con escándalo los partidarios de Benedicto, mas pronto empezaron a ceder y acabaron por entrar en la vía del concilio.
Mal informado Benedicto XIII por sus plenipotenciarios, los alentó en sus negociaciones, hasta que, barruntando algo de lo que se tramaba en Livorno y temiendo que el gobernador de Génova, Boucicaut, le echase mano en nombre del rey de Francia, huyó de Porto Venere el 16 de junio de 1408 con sólo cuatro cardenales fieles. La víspera redactó una encíclica exponiendo hermosamente todos sus afanes, esfuerzos y fatigas en pro de la unión de la Iglesia y anunciando a los arzobispos, obispos, abades y demás prelados eclesiásticos que convocaba un concilio para la fiesta de Todos los Santos «in loco Perpiniani dioecesis Elnensis» 2 .
Rechazado de todos los puertos de Provenza, desembarcó por fin en Port Vendres, lugar del Rosellón, el 1 de julio. Allí podía permanecer tranquilo, pues se hallaba en tierra sometida al rey aragonés. Entre tanto, seis cardenales de un bando y seis del otro, reunidos en Livorno, declaraban el 29 de junio que por el bien de la Iglesia se veían forzados a separarse de sus respectivos pontífices, constituyendo un colegio cardenalicio acéfalo y anulando desde ahora cualquier promoción de cardenales que hicieran Benedicto o Gregorio; y dos meses después escribían a todos los príncipes y obispos de la cristiandad convocando un concilio universal para el 25 de marzo de 1409 en la ciudad de Pisa. No se había quedado atrás Gregorio XII, pues también él desde la ciudad de Siena, adonde se había retirado, convocó el 2 de julio de 1408 un concilio para la fiesta de Pentecostés del año siguiente, concilio que debería celebrarse en la provincia de Aquilea y exarcado de Ravena 3 .
De hecho, tal concilio, reunido en Cividale, fue tan insignificante, que no merece tenerse en cuenta. El de Perpignan se abrió en noviembre. Para ello Pedro de Luna se preparó nombrando cinco nuevos cardenales y abriendo proceso contra la Universidad de París y contra sus principales adversarios franceses, a comenzar por Simón de Cramaud, quien por aquellos días presidía en París una asamblea general de la iglesia de Francia, declarando a Pedro de Luna herético, cismático y perturbador de la paz. En uno de sus discursos, retórico como suyo, Benedicto XIII saludaba en este concilio de Perpignan el comienzo de una era nueva que prepararía la unión de los cristianos y la reforma de la Iglesia. Un total de siete cardenales, tres patriarcas, ocho arzobispos, 33 obispos, 83 abades, cuatro superiores religiosos y otros representantes de diversas entidades deliberaron, no siempre con calma, hasta el 26 de marzo de 1409, alabaron el celo de Benedicto XIII y sus muchos trabajos por la unión, pero insistieron en que debía continuar en la vía cessionis, renunciando a la tiara en caso que su rival hiciese lo mismo, y le exhortaron a que no dejase de mandar plenipotenciarios al concilio que se iba a celebrar en Pisa 4
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2. Concilio de Pisa.
-No todos los príncipes de la cristiandad respondieron igualmente a la invitación de aquel híbrido colegio cardenalicio reunido en Livorno. Toda Francia, a excepción de algunos prelados, aplaudió la idea del concilio y se dispuso a participar en la asamblea. A Francia se agregó Navarra con su rey Carlos III el Noble, fidelísimo hasta entonces al papa aragonés, y Milán, con su duque Juan Visconti. También la Gran Bretaña, que hasta entonces seguía a Gregorio XII, adoptó la neutralidad para atenerse a las decisiones que se tomasen en Pisa.
Negáronse, en cambio, a acudir al concilio el rey Ladislao de Nápoles y la república de Venecia, el reino de Escocia, el de Aragón y también el de Castilla, cuyo regente D. Fernando de Antequera adoptó una actitud expectante. En Alemania la situación era muy confusa. El rey Wenceslao de Bohemia, al perder la corona imperial, destituido por los príncipes en 1400, se había enajenado la voluntad del papa romano, y ahora prometió a los cardenales que enviaría representantes a Pisa con tal que éstos fuesen tratados como del legítimo rey de romanos. El actual emperador Roberto de Baviera, que había sido confirmado en su alta dignidad por Bonifacio IX en 1403, se mantuvo fiel a Gregorio XII, y, por lo tanto, adverso al concilio pisano, a pesar de que la dieta imperial de Francfurt en 1409 se adhirió a los cardenales disidentes. Segismundo, rey de Hungría, siguió más bien al emperador que a su hermano Wenceslao 5 .
dad de un concilio universal convocado sin el papa y contra el papa. Jamás se había visto tal cosa en la historia de la Iglesia. Era un concilio que nacía acéfalo. Todos se daban cuenta de la audacia de este paso; pero era tan grande el dolor que sentían en sus almas por la división de la Iglesia y se hallaban tan desesperanzados después del fracaso durante treinta años de tantas tentativas de unión, que cualquier medio les parecía licito, y se persuadían que la comunidad cristiana tiene que encontrar en sí misma un remedio de tan grave enfermedad cuando los papas, como en este caso, se muestran incapaces 6 . Los teólogos y canonistas más eminentes, con las Universidades de París, Bolonia y Oxford, sostenían que en casos semejantes la plenitud de la potestad reside en el cuerpo total de la Iglesia o en el concilio, que la representa, no en su cabeza, que es el papa.
Con gran pompa y apariencia de universalidad se inició el concilio en la catedral de Pisa el 25 de marzo de 1409, fiesta de la Anunciación. Reina gran diversidad en el cómputo de los asistentes, sin duda porque de un día para otro oscilaba mucho la concurrencia. Cuando más, parece que se hallaron 24 cardenales, cuatro patriarcas, 80 obispos, más los procuradores de otros 102 ausentes; 87 abades, más los procuradores de otros 200 ausentes; 41 priores, los generales de los dominicos, franciscanos, carmelitas y agustinos, más de 300 doctores, diputados de muchas universidades, de 100 cabildos catedrales, embajadores de los príncipes, etc.
Propiamente, nadie. En el puesto más honorífico sentábase al principio el más antiguo de los cardenales, Guido de Malesset, y después el influyente patriarca de Alejandría, Simón de Cramaud. Hubo 23 sesiones, en las cuales no se discutió nada; se echaban discursos y se votaba luego con perfecta unanimidad, como si las decisiones se hubiesen tomado de antemano. La oposición vino de fuera. En la cuarta sesión, día 15 de abril, fueron admitidos los embajadores imperiales, los cuales paladinamente hicieron constar que aquel concilio era ilegítimo, porque no los cardenales, sino sólo el papa Gregorio XII, tenía el poder de convocarlo. Si Gregorio no era verdadero papa, tampoco los cardenales por él creados eran verdaderos cardenales. En consecuencia, propusieron que se suplicase al papa Gregorio la designación de otra ciudad donde se celebrase el concilio. Sin aguardar la respuesta oficial de los padres conciliares, se partieron los embajadores el 21 de abril, apelando a Cristo y al sumo pontífice y echando a Francia toda la culpa del cisma.
Mejor impresión causó la protesta de Carlos Malatesta, príncipe de Rímini, varón integérrimo, elocuente, dotado de eximias cualidades naturales y amante como pocos de la santa Iglesia y del pontífice romano. Malatesta, que se había mostrado siempre fiel abogado y protector de Gregorio XII, peroró en nombre del mismo, no reconociendo a esta asamblea como legítima, pero asegurando que, si el concilio se trasladaba a otra ciudad que no estuviese bajo el señorío de Florencia, el papa Gregorio renunciaría a la tiara aunque no lo hiciese su rival. Ni siquiera con tan generosa promesa pudo obtener nada el noble príncipe, que el 26 de abril se retiró a su ciudad de Rímini para dar cuenta al papa de sus vanos esfuerzos.
Ya desde los primeros días del concilio se había entablado el proceso contra Gregorio XII y Benedicto XIII. A los dos papas se los declaró contumaces en la sesión IV, ya que, citados públicamente, no habían querido presentarse; y en la sesión XV (5 de junio) fueron condenados como cismáticos notorios, herejes y perjuros, que escandalizaban la Iglesia de Dios, y; consiguientemente, se los deponía del pontificado 7 .
Poco antes, en la sesión VIII (10 de mayo), el concilio había querido definir su propia legitimidad y su potestad suprema en la Iglesia para decidir la cuestión de los dos pontífices. Al abrirse la sesión XVIII, el 14 de junio, se presentaron los embajadores del rey de Aragón. No intentaban adherirse al supuesto concilio; sólo pedían ser informados de las decisiones de la asamblea y que se otorgase audiencia a los embajadores de Benedicto XIII, recién llegados a Pisa. El concilio deputó una comisión que recibiera aparte, en la iglesia de San Martín, a los representantes de Pedro de Luna, uno de los cuales era Fr. Bonifacio Ferrer, prior general de la Cartuja y tan fervoroso aviñonista como su hermano San Vicente.
«Somos los nuncios del santísimo Padre el papa Benedicto XIII», empezó diciendo el arzobispo de Tarragona. El público rompió a gritar escandalosamente, llamándoles «nuncios de un hereje y de un cismático». Quisieron hablar con libertad, mas no les fue permitido criticar lo más mínimo las decisiones del concilio contra su señor. Salieron de la iglesia sin exponer siquiera el objeto de su misión, y, como en las calles de la ciudad arremetiese el populacho contra ellos con insultos y aun con amenazas de muerte, tuvieron que escapar poco menos que huyendo. Bonifacio Ferrer nos ha dejado el relato de las injurias y descortesías con que fueron tratados 8 .
3. La Iglesia tricéfala. -
Declarada vacante la sede pontificia, los cardenales entraron en conclave en el palacio arzobispal a fin de elegir un nuevo papa en cuanto delegados del concilio, y al cabo de once días, el cardenal de Milán, Pedro Philargis (o Philaretus), fue elegido por unanimidad (26 de junio de 1409). Griego de origen, como nacido en Creta; de humildísima familia, franciscano desde muy joven, había descollado como gran teólogo en las Universidades de Oxford y de París y últimamente se había movido mucho por la convocación del concilio pisano. Llamóse Alejandro V (1409-10) y reinó menos de un año 9 . Coronado el 7 de julio, confirmó las decisiones del concilio, presidió las últimas sesiones y declaró que deseaba trabajar por la reforma eclesiástica. Lo único que se hizo conciliarmente en este punto fue que en la sesión XXII se estableció la reunión de otro concilio general en el término de tres años, o sea en abril de 1412, y en la última (XXIII) se ordenó que antes de esa fecha los metropolitanos debían celebrar concilios provinciales, y los obispos sufragáneos, sínodos diocesanos. El 7 de agosto se clausuraba este concilio de Pisa, que era el primer paso serio y grave en orden a la extinción del cisma 10
Pero ¿se había conseguido el fin suspirado? Así debió de creerlo la Universidad de París cuando escribía a sus delegados de Pisa: «¡Oh dichosa elección y afortunada concordia! ¡Oh pacífica unión, que será celebrada por los siglos futuros! Este es el momento de repetir con el poeta mantuano: Magnus ab integro saeclorum nascitur ordo» 11 . La realidad era que la confusión se había aumentado, puesto que, si antes había dos papas, ahora eran tres los que luchaban entre sí, llevándose cada uno parte de la cristiandad. Benedicto XIII, bajo la protección de su amigo el rey D. Martín el Humano y acompañado de San Vicente Ferrer, se retiró a Barcelona, de donde en 1414 pasó a Valencia, fulminando tremendos anatemas contra los cardenales que le habían traicionado, contra la Universidad de París, «esa reunión de malvados que con loca temeridad usurpa el nombre de Universidad», y contra todos sus enemigos.
Gregorio XII, interrumpiendo su concilio de Cividale por temor de los venecianos, que habían aceptado la elección de Alejandro V, corrió a guarecerse, a la sombra de Ladislao Durazzo, en Gaeta. Este rey de Nápoles, hijo de Carlos Durazzo y pretendiente de Hungría, era su más poderoso auxiliar. Y no sin motivo. Con la connivencia más o menos forzada de Gregorio había conquistado Ladislao la ciudad de Roma, la Romagna y parte de la Toscana, y ambicionaba mucho más, que sólo con el favor de un papa débil como Gregorio podría obtener. Ladislao tenía un fuerte enemigo político en Luis II de Anjou, que años antes había ocupado la capital y otras ciudades del reino napolitano, y renovaba ahora sus pretensiones al trono con el apoyo decidido de Alejandro V.
Este nuevo papa reconoció a Luis de Anjou el título de rey de Nápoles que un tiempo le había otorgado Clemente VII y lo nombró gonfaloniero de la Iglesia (19 agosto de 1409). Con 500 lanceros que trajo de Francia, otros tantos que le prestaron los florentinos y 1000 que acaudillaba su aliado el cardenal de Bolonia, Baltasar Cossa, bajó Luis II a los Estados pontificios y entró victorioso en Orvieto, Viterbo y en la misma Roma, de donde tuvo que huir Ladislao. Cansadas las tropas de Anjou, no pudieron continuar hacia Nápoles, y Luis se retiró hacia el norte, sin haber ultimado la conquista de la Ciudad Eterna, que sólo algunos meses más tarde cayó en manos de sus lugartenientes (febrero de 1410). Alejandro V podía estar contento. Los Estados pontificios estaban bajo su obediencia. Era el momento de trasladarse desde Bolonia, donde había puesto temporalmente su sede, a Roma, con lo que aumentaría su prestigio de papa verdaderamente romano. Pero la muerte le cortó los pasos. Murió en Bolonia en la noche del 3 de mayo.
¿Quién sería su sucesor? Había un cardenal que había influido anteriormente en la elección de Alejandro V, desempeñaba ahora la legación de Bolonia, se había distinguido en la conquista de los Estados pontificios y gozaba del favor de los florentinos. Era Baltasar Cossa. Luis II de Anjou escribió a los cardenales reunidos en conclave recomendándolo. La elección, pues, no era dudosa; recayó sobre este belicoso cardenal, que se llamó Juan XXIII (17 de mayo 1410).
4. Juan XXIII, papa de transición.
Lo mismo que de Alejandro V, podemos decir de Juan XXIII: que fue papa de transición. Disputen otros acerca de su legitimidad o ilegitimidad; ciertamente, estos dos pontífices constituyen el puente que condujo a la Iglesia a la otra orilla del cisma, a la tierra firme en que se alzó un papa cierto e indubitable.
¿Quién era este personaje circundado de leyendas? Difícil es caracterizar y enjuiciar a aquel napolitano que se llamó Baltasar Cossa, hombre de guerra, que pirateó en el mar de Sicilia cuando las luchas entre Ladislao y Luis de Anjou, según cuenta Teodorico de Niem; que llevó una vida brutal e incontinente, si hemos de creer a este mismo publicista, despiadado y acerbo, y que en Bolonia logró conquistar la tiara con el nombre de Juan XXIII 12 . Según Platina, había hecho estudios jurídicos en la Universidad de Bolonia. Todos reconocían en él dotes no vulgares de condottiero militar y no menos de político y administrador, como lo demostró en su oficio de camarlengo que le otorgó Bonifacio IX. San Antonino de Florencia lo caracterizó en estas concisas palabras: «In temporalibus quidem magnus, in spiritualibus vero nullus omnino» 13 . Aun en las cosas temporales y humanas hay que confesar que no brilló mucho durante el pontificado. Y bien pronto perdió todo su prestigio.
Apenas elegido, envió una embajada a los reyes de Aragón, Navarra y Castilla instándoles a que abandonasen la causa de Benedicto XIII y le reconociesen a él. Con el mismo objeto entró en negociaciones con Carlos Malatesta de Rímini, siempre fiel a Gregorio XII. Todo fue inútil. De Bolonia salió Juan XXIII, en compañía de Luis II de Anjou, camino de Roma. Entraron juntos en la Ciudad Eterna el 12 de abril de 1411. Mientras el anjevino luchaba contra el rey de Nápoles, el papa excomulgó a Ladislao. Pronto cambió la situación, pues cuando Luis se volvió a Francia y el pérfido napolitano prometió abandonar al anciano Gregorio XII, que tuvo que buscar refugio en Rímini, Juan XXIII se apresuró a restituir a Ladislao el título de rey de Nápoles, nombrándole además gonfaloniero de la Iglesia.
Conforme al decreto de Pisa, que ordenaba celebrar nuevo concilio al cabo de un trienio, lo convocó en Roma para el I de abril de 1412. Con esta ocasión creó 14 cardenales, entre los que figuraban Pedro d'Ailly, Francisco Zabarella y Guillermo Fillastre. La apertura del concilio romano no pudo tenerse hasta principios de 1413, y con escasa afluencia de italianos, franceses, ingleses y bohemios. El único decreto de importancia fue el que condenó los escritos de Wiclef, que por aquellos días causaban graves daños en Bohemia 14 . El programa de reformas propuesto por la Universidad de París, y particularmente por Pedro d'Ailly en su Capita agendorum, no se tuvo en cuenta, porque el concilio se disolvió, o, mejor, se aplazó para otra fecha y otro lugar. Bien hicieron los Padres en marcharse a tiempo, porque el ambicioso Ladislao, que había roto las paces con Juan XXIII, invadió el territorio pontificio y asaltó la Ciudad Eterna el 7 de junio, poniendo al papa en precipitada fuga 15 .
II. EL CONCILIO DE CONSTANZA
1. Segismundo, emperador.- ¿A dónde dirigiría sus pasos el papa fugitivo? Buscó refugio en Florencia; pero ésta, su antigua aliada, le cerró ahora las puertas, temerosa de indisponerse con el rey Ladislao. En el norte de Italia se hallaba entonces el nuevo emperador Segismundo. A él, como a defensor oficial de la Iglesia, se volvió el desamparado Juan XXIII pidiendo ayuda y protección. No se la negó el emperador, pero arrastrándolo por un camino que no era el deseado por el pontífice. Desde este momento; el monarca germánico vuelve a ser el primer actor en los negocios eclesiásticos de Europa. El rey de Francia, que tan preponderante papel ha jugado hasta ahora en la cuestión del cisma, se retira, cediendo su puesto al emperador.
Segismundo, hijo de Carlos IV y hermano de Wenceslao, reinaba en Hungría desde 1387. A la muerte de Roberto de Baviera, acaecida en 1410, fue elegido para sucederle en el trono imperial, aunque aún vivía su hermano Wenceslao de Bohemia, depuesto por los príncipes. Adornado de egregias dotes, caballeresco, instruido, fastuoso, de altos pensamientos y deseoso de servir a la Iglesia y a la cristiandad, Segismundo valía más para la paz que para la guerra.
Ya vimos que no había querido adherirse al concilio de Pisa; por lo tanto, no obedecía a Juan XXIII y esperaba aún la solución del cisma por medio de otro concilio verdaderamente universal. Así que, cuando vio que Juan XXIII se ponía en sus manos, se alegró de poder tomarlo como instrumento para sus planes. Sabía por informes de Malatesta que el anciano Gregorio XII aceptaría un concilio convocado a instancias del emperador y aun abdicaría, si fuera necesario para la paz de la Iglesia.
Entrevistóse, pues, con Juan XXIII en Lodi (diciembre de 1413), compeliéndole buenamente a convocar el concilio general en una ciudad alemana como Constanza 16 . La bula de indicción lleva la fecha del 9 de diciembre de 1413 y la apertura del concilio se señala para el 1 de noviembre del siguiente año. Segismundo anunció que asistiría personalmente a la gran asamblea, la cual, además de tratar de la extinción del cisma y de la reforma de la Iglesia, resolvería otro problema que le preocupaba al emperador: el de la herejía de Hus.
2. Solemne apertura. -Constanza, la vieja ciudad imperial, asentada a la orilla del gran lago que lleva su nombre, vio entrar en su recinto el 28 de octubre de 1414, por la histórica puerta de Kreuzlingen, una brillante cabalgata, a cuya cabeza iba Juan XXIII escoltado por nueve cardenales y gran número de prelados. El príncipe Orsini y el conde Montfort tiraban de las riendas de la blanca hacanea pontificia. Cumplimentado el papa por el burgomaestre y aclamado por el pueblo, fue conducido bajo palio a la catedral y luego al palacio del obispo. Empezaba para aquella ciudad una maravillosa fiesta que duraría tres años y medio.
El 5 de noviembre, tras una solemne procesión y una misa pontifical, Juan XXIII declaró abierto el concilio, cuya primera sesión se tendría el 16 en la iglesia catedral. Cada día iban llegando más prelados. El cardenal Pedro d'Ailly, que tan relevante papel desempeñará en esta ecuménica asamblea, hizo su entrada el 17 de noviembre con un séquito de 44 personas. No menos de 500 formaban la comitiva del arzobispo de Maguncia. Y así otros muchos. En los días de más concurrencia llegó a haber en Constanza 29 cardenales, tres patriarcas, 33 arzobispos, cerca de 150 obispos, más de 100 abades, 300 doctores y 18.000 eclesiásticos 17 . Pocas veces se habrá dado en la historia una asamblea más autorizada. Además del emperador, que vino con gran número de príncipes alemanes, estaban representados casi todos los reyes cristianos: de Inglaterra y Escocia, de Francia, de Nápoles, de Dinamarca y reinos escandinavos, de Polonia, del basileus Miguel Paleólogo, de los reinos españoles. Las principales universidades enviaron sus delegados. Los teólogos y canonistas más eminentes participaron en el concilio.
El 24 de diciembre, bien entrada la noche, llegó por el lago iluminado el cortejo del emperador Segismundo con su esposa y una escolta de mil caballeros. Esperábale el papa en la catedral para empezar los maitines y la misa de Navidad. Segismundo ocupó un magnífico sitial rodeado de los príncipes y altos dignatarios del imperio, y, según antigua costumbre, cantó el evangelio de la fiesta: Exiit edictum a Caesare, revestido de dalmática diaconal de brocado rojo y con la corona en la cabeza. Terminado el oficio, el papa le entregó una espada bendita, que él juró emplearla en servicio de la santa Iglesia. Todavía tardaron en venir otras personalidades, como el elector palatino, duque Luis de Baviera, que llegó un mes más tarde con 500 caballeros y fue elegido protector del concilio.
3. Fermentación democrática y nacionalista. Orden conciliar. -Juan XXIII había hecho su viaje a Constanza acompañado de largo séquito de prelados, partidarios fieles de su causa, y bien provisto de dinero con que comprar voluntades. Algún recelo tenía de que en aquel concilio, donde predominaba el emperador, se alzasen voces contrarias al concilio de Pisa y, consiguientemente, a su pontificado. El iba dispuesto a que no se discutiese el punto de su elección o a que se confirmase, ya que el concilio de Constanza no debería ser sino la continuación del de Pisa. Ahora bien, el concilio pisano había anatematizado tanto a Gregorio XII como a Benedicto XIII. ¿Y cómo no había de ser preferido él antes que un viejo caduco de ochenta y siete años, o de otro de ochenta y seis, ya casi olvidado de todos y confinado en un rincón de Cataluña? Juan XXIII contaba con el favor del arzobispo de Maguncia, del margrave de Baden y del duque de Borgoña. De todos modos había que asegurar la libertad y la vida para cualquier contingencia, y a este fin no se contentó con exigir garantías al emperador, sino que, al pasar por el Tirol camino de Constanza, nombró al duque Federico de Austria capitán general de la Iglesia romana a condición de que él se comprometiese a tomar al papa bajo su patrocinio y a facilitarle la evasión, si era preciso.
Al concilio habían sido invitados todos los prelados, príncipes y representantes de las tres obediencias. No faltarían, pues, asistentes que defendieran la causa de Gregorio XII y de Benedicto XIII. Si se planteaba el problema de la legitimidad o se trataba de una nueva elección pontificia, Juan XXIII confiaba en la legión de prelados italianos que había traído consigo. El número de sus votos sería superior al de sus rivales. Pero estos cálculos le salieron fallidos, porque, a propuesta de los cardenales Pedro d'Ailly y Guillermo Fillastre, determinó el concilio que tuviesen voto en las congregaciones no sólo los obispos y abades, sino también todos los doctores en teología o en derecho canónico, como había ocurrido en los concilios de Pisa y de Roma; más aún, los mismos príncipes y sus delegados tendrían voz activa 18 . Otra decisión más grave todavía y contraria a toda la tradición de la Iglesia se agregó el 7 de febrero de 1415: la votación no sería por cabezas, individualmente, sino por naciones, colectivamente; cada nación, estuviese integrada por muchos o por pocos individuos, no tendría más que un voto. Con esto los prelados y doctores italianos, que constituían casi la mitad del concilio, perdieron su ventaja 19 .
El sistema de votación que por fin se adoptó fue el siguiente: todos los asistentes al concilio se dividían en tantos grupos cuantas eran las naciones reconocidas. Al principio eran cuatro: la nación italiana, la alemana (que incluía a Bohemia, Hungría, Polonia y Escandinavia), la francesa y la inglesa; después vino también la española (de Castilla, Aragón, Navarra y Portugal). Una comisión organizadora señalaba los temas que debían discutirse en todas las reuniones separadas que celebraban las cuatro o cinco naciones. En estas reuniones de cada nación tenían voto todos los participantes, lo mismo un obispo que un embajador, un doctor o el delegado de un cabildo, fuesen clérigos o laicos. El voto de la mayoría se consideraba voto o decreto de la nación. Cuando todas las naciones habían deliberado separadamente sobre un punto, se comunicaban mutuamente los decretos para ver si coincidían y estaban de acuerdo. Esto lo hacían los delegados oficiales de cada nación, presididos por un obispo que se cambiaba cada mes. Si había discrepancias, discutían entre sí hasta que se preveía una concordia posible, y entonces, consultada de nuevo cada nación particular, tenía lugar la congregación general de las naciones, en la que cada nación no tenía más que un voto. Cuando un artículo se aprobaba allí por unanimidad, se decía aprobado nationaliter, después de lo cual se llevaba a la sesión general, pública y solemne, donde todo el concilio lo aprobaba conciliariter 20 . Así, la Iglesia representada en las votaciones de Constanza no era la Iglesia católica unida, sino la Iglesia dividida en naciones. Cada voto no expresaba sino lo que cada nación sentía.
El sacro colegio cardenalicio no era en un principio reconocido como corporación distinta de las naciones; cada cual votaba dentro de su nación. Repetidas veces protestaron los cardenales contra este desprecio de su autoridad y pidieron se les concediera un voto colectivo, pues no debían ser menos-decían-que la nación inglesa, la cual se componía de 20 miembros, de los cuales sólo tres eran obispos, mientras que el colegio cardenalicio constaba de 16 purpurados y otros más que vendrían, entre los cuales había muchos y muy insignes doctores. Mas nada consiguieron hasta la sesión XI (25 de mayo 1415), en que se les permitió nombrar una comisión de seis miembros que deliberase con los delegados de las naciones 21 .
4. Fuga de Juan XXIII. -La segunda sesión pública y solemne, anunciada para el 17 de, diciembre de 1414, se fue difiriendo hasta el 2 de marzo del 1415. En las congregaciones precedentes, el asunto principal sometido al juicio de las naciones fue la herejía de Wiclef y de Hus. Juan Hus se hallaba en Constanza desde el 3 de noviembre; a fines de mes se le encarceló y poco después se inició formalmente el proceso, que duró hasta el 6 de julio de 1415. Otra cuestión que no se agitaba aún en las reuniones, pero que flotaba en el ambiente desde el primer día, era la manera de solucionar definitivamente el cisma. En una congregación general del 4 de enero con ocasión de la llegada del cardenal Juan Dominici de Ragusa con otros delegados de Gregorio XII, se acordó por influjo del emperador, allí presente, que los cardenales partidarios de cualquiera de los antipapas podrían ostentar en el concilio el capelo rojo y demás insignias cardenalicias. Tal decisión no pudo menos de dolerle a Juan XXIII, pues era dar beligerancia a sus dos rivales, ya condenados en el concilio de Pisa.
Corría el rumor insistente de que la solución más sencilla del problema sería la cesión o abdicación de los tres papas. Ese era el parecer del cardenal Fillastre, de Pedro d'Ailly y del mismo emperador Segismundo. El temor de Juan XXIII se convirtió en consternación cuando se enteró de un libelo anónimo que circulaba por la ciudad con las más horrendas acusaciones contra él. No había delito que no se le imputase: avaricia, fornicación, herejía, fraude, mendacidad, perjurio, simonía, violencia, etc. El autor del libelo pedía al concilio que iniciase una investigación jurídica sobre estos crímenes. Pensó Juan XXIII que conmovería a la asamblea en su favor y alcanzaría la absolución si, refutando las acusaciones calumniosas, confesara sinceramente sus verdaderas culpas; pero sus partidarios le aconsejaron que no procediese con precipitación ni disputase con sus enemigos. Estos, sin embargo, persistieron en la demanda de una información jurídica y en pedir para el reo la deposición.
Entonces Juan XXIII el 16 de febrero hizo leer al cardenal Zabarella un documento de abdicación voluntaria por el bien de la Iglesia. Pareció la fórmula demasiado vaga e injuriosa para los otros dos pretendientes al papado, y, finalmente, en la congregación del 1 de marzo y en la sesión solemne del día siguiente leyó la nueva fórmula que se le impuso, y que decía así: «Ego Ioannes papa XXIII, propter quietem totius populi christiani, profiteor, spondeo, promitto, voveo et iuro Deo et Ecciesiae et huic sacro Concilio, sponte et libere dare pacem ipsi Ecclesiae per viam meae simplicis cessionis papatus, et eam facere et adimplere cum effectu... si et quando Petrus de Luna Benedictus XIII et Angelus Corrario Gregorius XII in suis obedientús nuncupati, papatui quem praetendunt... simpliciter cedant, et etiam in quocumque casu... in quo per meam cessionem poterit dar¡ unio Ecclesiae De¡ ad exstirpationem praesentis schismatis» 22 .
Agradecido el emperador, se levantó del trono y fue a besarle el pie. Un patriarca, en nombre de todo el concilio, «pasó a darle las gracias de aquel acto, que fue de los señalados que ha habido en la Iglesia» 23 , según nota Zurita, y con razón, porque entonces se empezó a ver que alboreaba el día de la unión. Pero ni Juan XXIII ni sus partidarios estaban contentos. Había que procurar de cualquier modo la disolución del concilio antes que diera algún decreto fatal. Si el papa huyera de Constanza, tal vez el desconcierto cundiría entre los conciliares, y, viéndose sin cabeza y desunidos entre sí, no tendrían ánimo ni autoridad para continuar deliberando y se volverían a sus tierras.
Muy difícil era la fuga, porque a lo largo de las murallas y sobre el lago vigilaban continuamente centinelas. Juan XXIII se apalabró con su protector el duque Federico de Austria, el cual organizó un espléndido torneo, y mientras el emperador, los príncipes y los caballeros, con infinita multitud de gentes, se agolpaban en torno del palenque, al atardecer del 20 de marzo, un desconocido con hábito pardo de palafrenero, armado de ballesta y montado en viejo caballo, cruzó la puerta de Kreuzlingen acompañado de un fámulo. Nadie advirtió que aquel hombre era el papa. En la ribera del lago le aguardaba una barca, que lo transportó a Schaffhausen, ciudad perteneciente al duque de Austria.
5. El concilio sobre el papa. -La fuga de Juan XXIII sembró la confusión, el desorden y la perplejidad en todos, especialmente cuando vieron que tras él se iban el duque Federico con muchos austríacos y muchísimos italianos, entre ellos cinco cardenales y varios embajadores. Sólo la voluntad y el imperio de Segismundo, empeñado en que su obra no fracasara vergonzosamente, impidió que el concilio se disolviera. El en persona salió a caballo para evitar en las calles tumultos populares y en seguida convocó a las cuatro naciones en congregación general (21 ó 22 de marzo), donde declaró que estaba resuelto a mantener el concilio aun con peligro de su vida y exhortó a todos a proseguir tranquilamente sus tareas. Tres cardenales con un arzobispo fueron enviados a Schaffhausen para preguntar al fugitivo sus propósitos e intenciones.
Esta escapada de Juan XXIII contribuyó a que las doctrinas conciliaristas se difundiesen públicamente y se propugnase sin miedo la superioridad del concilio sobre el papa. No pocos de la Universidad de París allí presentes hablaron contra la plenitud de la potestad pontificia, y el canciller Juan Gersón, en nombre de toda la embajada francesa, predicó el día 23, delante del emperador, doce proposiciones que él llamó «rayos de la verdad», magnificando al concilio y empequeñeciendo la autoridad papal. Todos los cristianos, incluso el pontífice, tienen que obedecer al concilio, asistido por el Espíritu Santo; siendo el papado esencial a la Iglesia, no puede el concilio destruir la potestad pontificia, establecida por Jesucristo, pero sí puede regular y moderar su ejercicio para el mayor bien de la Iglesia; en su convocación es independiente del pontífice romano y tiene derecho a imponer a éste cualquier medida que sea necesaria para la extinción del cisma 24 .
La tercera sesión solemne tuvo lugar el 26 de marzo de 1415. Sólo una hora antes de la apertura fueron comunicadas al sacro colegio las decisiones que se debían promulgar, y que precedentemente habían sido adoptadas por las naciones. Por eso, los cardenales se negaron a asistir. Sólo Zabarella y Pedro d'Ailly, éste como presidente, autorizaron con su presencia la sesión, a la que no asistieron más que 70 prelados, la tercera parte, y en la que se publicaron decretos sobre la legitimidad de este concilio constanciense, la plenitud de sus poderes aun sin el papa y el absoluto deber de continuarlo hasta la plena extinción del cisma y reforma de la Iglesia en su cabeza y en sus miembros.
6. Sesiones IV y V (30 de marzo y 5 de abril 1415).-Pedro de Ailly y Zabarella pueden contarse entre los moderados, pues todavía al final de la sesión tercera declararon que seguían fieles a Juan XXIII mientras éste perseverase en su voluntad de abdicar espontáneamente por el bien de la Iglesia. En el resto de los conciliares, exceptuando los italianos, iba creciendo cada día la aversión a Juan XXIII y el deseo de proceder independientemente del papa. Se ha hecho célebre la congregación que el Viernes Santo (29 de marzo) tuvieron en el convento de los franciscanos las naciones de Francia, Alemania e Inglaterra sin la participación de Italia ni del colegio cardenalicio. Allí se redactaron cuatro artículos, aprobando resueltamente el conciliarismo, amenazando con graves castigos a cualquiera que no obedeciese a los decretos del concilio, declarando que la fuga de Juan XXIII era un escándalo manifiesto, que le hacía sospechoso de cisma y herejía, y atestiguando que el papa fugitivo, contrariamente a lo que él decía, había gozado en Constanza de plena libertad.
Estos artículos les parecieron a los cardenales inadmisibles, porque ofendían el honor y la dignidad del pontífice, por lo cual suplicaron a Segismundo no permitiese que se promulgasen en la próxima sesión. Dijéronle que Juan XXIII estaba dispuesto a poner el negocio de la abdicación en manos del emperador y de algunos cardenales, que no retiraría de Constanza la curia y sus oficiales, por más que hubiese dado órdenes en ese sentido, y que el colegio cardenalicio sólo asistiría a la sesión solemne en caso que esos cuatro artículos se modificasen en la forma que le indicarían. Temeroso el emperador de una ruptura entre los cardenales y el concilio, corrió a la congregación de las naciones y les rogó que atenuasen los cuatro artículos, y, aunque encontró resistencia en muchos, maniobró con tanta rapidez y habilidad aquella noche y la mañanita del día siguiente, que, al abrirse el Sábado Santo la sesión general, ya los delegados de las naciones habían consentido en la propuesta de los cardenales.
Era el 30 de marzo. La cuarta sesión solemne, a la que asistían más de 200 prelados y muchísimos doctores, se iniciaba muy inquieta, pues aun después de empezada la misa, el emperador iba de unos a otros y llamó a los cardenales a una capilla de la catedral para los últimos acuerdos. Concluido el santo sacrificio y el rezo de las letanías, alzóse el cardenal Zabarella para dar lectura a los artículos convenidos. El primero era el mismo que habían aprobado las naciones, y sonaba así: «Este santo sínodo constanciense..., congregado legítimamente en el Espíritu Santo, formando concilio ecuménico y representando a la Iglesia católica militante, tiene su autoridad inmediatamente de Dios, y cualquier persona, de cualquier dignidad que sea, incluso papal, está obligada a obedecer al concilio en todo cuanto se refiere a la fe y extirpación del cisma» 25 .
El segundo, tercer y cuarto artículos de las naciones fueron sustituidos por otros que decían: «2. Item: que el santísimo Padre Juan XXIII no cambie ni traslade a otro lugar la curia romana y sus oficinas con los funcionarios... sin consentimiento del santo sínodo. Y, si hiciere lo contrario y fulminase censuras para que los oficiales le sigan..., todo sea írrito y nulo». «3. Item: que cualquier traslación de prelados o privación de beneficios en perjuicio del concilio... sea jurídicamente inválida, írrita, nula y vana». «4. Item: que por bien de la unión no se creen nuevos cardenales» 26 .
No pocos de los asistentes al concilio se sorprendieron del tenor de aquellos artículos, pues ignoraban las negociaciones del emperador con los delegados y con los cardenales. Saliendo de la sesión, algunos quisieron protestar irritados, mas pronto se hubieran calmado si un nuevo incidente no hubiera venido a exasperarlos. Corría por todas partes la noticia de que Juan XXIII, conducido por el duque Federico, había huido también de Schaffhausen, dirigiéndose a Laufenburg, catorce leguas al oeste. La indignación de todos, empezando por Segismundo, fue grande, y creció mucho más cuando vieron que, sin permiso del concilio, varios cardenales, prelados, curiales y otros eclesiásticos italianos abandonaban la ciudad de Constanza para seguir a su pontífice 27 . En aquel ambiente turbado de ira y resentimiento se reunió la sesión general quinta precipitadamente el sábado 6 de abril con objeto de publicar ahora parte al menos de aquellos artículos suprimidos en la sesión anterior.
La mayoría de los cardenales se negaba a asistir; mas, a fin de evitar un escándalo, ocho de ellos hicieron acto de presencia, aunque desaprobando dichos artículos. El obispo de Posen los leyó, por haberlo rehusado Zabarella. Decía el primero: «Este santo sínodo... tiene su autoridad inmediatamente de Dios, y cualquier persona, de cualquier dignidad que sea, incluso papal, está obligada a obedecer al concilio en todo cuanto se refiere a la fe y extirpación del cisma y reforma de la Iglesia tanto en la cabeza como en los miembros». El segundo declaraba «que quien no obedezca a los decretos de este santo sínodo o de cualquier otro concilio general y persista en su contumacia..., aunque sea de dignidad papal, sea debidamente castigado, aplicando, si es preciso, otras medidas jurídicas». El tercero prohibía la traslación de la curia y el cuarto anulaba las condenaciones y censuras de Juan XXIII, como los artículos tercero y cuarto de la sesión anterior. El quinto, finalmente, testificaba que el papa fugitivo, contrariamente a lo que él decía, había gozado en Constanza de plena libertad 28 .
Tales son los famosos artículos del concilio de Constanza, base del conciliarismo doctrinal, que, renovados en el concilio de Basilea con gesto más revolucionario y ratificados en la pragmática sanción de Bourges, fueron abrazados como un dogma por la iglesia galicana en 1682.
7. Valor de los cinco artículos. -Aquí es necesario preguntarnos: ¿Tienen esos artículos, particularmente los dos primeros, validez universal? ¿Y son de carácter dogmático? Creemos que a las dos interrogaciones se puede responder negativamente. Téngase en cuenta que fueron sancionados por un concilio que no puede con certeza llamarse legítimo, ya que la legitimidad del papa que lo convocó no es cierta, ni mucho menos, y en el momento de promulgarse dichos artículos era un concilio acéfalo y sin autoridad. Y con dificultad podrá decirse ecuménico o representante de la Iglesia universal un concilio al que faltaban los obispos de los otros dos papas contrincantes. También el modo de votar por naciones parece ilegitimar sus decretos, puesto que no eran los cardenales y obispos-a los cuales con el papa corresponde el gobierno y la administración de la Iglesia-los que decidían, sino la masa mucho mayor de doctores, simples clérigos y aun laicos presentes a las congregaciones de las naciones. Una especial irregularidad se advierte precisamente en los decretos de las sesiones IV y V, en cuya discusión no estuvo presente la nación italiana, ni menos los cardenales representantes de la iglesia particular de Roma.
Aunque se demostrase que el concilio de Constanza fue siempre legítimo, diríamos que los susodichos artículos tenían a lo sumo un valor circunstancial y en ningún modo carácter dogmático. No intentaban definir una doctrina, sino imponer una ley, establecer autoritativamente una norma para el buen régimen de la Iglesia: que el papa se someta al concilio en los casos dudosos, oscuros y excepcionales, como eran los de entonces 29 . Que el concilio de Constanza no pretendió pronunciar una definición dogmática, se evidencia claramente: primero, por su modo de expresarse; segundo, por su modo de obrar. Si examinamos las fórmulas que usa, veremos que no emplea las frases clásicas y consagradas para las definiciones, v.gr., diffinimus, condemnamus et anathematizamus tamquam haereticos, u otras equivalentes (de las que el mismo concilio se vale contra los errores de Wiclef, Hus y Jerónimo de Praga), sino que se expresa así: «Ipsa sancta synodus... declarar, quod (papa) obedire tenetur... Declarat, quod quicumque... obedire contumaciter contempserit... paenitentiae subiiciatur». Repetimos que no son éstas las fórmulas que usa la Iglesia en sus definiciones de un dogma de fe. Y, aunque poco antes ha dicho: «Ordinat, diffinit, decernit et declarat», el sentido del segundo verbo está determinado por el de los concomitantes.
Lo mismo viene a demostrar su actitud ante los que no aceptaban la doctrina del conciliarismo. Sabemos de algunos miembros del concilio que siguieron defendiendo la supremacía pontificia e impugnando la doctrina contraria, sin que el concilio los condenase ni se inquietase por ello; v.gr., el general de los dominicos, Leonardo Statius 30 . El conciliarista Fillastre nos dice que había en Constanza «diversas opiniones de potestate concilii supra papam, maxime in iis quae pertinent ad reformationem Ecclesiae» 31 . Y Martín V, recién elegido papa en Constanza, condenó el conciliarismo por estas palabras: Nulli fas est a Supremo Iudice, videlicet Apostolica Sede, seu Romano Pontífice lesu Christi Vicario in terris, appellare, aut illius iudicium in causis fidei... declinare» 32 .
Suele objetarse que, al fin y al cabo, el papa Martín V sanó in radice la ilegitimidad del concilio de Constanza, y, por tanto, son valederos universalmente aquellos decretos. Conviene explicar en qué consistió tal aprobación. Al fin de la última sesión, cuando ya el cardenal Rainaldo de San Vito había pronunciado, de orden del papa, Domini ite in pace!, y todos habían respondido Amen, se levantaron los embajadores de Polonia y de Lituania pidiendo fuese condenado en sesión solemne un escrito del dominico Fr. Juan Falkenberg que, según ellos, contenía varias herejías y había sido reprobado en la congregación general de las naciones. Respondieron los patriarcas constantinopolitano y antioqueno y un dominico español que no todas las naciones lo habían reprobado. Y como se armase un alboroto, intervino el papa, diciendo que él aprobaba todo cuanto el concilio había determinado «conciliariter» en materia de fe, mas no lo que de otra manera se hubiera decidido 33 . Ahora bien, según hemos demostrado arriba, los cinco artículos de las sesiones IV y V no son materia de fe (de rebus fidei). Y aun podríamos, aunque con menos seguridad, añadir que tampoco fueron determinados «conciliariter» ; se requería que antes de promulgarse en la sesión solemne llevase el voto unánime de todas las naciones, y, según pensaban muchos, también el voto de los cardenales, representantes de la Iglesia romana. Pues bien, sabemos que los cardenales no aprobaron dichos artículos. Que fuese necesario este voto parece deducirse del empeño que siempre mostraba el emperador y las naciones por obtener la aprobación del colegio cardenalicio 34 . Y por lo menos parece que ésa era la opinión de los cardenales, particularmente de Pedro de Ailly 35 . Cardenal era entonces Martín V, y por eso podemos creer que, cuando puso como condición para aprobar los decretos constancienses que hubieran sido determinados «conciliariter», se refería a los que llevaban la aprobación de los cardenales.
8. Deposición de Juan XXIII. -Veamos ya cómo el concilio de Constanza alcanzó su primer objetivo, que era el de dar la paz y unión a la Iglesia. Como medida previa, optó por deponer a dos papas y aceptar la dimisión del tercero. Juan XXIII había huido de Constanza alegando, en cartas que escribió al emperador, a los cardenales, a la corte de Francia, etc., diversos pretextos: la insalubridad del aire, la falta de libertad. Como Federico, su protector, no se sintiese seguro en el castillo de Schaffhausen por miedo de Segismundo, que lo había proscrito del imperio, llevó al papa consigo a Laufenburg ; de allí, a Friburgo de Brisgovia, y luego a su fuerte castillo de Breisach. Los cardenales Fillastre y Zabarella vinieron a comunicarle que el concilio de Constanza en la sesión VI, del 17 abril, le citaba a comparecer ante la asamblea y le ofrecía la fórmula de abdicación. Duro golpe para el papa y no menos duro el cambio que se obró en su protector Federico de Austria. Abandonado éste por los suizos y por otros partidarios, aceptó la mediación del duque Luis de Baviera para reconciliarse con el emperador, el cual le puso como condición la entrega del pontífice fugitivo. Federico, aunque con dolor, hubo de prometerlo, volviendo a Constanza el 30 de abril.
Soñó entonces Juan XXIII en pasar hasta Avignon y encerrarse en el inexpugnable palacio de los papas; mas como el duque de Borgoña no accediese a franquearle el camino, tornó a Friburgo los últimos días de abril. Mal cariz tomaban en Constanza sus asuntos, pues en la sesión VII (2 de mayo) se determinó entablar proceso contra él, y se le citó a comparecer en el término de nueve días, tratándolo de hereje, simoníaco, escandaloso e incorregible. En las sesiones IX, X y XI (13, 14 y 25 de mayo) se pidió oficialmente su deposición, se oyeron las acusaciones de los testigos y se le declaró contumaz y privado de todo gobierno eclesiástico 36 . Por fin, en la sesión XII, del 29 de mayo, y sin que nadie le defendiera, se procedió a su pública deposición y privación del papado, declarándolo notorio simoníaco, dilapidador de los bienes y derechos de muchas iglesias, escandaloso por sus detestables y deshonestas costumbres, pertinaz, incorregible y reo de otros muchos crímenes. Quiso protestar el cardenal Zabarella, mas un confuso griterío de Placet ahogó su voz y ratificó la sentencia.
Aquel «monstruo de iniquidades» se reveló en la adversidad mejor que muchos de sus enemigos. Con una debilidad que nadie sospechara en él, Baltasar Cossa, ya antes de la condena, se dejó conducir el 17 de mayo al castillo de Radolfzell, cerca de Constanza, donde permaneció bajo la custodia de cuatro miembros del concilio y de 300 caballeros húngaros. Cuando le mostraron el primer decreto de suspensión, no quiso defenderse, deploró su fuga, dijo que el concilio era infalible, se excusó humildemente de sus faltas y entregó el anillo papal y el sello de las bulas. Y, cuando le participaron la sentencia de deposición, se confió resignado a las órdenes del emperador y del concilio. El 3 de junio fue llevado prisionero al castillo de Gottlieben; de aquí, a Heidelberg, y poco después a Mannheim bajo la vigilancia del duque de Baviera. Cuatro años más tarde, por unas disensiones que Luis de Baviera tuvo con el emperador, pudo Baltasar Cossa comprar su libertad a precio de 30.000 florines. Bajó a Italia y se postró a los pies del nuevo papa Martín V, el cual, compadeciéndose de su infortunio, le restituyó la dignidad cardenalicia. Pocos meses después, en diciembre de 1419, falleció en Florencia oscuramente Baltasar Cossa 37 .
9. Abdicación de Gregorio XII. -Parecía que con la deposición de Juan XXIII estaba resuelto el nudo más difícil de la tarea conciliar. ¿Cómo acabar ahora con los otros dos papas? El anciano Gregorio XII facilitó cuanto pudo la cuestión. El 25 de enero de 1415, sus embajadores, el cardenal arzobispo de Ragusa, Juan Dominici, y los obispos de Worms, Spira y Verdun, recibidos por el concilio, declararon que Gregorio abdicaría con tal que los otros dos hiciesen lo mismo y no presidiese Baltasar Cossa la sesión. Esto no era mucho prometer, pero el día de la sesión XIII, 15 de junio, cuando ya Juan XXIII había sido depuesto, vino a Constanza Carlos Malatesta como plenipotenciario de Gregorio ante el emperador. Sus propuestas fueron examinadas y, finalmente, aceptadas. En la sesión XIV (4 de julio 1415), Juan Dominici, en nombre de Gregorio XII, legitimó el concilio, convocándolo de nuevo, y autorizó y confirmó cuanto él hiciera en adelante por la unión y reforma de la Iglesia y por la extirpación de la herejía; Carlos Malatesta leyó la fórmula de renuncia al papado. El cardenal Dominici fue recibido en el sacro colegio y Gregorio XII (ahora Angelo Corrario) fue nombrado decano del colegio cardenalicio, obispo de Porto y legado perpetuo en Ancona. Murió en Recanati el 18 de octubre de 1417, antes de terminarse el concilio y antes de la elección del nuevo pontífice. Tenía noventa años. ¡Lástima que este acto de humildad y de amor a la Iglesia no lo hiciera diez años antes!
10. Deposición de Benedicto XIII. -Faltaba lo más duro, la eliminación del papa aragonés, único sobreviviente de los autores del cisma. «Mientras esta luna no se eclipse-decía Gersón-, no lucirá el sol de la paz y la concordia». Sus embajadores habían venido a Constanza a primeros de marzo de 1415, siendo recibidos en audiencia el día 4. Lo que propusieron fue que el emperador se trasladase a Niza para deliberar con Benedicto XIII y con el rey Fernando I de Aragón. Segismundo prometió hacerlo. La ocasión no se presentó hasta el momento de la abdicación de Gregorio XII. El lugar señalado para la entrevista fue, finalmente, Perpignan, no Niza. Benedicto XIII, que desde el año anterior se hallaba en Valencia, vino a la cita en junio de 1415 y aguardó impaciente la tardía llegada de Segismundo. Este no pudo salir de Constanza hasta el 18 de julio ni entrar en Perpignan hasta el 17 de septiembre. También el rey de Aragón, retenido por una grave enfermedad, llegó con retraso. Todos vinieron con lujosas comitivas. Escoltaban al emperador algunos príncipes alemanes, prelados, doctores y hasta 4.000 jinetes. Como si Benedicto quisiera deslumbrarlo con toda la pompa de una verdadera corte pontificia, se vistió su mejor manto de púrpura para darle audiencia en el gran salón del castillo de Perpignan. La entrevista fue cordial; se abrazaron y besaron efusivamente, mas en las consultas y negociaciones el papa aragonés se oponía tenazmente a la via cessionis, proponiendo por su parte la via iustitiae, es decir, que se averiguase jurídicamente en una discusión cuál era el papa legítimo. Con todo, si el emperador prefería la vía de cesión, él ponía tres condiciones: que se anulasen todas las sentencias dadas contra él en Pisa, que el nuevo papa fuese aceptado por todos los príncipes y fieles y que la elección fuese conforme a los cánones. Al decir esto pensaba que sólo él podría ser elegido canónicamente, ya que Pedro de Luna era el único cardenal incontestable, como anterior al cisma.
Segismundo no podía aceptar tales condiciones. Entonces Benedicto propuso otro plan: que los cardenales por él nombrados y los de Constanza eligiesen un número de árbitros, los cuales nombrarían el nuevo papa. Tampoco este proyecto pareció aceptable. Cansado el emperador de tantos esfuerzos inútiles, decidió salir de Perpignan a principios de noviembre. Apenas llegado a Narbona, le alcanzó una embajada del rey de Aragón con representantes de Escocia y de los otros príncipes que obedecían a Benedicto XIII rogándole retrasara su viaje, pues estaban dispuestos a adherirse al concilio de Constanza, abandonando a Benedicto. Detúvose Segismundo y envió a Perpignan sus delegados. Ya para entonces había salido el pontífice de la ciudad, dirigiéndose a Colliure, donde se embarcó para Peñíscola, fuerte ciudadela sobre el mar Mediterráneo, en la provincia de Castellón38 .
Esta fuga precipitada, sin prestar atención a las nuevas súplicas que le dirigió el rey de Aragón, indignó a los que hasta entonces eran sus partidarios. Y, juntándose con el emperador y con los delegados del concilio constanciense en Narbona, los representantes de Aragón, Castilla, Navarra, Escocia y los condes de Foix y de Armagnac firmaron el 13 de diciembre de 1415 un tratado en el que se estipuló que así los Padres de Constanza como los prelados y cardenales de Benedicto se invitasen recíprocamente a un concilio general, donde, disfrutando todos de iguales privilegios, procederían de común acuerdo a la deposición de Benedicto XIII (si éste no renunciaba espontáneamente) y al nombramiento de un nuevo papa; todas las penas y censuras de una y otra parte serían anuladas. Con gran júbilo se recibió en Constanza la noticia de este convenio, que fue ratificado solemnemente en una congregación general del 4 de febrero de 141639 .
Ya para entonces el reino de Aragón se había separado oficialmente del papa Luna (6 de enero 1416). Y fue San Vicente Ferrer, el que había sido su confesor y consejero, quien en la fiesta de la Epifanía leyó desde el púlpito de Perpignan la fórmula de substracción de la obediencia a Benedicto XIII. Aquel santo predicador y taumaturgo, de tanto prestigio popular, había rogado los últimos días muy insistentemente a Pedro de Luna que abdicase por el bien de la Iglesia. Su elocuencia ardorosa no hizo mella en el testarudo aragonés. Y Vicente Ferrer, aunque internamente persuadido de que la justicia y el derecho estaban con Pedro de Luna, se apartó de él para adherirse al concilio de Constanza 40 . En la sesión XXII (1 5 de octubre 1416), los delegados de Aragón y de Portugal, tras varios días de discusión, se incorporaron al concilio; los de Navarra, en la sesión XXVI (24 de diciembre), y los de Castilla, en la sesión XXXV (18 de junio 1417) aunque se hallaban en Constanza desde marzo 41 .
Así la Natio hispanica se agregó a las otras cuatro que constituían el concilio.Desde la sesión XXIII (5 de noviembre 1416) hasta la XXXVII (26 de julio 1417) duró el proceso que se instituyó contra Pedro de Luna, con citaciones del acusado, audiencia de testigos, etc. Cuando en enero de 1417 llegaron a Peñíscola los diputados del concilio invitándole a comparecer ante sus jueces, el viejo papa protestó contra tanta avilantez, ya que la verdadera Iglesia no estaba en Constanza, sino en Peñíscola, como en tiempo del diluvio se hallaba solamente en el arca de Noé. Dada la vida pura e íntegra del reo, nadie se atrevió a insinuar contra él aquellas acusaciones de simonía, inmoralidad, avaricia, trato con el demonio, etc., que no faltaban nunca en semejantes procesos. Le acusaron, con verdadero fundamento, de contumacia; le acusaron también de perjurio, por no haber cumplido su palabra de abdicar, aunque él lo había prometido sólo después de empleados todos los otros medios; le acusaron de fautor del cisma, y fue el propio Gersón el encargado de probar que también había incurrido en herejía, porque obraba contra el artículo del símbolo que dice: «Credo in unam sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam». Consiguientemente, el concilio en la sesión del 26 de julio lo privó y depuso de su dignidad papal, lo cortó de la Iglesia, como ramo seco, y prohibió a todos los cristianos, bajo las más severas penas, que le prestasen obediencia o favor 42 .
El canto del Te Deum bajo los arcos de la románica catedral, el vuelo de las campanas en las torres y el resonar de las trompetas imperiales por las calles de Constanza anunciaron al mundo que el último obstáculo para la unión había sido vencido. Mientras tanto, en la remota Peñíscola, en aquel promontorio que se interna en el mar coronado de murallas, Benedicto XIII seguía protestando que la Iglesia estaba con él, que los herejes cismáticos eran los de Constanza; todos los años el día de Jueves Santo pronunciaba el anatema contra el rey de Aragón y contra los cardenales que le habían abandonado. En aquel castillo solitario batido por el mar murió Pedro de Luna el 29 de noviembre de 1422 a la edad de noventa y cuatro años 43 .
III. Elección de Martín V. Reforma y concordatos
1. El papa Colonna. -Eliminados los tres pontífices que dividían la cristiandad, parecía llegado el momento de elegir uno nuevo que fuese cabeza de todos los fieles. En junio de 1417 se empezó a discutir seriamente sobre ello. Existía desde mucho antes una comisión para la reforma de la Iglesia, y sus proyectos se entorpecieron y enredaron ahora con la cuestión de la elección pontificia. Cuando el sacro colegio, y principalmente Pedro de Ailly, trazó las normas que se debían seguir en la elección del nuevo papa, opúsose decididamente Segismundo, diciendo que la nación alemana y la inglesa exigían que la reforma eclesiástica había que emprenderla antes que se nombrase el pontífice; de lo contrario, se corría el riesgo de que no se hiciese nunca. Al partido de los cardenales se juntaron los italianos, franceses y españoles, y respondieron por boca de Pedro de Ailly el 25 de agosto que la más importante reforma era la de proveer al cuerpo de la Iglesia de su verdadera cabeza, porque un cuerpo sin cabeza es la mayor de las deformaciones.
Llegó a tal punto la discordia, confusión y efervescencia de los ánimos, que corrió la voz de que Segismundo iba a arrestar a los cardenales. Muchos se quejaban de que se entrometía demasiado en los asuntos eclesiásticos, coartando la libertad del concilio. Ingleses y alemanes, unidos y concordes desde que Segismundo, volviendo de Perpignan, había ido hasta Inglaterra para negociar con Enrique V, insistían en que se hiciese la reforma antes que la elección, porque buena parte de la reforma había de consistir en limitar la potestad del futuro papa, quitándole la facultad de disponer de los beneficios eclesiásticos, anatas, etc. No faltó quien los tachó de husitas y herejes («recedant haeretici»), sin que la voz moribunda de Zabarella, que falleció el 26 de septiembre, pudiera calmarlos. Protestaron indignados los alemanes que ellos amaban a la Iglesia con su cabeza el papa, pero que los romanos pontífices desde hacía ciento cincuenta años venían cometiendo infinitos abusos, invadiendo los derechos de las iglesias particulares con sus reservaciones, expectativas, anatas, servicios comunes, espolios, dispensaciones simoníacas, etc., etc. ; de donde se originaba la corrupción del clero, la ruina de los estudios y la decadencia de las iglesias v monasterios. La nación alemana desconfía de promesas para el futuro, pues ha visto que las que se dieron en Pisa no se han cumplido 44 .
La muerte del obispo Roberto de Salisbury contribuyó a que los ingleses dejasen de hacer causa común con los alemanes, y poco después la llegada del obispo de Winchester, Enrique de Beaufort, tío del rey Enrique V, facilitó la concordia al proponer que se empezasepor la elección del papa, pero que antes un decreto conciliar impusiese la obligación de emprenderse la reforma inmediatamente después de la elección pontificia; además, podríanse publicar, aun antes de la elección, aquellos decretos de reforma en los que todas las naciones estaban de acuerdo. Así se hizo en la sesión XXXIX, del 9 de octubre, en la que se promulgaron cinco. El primero es el célebre decreto Frequens, que ordenaba la periodicidad de los concilios generales, confirmando así el triunfo del conciliarismo. Cinco años después del de Constanza se celebraría un nuevo concilio; siete años después de éste, tendría lugar el tercero, y, en adelante, cada diez años se convocaría concilio general. Los cuatro decretos siguientes trataban de impedir la posibilidad de un nuevo cisma y prohibían los espolios y procuraciones. En la sesión XL (30 de octubre) se anunció el programa reformatorio en 18 puntos, que debería ejecutar el futuro papa antes de clausurar el concilio.
Los cardenales que iban a entrar en conclave eran 23; como todos ellos habían sido creados por los papas depuestos, hubo algún extremista que propuso fueran excluidos totalmente; no fue así, pero sí se pensó que convenía reforzar su autoridad agregándoles 30 prelados (seis por cada nación). Estos 53 electores se congregaron el 8 de noviembre, y al cabo de cuatro días, por unanimidad, dieron su voto al cardenal Odón Colonna, de cuarenta y nueve años, que en honor de San Martín, cuya fiesta se celebraba aquel día, llamóse Martín V (1417-1431). La Iglesia universal celebró el acontecimiento con gran alegría, y motivos tenía para ello, pues había alcanzado la unión y la paz bajo una sola cabeza, un pontífice, un pastor, un padre. El gran cisma de Occidente podía darse por terminado.
Martín V, que era diácono, fue consagrado el día 13 presbítero y el 14 obispo. El día 21 tuvo lugar la coronación. El escogido para predicar delante del nuevo papa, del emperador y del concilio en pleno fue Felipe de Malla, de quien escribe Jerónimo Zurita: «Fue loada aquel día por todas las naciones la plática que hizo al papa el maestro Felipe Malla con una divina elocuencia, fundándola en la autoridad de San Juan, que dice en el Apocalipsis: Al que venciere haré columna en el templo de Dios; y en la de la mujer vestida de sol, que tenía la luna debaxo los pies, y en la cabeza corona de doce estrellas; declarando con maravilloso artificio entenderse por la Iglesia, que estaba vestida del sol de la justicia, y por la luna, el abatimiento del cismático, y por las doce estrellas, doce reyes que concurrieron a la obediencia del concilio: los cuatro de España y otros tantos de Alemania, y los de Francia e, Inglaterra, y en Italia dos, y eran Nápoles y Chipre, porque el de Escocia no quiso enviar embajadores» 45 .
Desde que el concilio tiene una cabeza, la figura del emperador empieza a esfumarse y las mismas naciones pierden mucho de su significación política en sus actuaciones conciliares; es el papa quien toma las riendas de los negocios, quien condena, como hemos visto, la superioridad del concilio y quien determina y dirige lo que en adelante se hace.
2. Decretos de reforma eclesiástica. -A la comisión de reforma, ya existente desde 1415 y renovada ahora por las cinco naciones, añadió el papa, el día mismo de su coronación, seis cardenales. Su tarea resultó muy dificultosa, porque, a pesar del deseo universal de una reforma «in capite et in membris» (antes en la cabeza que en los miembros), era casi imposible ponerse de acuerdo las diversas naciones entre sí. Lo que proponían los franceses era rechazado por los ingleses; lo que querían los alemanes, lo rehusaban los italianos; los españoles iban poco unidos, y entre los mismos franceses se dibujaban las dos tendencias políticas de borgoñones y armagnacs. También obispos y doctores andaban en desacuerdo. Muchos obispos entendían la reforma en el sentido de substraer al romano pontífice la facultad de conferir los beneficios eclesiásticos; en cambio, los doctores universitarios preferían que la colación de los mismos siguiese en manos del papa, pues era costumbre que todas las universidades le enviasen el «rótulo» de sus maestros y laureados, a quienes el papa otorgaba siempre canonjías, parroquias u otras prebendas. El colegio cardenalicio no mostraba gran interés por la reforma, pues temía que resultarían muy mermados sus ingresos si se reformaba la curia
Casi todos, especialmente entre los alemanes e ingleses, declamaban contra las exacciones y censos que imponía la curia pontificia. Los más exigentes eran los de la nación germánica, que en enero de 1418 presentaron al papa un memorial con las reformas que instantemente reclamaban 46 . En respuesta, Martín V comunicó a las naciones en 20 de enero de 1418 un proyecto de reforma que contenía en menos puntos casi todo lo que proponían los alemanes. Sólo omitía dos artículos: el de las excesivas apelaciones a la curia romana y el de las causas por las cuales el papa puede ser juzgado.
Discutieron el proyecto las naciones, y por fin se formuló en siete decretos de reforma general, que ordenaba: suprimir todas las exenciones de monasterios concedidas por los papas después de Gregorio XI; revocar, a partir de la misma fecha, las uniones o incorporaciones de varios beneficios bajo un solo título; renunciar de parte del papa a las rentas o frutos intercalares de los beneficios vacantes; declarar suspensos a todos los ordenados simoníacamente y anular todas las elecciones contaminadas de este vicio; imponer la residencia a los beneficiarios, porque el beneficio se concede por razón del oficio, por lo cual los obispos deberán hacerse consagrar para poder cumplir sus deberes; si no, serán privados de su cargo; prohibir a cualquier persona inferior al papa exigir diezmos, y el papa no los impondrá a todo el cuerpo eclesiástico, sino en casos graves de interés general; corregir los abusos que prelados y clérigos cometían en el vestir y en el porte de la persona 47 . A esto se redujo la reforma general. ¡Y si aun esto poco se hubiera urgido eficazmente! Otros puntos que no parecían tan universales se determinaron en la reforma particular, o relativa a cada nación, que se estableció en los concordatos
3. Concordatos con las naciones -De acuerdo con el concilio, el papa Martín V estipuló una serie de concordatos con Alemania, España, Francia e Inglaterra, haciendo a las iglesias nacionales y a los príncipes algunas concesiones, especialmente en el orden fiscal y beneficial, que podían haber inaugurado una era nueva en la historia eclesiástica si les hubiera precedido una madura deliberación entre las dos partes y si después se hubieran llevado a la práctica rigurosamente. El concordato con España, firmado el 13 de mayo de 1418, comprendía seis puntos: 1.° Sobre el número y cualidades de los cardenales (que no fuesen más de 24, que estuviesen dotados de egregias cualidades y proporcionalmente se escogiesen entre todas las naciones cristianas). 2.° De las reservaciones y colación de beneficios (con restricciones para la Santa Sede). 3.° De las anatas y servicios comunes (limitando su abuso, aunque sin suprimirlo). 4.° De las causas judiciales que se deben llevar a la curia romana (solamente las señaladas por el derecho o la costumbre). 5.° De las encomiendas de monasterios y obras pías (solamente en caso de necesidad urgente). 6.° Sobre las indulgencias (no innovar nada; Alemania pedía en este punto que no se multiplicasen demasiado). El concordato francés, que valía igualmente para Italia, agregaba al español dos artículos: uno sobre la simonía y otro sobre las dispensas.
El concordato con Alemania, válido también para Hungría, Polonia y países escandinavos, abarcaba diez puntos, añadiendo a los referidos otros dos sobre los excomulgados vitandos y los beneficios conferidles por el papa y los cardenales, limitándolos. Estos tres concordatos eran ad quinquennium, es decir, válidos tan sólo hasta el nuevo concilio, en que volvería a tratarse de la reforma. En cambio, el concordato con Inglaterra era perpetuo y comprendía sólo seis puntos: sobre el número de cardenales, sobre las indulgencias, sobre las uniones o incorporaciones, sobre el no conceder insignias pontificales a prelados inferiores, sobre las dispensas y el escoger personas inglesas para los oficios de la curia romana. De los beneficios eclesiásticos nada se decía en el concordato inglés. Era inútil, porque el Parlamento de 1390 había ratificado el Statute of Provisors de 1351 48.
De hecho, todos estos concordatos, incluso el inglés, cayeron muy pronto en olvido, tal vez porque se habían pactado con las iglesias, no con los príncipes. Cuando el concordato francés fue presentado al Parlamento de París, éste rehusó registrarlo; el 9 de septiembre de 1418 fue aceptado en aquella parte del reino que obedecía al duque de Borgoña. La elección de Martín V había sido recibida en Francia con poca simpatía; en parte, porque los armagnacs no habían conseguido del concilio la condenación de Juan Petit, y en parte, porque el galicanismo exacerbado de aquellos días no podía estar satisfecho de las escasas concesiones del concordato.
Y ton esto queda indicado todo lo que el concilio de Constanza hizo por la reforma de la Iglesia «en la cabeza y en los miembros». En realidad, poca cosa. Era necesaria la reforma de la curia especialmente en materia fiscal, restringiendo las múltiples exacciones pecuniarias y corrigiendo los innumerables abusos en la colación de los beneficios; era urgente la reforma del clero, atendiendo mejor a su formación y obligando a obispos y párrocos a la residencia y al cumplimiento de sus deberes pastorales. Lo que prácticamente se hizo fue casi nada para un plazo corto, y en algunos decretos se emplearon fórmulas vagas, detrás de las cuales podían agazaparse los antiguos abusos. La principal tarea reformatoria se confió, por medio del decreto Frequens, a los futuros concilios. El concilio era para aquellos hombres la panacea universal, que, sin embargo, durante más de un siglo veremos que no aportó ningún remedio a los males de la Iglesia. El problema de la reforma siguió vivo, abierto y doloroso, como una herida sangrante, que se encanceró con el protestantismo, y que sólo el concilio de Trento logró curar con ayuda de los papas de la Contrarreforma.
4. El tiranicidio. -Una de las cuestiones que más tempestuosamente agitó los ánimos de los Padres constancienses fue la concerniente al tiranicidio. Ya dijimos en el capítulo precedente cómo el libertino duque de Orleáns, hermano de Carlos VI, cayó asesinado en las calles de París, el 29 de noviembre de 1407, por orden de su primo Juan Sin Miedo, duque de Borgoña. Este halló abogado en el maestro de teología Juan Petit 49, que defendió su causa ante el rey el 8 de marzo de 1408, haciendo la apología del tiranicidio. Si un vasallo -vino a decir- atenta a la salud del rey con fraudes y sortilegios o trata de derribarle del trono, es lícito a cualquier persona privada, y aun meritorio y conforme a las leyes natural, moral y divina, asesinar a semejante traidor y tirano. Tal era el duque de Orleáns. En consecuencia, el rey debe amar ahora más que antes al duque de Borgoña 50 .
Contra doctrina tan subversiva alzó su voz autorizada Juan Gersón, y, a sus instancias, el obispo de París la condenó el 23 de febrero de 1414. Pero el duque de Borgoña había apelado al papa Juan XXIII, prometiendo justificarse ante el concilio general. Llevada la cuestión a Constanza, se nombró una comisión de teólogos que la examinase, en la que entraban Pedro de Ailly y Zabarella. No le costó mucho trabajo a Gersón demostrar que las doctrinas de Juan Petit coincidían con el artículo de Wiclef, condenado en la sesión VIII (4 de mayo 1415): «Populares possunt ad arbitrium dominos delinquentes corrigere». Pero en aquellas circunstancias, en que la política francesa, agitada por bandos irreconciliables, tanto podía influir en el éxito bueno o malo del concilio, se decidió, tras violentas disputas, que Juan Petit no fuese nombrado en la condenación y que la doctrina del tiranicidio fuese anatematizada solamente en su expresión más aguda y extrema. Así se hizo en la sesión XVI (6 de julio 1415) 51 . El enérgico discurso que pronunció Gersón el 5 de mayo de 1416 exigiendo una condenación más precisa y explícita del tiranicidio y de Juan Petit le acarreó grandes odios y enemistades entre los borgoñones. No por eso se cambió la sentencia.
Suscitóse la polémica con ocasión de un panfleto, verdaderamente homicida, de Juan de Falkenberg contra el rey de Polonia y el duque de Lituania. El rector de la Universidad de Cracovia, Pablo Wladimiri, por encargo de su rey, había presentado al concilio un tratado De' potestate papae et imperatoris (5 de julio 1415), dirigido contra los Caballeros de la Orden Teutónica, acusándolos de que, bajo pretexto de convertir a los infieles, trataban de conquistar el territorio de Lituania, haciendo la guerra a los neófitos y a la católica Polonia. En dicho tratado se negaba al papa y al emperador, y, en general, a los cristianos, el derecho de arrebatar sus tierras y posesiones a los infieles por el solo hecho de ser infieles 52 .
Juan de Falkenberg era un fraile dominico pugnaz y reñidor que, inducido por los Caballeros Teutónicos, salió a defenderlos, atacando con violencia salvaje a los polacos. Su Liber de doctrina potestatis papae et imperatoris es una defensa del imperialismo germánico y una virulenta sátira contra el rey Wradislao V Jagellón y contra todos los polacos, en la que afirmaba, entre otras cosas, que los polacos son idólatras, porque adoran a su rey, que es un ídolo; son herejes, aborrecibles a Dios, perros impúdicos y están dispuestos a derramar la sangre de los cristianos y a inficionar los miembros de la Iglesia con los venenos de su herejía; por lo cual no solamente los príncipes, sino también los particulares que se decidan a matarlos y exterminarlos a todos juntamente con su rey, merecerán el reino celeste y la vida sempiterna.
El arzobispo de Gnesen denunció al concilio este escrito, que naturalmente fue condenado por los cardenales y por las naciones y finalmente entregado a las llamas. Consideraciones políticas, y especialmente la intervención de los Caballeros Teutónicos, impidieron que la condenación se hiciese en sesión solemne. Elegido papa Martín V, tanto los polacos como los franceses le rogaron en la última sesión anatematizara conciliarmente a Falkenberg y a Petit, mas ya vimos la respuesta que recibieron, y como los embajadores de Polonia apelaron al futuro concilio, el papa condenó severamente tales apelaciones.
5. Otras cuestiones secundarias. -No consideramos entre los problemas secundarios la condenación de los errores wiclefitas y husitas, cuya importancia puede decirse transcendental, tanto que ése era uno de los tres fines o causas (causa fidei) del concilio constanciense. Pero de Wyclif y de Hus trataremos en capítulo aparte. El problema de la unión de la Iglesia griega con la latina ni siquiera se tocó, si bien allí estaban algunos representantes del emperador bizantino, expresamente invitado al concilio por Segismundo. Suele decirse que en Constanza fueron condenados los flagelantes. En realidad, las actas del concilio no presentan indicios de tal condenación. Si la hubo, ¿en qué consistió? Llegó a Constanza la noticia de que los sermones de San Vicente Ferrer en Aragón excitaban los ánimos de las multitudes con tal fervor, que éstas se daban a la práctica de la flagelación pública. Temiendo Gersón resurgiese la antigua secta de los flagelantes, cuyos abusos y errores hemos descrito en el capítulo tercero de este libro, escribió al santo predicador en julio de 1417 avisándole del peligro de esta sangrienta penitencia multitudinaria, al mismo tiempo que le invitaba a venir al concilio
No en Aragón, sino en otros países norteños, principalmente en Alemania, asumía caracteres morbosos y heréticos esa forma de penitencia. Autorizándose con la famosa carta que un ángel -según decían- había depositado en el altar de San Pedro en Jerusalén el 25 de diciembre de 1348, y en la que la Virgen María aseguraba el perdón de todos los pecados a los que recibiesen este bautismo de sangre, más agradable a Dios que el bautismo de agua, sostenían los flagelantes que éste era el único verdadero sacramento, que reemplazaba y hacía inútiles a todos los demás e incluso abolía el sacerdocio de la ley evangélica. No admitían las indulgencias, ni el purgatorio, ni el culto de los santos, y criticaban ásperamente a todos los sacerdotes y eclesiásticos. En Turingia intervino el inquisidor Enrique Schönfeld, O.P., entregando a varios obstinados al brazo secular y a la hoguera, aunque en vano.
Había, pues, motivos más que suficientes para un decreto conciliar. ¿Por qué no se tomó ninguna decisión? Lo ignoramos. ¿Acaso para no molestar a San Vicente Ferrer, que agrupaba en torno de sí a muchos penitentes que se disciplinaban las espaldas hasta derramar sangre, pero con verdadero espíritu de compunción y sin incurrir en errores? De todos modos, hubiera sido fácil condenar las herejías sin desacreditar la práctica de la flagelación. Entonces fue cuando Gersón redactó y dio a leer su Tractatus contra sectam flagellantium, que, sin duda, fue aprobado por los Padres constancienses, aunque no dictaran sentencia particular sobre ello 53 .
Una nueva forma de vida religiosa fue sometida en 1418 al juicio del concilio. Sabido es cómo los hermanos de la vida común, nacidos en Deventer por obra de Gerardo Groote y Florencio Radewijns, se propagaron rápidamente por los Países Bajos y por Alemania. Constituían una asociación o hermandad intermedia entre la vida de los seglares y la de los religiosos: vida de perfección en comunidad, pero sin votos. El fraile dominico Mateo Grabow, que los conoció en Groninga, se persuadió que tal género de vida era inadmisible, contrario al derecho canónico y a la doctrina de Santo Tomás, y los acusó ante el obispo de Utrecht. Absueltos allí judicialmente, su causa fue llevada al concilio de Constanza. Martín V señaló una comisión, en la que entraban el cardenal De Ailly y Juan Gersón, con orden de examinar y juzgar un opúsculo de Grabow que contenía proposiciones como éstas: es imposible practicar lícita y meritoriamente los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia fuera de las religiones aprobadas (extra veras religiones); los presbíteros y clérigos que llevan vida común fuera de las religiones incurren en pecado mortal y todos cuantos los aprueban y favorecen están excomulgados; los que viven en el mundo no pueden renunciar a los bienes del mundo viviendo en pobreza, porque la propiedad de las cosas temporales está esencialmente unida al estado seglar, y quien lo intenta peca mortalmente; las matronas que se dicen beguinas, aunque no incurran en errores, se hallan en estado de eterna condenación.
Varios representantes de la «devotio moderna», como el prior de Windesheim, Juan Vos de Heusden, y el hermano de la vida común Enrique de Ahaus, el introductor de la hermandad en Alemania, vinieron a Constanza en plan de defensa. Pedro de Ailly y Gersón se pusieron en seguida de su parte y en contra de Mateo Grabow. Estigmatizaron algunas proposiciones del dominico y exaltaron la vida común de los hermanos como una admirable imitación de la vida de los primitivos cristianos. El tribunal conciliar condenó el 3 de abril de 1418 la doctrina de Grabow como errónea, temeraria y escandalosa y obligó a su autor a pronunciar una abjuración 54 .
6. Conclusión del concilio y despedida del papa. -El 22 de abril de 1418 se celebró la sesión general XLV, que fue la última. El papa declaró clausurado y disuelto aquel concilio, el más solemne y el más largo de cuantos hasta entonces se habían celebrado. Segismundo, cuya figura había dominado la ecuménica asamblea con no menos brillantez y eficacia que la del emperador Constantino en Nicea, recordó, por boca de un abogado consistorial, sus esfuerzos y sacrificios en pro de la unión, dio gracias a todos los presentes por su fiel perseverancia en medio de tantas dificultades y testimonió, una vez más, su sincera devoción a la Iglesia y al romano pontífice. Hubiera querido Segismundo detener al papa en Alemania por más tiempo, y así le ofreció las ciudades de Basilea, Estrasburgo o Maguncia. Los franceses insistieron por que retornase a Avignon, ciudad pontificia. Desatendiendo tales ofertas, Martín V, romano de nacimiento y convencido de que sólo Roma era la sede del Pontificado, se dispuso a partir para Italia.
El domingo de Pentecostés (15 de mayo 1418) ofició pontificalmente en Constanza por última vez. Al día siguiente, poco después de las siete de la mañana, toda la ciudad, acostumbrada a festejos, procesiones, torneos y cabalgatas durante tres años y medio, se echó a la calle para presenciar el último y más vistoso espectáculo. Precedían la comitiva papal doce caballos sin jinetes con gualdrapas de púrpura. Detrás iban cuatro caballeros armados de lanzas, de las que colgaban rojos capelos cardenalicios. A continuación un sacerdote alzaba una cruz de oro. Otro, montado en caballo blanco gualdrapado de púrpura, ostentaba el Santísimo Sacramento. Seguíanlo doce cardenales a caballo, un jinete en caballo blanco con el Santísimo Sacramento cubierto y numerosas personas con cirios encendidos. Venían luego los canónigos y el concejo de la ciudad, también con cirios. El papa, con ínfulas adornadas de perlas y vestimenta de oro, bajo un palio sostenido por cuatro condes, montaba una hacanea blanca, de cuyas riendas tiraban, con el emperador, varios príncipes del imperio. Después hacían séquito los obispos, los duques y muchísimos eclesiásticos. Espléndida pompa matutina bajo un sonoro y jubiloso vuelo de campanas. Se calcularon cerca de 40.000 caballeros los que acompañaron al pontífice hasta el próximo castillo de Gottlieben. Allí donde habían estado poco antes el hereje Juan Hus y el papa fugitivo Juan XXIII le aguardaban a Martín V unas barcas. Dada la bendición al emperador, embocó la corriente del Rin hacia Schaffhausen, mientras los cardenales y oficiales de la curia bordeaban el río. Luego bajó por tierra a Berna y Ginebra, de donde pasó a Milán. Aquí consagró el altar mayor de la grandiosa catedral, entonces en construcción, y se dirigió a Mantua y Florencia. En estas dos ciudades residió largo tiempo antes de hacer su entrada triunfal en Roma el 28 de septiembre de 1420. Montones de ruinas encontró en su patria. Al papa Colonna le tocaba ser el restaurador de Roma.
NOTAS
[1] Livre des faicts du mareschal de Boucicaut (París 1620) p.164.
[2] Esta encíclica Caelestis altitudo consilii sería en sí muy hermosa si no contuviera las ordinarias injurias y desprecios del papa y de los cardenales contrarios (Mansi, Concilia XXVI,1103-1109; Marténe-Durand, Veterum scriptorum... amplissima collectio [París 1724-33] VII,781-87).
[3] Las letras apostólicas en T. de Niem, De schismate III,36. Anota este publicista que, al salir de Lucca, Gregorio parecía «multum extenuatus in facie et lividi coloris, ac si iam in puncto mortis existeret». Usamos la edición Historiae Theodorici de Niem... de Schismate Ecclesiae (Basilea 1566). Sobre el autor véase H. Heimpel, Dietrich von Niem 1340-1418 (Ratisbona 1932)
[4] La Forma celebrationis concilii papalis Perpiniani, con descripción de las sesiones, nos la ha transmitido M. DE Alpartil, Chronica actitatorum temporibus domini Benedicti XIII ed. de F. Ehrle (Paderborn 1906) 173-187. Otra documentación en Mansi, Concilia XXVI,1103-1122. La publicación de F. Ehrle Aus den Acten des Afterkonzils von Perpignan 1408: «Archiv für Lit. und KG" 5 (1889) 387-492; 7 (1900) 576-694, trata muy brevemente del concilio de Perpignan en las últimas páginas; el resto son documentos anteriores relativos a las andanzas de Benedicto XIII.
[5]Los embajadores de Wenceslao llevaron al concilio una carta de Segismundo en que éste decía: "Quod propter nonnullas causas ambaxiatores suos ad dictum concilium generale mittere non poterat, sed quod frater suus rex Romanorum et Bohemiae suos mittebat solemnes ambaxiatores, et quod ipse a voluntate dicti fratris su¡ deviare non intendebat" (Mansi, Concilia XXVII 353). De Portugal fueron embajadores a Pisa, mas anunciaron que no consentirían en la elección de un nuevo papa (P. De Bofarull, Colección de documentos inéditos del Archivo de la Corona de Aragón t.1 [Barcelona 1847] 133 y 157).
[6] Juan de Varennes había escrito tiempo atrás a Benedicto XIII: «Crudeliorem enim plagam schismate Deus in orbem non potest transmittere» (Martẻne-Durand, Veterum script. VII,568). Los argumentos con que la Universidad de Bolonia trataba de justificar el concilio de Pisa, desatendiendo a los dos papas, en Martène-Durand, Veterum script VII,894-97. Sobre eso mismo escribió Gersón en Pisa su libro De auferibilitate papae ab Ecclesia (Opera II,209-24). queriendo demostrar que la Iglesia podía divorciarse del papa, aunque fuese legitimo, por conservar su unidad esencial. Ideas semejantes defendían P. de Ailly (Valois, IV,84-87) y F. Zabarella, que escribía: «Potestas est in ipsa universitate tanquam in fundamento, sed in papa tanquam in principali ministro» (G. Zonta, Francesco Zabarella 1360-1417 [Padua 1915) p.59). Así pensaban también Clemanges y Simón de Cramaud (A. Coville, Le traité de la ruine de l'Église de Nicolas de Clenianges [París 1936], y H. Finke, Acta concilii Const. 1,281).
[7] La sentencia en Mansi, Concilia XXVI, 1146-48, y en Hefele-Leclercq, Histoire des conciles VII,46-48. En la citación a comparecer ante el concilio, el oficial que leía el documento llamó a los dos papas, irónica y despectivamente, Errorius (en vez de Gregorius) y Benefictus (en lugar de Benedictus). Poco después de su condenación, el día del Corpus, se quemaron en la plaza dos maniquíes con mitra papal en la cabeza para regocijo del pueblo. Nótese aquí, que el concilio de Pisa no abraza claramente la doctrina conciliarista. Al deponer a los dos papas, no se funda en la superioridad del concilio sobre el pontífice, sino en la vieja teoría medieval, usada por Nogaret contra Bonifacio VIII y generalmente admitida entonces. Léanse las oportunas advertencias de V. Martin, Les origines du Gallicanisme 11,73-74 y 84-89.
[8] En su Tractatus pro defensione Benedicti XIII publ. en Martène, Thesaurus novus anecdotorum 11,1435-1529.
[9] Su comentario a Pedro Lombardo ha sido magníficamente estudiado por F. Ehrle, Der Sentenzenkommentar Peters von Candia, des Pisaner Päpst Alexanders V (Münster 1925). Noticias de Alejandro V, en T. de Niem, De schismate III,51.
[10] Las actas del concilio de Pisa se conservaban, con variantes, en cuatro diversas colecciones, publicadas por Hardouin, D'Achery, Von der Hardt y Martène, recogidas luego en Mansi, Concilia vol.26 y 27. Posteriormente ha editado otras críticamente J. Vincke, Acta concilii Pisan¡: «Römische Quartalschrift» 46 (1936) 81-337. Martène publicó además cartas y documentos previos, Acta varia praevia ad concilium Pisanum (Veterum script. V11,425-1079).
[11] Manuscrito citado por Valois Le France et le Grand Schisme IV,110. La legitimidad del concilio de Pisa y de Alejandro V es negada por la mayoría de los autores modernos. Sin embargo, el jesuita O. Pfülf, en una recensión de la obra de N. Valois, opina que la convocación del concilio de Pisa por los cardenales en aquellas circunstancias estaba bien justificada: «Das Verfahrena der Kardin le schien durch den Ausnahmezustand und die himmelsschreiende Not der Kirche gerechtfertigt» (en «Stimmen aus María Laach» 64 [1903] 327-35). San Roberto Belarmino dice que el de Pisa fue un concilio general «nec approbatum nec reprobatum» y tiene a Alejandro V por verdadero papa (De conciliis I,8). De hecho, el Alejandro que vino después del pisano se llamó Alejandro VI. No se siguió esta norma con Clemente VII, ni con Benedicto XIII, ni con Juan XXIII.
[12] No se prueba que su elección fuese simoníaca, como se dijo luego siguiendo al maldiciente Teodorico de Niem. De su incontinencia antes del sacerdocio hay algunas pruebas (Rainaldi, Annales a.1409 n.86; H. Blumenthal, Johann XXIII, seine Wahl und seine Persönlichkeit: «Zeitschrift für KG» 21 [1900] 488-S16). Teodorico de Niem nos ha transmitido sus noticias y juicios en dos tratados: Invectiva contra Iohannem y De vita ac fatis constantiensibus Iohannis papae XXIII, publ. en Hardt, Magnum oecum. Constant. concilium II,296-329.335-459
[13] Summa historialis p.3.a tít.22 c.6.
[14] F. Palacki, Documenta M. Ioannis Hus (Praga 1869) p.467; Mansi, Concilia XXVII,506. El programa de reformas propuesto por la Universidad de París, en Finke, Acta const. I,132-48.
[15] Antonio Petri, Diarium romanum; Muratori, Rerum ¡tal. script. XXIV,1033-40. Según este cronista, Ladislao arrasó la ciudad y profanó la misma basílica de San Pedro, «ubi fiebat concilium». No disfrutó mucho del triunfo, pues murió en Nápoles al año siguiente, agosto de 1414, dejando el trono a su hermana Juana de Durazzo.
[16] El autor del tratado De modis uniendi ac reformandi Ecclesiam, atribuido un tiempo a Gersón (Opera II,161-201) o al benedictino portugués Andrés de Escobar, hoy más probablemente a T. de Niem, insistía por aquellos días en que al emperador compete el derecho de convocar los concilios; antes había defendido lo mismo F. Zabarella. Los planes de Segismundo sobre el concilio pueden estudiarse en Finke, Acta conc. Constant. I,88-92; y las relaciones del emperador con Gregorio XII y Juan XXIII, ibid., 93-107. Escobar abandonó posteriormente las ideas conciliaristas. Véase la introducción de M. Candal a su edición crítica de Andreas de Escobar, Tractatus polemico-theologicus de graecis errantibus (Roma, Madrid 1952): «Concilium Florentinum» vol.4 ser.B.
[17] El constanciense Ulrico de Richenthal nos dejó una famosa descripción del concilio tal como él lo vio (Das Concilium so zu Constenz ist gehalten worden ed. fotográfica, Leipzig 1895). Tenemos también muchas noticias en los diarios publicados por Finke, especialmente en el de Fillastre.
18 Mansi, Concilia XXVII,560-61; Von der Hardt, Magnum oecum. conc. II,224-26; Hefele-Leclercq, Histoire des conciles VII,186-87.
19 Pedro de Ailly demostró inútilmente que tal modo de votar por naciones era contra la costumbre multisecular de la Iglesia. Añadía, con razón, que de este modo salía perjudicado el derecho de los obispos y cardenales, equiparados a cualquier clérigo y aun laico. «Expediens videtur redire ad ius commune et ad antiquum modum procedendi et concludendi in conciliis generalibus, ubi non legitur facta talis nationum distinctio» (Von der Hardt, VI,42; P. Tschakert, Peter von Ailly [Gotha 1877] p.25I; Finke, Forschungen 29). Tal sistema introducía en el concilio un fermento nacionalístico, contrario a la naturaleza católica de la Iglesia, del mismo modo que el voto de simples clérigos y laicos introducía un elemento democrático, contrario al carácter jerárquico de la misma.
[20] De forma et ordine concilii: Finke Acta II,742-58; J. Hollnsteiner, Studien zur Geschäftsordnung am Konstanzer Konzil: «Festschrift zum 70. Geburtstag Dr. H. Finke» (Münster 1925) 240-56.
[21] Escribe el cardenal Fillastre en su Gesta concilii: «Quibus tamen fuit dictum, quod constituerent ex se sex deputatis, qui starent et agerent cum aliis deputatis nacionum» (Finke, Acta II,34). Esto equivalía a concederles un voto colectivo como a cada nación en las sesiones generales. No dice la fecha, pero se colige de las actas de la sesión XI (25 de mayo 1514), en donde actúa el cardenal Ostiense, dando su placet en representación del colegio cardenalicio, «pro Collegio» (Hardt, IV,235-36); y lo mismo en otras sesiones posteriores (Finke, Acta II,80.147, etc.; K. Zahringer, Das Kardinalskollegium auf dem Konstanzer Konzil bis zur Absetzung Papst Johannes XXIII [Münster 1935]; E. Schekestrate, Tractatus de sensu et auctoritate decretorum Constantiensis concilii [Roma 1686] p.104; Hollnsteiner, Studien p.250).
[22] La trae Fillastre en Finke, Acta II,21; Mansi, Concilia XXVII,567.
[23] J. Zurita, Los anales de la Corona de Aragón (Zaragoza 1562-80) l.12 c.47.
[24] Mansi, Concilia XXV111,535-40; ]. B. Schwab, Iohannes Gerson (Würzburgo 1858) p. 506-8. Los cardenales, aunque invitados por Segismundo, no asistieron al sermón, porque preveían los ataques contra el poder papal.
[25] El art.I de las naciones añadía: «y reforma de la Iglesia tanto en la cabeza como en los miembros», pero estas palabras fueron suprimidas en la lectura por Zabarella, según refiere Fillastre, quia cardinalis Florentinus sustinebat, quod ille articulus non erat verus de iure», y lo mismo opinaban otros muchos (Finke, Acta II,28).
[26] Mansi, Concilia XXVII,585. 27
[27] Hardt, IV,93-94.
28 Mansi, Concilia XXVII,590-91.
29 Escribe B. Jungmann: «Animadvertendum est ea [decreta] non habita fuisse ut deffinitiones dogmatices circa materiam fidei; sed erant capitula quaedam per modum constitutionum synodalium, ut ab ipsis constantiensibus appellantur (Dissertationes selectae in Historiam ecclesiasticam t.6 [Ratisbona 1886] p.319). El mismo autor aduce serios argumentos para demostrar el valor puramente circunstancial de aquellos artículos en la mente del concilio (ibid., p.318-321). Así piensa también Hollsteiner, Studien p.249.
[30] Los textos en Finke, Acta II,705 y 712.
[31] Finke, Acta II,27-28. Y consta que en otras sesiones, v.gr., en abril de 1415 y en diciembre de 1416, disputaban los teólogos constancienses sobre si la plenitud del poder reside en el concilio o en el papa (Hefele-Leclercq, VII,218-19.415-16).
[32] Mansi, Concilia XXVIII,200. Gersón (Opera II,303-308) cita esas mismas palabras del papa contra el conciliarismo, y, aunque no piensa como él, no se atreve en modo alguno a condenarlo. Martín V condenó el conciliarismo, estando aún en el concilio de Constanza, en el siguiente artículo que se debía proponer a los sospechosos de husitismo: «An credat, quod papa canonice.electus... sit successor Petri, habensque supremam auctoritatem in Ecclesia Dei» (Mansi, Concilia XXVII,1212). Luego la autoridad del concilio no está sobre la del papa.
[33] Mansi, Concilia XXVII,1201.
[34] Aparece en las actas muchas veces (Finke, Acta II,73.80.233.743-45).
[35] Como aquel régimen conciliar dejase perplejos a muchos, Pedro de Ailly propuso algunas dudas muy serias.: «Primum dubium. An quattuor Nationes... excluso Cardinalium Collegio, faciant generale concilium, cum sint plura concilia particularia... ad partem deliberantia; quae deliberatio, exclusa deliberatione dicti Collegii... videtur multis non esse censenda deliberatio concilii generalis conciliariter facta. Secundum dubium. An dictae Nationes... habuerint a iure divino vel humano auctoritatem privandi Romanam Ecclesiam et Sacrum Collegium ipsam repraesentans... iure suo, habendi videlicet vocem in sacro concilio» (Gersonii opera II,940).
[36] En la sesión VIII (4 de mayo) sólo se trató de los errores de Wyclif. Las acusaciones contra Juan XXIII fueron 70 (72 o bien 74, según la manera de numerarlas) y luego se redujeron a 54 (Hardt, IV, 196-208.230-55; Hefele-Leclercq, Hist. des conciles VII,234-39; Finke, Acta III,157-209). Apenas hay crimen que no se le achaque: «A tempore iuventutis suae, dum Balthasar Cossa appellabatur, fuit malae indolis, inverecundus, impudicus, mendax, parentibus suis rebellis.-Pro quo (cardinalatu) solvit magnam summam pecuniarum. -Exactiones, extorsioimperavit... per tyrannidem... Terras Ecclesiae ac cives depauperavit et depopulavit. -Ad papatum illicitis mediis anhelans... extitit machinatus. -Velut paganus, divina officia contempsit. Missis et vesperis papalibus interesse non curavit; horas canonicas dicere, ieiunia. abstinentias... sprevit. Et si aliquoties celebravit, hoc fuit currens more venatorum. -Cum uxore fratris su¡, curo sanctis monialibus incestum, curo virginibus stuprum, et curo coniugatis terium commisit». Añádanse toda clase de simonías, fraudes, violencias, etc., testificadas por los más autorizados personajes, que aseguran ser todo esto público y notorio, y se tendrá de la rapidez con que una invención absurda y calumniosa resulta demostrada y de la fe que merecen ciertos procesos históricos.
[37] Leonardi Aretini Commentarius: Muratori, Rerum ¡tal. script. XIX,930. Mientras se hallaba preso en Alemania, sólo por señas se entendía con sus carceleros. Y desengañado, él, que no era poeta escribió siete dípticos latinos De varietate fortunae. He aquí el primero y el último:
«Qui modo summus eram gaudens et nomine praes
tristis et abiectus nunc mea fata gemo...
Cedat in exemplum cunctis quos gloria tollit,
vertice de summo mox ego papa cado»
(P. Albert Wo wurde Päpst Johann XXIII nach seiner Absetzung gefangen gehalten?: «Zeitschrift für kathol. Theologie 22 [18981 403).
[38] Los antiguos cronistas refieren que, al embarcarse en Colliure, mandó decir al rey D. Fernando, elegido en el compromiso de Caspe: "Me, qui te feci, misisti in desertum" (Puig y Puig, Pedro de Luna [Barcelona 1920] p.298-99). Las negociaciones, en Alpartil, Chronica 203-206. Abundante documentación sobre el viaje de Segismundo y sobre el convenio de Perpignan en Finke, Acta III,427-509.
[39] Mansi, Concilia XXVIII,905 y 949; Hefele-Leclerq, Hist. des conciles VII,368-371. No se celebró para eso una sesión solemne, porque los españoles no habían reconocido aún como legítimo el concilio.
[40] En el reino de Aragón hubo muchos que se resistieron al decreto real de substracción de la obediencia. Mucho trabajó en favor de la substracción el elocuentísimo Felipe de Malla, teólogo, jurisconsulto y poeta, "el más señalado predicador de aquellos tiempos" (Zurita), que en seguida brillará entre los Padres de Constanza (F. de Bofarull, Felipe de Malla y el concilio de Constanza, documentos justificativos y correspondientes de los embajadores aragoneses, Barcelona 1883. En Castilla se aceptó el tratado de Narbona el día 1 de abril de 1416, no sin fuerte resistencia de los arzobispos de Toledo y Sevilla. En Navarra y el condado de Foix, el 16 de julio. Los procuradores del rey Carlos de Navarra, del clero de aquel reino, del deán de Santa María de Tudela, del abad de la Oliva, del de Tarazona, del de Iranzu, del de Leire, del de Irache, presentaron al concilio su reconocimiento el 24 de diciembre (Mansi, Concilia XXVII,993-1011).
[41] B. Fromme, Die spanische Nation und das Konstanzer Konzil (Münster 1896) p.41-47; Hardt, IV,1194; Finke, Forschungen und Quellen 190. Noticias de los embajadores, en Finke, Acta III,1-9; V. La Fuente, Historia eclesiástica de España IV,433-444; de los aragoneses, Puig y Puig, Pedro de Luna 318-20. Sobre las discusiones entre los embajadores castellanos y aragoneses trata largamente Fromme, Die spanische Nation 80-101 ; Suárez Fernández, Castilla, el cisma y la crisis conciliar p.96-100.
[42] Mansi, Concilia XXVILI140-46; Hefele-Leclercq, Hist. des conciles VII 440-42.
[43] Sobre la fecha de la muerte véase N. Valois, La France et le Grand Schisma IV,450-52; Puig y Puig, Pedro de Luna 374 n.2. Se ha exagerado a veces el abandono del solitario de Peñiscola. En el mediodía de Francia, especialmente en el condado de Armagnac, tuvo siempre muchos adictos. Tampoco le faltaron en Escocia y en algunas diócesis de España hasta el momento de su muerte. El rey Alfonso de Aragón, a ruegos de la familia Luna (D. Alvaro de Luna, sobrino papa, empezaba a ser condestable y ministro omnipotente de Castilla), hizo trasladar a Illueca el cadáver incorrupto. «Su momia se conservó sin enterrar en un salón del palacio [paterno] hasta al año 1811, en que los franceses le cortaron la cabeza y tiraron sus restos mortales por las ventanas» (V. La Fuente, Historia eclesiástica de España IV,441). Antes de morir, Benedicto XIII hizo jurar a los tres cardenales que le rodeaban que elegirían un nuevo papa. En efecto, el canónigo de Barcelona Gil Muñoz tomó el nombre de Clemente VIII (10 de junio 1423); se reconcilió con Martín V en 1429 (M. García Miralles, La personalidad de Gil Sánchez Muñoz y la solución del cisma de Occidente: «Teruel» [1954] 63-122; Tejada y Ramiro, Colección de cánones III, 737).
[44] Mansi, Concilia XXVII,1154-56; Hardt, IV,1419-20.
[45] Zurita, Anales de la Corona de Aragón p.3.a l.24 c.67; J. Goñi, Recompensas de Martin V a sus electores españoles: «Hispania sacra» II (1958) 259-297. Sobre F. de Malla, que había estudiado derecho canónico, no civil, en Paris, véase J. Goñi, Los españoles en el concilio de Constanza (Madrid 1966) 79-92.
[46] Avisamenta Nationis Germanicae, en 18 artículos, basados en los que se habían anunciado en la sesión XL (Mansi, XXVIII,362-70; Hefele-Leclercq, VII,486-87). Entre los tratados de reforma entonces escritos o publicados es importante el de P. de Ailly, De reformatione Ecclesiae (1416), que se añadió como parte tercera al tratado que el mismo autor había escrito en 1403, De materia concilii generalis, y que fue muy leído hasta el concilio de Trento (Gersonii opera II, 903-913; Hardt, IV, 403-33); también el de T. de Niem, De necessitate reformationis Ecclesiae in capite et in membris, publ. por Hardt, y mejor por Finke, Acta IV,591-636, bajo el título Avisameta edita in concilio Constantiensi (1414). Los españoles hicieron correr de mano en mano una sátira contra la simonía romana, parodiando una misa «quae cantar¡ debet immediate post festum cathedrae Sancti Petri». Véase como muestra el Introitus: «Lugeamus omnes in Domino, dies maestos lamentantes super horrore simoniae procacis. De cuius fornicatione lugent miseri», etcetera. Por lo demás, no es de gran ingenio (Hardt, IV,1503-5).
[47] Mansi, Concilia XXVII,1174-76; Hefele-Leclercq, Hist. des conciles VII,530-34.
[48] El concordato español, en Tejada y Ramiro, Colección de cánones VII,9-16, y mejor en G. Mercati, Raccolta di concordati I,144-150. A continuación los de las otras naciones. Cf. C. Calisse, I concordati del secolo XV:
«Chiesa e Stato. Studi storici e giuridici» I, 115-145, vol.65 (Milán 1939) de «Pubblicazioni della Universitá cattolica del Sacro Cuore».
[49] Juan Petit, natural de Normandía, murió en 1411. Suele frecuentemente llamársele cordelero o franciscano, pero era sacerdote secular, como puede verse en A. Coville, Jean Petit. La question du tyrannicide au commencement du XVe siècle (París 1932) p.8-9.
[50] El discurso de Juan Petit, en Gersonii opera V,15-42. Amplia documentación sobre el asunto Petit en Finke, Acta IV,237-432; Mansi, XXVIII,740-870.
[51] La proposición, condenada como errónea, herética y escandalosa, suena así: «Quilibet tyrannus potest et debet licite et meritorie occidi per quemcumque vasallum suum vel subditum, etiam per clanculares insidias... non expectata sententia vel mandato iudicis cuiuscumque» (Mansi, XXVII,765; Hardt, IV,440; Hefele- Leclercq, VII,296).
[52] Con ese objeto refuta la opinión del célebre cardenal Ostiense, Enrique de Susa (†1271). El tratado ha sido publicado recientemente con introducción y notas críticas por Estanislao Belch, Tractatus «Opinio Hostiensis» (at the Council of Constance by Paul Vladimiri) (Roma 1956): «Sacrum Poloniae Millennium». La documentación sobre el proceso Falkenberg, en Finke, IV 352-432. Otros documentos en B. Bess, Johannes Falkenberg, O.P., und der preussisch-polonische Strit, voy dem Konstanzer Konzil: «Zeitschrift für KG» 16 (1896) 385-464.
[53] La carta y el tratado de Gersón, con un billete de P. de Ailly a San Vicente Ferrer, en Gersonii opera II,658-60; Hardt, III,92-104.
[54] Hardt, III,107-121; Mansi, Concilia XXVIII,386-94; Gersonii opera I,467-74.
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El gran cisma de Occidente (I) Orígenes y desarrollo; la cristiandad dividida.
Ver del mismo autor la segunda parte: Pisa y Constanza. Fin del cisma
Fuentes. -Entre las fuentes narrativas descuella por su importancia para toda esta época la Chronica Carol¡ VI, escrita por un religioso de Saint-Denys y editada por L. Bellaguet, 6 vols. (París 1839-1852), la más preciosa fuente histórica para los años 1380-1422. Entre los escritores de aquel tiempo que escribieron sobre el cisma hay que citar a los siguientes: Teodorico de Niem, De schiamate libri tres, ed. G. Erler (Leipzig I890) ID., De modo uniendi ac reformandi Ecclesiam (publicado entre las Opera de Gersón, II,161-201); ID., Nemus unionis (Basilea 1566); Niem, escritor de la cancillería bajo Urbano VI, mordaz y apasionado, pero riquísimo de noticias, ha sido caracterizado por Finke como «el mayor periodista de la tardía Edad Media».
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MADRID, 5 ago 1999 (ZENIT).- «El Misterio del Santo Grial. Tradición y leyenda del Santo Cáliz», es el título del último libro publicado sobre la reliquia a la que se le atribuye su utilización por Jesucristo en la Ultima Cena y que se conserva en la Catedral de Valencia. El autor de la obra, es Salvador Antuñano Alea, de 33 años, profesor de Ética y Sagrada Escritura en el Centro Universitario Francisco de Vitoria en Madrid.
«Si Indiana Jones hubiera visitado Valencia, no hubiera hecho caso de vetustas leyendas medievales, y se hubiera ahorrado todos los peligros de "la Ultima Cruzada"», asegura Antuñano con humor en las primeras palabras del libro. A través de 220 páginas realiza un recorrido por la tradición que envuelve el Santo Cáliz, con las averiguaciones arqueológicas sobre su utilización en la Ultima Cena, el uso que de él hicieron los primeros Papas de la cristiandad, su traslado a España, las leyendas medievales, su estancia en el monasterio oscense de San Juan de la Peña y su primera entrada en la historia documentada a finales del siglo XIV.
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LA EUCARISTIA
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LAS IMAGENES
Dos vecinas se encuentran en la calle:
-¡Hola Juana! ¿Adónde vas?
-Hola Luisa, a la parroquia, estamos orando a Dios por la Patria. ¿Querés venir?
L -Imposible... bueno quisiera orar con vos, pero a tu Templo no entro ni mareada.
J -No te entiendo Luisa... ¿porqué decís eso?
L -¡¿Y por que lo voy a decir?! ¡¿No viste que en tu Iglesia hay muchas imágenes?!
J -...Sí.... Y eso ¿Qué tiene que ver?
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Una amiga que es cristiana evangélica me escribió un mensaje en el que me decía, refiriéndose al uso de las imágenes en la Iglesia, que la idolatría está claramente prohibida en Exodo 20 para todo creyente... e insistía en que nadie podría nunca convencerla de que las imágenes de María y demás santos no son idolatría. Añadía que si se ha entendido de verdad el mensaje de Cristo, nunca se podría doblar la rodilla delante de una imagen, " no te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra, no te inclinarás a ellas ni las honrarás...". He aquí mi respuesta. (JMR, Madrid)
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Nota previa: este tratadito de Santo Tomás de Aquino, poco conocido, es una verdadera joya de la espiritualidad católica. Trata sobre los obstáculos que normalmente encuentra quién se decide a seguir a Cristo en pobreza, castidad y obediencia, es decir, como miembro de una orden o familia religiosa. A pesar del paso del tiempo (Santo Tomás vivió en el siglo XIII), las realidades fundamentales no han cambiado: el diablo buscará mil artimañas para evitar que una persona se entregue a Dios en la vida consagrada. El lector podrá distinguir sin dificultad lo que es permanentemente válido de aquello que se refiere a circunstancias históricas exclusivas del tiempo de Santo Tomás, y de aquello que pertenece a la retórica de aquel tiempo.
CAPÍTULO I: PREFACIO DEL AUTOR
El fin de la religión cristiana consiste principalmente, a nuestro parecer, en apartar a los hombres de las cosas terrenas y hacerlos tender a las espirituales. De ahí que Jesús, autor y término de la fe, al venir a este mundo predicara a sus fieles con el ejemplo y la palabra, el desprecio de las cosas del siglo. Con el ejemplo, pues como dice San Agustín, el Señor Jesús hecho hombre despreció todos los bienes terrenos para enseñarnos a despreciarlos, y soportó todos los males terrenos que mandaba soportar, para que ni en aquéllos se busque la felicidad, ni en éstos se tema la infelicidad. Nació de una madre que, aunque haya concebido sin conocer varón y permaneciendo siempre virgen, estaba desposada con un obrero, borrando así todo título de nobleza según la carne. Nació en Belén, la más pequeña entre las ciudades de Judá, para que nadie se gloriase de la grandeza de la ciudad terrena. Se hizo pobre aquél cuyas son todas las cosas y por quien todas las cosas fueron hechas, para que nadie se enorgullezca de las riquezas terrenas. No quiso ser proclamado rey por los hombres, para mostrarnos el camino de la humildad. Tuvo hambre el que a todos alimenta; tuvo sed el que creó toda bebida; se cansó de caminar quien se hizo por nosotros camino del cielo; fue crucificado quien puso término a nuestros tormentos; murió quien resucitó a los muertos.
Todo esto lo enseñó también de palabra, puesto que al comenzar su predicación, no prometió reino terreno alguno, sino el reino de los cielos para los que hicieran penitencia. Fundó la felicidad primera de sus discípulos en la pobreza de espíritu, a la cual señala como el camino de la perfección al responder a la pregunta del joven: Si quieres ser perfecto, anda y vende cuanto tienes, y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; ven, después, y sígueme (Mt 19,21) y éste es el camino que siguieron los discípulos, como si nada poseyesen temporalmente, pero poseyéndolo todo espiritualmente por la virtud. Con tener lo necesario para alimentarse y vestirse, ya estaban contentos. Pero el diablo, el enemigo de la salvación humana, desde tiempos antiguos procura por medio de los hombres carnales, enemigos de la Cruz de Cristo, aficionados a lo terreno, estorbar tan piadosas como saludables aspiraciones.
Dice San Agustín: "Los hombres, las mujeres, toda edad y toda dignidad han sido transformados en vista a la vida eterna. Unos, desechando los bienes temporales, vuelan a los divinos. Otros aprueban las virtudes de quienes así proceden y alaban lo que no se atreven a imitar. Pero existen aún unos pocos murmuradores, atormentados por una envidia tonta, son los que buscan en la Iglesia sus propios intereses aunque en apariencia sean católicos; o buscan su gloria valiéndose del nombre de Cristo siendo en realidad herejes". Y bien, herejes de esta clase surgieron muchos desde antiguo y en diversos lugares, sobresaliendo con igual extravagancia Joviniano en Roma y Vigilancio en la Galia, lugares que se habían visto anteriormente libres del monstruo del error. Con manifiesta perfidia pretendía el primero equiparar el matrimonio a la virginidad, y el segundo las riquezas a la pobreza, desautorizando, en cuanto estuviese en sus manos, los consejos del Evangelio y de los Apóstoles. En efecto, si las riquezas se han de equiparar a la pobreza y el matrimonio a la virginidad, Nuestro Señor hubiese aconsejado en vano practicar la pobreza y su Apóstol guardar la castidad.
El insigne doctor San Jerónimo refutó eficazmente a ambos. Pero, como se lee en el Apocalipsis, una de las cabezas de la bestia que parecía muerta, se ha curado de su herida mortal, porque surgen en la Galia nuevos Vigilancios que de mil maneras y con toda astucia alejan a los hombres de la observancia de los consejos. He aquí sus doctrinas:
1) Ninguno debe obligarse por el ingreso a la vida religiosa, a la observancia de los consejos, sin haberse ejercitado antes en la observancia de los mandamientos.
Y con esto obstruyen el camino de la perfección a los niños, a los pecadores y a los recién convertidos a la fe.
2) Nadie debe seguir el camino de los consejos sin haber requerido el consejo de muchos.
A nadie que piense rectamente puede pasar inadvertido el grave obstáculo que acarrea esto a quienes desean alcanzar la perfección, teniendo en cuenta que los consejos de los hombres carnales, que tan numerosos son, alejan a los hombres de las cosas espirituales con mayor facilidad que para atraerlos.
3) Sus esfuerzos se dirigen sobre todo a impedir que los hombres se obliguen a ingresar a la vida religiosa.
Con lo cual quitan de por medio esa obligación que afianza al alma en su propósito de abrazar el camino de la perfección.
4) Por último procuran de mil maneras y sin ningún escrúpulo, rebajar la perfección de la pobreza.
Este malvado intento tiene un antecedente en la actitud de Faraón, quien reprendiendo a Moisés y a Aarón que querían sacar de Egipto al pueblo de Dios les dijo: "¿Cómo es que vosotros, Moisés y Aarón, distraéis al pueblo de sus tareas?" Y Orígenes comenta: "Hoy también si Moisés y Aarón, es decir, una voz profética y sacerdotal, indujese a un alma al servicio de Dios, a salir del mundo, a renunciar a todo lo que posee, a consagrarse al estudio de la ley y de la palabra de Dios, al punto oiréis decir a los amigos de Faraón, que piensan como él: Ved cómo seducen a los hombres y pervierten a los adolescentes... Estas eran entonces las palabras de Faraón; éstas repiten hoy sus amigos". Estos son los consejos, con los que no pretenden otra cosa que interrumpir la marcha de los que tienden a la perfección.
Decía Salomón que no hay consejo que valga contra Dios. Confiados, pues, en su auxilio, con armas espirituales confirmadas con el poder de Dios, procuremos rebatir estas opiniones y su arrogante presunción de levantarse contra la ciencia de Dios. Por lo tanto, en cada uno de los puntos propuestos, procederemos en el siguiente orden: Primero expondremos las razones en que quieren fundar su doctrina. Procuraremos después demostrar por qué y cómo cada uno de estos puntos van contra la verdad -que es conforme a la piedad-. Por último probaremos que las razones invocadas para confirmar sus opiniones son ineficaces y sin sentido.
CAPÍTULO II: OBJECIONES
"Para ser admitido en la vida religiosa es necesario haber observado antes los mandamientos".
De muchas maneras quieren nuestros adversarios probar que nadie debe emprender el camino de los consejos sin haberse ejercitado antes en la observancia de los mandamientos.
1) Nuestro Salvador, cuando dio el consejo de pobreza, puso al joven la condición previa de que si quería entrar en la vida eterna, guardara los mandamientos y recién cuando le confesó haberlos observado desde su adolescencia, le dio el consejo de pobreza. Parece por lo tanto que la observancia de los mandamientos debe preceder a la de los consejos.
2) Sobre aquel lugar de San Mateo (28,20): Enseñándoles a observar todas las cosas que os he mandado, comenta San Beda: "Orden razonable. Primero hay que enseñar al discípulo; después impregnarlo con los misterios de la fe, y recién instruirlo en la guarda de los mandamientos". Por consiguiente, el haber guardado los mandamientos en condición previa para iniciarse en los consejos.
3) En el Salmo (118,104), se lee: Por tus mandamientos he tenido inteligencia. "No digo, -comenta la glosa-, que entiendo tus mandamientos, sino: por medio de tus mandamientos, porque guardándolos llegó éste a la suma sabiduría". Idéntica conclusión.
4) Sobre aquello del Salmo (130): Como el niño recién destetado en los brazos de su madre dice la glosa: "Así como se distinguen cinco etapas en la procreación y nutrición carnal, así también en la espiritual. Primero somos concebidos en el seno; luego nos alimentan allí mismo que nos den a luz; desde entonces somos llevados en brazos de nuestra madre y alimentados con leche hasta que destetados ya nos sentamos a la mesa del padre... La Santa Iglesia observa estas cinco etapas. En efecto, en los miércoles de la cuarta semana la Iglesia concibe, por así decirlo, a sus hijos, pues en este tiempo por los exorcismos y la enseñanza de la doctrina cristiana se instruyen en los rudimentos de la fe. Después son alimentados en el seno de la Iglesia hasta el Sábado Santo en que son dados a luz por el Bautismo. Desde entonces la Iglesia los lleva en sus brazos y los alimenta con leche hasta Pentecostés. Durante este tiempo no se les impone nada extraordinario como levantarse a medianoche y ayunar. Pero una vez destetados comienzan a ayunar y a practicar ciertas cosas más dificultosas".
Muchos hay que pervierten este orden imitando a herejes y cismáticos, privándose de la leche antes de tiempo, con lo que se ocasionan la ruina. Ahora bien, es mucho más difícil observar los consejos que los mandamientos. Por consiguiente, el comprometerse a practicar los consejos sin haber practicado los mandamientos es hacer las cosas al revés y exponerse a la herejía o al cisma.
5) Lleva a la misma conclusión el orden que el Salvador observó en los milagros con que alimentó a las muchedumbres: primero sació a cinco mil hombres con cinco panes y dos peces (Mt 14). Luego a cuatro mil con siete panes y siete pecesitos (Mt 15). Los cinco mil hombres simbolizan a los que en su vida seglar saben usar rectamente los bienes exteriores, y los cuatro mil son los que renuncian completamente al mundo, agraciados con los siete panes, es decir, con la perfección evangélica, y confortados con la gracia espiritual. Por consiguiente, antes de abrazar la perfección de los consejos, es necesario nutrirse con la observancia de los mandamientos.
6) San Jerónimo dice al principio de su comentario a San Mateo: "Cuatro son las cualidades de que están estructurados los Evangelios: preceptos, mandamientos, testimonios y ejemplos. A los preceptos responde la justicia; a los mandamientos, la caridad; a los testimonios, la fe y a los ejemplos, la perfección". Por consiguiente hay que proceder de la justicia de los preceptos a la perfección de los ejemplos, la cual parece referirse a los consejos.
7) Dice San Gregorio en el libro de la Moral: "Después de su enlace con Lía, Jacob se llegó a Raquel; porque el varón perfecto se abraza primero con la fecundidad de la vida activa y se une luego con el reposo de la vida contemplativa". Ahora bien, el estado religioso, en el cual se practican los consejos, es un estado de vida contemplativa; los mandamientos en cambio, nos orientan a la vida activa. "He aquí la vida activa", dice una glosa comentando el capítulo diecinueve de San Mateo en que se enumeran los preceptos de la Ley; y sobre el pasaje del mismo capítulo: Si quieres ser perfecto dice: "He aquí la vida contemplativa". Como se ve, no hay que pasar al estado religioso sin haberse ejercitado antes en la vida activa por la observancia de los mandamientos.
8) Comentando un texto de Ezequiel, dice el mismo San Gregorio: "Nadie se hace muy bueno de repente. Quien sinceramente se convierte comienza practicando las cosas pequeñas para llegar a las grandes". Aquí parece que llama cosas pequeñas a los preceptos del decálogo y grandes a los consejos, que pertenecen ya a la perfección, pues dice San Agustín en su tratado sobre el Sermón de la Montaña: "Los preceptos contenidos en la ley se llaman pequeños; lo que dirá Cristo serán las cosas grandes". Por lo tanto, no hay que comprometerse en grandes empresas, esto es, en los consejos, sin previo ejercicio en otras menores, es decir, en los mandamientos.
9) San Gregorio (Decretis, dist. XLVIII, cap. Sicut.) dice: "A las paredes recién construidas, como sabemos, no se las carga con el peso de los travesaños antes de haberse secado; pues si recibieran este peso antes de adquirir solidez, se vendría abajo todo el edificio".
10) En el mismo lugar: "Se expone a una gran desgracia quien queriendo subir a un monte muy alto, se va por lo escarpado en lugar de ir por la pendiente más suave". Muy peligroso es pues, pretender alcanzar la tan elevada perfección de los consejos sin haberse ejercitado en los grados inferiores, o sea en los mandamientos.
11) En un orden de naturaleza, los mandamientos son anteriores a los consejos puesto que son más generales; mas no a la inversa, es decir, que sean anteriores los consejos, por cuanto se pueden guardar los mandamientos sin practicar los consejos, pero no practicar los consejos sin guardar los mandamientos...
Conclusión: Tender a los consejos sin un hábito adquirido en la guarda de los mandamientos, es pervertir el recto orden.
12) Si los consejos precedieran a los mandamientos, en manera alguna se podrían salvar quienes no practiquen los consejos, pues según este principio no podrían guardar ni los mandamientos.
Estos son los argumentos más gastados para probar que nadie puede abrazar el estado de perfección en la vida religiosa sin haber guardado habitualmente los mandamientos.
CAPÍTULO III: EN EL CASO DE LOS NIÑOS
Tratándose aquí una cuestión moral, debemos estudiarla bien para ver si en su solución hay algo que no esté de acuerdo con las buenas costumbres, que es precisamente lo que afirmaremos de la doctrina de nuestros adversarios.
Hay tres géneros de hombres no habituados a la observancia de los mandamientos. En primer lugar los niños, que por su corta edad no pueden tener ese hábito. En segundo lugar, los recién convertidos a la fe, antes de lo cual no puede haber hábito alguno en los mandamientos porque Todo lo que no es según la fe, es pecado (Rm 14, 25) y Sin fe es imposible agradar a Dios (Hb 11, 6). Por último, los pecadores que han pasado la vida en el pecado. En cualquiera de estos casos la afirmación contraria es abiertamente falsa.
La tesis contraria no vale en el caso de los niños: como en toda profesión y oficio, el hombre adquirirá, ingresando en la vida religiosa, un hábito sólido y arraigado en las virtudes propias de ese estado. Ejemplo de los santos y de Nuestro Señor.
Si la práctica de los preceptos debiera preceder necesariamente al camino de los consejos emprendido en el ingreso a la religión, sería una cosa irracional, que la Iglesia no podría aprobar, el que los padres ofrezcan a Dios a sus hijos de corta edad, para ser educados en la observancia de los consejos antes de que puedan ejercitarse en la práctica de los mandamientos. Ahora bien, las costumbres de la Iglesia, cuya autoridad tiene gran peso, y numerosos pasajes de la Escritura, establecen lo contrario.
En efecto, dice San Gregorio (XX, q. 1, Cap. Addidistis): "Si el padre o la madre sometieran a su hijo o su hija, niños todavía, a la disciplina regular dentro de un monasterio, una vez que pasen éstos los años de la pubertad ¿les será lícito salir y unirse en matrimonio? Rehusamos dar una respuesta". Poco importa al caso presente en la forma en que está planteado, que estén o no obligados a la observancia regular para siempre, pues si el haber guardado los mandamientos fuera condición necesaria para practicar los consejos, en ningún caso sería lícito someter a la observancia regular a quienes no hayan cumplido esta condición.
Esta costumbre de consagrar los niños a la religión está confirmada no sólo por numerosas leyes eclesiásticas, sino también por el ejemplo de los Santos. Narra San Gregorio en el libro segundo de los Diálogos que "Comenzaron a reunirse con el bienaventurado Benito ciudadanos nobles y piadosos de Roma, y a entregarle sus hijos para que los criase en el servicio de Dios Omnipotente. En esta ocasión y con este buen propósito entregó Eutiquio a su hijo Mauro, y Tertulo Patricio a su hijo Plácido. El jovenzuelo Mauro, en virtud de sus excelentes costumbres, fue ayudante del Maestro; y Plácido estaba aún en la infancia". El mismo San Benito, como narra San Gregorio en el libro citado, siendo todavía niño abandona el estudio de la literatura, su casa y los bienes paternos; y no deseando sino agradar a Dios, sólo procuró vivir santamente.
Y aun podemos descubrir el origen de esta costumbre en los mismos Apóstoles. En efecto dice Dionisio al fin de la Jerarquía Eclesiástica: "Los pequeñuelos, elevados a una vida superior, se habituarán a vivir santamente, inmunes de todo error y exentos de toda impureza. De esto se dieron cuenta nuestros divinos jefes y creyeron oportuno recibir a los niños". Y aunque aquí hable Dionisio de la admisión de los niños en la religión cristiana por el bautismo, con todo la razón allí aducida vale también para nuestro propósito, porque en ambos casos hay que educar a los niños en aquellas cosas que han de observar luego, para que se habitúen a ellas.
Investigando más atrás todavía, encontramos apoyando nuestras tesis la autoridad del mismo Señor. En efecto se lee en San Mateo (19,13) que Presentaron a Cristo ciertos niños para que pusiese sobre ellos las manos y orase; mas los discípulos les reñían. Jesús, por lo contrario, les dijo: Dejad en paz a los niños y no les estorbéis que vengan a Mí, porque de los que son como ellos es el reino de los cielos. San Jerónimo observa: "Si se aparta de Cristo a la niñez inocente, ¿quién merecerá acercarse a Cristo? ¿Pues si han de ser santos, por qué impedir a los hijos llegarse al Padre? Y si han de ser pecadores ¿por qué pronunciáis la sentencia de condenación antes de ver la culpa?" Si es evidente que el camino de los consejos nos acerca tanto a Cristo según aquello de San Mateo (19, 21): Vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y sígueme, ¿con qué razón se ha de impedir a los niños acercarse a Cristo por la observancia de los consejos? Hay con todo, muchos que, como dice Orígenes comentando el pasaje citado, antes de tener claro discernimiento de cómo se han de usar los derechos para con los niños, censuran a los que por la simplicidad de su doctrina consagran a Cristo a los niños y a otros menos instruídos aún. El Señor en cambio, exhortando a sus discípulos, hombres ya maduros, a ser condescendientes en provecho de los niños, les dice, a fin de que se hiciesen como niños, para con los niños, para ganar a los niños: De los que son como ellos es el reino de los cielos. Y Él mismo, siendo Dios, se hizo niño. Debemos pues tener esto presente, no sea que presumiendo poseer una sabiduría superior, despreciemos, jactándonos de grandes, a los pequeños de la Iglesia impidiendo a los niños llegar a Jesús.
Retrocediendo un poco más, leemos en San Lucas (1,80) de San Juan Bautista: El niño iba creciendo y era confortado en espíritu hasta el día que se manifestó a Israel. "El futuro predicador de penitencia -comenta San Beda-, para poder con más libertad enseñar a sus discípulos y apartarlos de las vanidades del mundo, pasó su juventud en el desierto; no fuera que, como dice San Gregorio Niceno, habituándose a esas engañosidades que entran por los sentidos, incurriese en alguna confusión o error acerca de la elección del verdadero bien. Por eso fue elevado a un grado tal de gracia, que sobrepujó a todos los profetas, pues viviendo castamente, sin el aguijón de las pasiones, conformó desde el principio al fin sus deseos a los designios de Dios".
Como se ve, no sólo es lícito, sino muy conveniente para merecer mayores gracias, abandonar el mundo desde la niñez y vivir en el desierto de la vida religiosa: Bueno es para el hombre haber llevado el yugo desde su mocedad, dice Jeremías (Lm 3,27). Y asigna como motivo: Se estará quieto y callado porque lo llevó sobre sí. Esto da a entender que quienes se elevan sobre sí mismos llevando el yugo de la religión desde su adolescencia, se hacen más aptos para las observancias de la vida religiosa, la cual consiste en el descanso de los afanes del mundo y el silencio de los tumultos de las gentes. La senda por la cual comenzó el joven a andar, esa misma seguirá también cuando viejo, dicen los Proverbios (22,6). Por eso San Anselmo, en el Libro de las Semejanzas compara con los ángeles a los que vivieron en el monasterio desde su niñez; y con los hombres, a los que se convierten en la edad madura.
Además de la autoridad de la Escritura, podemos probar también nuestra tesis con la doctrina de los filósofos. Aristóteles, en el libro segundo de la Ética: "No es indiferente -dice- ser educado desde la niñez de tal o cual manera. La educación en gran parte, o casi toda -es decir en su totalidad- consiste en habituar al hombre desde su niñez, en lo que ha de hacer toda la vida". Y en el libro octavo de la Política: "Es preciso que el legislador se preocupe de la formación de los jóvenes, a quienes se debe educar en aquellas actividades que estén de acuerdo con las cualidades de cada uno".
Otra prueba: El común proceder de los hombres. Los hombres, en efecto, son dedicados desde su niñez a aquellos oficios o artes que han de seguir toda su vida. Los que han de ser clérigos, por ejemplo, son educados desde su niñez en el clero. Los que han de ser soldados, es necesario que se ejerciten en la milicia desde la juventud, como dice Vegencio en su obra Del Arte Militar. Los que han de ser artesanos, deben aprender su oficio desde la niñez. ¿Y por qué fallará la regla sólo tratándose de los futuros religiosos, pretendiendo que no se deben ejercitar en la vida religiosa desde su niñez? Por el contrario, es menester que cuanto más difícil de realizar es una empresa, tanto más se debe el hombre acostumbrar a sobrellevarla desde la niñez.
Conclusión evidente: con respecto a los niños es falso afirmar que para abrazar los consejos en el ingreso a la vida religiosa, es necesario haber practicado antes los mandamientos.
CAPÍTULO IV: EN EL CASO DE LOS RECIÉN CONVERTIDOS A LA FE
Los recién convertidos tienen en la religión excelentes medios para perseverar en la gracia, y que deben aprovechar cuanto antes. El ejemplo de San Pablo y San Mateo.
Toca considerar si la tesis de nuestros adversarios es aplicable a los recién convertidos a la fe.
A primera vista aparece el absurdo de privarles del estado religioso por no haberse ejercitado en los mandamientos. Consta, en efecto, que los discípulos de Cristo, apenas convertidos a la fe, fueron admitidos en su compañía, primer ejemplar de la perfección de los consejos, que sobrepasó, sin duda alguna, a cualquier estado religioso. El mismo San Pablo, el último de los Apóstoles por su conversión y el primero por su predicación, abrazó la vida de perfección evangélica apenas convertido a la fe. Escribiendo a los Gálatas (1, 15) dice: Mas entonces plugo a Aquel que me destinó desde el seno de mi madre y me llamó con su gracia, revelarme a su Hijo para que yo predicase a las naciones. Desde aquel punto ya no consulté carne ni sangre. Otra prueba: el ejemplo del mismo Cristo. En San Mateo (4, 1) se lee que Jesús, después de su bautismo, fue llevado por el espíritu al desierto. Y una glosa comenta: "Entonces, esto es, después del bautismo, para enseñar a los bautizados a huir del mundo y consagrarse a Dios en la soledad".
Una última prueba: el laudable proceder de muchos hombres que convertidos a Cristo de la infidelidad, abrazan en seguida la vida religiosa. ¿Habrá un discutidor tan poco escrupuloso capaz de aconsejarles que no entren en religión para procurar conservar allí la gracia recibida en el bautismo, sino que se queden en el siglo? ¿Qué hombre sano de juicio les va a impedir que, habiendo ya vestido a Cristo en el sacramento del bautismo, lo vistan por una perfecta imitación?
Conclusión: También en esta categoría de hombre es francamente ridículo impedirles el ingreso a la religión so pretexto de no estar ejercitado en la práctica de los mandamientos.
CAPÍTULO V: EN EL CASO DE LOS PECADORES ARREPENTIDOS
Cuanto mayor haya sido su pecado e ingratitud, tanto más grande ha de ser su expiación y generosidad cuando se conviertan. Para ello la vida religiosa les da excelentes medios, más seguros que los que tendrían en el mundo.
Veamos finalmente si en la tercera categoría de hombres no formados en la observancia de los mandamientos, a saber, de los que hacen penitencia por sus pecados, es aplicable la afirmación contraria.
Aquí vendría bien citar lo que dice el Evangelio sobre la conversión de San Mateo, a quien llamó el Señor de entre las ganancias de su mesa de recaudación para que le siguiera. Y aunque no haya recibido inmediatamente el Apostolado, abrazó sin embargo la perfección de los consejos. Se lee en efecto en San Lucas (5, 28) que levantándose dejó todas sus cosas y le siguió; y como dice San Ambrosio comentando este pasaje, "dejó las cosas propias el que robaba las ajenas". Lo que demuestra claramente que los pecadores arrepentidos, por grandes que sean sus pecados, pueden comenzar sin demora el camino de los consejos; y aun más, para hablar con más verdad, les es en gran manera provechoso para llegar a la perfección, ir por el camino de los consejos, San Gregorio, comentando en una homilía aquello de San Lucas (3, 8) Haced frutos dignos de penitencia, dice: "A quien no cometió nada ilícito, se le concede con todo derecho usar de las cosas lícitas. Pero quien ha caído en pecado, debe prescindir aún de las cosas lícitas en la medida en que recordare haber obrado las ilícitas". Y poco después: "Esto advierte a la conciencia de cada uno que procure sacar por medio de la penitencia, tanta mayor utilidad de las obras buenas, cuanto más graves daños se haya causado por el pecado". Ahora bien, en el estado religioso los hombres se abstienen aún de las cosas lícitas y procuran aprovecharse de las obras perfectas. Luego es evidente que los convertidos del pecado, estando habituados, no precisamente a la observancia de los preceptos, sino más bien a su trasgresión, deben tomar el camino de los consejos ingresando a la vida religiosa, que es el estado de la perfecta penitencia. El Papa Esteban, amonestando a un cierto Astolfo que había cometido graves delitos, le dice: "Haz caso a nuestro consejo: entra en un monasterio, humíllate bajo el mando del abad, y apoyado con las oraciones de muchos hermanos, observa con sencillez de espíritu todo lo que te fuere mandado". Y más adelante: "Pero si prefieres hacer penitencia pública permaneciendo en tu casa o en el mundo- lo cual no lo dudes, te resultará mucho más desagradable, duro y penoso- , ya te hemos aconsejado lo que debes hacer". Y agrega otros castigos severísimos, pero le advierte que mejor y más provechoso que todo eso es entrar en religión.
No hay duda pues, que es altamente provechoso para los que no hayan cumplido los mandamientos, antes bien, vivido en el pecado, aconsejarles el ingreso a la religión, a pesar del esfuerzo de esos sabihondos que quieren impedirles abrazar los consejos. Contra ellos la doctrina del Apóstol: Hablo como hombre en atención a la flaqueza de vuestra carne: Así como habéis empleado los miembros de vuestro cuerpo en servir a la impureza y a la injusticia para cometer la iniquidad, así ahora los empleéis en servir a la justicia para santificaros (Rm 4, 19). "Hablo como hombre -comenta una glosa- porque debéis más sumisión a la justicia que al pecado". Y Baruc (4, 28) dice: Si vuestra voluntad os movió a descarriaros de Dios, le buscaréis con una voluntad diez veces mayor, luego que os hayáis convertido, porque después de habernos apartado de Dios por el pecado, debemos tender a cosas mucho más elevadas, y no contentarnos con medianías.
Numerosos ejemplos de los santos apoyan esto. Muchos de ellos de uno y otro sexo, después de haber cometido graves pecados y delitos en los que malgastaron toda su vida, abrazaron inmediatamente el camino de los consejos sin esperar un previo ejercicio en los mandamientos. Además de la autoridad y ejemplo de los santos, están de parte nuestra los escritos de los filósofos. En efecto, dice Aristóteles en el libro segundo de la Ética: "Al apartarnos completamente del pecado, debemos elegir el justo medio, como se hace al enderezar el árbol torcido". Hay que restituir al recto camino por la práctica de las obras perfectas de virtud. Por consiguiente, a ninguna categoría de hombres es aplicable la doctrina contraria: que nadie debe entrar en religión sin haberse ejercitado antes en la observancia de los mandamientos.
CAPÍTULO VI: RELACIÓN ENTRE LOS CONSEJOS Y LOS MANDAMIENTOS
Los preceptos de la caridad -para con Dios y para con el prójimo- son el fin a que todos están obligados. Unos llegarán cumpliendo solamente los mandamientos que a esa caridad se refieren; otros, en cambio, llegarán más pronta y perfectamente cumpliendo también los consejos evangélicos en la vida religiosa como medios más seguros. Por lo tanto los niños, los pecadores y los recién convertidos pueden ingresar a la vida religiosa para comenzar allí el cumplimiento más seguro y perfecto de los predichos preceptos.
Para extirpar radicalmente este error, busquemos su raíz u origen. Dicho error procede, a nuestro parecer, de pensar que la perfección consiste principalmente en los consejos, y que los mandamientos se ordenan a los consejos como lo imperfecto a lo perfecto. Así claro está, habría que pasar de los mandamientos a los consejos, como se llega a lo perfecto pasando por lo imperfecto. Aplicar esto así no más a los mandamientos, es caer en un error.
a) La caridad es el fin de la vida cristiana.
Los principales mandamientos son el amor de Dios y del prójimo, como nos consta por lo que dice el Señor en San Mateo (22, 37), que el principal mandamiento de la ley es: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Estos dos mandamientos constituyen esencialmente la perfección de la vida cristiana. Sobre todo esto tened caridad -dice San Pablo- que es el vínculo de perfección (Col 3, 14). Todas las demás virtudes -explica una glosa- hacen perfecto al hombre en cuanto se ordenan a la caridad; y la caridad las une a todas ellas. Por eso el Señor al dar el precepto de amar al prójimo, añadió: Sed pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48) y sobre aquello de San Mateo (19, 27): He aquí que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, dice San Jerónimo: "Pues no basta haber dejado todas las cosas; añade lo que es perfecto: y te hemos seguido". Los Apóstoles seguían al Señor no tanto con los pasos del cuerpo como con los afectos del alma. Por lo que dice San Ambrosio comentando aquello de San Lucas (5, 27) y le dijo: Sígueme: "Le manda que lo siga no tanto con el movimiento del cuerpo, sino con el afecto del alma". Todo lo cual nos demuestra evidentemente que la perfección de la vida cristiana consiste principalmente en el impulso de la caridad hacia Dios.
La consecución de su fin constituye la perfección de una cosa. Ahora bien, el fin de la vida cristiana es la caridad, a la que todo debe convergir como se lee en la epístola a Timoteo (1, 1, 15): El fin del precepto es la caridad, y explica una glosa: "La caridad es el fin, es decir, la perfección; del precepto, esto es, de todos los preceptos, cuyo cumplimiento es el amor de Dios y del prójimo".
Es necesario advertir que se ha de juzgar de manera diversa sobre el fin mismo y sobre los medios que a él conducen. Con respecto a los medios conducentes al fin, hay que prefijar cierta medida en conformidad con el fin. Pero acerca del fin mismo no hay medida alguna, sino que cada cual lo alcanza en cuanto puede. El médico, por ejemplo, usa con discreción de la medicina para no excederse en ella; pero procura sanar al enfermo lo más perfectamente que puede. Así también el precepto del amor de Dios: siendo el último fin de la vida cristiana, no tiene límite alguno que permita decir: Tanto amor de Dios cae bajo el precepto; un amor mayor que exceda los límites del precepto, cae bajo el consejo, sino que a cada uno se manda amar a Dios cuanto pueda, como se ve por el enunciado mismo del precepto: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y cada uno la practica según su capacidad: unos con más, otros con menos perfección. Falta totalmente a este precepto quien en su amor no prefiere a Dios antes que todas las cosas. En cambio, quien prefiere a Dios como último fin dejando de lado todas las cosas, cumple este precepto más o menos perfectamente según el mayor o menor apego que les conserve, según aquello de San Agustín en el libro de las LXXXIII cuestiones: "El veneno de la caridad es la esperanza de adquirir y poseer bienes temporales -o sea, esperarlos como si fueran el último fin-; su alimento, el debilitamiento de la pasión; su perfección, la ausencia total de pasión".
Pero hay otro modo perfecto de observar este mandamiento, que no se da en esta vida. Dice San Agustín en el tratado de la perfección de la justicia: "Aquel precepto de la caridad: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, etc., se cumplirá perfectamente en aquella plenitud de la caridad que habrá en la patria", y después agrega: "¿Por qué no se le habría de mandar al hombre esta perfección, por más que no pueda conseguirla en esta vida? No se corre como es debido si no se sabe a dónde hay que correr. Y ¿cómo se sabría si ningún precepto lo mostrase?"
b) Los demás mandamientos y los consejos son medios para llegar a la perfección de la caridad.
Y a estos preceptos del amor de Dios y del prójimo se ordenan todos los demás preceptos como a su fin; por lo que dice San Agustín en su Enquiridión: "Todo lo que el Señor nos manda, por ejemplo, no fornicarás; y lo que no nos manda sino que nos aconseja especialmente, como: Bueno es al hombre no tomar mujer, llega a cumplirse perfectamente cuando se dirige a amar a Dios y al prójimo por amor de Dios".
Ahora bien, los demás mandamientos de la ley se ordenan a los de la caridad de diverso modo que los consejos. En efecto, hay cosas que se ordenan al fin de tal modo que sin ellas no se lo puede alcanzar -el alimento, por ejemplo, para conservar la vida-. Otras en cambio están ordenadas al fin de modo que por medio de ellas se alcance el fin con más facilidad, seguridad y perfección. Así, el alimento es totalmente necesario para conservar la vida del cuerpo; la medicina, en cambio, preserva la salud para que se la pueda tener más segura y perfectamente. Del primer modo se ordenan los demás preceptos de la ley al de la caridad. En efecto, de ninguna manera puede cumplir los preceptos de la caridad quien adora otros dioses -con lo que se aparta del amor de Dios-, o el que comete homicidios y robos, que van contra el amor del prójimo.
Del segundo modo se ordenan los consejos a la caridad. En cuanto al consejo de virginidad, es expresa la sentencia del Apóstol al demostrar que se ordena al amor de Dios: "El que está sin mujer, está cuidadoso de las cosas del Señor, de cómo ha de agradar a Dios; mas el que está con mujer, está afanado en las cosas del mundo, cómo ha de dar gusto a su mujer" (1Co 7, 32). Sobre el consejo de pobreza el mismo Salvador dice que conduce a su seguimiento, según consta por San Mateo, en el capítulo 19. Y ya se ha visto que este seguimiento consiste en los sentimientos de la caridad. Ahora bien, la caridad se perfecciona al disminuir la pasión; y la pasión y amor por las riquezas se disminuyen -y aun se quitan totalmente- despreciando las riquezas. Dice en efecto San Agustín en la carta a Paulino y Terasia que "el amor de los bienes terrenos ya alcanzados es mucho más vehemente que la angustia que causa el deseo de alcanzarlos, porque una cosa es renunciar a poseer lo que nos falta, y otra separarnos de lo ya poseído".
Ambos consejos se ordenan también al amor del prójimo. En efecto; si aquellos preceptos referentes al amor del prójimo que el Señor dio en San Mateo, capítulo v, requieren en el alma una cierta disposición para cumplirlos, evidentemente nadie va a estar mejor dispuesto a observarlos que el alma que no anda preocupada por sus cosas: aquel que se ha propuesto no poseer nada estará más dispuesto a dejarle el manto también, si es necesario, al que quiere robarle la túnica, que quien desea tener posesiones en el siglo.
Nótese que la caridad no es sólo fin, sino también raíz de todas las virtudes y de todos los preceptos que regulan los actos de virtud. Por consiguiente, si por los consejos progresa el hombre en el amor de Dios y del prójimo, también por ellos progresa en el cumplimiento de aquellas obligaciones referentes a la caridad. Así, por ejemplo, quien se ha propuesto guardar continencia o pobreza por Cristo, estará más lejos de cometer adulterios o robos. Hay además en la religión multitud de observancias, como vigilias, ayunos, alejamiento del trato con seglares, por las cuales el hombre está menos expuesto a los vicios y se le facilita el camino de la perfección. Y de esta manera la práctica de los consejos está encaminada a la observancia de los mandamientos, no como si éstos fueran un fin, pues no se guarda la virginidad para evitar los adulterios, o la pobreza para no robar; sino para adelantar en el amor de Dios: lo más perfecto no tiene por fin lo menos perfecto. Luego es evidente que los consejos están dentro del plan de la vida perfecta, no porque en ellos consista principalmente la perfección, sino porque son, en cierta manera, el camino o los instrumentos para alcanzar la perfección de la caridad. San Agustín dice en su libro sobre las costumbres de la Iglesia, hablando de la vida de los religiosos: "Hay que estar siempre alerta para domar la concupiscencia y conservar el amor entre los hermanos"; y en el mismo lugar: "La caridad es lo que principalmente se debe guardar, y a la caridad se adapta la virtud, las conversaciones, el trato, las facciones del rostro". Y en la colación de los Padres dice el Abad Moisés: "Por ella -es decir, la pureza de corazón y la caridad- oramos y sufrimos todo; por ella desechamos los padres, la patria, los honores, las riquezas, los placeres de este mundo y todo otro deleite; por ella nos imponemos rigurosos ayunos, vigilias, trabajos, la desnudez del cuerpo, lecturas y otros trabajos, para que podamos preparar y conservar nuestro corazón inmune de toda perversa concupiscencia, a fin de que, subiendo por estos escalones, lleguemos con nuestro esfuerzo a la perfección de la caridad".
c) La perfecta caridad exige el cumplimiento simultáneo de los consejos y mandamientos que a ella se ordenan.
Por consiguiente, así como hay dos modos de observar los preceptos, a saber: perfecto e imperfecto, así también hay un doble ejercicio en los preceptos: uno, que es ejercitarse en la perfecta observancia de los preceptos y que tiene lugar por la práctica de los consejos, como ya se ha dicho; el otro es el ejercicio en la imperfecta observancia, como se la practica en la vida seglar, sin los consejos. Decir pues, que es necesario ejercitarse en la práctica de los mandamientos antes de abrazar los consejos, equivale a decir que el hombre se debe ejercitar en la observancia imperfecta de los mandamientos antes de ejercitarse en la perfecta; lo que es del todo inexacto, tanto si consideramos los mandamientos en sí mismos como en su práctica. En efecto, ¿puede haber hombres tan poco cuerdos capaces de detener a uno que quiere amar perfectamente a Dios y al prójimo, obligándolo a amarlos primero imperfectamente? ¿No equivale esto a contradecir aquella forma de amor expresada en los mandamientos de la caridad divina con aquellas palabras: Amarás al Señor Dios con todo tu corazón? ¿O tienen miedo de que el hombre empiece demasiado pronto a amar a Dios, como si en este amor fuera capaz de sobrepasar la medida? Glorificad al Señor cuanto pudiereis, que todavía quedará El superior, dice el Eclesiástico (43, 32); y San Pablo escribiendo a los Corintios: Corred de tal manera que la alcancéis (1, 9, 24); y a los hebreos (4, 11): Apresurémonos a entrar en aquel reposo, pues por grande que sea el entusiasmo con que el hombre comience el camino de la perfección, siempre le quedará algo en que adelantar hasta que logre la perfección última en la Patria.
Si examinamos la práctica misma de los mandamientos, veremos con más claridad el absurdo. ¿Quién va a decirle a uno que quiere guardar continencia que viva primero castamente en el matrimonio? ¿Quién va a decirle a uno que quiere guardar pobreza, que viva antes santamente entre las riquezas ,como si las riquezas dispusiesen el alma a la pobreza y no le obstaculizaran más bien el propósito de vivir pobremente, como se ve en el caso de aquel joven (Mt 19) que no aceptó del Señor el consejo de vivir pobremente y se retiró triste a causa de las riquezas que tenía? Y eso que sólo hemos relacionado los consejos con los preceptos de la caridad. Si los relacionáramos con los demás preceptos ¿quién no verá la cantidad de absurdos que se siguen? Pues si por los consejos y la observancia religiosa se quitan las ocasiones de pecados que son causa de la transgresión de los preceptos ¿quién no ve cuán necesarios son estos consejos y observancias para eludir estas ocasiones? ¿Quién va a decir a un joven: vive entre mujeres y en compañía de lujuriosos, para que así, ejercitado en la castidad, puedas observarla luego en la religión -como si fuese más fácil guardar castidad en el mundo que en religión-? Y lo mismo dígase respecto de las otras virtudes y pecados.
Los que predican tales doctrinas se parecen a aquellos generales que exponen a sus soldados en el período de instrucción a lo más recio de las batallas. Es cierto que si se cumplen los mandamientos en la vida seglar, se los cumplirá mejor en la vida religiosa. Pero así como por una parte la práctica de los mandamientos en la vida seglar prepara al hombre para observar mejor los consejos, por otra las preocupaciones de esa vida son un impedimento para la observancia de los consejos. Por eso dice San Gregorio en el principio de su Moral: "Cuando mi ánimo me incitaba a servir al mundo presente tan sólo en apariencia, comenzaron a surgir de entre las preocupaciones de este mundo tantas cosas delante de mí, que quedé aprisionado en él, no sólo en apariencia, sino, lo que es más grave, con el alma misma. Pero huyendo con presteza de todas aquellas preocupaciones, me dirigí al puerto del Monasterio".
CAPÍTULO VII: RESPUESTA A LAS OBJECIONES DEL CAPÍTULO II
Falso punto de partida: creen que los mandamientos se cumplen para guardar luego por medio de ellos los consejos, cuando es al revés: los consejos se guardan para cumplir con más perfección los mandamientos de la caridad para con Dios y para con el prójimo.
Con estas nociones podemos refutar fácilmente los argumentos en que se apoya la tesis contraria.
1) Esta objeción no tiene eficacia alguna, según San Jerónimo, pues, como dice comentando ese pasaje de San Mateo: "Miente el joven, porque si hubiese cumplido realmente lo que se ordena en los mandamientos: Amarás a tu prójimo como a ti mismo ¿cómo después al oír: Ve y vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres se marchó entristecido?" Y Orígenes narra, hablando del mismo pasaje, que en "el Evangelio según los Hebreos está escrito que al decirle el Señor: Ve y vende todo lo que tienes, comenzó el joven rico a arrancarse los cabellos. Entonces le dijo el Señor: ¿Cómo dices: cumplí la ley y los profetas? Está escrito en la ley: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y he aquí que muchos hermanos tuyos hijos de Abraham, se han rodeado de estiércol porque morían de hambre, mientras tu casa está repleta de abundantes bienes y de ella nada sale para socorrerlos. Por eso el Señor lo reprendió diciendo: Si quieres ser perfecto, etc. Es imposible cumplir el mandamiento que dice: Amarás a tu prójimo como a ti mismo y ser rico, máxime poseyendo tantas riquezas".
Pero esto se ha de entender en cuanto al modo perfecto de cumplir este mandamiento. Nada impide creer que el joven había cumplido los mandamientos, y en cuanto a esto no mintiese, como dice San Crisóstomo y otros expositores. Pero aun siendo así, el hecho de que el Señor haya dado el consejo de perfección a uno que había practicado ya en cierta medida los mandamientos, no arguye necesariamente que sea ésta la única entrada para practicar los consejos. San Mateo no había practicado los mandamientos, antes bien, había vivido en el pecado; y sin embargo fue llamado a seguir los consejos, para que así ni a los pecadores ni a los inocentes estuviese cerrado el camino de los consejos.
2) Esta objeción no viene al caso, porque la instrucción en los mandamientos es necesaria a todos, tanto para los que se quedan en el siglo, como para los que emprenden el camino de la perfección haciéndose religiosos. Los misterios de la fe y los sacramentos de que allí se habla, son también comunes a unos y otros.
3) Realmente cumpliendo los mandamientos llega el hombre a la plenitud de la sabiduría, lo cual no significa otra cosa que por la observancia de los mandamientos merece el hombre la sabiduría de los misterios. Por eso se suele citar aquello del Eclesiástico -según otra versión- : Desea la sabiduría, guarda los mandamientos y Dios te la concederá (1, 33), lo que, evidentemente, no viene al caso.
4) Esta objeción la discutiremos más detenidamente, pues a pesar de su frivolidad, alardean mucho con ella y le dan un valor que no tiene.
En esa cita sólo se trata de la instrucción de los recién convertidos a la fe, como se ve por el contexto de la glosa. En efecto, comienza diciendo que "después del bautismo somos instruidos en las buenas obras y nos alimentan con la leche de doctrinas sencillas, hasta que ya más grandecitos, de la leche materna pasamos a la mesa del padre; es decir, de la doctrina más elemental sobre el Verbo que se hizo carne, llegamos a Verbo del Padre que está desde el principio en Dios". Lo que evidentemente se refiere a un orden de enseñanza; por eso propone en seguida el ejemplo de aquella costumbre observada por la Iglesia en cinco etapas, a saber: en la primera, los recién convertidos a la fe se van penetrando de las verdades elementales del Cristianismo por los exorcismos y el catecismo; en la segunda son alimentados en el seno de la Iglesia hasta el Sábado Santo; en la tercera son dados a luz por el bautismo; en la cuarta la Iglesia los lleva en brazos y los alimenta con leche hasta Pentecostés. Durante este tiempo no se les prescriben cosas difíciles, como ayunar y levantarse a medianoche. Es en la quinta época cuando, confirmados con el Espíritu Paráclito, como ya destetados, comienzan a ayunar y a observar ciertas prácticas difíciles. Al parecer, este ejemplo vendría muy bien para tesis de los adversarios. Sin embargo, notemos tres puntos en que les falla el argumento.
En primer lugar, hay que distinguir muy bien entre aquellas cosas que se abrazan espontáneamente y las que se imponen por obligación. Igual distinción se debe hacer en el caso de los recién convertidos a la fe, que son como niños de pecho; y de los penitentes, que son como enfermos que deben ser curados. Cuando se trata de los recién convertidos a la fe no se les puede imponer obligatoriamente prácticas difíciles, sino ejercitarlos primero en otras más livianas para imponerles progresivamente otras más costosas. Así se obra con los niños: hay que nutrirlos primero con leche y luego con alimentos más sólidos. A este caso se refiere la citada glosa. Ahora, si los recién convertidos a la fe quieren por propia iniciativa abrazar prácticas más elevadas ¿quién osará impedírselo? Además -para no apartarnos del ejemplo de la glosa- así como después del solemne bautismo que tiene lugar en la Vigilia de Pascua se concede un descanso de obras trabajosas en atención a los débiles; así también después del bautismo solemne que se celebra en la Vigilia de Pentecostés, la Iglesia restituye inmediatamente los ayunos, para significar que aquellos que con fervoroso espíritu fueron recibidos en el bautismo, se deben sujetar sin tardanza a una vida más severa.
Muy diverso es el caso de los pecadores arrepentidos, puesto que al principio se les impone una penitencia más severa, que se les va mitigando poco a poco, como se hace con los enfermos: en la convalecencia se les prescribe una dieta muy estricta que se les mitiga poco a poco mientras van sanando. La Iglesia, siguiendo este método, comienza imponiendo a los inocentes cargas más ligeras en materia de mandamientos que obligatoriamente hay que cumplir; no les obliga a guardar los consejos, ni tampoco se lo prohíbe en el caso de que quieran guardarlos voluntariamente. A los penitentes en cambio les impone en los primeros años -según lo establecido en los cánones- penitencias mucho más rigurosas.
Segunda falla: Si bien es verdad que en cada oficio y estado se ha de ascender de lo más fácil a lo más difícil, sin embargo no es necesario que quien abraza un estado superior deba ejercitarse antes en uno inferior. En efecto, cualquiera que sea la profesión que uno quiera tomar, no es absolutamente imprescindible ejercitarse antes en una inferior, sino que dentro de la misma profesión se ha de pasar de los más fácil a lo más difícil. Lo mismo en el estado religioso: quienes quieran abrazarlo por la observancia de los consejos, no tienen obligación de aplicarse previamente en el siglo a la observancia de los mandamientos. Lo que hay que hacer es imponerle tal principio, de entre aquellas prácticas propias del mismo estado religioso, las que les sean más fáciles. Del mismo modo, no es obligatorio para los que aspiran a un cargo en el clero, ejercitarse antes en la vida seglar; ni para los que quieren guardar continencia ser primeros continentes en el matrimonio.
Tercera falla: encontramos una doble dificultad con respecto a la realización de la obra: la primera procede únicamente de la magnitud de la obra, y esta dificultad, por requerir una virtud perfecta, no se debe imponer a los imperfectos. La segunda nace de una cohibición, de la que necesitan mucho más quienes tienen una virtud imperfecta. El niño, por ejemplo, necesita una vigilancia más diligente mientras está en manos de su maestro, que después cuando ha llegado a una edad más avanzada. Ahora bien, el estado religioso es una disciplina que impide caer en pecados y que lleva más fácilmente a la perfección, como consta por lo dicho anteriormente.
Por eso los que tienen una virtud más imperfecta, como aquellos que no han observado aún los mandamientos, necesitan mucho más de esa vigilancia, por cuanto les es más fácil abstenerse de pecados estando sujetos a tal disciplina, que viviendo con más libertad en el mundo.
En cuanto a lo que agrega la glosa: "Muchos pervierten este orden, como los herejes y cismáticos", se refiere -así se colige evidentemente por lo que sigue- al orden que se debe observar en la enseñanza: "Este -continúa- afirma con juramento haberlo guardado, no sólo en sus demás cosas, sino también en la ciencia: porque tenía yo sentimientos humildes cuando era alimentado primero con leche, es decir con la doctrina del Verbo hecho carne, para que una vez crecido pueda comer el Pan de los Ángeles, o sea el Verbo que está desde el principio en Dios". Y así vuelve a lo de antes. Por lo cual se ve que las palabras que están entre ambas citas no son sino un ejemplo.
5) Esta objeción, tomada del ejemplo de los cinco mil hombres que Cristo alimentó con cinco panes, y de los cuatro mil que alimentó con siete panes, es tan inútil que no merece respuesta. No es infalible que sucedan conforme a las figuras, las cosas que por tales figuras se representan, puesto que algunas veces las primeras representan a las segundas y viceversa. Ni tampoco es eficaz una argumentación por medio de tales figuras, como dice San Agustín en una carta contra los Donatistas. Y Dionisio dice en una carta a Tito que la teología simbólica no sirve para argumentar. No obstante todo esto, concedemos que este orden de los milagros significa el paso de los preceptos a los consejos, pero eso con respecto al género humano todo entero. En efecto, no se dieron los consejos en el Antiguo Testamento, sino en el Nuevo, porque la Ley ninguna cosa llevó a la perfección. Así lo prueba la glosa al decir que los cinco panes son los preceptos de la ley, y los siete la perfección evangélica. Pero no se sigue de ahí que unos mismos hombres se tengan que ejercitar en los preceptos de la ley, como seglares primero, y después en los consejos como religiosos. No consta, en efecto, que hayan sido unos mismos hombres los que se encontraban entre los cinco mil, y después entre los cuatro mil.
6) La cita de aquellos cuatro elementos de que están estructurados los Evangelios tampoco viene al caso, porque la perfección de que allí se habla con respecto a los ejemplos, no se refiere a los consejos, sino al modo perfecto de observar los mandamientos que tratan de los actos de virtud, como lo observara Cristo. La misma glosa trae algunos ejemplos, como: Aprended de mí que soy manso, etc.... Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto; Ejemplo os he dado... .
7) Consideremos algo más detenidamente la relación de la vida activa con la contemplativa, ya que es uno de los argumentos que más gustan. Es verdad que la vida activa precede a la contemplativa; pero ignoran, según parece, qué cosa sea la vida activa. En primer lugar, creen que la vida activa consiste únicamente en repartir bienes temporales; y así llegan a afirmar que los religiosos no pueden ser perfectos en cuanto a la vida activa. Error que ponen de manifiesto aquellas palabras de San Gregorio (II homilía, 2? parte, sobre Ezequiel): "La vida activa es dar pan al hambriento; enseñar la sabiduría al ignorante; corregir al que yerra; restituir al camino de la humildad al prójimo soberbio; cuidar a los enfermos; dar a cada uno lo que le hace falta y proveer a la subsistencia de aquellos que nos han sido encomendados". Como se ve, es del dominio de la vida activa mirar por los demás, no sólo en las cosas temporales, sino también en las espirituales -corrigiendo y enseñando-, obras que pueden cumplir mucho mejor quienes nada poseen en el mundo. Por eso el Señor despojó a sus Apóstoles, futuros doctores del Universo, de todos los bienes de este mundo, como se lee en San Mateo, capítulo 10.
Adelantemos nuestra investigación y veamos si la práctica de las virtudes morales del hombre con respecto a sí mismo, concierne a la vida activa. Y efectivamente, siguiendo la doctrina de Aristóteles, todas las virtudes morales pertenecen a la vida activa (libro X de la Ética) y las intelectuales a la contemplativa. Lo mismo sostiene San Agustín en el libro XII sobre la Trinidad. Por eso atribuye a la acción la razón inferior que administra los bienes temporales, propios o ajenos; y a la contemplación, la razón superior aplicada a las razones eternas.
Asentado esto, fácil es ver por qué la vida activa precede a la contemplativa: el hombre no llega a ser apto para contemplar la verdad divina si no ha depurado su alma de las pasiones por medio de las virtudes morales -que es trabajo propio de la vida activa-. Así lo prueba aquello de San Mateo (5, 8): Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios por una contemplación imperfecta en esta vida y perfecta en la otra. Por consiguiente, el ejercicio de la vida activa es propia no sólo de los seglares, sino también de los religiosos: en primer lugar porque con las virtudes morales refrenan las pasiones del alma; en segundo lugar porque también ellos pueden ejercer para con los demás las obras de caridad enseñando, corrigiendo, o por lo menos visitando a los enfermos, consolando a los tristes, ya vivan en el mundo o entre ellos en el monasterio. Con respecto a estos dos puntos se lee en la epístola de Santiago (1, 27): La religión pura y sin mancha delante de Dios Padre es esta: visitar a los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones y preservarse de la corrupción de este siglo. En tercer lugar, porque al ingresar a la religión repartieron sus bienes temporales dándolos a los pobres. Por consiguiente, la razón por la cual la glosa citada dice que los mandamientos pertenecen a la vida activa, no es precisamente porque los mandamientos sean únicamente de la vida activa, pues dice San Gregorio en el lugar citado: "La vida contemplativa es tener siempre fija en el pensamiento la caridad de Dios y del prójimo, que son los mandamientos más grandes de la ley"; ni tampoco porque los consejos sean solamente de la vida contemplativa, como se ha demostrado; sino porque son principalmente los consejos los que disponen a la vida contemplativa. En efecto, los mandamientos guardados sin los consejos, no disponen suficientemente para la vida contemplativa, para la que se requiere mayor perfección. Por lo tanto, no es imprescindible que se quede uno en el siglo para practicar allí la vida activa: también en el estado religioso puede el hombre abrazar la vida activa tanto cuanto sea menester para llegar a la contemplación.
8) Aquello de San Gregorio: "Nadie llega a lo más alto de repente", no viene muy a cuento en la presente cuestión, aunque a ellos les parezca un buen argumento. Se puede considerar lo más alto y lo más bajo en el mismo estado y en el mismo hombre, o en diversos estados y diversos hombres. Considerado en el mismo estado y mismo hombre, es evidente que nadie puede llegar a lo más alto de repente, porque quien vive correctamente va progresando durante su vida entera hacia lo más alto. Pero tratándose de estados diversos, no es necesario que quien quiere llegar a un estado superior, tenga que empezar por estados inferiores, así como no es necesario al que quiere hacerse clérigo, ejercitarse antes en la vida de laico, puesto que muchos hay inscritos en la milicia del clero desde la infancia. Lo mismo si se trata de personas diversas: algunos comienzan por un grado más alto de santidad que el grado sumo a que llegaría otro en toda su vida. Por lo que dice San Gregorio en el libro segundo de sus Diálogos: ". . .Para que todos los hombres, presentes y futuros, sepan con qué gran perfección recibió Benito la gracia de la conversión".
9) y 10) Dos objeciones fuera de tema, porque en estas citas se habla de la dignidad episcopal, que requiere una virtud perfecta y que, por lo tanto, no se debe conferir a los imperfectos. Los consejos, en cambio, promueven a la perfección e impiden caer en pecado. De ellos necesitan las paredes nuevas para secarse de la humedad de los vicios, y por los cuales, como por escalones obligados, se llega a la perfección.
11) Ya hemos dicho en qué sentido es verdad que en el orden de la naturaleza sean anteriores los preceptos a los consejos. Si se trata de los mandamientos que son de por sí fines de los demás, a saber: el amor de Dios y del prójimo, es evidente que los consejos se ordenan a ellos como a su fin. La relación de los consejos a estos mandamientos es la misma que la de los medios para con el fin. Ahora bien, el fin es anterior en la intención y posterior en la ejecución. Por consiguiente, si los consejos se ordenan a esos mandamientos de tal modo que sin los consejos no se los pudiese observar, se seguiría que uno no podría amar a Dios y al prójimo sin observar antes los consejos, lo que es evidentemente falso. Los consejos se ordenan a los predichos mandamientos de tal modo que por medio de ellos se guarden éstos más fácil y perfectamente: de ahí que por los consejos se llegue al perfecto amor de Dios y del prójimo. Este amor precede a los consejos en la intención, pero en la ejecución posterior.
Si comparamos los consejos con los demás preceptos que se ordenan al amor de Dios y del prójimo, se puede descubrir entre ellos una doble relación. En primer lugar, los consejos no se pueden guardar sin los mandamientos, y en cambio, muchos guardan los mandamientos sin los consejos. De ahí resulta la primera relación: la de los consejos a los mandamientos en común. Así los consejos se ordenan a los mandamientos como lo propio a lo común, en lo que hay en cierto modo una anterioridad de naturaleza, pero no necesariamente de tiempo. Y según esto, no es necesario ejercitarse en la observancia de los mandamientos antes de pasar a cumplir los consejos.
La segunda relación a considerar es la de los consejos a los mandamientos de que hablamos, en cuanto se observan sin necesidad de los consejos. Y esta relación es como la que guardan una especie perfecta con otra imperfecta: el animal racional, por ejemplo, con el que carece de razón. Y así los consejos son anteriores en el orden de la naturaleza a los preceptos, puesto que en cualquier género lo perfecto es naturalmente anterior: la naturaleza, como dice Boecio, comienza con lo perfecto. No es de necesidad que los mandamientos así considerados sean anteriores en tiempo a los consejos, así como no es necesario que una cosa esté primero en una especie imperfecta para llegar a una perfecta, sino que dentro de los límites de la misma especie debe pasar de lo perfecto a lo imperfecto.
12) Esta objeción procede de entender mal el asunto que tratamos: no decimos que los consejos se ordenan a los mandamientos de modo que sin los primeros no se puedan cumplir los segundos, sino que los mandamientos se cumplen mejor y más perfectamente por medio de los consejos.
CAPÍTULO VIII: OBJECIONES
"Antes de entrar en religión se debe deliberar largamente y con muchos".
Después de haber tratado el punto anterior, veamos si es necesario -como dicen algunos- a los que quieren entrar en religión, pedir consejos a muchas personas.
Objeciones: 1) Antes de emprender una obra difícil a la que se ha de atar uno por toda la vida, se debe consultar el parecer de muchos. Ahora bien, nada es, al parecer, más arduo y difícil en la vida del hombre que negarse a sí mismo y apartarse del mundo entrando en religión, en la que obligatoriamente ha de permanecer toda la vida. En este caso, por consiguiente hay que pedir consejo a muchos y reflexionar largo tiempo.
2) Esto mismo se prueba por la definición del voto: "Promesa de un bien mejor, consolidada con la deliberación del espíritu". De la deliberación, pues, depende la firmeza del voto. Ahora bien, el voto del religioso es algo firmísimo que no se puede infringir suceda lo que suceda; por lo que se requiere antes de hacerlo una detenida meditación.
3) No creáis a todo espíritu -dice San Juan (1, 4, 1)- mas examinad si los espíritus son de Dios, palabras que se refieren al ingreso a la religión, puesto que San Benito en su Regla y el Papa Inocencio en una decretal citan ese pasaje a este mismo propósito. Ahora bien, para un discernimiento de esa clase es necesario un diligente examen que sólo se logra consultando a muchas personas. Por consiguiente, quien quiere entrar en religión debe pedir antes consejo a muchas personas.
4) Se debe pedir estos consejos cuando hay inminente peligro de engañarse, como sucede en h entrada en religión. En efecto, dice San Pablo (2 Co 11, 14): Satanás se disfraza de ángel de luz para engañar a los incautos con apariencias de bien. Por lo tanto hay que entrar en religión habiéndolo consultado ya con muchos.
5) Lo que puede tener un mal resultado, hay que examinarlo pidiendo diligentemente consejos. Y el ingreso a la religión suele resultar desastroso para muchísimos que después apostatan o llegan a la desesperación. Por eso antes de entrar en religión hay que consultarlo muy bien.
6) (Una objeción muy frecuente): Se lee en los Hechos de los Apóstoles (5, 39): Si es designio o cosa de Dios no la podréis destruir. Ahora bien, en muchos casos la apostasía destruye el propósito de entrar en religión; y en este caso el propósito no venía de Dios. Por lo cual es muy necesario deliberar largamente y con muchas personas si puede uno entrar en religión.
Estas son las razones con que pretenden imponer la obligación de deliberar largamente y con muchos a los que quieren entrar en religión; con la intención de que, multiplicando los consejos, por un motivo cualquiera se les presente algún impedimento.
CAPÍTULO IX: NATURALEZA Y ORIGEN DE LA VOCACIÓN
La vocación es el llamado de Dios. Este llamado puede ser externo -por sus mismos labios, como en el caso de sus discípulos, o por la Escritura-; o interno -por la inspiración del Espíritu Santo-. Ambos llamados, proviniendo de Dios, no pueden someterse al juicio de los hombres, máxime al de los allegados. Sólo se debe consultar con un prudente director o confesor.
a) Prontitud para responder a la vocación.
Demostraremos ahora la falsedad de la tesis contraria:
En San Mateo (4, 20) se lee que Pedro y Andrés, no bien fueron llamados por el Señor, dejando las redes le siguieron. En su alabanza dice San Juan Crisóstomo: "Estaban en pleno trabajo; pero al oír al que les mandaba, no se demoraron, no dijeron: Volvamos a casa y consultémoslo con nuestros amigos; sino que dejando todo lo siguieron, como hizo Eliseo con Elías. Cristo quiere de nosotros una obediencia semejante, de modo que no nos demoremos un instante." En los versículos siguientes se lee de Santiago y Juan que llamados por Dios, dejando al instante las redes y a su padre, le siguieron. Y, como dice San Hilario comentando este pasaje: "Al dejar su trabajo y la casa paterna, nos enseñan cómo hemos de seguir a Cristo, y a no esclavizarnos con las preocupaciones del siglo y los lazos de la vida familiar".
Más adelante (Mt 9) se narra de San Mateo que al llamado del Señor se levantó y le siguió. "Advierte la obediencia del que fue llamado -comenta San Juan Crisóstomo-; no se resiste, no pide ir a su casa y comunicárselo a los suyos". Y aun menospreció los castigos humanos que le amenazaban de parte de las autoridades por dejar sin concluir las operaciones de su banca -como dice San Remigio comentando este lugar-. De todo esto se deduce evidentemente que ningún motivo humano nos debe retardar en el servicio de Dios.
Se lee también en San Mateo (8, 21) y en San Lucas (9, 59) que un discípulo de Cristo le dijo: Señor, déjame ir primero y enterrar a mi padre. Y Jesús le dijo: Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos. San Juan Crisóstomo dice comentando este lugar: "Esto lo dijo, no precisamente para obligarnos a rechazar el amor hacia los padres, sino para demostrarnos que ninguna cosa nos es más necesaria que ocuparnos en las cosas del cielo; que debemos aplicarnos a ellas con todo interés y no tardar un instante, aunque nos atraigan otras circunstancias, inevitables e incitadoras. ¿Qué más necesario que sepultar al padre? ¿Qué más fácil que eso?, no se perdería en ello gran tiempo. Pero el diablo insiste con ardor para ver si puede así hallarse una entrada; y donde halla una pequeña negligencia, introduce por allí un gran desaliento. Por eso nos advierte el Sabio: No lo difieras de un día para otro. Esto nos avisa que no debemos perder un minuto de tiempo, aunque nos salgan al paso mil dificultades; y a preferir las cosas espirituales a todas las demás aunque nos sean necesarias".
"Hay que honrar al padre -dice San Agustín en el Tratado de las Palabras del Señor- pero también hay que obedecer a Dios. Yo, nos dice, te llamo para predicar el Evangelio. En esta tarea te necesito, y esta obra es más grande que la que tú quieres hacer: otros quedan para sepultar a sus muertos. No es lícito subordinar lo anterior a lo posterior. Amad a los padres, pero amad más a Dios". Por consiguiente, si el Señor reprende al discípulo que le pide un plazo tan corto para una cosa tan necesaria, ¿cómo pretender que para seguir los consejos de Cristo se necesita deliberar un largo tiempo?
Sigamos en el Evangelio de San Lucas: Y otro le dijo: Yo te seguiré Señor, pero primero déjame ir a despedirme de mi casa (9, 61). Comentando este pasaje dice San Cirilo, el insigne doctor griego: "La promesa es digna de ser imitada y alabada. Pero el querer despedirse de los suyos y pedirles permiso es señal de que en algo se ha apartado del Señor, cuando en su espíritu había propuesto seguirlo sin restricción. En efecto, querer consultarlo con prójimos que no van a condescender con su determinación, indica que por algún lado iba flaqueando. Por eso el Señor lo reprende: Y Jesús le dijo: Quien pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás, no es apto para el reino de Dios (62). Pone las manos en el arado quien con el afecto sigue a Cristo; pero vuelve la vista atrás quien pide un plazo para volver a su casa y consultar con los suyos. Como vemos, no es ésta la conducta de los Santos Apóstoles, sino que dejaron con prontitud la nave y el padre y siguieron a Cristo. San Pablo no consultó carne ni sangre. Así pues deben ser los que quieren seguir a Cristo".
San Agustín explica esto en su Tratado de las Palabras del Señor: "Te llama el Oriente, y tú miras al Occidente". El Oriente es Cristo, según aquello de Zacarías (6, 12): He aquí un hombre cuyo nombre es Oriente. El occidente es el hombre que cae en la muerte, o está expuesto a caer en las tinieblas del pecado y de la ignorancia.
Por consiguiente, es injuriar a Cristo en quien están encerrados todos los tesoros de la sabiduría de Dios (Col 2, 3), creer que después de haber oído el consejo de Cristo, se debe recurrir al consejo de hombre mortal.
b) Dios nos hace conocer el bien del estado religioso por medio de las Sagradas Escrituras.
Y aquí nos quieren atajar con un ridículo subterfugio. Todo esto -dicen- no vale sino en el caso de ser llamados directamente por la voz del Señor. Entonces, claro está, no hay que demorarse ni recurrir al consejo de nadie. Pero cuando el hombre es llamado a la religión sólo interiormente, entonces sí que es necesario una larga deliberación y el consejo de muchos para conocer si el llamado procede realmente de una inspiración divina.
Réplica llena de errores. Las palabras de Cristo contenidas en las Escrituras, las debemos recibir como si las oyésemos de los mismos labios del Señor. Así se lee en San Marcos: Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: velad (13, 37). Y en la Epístola a los Romanos leemos: Todas las cosas que han sido escritas, para nuestra enseñanza han sido escritas. Y San Juan Crisóstomo dice: "Si todas estas cosas se hubiesen predicado sólo para los contemporáneos, nunca se hubiesen escrito. Por eso fueron predicadas para ellos y escritas para nosotros". San Pablo dice en la Epístola a los Hebreos (12, 5) citando el Antiguo Testamento: Os habéis olvidado ya de las palabras de consuelo que os dirige como a hijos diciendo: Hijo mío, no desprecies la corrección. Por consiguiente las palabras de la Sagrada Escritura se dirigen no sólo a los contemporáneos, sino también a los venideros.
Pero veamos especialmente si el consejo que dio Nuestro Señor (Mt 19, 21 ): Si quieres ser perfecto ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, se dirigía a él solo, o también a todos los hombres. Podemos deducir lo segundo por lo que sigue. En efecto, al decirle Pedro: He aquí que hemos dejado todo y te hemos seguido, estableció una recompensa general que valdría para todos: Y cualquiera que habrá dejado casa o hermanos... por causa de mi nombre, recibirá cien veces más y poseerá la vida eterna. Por lo tanto, cada cual debe seguir este consejo como si lo oyese de los mismos labios del Señor. "Habiendo oído -dice a este propósito San Jerónimo escribiendo al Presbítero Paulino- la sentencia del Salvador: Si quieres ser perfecto anda, y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y luego ven y sígueme: traduce en obras estas palabras; y siguiendo desnudo la Cruz desnuda, subirás con más prontitud y libertad la escala de Jacob". Es verdad que mientras Jesús hablaba al adolescente le dirigía a él solo la palabra. Pero en otro lugar (Mt 16, 24), da el mismo consejo de una manera universal: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y cargue con su cruz y sígame. San Juan Crisóstomo comenta: "Propone esta verdad común para todo el mundo: Si alguno quiere, es decir, si un hombre, si una mujer, si un rey, si un libre, si un esclavo..." La negación de sí mismo, según San Basilio, es un total olvido de lo pasado y alejamiento de la propia voluntad. Y así se ve que esta negación de sí mismo comprende también el abandono de las riquezas, las cuales se poseen dependiendo de la propia voluntad. Concluimos pues, que el consejo que el Señor dio al adolescente debemos recibirlo como si cada uno lo oyera de labios del Señor.
c) Luego nos incita a abrazarlo por un llamado interior.
Aun queda algo que considerar en la réplica anteriormente citada. Hemos demostrado ya que aquellas palabras que el Señor nos comunica por medio de las Escrituras tienen la misma autoridad que si las oyésemos de los mismos labios del Señor. Consideremos ahora el otro modo con el que el Señor nos habla interiormente, según lo del Salmo (84, 9): Escucharé lo que me hable el Señor. Este modo de expresión precede a toda palabra externa, pues según San Gregorio en la homilía de Pentecostés: "El Creador no abre su boca para enseñar al hombre sin haberle hablado antes por la unción del espíritu. Sin duda Caín, antes de consumar el fratricidio había oído: Has pecado, detente. Mas estando como fuera de sí por sus pecados, recibió el aviso sólo de palabra y no con la unción del Espíritu. Pudo sí oír las palabras, pero no quiso obedecerlas". Por consiguiente, si como conceden ellos mismos, hay que obedecer al instante el mandato del Señor que viene de afuera, con mayor razón debemos obedecer sin vacilar un momento, sin resistirlas por ningún motivo, las voces interiores con que el Espíritu Santo mueve el alma. Por eso en Isaías (50, 5) se dice por boca del profeta, o mejor, del mismo Cristo: El Señor Dios me abrió el oído, es decir, inspirándome interiormente, y yo no me resistí ni me volví atrás, tendiendo a lo venidero como ya olvidado de lo pasado (Flp 3, 14). Todos aquellos que se rigen por el Espíritu de Dios -dice San Pablo (Rm 8, 14)- ésos son hijos de Dios. "No porque no hagan nada -comenta San Agustín- sino porque son regidos por el impulso de la gracia". Y este impulso no rige a quien se resiste o se demora. Lo propio de los hijos de Dios es dejarse conducir por el impulso de la gracia a cosas mayores, sin andar buscando consejos. De este impulso habla Isaías al decir (59, 19): Cuando venga como un río impetuoso, impelido por el Espíritu del Señor. Y que hay que seguirlo lo dice San Pablo escribiendo a los Gálatas: Proceded según el Espíritu (5, 16); si sois conducidos por el Espíritu, no estáis sujetos a la Ley (vers. 18); si vivimos por el Espíritu, procedamos también según el Espíritu (vers. 25). San Esteban, como si se tratase de un gran crimen, increpaba a unos individuos diciéndoles: Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo (Hch 7, 5). El Apóstol advierte a los Tesalonicenses: No apaguéis el Espíritu (1, 5, 19), sobre lo que dice la glosa: "Si el Espíritu Santo quiere revelar algo a alguno en cualquier momento, no le impidáis a ese tal decir lo que siente". Y el Espíritu Santo revela diciendo no sólo lo que el hombre debe hablar, sino también sugiriéndole lo que debe hacer, como dice San Juan (c. 14). Por consiguiente, cuando el hombre es impulsado por inspiración del Espíritu Santo a entrar en religión, no se lo debe detener para que vaya a pedir consejos a los hombres, sino que al instante debe seguir ese impulso; por lo que se dice en Ezequiel: A cualquier parte donde iba el Espíritu, allá se dirigían también en pos de él las ruedas.
Además de la autoridad de la Escritura, se pueden citar a este propósito muchos ejemplos de los Santos.
Narra San Agustín (Conf. VIII, 6) el caso de dos soldados, uno de los cuales después que acabó de leer la vida de San Antonio Abad, inflamado de repente en santo amor, dijo a su amigo: "Estoy resuelto a seguir a Dios, y quiero comenzar desde este momento y en este preciso lugar. Si no tienes ánimo para imitarme, por lo menos no te opongas. El otro le respondió que quería participar de tan gran recompensa y tan gran milicia. Y ambos, ya siervos tuyos, comenzaron a edificar la torre con el caudal proporcionado, que consistía en dejar todas sus cosas y seguirte". En el mismo libro San Agustín se reprocha a sí mismo el haber retardado su conversión: "Convencido ya -dice- de la verdad, no tenía nada más absolutamente que responder, sino unas palabras lánguidas y soñolientas: luego, sí, luego: déjame otro poco. Pero el "luego" no tenía término, y el "déjame otro poco" se hacía ya demasiado largo". También en ese libro dice: "Yo me avergonzaba mucho porque aun oía el murmullo de aquellas fruslerías (mundanas y carnales) que me tenían indeciso".
Como se ve, no es nada laudable, sino más bien censurable, tanto el retardar el cumplimiento de una vocación hecha interior o exteriormente de palabra o por medio de la Escritura: cuanto el andar pidiendo consejo como si se tratara de cosa dudosa.
d) Gracias que acompañan a este llamado.
Otro resultado de la eficacia de la inspiración interior, es impulsar a los hombres inspirados a cosas más altas. Símbolo de esta realidad es aquello que relatan los Hechos de los Apóstoles (c. 2) cuando reunidos los discípulos en un mismo lugar, vino de repente sobre ellos el Espíritu Santo y comenzaron a predicar las maravillas del Señor. "La gracia del Espíritu Santo -comenta la glosa- nunca procede con lentitud". Y en el Eclesiástico (11, 19) se lee: Fácil cosa es para Dios enriquecer al pobre en un momento. San Agustín demuestra esta eficacia de la inspiración interna de Dios en el Tratado de la Predestinación de los Santos, citando aquel pasaje de San Juan (6, 45): Todo el que ha escuchado al Padre y ha aprendido, viene a Mí. "Muy ajena -dice- a los sentidos de la carne es esta escuela en la que el Padre es escuchado y enseña el camino para llegar al Hijo. Y esto no lo obra por los oídos de la carne, sino por los del corazón... Así pues, la gracia que la divina largueza infunde secretamente en los corazones de los hombres, no es resistida por ningún corazón endurecido: aun más, la infunde precisamente para quitar de raíz la dureza de corazón".
También San Gregorio habla de esta eficacia de la inspiración interior en la homilía de Pentecostés: "?Qué gran artífice es este Espíritu! No tarda un instante para enseñar. Apenas toca el alma, le enseña todo cuanto quiere: tocarla y enseñarla es una sola cosa para El, pues al mismo tiempo que ilumina al alma, la transforma. Quita de repente lo que antes había y muestra de repente lo que no había". Por consiguiente, quien detiene el impulso del Espíritu Santo con largas consultas, o ignora o rechaza conscientemente el poder del Espíritu Santo.
Además de la autoridad de los Doctores Sagrados, citemos para comprobar la falsedad de esa afirmación los escritos de los filósofos. Aristóteles dice en un capítulo de la Ética que se titula De la buena fortuna: "Pregúntase cuál es en el alma el principio del movimiento. Naturalmente que como en todas las cosas, es Dios. En efecto, el principio de la razón no es la razón misma, sino algo superior. ¿Y qué otra cosa habrá superior a la ciencia y al entendimiento, sino sólo Dios? " Sigue hablando después de aquellos que son movidos por Dios, "los cuales no deben ir en busca de consejo: ya que tienen un principio tal que es mejor que toda inteligencia y consejo". Avergüéncense los que se dicen católicos y se entrometen a dar consejos humanos a los inspirados por Dios: un filósofo pagano les enseña que no hay necesidad de tales consejos.
e) Cuándo y a quién se ha de consultar sobre la vocación.
Tratemos de ver ahora en qué casos necesitan consejo aquellos a quienes ha sido inspirado el propósito de entrar en religión. En un primer caso, porque podría dudarse de si realmente lo que Cristo aconseja es lo mejor. Pero semejante duda es sacrílega. En un segundo caso, porque se vacila en cumplir el propósito de entrar en religión por no contrariar a los amigos, o por no perder los bienes temporales, lo cual es propio de un alma enredada aún en amores carnales. En su carta a Eliodoro dice San Jerónimo a este propósito: "Aunque tu pequeño hijo se te cuelgue del cuello; aunque tu madre con los cabellos desgreñados y rasgándose los vestidos te muestre los pechos que te amamantaron; aunque tu padre se tire en el umbral, pasa por encima de él y vuela sin una lágrima en los ojos, hacia el signo de la Cruz. En este caso, el único modo de ser piadoso es ser cruel... El enemigo empuña su espada para matarme, ¿y yo he de parar mientes en las lágrimas de mi madre? ¿He de desertar de la milicia por mi padre, a quien por causa de Cristo no debo ni la sepultura?" Trae después otros argumentos semejantes.
Tal vez alguno crea necesario pedir consejo para conocer si tiene fuerzas suficientes para poner en práctica su propósito. Pero también a esta duda sale al paso San Agustín -quien temía entregarse a la guarda de la continencia- hablando de sí mismo: "En aquella misma parte en que tenía puesta mi atención y adonde temía pasar, se me descubría la virtud de la continencia, con una casta dignidad, serena y alegre sin disipación: honestamente me halagaba, para que me llegara a ella resueltamente. Me extendía sus piadosas manos llenas de una multitud de buenos ejemplos, para recibirme en su seno y abrazarme. Allí había un gran número de jóvenes y doncellas; una juventud numerosa, personas de toda edad, viudas venerables y vírgenes ancianas. Y se burlaba de mí con una risa llena de alientos, como si dijera: Lo que pudieron éstos y éstas, ¿no lo podrás tú? ¿O acaso éstos y éstas lo pueden por sí mismos y no por su Dios? El Señor Dios me entregó a ellos. ¿Por qué te apoyas en ti mismo, si no puede estar en pie? Arrójate en El y no temas; no se retirará para dejarte caer. Arrójate seguro en sus brazos que El te recibirá y te sanará".
Resta examinar dos casos en que les sería necesario pedir consejos a los que se proponen entrar en religión. Uno, con respecto al modo de entrar en religión: y el otro con respecto a alguna traba especial que les impida tomar el estado religioso; ser esclavo, estar casado u otro semejante.
Ante todo, no debe consultar a sus parientes, pues como se lee en los Proverbios (25, 9): Tus cosas trátalas con tu amigo, y no descubras tus secretos a un extraño. Los parientes no entran en este caso en la categoría de amigos, sino más bien en la de enemigos, según aquello de Miqueas: Los enemigos del hombre son sus familiares (7, 6), frase que el Señor cita en San Mateo (10, 36). En este caso, como decimos, se deben descartar especialmente las consultas con los parientes. A esto se refiere San Jerónimo cuando en su carta a Eliodoro enumera los impedimentos que suelen poner los parientes a quienes han propuesto hacerse religiosos: "Ahora -dice- tu hermana viuda, te abraza tiernamente; tus domésticos, con los que has crecido, te dicen: ¿A quién hemos de servir si tú nos dejas? Ahora la que fue tu nodriza, ya anciana: tu padre nutricio, que ocupa un segundo lugar en tu corazón después de tu padre natural, te suplican: Espera a que muramos y nos sepultes". San Jerónimo dice en el libro tercero de la Moral: "El astuto adversario, como se ve expulsado del corazón de los buenos, va en busca de aquellos a quienes éstos aman y le dirige por medio de ellos palabras halagadoras, haciéndoles creer que son amados más que cualquier otro; para que así, mientras la fuerza del amor perfora el corazón, pueda él introducir fácilmente la espada de su persuasión hasta los fundamentos más íntimos de la rectitud". Por eso San Benito, como refiere San Gregorio en el libro segundo de sus Diálogos, huyendo ocultamente de su nodriza, se retiró a un desierto; pero comunicó su intención a un monje de Roma, el cual lo guardó en secreto y favoreció su propósito.
Hay que descartar también los consejos de los hombres carnales, que tienen por tontería la Sabiduría de Dios.
De ellos se burla el Eclesiástico diciendo (38, 12): Ve a tratar de santidad con un hombre sin religión, y de justicia con un injusto... No tomes consejos de éstos sobre tal cosa, sino más bien trata de continuo con el varón piadoso, al cual sí se ha de pedir consejo si hubiese en este caso algo que necesite consultar.
CAPÍTULO X: RESPUESTA A LAS OBJECIONES DEL CAPÍTULO VIII
Fácil nos será ahora refutar las objeciones.
1) Ante una empresa ardua es necesario, sí, pedir consejo; pero eso en el caso de que la verdad no sea evidente. Pero cuando lo mejor está claramente definido por un dictamen superior, resulta injurioso ponerlo en duda yéndolo a consultar de nuevo.
2) Dicen: el voto adquiere su firmeza por una deliberación del alma. No viene al caso. Esta deliberación consiste en una resolución interior por la cual elige uno el bien mayor obligándose a él. En efecto, toda acción procedente de una elección, procede asimismo de una deliberación o consejo, porque la elección es un acto de la voluntad previamente aconsejada, como dice Aristóteles en el libro tercero de la Ética. Ahora bien, así como el Espíritu Santo, siendo espíritu de fortaleza y de piedad, inspira al hombre este propósito; así también, siendo espíritu de consejo y de ciencia, le da esa deliberación interior.
3) La cita: Examinad si el espíritu viene de Dios tampoco viene al caso. Ese examen es necesario cuando no hay certeza. Por eso dice la glosa comentando aquello de la epístola a los tesalonicenses (1, 5, 20): Examinad todas las cosas: "Las cosas ciertas no necesitan discusión". Aquellos a quienes compete admitir a otros en la religión, pueden ignorar qué espíritu mueve a éstos a abrazar ese estado: si el deseo de la perfección espiritual o, como sucede a veces, para espiar e intrigar. Pueden asimismo dudar de su aptitud para el estado religioso. Por eso tanto las leyes eclesiásticas, como las constituciones religiosas, mandan a los superiores probar a aquellos a quienes deben recibir. Pero a los mismos interesados: los que quieren entrar en religión, no les puede caber duda alguna acerca de la intención que llevan. Por eso no tienen necesidad alguna de consultas, sobre todo si están seguros de que no les han de faltar fuerzas corporales. En último caso, a todo el que quiere entrar en religión se le concede un año de prueba para ver si estas fuerzas pueden serles suficientes.
4) Satanás se transforma en ángel de luz y sugiere bienes con la intención de engañar, es verdad. Pero, como dice la glosa comentando esta cita, cuando el diablo engaña los sentidos corporales, mas no puede apartar al alma de la verdadera y recta doctrina que la induce a vivir fielmente, no hay entonces ningún peligro en ingresar a la vida religiosa. Y en el caso de que el demonio, fingiéndose bueno, obrara y hablara como un ángel bueno, no se caería en un error peligroso o funesto, aunque se le haga caso como si realmente fuera bueno. Pero aun suponiendo que el mismo demonio incite a entrar en religión, siendo esto de suyo una obra buena y propia de ángeles buenos, no hay ningún peligro en seguir en este caso su consejo. Eso sí, debemos cuidar de resistirle siempre que nos incite a la soberbia o a otros vicios. En efecto, acontece frecuentemente que Dios se vale de la malicia del demonio para beneficiar a los santos, a quienes prepara sendas coronas si logran vencer siempre; y así Dios burla al demonio por medio de sus Santos.
Con todo se debe advertir que si el diablo -y aun un hombre- sugiere a alguien entrar en religión para emprender en ella el seguimiento de Cristo, tal sugestión no tiene eficacia alguna si no es atraído interiormente por Dios. En efecto, dice San Agustín en el Libro de la Predestinación de los Santos, que todos los santos son enseñados por Dios, no porque de hecho todos lleguen a Cristo, sino porque no se puede llegar por otro camino. Por consiguiente sea quien fuese el que sugiere el propósito de entrar en religión, siempre este propósito viene de Dios.
5) Dicen: se debe pedir consejo especialmente ante aquellas empresas que pueden tener un mal resultado. Aquí hay que hacer una distinción. En efecto, el mal resultado puede provenir de parte de la cosa misma en cuya empresa se corre peligro, o de parte del hombre que la emprende. Si el peligro amenaza de parte de la cosa que se ha emprender, en el caso de que esto suceda con frecuencia, es necesario deliberar mucho para salvar el peligro o desistir por completo de tal cosa. Pero si el peligro sólo existe en contados casos, no es necesaria una larga deliberación, sino un poco de cuidado y cautela para no caer en él alguna vez que otra. De otro modo no se podría emprender ninguna obra humana, pues, como dice el Eclesiastés (11, 4): Quien anda observando el viento no siembra, y el que atiende a que hay nubes nunca se pondrá a segar. Y los Proverbios (26, 13): Dice el perezoso: hay un león en el camino; está una leona en los desfiladeros. "Muchos -comenta la glosa- cuando oyen palabras de exhortación, dicen que sí quieren comenzar el camino de la santidad, pero que no pueden seguirlo por miedo a Satanás".
Otras veces sucede que la cosa en sí misma es segura, pero tiene malos resultados por la razón de que el hombre cambia de propósito. Con todo, el hecho de que algunos, abandonando su propósito, apostaten de la vida religiosa y se hagan peores que antes, no es motivo para echarnos atrás o diferir el ingreso a la religión con la excusa de una mayor deliberación. De lo contrario, lo mismo habría que decir acerca del acceso a la fe y a los sacramentos, porque -como dice San Pedro- (2, 2 , 21): Mejor les fuera no haber conocido el camino, que después de conocido volverse atrás. Y San Pablo en la Epístola a los Hebreos (10, 29); ?Cuántos más grandes suplicios merece aquel que tuviere por vil la sangre del Testamento y ultrajare al Espíritu de Gracia! Por la misma razón tampoco deberíamos hacer obras de justicia, porque se lee en el Eclesiástico (27, 27): A quien de la justicia se vuelve al pecado, lo destina Dios a la perdición.
6) Concedamos un poco más de atención a la cita de los Hechos: Si este designio u obra viene de Dios, no lo podréis destruir. Y esto porque lo repiten con frecuencia, y porque lleva escondido el veneno de una malicia herética. En efecto, de esta cita interpretada torcidamente los herejes contemporáneos pretenden deducir dos errores: que los cuerpos que se corrompen no fueron hechos por Dios, y que si alguien obtiene de Dios la gracia o la caridad, ya no puede condenarse. Nosotros podríamos agregar otros más por el estilo: si el diablo pecó, no fue creado por Dios; si Judas apostató del colegio apostólico, no fue elegido por Dios; si Simón Mago cayó en la herejía después del bautismo, no fue obra de Dios el que Felipe lo bautizara. A estos argumentos añadamos el tan admirable argumento de todos éstos, tan eficaz como aquéllos: "Si el que entró en religión, sale después de ella, el propósito con que entró no provenía de Dios", o también: "El celo de aquellos que lo indujeron a hacerse religioso no era inspirado por Dios". Contra ellos citemos las palabras de San Agustín en el libro primero contra Juliano, que afirmaba: "La raíz del mal no puede estar en lo que es don de Dios", contra el cual San Agustín: "Saldrá vencedor el maniqueo si no se le resiste a él y también a ti... Por eso la verdad de la fe católica venció al maniqueo, porque te venció a ti". Para que nuestros adversarios sean vencidos junto con los maniqueos, afirmamos: Los designios de Dios nunca se destruyen, según aquello de Isaías (46, 10): Mis resoluciones se sostendrán y todos mis deseos se cumplirán. Y así como por su inmutable designio hace que las cosas corruptibles existan en el tiempo y no en la eternidad; así también da a algunos la justicia por cierto tiempo, pero no les concede el don de la perseverancia, como dice San Agustín en su tratado sobre la Perseverancia. Y así como se derrota a los maniqueos probándoles que las cosas corruptibles son creadas por un inmutable designio de Dios, para que sólo existan cierto tiempo, del mismo modo se derrota a nuestros adversarios probándoles que Dios, en sus designios inmutables, inspira a algunos el propósito de entrar en religión, pero no les concede la gracia de perseverar en ella.
CAPÍTULO XI: OBJECIONES
"Es más meritorio un acto de virtud hecho sin la obligación del voto. Por consiguiente, nadie debe obligarse con voto o juramento a entrar en religión.
Se cita, además, la legislación eclesiástica".
Examinemos ahora las razones con que nuestros adversarios pretenden probar que es ilícito obligarse con voto a entrar en religión.
1) Es mejor hacer actos de virtud sin voto que hacerlos obligados con él. En efecto, dice San Próspero a este propósito en el libro segundo de la Vida Contemplativa: "Debemos abstenernos de carne y ayunar, pero no como si estuviésemos sujetos a una obligación ineludible de ayunar; porque entonces no lo haríamos por devoción, sino contra nuestro agrado y voluntad". Ahora bien, quien hace voto de ayunar, se sujeta a una obligación ineludible de ayunar -y lo mismo dígase de los demás actos de virtud- . No parece, pues, laudable, obligarse con voto a ayunar, a entrar en religión o a cualquier otro acto de virtud.
2) Cuanto más necesaria es una cosa, tanto menos meritoria es. Ahora bien, cuando uno ha hecho ya voto de entrar en religión o de realizar cualquier obra virtuosa, está por ello obligado necesariamente a cumplir lo prometido. Por consiguiente es más laudable y meritorio realizar una obra virtuosa sin obligarse con voto, que obligándose con él.
3) Está vedado expresamente obligarse con voto o juramento a entrar en religión. Así se deduce de una resolución del Concilio de Toledo (que se encuentra en los decretos, dist. XLV, en el capítulo referente a los judíos): "(Los judíos) no han de ser convertidos a la fuerza, sino por propia libertad, para que su justificación sea perfecta; porque así como el hombre usando de su libre albedrío hizo caso a la serpiente y cayó, así también se debe salvar por la fe, respondiendo al llamado de la gracia con el consentimiento de su alma". No han de ser, pues, convertidos a la fuerza, sino con libre voluntad y consentimiento. Todo esto se debería observar con mayor razón tratándose del ingreso a la religión, que es, en realidad, menos necesaria para la salvación. Ahora bien, aquellos que se obligan con juramento o con voto a entrar en religión, no van a ella voluntariamente, sino obligados por una necesidad. Por eso no parece conveniente contraer semejante obligación.
A la misma conclusión lleva un decreto del Papa Urbano (XIX, 9, 2, cap. Duae sunt). En él se dice que aquellos que entran en religión, van a ella por una ley privada inspirada por el Espíritu Santo; y donde está el Espíritu del Señor -dice el Apóstol (2 Co 3, 17)- allí hay libertad. A la libertad se opone la necesidad. Y el voto o el juramento traen consigo esta necesidad. Por tanto, no es conveniente inducir a ciertas almas a obligarse con voto o juramento a entrar en religión.
4) Lo mismo aconseja el resultado experimentado en muchos que habiendo entrado en religión obligados por este voto, no perseveraron en su cumplimiento, sino que vueltos al siglo, desesperados de sí mismos, se entregaron a toda suerte de iniquidades.Y aquí se cumple aquello que el Señor echó en cara a los escribas y fariseos (Mt 23, 15): Andáis girando por mar y tierra a trueque de convertir un gentil; y después de convertido lo hacéis digno del infierno dos veces más que vosotros.
5) Algunos hubo que habiendo hecho este voto, no lo cumplieron; y sin embargo llegaron a ser buenos obispos y arcedianos, lo que no podrían aceptar en virtud del voto hecho.
6) No hay que inducir a nadie a ingresar en religión por los beneficios temporales -mostrándole, por ejemplo, las dignidades que puede tener-. Así lo prescribe un decreto del Papa Bonifacio (I, q. 2, cap. Quam pio): "Nunca hemos leído que los discípulos del Señor, o los convertidos por su predicación, hayan atraído a algunos al culto de Dios por medio de dádivas".
7) Es una falta de fidelidad obligarse sin experiencia alguna a las gravosas cargas de la vida religiosa: a levantarse temprano, a pesadas vigilias, ayunos, disciplinas y a otras asperezas parecidas; para ser luego conducidos a ellas como buey al sacrificio. Y así, por no cumplir lo prometido, se han tendido a sí mismos un lazo para la muerte eterna.
8) Es además, ilícito contraer tal obligación, como que va contra un decreto de Inocencio IV, en el que se manda conceder un año de prueba a los que quieren entrar en religión y prohíbe atarse con votos religiosos antes de los catorce años; lo cual está de acuerdo con las reglas de San Benito, en las que se concede un año de prueba a los recién convertidos a la fe.
9) Es particularmente ilícito que los niños no llegados aún a la pubertad se obliguen con voto a entrar en religión. En efecto, es ilícito atarse con una obligación que puede ser justamente anulada por otro. Ahora bien, si un impúber se obliga con voto a entrar en religión, pueden sus padres o tutores impedírselo, según un decreto (XX, 9, 2 ): "Si una niña recibiese el santo velo antes de los doce años, por propia voluntad; pueden sus padres o tutores anular al momento ese acto, si así lo quisieren". Por lo tanto no es permitido a los impúberes obligarse con voto o juramento a entrar en religión.
10) Quien no ha llegado aún a la pubertad aunque sea capaz de dolo; no puede obligarse a entrar en religión. En efecto, una glosa de Bernardo sobre el decreto de Inocencio III De los regulares y los que entran en religión, dice: Si se sabe ya que estos menores no tienen aún los trece o catorce años, puede sobrevenir esta duda: tal vez sean capaces de dolo; y en este caso la malicia supliría la edad: lo que vale también para el matrimonio (extrav. de desponsatione impuberum, cap. A nobis y cap. Tuae), lo cual se aplicaría también aquí; pues así como pudieron ligarse al demonio, así también pueden obligarse al servicio de Dios. Pero el Papa (Inocencio III) responde que éstos pueden ser recibidos por los obispos y tener cargos en sus diócesis. Lo cual quiere decir que no pueden obligarse con voto antes de los catorce años.
Hugucio, en cambio, decía que sí quedan obligados los que son capaces de dolo; y puesto que pueden ligarse al diablo, deben también cumplir el voto haciéndose monjes. Y en realidad Inocencio III fue de la misma opinión, puesto que en el citado decreto dice que si la malicia suplía la falta de edad, estaba obligado a entrar en religión, como consta en el original. Pero esto no vale para nuestro tiempo; tanto que Raimundo y Godofredo afirman los mismos en sus respectivas sumas.
11) Los niños antes de los catorce años no pueden ligarse con juramento (Decretos, XXII, quaest. 5, cap. Pueri y cap. Honestum). Por la misma razón no pueden obligarse con voto a entrar en religión antes de los catorce años.
12) La palabra religión viene de las palabras latinas religare, volverse a atar, o reeligere, volver a elegir, según dice San Agustín en el libro décimo de La Ciudad de Dios. De ahí se concluye que los niños que no están ligados no pueden re-ligarse y los que no han elegido no pueden re-elegir por el ingreso en religión.
De todos estos argumentos concluyen: desdichados e insensatos aquellos niños que entran o se obligan con voto a entrar en religión.
CAPÍTULO XII: MAYOR MÉRITO DE UNA OBRA BUENA REALIZADA EN VIRTUD DE UN VOTO
El mayor o menor mérito de una obra depende del mayor o menor afianzamiento de la voluntad en el bien. Ahora bien, el voto afirma más a la voluntad en el bien (en el propósito de ser más perfecto). Luego es lícito obligarse con voto a entrar en religión cuando por el momento no se lo puede hacer. Y así ya de algún modo adquiere el mérito de la acción futura.
Para que podamos ver claramente qué hay de verdad en cada una de las objeciones propuestas, hay que examinarlas con orden comenzando por lo más general hasta lo particular.
a) El voto hace más meritoria a la acción virtuosa.
En un primer punto hay que averiguar si es verdad aquello que afirman; que es más meritorio un acto de virtud hecho sin la obligación que impone el voto, que el hecho con esta obligación. Y aunque hayamos hablado ya largamente sobre el particular en otro libro sobre la perfección, con todo no será ocioso repetir aquí algunos conceptos.
Por lo tanto, en este primer punto hay que considerar lo siguiente: el mayor o menor mérito de una obra depende de su raíz, que es la voluntad; por consiguiente, tanto más meritoria será la obra exterior, cuando mejor sea la voluntad de que procede. Ahora bien, una de las condiciones que se requieren para que la voluntad sea buena, es que ésta sea firme y estable. Por eso se suele citar para censurar a los perezosos aquellos de los Proverbios (13, 4): El perezoso quiere y no quiere. Por consiguiente, tanto más laudable y meritoria será la obra externa, cuanto más firme esté la voluntad en el bien.
Por eso dice el Apóstol (1 Co 15, 58): Sed firmes y constantes. Según Aristóteles la virtud requiere un obrar constante y estable; y los jurisconsultos definen la justicia: "Una perpetua y constante voluntad". Por el contrario, tanto más detestable es el pecado cuanto más obstinada en el mal esté la voluntad humana: de ahí que se ponga a la obstinación, entre los pecados contra el Espíritu Santo.
Pues bien, es evidente que la voluntad adquiere para realizar algo por medio del juramento; por eso decía el Salmista (118, 106): Juré y sostengo observar los decretos de tu justicia. También por el voto que es una promesa. Y quien promete hacer algo, reafirma su propósito de realizarlo.
Concluimos: un acto de virtud es más laudable y meritorio si es realizado por una voluntad afianzada por el voto.
Esto también se prueba por el modo de obrar de los hombres. En efecto, siendo tan voluble la voluntad humana, no damos crédito a las palabras de los hombres que nos quieren hacer algo, si no las confirman -según la costumbre establecida- con su promesa; aun más: si no corrobora su promesa con algunas prendas proporcionadas. Ahora bien, cada uno se debe más a sí mismo que al prójimo, especialmente en lo que se refiere a la salud espiritual, como se lee en el Eclesiástico (30, 24): Apiádate de tu alma y agrada a Dios. Pero a causa de lo mudable que es su voluntad, puede el hombre dejar de cumplir lo que se había propuesto, por ceder a la utilidad temporal de otro. Por eso, si es útil dar las suficientes seguridades al prójimo, confirmando la promesa con juramento, prendas y otras garantías; mucho más laudable será asegurarse a sí mismo, procurando confirmar con voto, juramento, o de cualquier otra manera, la buena resolución tomada. Por eso dice San Agustín en su carta a Paulina y Armentario: "Puesto que has hecho el voto, estás obligado a cumplirlo: no te es lícito hacer otra cosa". Y más adelante: "Sin embargo no te arrepientas de haberlo hecho, sino más bien alégrate de no poder hacer aquello que, de serte permitido, sería en daño tuyo".
Un segundo punto a considerar es que el acto de una virtud de orden inferior llega a ser más digna de estima y mérito cuando se ordena a una virtud superior: un acto de abstinencia, por ejemplo, cuando se ordena a la caridad; y con más razón aun cuando se ordena a la latría, que es más excelente que la abstinencia. Ahora bien, el voto es un acto de latría, puesto que por él prometemos a Dios aquello que se relaciona con el culto divino, como se lee en Isaías (19, 21): En aquel día el Señor será conocido de Egipto y honraránle con hostias y ofrendas, y harán votos al Señor y los cumplirán. El ayuno será pues, más laudable y meritorio si se hace en virtud de un voto. Por eso se aconseja, o se manda en el Salmo (75, 12): Ofreced y cumplid votos al Señor Dios vuestro. Si el voto no hiciera mejor a la obra buena, este consejo u orden sería inútil.
b) Es lícito y laudable hacer voto de entrar en religión si por el momento no se lo puede hacer.
Sentado esto, se presenta la tercera cuestión: A ver si es lícito obligarse con voto a entrar en religión, o si, por el contrario, es un error.
Si es cosa virtuosa abrazar el estado religioso; y si, por otra parte, el realizar actos de virtud obligados por un voto, es de mayor mérito: dignos de elogios serán también aquellos que no pudiendo por el momento entrar en religión, se obligan con voto a entrar luego. A no ser que se afirme, siguiendo a Vigilancio, que la vida seglar y la vida religiosa son lo mismo; o con menos juicio aún, se caiga en el error de sostener que el estado de aquellas órdenes aprobadas por la Iglesia no es el estado propicio para la salvación; en lo cual superan la herejía de Vigilancio, no sólo por inutilizar los consejos de Cristo, sino por descartarlos completamente; por ir contra las leyes de la Iglesia, que es ya caer en el cisma.
Y bien, si son dignos de alabanza y movidos por el espíritu de Dios aquellos que se obligan con voto a entrar en religión, con igual razón son también dignos de alabanza quienes los induzcan a abrazar ese estado. De este modo cooperan con el Espíritu Santo, ya que con su ministerio exterior los exhortan a llevar a cabo aquello que el Espíritu Santo les inspira interiormente. Somos ayudadores de Dios (1 Co 3, 9) trabajando desde afuera.
Visto lo pernicioso que es afirmar lo contrario con respecto a lo que sobrepasan los años de la pubertad, pasemos a considerar si los niños o niñas que no han pasado estos años pueden obligarse con voto a entrar en religión.
Hay que distinguir aquí dos clases de votos: simple y solemne. El voto simple consiste en la sola promesa. El voto solemne añade a la promesa una manifestación externa, a saber: cuando el hombre se ofrece actualmente a Dios, ya recibiendo una orden sagrada, ya profesando en una determinada orden religiosa en manos del prelado, circunstancias que solemnizan el voto; ya, en fin, recibiendo el hábito de los profesos, lo que equivale a una profesión.
Ambos votos producen con relación al matrimonio efectos diversos. Hecho el voto solemne no se puede contraer matrimonio y se anula el ya contraído. El voto simple en cambio, aunque impida contraer matrimonio, no anula el ya contraído.
Con respecto a la vida religiosa tienen también cada uno de estos votos un efecto contrario y diverso. En efecto, el voto solemne, que se hace por una profesión expresa o presunta, constituye al monje o al fraile en una orden cualquiera. El voto simple en cambio no constituye al monje, porque sigue siendo dueño de sus cosas, y aun puede ser marido si contrae matrimonio. Ahora bien, el voto simple consiste en la promesa hecha a Dios, que procede de una deliberación interior; por consiguiente el voto simple tiene una eficacia otorgada por el derecho divino, y que ningún derecho humano puede anular.
Sin embargo esta eficacia del voto simple se puede anular de dos maneras. Una, por falta de deliberación, que es lo que da consistencia a la promesa: por eso no obligan los votos de los furiosos y otros dementes (extrav. de regul. et transeuntibus ad religionem., cap. Sicut tenor), como tampoco los de aquellos niños incapaces de dolo que no han llegado al debido uso de la razón -en unos más tardos que en otros-, según las disposiciones naturales: que para esto no se puede fijar una edad determinada.
La otra manera de anular esta eficacia se da cuando el que hace el voto no es libre. Si un siervo, por ejemplo, hiciera voto de entrar en religión, este voto tendría eficacia en cuanto al siervo si tiene uso de razón en el caso de que el dueño lo consienta. Pero si el dueño se opone, el siervo puede revocarlo sin falta alguna según lo autoriza un decreto (Dis. XLIV, cap. Si servus): "Si un siervo llegara a ordenarse sin que lo sepa su amo, puede éste en el término de un año probar que el siervo es posesión suya y recobrar sus derechos sobre él". Y como el niño y la niña antes de los años de la pubertad están por derecho natural sometidos a la potestad del padre, puede éste aceptar o anular, si así lo quisiere, los votos que éstos hicieren: y esto por derecho divino. En efecto, se lee en Números (30, 4): Si una mujer que todavía está en casa de su padre, siendo de menor edad, hace algún voto y se obliga con juramento; si su padre sabe el voto que hizo y el juramento con que ligó su conciencia, y calla, queda obligada con el voto; y cuanto prometió y juró, tanto podrá por obra. Pero si el padre, luego que lo entendió contradijo, serán inválidos así los votos como los juramentos, ni quedará obligada a la promesa, porque se opuso su padre. Síguese de allí que la niña, y por consiguiente también el niño, que no han llegado aún a la pubertad, pueden, en cuanto sean capaces, obligarse con voto, a no ser que la falta de uso de razón se lo anule, según hemos dicho ya. Pero como están sujetos a la potestad de otros, puede su padre anular el voto, lo que se prueba también por lo que se añade con respecto a la mujer adulta (Nm 30, 7), cuyo marido puede invalidar el voto que ésta hubiere hecho. Y aunque el derecho positivo no pueda determinar en qué momento comienza el hombre a tener uso de razón para poder desde ese momento consagrarse a Dios, puede sin embargo establecer un determinado tiempo durante el cual debe una persona estar sujeta o ligada a otra. En la mujer este tiempo se fija hasta los doce años cumplidos, y en el varón hasta los catorce cumplidos, porque ésta es la edad que la costumbre ha fijado para la pubertad.
En resumen: en cuanto al voto simple como el que se obliga uno a entrar en religión, puede uno obligarse con él en cuanto esté en su poder, antes de cumplir los años de la pubertad, siempre que sea en esa edad capaz de dolo, y tenga además el suficiente uso de razón como para darse cuenta de lo que hace. Con todo puede el padre o el tutor que está en lugar del padre, anular este voto.
En cuanto al voto solemne que se realiza por la profesión tácita o expresa, y requiere ciertas solemnidades exteriores conforme a las reglamentaciones eclesiásticas -y lo mismo dígase de la solemnidad del orden sagrado- se exige, según lo prescriben las leyes de la Iglesia, que se hayan cumplido los años de la pubertad, a saber: en el varón los catorce años y en la mujer los doce. La profesión hecha antes de esa edad, sea o no el sujeto capaz de dolo, no constituye monje al que profesó ni tampoco en fraile en ninguna orden. Esta es la doctrina común de la Iglesia, no obstante lo que -según se dice- enseñe en contrario Inocencio III.
CAPÍTULO XIII: RESPUESTA A LAS OBJECIONES DEL CAPÍTULO XI
Con estas nociones será tarea fácil refutar las objeciones.
1) Las palabras de Próspero: "Debemos ayunar no como si estuviésemos sujetos a una necesidad de ayunar" se refieren a una necesidad de coacción, contraria al acto voluntario. Por eso añade: "Porque entonces no lo haríamos por devoción, sino contra nuestro agrado y voluntad". No habla pues la necesidad que impone el voto, la cual no hace sino aumentar la devoción, que se llama así de devoveo: consagrarse con voto.
2) El que lo necesario sea menos meritorio ha de entenderse de aquella necesidad impuesta contra la propia voluntad. Pero cuando uno se impone a sí mismo la necesidad de hacer el bien, obra con mucho más mérito, puesto que en cierta manera se hace esclavo de la justicia, como lo advierte San Pablo escribiendo a los romanos (6, 19). Por eso dice San Agustín en su carta a Paulina y Armentario: "?Feliz necesidad la que nos obliga a lo más perfecto!".
3) La cita acerca de los judíos que deben ser convertidos sin violentarlos, evidentemente no viene al caso. El consolidar la voluntad en el bien no equivale a quitar la libertad, si no ni Dios ni los bienaventurados tendrían una voluntad libre. A la libertad se opone la necesidad de coacción causada por la violencia o el miedo. A esto se refiere el canon acerca de los judíos cuando manda expresamente: "Manda el Santo Sínodo que no se fuerce a nadie para que crea". Ahora bien, por el voto o el juramento no se violenta al hombre, sino que por medio de ellos la voluntad se consolida en el bien. Ellos no convierten al hombre en un forzado, sino que hacen a su voluntad más decidida, empezando ya en cierta manera a obrar en cuanto se obliga a ello. Según eso, ninguna persona que está en sus cabales va a decir que es ilícito inducir a los judíos a que libremente se obliguen con voto o juramento a recibir el bautismo.
4) La objeción de que algunos de los que se obligan con voto o juramento a entrar en religión se vuelven atrás, se abandonan a la desesperación, se entregan a toda clase de pecados, haciéndose así dignos del infierno dos veces más que aquellos que lo indujeron a hacer ese voto, se refuta con aquellas palabras de San Pablo (Rm 3, 3): La infidelidad de aquellos que no han creído ¿frustrará por ventura la fidelidad de Dios? Esto nos advierte que no es razón suficiente para prejuzgar mal de aquellos que perseveran en el bien, el hecho de que algunos abusen de ese bien. Una glosa comenta el pasaje citado diciendo que por el hecho de haber rechazado la fe algunos judíos, no se debe prejuzgar a los demás como indignos de alcanzar lo que Dios prometió a los que fueran fieles. Del mismo modo, el que algunos hayan hecho voto o juramento de entrar en religión y se arrepienten luego y se hagan peores, no es razón para pensar mal de los que perseveran en su buen propósito. Ni tampoco los que los mueven a entrar en religión tienen la intención de hacerlos con ello dignos del infierno, sino hijos del reino, siendo por otro lado más numerosos los que progresan cumpliendo el voto, que aquellos que fracasan por quebrantarlo. A no ser -Dios no lo permita- que con sus malos ejemplos los inciten al pecado, como comentan San Jerónimo y San Juan Crisóstomo.
Al parecer se podría citar en apoyo de esta razón lo que San Pablo escribe a Timoteo (1, 5, 11): Viudas jóvenes no las admitas. E indica en seguida el motivo: Teniendo su sentencia de condenación, por cuanto violaron la primera fe por la cual habían prometido a Dios guardar continencia. Pero, como dice San Jerónimo en su carta a Ageruquia sobre la monogamia, a causa de aquellas que han fornicado injuriando a Cristo, su Esposo, quiere el Apóstol un segundo matrimonio prefiriendo la bigamia a la fornicación; y esto por condescendencia, no por mandato, puesto que mucho más tolerable es ser bígama que una libertina; tener un segundo marido que tener muchos maridos en el adulterio. No quiere pues el Apóstol prohibir absolutamente a las viudas jóvenes que hagan voto de continencia, puesto que escribiendo a los corintios dice (1, 7, 8): Bueno les es si permanecen así en la viudez. Lo que prohíbe es que sean recibidas para el servicio de la Iglesia aquellas que viven en la licencia. Por eso dice: Viudas jóvenes no las admitas, pues cuando se han regalado a costa de Cristo, quieren casarse.
5) La objeción de que algunos, después de haber hecho voto de entrar en religión, se han quedado en el mundo y fueron después buenos obispos, va manifiestamente contra la verdad, como se ve por un decreto de Inocencio que trata del voto y de la dispensa del voto y dice: "Nos enteraste por tu carta que habías hecho solemnemente en la Iglesia de Grenoble el voto de recibir el hábito religioso, y que habías prometido en manos de su prelado cumplir el voto antes de los dos meses después que volvieras de la Sede Apostólica. Pues bien, ya ha pasado ese plazo y no has cumplido lo prometido. A pesar de eso y de haber quebrantado el voto has sido designado para gobernar la diócesis de Ginebra". Y más adelante: "Por tanto -recibida tu explicación-, te aconsejamos que renuncies el gobierno de dicha Iglesia y cumplas los votos hechos al Altísimo". De ahí se deduce claramente que no pueden en conciencia ser elegidos obispos o arcedianos los que hicieron voto de entrar en religión. Y si aceptaran no serían buenos obispos ni buenos arcedianos por cuanto quebrantaron su voto.
6) Decían: no hay que atraer a nadie al culto de Dios con la esperanza de los beneficios temporales. Esta objeción se refuta con el mismo capítulo que citan. Después de dicha cita se lee: "A no ser que algunos se encarguen de alimentar en común a los pobres, a ninguno de los cuales, sea cual fuere su profesión se le negará el sustento". Lo cual demuestra que no hay razón alguna para censurar a aquellos que procuran fondos a los escolares pobres y los alimentan durante su estudio para que sean después religiosos más capaces. Ni aun sería ilícito ganarse la confianza de algunos concediéndoles beneficios temporales con el fin de elevarlos a mayor perfección. Sería ilícito en el caso de que intervenga algún pacto o convenio. Por eso se añade en el mismo capítulo: "Con tal que no haya de por medio ningún pacto y que cese todo convenio". De otra manera, si no estuviera permitido atraer a uno a los bienes espirituales por medio de los temporales, sería igualmente ilícito distribuir ciertos estipendios, como se hace en algunas Iglesias, a los que asisten al oficio divino.
7) La objeción de que va contra la fidelidad inducir a los jóvenes a tomar sobre sí cargas pesadas como ayunos, vigilias y otras semejantes, contiene un error manifiesto. En efecto, cuando alguien es recibido o se obliga a entrar en religión, se le entera desde el comienzo de todas aquellas cargas que pueden serle pesadas.
Tampoco se falta contra la fidelidad si al atraer a alguno a una orden cuyas austeridades sean manifiestas, se le prometen los consuelos espirituales al ejemplo del Señor, que decía (Mt 11, 29): Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis reposo para vuestras almas. Las austeridades corporales están significadas en estas frases por la palabra yugo y los consuelos espirituales en el descanso prometido. A propósito de esto dice San Agustín (Libro de las Palabras del Señor): "Los que con rostro sereno cargaron con el yugo del Señor afrontan tan grandes pruebas que parecen más bien haber sido llamados del reposo al trabajo que no del trabajo al reposo. Pero ciertamente está con ellos el Espíritu Santo quien derramando sobre ellos las delicias divinas con la esperanza de la futura felicidad, les suaviza todas las austeridades presentes y les alivia todas sus dificultades y trabajos. Demuestran pues, entender muy poco de delicias espirituales los que toman por unos ilusos a quienes se imponen por amor de Cristo toda clase de trabajos corporales".
8) El decreto del Papa Inocencio no viene al caso, puesto que se refiere al voto solemne emitido por la profesión, no al voto simple, por medio del cual uno se obliga por devoción a la vida religiosa.
9) El que puedan los padres anular el voto de sus hijos no llegados a la pubertad no prueba nada. No es necesariamente ilícito todo aquello que puede ser revocado. De otra manera habría que decir que pecan los menores de veinticinco años cuando obran en contra de sus intereses, puesto que más tarde tendrán todos sus derechos. Por lo tanto no pecan los niños que hacen voto de entrar en religión, o aun que reciben el hábito religioso antes de la pubertad sin el consentimiento de los padres, aunque pueden éstos desautorizarlos. Si esto fuera pecado, lo prohibirían aquellos cánones que dan a los padres la facultad de anular los votos.
10) Las citas del comentario a los decretos y de las sumas de los juristas no tienen nada que ver con el asunto, porque tratan del voto solemne que constituye en monje o profeso en una orden religiosa. Sobre este punto hubo muchas discusiones entre los doctores en derecho canónico. Amén de que es ridículo y fuera de lugar que los profesores de doctrina sagrada citen como autoridad las pequeñas glosas de los juristas, y las discutan.
11) No viene al caso. Los cánones no prohíben a los niños jurar, sino que se les obligue a jurar.
12) Es falso lo que dicen. Los niños se han ligado por la profesión de fe cristiana que eligieron sacramentalmente en el bautismo. Por consiguiente pueden ligarse y elegir de nuevo el estado de perfección. Pero hay otra razón para tacharlo de falso: en el mismo sacramento del bautismo los niños abrazan la religión cristiana y por una nueva elección se re-ligan a Dios, de quien fueron separados por el pecado de los primeros padres.
Finalmente, esa sacrílega conclusión que tacha de necios a los niños, no puede ser soportada por oídos piadosos. ¿Quién puede tachar de necio al niño Benito, que dejando la casa y hacienda paterna y deseando servir únicamente a Dios, marchó al desierto para abrazar un estado de santidad? ¿Quién si no un hereje, se mofará de San Juan Bautista, de quién se lee (Lc 1, 80): El niño crecía y se fortalecía en espíritu; habitó en los desiertos hasta el tiempo en que debía darse a conocer a Israel?
Con tales insultos descubren a las claras su naturaleza animal, llamando estupidez lo que viene del espíritu de Dios, del cual dice San Ambrosio en su comentario a San Lucas que "no es limitado por la edad; no se extingue con la muerte, ni es excluido del seno materno". Y San Gregorio en la Homilía de Pentecostés: "El cual llena a un niño que toca la cítara, y hace de él un Salmista; llena a un pastor de ganado que arranca sicomoros y lo hace en profeta; llena a un niño abstinente y lo hace juez de viejos; llena a un pescador y lo hace un predicador; llena a un perseguidor y lo hace doctor de las naciones; llena a un publicano y lo hace evangelista".
Citaré en contra de ellos las palabras del Apóstol (1 Co 3, 18): Si alguno se tiene por sabio según el mundo, hágase necio a fin de ser sabio. Necio según la sabiduría del mundo, que no es sino necedad delante de Dios y no según la sabiduría de Dios, que amonesta a los pequeñuelos diciéndoles: ¿Hasta cuándo niños habéis de amar las niñerías?. . . Convertíos a mis reprensiones: mirad que os comunicaré mi espíritu (Prv 1, 22).
CAPÍTULO XIV: OBJECIONES
"En cuanto a la perfección de la caridad es más perfecto poseer propiedades en común -como en los antiguos monasterios y abadías- que carecer de ellas viviendo de limosna".
Consideremos, en fin, el empeño con que procuran apartar a los hombres de la vida religiosa, rebajando su perfección, sobre todo la de aquellos que no poseen nada en común.
1) Dice San Próspero en su libro sobre la vida contemplativa (XII, q. 1): "Conviene que la Iglesia posea propiedades, y que cada uno renuncie a los bienes propios por amor de la perfección. Los bienes de la Iglesia son comunes, no propios; de ahí que quien desecha sus posesiones y las abandona o las vende al ser puesto al frente de una Iglesia se constituye en el administrador de todos los bienes que posee esa Iglesia. En fin, San Paulino -vosotros lo sabéis mejor que yo-, vendió sus vastas posesiones y repartió el producto entre los pobres. Pero cuando fue nombrado obispo, no dejó de lado los bienes de su Iglesia, sino que los administró con notable fidelidad. Este hecho nos enseña que se debe sí, despreciar los bienes propios para alcanzar la perfección; pero también que se puede disponer de aquellos bienes pertenecientes a la Iglesia (y que son por lo tanto comunes) sin obstáculo alguno para la perfección". De ahí se deduce que el no poseer bienes en común va contra la perfección.
2) Citemos el ejemplo de otros Santos. En efecto, se lee de San Gregorio que construyó con su patrimonio un monasterio dentro de los muros de Roma y seis en Sicilia. También de San Benito, admirable formador de monjes, recibió vastas posesiones para su monasterio. Estos esclarecidos varones, imitadores de la perfección evangélica, no hubiesen hecho eso si las posesiones en común fueran obstáculo para la perfección apostólica y evangélica. Consecuencia: no pueden tender a una mayor perfección los que carecen de bienes en común.
3) Los Apóstoles, a quienes el Señor había mandado que no poseyeran nada ni llevaran provisiones para el camino, algo poseían en tiempos de necesidad. En efecto, sobre aquel pasaje de San Lucas (12, 36): Pero ahora el que tiene bolsillo llévelo y también alforja, dice la glosa: "Ante el inminente peligro de la vida, y como toda aquella gente perseguía a la vez al pastor y al rebaño les dio una norma de acuerdo con los tiempos, permitiéndoles llevar lo necesario para la vida". Ahora bien, los Apóstoles no eran menos perfectos en tiempos de persecución. Por consiguiente, el poseer bienes en común no disminuye la perfección.
4) Cristo ha instituido el orden de los discípulos, a los que han sucedido los obispos y los clérigos, los cuales poseen bienes. En cambio las órdenes religiosas que viven en la pobreza sin poseer nada, fueron instituidas por otros y más tarde. Ahora bien, es más perfecto lo que fue instituido por Cristo. Por consiguiente, debe ser más perfecto tener posesiones en común que vivir sin ellas.
5) No se puede creer que un estado de perfección instituido por Cristo, hubiese permanecido como dormido desde los tiempos de los Apóstoles hasta nuestros días, en que algunas órdenes comenzaron a vivir sin posesiones en común. De ahí se concluye que el carecer de posesiones comunes no puede entrar en el plan de la perfección evangélica.
6) Si hubo algunos que en tiempos posteriores a los Apóstoles carecieron de posesiones en común, vivían sin embargo de sus trabajos manuales, como hacían los Santos Padres en Egipto. Por consiguiente, aquellos que carecen de posesiones en común y tampoco viven del trabajo de sus manos, parecen distar mucho de la perfección evangélica.
7) Se ha impuesto la renuncia a las riquezas precisamente para dejar de lado toda preocupación por las cosas temporales, según aquello de San Lucas (12, 22): No andéis inquietos en orden a vuestra vida sobre lo que comeréis, ni en orden a vuestro cuerpo sobre qué vestiréis. Asimismo en 1 Co (7, 32): Deseo que viváis sin inquietudes. Ahora bien, aquellos que no poseen nada en común tendrán muchas más preocupaciones en buscarse el sustento, que aquellos que ya lo tienen previsto suficientemente en los fondos comunes. Por consiguiente, el carecer de bienes en común disminuye la perfección evangélica.
8) Esta suerte de religiosos están precisados a entrometerse en las ocupaciones de una cantidad de gente que les proporciona el sustento. Con esto se les multiplican las preocupaciones temporales, contrarias a la perfección evangélica. Esto nos hace creer que el estar privado de posesiones en común va en detrimento de la perfección evangélica.
9) En último caso, es imposible no poseer nada ni en común ni en particular. En efecto, todos tienen que comer, beber, vestirse, lo que no pueden hacer sin poseer nada.
Estos son los argumentos con que pretenden negar la perfección de los que no tienen nada en común.
CAPÍTULO XV: LA POBREZA Y LA PERFECCIÓN DE LA CARIDAD
Es mas perfecto en orden a la caridad carecer aún de propiedades comunes, por cuanto significa una mayor libertad para consagrarse al servicio de Dios y del prójimo. Así lo confirma el ejemplo de Cristo, de los Apóstoles y de los Santos.
a) El ejemplo de Cristo.
Nótese bien ante todo, que todos estos impugnadores de la pobreza van muy en contra, no sólo de la doctrina, sino también de la vida de Cristo, quien constantemente enseñaba de palabra y confirmaba con su ejemplo la práctica de la pobreza. De El dice el Apóstol que siendo rico se hizo pobre por nosotros (2 Co 8, 9). "Abrazó la pobreza -dice la glosa- y no perdió sus riquezas; rico por dentro y pobre por fuera, guardó ocultas sus riquezas y se mostró como hombre en la pobreza". Muy grande es, pues, la dignidad de aquellos que siguen a Cristo en su pobreza. Por eso concluye la glosa: "Nadie que sea pobre en su celda y rico en su conciencia debe avergonzarse de sí mismo. Recorriendo la vida de Cristo desde su comienzo sobre la tierra, vemos que se eligió una madre muy pobrecita; y al elegir un padre más pobre aún, careció de todo dinero. El pesebre te enseña todo esto, como se lee en una instrucción sinodal del Concilio de Éfeso". Y más adelante: "Mira la paupérrima habitación de Aquel que enriquece los Cielos; mira el pesebre del que se sienta sobre los querubines; ve envuelto en pañales Aquel que ciñó con arenas el mar; ve aquí abajo sus pobrezas y contempla allá arriba sus riquezas".
No por sí mismo, afirma San Pablo (2 Co 8, 9), sino por nosotros se hizo pobre. Ahora bien, si el privarse de toda posesión terrena, y aun más el carecer de casa propia, no tuviese ninguna utilidad en orden a la perfección de la vida cristiana; ¿por qué no se eligió, pudiéndolo hacer, una madre que poseyese grandes riquezas, y no nació en una casa de su propiedad?; Avergüéncense, pues, los detractores de aquella pobreza cuya gloria resplandece en la cuna misma de Cristo. Y para que no vayan a creer que en la edad madura abandonó aquella pobreza con que vivió en la infancia, leamos lo que dice de sí mismo: El Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza (Mt 8, 20), como si dijera, según dice San Jerónimo: "¿Por qué quieres seguirme por amor a las riquezas y ganancias de este siglo, si soy tan pobre que no tengo ni un lugarcito donde hospedarme, y la casa en que vivo no es mía?" Asimismo dice San Juan Crisóstomo comentando ese pasaje: "Mira cómo el Señor practica de obras lo que enseñó con palabras. No tenía ni mesa, ni candelabro, ni casa ni nada semejante". Y una pobreza que el Señor aconsejó de palabra y manifestó en sus obras, pertenece a la perfección. Por consiguiente, está dentro de la perfección cristiana el carecer completamente de toda clase de bienes.
Hurgando más, volvemos a encontrar nuevos testimonios de la pobreza de Cristo. Cuando se le exigió el tributo le dijo a Pedro: Ve al mar, tira el anzuelo y coge el primer pez que saliere, y abriéndole la boca hallarás una pieza de cuatro dracmas; tómala y dásela por Mí y por ti. Y San Jerónimo comenta: "El solo conocimiento de este hecho da motivo de edificación a los discípulos, al descubrir en Cristo una pobreza tal que no tenía siquiera con qué pagar el tributo por El y por su Apóstol. Y si alguno arguyera: ¿Acaso Judas no llevaba la bolsa del dinero?, le responderemos: El Señor juzgaba ilícito gastar en provecho propio los haberes de los pobres, dejándonos así un ejemplo". Pues bien, es evidente y ningún cristiano puede ponerlo en duda, que Cristo procedió en todo lo que hacía con la suma perfección. Por consiguiente, al decir: Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dáselo los pobres; ven después y sígueme (Mt 19, 21), nos enseñaba la perfección de la pobreza. En ello está la más alta perfección, según dice San Jerónimo: "La suma perfección consiste, pues, en que a ejemplo de Cristo se desprendan los hombres de todos sus bienes, reservando algo para los pobres, principalmente para aquellos cuyo cuidado más les incumbe, al ejemplo del Señor que alimentaba primero a sus discípulos, hechos pobres por amor suyo, de aquello que le daban".
Entre todo lo que Cristo padeció en su vida mortal, lo que aparece más digno de imitación para los cristianos es el ejemplo de su Cruz venerable: decía el Señor: Si alguno quiere venir detrás de Mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame (Mt 16, 24). Por eso decía San Pablo, como otro crucificado con Cristo, gloriándose únicamente en la Cruz de Cristo: Traigo impresas en mi cuerpo las señales del Señor (Ga 6, 17), por seguir diligentemente el ejemplo de la Cruz.
Entre otros distintivos de la Cruz, se nos presenta la total pobreza con que aparece Cristo; privado de todo lo exterior, hasta de sus vestidos, como se lee en el Salmo (21, 19) refiriéndose a su persona: Se repartieron mis vestidos y echaron suerte sobre mi túnica. Y el medio para seguir esa desnudez de la Cruz es la pobreza voluntaria, principalmente el carecer de toda renta. Por eso dice San Jerónimo al presbítero Paulino: "Oído el consejo del Salvador: Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres; ven después y sígueme, convierte en obra estas palabras, y siguiendo desnudo la Cruz desnuda, subirás con más ligereza y libertad la escala de Jacob". Y luego: "Ninguna grandeza hay en simular o mostrar ayunos con un rostro tristón y lívido, nadar en beneficios de renta y andar luciendo un vil manteo". Evidentemente son enemigos de la Cruz de Cristo todos esos adversarios de la pobreza cuyo gusto está puesto en lo terreno, y que piensan que la perfección necesita de los bienes temporales de tal manera que sin ellos se amengua la perfección.
b) La doctrina de Cristo.
Comprobadas estas verdades en todo el decurso de la vida de Cristo, tanto en su nacimiento como en su vida madura hasta su muerte en la Cruz, pasemos a su doctrina.
Al instruir a sus discípulos y a las turbas juntamente, comienza por la pobreza: Bienaventurados los pobres de espíritu (Mt 5, 3). "Aquellos -comenta San Jerónimo- que son pobres voluntariamente, por virtud del Espíritu Santo". Y San Ambrosio, comentando el lugar (paralelo) de San Lucas: "Los dos evangelistas han puesto la pobreza en la primera bienaventuranza. Realmente es la primera en jerarquía, y como una madre y generadora de las virtudes, pues el que desprecia los bienes del siglo merece los eternos; y no puede merecer el reino celestial el que está dominado por los deseos mundanos". San Basilio explica en qué consiste la pobreza de espíritu: "Bienaventurado el pobre por ser discípulo de Cristo que por nosotros abrazó la pobreza; puesto que cuanto hizo el Señor en orden a la felicidad, se presenta como un ejemplo para sus discípulos". Y nunca hemos leído que el Señor tuviera posesión alguna. Por consiguiente no va en desmedro, sino más bien en aumento de la felicidad, la pobreza de aquellos que voluntariamente han renunciado a sus bienes por amor de Cristo.
Una vez elegidos los doce Apóstoles, cuando los envía a predicar y les concede poder para hacer milagros, entre otros consejos útiles para su vida les inculca en primer lugar, la doctrina de la pobreza: No llevéis oro ni plata ni dinero alguno en vuestros cintos, ni alforja para el viaje (Mt 10, 9). Eusebio de Cesarea comenta: "Les prohibía poseer oro o plata o dinero, sabiendo de antemano lo que había de suceder. Preveía en efecto, que aquellos que fueran sanados, o librados de enfermedades incurables por medio de los discípulos, instarían a éstos a recibir en pago todos sus bienes... Juzgó, pues, conveniente que aquellos que estaban animados por la esperanza del reino de Dios, despreciaran lo terreno; de modo que habiendo recibido las riquezas celestiales, no tomaran como cosa digna de sí ni el oro, ni la plata, ni las posesiones, ni tantas otras cosas que estiman los mortales. Y mientras los hacía soldados del reino de Dios les inculcaba la práctica de la pobreza, pues quien está consagrado al servicio de Dios, se desentiende de las preocupaciones de este mundo, a fin de agradar a Dios". Comentando el mismo lugar dice San Jerónimo: "El que había quitado del todo (en la cita anterior) las riquezas, del mismo modo quita hasta lo necesario para la vida a fin de que los Apóstoles, propagadores de la verdadera religión, a quienes había enseñado que la Providencia de Dios gobierna todas las cosas, demostraran que para nada les inquietaba el mañana". Sobre el mismo pasaje dice San Juan Crisóstomo: "Por ese precepto el Señor en primer lugar libra a sus discípulos de toda esclavitud; en segundo lugar los independiza de toda preocupación, de modo que puedan dedicar a la palabra de Dios todo el tiempo libre; por último, les enseña su virtud. Los preceptos evangélicos nos describen así al que evangeliza el reino de Dios: uno que no busca la ayuda del siglo y que, dedicado totalmente a trabajar por su fe, está convencido de que cuanto menos se preocupe por estos auxilios, tanto más abundará en ellos", como dice San Ambrosio comentando el pasaje paralelo de San Lucas.
Ahora bien, es indudable que si los Apóstoles hubiesen aceptado posesiones se hubiesen hecho mucho más sospechosos de predicar en provecho propio que si poseyesen oro o plata. Andarían además con grandes preocupaciones por el cultivo de sus campos, puesto que muchos más serían los gastos y cuidados en las posesiones de campos y viñas, que si poseyesen bienes muebles. De todo esto se deduce que los Apóstoles tenían prohibido poseer campos, viñedos u otra clase de bienes inmuebles. ¿Y quién puede decir sin herejía que aquella primera instrucción que Cristo dio a sus discípulos rebajaba la perfección evangélica? Yerran, pues, en doctrina de fe al decir que son menos perfectos los que carecen de posesiones en común.
c) El ejemplo y doctrina de los Apóstoles.
Pasemos a considerar ahora cómo observaron los Apóstoles estos preceptos, ya que, como dice San Agustín en su obra Contra la Mentira, las Sagradas Escrituras contienen no sólo los preceptos divinos, sino también relatan la vida y los hechos de los justos, para que de este modo, si hubiese alguna duda acerca de la interpretación de uno de estos preceptos, el modo de obrar de los justos nos saque de ella. Y bien; que los Apóstoles no poseían ningún bien temporal, ni llevaban provisiones para el viaje antes de la Pasión, consta claramente en aquel pasaje de San Lucas (22, 35) en el que el Señor dice a sus discípulos: En aquel tiempo en que os envié sin bolsillo, sin alforja y sin zapatos ¿por ventura, os faltó alguna cosa? Nada, respondieron ellos. Pero después añade: Mas ahora, prosiguió Jesús, el que tiene bolsillo llévelo, y también alforja. De ahí podría deducir alguno que anulaba totalmente los preceptos dados anteriormente. Pero esta anulación debe entenderse con respecto a las personas de los Apóstoles, sólo para el tiempo de inminente persecución. Así lo explica San Beda: "No les da a sus discípulos la misma norma de vida para tiempos de persecución que para tiempos de paz. Cuando envió a sus discípulos a predicar, les prohibió llevar provisiones para el viaje, queriendo con ello que quienes predican el Evangelio vivan del Evangelio. Pero cuando amenazaba peligro de muerte, cuando toda una nación se conjuraba contra el Pastor y su rebaño, les prescribe una norma de vida acomodada a los tiempos, permitiéndoles llevar lo necesario para la vida hasta que, aplacado el furor de los perseguidores, se vuelva a predicar en paz el Evangelio. Esto nos da ejemplo de que cuando urge una causa justa, podemos sin pecado de nuestra parte, templar un poco el rigor de nuestras resoluciones". De ahí que para cumplir a perfección la doctrina del Evangelio, es necesario privarse de toda propiedad terrena.
También consta claramente qué conducta observaron y enseñaron a observar los Apóstoles después de la Pasión, en aquel pasaje de los Hechos (4, 32): Toda la multitud de los fieles tenía un mismo corazón y una misma alma; ni había entre ellos quien considerase como suyo lo que poseía, sino que tenían las cosas en común. Alguno pensará por ello que tenían propiedades: viñedos, campos, por ejemplo. El texto siguiente (vers. 34) excluye esta suposición: Los que tenían posesiones o casas, las vendían, traían el precio de ellas y las ponían a los pies de los Apóstoles.
Como se ve, la observancia de la vida evangélica consiste en poseer en común lo necesario para la vida, renunciando los propietarios completamente a sus posesiones. Que sea esto necesario para una mayor perfección, se prueba por aquello que dice San Agustín en su libro De la Doctrina Cristiana: "Aquellos judíos que creyeron y constituyeron la primera Iglesia de Jerusalén, nos muestran a las claras cuán útil es estar sometidos a un pedagogo, esto es, a la ley. Tan dóciles fueron al Espíritu Santo, que vendían todos sus bienes y ponían su producto a los pies de los Apóstoles para que los distribuyeran entre los pobres. Nunca -añade poco después- se ha escrito de ninguna religión pagana que hiciera lo mismo, pues no se encontró gente tan bien dispuesta entre aquellos que adoraban como dioses a estatuas hecha por ellos mismos".
d) La primitiva observancia y las posteriores necesidades de la Iglesia.
Aquí sale al paso una nueva objeción: el Papa Melquíades propone, al parecer, una razón muy diversa para explicar este hecho (12, q. 1). Dice en efecto: "Los Apóstoles habían previsto que la Iglesia se establecería en países paganos. Por eso en Judea no aceptaron propiedades, sino tan sólo dinero para socorrer a los necesitados. Pero habiendo crecido la Iglesia a pesar de las tempestades y adversidades del mundo, llegó al punto de que no sólo los gentiles, sino también los príncipes romanos que dominaban el mundo entero se acercaban a la fe de Cristo y pedían el bautismo. El primero de ellos fue Constantino, varón religiosísimo; quien permitió no sólo hacerse cristiano, sino también construir Iglesias, y ordenó que se le concediesen posesiones". Y el Papa Urbano (en el capítulo siguiente): "Los sumos pontífices, los levitas y demás fieles, vieron que resultaba mayor utilidad de confiar a los obispos que presidían las Iglesias aquellas heredades y campos que se vendían. En efecto, con las rentas producidas se podrían atender a obras más numerosas e importantes en favor de los fieles, que las que permitieran atender el precio de la venta. Y esto tanto para los tiempos presentes como para los venideros. A raíz de esto comenzaron a poner en manos de las Iglesias aquellos campos y bienes que antes solían vender, y a vivir de sus rentas".
De estas dos citas parece desprenderse que mejor que tener bienes muebles para atender a la subsistencia, es tener posesiones en común; y además, que en la primitiva Iglesia se vendían las propiedades, no precisamente porque esto fuera mejor, sino porque los Apóstoles veían que la Iglesia no había de durar mucho en Judea, parte por la infidelidad de los judíos, parte por la ruina que los amenazaba.
Quien considere rectamente estas citas verá que no contrarían en nada a lo que venimos diciendo. En efecto, la Iglesia en sus primeros tiempos tuvo en todos sus miembros aquella perfección que más tarde sólo se hallaría en unos pocos, porque la gracia, lo mismo que la naturaleza, debió comenzar por los perfectos. Por eso los Apóstoles, teniendo en cuenta este estado de los fieles, establecieron un estado de vida favorable a la perfección. A este hecho se refiere San Jerónimo en su libro sobre los Hombres ilustres: "Nos consta que la primitiva Iglesia de los cristianos era tal cual se proponen y quieren ser los monjes de nuestro tiempo: nadie tiene nada como propio; no hay ricos ni pobres: reparten su patrimonio entre los pobres y ellos se dan a la oración, al rezo de los salmos, al estudio y a la continencia". Semejante género de vida tan apto para la perfección era el que practicaban aquellos primeros creyentes, no sólo en Judea en tiempo de los Apóstoles, sino también en Egipto en tiempo del Evangelista San Marcos, según consta por San Jerónimo en la citada obra y por el libro segundo de la Historia Eclesiástica. Con el correr de los tiempos habían de entrar en la Iglesia muchos que se apartarían de esa perfección, lo cual no sucedería antes de la ruina de los judíos, sino cuando la Iglesia se multiplicara entre los paganos. Una vez acontecido esto, los prelados de las Iglesias juzgaron conveniente conferir a las mismas campos y propiedades, no a causa de los más perfectos, sino a causa de los más débiles que no llegarían a la perfección de los primeros cristianos. Sin embargo, hubo más tarde algunos imitadores de esa primitiva perfección que, viviendo en comunidad, carecían de esa clase de propiedades, como lo hicieron muchas comunidades de monjes en Egipto.
San Gregorio narra en el libro tercero de sus Diálogos el caso de un monje llamado Isaac que llegó a Italia proveniente de Siria, donde practicó aquella forma de perfección que había aprendido en Oriente. Con frecuencia sus discípulos le insinuaban humildemente que aceptara para el uso del monasterio las posesiones que le ofrecían; pero él, solícito guardián de su pobreza, permanecía firme en su propósito, contestándoles: "El monje que busca dominios en la tierra no es monje". Con estas palabras no se refería a la adquisición de propiedades particulares; no le ofrecían posesiones para él, sino para las necesidades del monasterio. Tampoco quería decir con ello que los monjes que tienen propiedades en común están completamente alejados de la perfección. Solamente advertía el peligro de quebrantar la pobreza, peligro que amenazaba a muchos monjes que tienen propiedades en común.
Por eso dice San Jerónimo (en el epitafio de Nepociano al obispo Eliodoro): "Sean más ricos siendo monjes que siendo seglares; posean bajo Cristo pobre aquellas riquezas que no tuvieron bajo el diablo rico; y lamente la Iglesia a aquellos ricos a quienes antes el mundo tenía por mendigos". San Gregorio decía expresivamente del monje Isaac: "Temía perder la seguridad de su pobreza con tanto el miedo como los ricos avaros suelen custodiar sus riquezas". Y Nuestro Señor lo glorificó para manifestar su santidad, según añade San Gregorio: "Y así se hizo célebre por el espíritu de profecía y los grandes milagros que obró en aquella vasta región". Es evidente pues que la máxima perfección consiste en renunciar a todos los bienes, ya propios, ya comunes.
e) El por qué de la pobreza evangélica.
Se puede aún demostrar con toda evidencia esta verdad si se examina la razón de ser de los consejos que se relacionan con la perfección evangélica. En efecto, el fin para que fueron instituidos es hacer que los hombres, desembarazados de toda preocupación mundana, se consagren a Dios con más libertad. A esto se refiere el Apóstol cuando al aconsejar la guarda de la virginidad dice: Quien no tiene mujer, anda solícito de las cosas del Señor, en lo que ha de hacer para agradar a Dios. Al contrario, el que tiene mujer anda afanado en las cosas del mundo, en cómo ha de agradar a su mujer, y se halla dividido (1 Co 7, 32). De ahí que una cosa tanto más ayuda a la perfección de los consejos cuanto más capaz es de apartar al hombre de las preocupaciones mundanas. Ahora bien, es evidente que el cuidado de las riquezas y posesiones impide al alma ocuparse en las cosas de Dios, según aquello de San Mateo: El sembrado entre espinas es el que oye la palabra de Dios: mas los cuidados y el embeleso de las riquezas la sofocan y queda infructuosa (13, 22). Comenta San Jerónimo: "Engañadoras son las riquezas: realizan una cosa y prometen otra. Incierta es su posesión: después de llevarlos de un lado a otro y con paso inseguro, abandonan a los que las poseen y halagan a los que no las poseen". Lo mismo se deduce claramente del pasaje de San Lucas (14, 18) en que uno de los invitados a la cena se excusa diciendo: He comprado una granja y necesito salir a verla. San Gregorio se pregunta: "¿Qué se entiende por esa granja sino los bienes terrenos? Por eso aquel que salió a ver la granja es el que tiene su pensamiento fijo sólo en las cosas exteriores". Sobre aquellas últimas palabras de la parábola: Tráeme acá a los pobres y lisiados, dice San Ambrosio: "Muy pocas veces peca el que no tiene ningún atractivo de pecado, y con más rapidez se convierte a Dios quien no tiene en el mundo motivo alguno de deleite".
El estar privado de posesiones y de cualquier clase de riqueza, por consiguiente, es evidentemente una nota necesaria de la perfección evangélica. Dice San Agustín en su Tratado de Las Palabras del Señor: "Se llama pequeños de Cristo a aquellos que abandonando todas sus cosas le siguieron y repartieron entre los pobres todos sus bienes, para que así pudieran servir a Dios libres de los vínculos del mundo, y levantar en alto sus hombros como si tuvieran alas, descargados del peso de las ocupaciones mundanas. Estos son los pequeños, porque son humildes. Tómales el peso a estos pequeños y verás cuán grande es". Ningún hombre sensato dirá que el cuidado de las posesiones en común no entra en el género de las ocupaciones mundanas. Por consiguiente, es necesario, para aumentar el peso de la perfección, el que los hombres sirvan a Dios libres de vínculos de esta clase.
Conclusión evidente: es una doctrina huera, o mejor perjudicial, y opuesta a la doctrina cristiana, decir que el estar privado de posesiones comunes por amor de Cristo no conduce a la perfección.
Sobre ellos dice la glosa a propósito del versículo del Salmo 6: Retírenese al momento cubiertos de ignominia: "No se trata del caso presente, sino de aquellos perversos que se mofan de los que se apartaron de su compañía, y con sus burlas hacen que los débiles se avergüencen del nombre de Cristo". A ellos también se aplican aquellas palabras del Salmo (13, 6): Vosotros ridiculizáis la determinación del desvalido que pone en el Señor su esperanza. "Es decir -comenta la glosa- de un pobre cualquiera, que es miembro de Cristo. Y lo hicisteis porque pone en el Señor su esperanza. Así, donde había mayor motivo de respeto, más se burlaban".
¿Qué otra cosa hacen todos estos adversarios nuestros, sino burlarse de aquellos que cumplen perfectamente con el consejo de pobreza, y burlarse porque ponen en el Señor su esperanza, y no en los bienes terrenos?.
CAPÍTULO XVI: RESPUESTA A LAS OBJECIONES DEL CAPÍTULO XIV
Con las precedentes consideraciones podemos refutar fácilmente las objeciones.
1) Que sea necesario tener propiedades en común es evidente en el caso de aquellos que no son capaces de alcanzar la alta perfección de los primeros cristianos, porque naturalmente no se puede dejar de lado a los menos perfectos. Pero aquellos que practicaban tan elevada perfección no poseían bien alguno a ejemplo del Señor, a quien servían los ángeles, y que si tenía dineros era para las necesidades ajenas; y la razón era que la Iglesia las poseería también con el mismo fin, como advierte San Agustín comentando a San Juan. Por eso si existe una comunidad en la que todos tienden a la mayor perfección, les es necesario renunciar a las propiedades en común.
2) El que San Benito haya recibido en su vida vastas posesiones, a lo sumo puede demostrar que no se excluye totalmente de la perfección monástica poseer bienes en común. Pero no se puede deducir de allí que no sea más perfecto carecer de esos bienes.
Más aún, el mismo San Benito dice en su regla que había templado un poco el rigor de la vida monástica tal cual la practicaban otros anteriores, condescendiendo con la flaqueza de los monjes de su tiempo. Lo mismo dígase de San Gregorio y de los monasterios por él erigidos según la regla de San Benito.
3) Esta objeción de que el Señor permitió a los Apóstoles llevar en tiempo de persecución alforja y bolsillo, en realidad arguye contra ellos mismos. Si templaba el rigor de la primitiva disciplina por causa de la persecución, quiere decir que este rigor exigía precisamente no tener alforja ni bolsillo. Además, no se lee que en esos tiempos de persecución adquiriesen posesiones comunes. Luego es evidente que la objeción no viene al caso.
4) Afirmar que el Señor no instituyó una orden desprovista de bienes, sino el orden de los prelados que tienen propiedades, es, por una parte, una mentira manifiesta. En efecto, si amonestó a sus discípulos que no posean oro ni plata, que sus corazones no se abrumen con las preocupaciones de este mundo; si prometió premios no solamente en el siglo futuro, sino también en el presente a los que dejaran campos y casas en su nombre, de modo que al ejemplo de los Apóstoles no tengan nada en este mundo y lo posean todo, es evidente que aquellos que siguen estas normas, siguen lo que Cristo ha establecido. Y aquellos que siguen a los Santos fundadores de órdenes, no es a ellos precisamente a quienes siguen, sino a Cristo, cuyas enseñanzas proponen; puesto que los Santos, al ejemplo del Apóstol, no se predican a sí mismos, sino a Jesucristo, cuyas enseñanzas dan a conocer.
Por otra parte se engañan, o quieren engañar, por un sofisma de accidente. Realmente Cristo instituyó el orden de los Obispos y Clérigos que tienen propiedades en comunidad o en particular. Pero no es esto último lo que instituyó Cristo, sino que estableció su orden en una perfecta pobreza; y el que la Iglesia aceptara por dispensa posesiones en común, sucedió más tarde y por las razones predichas.
5) Es cierto que la perfección cristiana no permaneció dormida desde el tiempo de los Apóstoles hasta nuestros días. No durmió, sino que fue practicada por muchos en Egipto y en otras partes del mundo.
¿Se le puede por ventura fijar a Dios una medida para que atraiga a todos los hombres de todos los tiempos y lugares de idéntica manera? Al contrario, todo lo dispone suavemente conforme al orden de su sabiduría, de modo que provee a la salvación de los hombres con recursos de acuerdo a cada tiempo. ¿A qué viene, entonces, preguntar si estuvo dormida la doctrina cristiana desde la época de los maestros y doctores como San Atanasio, San Basilio, San Ambrosio, San Agustín y otros contemporáneos hasta nuestro tiempo, en que los hombres practican más la doctrina cristiana?. Entonces, según su estupendo argumento, ¿tendremos que rechazar como ilegítimo todo lo bueno que se haya descuidado durante cierto tiempo: sufrir el martirio, hacer milagros serían actividades ilícitas, porque desde tiempos atrás no se hace todo eso?
6) Argumentar con el hecho de que quienes carecían de propiedades en común vivían del trabajo de sus manos, es una tremenda calumnia no sólo para los religiosos, sino también para muchos otros. Y esto aunque citen el caso de San Pablo, que predicaba el Evangelio y vivía de su trabajo manual. ¿Pecan entonces los Obispos, los arcedianos y tantos otros que por obligación predican el Evangelio, porque no viven de su trabajo?. Y si no les convence el hecho de que San Pablo no lo hacía por obligación, sino por supererogación ¿por qué quieren imponer a los religiosos lo que los Santos Padres hicieron sin obligación ninguna? Nadie hay que pueda cumplir todas las cosas supererogatorias, siendo así que uno descuella en una, otro en otra.
Si a pesar de esto insisten en que quienes nada poseen en común deben vivir del trabajo manual, no por devoción, sino obligatoriamente, pienso que esto debe ser por otra obligación: la de evitar el ocio. Ahora bien, no sólo se evita el ocio con trabajos manuales, sino también y mucho mejor, por el estudio de la Sagrada Escritura, trabajo que, como dice San Agustín, ocupa completamente el ocio. A este propósito dice la glosa comentando aquello del Salmo (68, 4): Desfallecieron mis ojos: "No está ocioso el que se dedica sólo a la palabra de Dios; ni vale más el que se ocupa en obras exteriores que quien se dedica al estudio de la Divinidad; la Sabiduría es ya por sí misma una obra muy grande".
Se evita también el ocio por el trabajo de la predicación, con que se combate a los enemigos de la fe, según aquello del Apóstol (2 Tm 2, 3): Trabaja como buen soldado de Jesucristo "predicando el Evangelio -dice la glosa- contra los enemigos de la fe". Y yo pienso también que este trabajo es necesario a aquellos que no tienen otra cosa con qué vivir lícitamente. En efecto, es lícito a los que predican el Evangelio, aunque sean monjes, vivir del Evangelio y del ministerio del altar, como dice San Agustín en su libro Del Trabajo de los Monjes. Si otra cosa se dijera ¿podrían lícitamente los monjes tener en común otras posesiones que no fueran las ganadas por su trabajo manual? ¿No es ridículo entonces decir por un lado que pueden los monjes recibir como limosna vastas propiedades, y por otro que no pueden aceptar la limosna de los fieles en lo que respecta al frugal sustento de cada día?. Por consiguiente, ninguna obligación tienen de emplearse en trabajos manuales aquellos que no tienen posesiones en común. De esto hemos tratado ya largamente en otro lugar.
7) Esta objeción es más digna de risa que de respuesta. ¿Quién no ve que ocasiona muchísimo más preocupaciones el ir buscando posesiones lo que la gente apenas logra que recibir de la piedad de los fieles y provisto por la clemencia divina, el necesario sustento?
8) Los religiosos tienen necesidad, sí, de ocuparse en los asuntos de aquellos que les proporcionan el sustento: en la salvación de sus almas o en consolarlos en sus tribulaciones; ocupación de caridad, y por lo tanto, muy de acuerdo con el estado religioso, pues, como dice Santiago (1, 27): La religión pura y sin mancha delante de Dios Padre es ésta; visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones.
9) Esta objeción es completamente frívola, pues las cosas que usa el religioso para su sustento, no le pertenecen con propiedad de dominio, sino que le son concedidas para sus necesidades por aquellos que tienen dominio sobre ellas, sean quienes fueren.
Esto es lo que por el momento nos pareció oportuno escribir contra la errónea y perjudicial doctrina de aquellos que apartan a los hombres del ingreso a la religión. Y si alguno quiere contradecirlo, no vaya con charlatanerías delante de chicos: escriba y publique, para que quienes tengan inteligencia puedan discernir lo que haya de cierto, y salir con la verdad al encuentro del error.
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