Mito 1: Una persona puede comprar su salida del infierno mediante indulgencias.
Este es un error habitual, del cual se aprovechan muchos comentaristas anticatólicos, apoyándose en la ignorancia tanto de los católicos como de los no católicos. Pero el cargo no tiene fundamento. Como las indulgencias sólo remiten penas temporales, no pueden remitir la pena eterna del infierno. Una vez que alguien está en el infierno, ninguna cantidad de indulgencias cambiará jamás ese hecho. La única manera de evitar el infierno es apelando a la misericordia eterna de Dios mientras todavía estamos en vida. Luego de la muerte, el destino eterno queda fijado. (Hebreos 9, 27).
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Introducción
Seguramente usted ha oído decir muchas veces: "Los católicos solían creer en las indulgencias, pero actualmente ya no creen en ellas." Esta afirmación se oye de labios de muchos católicos, incluso de algunos sacerdotes. Se dice con cierta incomodidad y como deseando cerrar un capítulo de la historia de la Iglesia, con el cual muchos católicos se sienten incómodos.
Los que alegan que las indulgencias ya no son parte de la enseñanza de la Iglesia tienen el admirable deseo de distanciarse de los abusos que ocurrieron alrededor de la época de la Reforma Protestante. También desean remover obstáculos que impiden a los no católicos tener una visión positiva de la Iglesia. Pese a lo admirable que puedan ser estos motivos, la afirmación de que las indulgencias no forman parte de la enseñanza actual de la Iglesia, es falsa.
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Estructura del artículo:
I. CAUSAS DE LA REFORMA
II. MARTÍN LUTERO
III. EL PLEITO DE LAS INDULGENCIAS
IV. EL PROCESO ROMANO CONTRA LUTERO Y LA DISPUTA DE LEIPZIG
V. LOS ESCRITOS REFORMISTAS DE LUTERO DE 1520
VI. EL MONJE EXCOMULGADO ANTE LA DIETA DE WORMS
VII. LUTERO EN LA WARTBURG Y EL MOVIMIENTO REFORMISTA DE WITTENBERG
VIII. LOS REFORMADORES EN EL CONTORNO DE LUTERO
IX. EL PONTIFICADO DE ADRIANO VI
I. CAUSAS DE LA REFORMA
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Nota previa a esta edición digital: La referencia frecuente a "WA" se refiere a "Weimarer Ausgabe" de "Lutherwerke" (Weimar 1883 hasta nuestros días). Son casi cien volúmenes. La importante obra de Nikolaus Paulus (1853-1930) citada frecuentemente es "Johann Tetzel der Ablassprediger", Mainz (1899).
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Capítulo 11
EL TRUENO DE WITTENBERG. LAS 95 TESIS SOBRE LAS INDULGENCIAS. PRIMERAS POLEMICAS (1517-1518)
Hemos llegado en nuestra narración a una fecha de singular trascendencia y significación; una fecha simbólica que según la opinión corriente se alza como una piedra miliaria en la ruta histórica del cristianismo.
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Estudio histórico-crítico sobre la autenticidad de la |
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þ más de 150 páginas de información |
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Þ Iniciar la lectura aquí Síntesis de los orígenes, desarrollo y conclusiones del estudio Breve antología de textos eclesiásticos y científicos Textos pontificios y tarifas auténticas |
Lista de precios de 1516 |
Eco del trabajo en los lectores Aportes Reflexiones de un lector sobre la declaracion del Sr. Sapia Actualizaciones (desde Agosto 2002) |
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Los artículos que se enlistan sirven de complemento al trabajo sobre las listas de precios, para tener una idea más amplia y documentada de la complicada situación eclesial durante los inicios de la reforma protestante. Garantizamos al lector que el material histórico científico es de lo mejor que puede encontrar en lengua hispana.
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Desde mi sencillo ver y atender, aseguro que sea útil como obligatorio replicar a la declaración del Sr. don Daniel Sapia, acerca la «taxa camarae». El Sr. Sapia ha publicado durante unos diez (10) meses un texto fraudulento y simoníaco sin adverarlo. Expuso al mundo (en internet) con embozo, un insulto malicioso y calumnioso a S.S. León X y, tercamente con deshonor, no cumplió la obligación de presentar los documentos apodícticos que justificasen sin reproches, el texto. Ajeno al mínimo pudor y, evidentemente con el afán de deslizar escándalo y breña contra la Iglesia católica, apoyóse en una calumnia torpe, probablemente entre de cuántas fabrican los protestantes y no sólo ellos. Desde el momento en que el equipo de www.apologetica.org le informara sobre las serias dudas de la real existencia de dicha «taxa camarae», a sano juicio, una persona de bien, leal, equilibrada, noble y motivada por la verdad, se retraería –ipso facto- con palinodia, presentando excusas con exigencia moral de solicitar el perdón por el mal ya realizado, junto al propósito de reparación «ad valórem» a las partes lesas. Así no ha sucedido. Moléstanos ir a imaginar que cierto día, en que la pureza celosa protestante le exigía acción y bravura, el Sr. Sapia encontró en un libro del masón T. Gay, un texto ajustado a la perfidia y adapto a la calentura del momento, para ofender bien en lo hondo a la Iglesia católica y ¡qué mejor en la figura de un pontífice! Pensaría, además, si lo publicado no fuera cierto, tiempo y modo de escurrirse, habría. ¿Qué mofa escondía su publicación, Sr. Sapia?.
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Síntesis
sobre los orígenes, desarrollo y conclusiones del debate.
En este escrito se resumen los distintos momentos de la investigación en torno a la autenticidad del documento conocido como "Taxa Camarae seu Cancelleriae Apostolicae". Alentamos al lector que desee estudiar el tema detenidamente, a ver en la página central un esquema detallando la estructura de todo el material disponible. En particular deberá leer los textos pontificios y los ejemplos de tarifas auténticas, o al menos la breve antología de textos allí presentada; los demás estudios , tomados de varios destacados autores que han investigado las listas de precios durante años en bibliotecas y archivos, explican los distintos aspectos de la cuestión. Un resumen en forma de preguntas y respuestas está también disponible. La galería fotográfica ilustra el trabajo exponiendo en parte la documentación estudiada.
Agradecemos toda observación, corrección o sugerencia que se nos quiera hacer. Con gusto responderemos las eventuales dudas de nuestros lectores y actualizaremos el estudio con tal información. Puede ponerse en contacto con los miembros del EIE enviándonos un mensaje.
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Por Manuel Guerra
«La raíz principal de la difusión de las sectas radica en cada cristiano», alerta el especialista en historia de las religiones y sectas Manuel Guerra, autor de un nuevo libro en el que explica cuáles son las sectas y corrientes sectarias que acechan el mundo hispano. Guerra está convencido de que «sin una formación doctrinal, vibración interior y oración y dinamismo apostólico, el terreno puede quedar abonado para la penetración de las sectas». Manuel Guerra Gómez, experto en sectas, es el autor de un libro-guía para orientarse en este complejo mundo: «Las sectas y su invasión del mundo hispano: una guía», publicado por las Ediciones Universidad de Navarra (http://www.eunsa.es). Manuel Guerra es sacerdote de la diócesis de Burgos, profesor emérito en la Facultad de Teología del Norte de España, sede de Burgos, en la que sigue impartiendo Historia de las Religiones. --¿No es exagerado hablar de invasión del mundo hispano? ¿Se trata de un fenómeno tan alarmante?
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Es flaqueza humana querer interpretar hechos históricos sin hacer un esfuerzo leal a fin de llegar a la mayor objetividad alcanzable con soluciones inteligentes y razonables. Aún haciéndolo con rigor, ánimo y vigor, nuestra percepción estará siempre condicionada en el marco de los actuales conocimientos y experiencias. Este condicionamiento propio de la aventura humana no nos exime de ser fidedignos, verídicos y fieles en el trato o en el desempeño con el estudio de hechos puntuales que la historia nos muestra. Comprender que otras culturas –en otras épocas, con otros lenguajes, delante de otras cuestiones de otros hombres- han hecho también sus propias afirmaciones. Cabe recordar la expresión de Montalembert, quien escribía: "Para juzgar el pasado deberíamos haberlo vivido; para condenarlo no deberíamos deberle nada". Todos, creyentes o no, católicos o no, nos guste o no, tenemos una deuda con el pasado y todos, en lo bueno y en lo malo, estamos comprometidos con él. Podemos hoy estar en desacuerdo con la ópera de Galeano (129-201- médico importante), que concebía la salud como el equilibrio de las cuatro cualidades «calor, frío, humedad y sequedad» e inicia a indagar las etiologías de las enfermedades y del contagio. Sin embargo fue útil y necesario para llegar al actual conocimiento de la medicina. Estamos todos endeudados con el pasado porque nadie escapa a la impresión de la historia. ¿Acaso algo de la humano no me pertenece?.
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Noticias de ¡Impacto! (Chile)
Ojala y un ejemplo mas sirva para mostrar que la falsa idea de que entre los cristianos evangelicos no hay fallas es solamente un mito.
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Apologetica.org se reserva el derecho de publicar o no las distintas opiniones recibidas acerca de esta investigación. Es nuestro deseo presentar estas opiniones, en pro o en contra de la autenticidad de las tarifas simoníacas, siempre y cuando no carezcan de un mínimo de seriedad. Puede enviarnos un mensaje con sus apreciaciones.
Publicamos los mensajes ubicando los más recientes más arriba. Los mensajes que pertenezcan al mismo autor se publican en orden inverso (los más antiguos más arriba) y todos juntos, de modo que se pueda seguir el desarrollo de esos mensajes naturalmente.
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Política de respuesta
Desde el primer momento, la intención de este equipo de investigaciones fue la de arrojar alguna luz, en la medida de nuestras posibilidades, sobre la autenticidad de la lista de precios simoníaca publicada en nuestros días por el Sr. Pepe Rodríguez. Esperábamos de la otra parte del debate una respuesta que respetase el marco de una discusión académica, cosa a la que el Sr. Rodríguez, en un principio, pareció acceder.
Sin embargo hemos constatado -y lo puede hacer el lector visitando el sitio de Rodríguez en internet- que el periodista español parece no estar en condiciones de ningún debate serio. No está en los planes de ninguno de los miembros de este equipo entrar en las cuestiones totalmente ajenas al debate, con las que Rodríguez parecería querer abrir, día tras día, nuevos flancos.
Por este motivo queremos declarar cuál será nuestra política de respuesta ante eventuales manifestaciones del Sr. Rodríguez o de cualquier otra persona acerca de este debate, como bien nuestra actitud ante cualquier persona que quisiera contactar a los miembros de este equipo para expresar su opinión, obtener más información sobre algunos aspectos del debate, solicitar aclaraciones u obtener cualquier tipo de respuesta de parte nuestra. Por lo tanto:
Este equipo de investigaciones agradecerá cordialmente todo aporte serio por parte del lector (juicios críticos, sugerencias, correcciones, nueva bibliografía, observaciones, preguntas, etc.) en torno a la autenticidad de la lista de precios simoniaca que publica Rodríguez. Con mucho gusto haremos todo lo posible por aclarar dudas y brindar la información que el lector nos pida. Al mismo tiempo, declinamos absolutamente responder a cualquier reacción que implique ignorancia de los documentos y demás datos positivos que se presentan en este trabajo.
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¡Vende milagros a los tijuanenses!
La Iglesia Universal de Dios cobra elevados diezmos. Los llamados pastores brasileños ofrecen objetos milagrosos que presuntamente son traídos de Tierra Santa para resolver problemas emocionales y económicos de las personas Venden 'milagros'a los tijuanenses. Una secta brasileña lucra con la fe de cientos de tijuanenses bajo la promesa de sacar a Satanás de sus cuerpos y traerles la prosperidad económica a cambio de elevados diezmos.
Por Daniel Salinas
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Presentamos aquí fotografías de algunos documentos sobre los que hemos trabajado. Pulsar sobre la fotografía que se desea ver en tamaño más grande. Todas las fotografías han sido obtenidas por los miembros de este equipo de investigaciones, tomadas directamente de las obras mencionadas, y son propiedad de Apologetica.org. Para la reproducción de las mismas en cualquier medio se requiere el permiso de la redacción. Puede enviarnos un mensaje solicitándolo. Acompañamos las fotografías con una breve explicación.
Los documentos originales que se presentan aquí fueron consultados en la Biblioteca Vaticana (Ciudad del Vaticano), la Biblioteca de la Pontificia Universidad Gregoriana (Roma), la Biblioteca del Pontificio Instituto Bíblico (Roma), la Biblioteca Casanatense (Roma), la Biblioteca Nacional de España (Madrid), la British Library (Londres) y la Librería del Congreso (Washington D.C.).
Constitución de Alejandro IV sobre las tarifas de la cancillería (1254-1256).
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La bibliografía que se presenta a continuación recoge sólo las obras más importantes que han sido consultadas y citadas, directa o indirectamente, en la elaboración de nuestro trabajo. Hay muchas otras referencias bibliográficas en notas al pie de página de los artículos y traducciones que presentamos. Acompañamos los títulos con la traducción de los mismos y algún comentario sobre la obra, para que el lector pueda tener una mejor idea del material sobre el que se trabajó.
1. Fuentes usadas para los documentos eclesiásticos antiguos con relación a la administración económica de la curia (s. XIII-XVIII).
Flavio Cherubini, Compendium Bullarii, Roma (1623), tres volúmenes.
Franco (editor), Bullarium, Diplomatum et Privilegiorum Sanctorum Romanorum Pontificum, Turín (1857-1882); veinticuatro volúmenes; los documentos citados en nuestro estudio están en los volúmenes IV y V.
Philippe Labbe, SJ - Gabriel Cossart, SJ (editores), Sacrosancta Concilia, Paris (1671-1672), diesiséis volúmenes. Los textos de los concilios universales, nacionales, provinciales y diocesanos hasta 1664.
G. Alberigo - G. Dossetti - P. Joannou - C. Leonardi - P. Prodi (editores); H. Jedin (colaborador), Conciliorum Oecumenicorum Decreta, Bologna (1996). Los documentos de todos los Concilios Ecumenicos de la Iglesia, en el idioma original (latín, griego, armenio, árabe) y su traducción al italiano.
E. Fridberg (editor), Corpus Iuris Canonici, dos volúmenes, Graz (1955). Colección de documentos canónicos de los papas y la curia romana. Se puede ver una reseña biográfica y literaria del autor en el Biographisch-Bibliographisches Kirchenlexicon (en alemán).
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Presentamos al lector la traducción de los pasajes más pertinentes de algunas obras que han estudiado el tema antes que nosotros. Hemos traducido solamente obras serias, dejando la literatura anticlerical para quienes tengan interés en perder su tiempo; la misma, en efecto, carece absolutamente del mínimo rigor científico, y por tanto no tiene cabida en esta investigación. Los autores que presentamos son especialistas que han dedicado buena parte de su vida a la investigación de archivos y tratan de leer la realidad histórica a la luz de los documentos.
Hasta el día de la fecha, según nuestro mejor conocimiento, no se ha publicado ninguna obra específica sobre el tema en español. En este sentido Apologetica.org se complace en presentar algunas traducciones para la recta y documentada inteligencia del tema que nos ocupa por parte del lector hispano. Quienes tengan un buen conocimiento de la lengua alemana y quieran ayudar en la traducción de artículos, mándenos un mensaje y con gusto se lo haremos llegar, de modo que podamos ofrecer más material en menos tiempo (los especialistas alemanes han escrito libros enteros sobre las finanzas de la curia romana).
Estudios traducidos
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A continuación presentamos una colección de textos pontificios y conciliares acerca de la disciplina administrativa de la Curia Romana en relación a los bienes espirituales (dispensa o conmutación de penas canónicas, perdón de los pecados, indulgencias, etc.). El objetivo de la presente colección de textos es conocer lo que los pontífices, y en particular León X, verdaderamente publicaron y promulgaron acerca de las tarifas o estipendios que los oficiales de curia debían recibir a cambio de sus servicios, y cuál era el auténtico significado de estas tarifas. No pretende ser una colección exhaustiva, por cierto, pero creemos que es lo suficientemente amplia como para que el lector pueda formarse una buena idea de los hechos y su contexto, y en particular de cuál era la mente de los papas al tratar estos asuntos; el lector compare luego estos textos auténticos con los textos que, sin ningún fundamento de ningún tipo, se les quiere atribuir.
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Y ANTE TODO...
¿Qué es la
Taxa Camarae?
Taxa Camarae (o en su forma completa: Taxa Camarae seu Cancellariae Apostolicae) es el nombre latino de un supuesto documento pontificio, atribuido al Papa León X (1513-1521), en el cual se formula una lista detallada de pecados graves, a la vez que se estipula una tarifa determinada para poder recibir la absolución de cada uno de esos pecados. Se trataría de una simple venta de absoluciones sacramentales, es decir, de una burda simonía. El dinero establecido varía según el pecado, y debe pagarse al tesoro pontificio. El documento -hecho público en nuestros días por el periodista español Pepe Rodríguez- consta de treinta y cinco ítems (unas tres páginas). El supuesto documento se cataloga como "punto culminante de la corrupción humana", cuyo autor -se dice- fue León X y otros papas de la época.
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En este artículo presentamos una breve antología de textos, en primer lugar pertenecientes a los documentos pontificios que mencionan las listas de precios o algún tema con ellas relacionado, y en segundo lugar textos de estudiosos especializados; con ello pretendemos dar una somera visión tanto de la mente de los pontífices, como de las conclusiones a las que llegan los estudiosos. Estos últimos -no será en vano recordarlo- son históricos profesionales, que han estudiado las finanzas de la Santa Sede durante años, en base exclusivamente a documentos. El lector puede ver los textos pontificios in extenso en este archivo (allí también la referencia bibliográfica completa) y puede ver algunos de los estudios especializados que hemos traducido aquí . El resaltado es siempre nuestro.
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Por: Richbell Meléndez
Escuela de Apologética:
https://dasm.defiendetufe.com/inicio-r/
Para conocer las creencias y prácticas de la Iglesia Primitiva, debemos de dirigirnos a los escritos de los Padres de la Iglesia (Patrística) ya que debemos recordar que la Biblia se terminó de escribir en el siglo I y solo nos relata parte de lo que era la Iglesia del siglo I, para conocer a la Iglesia de los siglos posteriores es necesario ir a la historia y conocer los escritos de los Padres de la Iglesia. Quiero aclarar que Padres de la Iglesia no tiene nada que ver con nuestros sacerdotes parroquiales. Los Padres de la Iglesia fueron cristianos distinguidos de la Iglesia Primitiva, de los primeros siglos del cristianismo.
Ellos fueron grandes líderes, muy estudiosos y profundamente espirituales. Muchos fueron torturados y murieron en el martirio. Los Padres de la Iglesia escribieron prédicas, cartas, enseñanzas que nos han llegado hasta hoy en día. La era Patrística comienza inmediatamente después del período apostólico, y abarca los 8 primeros siglos de la era Cristiana.
Cabe señalar que la Iglesia no toma en cuenta los testimonios de los Padres de la Iglesia por separado, sino a lo que llamamos consenso unánime de los padres. El Consenso Unánime de los Padres (unanimis consensum Patrum) se refiere a la enseñanza unánime de los Padres de la Iglesia en ciertas doctrinas como reveladas por Dios e interpretaciones de la Escritura como recibida por la Iglesia universal. Los Padres no son infalibles individualmente, y la discrepancia de algunos testimonios patrísticos no daña el testimonio patrístico colectivo.
El protestantismo pretende hacer creer que el movimiento conocido como “Reforma Protestante” fue un movimiento para volver a las creencias de la Iglesia Primitiva como lo afirma José Antonio Flaquer López, presidente de Acción Cristiana.
“La Reforma fue un movimiento que hizo regresar a la iglesia a su esencia y misión, una idea que había sido totalmente pervertida y deformada. La iglesia se reenfocó en la misión de ser la luz del mundo y sal de la tierra, de defender la verdad y la doctrina, y de repetir el modelo de la iglesia primitiva.” (La influencia de la Reforma: Un modelo para la Iglesia de hoy, por Tony Flaquer)
En este artículo quiero presentar testimonios de varios Padres de la Iglesia para que veamos qué tan cierta es la afirmación protestante de que los protestantes regresaron a las creencias de la Iglesia Primitiva.
LA NECESIDAD DE ESTAR EN ARMONIA CON LA IGLESIA DE ROMA
Si el protestantismo es un regreso a las creencias de la Iglesia Primitiva ¿por qué no aceptan la necesidad de estar en armonía con la Iglesia de Roma?, si esta creencia estuvo siempre en el pensamiento de los Padres de la Iglesia Primitiva. Esto es negado por la mayoría de los protestantes y no por la Iglesia Católica.
San Ireneo de Lyon (130 - 202 DC)
"Pero como sería demasiado largo enumerar las sucesiones de todas las Iglesias en este volumen, indicaremos sobre todo las de las más antiguas y de todos conocidas, la de la Iglesia fundada y constituida en Roma por los dos gloriosísimos Apóstoles Pedro y Pablo, la que desde los Apóstoles conserva la Tradición y «la fe anunciada» (Rom 1,8) a los hombres por los sucesores de los Apóstoles que llegan hasta nosotros. Así confundimos a todos aquellos que de un modo o de otro, o por agradarse a sí mismos o por vanagloria o por ceguera o por una falsa opinión, acumulan falsos conocimientos. Es necesario que cualquier Iglesia esté en armonía con esta Iglesia, cuya fundación es la más garantizada -me refiero a todos los fieles de cualquier lugar-, porque en ella todos los que se encuentran en todas partes han conservado la Tradición apostólica. " (Contra las herejías III, 3,2)
PRIMADO DE SAN PEDRO
Si el protestantismo es un regreso a las creencias de la Iglesia Primitiva ¿por qué no aceptan el Primado de Pedro? si esta creencia estuvo siempre en el pensamiento de los Padres de la Iglesia Primitiva. Esto es negado por la mayoría de los protestantes y no por la Iglesia Católica.
Afraates el Sirio (270 - 345 DC)
"Simón, mi discípulo, Yo te he hecho la fundación de la santa Iglesia. Yo te he llamado Pedro porque soportaras todas las construcciones. Tú eres el inspector de aquellos que construirán en la tierra la Iglesia para mí. Si ellos desean construir algo falso, tú, la fundación, los condenarás. Tú eres la cabeza de la fuente donde mi enseñanza fluye, tú eres el jefe de los discípulos. A través de ti daré de beber a todas las naciones...Yo te he elegido a ti para ser el primer nacido en mi institución...Yo te he dado a ti las llaves de mi reino y autoridad sobre todos mis tesoros” (Homilies 4,1)
VENERACIÓN DE IMÁGENES SAGRADAS
Si el protestantismo es un regreso a las creencias de la Iglesia Primitiva ¿por qué no saben diferenciar entre una imagen representativa y un ídolo pagano?, ni entender que las imágenes son creadas en honor a los santos que representan y a los cuales veneramos por medio de sus imágenes, si esta creencia estuvo en el pensamiento de los Padres de la Iglesia Primitiva. Esto es negado por la mayoría de los protestantes y no por la Iglesia Católica.
San Basilio El Grande (330-379 dC)
«Reconozco también a los santos apóstoles, profetas y mártires.; y los invoco para suplicar a Dios, que, a través de ellos, es decir, a través de su mediación, el Dios misericordioso pueda ser propicio para mí, y que se pueda hacer un rescate y darme por mis pecados. Por lo tanto, TAMBIÉN HONRO Y BESO LOS RASGOS DE SUS IMÁGENES, en la medida en que han sido transmitidas por los santos apóstoles, y no están prohibidas, sino que están en todas nuestras iglesias.» (Epístola 360)
CULTO DE VENERACIÓN DE LOS SANTOS
Si el protestantismo es un regreso a las creencias de la Iglesia Primitiva ¿por qué no creen en la veneración a los santos y confunden la adoración a Dios con la veneración a sus santos? si esta creencia siempre estuvo clara en el pensamiento de los Padres de la Iglesia Primitiva. Esto es negado por la mayoría de los protestantes y no por la Iglesia Católica.
San Agustín de Hipona (354-430 dC)
«Veneramos, pues, a los mártires con el culto del amor y de la compañía, que en esta vida se tributa también a los santos hombres de Dios, cuyo corazón percibimos que está dispuesto a sufrir el martirio por la verdad del evangelio. Pero a aquellos con tanta mayor devoción, cuanta mayores la seguridad, una vez que han vencido en los combates, y cuanto más confiada es la alabanza con que proclamamos ya a los vencedores en aquella vida más feliz sobre los que aún luchan en ésta. Con aquel culto que en griego se llama latría, pero en latín no puede expresarse con una única palabra, puesto que significa propiamente cierta servidumbre debida únicamente a la divinidad, sólo rendimos culto, y enseñamos que deba rendirse, al único Dios.» (Contra Fausto el maniqueo XX, 21)
PRACTICA DEL BAUTISMO INFANTIL
Si el protestantismo es un regreso a las creencias de la Iglesia Primitiva ¿por qué no creen (los que se oponen al bautismo infantil) en el bautismo de infantes? si esta práctica siempre estuvo presente en el pensamiento de los Padres de la Iglesia Primitiva. Esto es negado por la mayoría de los protestantes y no por la Iglesia Católica.
San Cipriano de Cartago (200 - 258 DC)
“Pero en relación con el caso de los niños, en el cual dices que no deben ser bautizados en el segundo o tercer día después de su nacimiento, y que la antigua ley de la circuncisión debe considerarse, por lo cual piensas que alguien que acaba de nacer debe no ser bautizado y santificado dentro de los ocho días, todos nosotros pensamos de manera muy diferente en nuestro Concilio. Porque en este curso que pensabas tomar, nadie está de acuerdo, sino que todos juzgamos que la misericordia y gracia de Dios no debe ser negada a ningún nacido de hombre. (A Fido sobre el bautismo de infantes, Carta 58)
Se tiene evidencia de que durante su vida hubo quien pretendió retrasar el bautismo de infantes hasta luego del octavo día de nacido, en semejanza de la circuncisión, por lo que se hace necesario que Cipriano, a su nombre y al de 66 obispos, le envíe una carta a Fido testimoniando la fe de la Iglesia acerca de que el bautismo de niños no tiene que ser retrasado y que los infantes pueden ser bautizados en cualquier momento.
Es importante notar que aquí lo que Fido y posiblemente otros presbíteros pretendían hacer no es negar el bautismo a los niños, tal como un gran sector del protestantismo hace hoy, sino simplemente retrasarlo para luego del octavo día de nacido.
PRESENCIA REAL DE CRISTO EN LA EUCARISTIA
Si el protestantismo es un regreso a las creencias de la Iglesia Primitiva ¿por qué no creen en la Eucaristía como la presencia real de Cristo? si esta creencia siempre estuvo presente en el pensamiento de los Padres de la Iglesia Primitiva. Esto es negado por los protestantes y no por la Iglesia Católica.
San Clemente de Alejandría (202 DC)
"Yo [el Salvador] soy tu sustentador, que me he dado a mí mismo [como] pan, del cual quien ha gustado no hace ya más experiencia de la muerte, y que me he dado a mí mismo [como] bebida de inmortalidad." (¿Qué rico se salvará? XXIII)
Clemente de Alejandría es testigo de la práctica litúrgica de eucaristizar” según una norma fija de la Iglesia, el pan, y la mezcla de vino y agua, pero combate a las herejes encratitas que eucaristizaban el agua sola. Llama a la Eucaristía “oblación”, afirma fue figurada en el alimento santificado de vino y pan que dio Melquisedec. Afirma que hay un alimento de pan que es Jesús mismo, y el que come de ese pan no muere. Afirma que Jesús se da también en bebida de inmortalidad.
CONCLUSIÓN
Se podrían mencionar más textos de los Padres de la Iglesia Primitiva, pero estos solo demostrarían que los protestantes no regresaron a las creencias de la Iglesia Primitiva, sino que más bien rechazaron las creencias que el Cristianismo del primer milenio creía y enseñaba. Es por eso que cuando un protestante sincero comienza a estudiar a los Padres de la Iglesia, deja el protestantismo al darse cuenta que los Padres de la Iglesia confirman la doctrina católica, no las creencias protestantes.
Esto es lo que le sucedió a Isaac Kreft educado en una familia luterana, quien cuenta en su testimonio de conversión lo siguiente:
“Lo peor que puede hacer alguien que quiere evitar a la Iglesia Católica: leer las fuentes primarias y secundarias de los Padres de la Iglesia para ver qué creían, eran distintivamente católicos”. (Luterano, le educaron contra lo católico: desear comulgar con su novia le llevó a profundizar)
Hasta el apologista anticatólico David Cloud reconoce que “Los “padres de la iglesia" son en realidad los padres de la Iglesia Católica Romana” esto debido a que cuando se estudia a los Padres de la Iglesia Primitiva encontramos las creencias católicas no las protestantes.
EVANGELIZA Y COMPARTE.
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Richbell Meléndez, estudiante de teología en la EATEL, colaborador asiduo de distintas páginas de apologética católica y tutor de la escuela de apologética online DASM.
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Por: Richbell Meléndez
Escuela de Apologética:
https://dasm.defiendetufe.com/inicio-r/
En el Cristianismo de los primeros siglos, podemos encontrar defensores de la fe cuyos escritos han sido de gran importancia para la Iglesia, entre ellos tenemos los escritos de San Ireneo de Lyon, quien vivió por el siglo II y ha sido reconocido como el teólogo más importante de su siglo, sabemos que fue discípulo de Policarpo de Esmirna, quien a su vez fue discípulo del apóstol San Juan. Por lo que podemos garantizar que estuvo en conexión con la era apostólica.
El teólogo protestante Alfonso Ropero se refiere a Ireneo con las siguientes palabras:
“Ireneo es el teólogo más importante de su siglo. Su libro contra los gnósticos y los marcionitas es una obra imprescindible para los estudiantes de historia y de los primeros siglos del cristianismo (…) Después de Pablo es uno de los teólogos que más influyó en la teología posterior.” (Obras escogidas de Ireneo de Lyon. p. 17)
Lo anterior es importante tenerlo presente al momento de estudiar los escritos de este Padre de la Iglesia, destacado apologista del siglo II, cuyos escritos influyeron en la teología posterior, en otras palabras, sus escritos contribuyeron a lo que fue el desarrollo de la doctrina cristiana. Desarrollo que permite comprender muchas doctrinas cristianas que el Cristianismo fue enseñando y transmitiendo a través de los siglos.
Los católicos reconocemos la importancia de los escritos de este Padre de la Iglesia para confirmar muchas de las enseñanzas católicas, sin embargo, existen algunos protestantes que quieren hacer creer que este Padre de la Iglesia, enseñaba y defendía las doctrinas protestantes y rechazaba las doctrinas católicas.
En este artículo presentare diversos textos de este Padre Apologista donde confirma la enseñanza católica y a su vez refuta las creencias protestantes.
EL BAUTISMO INFANTIL
San Ireneo nos presenta testimonio de que el bautismo era para todos, no solo para los adultos. Sino también para los bebes.
“Porque vino a salvar a todos: y digo a todos, es decir a cuantos por él renacen para Dios, sean bebés, niños, adolescentes, jóvenes o adultos. Por eso quiso pasar por todas las edades: para hacerse bebé con los bebés a fin de santificar a los bebés; niño con los niños, a fin de santificar a los de su edad, dándoles ejemplo de piedad, y siendo para ellos modelo de justicia y obediencia; se hizo joven con los jóvenes, para dar a los jóvenes ejemplo y santificarlos para el Señor; y creció con los adultos hasta la edad adulta, para ser el Maestro perfecto de todos, no sólo mediante la enseñanza de la verdad, sino también asumiendo su edad para santificar también a los adultos y convertirse en ejemplo para ellos.” (Contra las herejías. Libro II, 22, 4)
LA NECESIDAD DEL BAUTISMO COMO MEDIO REGENERADOR PARA PERDON DE LOS PECADOS
“El bautismo del Jesús visible sería para la remisión de los pecados; en cambio la redención del Cristo que descendió sobre él sería para lograr la perfección. El bautismo sería para los psíquicos, en cambio la redención para los pneumáticos. Juan predicó un bautismo de penitencia, en cambio Cristo trajo la redención para hacernos perfectos.” (Contra las herejías. Libro I, 21, 2)
El erudito protestante Phillip Schaff referente al pensamiento de San Ireneo sobre el bautismo menciona lo siguiente:
“Parece implicar un reconocimiento no sólo de la idea del bautismo infantil, sino también de su práctica; porque en la mente de Ireneo y la iglesia antigua, el bautismo y la regeneración estaban íntimamente conectados y casi identificados.” (History of the Christian Church. Vol II. p. 260)
EL ORDEN SACERDOTAL
San Ireneo dio testimonio de que los Apóstoles fueron reconocidos como “sacerdotes”, del mismo modo por eso la Iglesia Católica cree y enseña el sacerdocio ministerial, que se ejerce cuando se recibe el sacramento del orden sacerdotal.
"Y todos los apóstoles del Señor son sacerdotes, que no heredan aquí ni tierras ni casas, sino que sirven a Dios y al altar continuamente. " (Contra las herejías. Libro IV, 8, 3)
LA SUCESIÓN APOSTOLICA O EPISCOPAL
Esta es la enseñanza más clara en los escritos de San Ireneo, ya que deja ver que los apóstoles tuvieron sus sucesores quienes continuarían con la misión de la Iglesia conformando el Magisterio de la Iglesia.
“Para todos aquellos que quieran ver la verdad, la Tradición de los Apóstoles ha sido manifestada al universo mundo en toda la Iglesia, y podemos enumerar a aquellos que en la Iglesia han sido constituidos obispos y sucesores de los Apóstoles hasta nosotros, los cuales ni enseñaron ni conocieron las cosas que aquéllos deliran. Pues, si los Apóstoles hubiesen conocido desde arriba <<misterios recónditos>>, en oculto se los hubiesen enseñado a los perfectos, sobre todo los habrían confiado a aquellos a quienes encargaban las Iglesias mismas. Porque querían que aquellos a quienes dejaban como sucesores fuesen en todo <<perfectos e irreprochables>> (1 Tim 3,2; Tt 1,6-7), para encomendarles el magisterio en lugar suyo: si obraban correctamente se seguiría grande utilidad, pero, si hubiesen caído, la mayor calamidad.” (Contra las herejías. Libro III, 3, 1)
Phillip Schaff también confirma la clara creencia de Ireneo en la sucesión episcopal, cuando nos dice que Ireneo “da más cuenta que Juan o Pablo de la iglesia visible exterior, la sucesión episcopal y los sacramentos” (History of the Christian Church. Vol II. p. 751)
LA PRESENCIA REAL DE CRISTO EN LAS ESPECIES DE PAN Y VINO
Es innegable la certeza con la que San Ireneo ve claramente la presencia real de Cristo en el pan y el vino consagrados.
“En consecuencia, si el cáliz mezclado y el pan fabricado reciben la palabra de Dios para convertirse en Eucaristía de la sangre y el cuerpo de Cristo, y por medio de éstos crece y se desarrolla la carne de nuestro ser, ¿cómo pueden ellos negar que la carne sea capaz de recibir el don de Dios que es la vida eterna, ya que se ha nutrido con la sangre y el cuerpo de Cristo, y se ha convertido en miembro suyo? Cuando escribe el Apóstol en su Carta a los Efesios: <<Somos miembros de su cuerpo>> (Ef 5,30), de su carne y de sus huesos, no lo dice de algún hombre espiritual e invisible -pues <<un espíritu no tiene carne ni huesos>> (Lc 24,39)- sino de aquel ser que es verdadero hombre, que está formado por carne, huesos y nervios, el cual se nutre de la sangre del Señor y se desarrolla con el pan de su cuerpo.” (Contra las herejías. Libro V, 2, 3)
El erudito católico José Antonio Sayes, comentando este pasaje nos dice que Ireneo “no se limita a confesar que la Eucaristía es la carne del Señor, pues alude a la transformación (gínetai) que el pan y el vino experimentan bajo la invocación de la palabra de Dios” (El Misterio Eucarístico. p. 119)
LA EUCARISTIA COMO SACRIFICIO
Ireneo muestra que la Iglesia del siglo II consideraba la Eucaristía como un sacrificio que cumplía la profecía de Malaquías 1:11 de una oblación y ofrenda nuevas y puras que serían ofrecidas en todo el mundo.
“Dando consejo a sus discípulos de ofrecer las primicias de sus creaturas a Dios, no porque éste las necesitase, sino para que no fuesen infructuosos e ingratos, tomó el pan creatural y, dando gracias, dijo: <<Esto es mi cuerpo>> (Mt 26,26). Y del mismo modo, el cáliz, también tomado de entre las creaturas como nosotros, confesó ser su sangre, y enseñó que era la oblación del Nuevo Testamento. La Iglesia, recibiéndolo de los Apóstoles, en todo el mundo ofrece a Dios, que nos da el alimento, las primicias de sus dones en el Nuevo Testamento.
Con estas palabras lo preanunció Malaquías, uno de los doce profetas: <<No me complazco en vosotros, dice el Señor omnipotente, y no recibiré el sacrificio de vuestras manos. Porque desde el oriente hasta el occidente mi nombre es glorificado en las naciones, y en todas partes se ofrece a mi nombre incienso y un sacrificio puro: porque grande es mi nombre en las naciones, dice el Señor omnipotente>> (Mal 1,10-11). Con estas palabras indicó claramente que el pueblo antiguo dejaría de ofrecer a Dios; y que en todo lugar se le habría de ofrecer el sacrificio puro; y su nombre es glorificado en los pueblos.” (Contra las herejías. Libro IV, 17, 5)
El erudito en patrística J. N. D. Kelly nos dice que:
“Para Ireneo [Haer. 4,17,5] la eucaristía es 'la nueva oblación de la nueva alianza' (...) Era natural que los primeros cristianos pensaran en la eucaristía como un sacrificio. El cumplimiento de la profecía exigió una ofrenda cristiana solemne, y el rito mismo se envolvió en la atmósfera de sacrificio con la que nuestro Señor invistió la Última Cena. Las palabras de institución, "Haz esto" (touto poieite), deben haber sido cargadas con connotaciones sacrificiales para los oídos del siglo II” (Early Christian Doctrines. p. 196)
AUTORIDAD DE LA IGLESIA DE ROMA
El reconocimiento de Ireneo hacia la Iglesia de Roma como la mas antigua y conocida por todos es indudable, también habla de la necesidad de que cualquier iglesia (comunidad) debe de estar en armonía con esta porque es la Iglesia cuya fundación esta mas garantizada y conserva la Tradición apostólica.
“Pero como sería demasiado largo enumerar las sucesiones de todas las Iglesias en este volumen, indicaremos sobre todo las de las más antiguas y de todos conocidas, la de la Iglesia fundada y constituida en Roma por los dos gloriosísimos Apóstoles Pedro y Pablo, la que desde los Apóstoles conserva la Tradición y <<la fe anunciada>> (Rom 1,8) a los hombres por los sucesores de los Apóstoles que llegan hasta nosotros. Así confundimos a todos aquellos que de un modo o de otro, o por agradarse a sí mismos o por vanagloria o por ceguera o por una falsa opinión, acumulan falsos conocimientos. Es necesario que cualquier Iglesia esté en armonía con esta Iglesia, cuya fundación es la más garantizada -me refiero a todos los fieles de cualquier lugar-, porque en ella todos los que se encuentran en todas partes han conservado la Tradición apostólica” (Contra las herejías. Libro III, 3, 2)
Como efectivamente comenta el erudito en patrística Johannes Quasten: “Ireneo asignaría a la Iglesia de Roma un lugar más elevado por razón de su "origen superior," o sea, por haber sido fundada por los dos Príncipes de los Apóstoles.” (Patrología I. p. 303)
IMPORTANCIA DE LA TRADICIÓN, RECHAZO DE LA SOLA ESCRITURA PROTESTANTE
Ireneo presenta un argumento que muchas veces es presentado por los apologetas católicos a los apologistas protestantes, que ante alguna divergencia en la Iglesia debemos de recurrir a las iglesias más antiguas siguiendo el orden de la Tradición. No se ve por ningún lado que recurramos a solo la Escritura.
“Entonces, si se halla alguna divergencia aun en alguna cosa mínima, ¿no sería conveniente volver los ojos a las Iglesias más antiguas, en las cuales los Apóstoles vivieron, a fin de tomar de ellas la doctrina para resolver la cuestión, lo que es más claro y seguro? Incluso si los Apóstoles no nos hubiesen dejado sus escritos, ¿no hubiera sido necesario seguir el orden de la Tradición que ellos legaron a aquellos a quienes confiaron las Iglesias?” (Contra las herejías. Libro III, 4, 1)
El erudito Jaroslak Pelikan comentando el pensamiento de Ireneo, nos da las siguientes observaciones:
“Su argumento [es decir, el de Ireneo] de que la tradición apostólica proporcionó la interpretación correcta del Antiguo y Nuevo Testamento, y que las Escrituras demostraron la exactitud de la tradición apostólica fue, de alguna manera, un argumento en círculo. Pero al menos de dos formas se salió del círculo. Uno fue la identificación de la tradición con "el evangelio", que sirvió como norma de la enseñanza apostólica. El otro fue el llamado a las iglesias de fundación apostólica como garantes de la continuidad con los apóstoles. . . El principal de ellos en autoridad y prestigio era la iglesia de Roma, en la que se había conservado la tradición apostólica compartida por todas las iglesias en todas partes. La fundación apostólica y la sucesión apostólica fueron otro criterio de continuidad apostólica.” (The Christian Tradition: A History of the Development of Doctrine: Vol. 1. p. 115)
NATURALEZA DE LA JUSTIFICACIÓN, RECHAZO DE LA SOLA FIDE PROTESTANTE
San Ireneo enseña que el hombre se justifica no solo por la fe, sino también guardando los preceptos naturales de la ley sólo cuando lo hace por fe viva.
“El Señor no abolió los preceptos naturales de la Ley, por los cuales se justifica el ser humano, los cuales incluso guardaban antes de la Ley aquellos que fueron justificados por la fe y agradaban a Dios; por el contrario, los amplió y llevó a la perfección (Mt 5,17)” (Contra las herejías. Libro IV, 13, 1)
El apologeta católico Bryan Cross, menciona que esta idea no tiene sentido desde el punto de vista protestante.
“Desde el punto de vista protestante, nadie se justifica guardando los preceptos naturales de la ley, ni nadie agrada a Dios guardando los preceptos de la ley. En el sistema protestante, nuestra observancia de los preceptos naturales equivaldría a "trapos de inmundicia".” (St. Irenaeus on Justification)
MATERNIDAD DIVINA
El Cristianismo reconoce a María como madre de Dios, esto no era novedad para San Ireneo quien se refirió a María como la “portadora de Dios”
“Manifiestamente, pues, el Señor vino a lo que era suyo, y llevó sobre sí la propia creación que sobre sí lo lleva, y recapituló por la obediencia en el árbol (de la cruz) la desobediencia en el árbol; fue disuelta la seducción por la cual había sido mal seducida la virgen Eva destinada a su marido, por la verdad en la cual fue bien evangelizada por el ángel la Virgen María ya desposada: así como aquélla fue seducida por la palabra del ángel para que huyese de Dios prevaricando de su palabra, así ésta por la palabra del ángel fue evangelizada para que portase a Dios por la obediencia a su palabra, a fin de que la Virgen María fuese abogada de la virgen Eva; y para que, así como el género humano había sido atado a la muerte por una virgen, así también fuese desatado de ella por la Virgen, y que la desobediencia de una virgen fuese compensada por la obediencia de otra virgen” (Contra las herejías. Libro V, 19, 1)
Tim Staples reconocido apologeta católico hace la siguiente observación: “Muchos cristianos fundamentalistas afirman que la Virgen María no llevó a Dios en su vientre. En cambio, afirman, María llevaba solo la naturaleza humana de Jesús. Pero esto no es lo que creían los primeros cristianos.” (Apologetics with St. Irenaeus)
TOBIAS (LIBRO DEUTEROCANONICO) RECONOCIDO COMO PROFETA
San Ireneo de Lyon en el siglo II menciona a Tobías entre los profetas. Esto no seria aceptado por los protestantes actualmente que consideran a Tobías un libro apócrifo y piensan que no es inspirado por Dios a pesar que el Cristianismo lo reconoció oficialmente como Sagrada Escritura en diversas oportunidades.
“Se distribuyen los profetas de la siguiente manera: Moisés, Josué hijo de Nun, Amós y Habacuc son los de Jaldabaoth; Samuel, Natán, Jonás y Miqueas sirven a Jao; Elías, Joel y Zacarías anuncian a Sabaoth; Isaías, Ezequiel, Jeremías y Daniel pertenecen a Adonai; Tobías y Ageo hablan de Elohím; Miqueas y Naúm son los profetas de Hor; Esdras y Sofonías lo son de Astafé.” (Contra las herejías. Libro I, 30,11)
Lo anterior se comprende cuando tenemos presente lo que nos dice el erudito protestante F.F. Bruce respecto a San Ireneo y la Septuaginta:
“Ireneo es muy capaz de diferenciar los escritos de la verdad de la multitud de escritos apócrifos y espurios. Los escritos del Antiguo Testamento son testigos indispensables de la historia de la salvación; la versión Septuaginta había sido inspirada por Dios, mientras que a los escritos que denominamos apócrifos se les había otorgado la misma autoridad que a aquellos traducidos de la Biblia hebrea.” (El Canon de la Escritura. pp. 175-176)
CONCLUSIÓN
Hasta aquí he podido presentar parte de lo que fue el pensamiento de este Padre Apologista, cada quien puede sacar sus conclusiones referentes a San Ireneo si su enseñanza era mas cercana a la católica o a la protestante. Pero ante todo lo anterior, solo puedo concluir con las palabras del erudito protestante Phillip Schaff “Ireneo es el principal representante del cristianismo católico en el último cuarto del siglo II, el campeón de la ortodoxia” (History of the Christian Church. Vol II. p. 750)
Teniendo presente que los eruditos protestantes que se han citado, no concluyen que San Ireneo defendiera todas las enseñanzas católicas, sin embargo, son tomados como referencia para conocer un poco mejor el pensamiento de este Padre de la Iglesia.
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Richbell Meléndez, estudiante de teología en la EATEL, colaborador asiduo de distintas páginas de apologética católica y tutor de la escuela de apologética online DASM.
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Por: Richbell Meléndez
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Siguen circulando relatos sobre cómo la iglesia católica se opuso a la traducción de la Biblia a la lengua vernácula. Pero la iglesia nunca desaprobó eso. Cualquiera que esté familiarizado con la historia de la Iglesia católica, se dará cuenta que durante 2.000 años ella ha sido la preservadora y protectora de la palabra de Dios, es ridículo señalar lo contrario. Fue sólo por la autoridad de la Iglesia Católica, que se recogieron los diversos libros de la Escritura en el siglo IV, es por ello que tenemos una Biblia cristiana en absoluto.
Y es sólo a causa de la Iglesia que la Biblia sobrevivió y fue enseñada por los muchos siglos antes de la imprenta. Todos los cristianos de todo el mundo le deben una gran deuda a la Iglesia Católica. Después de todo, la Vulgata fue originariamente traducida por San Jerónimo para que la Biblia estuviera disponible en la lengua vernácula de entonces, el latín, que siguió siendo la lengua franca de la gente educada de Europa hasta finales del siglo XVIII y más. No fueron los reformadores protestantes los primeros en traducirla a lenguas europeas más modernas. La iglesia católica aprobó la Biblia de Gutemberg en alemán en 1455.
La primera edición en flamenco apareció en 1478. Dos versiones italianas fueron impresas en 1471 y una catalana fue publicada en 1478. Una Biblia polaca fue traducida en 1516, y la primera versión inglesa es del 1525. Muchas de estas ediciones eran de toda la Biblia. Siglos antes habían aparecido libros individuales en lengua vernácula. Por ejemplo, el primer Evangelio de San Juan en inglés, fue traducido al anglo-sajón en el año 735 por el Venerable Beda.
Entonces, ¿cuál era la verdadera razón por la que William Tyndale fue condenado? En 1408 el Sínodo de Oxford aprobó una ley que impedía cualquier traducción no autorizada de la Biblia al inglés y también prohibió la lectura de estas traducciones no autorizadas.
También seria legal cualquier traducción legal en un futuro. Y, ciertamente, la lectura de estas traducciones no sólo era legal, pero animó. Toda esta ley lo que hizo fue evitar que cualquier individuo privado publicara su propia traducción de las Escrituras sin la aprobación de la Iglesia.
Lo cual, como resulta, es justo lo que William Tyndale hizo. Tyndale era un sacerdote inglés no tiene gran fama que deseaba desesperadamente de hacer su propia traducción al Inglés de la Biblia. La Iglesia le negó por varias razones.
En primer lugar, no veía la necesidad real para una nueva traducción al Inglés de la Escritura en ese momento. De hecho, los libreros estaban teniendo dificultades para la venta de las ediciones impresas de la Biblia que ya tenían. La ley tenía que ser promulgada para obligar a la gente a comprarlos.
En segundo lugar, hay que recordar que esta fue una época de gran contienda y confusión para la Iglesia en Europa. La Reforma se había convertido al continente en un lugar inestable. Hasta el momento, Inglaterra había logrado mantenerse relativamente indemne, y la Iglesia quería que siga siendo así. Se pensaba que la adición de una nueva traducción inglés solamente añadiría confusión y distracción, donde se necesitaba atención.
Por último, si la Iglesia había decidido ofrecer una nueva traducción al Inglés de la Escritura, Tyndale no habría sido el hombre elegido para hacerlo. Era conocido como sólo un estudioso mediocre y había ganado una reputación como un sacerdote de opiniones poco ortodoxas y un temperamento violento.
Él era famoso por insultar al clero, desde el Papa hasta los frailes y monjes, y tenía un desprecio genuino por autoridad de la Iglesia. De hecho, fue juzgado primero por herejía en 1522, tres años antes de su traducción del Nuevo Testamento fue impresa. Su propio obispo en Londres no le apoyaría en esta causa.
Al no encontrar apoyo para su traducción de su obispo, abandonó Inglaterra y se fue a Worms, donde cayó bajo la influencia de Martín Lutero. Allí, en 1525 se produjo una traducción del Nuevo Testamento que fue un hervidero de corrupción textual. Él deliberadamente mal traducidos pasajes enteros de la Sagrada Escritura con el fin de condenar la doctrina católica ortodoxa y apoyar las nuevas ideas luteranas.
Es un hecho generalmente ignorado por los historiadores protestantes que muchas versiones en inglés de las Escrituras existían antes de Wycliff y Tyndale, y estas fueron autorizados y perfectamente legales (ver el libro " ¿De dónde obtuvimos la Biblia?: Nuestra deuda con la Iglesia Católica." por Henry Graham, capítulo 11, "Escrituras vernáculas antes de Wycliff").
Monjes católicos habían traducido la Biblia al inglés siglos antes que ellos y su trabajo fue bien recibido por la Iglesia. El venerable Beda (672-735 dC) había traducido el Evangelio en inglés, y antes de él Caedmon (c. 670 dC) y Aldhelm (m. 709) había trabajado en la traducción del Antiguo Testamento al inglés. El Lindisfarne Evangelios, en la que los cuatro Evangelios habían sido traducidos al inglés alrededor de 950 dC por un sacerdote católico llamado Aldred, se encuentra en el Museo Británico.
La Biblia de Tyndale fue inaceptable para la Iglesia Católica pero no porque fuera una traducción al inglés. La iglesia no objetó la traducción de la Biblia al inglés de William Tyndale. Antes bien, objetó las anotaciones y prejuicios protestantes que la acompañaron.
La traducción de Tyndale fue completada con prólogo y notas al pie condenando la doctrina y las enseñanzas de la iglesia. Incluso Enrique VIII, rey de Inglaterra, la reprobó en 1531 por ser una corrupción de la Escritura. En palabras de los consejeros del rey: "la corrupta traducción de la Escritura hecha por William Tyndale debe ser completamente desechada, rechazada, y puesta lejos del alcance de la gente…".
El obispo protestante Tunstall de Londres declaró que en la Biblia de Tyndale había más de 2.000 errores (y esto fue sólo el Nuevo Testamento). Tyndale tradujo el término bautismo como "limpieza", escritura como "escrito", Espíritu Santo como "Aliento Sagrado", obispo como "supervisor", sacerdote como "anciano", diácono como "ministro", herejía como "opción", martirio como "testimonio", etc.
En sus notas al pie, Tyndale se refirió al ocupante de la silla de San Pedro como "ese gran ídolo, la ramera de Babilonia, el anti Cristo de Roma".
La respuesta católica no fue quemar la Biblia, sino quemar la Biblia de Tyndale. Fue ésta una época en la que, según parece, hacía furor de hacer su propia versión de la Biblia. Los reformadores suprimieron los libros del Deuteronomio, Lutero quería deshacerse de la epístola de Juan, así como de hebreos, Judas y la Revelación porque no estaban de acuerdo con su doctrina de la justificación. Se peleaban entre sí sobre cuál era la mejor versión de la Biblia.
De la versión alemana hecha por Lutero, Zwinglio decía: "¡Oh, Lutero, tú has corrompido la palabra de Dios; tu eres visto como un manifiesto corruptor de la sagrada escritura; cómo nos avergonzamos de ti…!". A lo que Lutero respondió cortésmente: "Los seguidores de Zwinglio son tontos, burros e impostores". Al mismo tiempo, el francés teólogo reformador Juan Calvino "violenta la letra del evangelio y hace, además de esto, agregados al texto".
¿La Iglesia Católica condena esta versión de la Biblia? Por supuesto que sí.
Los reformadores protestantes pueden haber sido revolucionarios pero su revolución fue extremista, no poco parecida a la de los talibanes. Esto está ejemplificado en su celo para destruir. Los católicos quemaron algunas Biblias, pero los protestantes incineraron libros en tal escala que hacen que los fuegos católicos parezcan la llamita de una vela.
En Inglaterra, al ser suprimidos los monasterios, sus bibliotecas también fueron, la mayoría de las veces, destruidas. De modo que vastas bibliotecas monásticas integradas por textos religiosos que comprendían Biblias católicas antiguas, raras, y manuscritas fueron entregadas a las llamas.
En 1544, en las regiones de Irlanda controladas por el anglicanismo, al saquear monasterios y bibliotecas, los reformadores arrojaron al fuego un inmenso número de libros antiguos, incluidos Vulgatas. En un esfuerzo por reducir a los irlandeses católicos a la ignorancia, el rey Enrique VIII decretó que la posesión en Irlanda de manuscritos sobre cualquier tema (incluidas las Sagradas Escrituras) podría conllevar la pena de muerte.
Incluso Enrique VIII quemó las Biblias protestantes de Tyndale, Coverdale y Matthew, con la Vulgata latina ayudando a alimentar el fuego.
Las autoridades seculares condenaron también. Anglicanos están entre los muchos hoy que alaban Tyndale como el "padre de la Biblia en inglés." Pero fue su propio fundador, el rey Enrique VIII, quien en 1531 declaró que, "la traducción de la Biblia corrompida por William Tyndale debe ser expulsado completamente, rechazada y repudiada fuera de las manos de la gente."
Así problemático hicieron Biblia de Tyndale resultar que en 1543 - después de su ruptura con Roma - Enrique VIII decretó nuevamente que "toda clase de libros del Antiguo y Nuevo Testamento en inglés, siendo de la traducción astuta, falsa, y falsa de Tyndale. será clara y completamente abolida, extinguido, y prohibido mantener o utilizar en este reino. "
En última instancia, fueron las autoridades seculares que resultó ser el final de Tyndale. Él fue arrestado y juzgado (y condenado a morir) en la corte del emperador del Sacro Imperio en 1536. Su traducción de la Biblia era herética porque contenía ideas heréticas - no porque el acto de traducción era herética en sí mismo.
De hecho, la Iglesia Católica produciría una traducción de la Biblia al inglés, en 1582 apareció el Nuevo Testamento católico de Reims, en inglés. (la versión Reina-Valera, cuya Nuevo Testamento se publicó en 1582 y cuyo Antiguo Testamento fue lanzado en 1609).
Esta versión, con sus notas aclaratorias, despertó en la protestante Inglaterra la más violenta oposición. La reina Isabel ordenó la búsqueda, confiscación y destrucción de todas las copias.
Si un sacerdote era hallado en posesión de ella, era apresado. La quema de Biblias no se limitó a Inglaterra. En 1522 Calvino quemó todas las copias que pudieron encontrarse de la Biblia de Miguel Servet y más adelante el propio Servet fue quemado en la hoguera por ser unitario.
Cuando se habla de la historia de las traducciones bíblicas, es común que las personas arrojan alrededor de nombres como Tyndale y Wycliff. Pero la historia rara vez se da. El presente caso de una edición no sexista de la Biblia es una oportunidad maravillosa para los fundamentalistas para reflexionar y darse cuenta de que la razón por la que no aprueban esta nueva traducción es la misma razón por la que la Iglesia Católica no aprobaba las traducciones de Tyndale o Wycliff ' ss. Estas eran traducciones corruptas, hechos con un orden del día, y representaciones no precisas de la Sagrada Escritura.
Aquí, al menos, los fundamentalistas y los católicos estamos en algo de acuerdo: no te metas con la Palabra de Dios.
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Richbell Meléndez, laico católico dedicado a la apologética, colaborador asiduo de distintas páginas de apologética católica y subdirector de la escuela de apologética online DASM.
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Por: Jesús Urones
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Creo debe aclararse este tema de manera que aquellos que están empezando a conocer la fe católica no tengan dudas de cual es la postura de la Iglesia al respecto.
Para empezar debo aclarar que los evangelios apócrifos no son canónicos, pueden contener errores, e incluso muchas veces sus narraciones tienen rasgos mitológicos o incluso legendarios, pese a ello no debemos verlos como literatura herética pues NO TODOS LO SON. La gran mayoria si fueron escritos por herejes, gnósticos sobre todos, y en ellos se tergiversan y añaden leyendas sobre la vida y milagros de Jesús, sin embargo cabe mencionar que existen ciertos apócrifos que se les autodenominan católicos y estos no tienen contenido herético, si pueden tener leyendas sobre ciertos sucesos, por ello digo estos evangelios no son canónicos, ni inspirados. Sirven pues estos evangelios para entender mejor la historia del cristianismo, para el desarrollo litúrgico y doctrinal de la Iglesia, incluso en la arquitectura y el arte cristiano tienen un papel importante.
1.-MAGISTERIO DE LA IGLESIA SOBRE LOS APÓCRIFOS:
Aun cuando no son mencionados en el documento, cabe destacar que la referencia es general para todos aquellos libros prohibidos en algún momento, por ende, también le aplica a todos los apócrifos:
SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE NOTIFICACIÓN SOBRE LA ABOLICIÓN DEL ÍNDICE DE LIBROS PROHIBIDOS
Para responder a las citadas peticiones, esta Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, después de tratar la cuestión con el Santo Padre, declara que el índice conserva su vigor moral, en cuanto que orienta la conciencia de los fieles, para que, por exigencias del mismo derecho natural, tengan precaución ante los escritos que puedan poner en peligro la fe y las buenas costumbres; sin embargo, deja de tener la fuerza de ley eclesiástica con las censuras anejas.
Dado en Roma, en la Sede del Santo Oficio, el 14 de junio de 1966.
Es necesario aclarar que el indice conserva el vigor moral, es decir orienta a la conciencia justa y recta de los fieles, aquellos pues que tengan una fe básica y corran riesgo de confundirse es mejor no leerlos. Es algo que va relacionado con la virtud de la prudencia. Quizás moralmente no es aceptable leer este tipo de literatura pues puede generar confusión o ser piedra de tropiezo para otros hermanos (1Cor8:9) , pero también es cierto que a veces se necesito conocerlos para exponer ciertos temas y saber refutar los errores que de estos emanan ( pasa lo mismo con un apologista que lee un libro hereje para ver sus errores y luego refutarlo, no hay mal moral en ello).
Lo realmente importante es que la notificación dice que ya no hay censura eclesiástica sobre ellos, o sea no quedas excomulgado, ni anatemizado ni nada por el estilo.
Esto es de 1966 desde entonces podemos entender y comprender que todas las condenas hacia los libros prohibidos han sido levantadas en el orden eclesiástico, por ello nadie ca en herejia, ni en cisma, ni en apostasía ni en excomunión citando, leyendo, libros apócrifos.
Para dar prueba más veridica de esto, voy a citar como los últimos Papas se han referido a ciertos evangelios apócrifos en sus enseñanzas diarias, angelus, audiencias etc.
JUAN PABLO II CITANDO APOCRIFOS:
Angelus Domingo 05 de Julio de 1987:
Hoy nos dirigimos en peregrinación espiritual a un santuario ligado a la memoria delNacimiento de la Virgen Santísima. Una antigua tradición, a la cual se hace referencia en un apócrifo del siglo II, el Protoevangelio de Santiago, sitúa en Jerusalén, junto al templo, la casa en que nació la Virgen. Los cristianos, desde el siglo V en adelante, han celebrado la memoria de la Natividad de María en la gran iglesia construida frente al templo, sobre la Piscina Probática, donde Jesús curó al paralítico (cf. Jn 5, 1-9).
Audiencia General Miercoles 15 de octubre de 1997
Además, bajo el influjo del «Protoevangelio de Santiago», se instituyeron las fiestas de la Natividad, la Concepción y la Presentación, que contribuyeron notablemente a destacar algunos aspectos importantes del misterio de María.
Audiencia General del 02 de julio de 1997:
El primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen aparece en los relatos apócrifos, titulados «Transitus Mariae », cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II-III. Se trata de representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan una intuición de fe del pueblo de Dios.
BENEDICTO XVI CITANDO APOCRIFOS:
Audicencia General Miercoles 28 de Junio del 2006:
Además del apócrifo Protoevangelio de Santiago, que exalta la santidad y la virginidad de María, la Madre de Jesús, está unida a este Santiago en especial la Carta que lleva su nombre.
Audiencia general Miercoles 27 de Septiembre de 2006:
El cuarto evangelio nos ha conservado una última referencia a Tomás, al presentarlo como testigo del Resucitado en el momento sucesivo de la pesca milagrosa en el lago de Tiberíades (cf. Jn 21, 2). En esa ocasión, es mencionado incluso inmediatamente después de Simón Pedro: signo evidente de la notable importancia de que gozaba en el ámbito de las primeras comunidades cristianas. De hecho, en su nombre fueron escritos después los Hechos y el Evangelio de Tomás, ambos apócrifos, pero en cualquier caso importantes para el estudio de los orígenes cristianos.
Es fundamental destacar que el Papa Benedicto XVI habla de que los apócrifos son importantes para estudiar el origen del cristianismo, y eso que lo dice hablando de un evangelio apócrifo, no católico, como es el de Tomás.
El Papa Benedicto XVI sabe de la importancia que han tenido algunos apocrifos en la liturgia, arte y enseñanzas de la fe, pues de ellos salieron ciertas tradicciones litúrgicas, ciertas fiestas marianas, e incluso son apreciados en otros ritos de la Iglesia como el copto, sirio, armenio o griego.
Por ello es que para conocer la historia del cristianismo es necesario conocer los apócrifos y su lugar dentro de la Iglesia ( podemos decir que su lugar es puramente informativo y a veces piadoso).
2.-DIFERENTES TIPOS DE APOCRIFOS:
No podemos meter a todos los apócrifos en el mismo saco, ni verlos todos por igual, pues aun cuando no son libros canónicos, algunos de ellos ofrecen datos valiosos para la piedad popular o para la liturgia de la Iglesia. Creo es buena referencia citar la Enciclopedia Católica en este tema y ver la clasificación que ella realiza:
APÓCRIFOS DE ORIGEN CRISTIANO
El término cristiano se usa aquí en un sentido comprehensivo y abarca obras producidas tanto por católicos como por herejes, éstos últimos son principalmente los miembros de las varias ramas o escuelas de Gnosticismo que florecieron en los siglos segundo y tercero. Los escritos apócrifos cristianos en general, imitan a los libros del Nuevo Testamento y, por consiguiente, con pocas excepciones, caen bajo la descripción de Evangelios, Hechos, Epístolas y Apocalipsis.
Conforme a esto, sabemos entonces que hay unos evangelios que son apócrifos, escritos por católicos, y otros evangelios apócrifos escritos por herejes, fundamentalmente gnósticos del siglo II al III.
Posteriormente la enciclopedia católica pasa a enumerar el listado de evangelios apócrifos católicos:
Evangelios apócrifos de origen católico
Protoevangelium Jacobi, o Evangelio de la infancia de Santiago.
Evangelio de S. Mateo.
Evangelio árabe del la Infancia
Evangelio de Gamaliel
El Transitus Mariæ o Evangelium Joannis
APOCRIFOS HERETICOS:
Evangelios apócrifos heréticos o judíos:
Evangelio según los Hebreos
Evangelio según los Egipcios
Evangelio de S. Pedro
Evangelio de S. Felipe
Evangelio de Sto. Tomás
Evangelio de S. Bartolomé
Evangelio de los Doce Apóstoles
Otros Evangelios
Es suficiente con anotar la existencia de otros Pseudos-Evangelios de los que aparte de los nombre, poco se conoce. Hubo un Evangelio de S. Andrés, probablemente idéntico al Gnóstico “Hechos de Andrés”; un Evangelio de Bernabé, un Evangelio de Tadeo, un Evangelio de Eva y hasta uno de Judas Iscariote, utilizado por los gnósticos Cainitas, que glorificaba al traidor.
Vemos entonces como el protoevangelio de Santiago, el Transitus Mariae, son evangelios apocrifos cristianos, y son los que anteriormente han citado los papas Benedicto XVI y Juan Pablo II. Ciertamente existe otro grupo de evangelios APOCRIFOS HERÉTICOS, que son en su mayoria gnosticos escritos entre los siglos II AL IV dC de los cuales nada bueno podemos sacar.
Sin embargo eso no podemos decirlo de aquellos evangelios apocrifos cristianos que en su momento fueron usados por padres de la Iglesia y que de ellos se han sacado elementos liturgicos importantes e incluso nombres para el martiriologico ( nombres de santos). Como he dicho, estos apocrifos cristianos son escritos piadosos, nadie esta obligado a creer en ELLOS!!! pero tampoco debemos condenar a aquel que crea en ellos....
3.- DATOS SACADOS DE LOS APOCRIFOS:
-Voy a intentar hacer un breve resumen de los datos que la Iglesia ha sacado de los apocrifos y que son usados en el martiriológico romano/liturgia/festividades/himnos etc, pero antes considero necesario que esta idea sea apoyada por otros teologos de renombre y especialistas en la materia, para que nadie pueda acusarme de inventarme cosas......( mis comentarios iran en azul)
LOS PADRES DE LA IGLESIA UNA GUIA INTRODUCTORIA—ENRIQUE MOLINE:
Cuando nos habla del Pseudo Evangelio de Mateo y Protoevangelio de Santiago dice:
(Este fragmento refleja a la vez una gran admiración por la virgen Maria y una mentalidad monacal con otros análogos, influyo mucho en obras posteriores como las de Sor Maria Agreda y la madre Emmerich).
Parece ser que ciertos evangelios apocrifos influyeron en misticos ilustres del cristianismo como Sor Maria Agreda o la beata Emmerich ( fundamentalmente en sus visiones y obras). También podriamos citar aqui las Revelaciones de Santa Brigida que tienen elementos tomados de estos apócrifos.
PATROLOGIA- JOHANNES QUASTEN:
El Evangelio de Nicodemo.
Los Hechos de Pilatos del Evangelium Nicodemi, que se conservan en griego y en traducciones siríaca, armenia, copla, árabe y latina, tuvieron consecuencias muy curiosas. Los cristianos de Siria y Egipto veneraron a Pilatos como santo y mártir, y aun hoy día sigue en el calendario litúrgico de la iglesia copta. Durante la Edad Media, la influencia de los Hechos en la literatura y en el arte fue enorme.
Debemos saber que el nombre de San Dimas y el del segundo ladron Gestas han sido sacado de esta obra. La festividad de san Dimas es el 25 de marzo, es el único canonizado por Jesucristo. Como enseña la Enciclopedia catolica este escrito no lo escribio ningun hereje ni gnostico.
El Protoevangelio de Santiago.
La primera referencia al Libro de Santiago la encontramos en Orígenes; dice que este libro hace de "los hermanos del Señor" hijos de José habidos de una primera mujer. Pero ya antes de Orígenes, Clemente de Alejandría, su maestro, y Justino Mártir refieren incidentes relativos al nacimiento de Jesús que también se relatan en el Protoevangelio.
El libro es, probablemente, de mediados del siglo II; en todo caso, es cierto que existía al finalizar el siglo. Contiene la narración más antigua del nacimiento milagroso y de la infancia y adolescencia de la Virgen María. En él aparecen por vez primera los nombres de los padres de María, Joaquín y Ana.
Datos importantes de este apocrifo:
Usado por Origenes, Clemente de Alejandria, Justino Martir, San Epifanio también lo uso.
Primero en hablarnos de San Joaquin y Santa Ana, los padres de Maria y abuelos de Cristo.
La forma actual del texto griego data del siglo IV, pues lo utilizó Epifanio a fines del mismo siglo. El Protoevangelio alcanzó una gran difusión, como lo demuestra el hecho de que se conserven unos treinta manuscritos del texto griego. Poseemos, además, antiguas traducciones en siríaco, armenio, copto y eslavo. Con todo, no ha aparecido todavía ningún manuscrito latino de este evangelio.
Otro dato importante es la gran difusión pues esta escrito en los principales idiomas antiguos de la fe cristiana: el armenio, el copto, el sirio, el eslavo. Con razón esta asociado muy extrechamente a estas Iglesias. Tanto este escrito como el Pseudo Mateo nos hablan de la mula y el buey en el gruta o cueva donde nacio Cristo. Por ello se adquirio la tradicción de poner una mula y un buey en el pesebre ( este evangelio hace referencia a Habacuc 3:2 e Isaias 1:3-4 ). La idea de gruta o cueva donde nació Cristo es usada también por San Justino martir (Dialogo 78).
El Decretum Gelasianum de libris recipiendis et non recipiendis, del siglo VI, condena el escrito como herético. No obstante, no cabe exagerar al hablar de la influencia que este evangelio de la Natividad ha ejercido en el campo de la liturgia, de la literatura y del arte.
Sin embargo cabe decir que actualmente es dudosa la autoria del Papa Gelasio con respecto a este Decreto. Como bien indica Quasten, este evangelio fue fundamental en la literatura, el arte y liturgia, posteriormente lo veremos.
El culto de Santa Ana y la fiesta eclesiástica de la Presentación de la Virgen en el templo deben su origen a las tradiciones de este libro. Muchas de las encantadoras leyendas de Nuestra Señora se basan en historias del Protoevangelio. Los artistas no se han cansado de inspirarse en él.
La festividad de Santa Ana y San Joaquin y su inclusión en el martiriologico asi como la fiesta de la Natividad de nuestra Señor se basan en este protoevangelio.
PATROLOGIA RAMON TREVIJANO-ECHEVARRIA:
A partir del S. II (Protoevangelio de Santiago, Protoev) comienza la producción de textos que tratan de colmar las lagunas dejadas por las narraciones canónicas. El centro de interés puede ser la infancia de Jesús (Evangelio Eclesiástico de Tomás) o la pasión y resurrección (literatura de Pilato, Evangelio de Nicodemo, Evangelio de Bartolomé).
Evangelios legendarios.
En este grupo se integran tanto los Evangelios de la Infancia como la Literatura de Pilato. Nos vamos a detener sólo en el Protoevangelio de Santiago. Por su género literario corresponde a la literatura narrativa popular; pero por el trasfondo bíblico y una serie de motivos judeocristianos podemos clasificarlo como un midrás cristiano de tipo hagádico. Aunque el relato desemboca en la historia del nacimiento de Jesús y episodios posteriores (los Magos, matanza de los Inocentes, muerte de Zacarías en el santuario por orden de Herodes), es, más bien, una narración del nacimiento milagroso de María, hija del rico Joaquín y de su mujer Ana, de su crecimiento en el Templo y de su virginidad (confiada mediante una elección por sorteo al viudo con hijos José), que no quedó rota por el nacimiento virginal de Jesús. El autor pretende ser Santiago; lo que se ha entendido desde antiguo de Santiago, el hermano del Señor, hijo de un primer matrimonio de S. José. En realidad el libro no es anterior al 150. Presupone la historia canónica de la Infancia, aunque utiliza con mucha libertad tanto a Mt. como a Lc. Es probable que siga también tradiciones orales (nacimiento en una gruta de Belén). Orígenes, y probablemente Clemente Alejandrino, conocen ya la obra y Justino toca de cerca alguno de sus temas (nacimiento en la gruta, filiación davídica de María). Su objetivo es la glorificación de María y anuncia ya una serie de temas de la mariología. Su explicación de los "hermanos del Señor" fue considerada plausible hasta san Jerónimo. La explicación de tales "hermanos" como "primos" no sólo la desplazó, sino que motivó luego en Occidente una reacción polémica contra el Protoev. En Oriente fue una obra muy estimada, tanto por los ebionitas como por los Padres griegos. Por su exaltación de la virginidad es obra muy considerada por las iglesias siria, copta y armenia. Muestra esta obra la antigüedad del culto de María, ya muy avanzado en tiempo de la redacción. Tuvo gran influjo en el desarrollo de la mariología y significó mucho tanto para la liturgia y la piedad católica como para el arte.
Este autor vuelve nuevamente a insistir en el influjo e importancia de este apocrifo en mariologia ,liturgia y piedad catolica.....
HISTORIA DE LA LITURGIA-TOMO I MARIO RIGHETTI:
EVANGELIO APOCRIFO TRANSITUS MARIAE:
. Quizá con el difundirse la narración maravillosa del Transitus Mariae, que coincide con los primeros años del siglo VI, y con la afluencia de peregrinaciones a la tumba de la Virgen, en Jerusalén, se creyó oportuno recordar el suceso en la liturgia, dedicando particularmente a este misterio la fiesta genérica más solemne que ya se celebraba en su honor.
Es precisamente en el De transitu Mariae donde se encuentran las primeras memorias de una fiesta mariana el 15 de agosto, si bien sin ninguna relación con la dormición. El texto siríaco del Transitus narra que los apóstoles establecieron durante el año tres días conmemorativos de la Virgen: el 25 de enero (de seminibus), por el buen éxito de la sementera; el 15 de mayo (ad aristas), por la cosecha inminente, y el 15 de agosto (pro vitibus), para una vendimia próspera.
Vemos pues con la difusión de este apocrifo a partir del siglo VI la fiesta de la asunción empezo a adquirir mas fuerza y mas solemnidad.
SOBRE LA NATIVIDAD DICE:
Como primer documento de esta fiesta, tenemos un himno de San Romano, el famoso himnógrafo griego, compuesto por él entre el 536-556, y en el cual es puesta en bellos versos la narración del Proto-evangelio de Santiago. En Occidente, la Natividad de María no fue probablemente introducida antes del siglo Vil, si bien ya fuese solemnizada la de San Juan Bautista.
Gracias a un himno compuesto por San Romano melode, la fiesta de la Natividad empezo a cobrar fuerza, y este himno se basa en el protoevangelio de Santiago. Tenemos que este evangelio entonces ayudo a difundir la fiesta de la Natividad de Maria, o sea, tuvo papel importante en la liturgia de la Iglesia.
Creo que con esto es suficiente para demostrar claramente como no todos los apocrifos son condenados por la Iglesia, libros de patrologia, de liturgia, de historia de la Iglesia nos enseñan la importancia de estos apócrifos cristianos en la piedad, liturgia y el santoral de la Iglesia.
Espero entonces haber dejado claro el lugar de estos escritos dentro de la fe católica, son NO CANONICOS, nadie esta obligado a creer en ellos pero sus enseñanzas son utiles para compreder la historia del cristianismo y de la liturgia de la Iglesia.
FUENTES BIBLIOGRAFICAS:
PATROLOGIA-I. JOHANNEN QUASTEN.
LOS PADRES DE LA IGLESIA UNA GUIA INTRODUCTORIA- ENRIQUE MOLINE.
A. DE SANTOS OTERO, Los Evangelios apócrifos, BAC 148, Madrid 1993;
PATROLOGIA RAMON TREVIJANO-ECHEVARRIA.
HISTORIA DE LA LITURGIA-MARIO RIGHETTI.
Paginas webs:
http://ec.aciprensa.com/wiki/Ap%C3%B3crifo
http://ec.aciprensa.com/wiki/ActaPilati
http://www.vatican.va/romancuria/congregations/cfaith/documents/rcconcfaithdoc19660614de-indicis-libr-prohibsp.html.
http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/angelus/1987/documents/hfjp-iiang19870705.html
https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1997/documents/hfjp-iiaud15101997.pdf
http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2006/documents/hfben-xviaud20060628.html
https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1997/documents/hfjp-iiaud02071997.html
https://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2006/documents/hfben-xviaud20060927.html
EVANGELIZA Y COMPARTE.
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Por: Jesús Urones
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Creo debe aclararse este tema de manera que aquellos que están empezando a conocer la fe católica no tengan dudas de cual es la postura de la Iglesia al respecto.
Para empezar debo aclarar que los evangelios apócrifos no son canónicos, pueden contener errores, e incluso muchas veces sus narraciones tienen rasgos mitológicos o incluso legendarios, pese a ello no debemos verlos como literatura herética pues NO TODOS LO SON. La gran mayoria si fueron escritos por herejes, gnósticos sobre todos, y en ellos se tergiversan y añaden leyendas sobre la vida y milagros de Jesús, sin embargo cabe mencionar que existen ciertos apócrifos que se les autodenominan católicos y estos no tienen contenido herético, si pueden tener leyendas sobre ciertos sucesos, por ello digo estos evangelios no son canónicos, ni inspirados. Sirven pues estos evangelios para entender mejor la historia del cristianismo, para el desarrollo litúrgico y doctrinal de la Iglesia, incluso en la arquitectura y el arte cristiano tienen un papel importante.
1.-MAGISTERIO DE LA IGLESIA SOBRE LOS APÓCRIFOS:
Aun cuando no son mencionados en el documento, cabe destacar que la referencia es general para todos aquellos libros prohibidos en algún momento, por ende, también le aplica a todos los apócrifos:
SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE NOTIFICACIÓN SOBRE LA ABOLICIÓN DEL ÍNDICE DE LIBROS PROHIBIDOS
Para responder a las citadas peticiones, esta Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, después de tratar la cuestión con el Santo Padre, declara que el índice conserva su vigor moral, en cuanto que orienta la conciencia de los fieles, para que, por exigencias del mismo derecho natural, tengan precaución ante los escritos que puedan poner en peligro la fe y las buenas costumbres; sin embargo, deja de tener la fuerza de ley eclesiástica con las censuras anejas.
Dado en Roma, en la Sede del Santo Oficio, el 14 de junio de 1966.
Es necesario aclarar que el indice conserva el vigor moral, es decir orienta a la conciencia justa y recta de los fieles, aquellos pues que tengan una fe básica y corran riesgo de confundirse es mejor no leerlos. Es algo que va relacionado con la virtud de la prudencia. Quizás moralmente no es aceptable leer este tipo de literatura pues puede generar confusión o ser piedra de tropiezo para otros hermanos (1Cor8:9) , pero también es cierto que a veces se necesito conocerlos para exponer ciertos temas y saber refutar los errores que de estos emanan ( pasa lo mismo con un apologista que lee un libro hereje para ver sus errores y luego refutarlo, no hay mal moral en ello).
Lo realmente importante es que la notificación dice que ya no hay censura eclesiástica sobre ellos, o sea no quedas excomulgado, ni anatemizado ni nada por el estilo.
Esto es de 1966 desde entonces podemos entender y comprender que todas las condenas hacia los libros prohibidos han sido levantadas en el orden eclesiástico, por ello nadie ca en herejia, ni en cisma, ni en apostasía ni en excomunión citando, leyendo, libros apócrifos.
Para dar prueba más veridica de esto, voy a citar como los últimos Papas se han referido a ciertos evangelios apócrifos en sus enseñanzas diarias, angelus, audiencias etc.
JUAN PABLO II CITANDO APOCRIFOS:
Angelus Domingo 05 de Julio de 1987:
Hoy nos dirigimos en peregrinación espiritual a un santuario ligado a la memoria delNacimiento de la Virgen Santísima. Una antigua tradición, a la cual se hace referencia en un apócrifo del siglo II, el Protoevangelio de Santiago, sitúa en Jerusalén, junto al templo, la casa en que nació la Virgen. Los cristianos, desde el siglo V en adelante, han celebrado la memoria de la Natividad de María en la gran iglesia construida frente al templo, sobre la Piscina Probática, donde Jesús curó al paralítico (cf. Jn 5, 1-9).
Audiencia General Miercoles 15 de octubre de 1997
Además, bajo el influjo del «Protoevangelio de Santiago», se instituyeron las fiestas de la Natividad, la Concepción y la Presentación, que contribuyeron notablemente a destacar algunos aspectos importantes del misterio de María.
Audiencia General del 02 de julio de 1997:
El primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen aparece en los relatos apócrifos, titulados «Transitus Mariae », cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II-III. Se trata de representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan una intuición de fe del pueblo de Dios.
BENEDICTO XVI CITANDO APOCRIFOS:
Audicencia General Miercoles 28 de Junio del 2006:
Además del apócrifo Protoevangelio de Santiago, que exalta la santidad y la virginidad de María, la Madre de Jesús, está unida a este Santiago en especial la Carta que lleva su nombre.
Audiencia general Miercoles 27 de Septiembre de 2006:
El cuarto evangelio nos ha conservado una última referencia a Tomás, al presentarlo como testigo del Resucitado en el momento sucesivo de la pesca milagrosa en el lago de Tiberíades (cf. Jn 21, 2). En esa ocasión, es mencionado incluso inmediatamente después de Simón Pedro: signo evidente de la notable importancia de que gozaba en el ámbito de las primeras comunidades cristianas. De hecho, en su nombre fueron escritos después los Hechos y el Evangelio de Tomás, ambos apócrifos, pero en cualquier caso importantes para el estudio de los orígenes cristianos.
Es fundamental destacar que el Papa Benedicto XVI habla de que los apócrifos son importantes para estudiar el origen del cristianismo, y eso que lo dice hablando de un evangelio apócrifo, no católico, como es el de Tomás.
El Papa Benedicto XVI sabe de la importancia que han tenido algunos apocrifos en la liturgia, arte y enseñanzas de la fe, pues de ellos salieron ciertas tradicciones litúrgicas, ciertas fiestas marianas, e incluso son apreciados en otros ritos de la Iglesia como el copto, sirio, armenio o griego.
Por ello es que para conocer la historia del cristianismo es necesario conocer los apócrifos y su lugar dentro de la Iglesia ( podemos decir que su lugar es puramente informativo y a veces piadoso).
2.-DIFERENTES TIPOS DE APOCRIFOS:
No podemos meter a todos los apócrifos en el mismo saco, ni verlos todos por igual, pues aun cuando no son libros canónicos, algunos de ellos ofrecen datos valiosos para la piedad popular o para la liturgia de la Iglesia. Creo es buena referencia citar la Enciclopedia Católica en este tema y ver la clasificación que ella realiza:
APÓCRIFOS DE ORIGEN CRISTIANO
El término cristiano se usa aquí en un sentido comprehensivo y abarca obras producidas tanto por católicos como por herejes, éstos últimos son principalmente los miembros de las varias ramas o escuelas de Gnosticismo que florecieron en los siglos segundo y tercero. Los escritos apócrifos cristianos en general, imitan a los libros del Nuevo Testamento y, por consiguiente, con pocas excepciones, caen bajo la descripción de Evangelios, Hechos, Epístolas y Apocalipsis.
Conforme a esto, sabemos entonces que hay unos evangelios que son apócrifos, escritos por católicos, y otros evangelios apócrifos escritos por herejes, fundamentalmente gnósticos del siglo II al III.
Posteriormente la enciclopedia católica pasa a enumerar el listado de evangelios apócrifos católicos:
Evangelios apócrifos de origen católico
Protoevangelium Jacobi, o Evangelio de la infancia de Santiago.
Evangelio de S. Mateo.
Evangelio árabe del la Infancia
Evangelio de Gamaliel
El Transitus Mariæ o Evangelium Joannis
APOCRIFOS HERETICOS:
Evangelios apócrifos heréticos o judíos:
Evangelio según los Hebreos
Evangelio según los Egipcios
Evangelio de S. Pedro
Evangelio de S. Felipe
Evangelio de Sto. Tomás
Evangelio de S. Bartolomé
Evangelio de los Doce Apóstoles
Otros Evangelios
Es suficiente con anotar la existencia de otros Pseudos-Evangelios de los que aparte de los nombre, poco se conoce. Hubo un Evangelio de S. Andrés, probablemente idéntico al Gnóstico “Hechos de Andrés”; un Evangelio de Bernabé, un Evangelio de Tadeo, un Evangelio de Eva y hasta uno de Judas Iscariote, utilizado por los gnósticos Cainitas, que glorificaba al traidor.
Vemos entonces como el protoevangelio de Santiago, el Transitus Mariae, son evangelios apocrifos cristianos, y son los que anteriormente han citado los papas Benedicto XVI y Juan Pablo II. Ciertamente existe otro grupo de evangelios APOCRIFOS HERÉTICOS, que son en su mayoria gnosticos escritos entre los siglos II AL IV dC de los cuales nada bueno podemos sacar.
Sin embargo eso no podemos decirlo de aquellos evangelios apocrifos cristianos que en su momento fueron usados por padres de la Iglesia y que de ellos se han sacado elementos liturgicos importantes e incluso nombres para el martiriologico ( nombres de santos). Como he dicho, estos apocrifos cristianos son escritos piadosos, nadie esta obligado a creer en ELLOS!!! pero tampoco debemos condenar a aquel que crea en ellos....
3.- DATOS SACADOS DE LOS APOCRIFOS:
-Voy a intentar hacer un breve resumen de los datos que la Iglesia ha sacado de los apocrifos y que son usados en el martiriológico romano/liturgia/festividades/himnos etc, pero antes considero necesario que esta idea sea apoyada por otros teologos de renombre y especialistas en la materia, para que nadie pueda acusarme de inventarme cosas......( mis comentarios iran en azul)
LOS PADRES DE LA IGLESIA UNA GUIA INTRODUCTORIA—ENRIQUE MOLINE:
Cuando nos habla del Pseudo Evangelio de Mateo y Protoevangelio de Santiago dice:
(Este fragmento refleja a la vez una gran admiración por la virgen Maria y una mentalidad monacal con otros análogos, influyo mucho en obras posteriores como las de Sor Maria Agreda y la madre Emmerich).
Parece ser que ciertos evangelios apocrifos influyeron en misticos ilustres del cristianismo como Sor Maria Agreda o la beata Emmerich ( fundamentalmente en sus visiones y obras). También podriamos citar aqui las Revelaciones de Santa Brigida que tienen elementos tomados de estos apócrifos.
PATROLOGIA- JOHANNES QUASTEN:
El Evangelio de Nicodemo.
Los Hechos de Pilatos del Evangelium Nicodemi, que se conservan en griego y en traducciones siríaca, armenia, copla, árabe y latina, tuvieron consecuencias muy curiosas. Los cristianos de Siria y Egipto veneraron a Pilatos como santo y mártir, y aun hoy día sigue en el calendario litúrgico de la iglesia copta. Durante la Edad Media, la influencia de los Hechos en la literatura y en el arte fue enorme.
Debemos saber que el nombre de San Dimas y el del segundo ladron Gestas han sido sacado de esta obra. La festividad de san Dimas es el 25 de marzo, es el único canonizado por Jesucristo. Como enseña la Enciclopedia catolica este escrito no lo escribio ningun hereje ni gnostico.
El Protoevangelio de Santiago.
La primera referencia al Libro de Santiago la encontramos en Orígenes; dice que este libro hace de "los hermanos del Señor" hijos de José habidos de una primera mujer. Pero ya antes de Orígenes, Clemente de Alejandría, su maestro, y Justino Mártir refieren incidentes relativos al nacimiento de Jesús que también se relatan en el Protoevangelio.
El libro es, probablemente, de mediados del siglo II; en todo caso, es cierto que existía al finalizar el siglo. Contiene la narración más antigua del nacimiento milagroso y de la infancia y adolescencia de la Virgen María. En él aparecen por vez primera los nombres de los padres de María, Joaquín y Ana.
Datos importantes de este apocrifo:
Usado por Origenes, Clemente de Alejandria, Justino Martir, San Epifanio también lo uso.
Primero en hablarnos de San Joaquin y Santa Ana, los padres de Maria y abuelos de Cristo.
La forma actual del texto griego data del siglo IV, pues lo utilizó Epifanio a fines del mismo siglo. El Protoevangelio alcanzó una gran difusión, como lo demuestra el hecho de que se conserven unos treinta manuscritos del texto griego. Poseemos, además, antiguas traducciones en siríaco, armenio, copto y eslavo. Con todo, no ha aparecido todavía ningún manuscrito latino de este evangelio.
Otro dato importante es la gran difusión pues esta escrito en los principales idiomas antiguos de la fe cristiana: el armenio, el copto, el sirio, el eslavo. Con razón esta asociado muy extrechamente a estas Iglesias. Tanto este escrito como el Pseudo Mateo nos hablan de la mula y el buey en el gruta o cueva donde nacio Cristo. Por ello se adquirio la tradicción de poner una mula y un buey en el pesebre ( este evangelio hace referencia a Habacuc 3:2 e Isaias 1:3-4 ). La idea de gruta o cueva donde nació Cristo es usada también por San Justino martir (Dialogo 78).
El Decretum Gelasianum de libris recipiendis et non recipiendis, del siglo VI, condena el escrito como herético. No obstante, no cabe exagerar al hablar de la influencia que este evangelio de la Natividad ha ejercido en el campo de la liturgia, de la literatura y del arte.
Sin embargo cabe decir que actualmente es dudosa la autoria del Papa Gelasio con respecto a este Decreto. Como bien indica Quasten, este evangelio fue fundamental en la literatura, el arte y liturgia, posteriormente lo veremos.
El culto de Santa Ana y la fiesta eclesiástica de la Presentación de la Virgen en el templo deben su origen a las tradiciones de este libro. Muchas de las encantadoras leyendas de Nuestra Señora se basan en historias del Protoevangelio. Los artistas no se han cansado de inspirarse en él.
La festividad de Santa Ana y San Joaquin y su inclusión en el martiriologico asi como la fiesta de la Natividad de nuestra Señor se basan en este protoevangelio.
PATROLOGIA RAMON TREVIJANO-ECHEVARRIA:
A partir del S. II (Protoevangelio de Santiago, Protoev) comienza la producción de textos que tratan de colmar las lagunas dejadas por las narraciones canónicas. El centro de interés puede ser la infancia de Jesús (Evangelio Eclesiástico de Tomás) o la pasión y resurrección (literatura de Pilato, Evangelio de Nicodemo, Evangelio de Bartolomé).
Evangelios legendarios.
En este grupo se integran tanto los Evangelios de la Infancia como la Literatura de Pilato. Nos vamos a detener sólo en el Protoevangelio de Santiago. Por su género literario corresponde a la literatura narrativa popular; pero por el trasfondo bíblico y una serie de motivos judeocristianos podemos clasificarlo como un midrás cristiano de tipo hagádico. Aunque el relato desemboca en la historia del nacimiento de Jesús y episodios posteriores (los Magos, matanza de los Inocentes, muerte de Zacarías en el santuario por orden de Herodes), es, más bien, una narración del nacimiento milagroso de María, hija del rico Joaquín y de su mujer Ana, de su crecimiento en el Templo y de su virginidad (confiada mediante una elección por sorteo al viudo con hijos José), que no quedó rota por el nacimiento virginal de Jesús. El autor pretende ser Santiago; lo que se ha entendido desde antiguo de Santiago, el hermano del Señor, hijo de un primer matrimonio de S. José. En realidad el libro no es anterior al 150. Presupone la historia canónica de la Infancia, aunque utiliza con mucha libertad tanto a Mt. como a Lc. Es probable que siga también tradiciones orales (nacimiento en una gruta de Belén). Orígenes, y probablemente Clemente Alejandrino, conocen ya la obra y Justino toca de cerca alguno de sus temas (nacimiento en la gruta, filiación davídica de María). Su objetivo es la glorificación de María y anuncia ya una serie de temas de la mariología. Su explicación de los "hermanos del Señor" fue considerada plausible hasta san Jerónimo. La explicación de tales "hermanos" como "primos" no sólo la desplazó, sino que motivó luego en Occidente una reacción polémica contra el Protoev. En Oriente fue una obra muy estimada, tanto por los ebionitas como por los Padres griegos. Por su exaltación de la virginidad es obra muy considerada por las iglesias siria, copta y armenia. Muestra esta obra la antigüedad del culto de María, ya muy avanzado en tiempo de la redacción. Tuvo gran influjo en el desarrollo de la mariología y significó mucho tanto para la liturgia y la piedad católica como para el arte.
Este autor vuelve nuevamente a insistir en el influjo e importancia de este apocrifo en mariologia ,liturgia y piedad catolica.....
HISTORIA DE LA LITURGIA-TOMO I MARIO RIGHETTI:
EVANGELIO APOCRIFO TRANSITUS MARIAE:
. Quizá con el difundirse la narración maravillosa del Transitus Mariae, que coincide con los primeros años del siglo VI, y con la afluencia de peregrinaciones a la tumba de la Virgen, en Jerusalén, se creyó oportuno recordar el suceso en la liturgia, dedicando particularmente a este misterio la fiesta genérica más solemne que ya se celebraba en su honor.
Es precisamente en el De transitu Mariae donde se encuentran las primeras memorias de una fiesta mariana el 15 de agosto, si bien sin ninguna relación con la dormición. El texto siríaco del Transitus narra que los apóstoles establecieron durante el año tres días conmemorativos de la Virgen: el 25 de enero (de seminibus), por el buen éxito de la sementera; el 15 de mayo (ad aristas), por la cosecha inminente, y el 15 de agosto (pro vitibus), para una vendimia próspera.
Vemos pues con la difusión de este apocrifo a partir del siglo VI la fiesta de la asunción empezo a adquirir mas fuerza y mas solemnidad.
SOBRE LA NATIVIDAD DICE:
Como primer documento de esta fiesta, tenemos un himno de San Romano, el famoso himnógrafo griego, compuesto por él entre el 536-556, y en el cual es puesta en bellos versos la narración del Proto-evangelio de Santiago. En Occidente, la Natividad de María no fue probablemente introducida antes del siglo Vil, si bien ya fuese solemnizada la de San Juan Bautista.
Gracias a un himno compuesto por San Romano melode, la fiesta de la Natividad empezo a cobrar fuerza, y este himno se basa en el protoevangelio de Santiago. Tenemos que este evangelio entonces ayudo a difundir la fiesta de la Natividad de Maria, o sea, tuvo papel importante en la liturgia de la Iglesia.
Creo que con esto es suficiente para demostrar claramente como no todos los apocrifos son condenados por la Iglesia, libros de patrologia, de liturgia, de historia de la Iglesia nos enseñan la importancia de estos apócrifos cristianos en la piedad, liturgia y el santoral de la Iglesia.
Espero entonces haber dejado claro el lugar de estos escritos dentro de la fe católica, son NO CANONICOS, nadie esta obligado a creer en ellos pero sus enseñanzas son utiles para compreder la historia del cristianismo y de la liturgia de la Iglesia.
FUENTES BIBLIOGRAFICAS:
PATROLOGIA-I. JOHANNEN QUASTEN.
LOS PADRES DE LA IGLESIA UNA GUIA INTRODUCTORIA- ENRIQUE MOLINE.
A. DE SANTOS OTERO, Los Evangelios apócrifos, BAC 148, Madrid 1993;
PATROLOGIA RAMON TREVIJANO-ECHEVARRIA.
HISTORIA DE LA LITURGIA-MARIO RIGHETTI.
Paginas webs:
http://ec.aciprensa.com/wiki/Ap%C3%B3crifo
http://ec.aciprensa.com/wiki/ActaPilati
http://www.vatican.va/romancuria/congregations/cfaith/documents/rcconcfaithdoc19660614de-indicis-libr-prohibsp.html.
http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/angelus/1987/documents/hfjp-iiang19870705.html
https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1997/documents/hfjp-iiaud15101997.pdf
http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2006/documents/hfben-xviaud20060628.html
https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1997/documents/hfjp-iiaud02071997.html
https://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2006/documents/hfben-xviaud20060927.html
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Por: José Miguel Arráiz
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Recientemente estaba platicando con un pastor evangélico (Fernando García Sotomayor quien es rector del Seminario Teológico Rhema Internacional de Colombia) y el tema bifurcó en la típica apología fundamentalista donde se acusa a la Iglesia Católica (y a las iglesias evangélicas que participan del movimiento ecuménico) de ser la “ramera de Babilonia".
Entre los comentarios que salieron a resucir mi amigo pastor me comentó que esto lo reconocían inclusive los padres de la Iglesia, entre ellos San Agustín, para lo cual escribió:
“San Agustín en su libro La Ciudad de Dios llama a Roma una segunda Babilonia “Babilonia, es una Roma anterior y Roma una Babilonia posterior. Roma es Hija de babilonia””
Ahora bien, San Agustín efectivamente vió en la Roma pagana (no la cristiana) una segunda Babilonia, y así se lo hice notar, por eso enfaticé la pregunta y le pedi especificar si creía que cuando San Agustín hablaba de Roma se refería a la Iglesia Católica. Entre otras cosas respondió:
“La diferencia entre la Roma pagana y la Roma cristiana la haces tu. No estos insignes hombres de fe”
Suministró también la siguiente fuente: “Frank M Boyd. La biblia a su alcance. Ed. Vida. Pags. 200-229.
En este estudio haré un breve análisis de la obra de San Agustín Ciudad de Dios, así como de algunos de sus otros escritos, para así dilusidar si es “cosa mía” y no del insigne San Agustín el diferenciar entre la Roma pagana y la Iglesia Católica Romana. Esto permitirá conocer mejor el pensamiento Agustiniano y evitar que para futuras ocasiones este pueda ser descontextualizado de esta manera.
Los textos de la obra Ciudad de Dios se tomarán integramente del sitio protestante:
http://www.iglesiareformada.com/Agustin_Ciudad.html
Contexto y finalidad de la obra.
En el proemio del libro I San Agustín habla de la finalidad por la cual la ha escrito. En resumen las razones son dos:
1) Para defender la gloria de la ciudad de Dios. Respecto a esto escribe:
“En esta obra, que va dirigida a ti, y te es debida mediante mi palabra, Marcelino, hijo carísimo, pretendo defender la gloriosa Ciudad de Dios” Proemio. Libro I
2) Para denunciar el destino de la ciudad terrena.
“Y así, tampoco pasaremos en silencio acerca de la Ciudad terrena (que mientras más ambiciosamente pretende reinar con despotismo; por, más que las naciones oprimidas con su insoportable yugo la rindan obediencia y vasallaje, el mismo apetito de dominar viene a reinar sobre ella) nada de cuanto pide la naturaleza de esta obra, y lo que yo penetro con mis luces intelectuales.” Proemio, Libro I
¿Pero que eran para San Agustín la ciudad de Dios y la ciudad terrena?. El mismo lo explica en el libro décimoquinto (XV) de la obra.
“Sin embargo, soy de sentir que quedan plenamente satisfechas y comprobadas las cuestiones más arduas, espinosas y dificultosas que se citan acerca del principio o fin del mundo o del alma, o del mismo linaje humano, al cual hemos distribuido en dos géneros: el uno de los que viven según el hombre, y el otro, según, Dios; y a esto llamamos también místicamente dos ciudades, es decir, dos sociedades o congregaciones de hombres de las cuales la una está predestinada para reinar eternamente con Dios, y la otra para padecer eterno tormento con el demonio”
En el pensamiento de Agustín, conviven en la tierra dos ciudades, una terrena, y la otra celestial que es la Iglesia peregrina compuesta por los cristianos.
Parte de aquí para hacer frente a los partidarios del paganismo que atribuían a ellos y al nombre de Cristo las calamidades acaecidas a Roma. San Agustín para quien la Iglesia es la ciudad de Dios sobre la tierra, realiza esta defenza apologética para combatir estas acusasiones y en virtud de eso titula el primer libro de la obra “La devastación de Roma no fue castigo de los dioses debido al cristianismo”.
San Agustín habla de como los paganos se refugiaron en los sagrados Templos Católicos durante la destrucción de Roma.
En el capítulo I del libro I San Agustín comienza por hablar como estos enemigos de la Iglesia Católica deberían estar agradecidos, ya que muchos salvaron sus vidas en la destrucción de la ciudad al guarecerse en los templos católicos de la ciudad de Roma. Así, titula el capítulo primero “de los enemigos del nombre cristiano; y de cómo éstos fueron perdonados por los bárbaros, por reverencia de Cristo, después de haber sido vencidos, en el saqueo y, destrucción de la ciudad”.
A este respecto escribe:
“…muchos, abjurando sus errores, vienen a ser buenos ciudadanos; pero la mayor parte la manifiestan un odio inexorable y eficaz, mostrándose tan ingratos y desconocidos a los evidentes beneficios del Redentor, que en la actualidad no podrían mover contra ella sus maldicientes lenguas si cuando huían el cuello de la segura vengadora de su contrario no hallaran la vida, con que tanto se ensoberbecen, en sus sagrados templos. Por ventura, ¿no persiguen el nombre de Cristo los mismos romanos a quienes, por respeto y reverencia a este gran Dios, perdonaron la vida los bárbaros? Testigos son de esta verdad las capillas de los mártires y las basílicas de los Apóstoles, que en la devastación de Roma acogieron dentro, de sí, a los que precipitadamente, y temerosos de perder sus vidas, en la fuga ponían sus esperanzas, en cuyo numero se compren dieron no sólo los gentiles, sino también los cristianos: Hasta estos lugares sagrados venía ejecutando su furor el enemigo, pero allí mismos amortiguaba o apagaba el furor de encarnizado asesino, y, al fin, a esto sagrados lugares conducían los piadosos enemigos a los que, hallados fuera de los santos asilos, habían perdonado las vidas, para que no cayese en las manos de los que no usaba ejercitar semejante piedad, por lo que es muy digno de notar que una nación tan feroz, que en todas parte se manifestaba cruel y sanguinaria, haciendo crueles estragos, luego que se aproximó a los templos y capillas, donde la estaba prohibida su profanación, así como el ejercer las violencias que en otras partes la fuera permitido por derecho de la guerra, refrenaba del todo el ímpetu furioso de su espada, desprendiéndose, igualmente del afecto de codicia que la poseía de hacer una gran presa en ciudad tan rica y abastecida. De esta manera libertaron sus vidas muchos que al presente infaman y murmuran de los tiempos cristianos, imputando a Cristo los trabajos y penalidades que Roma padeció, y no atribuyendo a este gran Dios el beneficio incomparable que consiguieron por respeto a su santo nombre de conservarles las vidas;” Libro I Capítulo I
Ya cualquiera que hubiera aunque sea leido el comienzo de la obra podido notar “curioso” que San Agustín se refiriera a la Iglesia Católica como “la ramera” mientras se refería a sus templos en Roma y a “las capillas de los mártires y basílicas de los apóstoles” como “lugares sagrados“. Más adelante continúa.
“Deberían, por la misma causa, estos vanos impugnadores atribuir a los tiempos en que florecía el dogma católico la particular gracia de haberles hecho merced de sus vidas los bárbaros, contra el estilo observado en la guerra, sin otro, respeto que por indicar su, sumisión y reverencia a Jesucristo, concediéndoles este singular favor en cualquier lugar que los hallaban, y con especialidad a los que se acogían al sagrado de los templos, dedicados al augusto nombre de nuestro Dios” Libro I Capítulo I
Finaliza echándoles en cara como muchos de los que en ese momento atacaban a la Iglesia, habían llegado al extremo de fingir abrazar la fe católica. Sin embargo, una vez salvados ahora se comportaban con desagradecimiento atacando a la Iglesia, y demostrando que su confesión de fe no fue de corazón:
“…porque, muchos de estos que veis que con, tanta libertad y desacato hacen escarnio de los siervos de Jesucristo no hubieran huido de su ruina y muerte si no fingiesen que eran católicos; y ahora su desagradecimiento, soberbia y sacrílega demencia, con dañado corazón se opone a aquel santo nombre; que, en el tiempo de sus infortunios le sirvió de antemural, irritando de este modo la divina justicia y dando motivo a que su ingratitud sea castigada con aquel abismo de males y dolores, que están preparados perpetuamente a los malos, pues su confesión, creencia y gratitud fue no de corazón, sino con la boca, por poder disfrutar más tiempo de las felicidades momentáneas y caducas de esta vida.”
Posteriormente en el capítulo III del mismo libro habla de “Cuán imprudentes fueron los romanos en creer que los dioses Penates, que no pudieron guardar a Troya, les habían de aprovechar a ellos”. Cuestionaba así no a la Iglesia de Roma, quien no fue precisamente quien encomendó el cuidado la ciudad a los dioses de Troya, sino a los partidarios del romanos paganos enemigos de la Iglesia en la ciudad.
Como se refiere San Agustín a quienes abandonan la Iglesia Católica
En el capítulo XXV del libro XXI, habla de como los herejes y hereciarcas pertinaces que abandonan la Iglesia Católica no se librarán del tormento eterno aunque hayan sido bautizados en ella y recibieron el sacramento de la Eucaristía, ya que su estado de apostasía le hace ser peor que un infiel.
“Por otra parte, tampoco éstos, que entienden bien que no debe decir que come el cuerpo de Cristo el que no está en el cuerpo de Cristo, prometen erróneamente a los que de la unidad de aquel cuerpo caen en la herejía o en la superstición de los gentiles, la liberación del fuego eterno. Lo primero, porque deben considerar cuán intolerable cosa sea y cuán por extremo ajena y descaminada de la doctrina sana que los más o casi todos los que salen del gremio de la Iglesia católica siendo autores de herejías y haciéndose heresiarcas sean mejores que los que nunca fueron católicos o cayeron en los lazos de ellos, casó de que a los tales heresiarcas se les librara del tormento eterno porque fueron bautizados en la Iglesia católica y recibieron al principio, estando en la unión del verdadero cuerpo de Cristo, el Sacramento del sacrosanto cuerpo de Cristo; pues sin duda es peor el que apostató y desamparó la fe, y de apóstata se hizo cruel combatidor de la fe, que aque que no dejó ni desamparó la que nunca tuvo; Lo segundo, porque tambiéi a éstos los ataja el Apóstol, después de haber insinuado las obras de la carne, amenazándoles con la misma verdad: «que los que hacen semejantes obras no poseerán el reino de Dios»” Libro XXI Capítulo XXV
Sin embargo en el capítulo segundo del libro decimo sexto agrega que el surgimiento de herejías fortalece la fe católica, ya que da ocasión de predicar la verdad con mayor vigor y da la oportunidad para aprender:
“Aunque todo esto, viene a redundar en utilidad de los proficientes, conforme a la expresión del Apóstol: «Que conviene que haya herejías para que los buenos se echen de ver entre vosotros»; y por eso mismo dice la Escritura: «El hijo atribulado y ejercitado en las penalidades será sabio, y del Imprudente y malo se servirá como de ministro y siervo. »
Porque muchas cosas que pertenecen a la fe católica, cuando los herejes, con su cautelosa y astuta inquietud, las turban y desasosiegan, entonces, para poderlas defender de ellos, se consideran con más escrupulosidad y atención, se perciben con mayor claridad, se predican con mayor vigor y constancia, y la duda o controversia que excita el contrario sirve de ocasión propicia para aprender.” Capítulo II Libro XVI
Así mismo en el capítulo LI del libro XVIII habla de “Cómo por las disensiones de los herejes se confirma también y corrobora la fe católica”.
Habla aquí refiriendose a estos herejes que abandonan la Iglesia Católica y que rechazan de forma pertinaz la corrección perseverando en la herejía son causa de se desacredite el nombre cristiano. Aunque se digan cristianos (comenta), y cuenten con la Escritura y los sacramentos con sus continuas divisiones y disensiones son causa de que se blasfeme el nombre de Cristo.
“Los que en la Iglesia de Cristo están imbuidos en algún contagioso error, habiéndoles corregido y advertido para que sepan lo que es sano y recto, sin embargo, resisten vigorosamente y no quieren enmendar sus pestilentes y mortíferas opiniones, sino que obstinada mente las defienden, éstos se hacen herejes, y saliendo del gremio de la Iglesia son tenidos en el número de lo enemigos que la ejercitan y afligen. Porque aun de este modo con su mal aprovechan también a los verdaderos católicos que son miembros de Cristo, usando Dios bien aun de los malos…”
“pues por ellos se desacredita y blasfema el nombre cristiano y católico; el cual, cuanto más le aman y estiman los que quieren vivir santamente en Cristo, tanto más les duele lo que practican los malos que están dentro y que no sea tan amado y apreciado como desean de las almas pías. Los mismos herejes, cuando se considera que tienen el nombre cristiano, los Sacramentos cristianos, las Escrituras y profesión, causan gran dolor en los corazones de los piadosos, porque a muchos que quieren ser también cristianos estas discordias y disensiones les obligan a dudar, y muchos maldicientes hallan también en ellos materia proporcionada y ocasión para blasfemar el nombre cristiano, puesto que se llaman cristianos, cualquiera que sea la denominación que quiera dárseles.” Capítulo I Libro XVI
También habla de como los profetas vaticinaron a Cristo y a su Iglesia, la cual ya no está cautiva sino que ahora pueden todas las gentes acogerse a la protección de la fe católica:
“Réstanos, pues, tres profetas de los doce menores que profetizaron en lo últimos años de la cautividad: Ageo. Zacarías y Malaquías. Entre éstos, Ageo con toda claridad, nos vaticina a Cristo y a su Iglesia en estas breves y compendiosas palabras.: «Esto dice el Señor de los ejércitos: de aquí a poco tiempo moveré el cielo y la tierra, el mar y la tierra firme; moveré todas las naciones y vendrá el deseado por todas las gentes.» Esta profecía en parte la vemos cumplida, y lo que de ella resta esperamos ha de cumplirse al fin del mundo. Porque ya movió el cielo con el testimonio de los ángeles y de las estrellas cuando encarnó Cristo; movió la tierra con el estupendo milagro del mismo parto de la Virgen; movió el mar y la tierra firme, puesto que en las islas y en todo el mundo se predica el nombre de Jesucristo, y así vemos venir todas las gentes a acogerse bajo la protección de la fe católica.” Libro XVIII Capítulo XXXV
Roma, una segunda Babilonia, bajo su verdadero contexto.
En varias ocasiones de la obra San Agustín se refiere a la Roma pagana (no cristiana) como una segunda Babilonia, veamoslas una por una para analizar su verdadero contexto. Una de ellas es en el capítulo XVII del libro XVI.
“En Asia prevaleció imperio y dominio de la ciudad impía, cuya cabeza era Babilonia, nombre muy acomodado a esta ciudad terrena, porque Babilonia es lo mismo que confusión. En ella reinaba Nino después de la muerte de su padre Belo, que fue el primero que allí reinó sesenta y cinco años; y su hijo Nino, que, muerto el padre, sucedió en el reino, reinó cincuenta y dos años, y corría el año 43 de su reinado cuando nació Abraham, que seria el año de 1200, poco más o menos, antes de la fundación de Roma, que fue como otra segunda Babilonia en el Occidente.” Capítulo XVII Libro XVI
Aquí Agustín habla de Roma en “pasado” como una segunda Babilonia, cuando esta fue fundada y vino a ser en el pasado como una segunda Babilonia. Notese que se refiere a la Ciudad de Roma, no a la Iglesia cristiana que nisiquiera existía en ese entonces.
Lo hace en el capítulo II del libro XVIII:
“Pero los asuntos que hubiéramos de insertar en esta obra, para comparar entre sí ambas Ciudades, es a saber, la terrena y la celestial, los iremos tornando mejor de los griegos y latinos, entre los cuales se halla la misma Roma como otra segunda Babilonia. ” Capítulo II, Libro XVIII
Y en el capítulo XXII del libro XVIII:
“Por no detenerme demasiado, diré que se fundó la ciudad de Roma como otra segunda Babilonia, y como una hija de la primera Babilonia, por medio de la cual fue Dios servido conquistar todo el ámbito de la tierra, y ponerle en paz, reduciéndole todo bajo el gobierno de una sola república y bajo unas mismas leyes. ” Capítulo XXII libro XVIII
En estas tres ocasiones San Agustín no habla de la Iglesia de allí, sino de la ciudad que luego de su fundación llegó a ser una segunda Babilonia. En todos estos textos hace referencia a la Roma pagana y no cristiana. Esto concuerda perfectamente con la interpretación tradicional católica donde la Roma pagana perseguidora y opresora de los cristianos vendría representando lo que en otros tiempos representó Babilonia para el pueblo judío. Nosotros los católicos creemos inclusive que cuando San Pedro en su epístola saluda desde “Babilonia” lo hace en clave para indicar que está en Roma, más sería absurdo pensar que creía que la Iglesia de Roma (para la cual el mismo apostol Pablo no escatima elogios en sus epistolas) como “la ramera".
Es por eso que asumir de buenas a primeras ignorando el contexto que San Agustín se refería a la Iglesia de Roma más que simplista es una descontextualización tremenda de su pensamiento, el cual si conociera aunque fuera un poco podría haber deducido que este razonamiento no es coherente ni tiene sentido. Pero para profundizar sobre esto pasemos al siguiente punto:
¿Cual era la posición de San Agustín respecto a la Iglesia de Roma?
Para San Agustín en Roma también está la sede de Pedro confirmada por la sucesión de obispos, por eso se refiere a ella frecuentemente como la “Sede apostólica”. Así, a los maniqueos que se habían apartado de la Iglesia Católica escribe:
“Aún prescindiendo de la sincera y genuina sabiduría…, que en vuestra opinión no se halla en la Iglesia Católica, muchas otras razones me mantienen en su seno: el consentimiento de los pueblos y de las gentes; la autoridad, erigida con milagros, nutrida con la esperanza, aumentada con la caridad, confirmada por la antigüedad; la sucesión de los obispos desde la sede misma del apóstol Pedro, a quien el Señor encomendó, después de la resurrección, apacentar sus ovejas, hasta el episcopado de hoy; y en fin, el apelativo mismo de Católica, que son sin razón sólo la Iglesia ha alcanzado….Estos vínculos del nombre cristiano – tantos, tan grandes y dulcísimos- mantienen al creyente en el seno de la Iglesia católica, a pesar de que la verdad, a causa de la torpeza de nuestra mente e indignidad de nuestra vida, aún no se muestra”. San Agustín. C. ep. Man. 4,5.
En su epístola 53 escribe:
“Si la sucesión de obispos es tomada en cuenta, cuanto más cierta y beneficiosa la Iglesia que nosotros reconocemos llega hasta Pedro mismo, aquel quien portó la figura de la Iglesia entera, el Señor le dijo: “Sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella!”. El sucesor de Pedro fue Linus, y sus sucesores en orden de sucesión ininterrumpida fueron estos: Clemente, Anacleto, Evaristo, Alejandro, Sixto, Telesforo, Higinio, Aniceto, Pío, Sotero, Eleuterio, Victor, Ceferino, Calixto, Urbano, Ponciano, Antero, Fabián, Cornelio, Licio, Esteban, Sixto, Dionisio, Felix, Eutiquiano, Cayo, Marcelino, Marcelo, Eusebio, Miltiades, Silvestre, Marcos, Julio, Liberio, Damaso, y Siricius, cuyo sucesor es el presente obispo Anastasio. En esta orden de sucesión, ningún obispo donatista es encontrado”. San Agustín. Ep. 53,2
En esta epístola San Agustín es particularmente claro porque refiriendose a la Iglesia de Roma la señala como la que llega hasta Pedro mismo y menciona uno por uno los obispos de Roma.
Pero si todavía quedasen dudas sobre el pensamiento de Agustín nada más claro que las siguientes palabras:
No puede creerse que guardáis la fe católica los que no enseñáis que se debe guardar la fe romana. San Agustín, Serm.120 n.13
Para San Agustín, la primacía de la cátedra apostólica residió siempre en la Iglesia de Roma:
“…Veínan que Ceciliano estaba unido por cartas de comunión a la Iglesia romana, en la que siempre residió la primacía de la cátedra apostólica….” “San Agustín, Ep 43,3,7
Adicionalmente a esto, no hay que pasar por alto que en los conflictos con los pelagianos San Agustín recurre a la autoridad de la sede apostólica (Roma) para confirmar los concilios de Cártago y Milevis (411, 412 y 416) condenando el pelagianismo. Anexo un extracto de la carta que enviaron 61 obispos (incluyendo a San Agustín) al Papa Inocencio:
“Dado que Dios por un don especial de Su gracia lo ha colocado a usted en la Sede Apostólica, y nos ha dado alguien como usted en nuestros tiempos, para que pueda mas bien ser imputada a nosotros como una falta de negligencia si fallamos en mostrar a su Reverencia lo que se sugiere para la Iglesia, que a usted haber podido recibir las mismas con desprecio o negligencia le rogamos que involucre su diligencia pastoral hacia el gran peligro de los miembros débiles de Cristo.”
“Al insinuar estas cosas a su pecho Apostólico no necesitamos decir mucho, y apilar palabras acerca de esta impiedad, debido a que sin duda moverá en usted tal sabiduría que no podrá abstenerse de corregirlas, para que no puedan seguir infiltrándose más…Se dice que los autores de esta perniciosa herejía son Pelagio y Celestino, quienes en verdad, deberían preferir ser curados con la Iglesia, en lugar de ser separados de la Iglesia sin necesidad. Se dice que uno de ellos, Celestino, incluso ha llegado al sacerdocio en Asia. Su Santidad esta mejor informado por el Concilio de Cartago acerca de lo que se hizo en contra suya hace algunos años. Pelagio, nos informan las cartas de algunos de nuestros hermanos, está en Jerusalén, y se dice que ha engañado a muchos allí. Muchos más, sin embargo, que han podido examinar más de cerca sus puntos de vista, están combatiéndolo en nombre de la Fe Católica, pero específicamente su santo hijo, nuestro hermano y compañero sacerdote, Jerónimo. Pero nosotros consideramos que con la ayuda de la misericordia de nuestro Dios, a quien rezamos para que lo aconseje y que escuche sus plegarias, aquellos que mantienen estas perversas y banales opiniones cederán más fácilmente a la autoridad de su Santidad, que ha sido tomada de la autoridad de las Santas Escrituras , para que podamos regocijarnos en su corrección en lugar de entristecernos por su destrucción. Pero sea lo que sea que ellos mismos escojan, su Reverencia percibe que al menos se debe cuidar a esos muchos que pueden ser enredados en sus redes si ellos no se someten honradamente. Escribimos esto a su Santidad desde el Concilio de Numidia, imitando a nuestros compañeros obispos de la Iglesia y provincia de Cartago, que entendemos han escrito acerca de este tema a la Sede Apostólica que su Gracia adorna.” Concilo de Milevis al Papa Inocencio I
Aquí fue donde el Papa Inocencio confirmó las decisiones de los concilios reservándose el deber de citar a Pelagio y Celestio, y de reformar, si era necesario, la sentencia de Dióspolis, donde condenó la doctrina incriminada en una carta conocida como “In requirendis” dirigida a los obispos que se reunieron en Cartago y de Milevi.
San Agustín escribe entonces para dar finalizada la causa ya que se ha pronunciado la “sede apostólica”
“Iam de hac causa duo concilia missa sunt ad sedem apostolicam: inde etiam rescripta venerunt. Causa finita est, utinam aliquando finiatur error”
La cual podría traducirse como:
“Ya por este motivo se han enviado dos misivas a la sede apostólica y también de allí han venido dos rescriptos. La causa ha terminado para que finalmente termine el error” . Sermo 131,10,10; Ep 1507.
Conclusión
Cualquier vestigio de sentido común debería hacer preguntarse a los fundamentalistas partidarios de este argumento como podría ser posible que San Agustín -de considerar a la Iglesia de Roma como “Babilobia"- iba a apelar a ella en cuestiones tan importantes en materia de fe. ¿Estaría demente quizá? ¿Como dice entonces que sobre la Iglesia de Roma siempre residió el principado de la cátedra apostólica, y que no guarda la fe católica quien no guarda la fe romana? ¿Está recomendando acaso guardar la fe babilónica y abrazar el paganismo? ¿Por qué no solo él, sino el resto de obispos de los concilios africanos apelan al Papa con un lenguaje tan sumiso y obediente? Por qué escribe a los donatistas invitandolos a volver a la Iglesia Católica lo siguiente?
“Vengan, hermanos donatistas, si desean ser unidos a la vid. Es penoso cuando les vemos así cortados. Numere a sacerdotes incluso desde la silla de Pedro. Y en ese orden de padres vea quien les sucedió: Esa es a roca en la cual las puertas del infierno no pueden conquistar. Todos los que se regocijan en la paz solo juzgan verdaderamente”. San Agustín, Psalm against the Donatist Party, 2 (A.D. 393), in GILES, 182
Por qué luego de que los decretos de la Iglesia de Roma sobre los pelagianos fueron emitidos no perdía oportunidad San Agustín de recordar a los pelagianos y a los fieles los decretos emanados de esta autoridad?
“[Celestio] debería mantener su asentimiento al decreto de la silla apostólica el cual había publicado por su predecesor de sagrada memoria. El acusado, sin embargo, rechazó condenar las objeciones realizadas por el diácono, con todo él no se atrevió a sostener abiertamente la carta del bendito Papa Inocencio” San Agustín, On Original Sin,7:8(A.D. 418),in NPNF1,V:239
“…él contestó que él consintió a las letras de papa Inocencio de bendita memoria, en quien toda la duda sobre esta materia fue removida” San Agustín, Against Two Letter of the Pelagians, 3:5 (A.D. 420), in NPNF1, V:393
¿Por qué las letras de Papa inocencio según San Agustín removieron toda duda entre los herejes, cuando estos ya habían sido condenados por varios concilios africanos repletos de obispos? De ver San Agustín a la Iglesia Romana como Babilonia ¿Será que tenian más autoridad los decretos de Babilonia que el de todos los obispos reunidos en los concilios de Milevis y Cártago?
“Las palabras del venerable obispo Inocencio referentes a esta materia al Concilio Cartaginense.¿Que podría ser más claro o manifiesto que el juicio de la silla apostólica?” San Agustín, Against Two Letter of the Pelagians, 4:6 (A.D. 420), in NPNF1, V:394
He allí los interrogantes que deben responder quienes no pretenden dar su brazo a torcer.
Espero con estas breves reflexiones haber contribuido a conocer el verdadero contexto de las palabras de San Agustín, y demostrar que cuando se refería a Roma como una segunda Babilonia se refería a la ciudad Roma (la Roma pagana) y no a la Iglesia Católica Romana. Presentar fragmentos aislados de su pensamiento sin el texto en su contexto para insinuar que tenía posturas que jamás tuvo, no puede ser menos que caracterizado de deshonesto. Sin embargo a pesar de haber presentado estas pruebas al pastor en detalle, no quizo reconocer su error, y escuché un:
“En fin si mi respuesta sobre San Agustín y su obra no te satisfizo, disculpame. Por eso es que me he especializado en la Biblia y no en la patrística, porque no baso mi fe en lo que otros eminentes cristianos han dicho”
Aquí es donde uno tiene que resistir la tentación de contestar: ¿¿Entonces pa’ que abres la boca?? o con la frase que se ha hecho tan popular en mi pais…
PORQUE NO TE CALLAS!!!!
EVANGELIZA Y COMPARTE.
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Richbell Meléndez. Laico católico dedicado tiempo completo al apostolado de la Apologética y subdirector de la Escuela de Apologética Online DASM.
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Alberto Rivera, el supuesto Sacerdote Católico, Obispo y héroe anti-católico de la revista comic de Jack Chick fue expuesto como un fraude total por un No-Católico (protestante evangélico) Gary Metz, en dos artículos que aparecieron en publicaciones evangélicas:
1) "La Historia de Alberto" en la revista: Piedra Angular, Vol. 9, no. 53, año 1981, Pág. 29-31.
2) Cristiandad Hoy, Marzo 13, 1981
El Instituto Cristiano de Investigación (CRI), fundado por el fallecido Dr. Walter Martín, ampliamente conocido como el evangelista más sobresaliente especialista en sectas, también hizo un trabajo de exposición sobre Rivera. Aquí, algunos extractos del primer artículo mencionado arriba. No olvides que lo mencionado aquí es fruto de una investigación realizada y publicada por protestantes que descubrieron la falsedad del testimonio de Alberto Rivera:
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Ver del mismo autor la primera parte: Orígenes y desarrollo del cisma; la cristiandad dividida
Fuentes. - Una enorme colección, aunque desordenada, de documentos para el concilio de Constanza nos da Hermann Von Der Hardt, Magnum oecumenicum Constantiense concilium (Francfort-Leipzig 1692-1700) 6 vols. más un séptimo (1742) de índices. Nuevas fuentes en H. Finke, Acta Concilii Constantiensis (Münster 1906-1928) 4 vols., más que actas, son diarios, cartas y documentos relativos a las principales cuestiones allí tratadas; Id., Forschungen und Quellen zur Geschichte des Konstanzer Konzils (Paderborn 1889); Mansi, Sacrorum conciliorum nova et amplissima collectio vol.28; J. Tejada v Ramiro, Colección de cánones y de todos los concilios de la Iglesia de España (Madrid 1859-62) 7 vols.; A. Mercati, Raccolta di concordati in materie ecclesiastiche tra la Santa Sede e le autoritá civil¡ vol. I (Roma 1919); Ulrico de Richenthal, Das Concilium so zu Constenz ist gehalten worden (Leipzig 1913) ed. de E. H. Brandt; Chronique du religieux de St. Denys, publ. por Bellaguet (Paris 1839-52) «Coll. doc. inéd. sur l'hist. de France» J, Gersón, Gersonii opera ed. Dupin 6 vols. (Amberes 1706); Acta ad Concilium Constantiense pertinentia ex documentas hispanis: Doellinger, Beiträge zur politischen... und Kultur-Geschichte 11,344-392. Otros muchos documentos en las obras de Marténe, D'Achery, Muratori y Rainaldi, que luego se citarán.
Bibliografía. -Para los concilios de Pisa y de Constanza, lo mismo que para el cisma, es fundamental la obra de Noel Valois y tiene capítulos muy bien pensados la de Víctor Martin, ambas citadas en el capitulo anterior. Compendioso y claro el libro de Salembier sobre el cisma. Protestante, pero bien documentado y amplio, el de J. Lenfant, Histoire du concile de Constante (Amsterdam 1714-27) 2 vols. Narración cronológica de los sucesos siguiendo las actas, Hefele-Leclercq, Histoire des conciles t.7 (Paris 1916); H. Finke, Bilder vom Konstanzer Konzil (Heidelberg 1903); Id., Die Nation in den spätmittelalterlichen allgemeinen Konzilien: «Historisches Jahrbuch» 57 (1937) 323-338; B. Fromme, Die spanische Nation und das Konstanzer Konzil (Münster 1896); P. Arendt, Die Predigten des Konstanzer Konzils (Friburgo de Br. 1926); K. Dieterle, Die Stellung Neapels und der grossen italienischen Kommunen zum Konstanzer Konzil: «Römische Quartalschrift» 29 (1915) 3-21.45-72; W. Foke, Studien zur Geschichte der englischen Politik auf dem Konstanzer Konzil (Friburgo de Br. 1919); H. Belleé, Polen und die römische Kurie in den Jahren 1414-24 (Berlín 1919); K. A. Fink, Martin V und Aragon (Berlín 1938); J. P. Mac-Gowam, Pierre d'Ailly and the Council of Constance (Wáshington 1936); M. Creighton, A History of the Papacy. Vol.I, The Great Schisme. The Council of Constance 1378-1418 (Londres 1882) p.261-420; O. Buonocore, Un papa ¡solano, Giovanni XXIII (Porto d'lschia 1931); J. Vincke, Zu den Konzilien van Perpignan und Pisa: «Rómische Quartalschrift» 50 (1955) 89-94; J. Asch-Bach, Geschichte Kaiser Sigmunds (Hamburgo 1838-1845) 4 vols. con documentos; el vol.2 está dedicado a Constanza; O Schiff, König Sigmunds italienische Politik bis zur Romfahrt 1410-1431 (Francfort 1909); J. Guiraud, L'État pontifical aprés le Grand Schisme (París 1906).
I. "VIA CONCILII". PISA.
Ni el intrépido Benedicto XIII, en su avanzada costera de Porto Venere, ni el bueno de Gregorio XII, entre los muros de Lucra, dieron un paso más para encontrarse y dar al problema angustioso del cisma la solución que todos deseaban. Ni el papa aviñonés ni el romano tenían ánimo de abdicar, lo cual entorpecía toda negociación. En pro de Benedicto hay que decir que externamente dio mayores muestras de prontitud y buena voluntad, maniobrando muy hábilmente para que toda la odiosidad del fracaso recayese en su adversario. No por eso consiguió que el reino de Francia se dejase convencer y tornase a su obediencia. Uno que bien conocía sus astucias escribió: «Del mismo modo que un diablo es más malicioso que otro y, aunque sean compañeros, se engañan mutuamente, nuestro papa Luna supo guardar tal modo y manera, que toda la culpa del desacuerdo se la echó al de Roma al decir de todos» 1 .
Ya nadie alimentó la ilusión de que el cisma terminaría por la doble cesión, o renuncia de ambos contendientes. Mucho menos por un acuerdo entre ellos. Faltaba por ensayar la vía conciliar, aunque a no pocos les pareciese anticanónica. Las esperanzas se pusieron en el concilio universal, única salida de aquel bosque enmarañado (nemus unionis que diría Teodorico de Niem), en cuyo laberinto andaba desorientada la cristiandad.
1. Defección de los cardenales.
-Hemos visto a Francia declararse neutral entre las dos obediencias. La Universidad de París escribió al colegio cardenalicio de Roma invitándolo a unirse con el de su rival a fin de trabajar juntos por la extinción del cisma y la unión de la Iglesia. Nueve cardenales de Gregorio XII, apartándose de su señor, escribieron a Benedicto XIII rogándole que se llegara hasta Livorno. Aceptó gustoso la invitación el papa Luna, y, como surgiesen dificultades para el viaje de parte de Florencia, envió en mayo de 1408 varios representantes suyos, entre ellos cuatro purpurados, que conferenciasen con los secesionistas, confiando en que los ganarían para su partido. La cosa sucedió muy diversamente, pues en la conferencia los cardenales urbanistas propusieron a los de Luna convocar un concilio independiente de ambos papas. Reaccionaron en un principio con escándalo los partidarios de Benedicto, mas pronto empezaron a ceder y acabaron por entrar en la vía del concilio.
Mal informado Benedicto XIII por sus plenipotenciarios, los alentó en sus negociaciones, hasta que, barruntando algo de lo que se tramaba en Livorno y temiendo que el gobernador de Génova, Boucicaut, le echase mano en nombre del rey de Francia, huyó de Porto Venere el 16 de junio de 1408 con sólo cuatro cardenales fieles. La víspera redactó una encíclica exponiendo hermosamente todos sus afanes, esfuerzos y fatigas en pro de la unión de la Iglesia y anunciando a los arzobispos, obispos, abades y demás prelados eclesiásticos que convocaba un concilio para la fiesta de Todos los Santos «in loco Perpiniani dioecesis Elnensis» 2 .
Rechazado de todos los puertos de Provenza, desembarcó por fin en Port Vendres, lugar del Rosellón, el 1 de julio. Allí podía permanecer tranquilo, pues se hallaba en tierra sometida al rey aragonés. Entre tanto, seis cardenales de un bando y seis del otro, reunidos en Livorno, declaraban el 29 de junio que por el bien de la Iglesia se veían forzados a separarse de sus respectivos pontífices, constituyendo un colegio cardenalicio acéfalo y anulando desde ahora cualquier promoción de cardenales que hicieran Benedicto o Gregorio; y dos meses después escribían a todos los príncipes y obispos de la cristiandad convocando un concilio universal para el 25 de marzo de 1409 en la ciudad de Pisa. No se había quedado atrás Gregorio XII, pues también él desde la ciudad de Siena, adonde se había retirado, convocó el 2 de julio de 1408 un concilio para la fiesta de Pentecostés del año siguiente, concilio que debería celebrarse en la provincia de Aquilea y exarcado de Ravena 3 .
De hecho, tal concilio, reunido en Cividale, fue tan insignificante, que no merece tenerse en cuenta. El de Perpignan se abrió en noviembre. Para ello Pedro de Luna se preparó nombrando cinco nuevos cardenales y abriendo proceso contra la Universidad de París y contra sus principales adversarios franceses, a comenzar por Simón de Cramaud, quien por aquellos días presidía en París una asamblea general de la iglesia de Francia, declarando a Pedro de Luna herético, cismático y perturbador de la paz. En uno de sus discursos, retórico como suyo, Benedicto XIII saludaba en este concilio de Perpignan el comienzo de una era nueva que prepararía la unión de los cristianos y la reforma de la Iglesia. Un total de siete cardenales, tres patriarcas, ocho arzobispos, 33 obispos, 83 abades, cuatro superiores religiosos y otros representantes de diversas entidades deliberaron, no siempre con calma, hasta el 26 de marzo de 1409, alabaron el celo de Benedicto XIII y sus muchos trabajos por la unión, pero insistieron en que debía continuar en la vía cessionis, renunciando a la tiara en caso que su rival hiciese lo mismo, y le exhortaron a que no dejase de mandar plenipotenciarios al concilio que se iba a celebrar en Pisa 4
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2. Concilio de Pisa.
-No todos los príncipes de la cristiandad respondieron igualmente a la invitación de aquel híbrido colegio cardenalicio reunido en Livorno. Toda Francia, a excepción de algunos prelados, aplaudió la idea del concilio y se dispuso a participar en la asamblea. A Francia se agregó Navarra con su rey Carlos III el Noble, fidelísimo hasta entonces al papa aragonés, y Milán, con su duque Juan Visconti. También la Gran Bretaña, que hasta entonces seguía a Gregorio XII, adoptó la neutralidad para atenerse a las decisiones que se tomasen en Pisa.
Negáronse, en cambio, a acudir al concilio el rey Ladislao de Nápoles y la república de Venecia, el reino de Escocia, el de Aragón y también el de Castilla, cuyo regente D. Fernando de Antequera adoptó una actitud expectante. En Alemania la situación era muy confusa. El rey Wenceslao de Bohemia, al perder la corona imperial, destituido por los príncipes en 1400, se había enajenado la voluntad del papa romano, y ahora prometió a los cardenales que enviaría representantes a Pisa con tal que éstos fuesen tratados como del legítimo rey de romanos. El actual emperador Roberto de Baviera, que había sido confirmado en su alta dignidad por Bonifacio IX en 1403, se mantuvo fiel a Gregorio XII, y, por lo tanto, adverso al concilio pisano, a pesar de que la dieta imperial de Francfurt en 1409 se adhirió a los cardenales disidentes. Segismundo, rey de Hungría, siguió más bien al emperador que a su hermano Wenceslao 5 .
dad de un concilio universal convocado sin el papa y contra el papa. Jamás se había visto tal cosa en la historia de la Iglesia. Era un concilio que nacía acéfalo. Todos se daban cuenta de la audacia de este paso; pero era tan grande el dolor que sentían en sus almas por la división de la Iglesia y se hallaban tan desesperanzados después del fracaso durante treinta años de tantas tentativas de unión, que cualquier medio les parecía licito, y se persuadían que la comunidad cristiana tiene que encontrar en sí misma un remedio de tan grave enfermedad cuando los papas, como en este caso, se muestran incapaces 6 . Los teólogos y canonistas más eminentes, con las Universidades de París, Bolonia y Oxford, sostenían que en casos semejantes la plenitud de la potestad reside en el cuerpo total de la Iglesia o en el concilio, que la representa, no en su cabeza, que es el papa.
Con gran pompa y apariencia de universalidad se inició el concilio en la catedral de Pisa el 25 de marzo de 1409, fiesta de la Anunciación. Reina gran diversidad en el cómputo de los asistentes, sin duda porque de un día para otro oscilaba mucho la concurrencia. Cuando más, parece que se hallaron 24 cardenales, cuatro patriarcas, 80 obispos, más los procuradores de otros 102 ausentes; 87 abades, más los procuradores de otros 200 ausentes; 41 priores, los generales de los dominicos, franciscanos, carmelitas y agustinos, más de 300 doctores, diputados de muchas universidades, de 100 cabildos catedrales, embajadores de los príncipes, etc.
Propiamente, nadie. En el puesto más honorífico sentábase al principio el más antiguo de los cardenales, Guido de Malesset, y después el influyente patriarca de Alejandría, Simón de Cramaud. Hubo 23 sesiones, en las cuales no se discutió nada; se echaban discursos y se votaba luego con perfecta unanimidad, como si las decisiones se hubiesen tomado de antemano. La oposición vino de fuera. En la cuarta sesión, día 15 de abril, fueron admitidos los embajadores imperiales, los cuales paladinamente hicieron constar que aquel concilio era ilegítimo, porque no los cardenales, sino sólo el papa Gregorio XII, tenía el poder de convocarlo. Si Gregorio no era verdadero papa, tampoco los cardenales por él creados eran verdaderos cardenales. En consecuencia, propusieron que se suplicase al papa Gregorio la designación de otra ciudad donde se celebrase el concilio. Sin aguardar la respuesta oficial de los padres conciliares, se partieron los embajadores el 21 de abril, apelando a Cristo y al sumo pontífice y echando a Francia toda la culpa del cisma.
Mejor impresión causó la protesta de Carlos Malatesta, príncipe de Rímini, varón integérrimo, elocuente, dotado de eximias cualidades naturales y amante como pocos de la santa Iglesia y del pontífice romano. Malatesta, que se había mostrado siempre fiel abogado y protector de Gregorio XII, peroró en nombre del mismo, no reconociendo a esta asamblea como legítima, pero asegurando que, si el concilio se trasladaba a otra ciudad que no estuviese bajo el señorío de Florencia, el papa Gregorio renunciaría a la tiara aunque no lo hiciese su rival. Ni siquiera con tan generosa promesa pudo obtener nada el noble príncipe, que el 26 de abril se retiró a su ciudad de Rímini para dar cuenta al papa de sus vanos esfuerzos.
Ya desde los primeros días del concilio se había entablado el proceso contra Gregorio XII y Benedicto XIII. A los dos papas se los declaró contumaces en la sesión IV, ya que, citados públicamente, no habían querido presentarse; y en la sesión XV (5 de junio) fueron condenados como cismáticos notorios, herejes y perjuros, que escandalizaban la Iglesia de Dios, y; consiguientemente, se los deponía del pontificado 7 .
Poco antes, en la sesión VIII (10 de mayo), el concilio había querido definir su propia legitimidad y su potestad suprema en la Iglesia para decidir la cuestión de los dos pontífices. Al abrirse la sesión XVIII, el 14 de junio, se presentaron los embajadores del rey de Aragón. No intentaban adherirse al supuesto concilio; sólo pedían ser informados de las decisiones de la asamblea y que se otorgase audiencia a los embajadores de Benedicto XIII, recién llegados a Pisa. El concilio deputó una comisión que recibiera aparte, en la iglesia de San Martín, a los representantes de Pedro de Luna, uno de los cuales era Fr. Bonifacio Ferrer, prior general de la Cartuja y tan fervoroso aviñonista como su hermano San Vicente.
«Somos los nuncios del santísimo Padre el papa Benedicto XIII», empezó diciendo el arzobispo de Tarragona. El público rompió a gritar escandalosamente, llamándoles «nuncios de un hereje y de un cismático». Quisieron hablar con libertad, mas no les fue permitido criticar lo más mínimo las decisiones del concilio contra su señor. Salieron de la iglesia sin exponer siquiera el objeto de su misión, y, como en las calles de la ciudad arremetiese el populacho contra ellos con insultos y aun con amenazas de muerte, tuvieron que escapar poco menos que huyendo. Bonifacio Ferrer nos ha dejado el relato de las injurias y descortesías con que fueron tratados 8 .
3. La Iglesia tricéfala. -
Declarada vacante la sede pontificia, los cardenales entraron en conclave en el palacio arzobispal a fin de elegir un nuevo papa en cuanto delegados del concilio, y al cabo de once días, el cardenal de Milán, Pedro Philargis (o Philaretus), fue elegido por unanimidad (26 de junio de 1409). Griego de origen, como nacido en Creta; de humildísima familia, franciscano desde muy joven, había descollado como gran teólogo en las Universidades de Oxford y de París y últimamente se había movido mucho por la convocación del concilio pisano. Llamóse Alejandro V (1409-10) y reinó menos de un año 9 . Coronado el 7 de julio, confirmó las decisiones del concilio, presidió las últimas sesiones y declaró que deseaba trabajar por la reforma eclesiástica. Lo único que se hizo conciliarmente en este punto fue que en la sesión XXII se estableció la reunión de otro concilio general en el término de tres años, o sea en abril de 1412, y en la última (XXIII) se ordenó que antes de esa fecha los metropolitanos debían celebrar concilios provinciales, y los obispos sufragáneos, sínodos diocesanos. El 7 de agosto se clausuraba este concilio de Pisa, que era el primer paso serio y grave en orden a la extinción del cisma 10
Pero ¿se había conseguido el fin suspirado? Así debió de creerlo la Universidad de París cuando escribía a sus delegados de Pisa: «¡Oh dichosa elección y afortunada concordia! ¡Oh pacífica unión, que será celebrada por los siglos futuros! Este es el momento de repetir con el poeta mantuano: Magnus ab integro saeclorum nascitur ordo» 11 . La realidad era que la confusión se había aumentado, puesto que, si antes había dos papas, ahora eran tres los que luchaban entre sí, llevándose cada uno parte de la cristiandad. Benedicto XIII, bajo la protección de su amigo el rey D. Martín el Humano y acompañado de San Vicente Ferrer, se retiró a Barcelona, de donde en 1414 pasó a Valencia, fulminando tremendos anatemas contra los cardenales que le habían traicionado, contra la Universidad de París, «esa reunión de malvados que con loca temeridad usurpa el nombre de Universidad», y contra todos sus enemigos.
Gregorio XII, interrumpiendo su concilio de Cividale por temor de los venecianos, que habían aceptado la elección de Alejandro V, corrió a guarecerse, a la sombra de Ladislao Durazzo, en Gaeta. Este rey de Nápoles, hijo de Carlos Durazzo y pretendiente de Hungría, era su más poderoso auxiliar. Y no sin motivo. Con la connivencia más o menos forzada de Gregorio había conquistado Ladislao la ciudad de Roma, la Romagna y parte de la Toscana, y ambicionaba mucho más, que sólo con el favor de un papa débil como Gregorio podría obtener. Ladislao tenía un fuerte enemigo político en Luis II de Anjou, que años antes había ocupado la capital y otras ciudades del reino napolitano, y renovaba ahora sus pretensiones al trono con el apoyo decidido de Alejandro V.
Este nuevo papa reconoció a Luis de Anjou el título de rey de Nápoles que un tiempo le había otorgado Clemente VII y lo nombró gonfaloniero de la Iglesia (19 agosto de 1409). Con 500 lanceros que trajo de Francia, otros tantos que le prestaron los florentinos y 1000 que acaudillaba su aliado el cardenal de Bolonia, Baltasar Cossa, bajó Luis II a los Estados pontificios y entró victorioso en Orvieto, Viterbo y en la misma Roma, de donde tuvo que huir Ladislao. Cansadas las tropas de Anjou, no pudieron continuar hacia Nápoles, y Luis se retiró hacia el norte, sin haber ultimado la conquista de la Ciudad Eterna, que sólo algunos meses más tarde cayó en manos de sus lugartenientes (febrero de 1410). Alejandro V podía estar contento. Los Estados pontificios estaban bajo su obediencia. Era el momento de trasladarse desde Bolonia, donde había puesto temporalmente su sede, a Roma, con lo que aumentaría su prestigio de papa verdaderamente romano. Pero la muerte le cortó los pasos. Murió en Bolonia en la noche del 3 de mayo.
¿Quién sería su sucesor? Había un cardenal que había influido anteriormente en la elección de Alejandro V, desempeñaba ahora la legación de Bolonia, se había distinguido en la conquista de los Estados pontificios y gozaba del favor de los florentinos. Era Baltasar Cossa. Luis II de Anjou escribió a los cardenales reunidos en conclave recomendándolo. La elección, pues, no era dudosa; recayó sobre este belicoso cardenal, que se llamó Juan XXIII (17 de mayo 1410).
4. Juan XXIII, papa de transición.
Lo mismo que de Alejandro V, podemos decir de Juan XXIII: que fue papa de transición. Disputen otros acerca de su legitimidad o ilegitimidad; ciertamente, estos dos pontífices constituyen el puente que condujo a la Iglesia a la otra orilla del cisma, a la tierra firme en que se alzó un papa cierto e indubitable.
¿Quién era este personaje circundado de leyendas? Difícil es caracterizar y enjuiciar a aquel napolitano que se llamó Baltasar Cossa, hombre de guerra, que pirateó en el mar de Sicilia cuando las luchas entre Ladislao y Luis de Anjou, según cuenta Teodorico de Niem; que llevó una vida brutal e incontinente, si hemos de creer a este mismo publicista, despiadado y acerbo, y que en Bolonia logró conquistar la tiara con el nombre de Juan XXIII 12 . Según Platina, había hecho estudios jurídicos en la Universidad de Bolonia. Todos reconocían en él dotes no vulgares de condottiero militar y no menos de político y administrador, como lo demostró en su oficio de camarlengo que le otorgó Bonifacio IX. San Antonino de Florencia lo caracterizó en estas concisas palabras: «In temporalibus quidem magnus, in spiritualibus vero nullus omnino» 13 . Aun en las cosas temporales y humanas hay que confesar que no brilló mucho durante el pontificado. Y bien pronto perdió todo su prestigio.
Apenas elegido, envió una embajada a los reyes de Aragón, Navarra y Castilla instándoles a que abandonasen la causa de Benedicto XIII y le reconociesen a él. Con el mismo objeto entró en negociaciones con Carlos Malatesta de Rímini, siempre fiel a Gregorio XII. Todo fue inútil. De Bolonia salió Juan XXIII, en compañía de Luis II de Anjou, camino de Roma. Entraron juntos en la Ciudad Eterna el 12 de abril de 1411. Mientras el anjevino luchaba contra el rey de Nápoles, el papa excomulgó a Ladislao. Pronto cambió la situación, pues cuando Luis se volvió a Francia y el pérfido napolitano prometió abandonar al anciano Gregorio XII, que tuvo que buscar refugio en Rímini, Juan XXIII se apresuró a restituir a Ladislao el título de rey de Nápoles, nombrándole además gonfaloniero de la Iglesia.
Conforme al decreto de Pisa, que ordenaba celebrar nuevo concilio al cabo de un trienio, lo convocó en Roma para el I de abril de 1412. Con esta ocasión creó 14 cardenales, entre los que figuraban Pedro d'Ailly, Francisco Zabarella y Guillermo Fillastre. La apertura del concilio romano no pudo tenerse hasta principios de 1413, y con escasa afluencia de italianos, franceses, ingleses y bohemios. El único decreto de importancia fue el que condenó los escritos de Wiclef, que por aquellos días causaban graves daños en Bohemia 14 . El programa de reformas propuesto por la Universidad de París, y particularmente por Pedro d'Ailly en su Capita agendorum, no se tuvo en cuenta, porque el concilio se disolvió, o, mejor, se aplazó para otra fecha y otro lugar. Bien hicieron los Padres en marcharse a tiempo, porque el ambicioso Ladislao, que había roto las paces con Juan XXIII, invadió el territorio pontificio y asaltó la Ciudad Eterna el 7 de junio, poniendo al papa en precipitada fuga 15 .
II. EL CONCILIO DE CONSTANZA
1. Segismundo, emperador.- ¿A dónde dirigiría sus pasos el papa fugitivo? Buscó refugio en Florencia; pero ésta, su antigua aliada, le cerró ahora las puertas, temerosa de indisponerse con el rey Ladislao. En el norte de Italia se hallaba entonces el nuevo emperador Segismundo. A él, como a defensor oficial de la Iglesia, se volvió el desamparado Juan XXIII pidiendo ayuda y protección. No se la negó el emperador, pero arrastrándolo por un camino que no era el deseado por el pontífice. Desde este momento; el monarca germánico vuelve a ser el primer actor en los negocios eclesiásticos de Europa. El rey de Francia, que tan preponderante papel ha jugado hasta ahora en la cuestión del cisma, se retira, cediendo su puesto al emperador.
Segismundo, hijo de Carlos IV y hermano de Wenceslao, reinaba en Hungría desde 1387. A la muerte de Roberto de Baviera, acaecida en 1410, fue elegido para sucederle en el trono imperial, aunque aún vivía su hermano Wenceslao de Bohemia, depuesto por los príncipes. Adornado de egregias dotes, caballeresco, instruido, fastuoso, de altos pensamientos y deseoso de servir a la Iglesia y a la cristiandad, Segismundo valía más para la paz que para la guerra.
Ya vimos que no había querido adherirse al concilio de Pisa; por lo tanto, no obedecía a Juan XXIII y esperaba aún la solución del cisma por medio de otro concilio verdaderamente universal. Así que, cuando vio que Juan XXIII se ponía en sus manos, se alegró de poder tomarlo como instrumento para sus planes. Sabía por informes de Malatesta que el anciano Gregorio XII aceptaría un concilio convocado a instancias del emperador y aun abdicaría, si fuera necesario para la paz de la Iglesia.
Entrevistóse, pues, con Juan XXIII en Lodi (diciembre de 1413), compeliéndole buenamente a convocar el concilio general en una ciudad alemana como Constanza 16 . La bula de indicción lleva la fecha del 9 de diciembre de 1413 y la apertura del concilio se señala para el 1 de noviembre del siguiente año. Segismundo anunció que asistiría personalmente a la gran asamblea, la cual, además de tratar de la extinción del cisma y de la reforma de la Iglesia, resolvería otro problema que le preocupaba al emperador: el de la herejía de Hus.
2. Solemne apertura. -Constanza, la vieja ciudad imperial, asentada a la orilla del gran lago que lleva su nombre, vio entrar en su recinto el 28 de octubre de 1414, por la histórica puerta de Kreuzlingen, una brillante cabalgata, a cuya cabeza iba Juan XXIII escoltado por nueve cardenales y gran número de prelados. El príncipe Orsini y el conde Montfort tiraban de las riendas de la blanca hacanea pontificia. Cumplimentado el papa por el burgomaestre y aclamado por el pueblo, fue conducido bajo palio a la catedral y luego al palacio del obispo. Empezaba para aquella ciudad una maravillosa fiesta que duraría tres años y medio.
El 5 de noviembre, tras una solemne procesión y una misa pontifical, Juan XXIII declaró abierto el concilio, cuya primera sesión se tendría el 16 en la iglesia catedral. Cada día iban llegando más prelados. El cardenal Pedro d'Ailly, que tan relevante papel desempeñará en esta ecuménica asamblea, hizo su entrada el 17 de noviembre con un séquito de 44 personas. No menos de 500 formaban la comitiva del arzobispo de Maguncia. Y así otros muchos. En los días de más concurrencia llegó a haber en Constanza 29 cardenales, tres patriarcas, 33 arzobispos, cerca de 150 obispos, más de 100 abades, 300 doctores y 18.000 eclesiásticos 17 . Pocas veces se habrá dado en la historia una asamblea más autorizada. Además del emperador, que vino con gran número de príncipes alemanes, estaban representados casi todos los reyes cristianos: de Inglaterra y Escocia, de Francia, de Nápoles, de Dinamarca y reinos escandinavos, de Polonia, del basileus Miguel Paleólogo, de los reinos españoles. Las principales universidades enviaron sus delegados. Los teólogos y canonistas más eminentes participaron en el concilio.
El 24 de diciembre, bien entrada la noche, llegó por el lago iluminado el cortejo del emperador Segismundo con su esposa y una escolta de mil caballeros. Esperábale el papa en la catedral para empezar los maitines y la misa de Navidad. Segismundo ocupó un magnífico sitial rodeado de los príncipes y altos dignatarios del imperio, y, según antigua costumbre, cantó el evangelio de la fiesta: Exiit edictum a Caesare, revestido de dalmática diaconal de brocado rojo y con la corona en la cabeza. Terminado el oficio, el papa le entregó una espada bendita, que él juró emplearla en servicio de la santa Iglesia. Todavía tardaron en venir otras personalidades, como el elector palatino, duque Luis de Baviera, que llegó un mes más tarde con 500 caballeros y fue elegido protector del concilio.
3. Fermentación democrática y nacionalista. Orden conciliar. -Juan XXIII había hecho su viaje a Constanza acompañado de largo séquito de prelados, partidarios fieles de su causa, y bien provisto de dinero con que comprar voluntades. Algún recelo tenía de que en aquel concilio, donde predominaba el emperador, se alzasen voces contrarias al concilio de Pisa y, consiguientemente, a su pontificado. El iba dispuesto a que no se discutiese el punto de su elección o a que se confirmase, ya que el concilio de Constanza no debería ser sino la continuación del de Pisa. Ahora bien, el concilio pisano había anatematizado tanto a Gregorio XII como a Benedicto XIII. ¿Y cómo no había de ser preferido él antes que un viejo caduco de ochenta y siete años, o de otro de ochenta y seis, ya casi olvidado de todos y confinado en un rincón de Cataluña? Juan XXIII contaba con el favor del arzobispo de Maguncia, del margrave de Baden y del duque de Borgoña. De todos modos había que asegurar la libertad y la vida para cualquier contingencia, y a este fin no se contentó con exigir garantías al emperador, sino que, al pasar por el Tirol camino de Constanza, nombró al duque Federico de Austria capitán general de la Iglesia romana a condición de que él se comprometiese a tomar al papa bajo su patrocinio y a facilitarle la evasión, si era preciso.
Al concilio habían sido invitados todos los prelados, príncipes y representantes de las tres obediencias. No faltarían, pues, asistentes que defendieran la causa de Gregorio XII y de Benedicto XIII. Si se planteaba el problema de la legitimidad o se trataba de una nueva elección pontificia, Juan XXIII confiaba en la legión de prelados italianos que había traído consigo. El número de sus votos sería superior al de sus rivales. Pero estos cálculos le salieron fallidos, porque, a propuesta de los cardenales Pedro d'Ailly y Guillermo Fillastre, determinó el concilio que tuviesen voto en las congregaciones no sólo los obispos y abades, sino también todos los doctores en teología o en derecho canónico, como había ocurrido en los concilios de Pisa y de Roma; más aún, los mismos príncipes y sus delegados tendrían voz activa 18 . Otra decisión más grave todavía y contraria a toda la tradición de la Iglesia se agregó el 7 de febrero de 1415: la votación no sería por cabezas, individualmente, sino por naciones, colectivamente; cada nación, estuviese integrada por muchos o por pocos individuos, no tendría más que un voto. Con esto los prelados y doctores italianos, que constituían casi la mitad del concilio, perdieron su ventaja 19 .
El sistema de votación que por fin se adoptó fue el siguiente: todos los asistentes al concilio se dividían en tantos grupos cuantas eran las naciones reconocidas. Al principio eran cuatro: la nación italiana, la alemana (que incluía a Bohemia, Hungría, Polonia y Escandinavia), la francesa y la inglesa; después vino también la española (de Castilla, Aragón, Navarra y Portugal). Una comisión organizadora señalaba los temas que debían discutirse en todas las reuniones separadas que celebraban las cuatro o cinco naciones. En estas reuniones de cada nación tenían voto todos los participantes, lo mismo un obispo que un embajador, un doctor o el delegado de un cabildo, fuesen clérigos o laicos. El voto de la mayoría se consideraba voto o decreto de la nación. Cuando todas las naciones habían deliberado separadamente sobre un punto, se comunicaban mutuamente los decretos para ver si coincidían y estaban de acuerdo. Esto lo hacían los delegados oficiales de cada nación, presididos por un obispo que se cambiaba cada mes. Si había discrepancias, discutían entre sí hasta que se preveía una concordia posible, y entonces, consultada de nuevo cada nación particular, tenía lugar la congregación general de las naciones, en la que cada nación no tenía más que un voto. Cuando un artículo se aprobaba allí por unanimidad, se decía aprobado nationaliter, después de lo cual se llevaba a la sesión general, pública y solemne, donde todo el concilio lo aprobaba conciliariter 20 . Así, la Iglesia representada en las votaciones de Constanza no era la Iglesia católica unida, sino la Iglesia dividida en naciones. Cada voto no expresaba sino lo que cada nación sentía.
El sacro colegio cardenalicio no era en un principio reconocido como corporación distinta de las naciones; cada cual votaba dentro de su nación. Repetidas veces protestaron los cardenales contra este desprecio de su autoridad y pidieron se les concediera un voto colectivo, pues no debían ser menos-decían-que la nación inglesa, la cual se componía de 20 miembros, de los cuales sólo tres eran obispos, mientras que el colegio cardenalicio constaba de 16 purpurados y otros más que vendrían, entre los cuales había muchos y muy insignes doctores. Mas nada consiguieron hasta la sesión XI (25 de mayo 1415), en que se les permitió nombrar una comisión de seis miembros que deliberase con los delegados de las naciones 21 .
4. Fuga de Juan XXIII. -La segunda sesión pública y solemne, anunciada para el 17 de, diciembre de 1414, se fue difiriendo hasta el 2 de marzo del 1415. En las congregaciones precedentes, el asunto principal sometido al juicio de las naciones fue la herejía de Wiclef y de Hus. Juan Hus se hallaba en Constanza desde el 3 de noviembre; a fines de mes se le encarceló y poco después se inició formalmente el proceso, que duró hasta el 6 de julio de 1415. Otra cuestión que no se agitaba aún en las reuniones, pero que flotaba en el ambiente desde el primer día, era la manera de solucionar definitivamente el cisma. En una congregación general del 4 de enero con ocasión de la llegada del cardenal Juan Dominici de Ragusa con otros delegados de Gregorio XII, se acordó por influjo del emperador, allí presente, que los cardenales partidarios de cualquiera de los antipapas podrían ostentar en el concilio el capelo rojo y demás insignias cardenalicias. Tal decisión no pudo menos de dolerle a Juan XXIII, pues era dar beligerancia a sus dos rivales, ya condenados en el concilio de Pisa.
Corría el rumor insistente de que la solución más sencilla del problema sería la cesión o abdicación de los tres papas. Ese era el parecer del cardenal Fillastre, de Pedro d'Ailly y del mismo emperador Segismundo. El temor de Juan XXIII se convirtió en consternación cuando se enteró de un libelo anónimo que circulaba por la ciudad con las más horrendas acusaciones contra él. No había delito que no se le imputase: avaricia, fornicación, herejía, fraude, mendacidad, perjurio, simonía, violencia, etc. El autor del libelo pedía al concilio que iniciase una investigación jurídica sobre estos crímenes. Pensó Juan XXIII que conmovería a la asamblea en su favor y alcanzaría la absolución si, refutando las acusaciones calumniosas, confesara sinceramente sus verdaderas culpas; pero sus partidarios le aconsejaron que no procediese con precipitación ni disputase con sus enemigos. Estos, sin embargo, persistieron en la demanda de una información jurídica y en pedir para el reo la deposición.
Entonces Juan XXIII el 16 de febrero hizo leer al cardenal Zabarella un documento de abdicación voluntaria por el bien de la Iglesia. Pareció la fórmula demasiado vaga e injuriosa para los otros dos pretendientes al papado, y, finalmente, en la congregación del 1 de marzo y en la sesión solemne del día siguiente leyó la nueva fórmula que se le impuso, y que decía así: «Ego Ioannes papa XXIII, propter quietem totius populi christiani, profiteor, spondeo, promitto, voveo et iuro Deo et Ecciesiae et huic sacro Concilio, sponte et libere dare pacem ipsi Ecclesiae per viam meae simplicis cessionis papatus, et eam facere et adimplere cum effectu... si et quando Petrus de Luna Benedictus XIII et Angelus Corrario Gregorius XII in suis obedientús nuncupati, papatui quem praetendunt... simpliciter cedant, et etiam in quocumque casu... in quo per meam cessionem poterit dar¡ unio Ecclesiae De¡ ad exstirpationem praesentis schismatis» 22 .
Agradecido el emperador, se levantó del trono y fue a besarle el pie. Un patriarca, en nombre de todo el concilio, «pasó a darle las gracias de aquel acto, que fue de los señalados que ha habido en la Iglesia» 23 , según nota Zurita, y con razón, porque entonces se empezó a ver que alboreaba el día de la unión. Pero ni Juan XXIII ni sus partidarios estaban contentos. Había que procurar de cualquier modo la disolución del concilio antes que diera algún decreto fatal. Si el papa huyera de Constanza, tal vez el desconcierto cundiría entre los conciliares, y, viéndose sin cabeza y desunidos entre sí, no tendrían ánimo ni autoridad para continuar deliberando y se volverían a sus tierras.
Muy difícil era la fuga, porque a lo largo de las murallas y sobre el lago vigilaban continuamente centinelas. Juan XXIII se apalabró con su protector el duque Federico de Austria, el cual organizó un espléndido torneo, y mientras el emperador, los príncipes y los caballeros, con infinita multitud de gentes, se agolpaban en torno del palenque, al atardecer del 20 de marzo, un desconocido con hábito pardo de palafrenero, armado de ballesta y montado en viejo caballo, cruzó la puerta de Kreuzlingen acompañado de un fámulo. Nadie advirtió que aquel hombre era el papa. En la ribera del lago le aguardaba una barca, que lo transportó a Schaffhausen, ciudad perteneciente al duque de Austria.
5. El concilio sobre el papa. -La fuga de Juan XXIII sembró la confusión, el desorden y la perplejidad en todos, especialmente cuando vieron que tras él se iban el duque Federico con muchos austríacos y muchísimos italianos, entre ellos cinco cardenales y varios embajadores. Sólo la voluntad y el imperio de Segismundo, empeñado en que su obra no fracasara vergonzosamente, impidió que el concilio se disolviera. El en persona salió a caballo para evitar en las calles tumultos populares y en seguida convocó a las cuatro naciones en congregación general (21 ó 22 de marzo), donde declaró que estaba resuelto a mantener el concilio aun con peligro de su vida y exhortó a todos a proseguir tranquilamente sus tareas. Tres cardenales con un arzobispo fueron enviados a Schaffhausen para preguntar al fugitivo sus propósitos e intenciones.
Esta escapada de Juan XXIII contribuyó a que las doctrinas conciliaristas se difundiesen públicamente y se propugnase sin miedo la superioridad del concilio sobre el papa. No pocos de la Universidad de París allí presentes hablaron contra la plenitud de la potestad pontificia, y el canciller Juan Gersón, en nombre de toda la embajada francesa, predicó el día 23, delante del emperador, doce proposiciones que él llamó «rayos de la verdad», magnificando al concilio y empequeñeciendo la autoridad papal. Todos los cristianos, incluso el pontífice, tienen que obedecer al concilio, asistido por el Espíritu Santo; siendo el papado esencial a la Iglesia, no puede el concilio destruir la potestad pontificia, establecida por Jesucristo, pero sí puede regular y moderar su ejercicio para el mayor bien de la Iglesia; en su convocación es independiente del pontífice romano y tiene derecho a imponer a éste cualquier medida que sea necesaria para la extinción del cisma 24 .
La tercera sesión solemne tuvo lugar el 26 de marzo de 1415. Sólo una hora antes de la apertura fueron comunicadas al sacro colegio las decisiones que se debían promulgar, y que precedentemente habían sido adoptadas por las naciones. Por eso, los cardenales se negaron a asistir. Sólo Zabarella y Pedro d'Ailly, éste como presidente, autorizaron con su presencia la sesión, a la que no asistieron más que 70 prelados, la tercera parte, y en la que se publicaron decretos sobre la legitimidad de este concilio constanciense, la plenitud de sus poderes aun sin el papa y el absoluto deber de continuarlo hasta la plena extinción del cisma y reforma de la Iglesia en su cabeza y en sus miembros.
6. Sesiones IV y V (30 de marzo y 5 de abril 1415).-Pedro de Ailly y Zabarella pueden contarse entre los moderados, pues todavía al final de la sesión tercera declararon que seguían fieles a Juan XXIII mientras éste perseverase en su voluntad de abdicar espontáneamente por el bien de la Iglesia. En el resto de los conciliares, exceptuando los italianos, iba creciendo cada día la aversión a Juan XXIII y el deseo de proceder independientemente del papa. Se ha hecho célebre la congregación que el Viernes Santo (29 de marzo) tuvieron en el convento de los franciscanos las naciones de Francia, Alemania e Inglaterra sin la participación de Italia ni del colegio cardenalicio. Allí se redactaron cuatro artículos, aprobando resueltamente el conciliarismo, amenazando con graves castigos a cualquiera que no obedeciese a los decretos del concilio, declarando que la fuga de Juan XXIII era un escándalo manifiesto, que le hacía sospechoso de cisma y herejía, y atestiguando que el papa fugitivo, contrariamente a lo que él decía, había gozado en Constanza de plena libertad.
Estos artículos les parecieron a los cardenales inadmisibles, porque ofendían el honor y la dignidad del pontífice, por lo cual suplicaron a Segismundo no permitiese que se promulgasen en la próxima sesión. Dijéronle que Juan XXIII estaba dispuesto a poner el negocio de la abdicación en manos del emperador y de algunos cardenales, que no retiraría de Constanza la curia y sus oficiales, por más que hubiese dado órdenes en ese sentido, y que el colegio cardenalicio sólo asistiría a la sesión solemne en caso que esos cuatro artículos se modificasen en la forma que le indicarían. Temeroso el emperador de una ruptura entre los cardenales y el concilio, corrió a la congregación de las naciones y les rogó que atenuasen los cuatro artículos, y, aunque encontró resistencia en muchos, maniobró con tanta rapidez y habilidad aquella noche y la mañanita del día siguiente, que, al abrirse el Sábado Santo la sesión general, ya los delegados de las naciones habían consentido en la propuesta de los cardenales.
Era el 30 de marzo. La cuarta sesión solemne, a la que asistían más de 200 prelados y muchísimos doctores, se iniciaba muy inquieta, pues aun después de empezada la misa, el emperador iba de unos a otros y llamó a los cardenales a una capilla de la catedral para los últimos acuerdos. Concluido el santo sacrificio y el rezo de las letanías, alzóse el cardenal Zabarella para dar lectura a los artículos convenidos. El primero era el mismo que habían aprobado las naciones, y sonaba así: «Este santo sínodo constanciense..., congregado legítimamente en el Espíritu Santo, formando concilio ecuménico y representando a la Iglesia católica militante, tiene su autoridad inmediatamente de Dios, y cualquier persona, de cualquier dignidad que sea, incluso papal, está obligada a obedecer al concilio en todo cuanto se refiere a la fe y extirpación del cisma» 25 .
El segundo, tercer y cuarto artículos de las naciones fueron sustituidos por otros que decían: «2. Item: que el santísimo Padre Juan XXIII no cambie ni traslade a otro lugar la curia romana y sus oficinas con los funcionarios... sin consentimiento del santo sínodo. Y, si hiciere lo contrario y fulminase censuras para que los oficiales le sigan..., todo sea írrito y nulo». «3. Item: que cualquier traslación de prelados o privación de beneficios en perjuicio del concilio... sea jurídicamente inválida, írrita, nula y vana». «4. Item: que por bien de la unión no se creen nuevos cardenales» 26 .
No pocos de los asistentes al concilio se sorprendieron del tenor de aquellos artículos, pues ignoraban las negociaciones del emperador con los delegados y con los cardenales. Saliendo de la sesión, algunos quisieron protestar irritados, mas pronto se hubieran calmado si un nuevo incidente no hubiera venido a exasperarlos. Corría por todas partes la noticia de que Juan XXIII, conducido por el duque Federico, había huido también de Schaffhausen, dirigiéndose a Laufenburg, catorce leguas al oeste. La indignación de todos, empezando por Segismundo, fue grande, y creció mucho más cuando vieron que, sin permiso del concilio, varios cardenales, prelados, curiales y otros eclesiásticos italianos abandonaban la ciudad de Constanza para seguir a su pontífice 27 . En aquel ambiente turbado de ira y resentimiento se reunió la sesión general quinta precipitadamente el sábado 6 de abril con objeto de publicar ahora parte al menos de aquellos artículos suprimidos en la sesión anterior.
La mayoría de los cardenales se negaba a asistir; mas, a fin de evitar un escándalo, ocho de ellos hicieron acto de presencia, aunque desaprobando dichos artículos. El obispo de Posen los leyó, por haberlo rehusado Zabarella. Decía el primero: «Este santo sínodo... tiene su autoridad inmediatamente de Dios, y cualquier persona, de cualquier dignidad que sea, incluso papal, está obligada a obedecer al concilio en todo cuanto se refiere a la fe y extirpación del cisma y reforma de la Iglesia tanto en la cabeza como en los miembros». El segundo declaraba «que quien no obedezca a los decretos de este santo sínodo o de cualquier otro concilio general y persista en su contumacia..., aunque sea de dignidad papal, sea debidamente castigado, aplicando, si es preciso, otras medidas jurídicas». El tercero prohibía la traslación de la curia y el cuarto anulaba las condenaciones y censuras de Juan XXIII, como los artículos tercero y cuarto de la sesión anterior. El quinto, finalmente, testificaba que el papa fugitivo, contrariamente a lo que él decía, había gozado en Constanza de plena libertad 28 .
Tales son los famosos artículos del concilio de Constanza, base del conciliarismo doctrinal, que, renovados en el concilio de Basilea con gesto más revolucionario y ratificados en la pragmática sanción de Bourges, fueron abrazados como un dogma por la iglesia galicana en 1682.
7. Valor de los cinco artículos. -Aquí es necesario preguntarnos: ¿Tienen esos artículos, particularmente los dos primeros, validez universal? ¿Y son de carácter dogmático? Creemos que a las dos interrogaciones se puede responder negativamente. Téngase en cuenta que fueron sancionados por un concilio que no puede con certeza llamarse legítimo, ya que la legitimidad del papa que lo convocó no es cierta, ni mucho menos, y en el momento de promulgarse dichos artículos era un concilio acéfalo y sin autoridad. Y con dificultad podrá decirse ecuménico o representante de la Iglesia universal un concilio al que faltaban los obispos de los otros dos papas contrincantes. También el modo de votar por naciones parece ilegitimar sus decretos, puesto que no eran los cardenales y obispos-a los cuales con el papa corresponde el gobierno y la administración de la Iglesia-los que decidían, sino la masa mucho mayor de doctores, simples clérigos y aun laicos presentes a las congregaciones de las naciones. Una especial irregularidad se advierte precisamente en los decretos de las sesiones IV y V, en cuya discusión no estuvo presente la nación italiana, ni menos los cardenales representantes de la iglesia particular de Roma.
Aunque se demostrase que el concilio de Constanza fue siempre legítimo, diríamos que los susodichos artículos tenían a lo sumo un valor circunstancial y en ningún modo carácter dogmático. No intentaban definir una doctrina, sino imponer una ley, establecer autoritativamente una norma para el buen régimen de la Iglesia: que el papa se someta al concilio en los casos dudosos, oscuros y excepcionales, como eran los de entonces 29 . Que el concilio de Constanza no pretendió pronunciar una definición dogmática, se evidencia claramente: primero, por su modo de expresarse; segundo, por su modo de obrar. Si examinamos las fórmulas que usa, veremos que no emplea las frases clásicas y consagradas para las definiciones, v.gr., diffinimus, condemnamus et anathematizamus tamquam haereticos, u otras equivalentes (de las que el mismo concilio se vale contra los errores de Wiclef, Hus y Jerónimo de Praga), sino que se expresa así: «Ipsa sancta synodus... declarar, quod (papa) obedire tenetur... Declarat, quod quicumque... obedire contumaciter contempserit... paenitentiae subiiciatur». Repetimos que no son éstas las fórmulas que usa la Iglesia en sus definiciones de un dogma de fe. Y, aunque poco antes ha dicho: «Ordinat, diffinit, decernit et declarat», el sentido del segundo verbo está determinado por el de los concomitantes.
Lo mismo viene a demostrar su actitud ante los que no aceptaban la doctrina del conciliarismo. Sabemos de algunos miembros del concilio que siguieron defendiendo la supremacía pontificia e impugnando la doctrina contraria, sin que el concilio los condenase ni se inquietase por ello; v.gr., el general de los dominicos, Leonardo Statius 30 . El conciliarista Fillastre nos dice que había en Constanza «diversas opiniones de potestate concilii supra papam, maxime in iis quae pertinent ad reformationem Ecclesiae» 31 . Y Martín V, recién elegido papa en Constanza, condenó el conciliarismo por estas palabras: Nulli fas est a Supremo Iudice, videlicet Apostolica Sede, seu Romano Pontífice lesu Christi Vicario in terris, appellare, aut illius iudicium in causis fidei... declinare» 32 .
Suele objetarse que, al fin y al cabo, el papa Martín V sanó in radice la ilegitimidad del concilio de Constanza, y, por tanto, son valederos universalmente aquellos decretos. Conviene explicar en qué consistió tal aprobación. Al fin de la última sesión, cuando ya el cardenal Rainaldo de San Vito había pronunciado, de orden del papa, Domini ite in pace!, y todos habían respondido Amen, se levantaron los embajadores de Polonia y de Lituania pidiendo fuese condenado en sesión solemne un escrito del dominico Fr. Juan Falkenberg que, según ellos, contenía varias herejías y había sido reprobado en la congregación general de las naciones. Respondieron los patriarcas constantinopolitano y antioqueno y un dominico español que no todas las naciones lo habían reprobado. Y como se armase un alboroto, intervino el papa, diciendo que él aprobaba todo cuanto el concilio había determinado «conciliariter» en materia de fe, mas no lo que de otra manera se hubiera decidido 33 . Ahora bien, según hemos demostrado arriba, los cinco artículos de las sesiones IV y V no son materia de fe (de rebus fidei). Y aun podríamos, aunque con menos seguridad, añadir que tampoco fueron determinados «conciliariter» ; se requería que antes de promulgarse en la sesión solemne llevase el voto unánime de todas las naciones, y, según pensaban muchos, también el voto de los cardenales, representantes de la Iglesia romana. Pues bien, sabemos que los cardenales no aprobaron dichos artículos. Que fuese necesario este voto parece deducirse del empeño que siempre mostraba el emperador y las naciones por obtener la aprobación del colegio cardenalicio 34 . Y por lo menos parece que ésa era la opinión de los cardenales, particularmente de Pedro de Ailly 35 . Cardenal era entonces Martín V, y por eso podemos creer que, cuando puso como condición para aprobar los decretos constancienses que hubieran sido determinados «conciliariter», se refería a los que llevaban la aprobación de los cardenales.
8. Deposición de Juan XXIII. -Veamos ya cómo el concilio de Constanza alcanzó su primer objetivo, que era el de dar la paz y unión a la Iglesia. Como medida previa, optó por deponer a dos papas y aceptar la dimisión del tercero. Juan XXIII había huido de Constanza alegando, en cartas que escribió al emperador, a los cardenales, a la corte de Francia, etc., diversos pretextos: la insalubridad del aire, la falta de libertad. Como Federico, su protector, no se sintiese seguro en el castillo de Schaffhausen por miedo de Segismundo, que lo había proscrito del imperio, llevó al papa consigo a Laufenburg ; de allí, a Friburgo de Brisgovia, y luego a su fuerte castillo de Breisach. Los cardenales Fillastre y Zabarella vinieron a comunicarle que el concilio de Constanza en la sesión VI, del 17 abril, le citaba a comparecer ante la asamblea y le ofrecía la fórmula de abdicación. Duro golpe para el papa y no menos duro el cambio que se obró en su protector Federico de Austria. Abandonado éste por los suizos y por otros partidarios, aceptó la mediación del duque Luis de Baviera para reconciliarse con el emperador, el cual le puso como condición la entrega del pontífice fugitivo. Federico, aunque con dolor, hubo de prometerlo, volviendo a Constanza el 30 de abril.
Soñó entonces Juan XXIII en pasar hasta Avignon y encerrarse en el inexpugnable palacio de los papas; mas como el duque de Borgoña no accediese a franquearle el camino, tornó a Friburgo los últimos días de abril. Mal cariz tomaban en Constanza sus asuntos, pues en la sesión VII (2 de mayo) se determinó entablar proceso contra él, y se le citó a comparecer en el término de nueve días, tratándolo de hereje, simoníaco, escandaloso e incorregible. En las sesiones IX, X y XI (13, 14 y 25 de mayo) se pidió oficialmente su deposición, se oyeron las acusaciones de los testigos y se le declaró contumaz y privado de todo gobierno eclesiástico 36 . Por fin, en la sesión XII, del 29 de mayo, y sin que nadie le defendiera, se procedió a su pública deposición y privación del papado, declarándolo notorio simoníaco, dilapidador de los bienes y derechos de muchas iglesias, escandaloso por sus detestables y deshonestas costumbres, pertinaz, incorregible y reo de otros muchos crímenes. Quiso protestar el cardenal Zabarella, mas un confuso griterío de Placet ahogó su voz y ratificó la sentencia.
Aquel «monstruo de iniquidades» se reveló en la adversidad mejor que muchos de sus enemigos. Con una debilidad que nadie sospechara en él, Baltasar Cossa, ya antes de la condena, se dejó conducir el 17 de mayo al castillo de Radolfzell, cerca de Constanza, donde permaneció bajo la custodia de cuatro miembros del concilio y de 300 caballeros húngaros. Cuando le mostraron el primer decreto de suspensión, no quiso defenderse, deploró su fuga, dijo que el concilio era infalible, se excusó humildemente de sus faltas y entregó el anillo papal y el sello de las bulas. Y, cuando le participaron la sentencia de deposición, se confió resignado a las órdenes del emperador y del concilio. El 3 de junio fue llevado prisionero al castillo de Gottlieben; de aquí, a Heidelberg, y poco después a Mannheim bajo la vigilancia del duque de Baviera. Cuatro años más tarde, por unas disensiones que Luis de Baviera tuvo con el emperador, pudo Baltasar Cossa comprar su libertad a precio de 30.000 florines. Bajó a Italia y se postró a los pies del nuevo papa Martín V, el cual, compadeciéndose de su infortunio, le restituyó la dignidad cardenalicia. Pocos meses después, en diciembre de 1419, falleció en Florencia oscuramente Baltasar Cossa 37 .
9. Abdicación de Gregorio XII. -Parecía que con la deposición de Juan XXIII estaba resuelto el nudo más difícil de la tarea conciliar. ¿Cómo acabar ahora con los otros dos papas? El anciano Gregorio XII facilitó cuanto pudo la cuestión. El 25 de enero de 1415, sus embajadores, el cardenal arzobispo de Ragusa, Juan Dominici, y los obispos de Worms, Spira y Verdun, recibidos por el concilio, declararon que Gregorio abdicaría con tal que los otros dos hiciesen lo mismo y no presidiese Baltasar Cossa la sesión. Esto no era mucho prometer, pero el día de la sesión XIII, 15 de junio, cuando ya Juan XXIII había sido depuesto, vino a Constanza Carlos Malatesta como plenipotenciario de Gregorio ante el emperador. Sus propuestas fueron examinadas y, finalmente, aceptadas. En la sesión XIV (4 de julio 1415), Juan Dominici, en nombre de Gregorio XII, legitimó el concilio, convocándolo de nuevo, y autorizó y confirmó cuanto él hiciera en adelante por la unión y reforma de la Iglesia y por la extirpación de la herejía; Carlos Malatesta leyó la fórmula de renuncia al papado. El cardenal Dominici fue recibido en el sacro colegio y Gregorio XII (ahora Angelo Corrario) fue nombrado decano del colegio cardenalicio, obispo de Porto y legado perpetuo en Ancona. Murió en Recanati el 18 de octubre de 1417, antes de terminarse el concilio y antes de la elección del nuevo pontífice. Tenía noventa años. ¡Lástima que este acto de humildad y de amor a la Iglesia no lo hiciera diez años antes!
10. Deposición de Benedicto XIII. -Faltaba lo más duro, la eliminación del papa aragonés, único sobreviviente de los autores del cisma. «Mientras esta luna no se eclipse-decía Gersón-, no lucirá el sol de la paz y la concordia». Sus embajadores habían venido a Constanza a primeros de marzo de 1415, siendo recibidos en audiencia el día 4. Lo que propusieron fue que el emperador se trasladase a Niza para deliberar con Benedicto XIII y con el rey Fernando I de Aragón. Segismundo prometió hacerlo. La ocasión no se presentó hasta el momento de la abdicación de Gregorio XII. El lugar señalado para la entrevista fue, finalmente, Perpignan, no Niza. Benedicto XIII, que desde el año anterior se hallaba en Valencia, vino a la cita en junio de 1415 y aguardó impaciente la tardía llegada de Segismundo. Este no pudo salir de Constanza hasta el 18 de julio ni entrar en Perpignan hasta el 17 de septiembre. También el rey de Aragón, retenido por una grave enfermedad, llegó con retraso. Todos vinieron con lujosas comitivas. Escoltaban al emperador algunos príncipes alemanes, prelados, doctores y hasta 4.000 jinetes. Como si Benedicto quisiera deslumbrarlo con toda la pompa de una verdadera corte pontificia, se vistió su mejor manto de púrpura para darle audiencia en el gran salón del castillo de Perpignan. La entrevista fue cordial; se abrazaron y besaron efusivamente, mas en las consultas y negociaciones el papa aragonés se oponía tenazmente a la via cessionis, proponiendo por su parte la via iustitiae, es decir, que se averiguase jurídicamente en una discusión cuál era el papa legítimo. Con todo, si el emperador prefería la vía de cesión, él ponía tres condiciones: que se anulasen todas las sentencias dadas contra él en Pisa, que el nuevo papa fuese aceptado por todos los príncipes y fieles y que la elección fuese conforme a los cánones. Al decir esto pensaba que sólo él podría ser elegido canónicamente, ya que Pedro de Luna era el único cardenal incontestable, como anterior al cisma.
Segismundo no podía aceptar tales condiciones. Entonces Benedicto propuso otro plan: que los cardenales por él nombrados y los de Constanza eligiesen un número de árbitros, los cuales nombrarían el nuevo papa. Tampoco este proyecto pareció aceptable. Cansado el emperador de tantos esfuerzos inútiles, decidió salir de Perpignan a principios de noviembre. Apenas llegado a Narbona, le alcanzó una embajada del rey de Aragón con representantes de Escocia y de los otros príncipes que obedecían a Benedicto XIII rogándole retrasara su viaje, pues estaban dispuestos a adherirse al concilio de Constanza, abandonando a Benedicto. Detúvose Segismundo y envió a Perpignan sus delegados. Ya para entonces había salido el pontífice de la ciudad, dirigiéndose a Colliure, donde se embarcó para Peñíscola, fuerte ciudadela sobre el mar Mediterráneo, en la provincia de Castellón38 .
Esta fuga precipitada, sin prestar atención a las nuevas súplicas que le dirigió el rey de Aragón, indignó a los que hasta entonces eran sus partidarios. Y, juntándose con el emperador y con los delegados del concilio constanciense en Narbona, los representantes de Aragón, Castilla, Navarra, Escocia y los condes de Foix y de Armagnac firmaron el 13 de diciembre de 1415 un tratado en el que se estipuló que así los Padres de Constanza como los prelados y cardenales de Benedicto se invitasen recíprocamente a un concilio general, donde, disfrutando todos de iguales privilegios, procederían de común acuerdo a la deposición de Benedicto XIII (si éste no renunciaba espontáneamente) y al nombramiento de un nuevo papa; todas las penas y censuras de una y otra parte serían anuladas. Con gran júbilo se recibió en Constanza la noticia de este convenio, que fue ratificado solemnemente en una congregación general del 4 de febrero de 141639 .
Ya para entonces el reino de Aragón se había separado oficialmente del papa Luna (6 de enero 1416). Y fue San Vicente Ferrer, el que había sido su confesor y consejero, quien en la fiesta de la Epifanía leyó desde el púlpito de Perpignan la fórmula de substracción de la obediencia a Benedicto XIII. Aquel santo predicador y taumaturgo, de tanto prestigio popular, había rogado los últimos días muy insistentemente a Pedro de Luna que abdicase por el bien de la Iglesia. Su elocuencia ardorosa no hizo mella en el testarudo aragonés. Y Vicente Ferrer, aunque internamente persuadido de que la justicia y el derecho estaban con Pedro de Luna, se apartó de él para adherirse al concilio de Constanza 40 . En la sesión XXII (1 5 de octubre 1416), los delegados de Aragón y de Portugal, tras varios días de discusión, se incorporaron al concilio; los de Navarra, en la sesión XXVI (24 de diciembre), y los de Castilla, en la sesión XXXV (18 de junio 1417) aunque se hallaban en Constanza desde marzo 41 .
Así la Natio hispanica se agregó a las otras cuatro que constituían el concilio.Desde la sesión XXIII (5 de noviembre 1416) hasta la XXXVII (26 de julio 1417) duró el proceso que se instituyó contra Pedro de Luna, con citaciones del acusado, audiencia de testigos, etc. Cuando en enero de 1417 llegaron a Peñíscola los diputados del concilio invitándole a comparecer ante sus jueces, el viejo papa protestó contra tanta avilantez, ya que la verdadera Iglesia no estaba en Constanza, sino en Peñíscola, como en tiempo del diluvio se hallaba solamente en el arca de Noé. Dada la vida pura e íntegra del reo, nadie se atrevió a insinuar contra él aquellas acusaciones de simonía, inmoralidad, avaricia, trato con el demonio, etc., que no faltaban nunca en semejantes procesos. Le acusaron, con verdadero fundamento, de contumacia; le acusaron también de perjurio, por no haber cumplido su palabra de abdicar, aunque él lo había prometido sólo después de empleados todos los otros medios; le acusaron de fautor del cisma, y fue el propio Gersón el encargado de probar que también había incurrido en herejía, porque obraba contra el artículo del símbolo que dice: «Credo in unam sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam». Consiguientemente, el concilio en la sesión del 26 de julio lo privó y depuso de su dignidad papal, lo cortó de la Iglesia, como ramo seco, y prohibió a todos los cristianos, bajo las más severas penas, que le prestasen obediencia o favor 42 .
El canto del Te Deum bajo los arcos de la románica catedral, el vuelo de las campanas en las torres y el resonar de las trompetas imperiales por las calles de Constanza anunciaron al mundo que el último obstáculo para la unión había sido vencido. Mientras tanto, en la remota Peñíscola, en aquel promontorio que se interna en el mar coronado de murallas, Benedicto XIII seguía protestando que la Iglesia estaba con él, que los herejes cismáticos eran los de Constanza; todos los años el día de Jueves Santo pronunciaba el anatema contra el rey de Aragón y contra los cardenales que le habían abandonado. En aquel castillo solitario batido por el mar murió Pedro de Luna el 29 de noviembre de 1422 a la edad de noventa y cuatro años 43 .
III. Elección de Martín V. Reforma y concordatos
1. El papa Colonna. -Eliminados los tres pontífices que dividían la cristiandad, parecía llegado el momento de elegir uno nuevo que fuese cabeza de todos los fieles. En junio de 1417 se empezó a discutir seriamente sobre ello. Existía desde mucho antes una comisión para la reforma de la Iglesia, y sus proyectos se entorpecieron y enredaron ahora con la cuestión de la elección pontificia. Cuando el sacro colegio, y principalmente Pedro de Ailly, trazó las normas que se debían seguir en la elección del nuevo papa, opúsose decididamente Segismundo, diciendo que la nación alemana y la inglesa exigían que la reforma eclesiástica había que emprenderla antes que se nombrase el pontífice; de lo contrario, se corría el riesgo de que no se hiciese nunca. Al partido de los cardenales se juntaron los italianos, franceses y españoles, y respondieron por boca de Pedro de Ailly el 25 de agosto que la más importante reforma era la de proveer al cuerpo de la Iglesia de su verdadera cabeza, porque un cuerpo sin cabeza es la mayor de las deformaciones.
Llegó a tal punto la discordia, confusión y efervescencia de los ánimos, que corrió la voz de que Segismundo iba a arrestar a los cardenales. Muchos se quejaban de que se entrometía demasiado en los asuntos eclesiásticos, coartando la libertad del concilio. Ingleses y alemanes, unidos y concordes desde que Segismundo, volviendo de Perpignan, había ido hasta Inglaterra para negociar con Enrique V, insistían en que se hiciese la reforma antes que la elección, porque buena parte de la reforma había de consistir en limitar la potestad del futuro papa, quitándole la facultad de disponer de los beneficios eclesiásticos, anatas, etc. No faltó quien los tachó de husitas y herejes («recedant haeretici»), sin que la voz moribunda de Zabarella, que falleció el 26 de septiembre, pudiera calmarlos. Protestaron indignados los alemanes que ellos amaban a la Iglesia con su cabeza el papa, pero que los romanos pontífices desde hacía ciento cincuenta años venían cometiendo infinitos abusos, invadiendo los derechos de las iglesias particulares con sus reservaciones, expectativas, anatas, servicios comunes, espolios, dispensaciones simoníacas, etc., etc. ; de donde se originaba la corrupción del clero, la ruina de los estudios y la decadencia de las iglesias v monasterios. La nación alemana desconfía de promesas para el futuro, pues ha visto que las que se dieron en Pisa no se han cumplido 44 .
La muerte del obispo Roberto de Salisbury contribuyó a que los ingleses dejasen de hacer causa común con los alemanes, y poco después la llegada del obispo de Winchester, Enrique de Beaufort, tío del rey Enrique V, facilitó la concordia al proponer que se empezasepor la elección del papa, pero que antes un decreto conciliar impusiese la obligación de emprenderse la reforma inmediatamente después de la elección pontificia; además, podríanse publicar, aun antes de la elección, aquellos decretos de reforma en los que todas las naciones estaban de acuerdo. Así se hizo en la sesión XXXIX, del 9 de octubre, en la que se promulgaron cinco. El primero es el célebre decreto Frequens, que ordenaba la periodicidad de los concilios generales, confirmando así el triunfo del conciliarismo. Cinco años después del de Constanza se celebraría un nuevo concilio; siete años después de éste, tendría lugar el tercero, y, en adelante, cada diez años se convocaría concilio general. Los cuatro decretos siguientes trataban de impedir la posibilidad de un nuevo cisma y prohibían los espolios y procuraciones. En la sesión XL (30 de octubre) se anunció el programa reformatorio en 18 puntos, que debería ejecutar el futuro papa antes de clausurar el concilio.
Los cardenales que iban a entrar en conclave eran 23; como todos ellos habían sido creados por los papas depuestos, hubo algún extremista que propuso fueran excluidos totalmente; no fue así, pero sí se pensó que convenía reforzar su autoridad agregándoles 30 prelados (seis por cada nación). Estos 53 electores se congregaron el 8 de noviembre, y al cabo de cuatro días, por unanimidad, dieron su voto al cardenal Odón Colonna, de cuarenta y nueve años, que en honor de San Martín, cuya fiesta se celebraba aquel día, llamóse Martín V (1417-1431). La Iglesia universal celebró el acontecimiento con gran alegría, y motivos tenía para ello, pues había alcanzado la unión y la paz bajo una sola cabeza, un pontífice, un pastor, un padre. El gran cisma de Occidente podía darse por terminado.
Martín V, que era diácono, fue consagrado el día 13 presbítero y el 14 obispo. El día 21 tuvo lugar la coronación. El escogido para predicar delante del nuevo papa, del emperador y del concilio en pleno fue Felipe de Malla, de quien escribe Jerónimo Zurita: «Fue loada aquel día por todas las naciones la plática que hizo al papa el maestro Felipe Malla con una divina elocuencia, fundándola en la autoridad de San Juan, que dice en el Apocalipsis: Al que venciere haré columna en el templo de Dios; y en la de la mujer vestida de sol, que tenía la luna debaxo los pies, y en la cabeza corona de doce estrellas; declarando con maravilloso artificio entenderse por la Iglesia, que estaba vestida del sol de la justicia, y por la luna, el abatimiento del cismático, y por las doce estrellas, doce reyes que concurrieron a la obediencia del concilio: los cuatro de España y otros tantos de Alemania, y los de Francia e, Inglaterra, y en Italia dos, y eran Nápoles y Chipre, porque el de Escocia no quiso enviar embajadores» 45 .
Desde que el concilio tiene una cabeza, la figura del emperador empieza a esfumarse y las mismas naciones pierden mucho de su significación política en sus actuaciones conciliares; es el papa quien toma las riendas de los negocios, quien condena, como hemos visto, la superioridad del concilio y quien determina y dirige lo que en adelante se hace.
2. Decretos de reforma eclesiástica. -A la comisión de reforma, ya existente desde 1415 y renovada ahora por las cinco naciones, añadió el papa, el día mismo de su coronación, seis cardenales. Su tarea resultó muy dificultosa, porque, a pesar del deseo universal de una reforma «in capite et in membris» (antes en la cabeza que en los miembros), era casi imposible ponerse de acuerdo las diversas naciones entre sí. Lo que proponían los franceses era rechazado por los ingleses; lo que querían los alemanes, lo rehusaban los italianos; los españoles iban poco unidos, y entre los mismos franceses se dibujaban las dos tendencias políticas de borgoñones y armagnacs. También obispos y doctores andaban en desacuerdo. Muchos obispos entendían la reforma en el sentido de substraer al romano pontífice la facultad de conferir los beneficios eclesiásticos; en cambio, los doctores universitarios preferían que la colación de los mismos siguiese en manos del papa, pues era costumbre que todas las universidades le enviasen el «rótulo» de sus maestros y laureados, a quienes el papa otorgaba siempre canonjías, parroquias u otras prebendas. El colegio cardenalicio no mostraba gran interés por la reforma, pues temía que resultarían muy mermados sus ingresos si se reformaba la curia
Casi todos, especialmente entre los alemanes e ingleses, declamaban contra las exacciones y censos que imponía la curia pontificia. Los más exigentes eran los de la nación germánica, que en enero de 1418 presentaron al papa un memorial con las reformas que instantemente reclamaban 46 . En respuesta, Martín V comunicó a las naciones en 20 de enero de 1418 un proyecto de reforma que contenía en menos puntos casi todo lo que proponían los alemanes. Sólo omitía dos artículos: el de las excesivas apelaciones a la curia romana y el de las causas por las cuales el papa puede ser juzgado.
Discutieron el proyecto las naciones, y por fin se formuló en siete decretos de reforma general, que ordenaba: suprimir todas las exenciones de monasterios concedidas por los papas después de Gregorio XI; revocar, a partir de la misma fecha, las uniones o incorporaciones de varios beneficios bajo un solo título; renunciar de parte del papa a las rentas o frutos intercalares de los beneficios vacantes; declarar suspensos a todos los ordenados simoníacamente y anular todas las elecciones contaminadas de este vicio; imponer la residencia a los beneficiarios, porque el beneficio se concede por razón del oficio, por lo cual los obispos deberán hacerse consagrar para poder cumplir sus deberes; si no, serán privados de su cargo; prohibir a cualquier persona inferior al papa exigir diezmos, y el papa no los impondrá a todo el cuerpo eclesiástico, sino en casos graves de interés general; corregir los abusos que prelados y clérigos cometían en el vestir y en el porte de la persona 47 . A esto se redujo la reforma general. ¡Y si aun esto poco se hubiera urgido eficazmente! Otros puntos que no parecían tan universales se determinaron en la reforma particular, o relativa a cada nación, que se estableció en los concordatos
3. Concordatos con las naciones -De acuerdo con el concilio, el papa Martín V estipuló una serie de concordatos con Alemania, España, Francia e Inglaterra, haciendo a las iglesias nacionales y a los príncipes algunas concesiones, especialmente en el orden fiscal y beneficial, que podían haber inaugurado una era nueva en la historia eclesiástica si les hubiera precedido una madura deliberación entre las dos partes y si después se hubieran llevado a la práctica rigurosamente. El concordato con España, firmado el 13 de mayo de 1418, comprendía seis puntos: 1.° Sobre el número y cualidades de los cardenales (que no fuesen más de 24, que estuviesen dotados de egregias cualidades y proporcionalmente se escogiesen entre todas las naciones cristianas). 2.° De las reservaciones y colación de beneficios (con restricciones para la Santa Sede). 3.° De las anatas y servicios comunes (limitando su abuso, aunque sin suprimirlo). 4.° De las causas judiciales que se deben llevar a la curia romana (solamente las señaladas por el derecho o la costumbre). 5.° De las encomiendas de monasterios y obras pías (solamente en caso de necesidad urgente). 6.° Sobre las indulgencias (no innovar nada; Alemania pedía en este punto que no se multiplicasen demasiado). El concordato francés, que valía igualmente para Italia, agregaba al español dos artículos: uno sobre la simonía y otro sobre las dispensas.
El concordato con Alemania, válido también para Hungría, Polonia y países escandinavos, abarcaba diez puntos, añadiendo a los referidos otros dos sobre los excomulgados vitandos y los beneficios conferidles por el papa y los cardenales, limitándolos. Estos tres concordatos eran ad quinquennium, es decir, válidos tan sólo hasta el nuevo concilio, en que volvería a tratarse de la reforma. En cambio, el concordato con Inglaterra era perpetuo y comprendía sólo seis puntos: sobre el número de cardenales, sobre las indulgencias, sobre las uniones o incorporaciones, sobre el no conceder insignias pontificales a prelados inferiores, sobre las dispensas y el escoger personas inglesas para los oficios de la curia romana. De los beneficios eclesiásticos nada se decía en el concordato inglés. Era inútil, porque el Parlamento de 1390 había ratificado el Statute of Provisors de 1351 48.
De hecho, todos estos concordatos, incluso el inglés, cayeron muy pronto en olvido, tal vez porque se habían pactado con las iglesias, no con los príncipes. Cuando el concordato francés fue presentado al Parlamento de París, éste rehusó registrarlo; el 9 de septiembre de 1418 fue aceptado en aquella parte del reino que obedecía al duque de Borgoña. La elección de Martín V había sido recibida en Francia con poca simpatía; en parte, porque los armagnacs no habían conseguido del concilio la condenación de Juan Petit, y en parte, porque el galicanismo exacerbado de aquellos días no podía estar satisfecho de las escasas concesiones del concordato.
Y ton esto queda indicado todo lo que el concilio de Constanza hizo por la reforma de la Iglesia «en la cabeza y en los miembros». En realidad, poca cosa. Era necesaria la reforma de la curia especialmente en materia fiscal, restringiendo las múltiples exacciones pecuniarias y corrigiendo los innumerables abusos en la colación de los beneficios; era urgente la reforma del clero, atendiendo mejor a su formación y obligando a obispos y párrocos a la residencia y al cumplimiento de sus deberes pastorales. Lo que prácticamente se hizo fue casi nada para un plazo corto, y en algunos decretos se emplearon fórmulas vagas, detrás de las cuales podían agazaparse los antiguos abusos. La principal tarea reformatoria se confió, por medio del decreto Frequens, a los futuros concilios. El concilio era para aquellos hombres la panacea universal, que, sin embargo, durante más de un siglo veremos que no aportó ningún remedio a los males de la Iglesia. El problema de la reforma siguió vivo, abierto y doloroso, como una herida sangrante, que se encanceró con el protestantismo, y que sólo el concilio de Trento logró curar con ayuda de los papas de la Contrarreforma.
4. El tiranicidio. -Una de las cuestiones que más tempestuosamente agitó los ánimos de los Padres constancienses fue la concerniente al tiranicidio. Ya dijimos en el capítulo precedente cómo el libertino duque de Orleáns, hermano de Carlos VI, cayó asesinado en las calles de París, el 29 de noviembre de 1407, por orden de su primo Juan Sin Miedo, duque de Borgoña. Este halló abogado en el maestro de teología Juan Petit 49, que defendió su causa ante el rey el 8 de marzo de 1408, haciendo la apología del tiranicidio. Si un vasallo -vino a decir- atenta a la salud del rey con fraudes y sortilegios o trata de derribarle del trono, es lícito a cualquier persona privada, y aun meritorio y conforme a las leyes natural, moral y divina, asesinar a semejante traidor y tirano. Tal era el duque de Orleáns. En consecuencia, el rey debe amar ahora más que antes al duque de Borgoña 50 .
Contra doctrina tan subversiva alzó su voz autorizada Juan Gersón, y, a sus instancias, el obispo de París la condenó el 23 de febrero de 1414. Pero el duque de Borgoña había apelado al papa Juan XXIII, prometiendo justificarse ante el concilio general. Llevada la cuestión a Constanza, se nombró una comisión de teólogos que la examinase, en la que entraban Pedro de Ailly y Zabarella. No le costó mucho trabajo a Gersón demostrar que las doctrinas de Juan Petit coincidían con el artículo de Wiclef, condenado en la sesión VIII (4 de mayo 1415): «Populares possunt ad arbitrium dominos delinquentes corrigere». Pero en aquellas circunstancias, en que la política francesa, agitada por bandos irreconciliables, tanto podía influir en el éxito bueno o malo del concilio, se decidió, tras violentas disputas, que Juan Petit no fuese nombrado en la condenación y que la doctrina del tiranicidio fuese anatematizada solamente en su expresión más aguda y extrema. Así se hizo en la sesión XVI (6 de julio 1415) 51 . El enérgico discurso que pronunció Gersón el 5 de mayo de 1416 exigiendo una condenación más precisa y explícita del tiranicidio y de Juan Petit le acarreó grandes odios y enemistades entre los borgoñones. No por eso se cambió la sentencia.
Suscitóse la polémica con ocasión de un panfleto, verdaderamente homicida, de Juan de Falkenberg contra el rey de Polonia y el duque de Lituania. El rector de la Universidad de Cracovia, Pablo Wladimiri, por encargo de su rey, había presentado al concilio un tratado De' potestate papae et imperatoris (5 de julio 1415), dirigido contra los Caballeros de la Orden Teutónica, acusándolos de que, bajo pretexto de convertir a los infieles, trataban de conquistar el territorio de Lituania, haciendo la guerra a los neófitos y a la católica Polonia. En dicho tratado se negaba al papa y al emperador, y, en general, a los cristianos, el derecho de arrebatar sus tierras y posesiones a los infieles por el solo hecho de ser infieles 52 .
Juan de Falkenberg era un fraile dominico pugnaz y reñidor que, inducido por los Caballeros Teutónicos, salió a defenderlos, atacando con violencia salvaje a los polacos. Su Liber de doctrina potestatis papae et imperatoris es una defensa del imperialismo germánico y una virulenta sátira contra el rey Wradislao V Jagellón y contra todos los polacos, en la que afirmaba, entre otras cosas, que los polacos son idólatras, porque adoran a su rey, que es un ídolo; son herejes, aborrecibles a Dios, perros impúdicos y están dispuestos a derramar la sangre de los cristianos y a inficionar los miembros de la Iglesia con los venenos de su herejía; por lo cual no solamente los príncipes, sino también los particulares que se decidan a matarlos y exterminarlos a todos juntamente con su rey, merecerán el reino celeste y la vida sempiterna.
El arzobispo de Gnesen denunció al concilio este escrito, que naturalmente fue condenado por los cardenales y por las naciones y finalmente entregado a las llamas. Consideraciones políticas, y especialmente la intervención de los Caballeros Teutónicos, impidieron que la condenación se hiciese en sesión solemne. Elegido papa Martín V, tanto los polacos como los franceses le rogaron en la última sesión anatematizara conciliarmente a Falkenberg y a Petit, mas ya vimos la respuesta que recibieron, y como los embajadores de Polonia apelaron al futuro concilio, el papa condenó severamente tales apelaciones.
5. Otras cuestiones secundarias. -No consideramos entre los problemas secundarios la condenación de los errores wiclefitas y husitas, cuya importancia puede decirse transcendental, tanto que ése era uno de los tres fines o causas (causa fidei) del concilio constanciense. Pero de Wyclif y de Hus trataremos en capítulo aparte. El problema de la unión de la Iglesia griega con la latina ni siquiera se tocó, si bien allí estaban algunos representantes del emperador bizantino, expresamente invitado al concilio por Segismundo. Suele decirse que en Constanza fueron condenados los flagelantes. En realidad, las actas del concilio no presentan indicios de tal condenación. Si la hubo, ¿en qué consistió? Llegó a Constanza la noticia de que los sermones de San Vicente Ferrer en Aragón excitaban los ánimos de las multitudes con tal fervor, que éstas se daban a la práctica de la flagelación pública. Temiendo Gersón resurgiese la antigua secta de los flagelantes, cuyos abusos y errores hemos descrito en el capítulo tercero de este libro, escribió al santo predicador en julio de 1417 avisándole del peligro de esta sangrienta penitencia multitudinaria, al mismo tiempo que le invitaba a venir al concilio
No en Aragón, sino en otros países norteños, principalmente en Alemania, asumía caracteres morbosos y heréticos esa forma de penitencia. Autorizándose con la famosa carta que un ángel -según decían- había depositado en el altar de San Pedro en Jerusalén el 25 de diciembre de 1348, y en la que la Virgen María aseguraba el perdón de todos los pecados a los que recibiesen este bautismo de sangre, más agradable a Dios que el bautismo de agua, sostenían los flagelantes que éste era el único verdadero sacramento, que reemplazaba y hacía inútiles a todos los demás e incluso abolía el sacerdocio de la ley evangélica. No admitían las indulgencias, ni el purgatorio, ni el culto de los santos, y criticaban ásperamente a todos los sacerdotes y eclesiásticos. En Turingia intervino el inquisidor Enrique Schönfeld, O.P., entregando a varios obstinados al brazo secular y a la hoguera, aunque en vano.
Había, pues, motivos más que suficientes para un decreto conciliar. ¿Por qué no se tomó ninguna decisión? Lo ignoramos. ¿Acaso para no molestar a San Vicente Ferrer, que agrupaba en torno de sí a muchos penitentes que se disciplinaban las espaldas hasta derramar sangre, pero con verdadero espíritu de compunción y sin incurrir en errores? De todos modos, hubiera sido fácil condenar las herejías sin desacreditar la práctica de la flagelación. Entonces fue cuando Gersón redactó y dio a leer su Tractatus contra sectam flagellantium, que, sin duda, fue aprobado por los Padres constancienses, aunque no dictaran sentencia particular sobre ello 53 .
Una nueva forma de vida religiosa fue sometida en 1418 al juicio del concilio. Sabido es cómo los hermanos de la vida común, nacidos en Deventer por obra de Gerardo Groote y Florencio Radewijns, se propagaron rápidamente por los Países Bajos y por Alemania. Constituían una asociación o hermandad intermedia entre la vida de los seglares y la de los religiosos: vida de perfección en comunidad, pero sin votos. El fraile dominico Mateo Grabow, que los conoció en Groninga, se persuadió que tal género de vida era inadmisible, contrario al derecho canónico y a la doctrina de Santo Tomás, y los acusó ante el obispo de Utrecht. Absueltos allí judicialmente, su causa fue llevada al concilio de Constanza. Martín V señaló una comisión, en la que entraban el cardenal De Ailly y Juan Gersón, con orden de examinar y juzgar un opúsculo de Grabow que contenía proposiciones como éstas: es imposible practicar lícita y meritoriamente los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia fuera de las religiones aprobadas (extra veras religiones); los presbíteros y clérigos que llevan vida común fuera de las religiones incurren en pecado mortal y todos cuantos los aprueban y favorecen están excomulgados; los que viven en el mundo no pueden renunciar a los bienes del mundo viviendo en pobreza, porque la propiedad de las cosas temporales está esencialmente unida al estado seglar, y quien lo intenta peca mortalmente; las matronas que se dicen beguinas, aunque no incurran en errores, se hallan en estado de eterna condenación.
Varios representantes de la «devotio moderna», como el prior de Windesheim, Juan Vos de Heusden, y el hermano de la vida común Enrique de Ahaus, el introductor de la hermandad en Alemania, vinieron a Constanza en plan de defensa. Pedro de Ailly y Gersón se pusieron en seguida de su parte y en contra de Mateo Grabow. Estigmatizaron algunas proposiciones del dominico y exaltaron la vida común de los hermanos como una admirable imitación de la vida de los primitivos cristianos. El tribunal conciliar condenó el 3 de abril de 1418 la doctrina de Grabow como errónea, temeraria y escandalosa y obligó a su autor a pronunciar una abjuración 54 .
6. Conclusión del concilio y despedida del papa. -El 22 de abril de 1418 se celebró la sesión general XLV, que fue la última. El papa declaró clausurado y disuelto aquel concilio, el más solemne y el más largo de cuantos hasta entonces se habían celebrado. Segismundo, cuya figura había dominado la ecuménica asamblea con no menos brillantez y eficacia que la del emperador Constantino en Nicea, recordó, por boca de un abogado consistorial, sus esfuerzos y sacrificios en pro de la unión, dio gracias a todos los presentes por su fiel perseverancia en medio de tantas dificultades y testimonió, una vez más, su sincera devoción a la Iglesia y al romano pontífice. Hubiera querido Segismundo detener al papa en Alemania por más tiempo, y así le ofreció las ciudades de Basilea, Estrasburgo o Maguncia. Los franceses insistieron por que retornase a Avignon, ciudad pontificia. Desatendiendo tales ofertas, Martín V, romano de nacimiento y convencido de que sólo Roma era la sede del Pontificado, se dispuso a partir para Italia.
El domingo de Pentecostés (15 de mayo 1418) ofició pontificalmente en Constanza por última vez. Al día siguiente, poco después de las siete de la mañana, toda la ciudad, acostumbrada a festejos, procesiones, torneos y cabalgatas durante tres años y medio, se echó a la calle para presenciar el último y más vistoso espectáculo. Precedían la comitiva papal doce caballos sin jinetes con gualdrapas de púrpura. Detrás iban cuatro caballeros armados de lanzas, de las que colgaban rojos capelos cardenalicios. A continuación un sacerdote alzaba una cruz de oro. Otro, montado en caballo blanco gualdrapado de púrpura, ostentaba el Santísimo Sacramento. Seguíanlo doce cardenales a caballo, un jinete en caballo blanco con el Santísimo Sacramento cubierto y numerosas personas con cirios encendidos. Venían luego los canónigos y el concejo de la ciudad, también con cirios. El papa, con ínfulas adornadas de perlas y vestimenta de oro, bajo un palio sostenido por cuatro condes, montaba una hacanea blanca, de cuyas riendas tiraban, con el emperador, varios príncipes del imperio. Después hacían séquito los obispos, los duques y muchísimos eclesiásticos. Espléndida pompa matutina bajo un sonoro y jubiloso vuelo de campanas. Se calcularon cerca de 40.000 caballeros los que acompañaron al pontífice hasta el próximo castillo de Gottlieben. Allí donde habían estado poco antes el hereje Juan Hus y el papa fugitivo Juan XXIII le aguardaban a Martín V unas barcas. Dada la bendición al emperador, embocó la corriente del Rin hacia Schaffhausen, mientras los cardenales y oficiales de la curia bordeaban el río. Luego bajó por tierra a Berna y Ginebra, de donde pasó a Milán. Aquí consagró el altar mayor de la grandiosa catedral, entonces en construcción, y se dirigió a Mantua y Florencia. En estas dos ciudades residió largo tiempo antes de hacer su entrada triunfal en Roma el 28 de septiembre de 1420. Montones de ruinas encontró en su patria. Al papa Colonna le tocaba ser el restaurador de Roma.
NOTAS
[1] Livre des faicts du mareschal de Boucicaut (París 1620) p.164.
[2] Esta encíclica Caelestis altitudo consilii sería en sí muy hermosa si no contuviera las ordinarias injurias y desprecios del papa y de los cardenales contrarios (Mansi, Concilia XXVI,1103-1109; Marténe-Durand, Veterum scriptorum... amplissima collectio [París 1724-33] VII,781-87).
[3] Las letras apostólicas en T. de Niem, De schismate III,36. Anota este publicista que, al salir de Lucca, Gregorio parecía «multum extenuatus in facie et lividi coloris, ac si iam in puncto mortis existeret». Usamos la edición Historiae Theodorici de Niem... de Schismate Ecclesiae (Basilea 1566). Sobre el autor véase H. Heimpel, Dietrich von Niem 1340-1418 (Ratisbona 1932)
[4] La Forma celebrationis concilii papalis Perpiniani, con descripción de las sesiones, nos la ha transmitido M. DE Alpartil, Chronica actitatorum temporibus domini Benedicti XIII ed. de F. Ehrle (Paderborn 1906) 173-187. Otra documentación en Mansi, Concilia XXVI,1103-1122. La publicación de F. Ehrle Aus den Acten des Afterkonzils von Perpignan 1408: «Archiv für Lit. und KG" 5 (1889) 387-492; 7 (1900) 576-694, trata muy brevemente del concilio de Perpignan en las últimas páginas; el resto son documentos anteriores relativos a las andanzas de Benedicto XIII.
[5]Los embajadores de Wenceslao llevaron al concilio una carta de Segismundo en que éste decía: "Quod propter nonnullas causas ambaxiatores suos ad dictum concilium generale mittere non poterat, sed quod frater suus rex Romanorum et Bohemiae suos mittebat solemnes ambaxiatores, et quod ipse a voluntate dicti fratris su¡ deviare non intendebat" (Mansi, Concilia XXVII 353). De Portugal fueron embajadores a Pisa, mas anunciaron que no consentirían en la elección de un nuevo papa (P. De Bofarull, Colección de documentos inéditos del Archivo de la Corona de Aragón t.1 [Barcelona 1847] 133 y 157).
[6] Juan de Varennes había escrito tiempo atrás a Benedicto XIII: «Crudeliorem enim plagam schismate Deus in orbem non potest transmittere» (Martẻne-Durand, Veterum script. VII,568). Los argumentos con que la Universidad de Bolonia trataba de justificar el concilio de Pisa, desatendiendo a los dos papas, en Martène-Durand, Veterum script VII,894-97. Sobre eso mismo escribió Gersón en Pisa su libro De auferibilitate papae ab Ecclesia (Opera II,209-24). queriendo demostrar que la Iglesia podía divorciarse del papa, aunque fuese legitimo, por conservar su unidad esencial. Ideas semejantes defendían P. de Ailly (Valois, IV,84-87) y F. Zabarella, que escribía: «Potestas est in ipsa universitate tanquam in fundamento, sed in papa tanquam in principali ministro» (G. Zonta, Francesco Zabarella 1360-1417 [Padua 1915) p.59). Así pensaban también Clemanges y Simón de Cramaud (A. Coville, Le traité de la ruine de l'Église de Nicolas de Clenianges [París 1936], y H. Finke, Acta concilii Const. 1,281).
[7] La sentencia en Mansi, Concilia XXVI, 1146-48, y en Hefele-Leclercq, Histoire des conciles VII,46-48. En la citación a comparecer ante el concilio, el oficial que leía el documento llamó a los dos papas, irónica y despectivamente, Errorius (en vez de Gregorius) y Benefictus (en lugar de Benedictus). Poco después de su condenación, el día del Corpus, se quemaron en la plaza dos maniquíes con mitra papal en la cabeza para regocijo del pueblo. Nótese aquí, que el concilio de Pisa no abraza claramente la doctrina conciliarista. Al deponer a los dos papas, no se funda en la superioridad del concilio sobre el pontífice, sino en la vieja teoría medieval, usada por Nogaret contra Bonifacio VIII y generalmente admitida entonces. Léanse las oportunas advertencias de V. Martin, Les origines du Gallicanisme 11,73-74 y 84-89.
[8] En su Tractatus pro defensione Benedicti XIII publ. en Martène, Thesaurus novus anecdotorum 11,1435-1529.
[9] Su comentario a Pedro Lombardo ha sido magníficamente estudiado por F. Ehrle, Der Sentenzenkommentar Peters von Candia, des Pisaner Päpst Alexanders V (Münster 1925). Noticias de Alejandro V, en T. de Niem, De schismate III,51.
[10] Las actas del concilio de Pisa se conservaban, con variantes, en cuatro diversas colecciones, publicadas por Hardouin, D'Achery, Von der Hardt y Martène, recogidas luego en Mansi, Concilia vol.26 y 27. Posteriormente ha editado otras críticamente J. Vincke, Acta concilii Pisan¡: «Römische Quartalschrift» 46 (1936) 81-337. Martène publicó además cartas y documentos previos, Acta varia praevia ad concilium Pisanum (Veterum script. V11,425-1079).
[11] Manuscrito citado por Valois Le France et le Grand Schisme IV,110. La legitimidad del concilio de Pisa y de Alejandro V es negada por la mayoría de los autores modernos. Sin embargo, el jesuita O. Pfülf, en una recensión de la obra de N. Valois, opina que la convocación del concilio de Pisa por los cardenales en aquellas circunstancias estaba bien justificada: «Das Verfahrena der Kardin le schien durch den Ausnahmezustand und die himmelsschreiende Not der Kirche gerechtfertigt» (en «Stimmen aus María Laach» 64 [1903] 327-35). San Roberto Belarmino dice que el de Pisa fue un concilio general «nec approbatum nec reprobatum» y tiene a Alejandro V por verdadero papa (De conciliis I,8). De hecho, el Alejandro que vino después del pisano se llamó Alejandro VI. No se siguió esta norma con Clemente VII, ni con Benedicto XIII, ni con Juan XXIII.
[12] No se prueba que su elección fuese simoníaca, como se dijo luego siguiendo al maldiciente Teodorico de Niem. De su incontinencia antes del sacerdocio hay algunas pruebas (Rainaldi, Annales a.1409 n.86; H. Blumenthal, Johann XXIII, seine Wahl und seine Persönlichkeit: «Zeitschrift für KG» 21 [1900] 488-S16). Teodorico de Niem nos ha transmitido sus noticias y juicios en dos tratados: Invectiva contra Iohannem y De vita ac fatis constantiensibus Iohannis papae XXIII, publ. en Hardt, Magnum oecum. Constant. concilium II,296-329.335-459
[13] Summa historialis p.3.a tít.22 c.6.
[14] F. Palacki, Documenta M. Ioannis Hus (Praga 1869) p.467; Mansi, Concilia XXVII,506. El programa de reformas propuesto por la Universidad de París, en Finke, Acta const. I,132-48.
[15] Antonio Petri, Diarium romanum; Muratori, Rerum ¡tal. script. XXIV,1033-40. Según este cronista, Ladislao arrasó la ciudad y profanó la misma basílica de San Pedro, «ubi fiebat concilium». No disfrutó mucho del triunfo, pues murió en Nápoles al año siguiente, agosto de 1414, dejando el trono a su hermana Juana de Durazzo.
[16] El autor del tratado De modis uniendi ac reformandi Ecclesiam, atribuido un tiempo a Gersón (Opera II,161-201) o al benedictino portugués Andrés de Escobar, hoy más probablemente a T. de Niem, insistía por aquellos días en que al emperador compete el derecho de convocar los concilios; antes había defendido lo mismo F. Zabarella. Los planes de Segismundo sobre el concilio pueden estudiarse en Finke, Acta conc. Constant. I,88-92; y las relaciones del emperador con Gregorio XII y Juan XXIII, ibid., 93-107. Escobar abandonó posteriormente las ideas conciliaristas. Véase la introducción de M. Candal a su edición crítica de Andreas de Escobar, Tractatus polemico-theologicus de graecis errantibus (Roma, Madrid 1952): «Concilium Florentinum» vol.4 ser.B.
[17] El constanciense Ulrico de Richenthal nos dejó una famosa descripción del concilio tal como él lo vio (Das Concilium so zu Constenz ist gehalten worden ed. fotográfica, Leipzig 1895). Tenemos también muchas noticias en los diarios publicados por Finke, especialmente en el de Fillastre.
18 Mansi, Concilia XXVII,560-61; Von der Hardt, Magnum oecum. conc. II,224-26; Hefele-Leclercq, Histoire des conciles VII,186-87.
19 Pedro de Ailly demostró inútilmente que tal modo de votar por naciones era contra la costumbre multisecular de la Iglesia. Añadía, con razón, que de este modo salía perjudicado el derecho de los obispos y cardenales, equiparados a cualquier clérigo y aun laico. «Expediens videtur redire ad ius commune et ad antiquum modum procedendi et concludendi in conciliis generalibus, ubi non legitur facta talis nationum distinctio» (Von der Hardt, VI,42; P. Tschakert, Peter von Ailly [Gotha 1877] p.25I; Finke, Forschungen 29). Tal sistema introducía en el concilio un fermento nacionalístico, contrario a la naturaleza católica de la Iglesia, del mismo modo que el voto de simples clérigos y laicos introducía un elemento democrático, contrario al carácter jerárquico de la misma.
[20] De forma et ordine concilii: Finke Acta II,742-58; J. Hollnsteiner, Studien zur Geschäftsordnung am Konstanzer Konzil: «Festschrift zum 70. Geburtstag Dr. H. Finke» (Münster 1925) 240-56.
[21] Escribe el cardenal Fillastre en su Gesta concilii: «Quibus tamen fuit dictum, quod constituerent ex se sex deputatis, qui starent et agerent cum aliis deputatis nacionum» (Finke, Acta II,34). Esto equivalía a concederles un voto colectivo como a cada nación en las sesiones generales. No dice la fecha, pero se colige de las actas de la sesión XI (25 de mayo 1514), en donde actúa el cardenal Ostiense, dando su placet en representación del colegio cardenalicio, «pro Collegio» (Hardt, IV,235-36); y lo mismo en otras sesiones posteriores (Finke, Acta II,80.147, etc.; K. Zahringer, Das Kardinalskollegium auf dem Konstanzer Konzil bis zur Absetzung Papst Johannes XXIII [Münster 1935]; E. Schekestrate, Tractatus de sensu et auctoritate decretorum Constantiensis concilii [Roma 1686] p.104; Hollnsteiner, Studien p.250).
[22] La trae Fillastre en Finke, Acta II,21; Mansi, Concilia XXVII,567.
[23] J. Zurita, Los anales de la Corona de Aragón (Zaragoza 1562-80) l.12 c.47.
[24] Mansi, Concilia XXV111,535-40; ]. B. Schwab, Iohannes Gerson (Würzburgo 1858) p. 506-8. Los cardenales, aunque invitados por Segismundo, no asistieron al sermón, porque preveían los ataques contra el poder papal.
[25] El art.I de las naciones añadía: «y reforma de la Iglesia tanto en la cabeza como en los miembros», pero estas palabras fueron suprimidas en la lectura por Zabarella, según refiere Fillastre, quia cardinalis Florentinus sustinebat, quod ille articulus non erat verus de iure», y lo mismo opinaban otros muchos (Finke, Acta II,28).
[26] Mansi, Concilia XXVII,585. 27
[27] Hardt, IV,93-94.
28 Mansi, Concilia XXVII,590-91.
29 Escribe B. Jungmann: «Animadvertendum est ea [decreta] non habita fuisse ut deffinitiones dogmatices circa materiam fidei; sed erant capitula quaedam per modum constitutionum synodalium, ut ab ipsis constantiensibus appellantur (Dissertationes selectae in Historiam ecclesiasticam t.6 [Ratisbona 1886] p.319). El mismo autor aduce serios argumentos para demostrar el valor puramente circunstancial de aquellos artículos en la mente del concilio (ibid., p.318-321). Así piensa también Hollsteiner, Studien p.249.
[30] Los textos en Finke, Acta II,705 y 712.
[31] Finke, Acta II,27-28. Y consta que en otras sesiones, v.gr., en abril de 1415 y en diciembre de 1416, disputaban los teólogos constancienses sobre si la plenitud del poder reside en el concilio o en el papa (Hefele-Leclercq, VII,218-19.415-16).
[32] Mansi, Concilia XXVIII,200. Gersón (Opera II,303-308) cita esas mismas palabras del papa contra el conciliarismo, y, aunque no piensa como él, no se atreve en modo alguno a condenarlo. Martín V condenó el conciliarismo, estando aún en el concilio de Constanza, en el siguiente artículo que se debía proponer a los sospechosos de husitismo: «An credat, quod papa canonice.electus... sit successor Petri, habensque supremam auctoritatem in Ecclesia Dei» (Mansi, Concilia XXVII,1212). Luego la autoridad del concilio no está sobre la del papa.
[33] Mansi, Concilia XXVII,1201.
[34] Aparece en las actas muchas veces (Finke, Acta II,73.80.233.743-45).
[35] Como aquel régimen conciliar dejase perplejos a muchos, Pedro de Ailly propuso algunas dudas muy serias.: «Primum dubium. An quattuor Nationes... excluso Cardinalium Collegio, faciant generale concilium, cum sint plura concilia particularia... ad partem deliberantia; quae deliberatio, exclusa deliberatione dicti Collegii... videtur multis non esse censenda deliberatio concilii generalis conciliariter facta. Secundum dubium. An dictae Nationes... habuerint a iure divino vel humano auctoritatem privandi Romanam Ecclesiam et Sacrum Collegium ipsam repraesentans... iure suo, habendi videlicet vocem in sacro concilio» (Gersonii opera II,940).
[36] En la sesión VIII (4 de mayo) sólo se trató de los errores de Wyclif. Las acusaciones contra Juan XXIII fueron 70 (72 o bien 74, según la manera de numerarlas) y luego se redujeron a 54 (Hardt, IV, 196-208.230-55; Hefele-Leclercq, Hist. des conciles VII,234-39; Finke, Acta III,157-209). Apenas hay crimen que no se le achaque: «A tempore iuventutis suae, dum Balthasar Cossa appellabatur, fuit malae indolis, inverecundus, impudicus, mendax, parentibus suis rebellis.-Pro quo (cardinalatu) solvit magnam summam pecuniarum. -Exactiones, extorsioimperavit... per tyrannidem... Terras Ecclesiae ac cives depauperavit et depopulavit. -Ad papatum illicitis mediis anhelans... extitit machinatus. -Velut paganus, divina officia contempsit. Missis et vesperis papalibus interesse non curavit; horas canonicas dicere, ieiunia. abstinentias... sprevit. Et si aliquoties celebravit, hoc fuit currens more venatorum. -Cum uxore fratris su¡, curo sanctis monialibus incestum, curo virginibus stuprum, et curo coniugatis terium commisit». Añádanse toda clase de simonías, fraudes, violencias, etc., testificadas por los más autorizados personajes, que aseguran ser todo esto público y notorio, y se tendrá de la rapidez con que una invención absurda y calumniosa resulta demostrada y de la fe que merecen ciertos procesos históricos.
[37] Leonardi Aretini Commentarius: Muratori, Rerum ¡tal. script. XIX,930. Mientras se hallaba preso en Alemania, sólo por señas se entendía con sus carceleros. Y desengañado, él, que no era poeta escribió siete dípticos latinos De varietate fortunae. He aquí el primero y el último:
«Qui modo summus eram gaudens et nomine praes
tristis et abiectus nunc mea fata gemo...
Cedat in exemplum cunctis quos gloria tollit,
vertice de summo mox ego papa cado»
(P. Albert Wo wurde Päpst Johann XXIII nach seiner Absetzung gefangen gehalten?: «Zeitschrift für kathol. Theologie 22 [18981 403).
[38] Los antiguos cronistas refieren que, al embarcarse en Colliure, mandó decir al rey D. Fernando, elegido en el compromiso de Caspe: "Me, qui te feci, misisti in desertum" (Puig y Puig, Pedro de Luna [Barcelona 1920] p.298-99). Las negociaciones, en Alpartil, Chronica 203-206. Abundante documentación sobre el viaje de Segismundo y sobre el convenio de Perpignan en Finke, Acta III,427-509.
[39] Mansi, Concilia XXVIII,905 y 949; Hefele-Leclerq, Hist. des conciles VII,368-371. No se celebró para eso una sesión solemne, porque los españoles no habían reconocido aún como legítimo el concilio.
[40] En el reino de Aragón hubo muchos que se resistieron al decreto real de substracción de la obediencia. Mucho trabajó en favor de la substracción el elocuentísimo Felipe de Malla, teólogo, jurisconsulto y poeta, "el más señalado predicador de aquellos tiempos" (Zurita), que en seguida brillará entre los Padres de Constanza (F. de Bofarull, Felipe de Malla y el concilio de Constanza, documentos justificativos y correspondientes de los embajadores aragoneses, Barcelona 1883. En Castilla se aceptó el tratado de Narbona el día 1 de abril de 1416, no sin fuerte resistencia de los arzobispos de Toledo y Sevilla. En Navarra y el condado de Foix, el 16 de julio. Los procuradores del rey Carlos de Navarra, del clero de aquel reino, del deán de Santa María de Tudela, del abad de la Oliva, del de Tarazona, del de Iranzu, del de Leire, del de Irache, presentaron al concilio su reconocimiento el 24 de diciembre (Mansi, Concilia XXVII,993-1011).
[41] B. Fromme, Die spanische Nation und das Konstanzer Konzil (Münster 1896) p.41-47; Hardt, IV,1194; Finke, Forschungen und Quellen 190. Noticias de los embajadores, en Finke, Acta III,1-9; V. La Fuente, Historia eclesiástica de España IV,433-444; de los aragoneses, Puig y Puig, Pedro de Luna 318-20. Sobre las discusiones entre los embajadores castellanos y aragoneses trata largamente Fromme, Die spanische Nation 80-101 ; Suárez Fernández, Castilla, el cisma y la crisis conciliar p.96-100.
[42] Mansi, Concilia XXVILI140-46; Hefele-Leclercq, Hist. des conciles VII 440-42.
[43] Sobre la fecha de la muerte véase N. Valois, La France et le Grand Schisma IV,450-52; Puig y Puig, Pedro de Luna 374 n.2. Se ha exagerado a veces el abandono del solitario de Peñiscola. En el mediodía de Francia, especialmente en el condado de Armagnac, tuvo siempre muchos adictos. Tampoco le faltaron en Escocia y en algunas diócesis de España hasta el momento de su muerte. El rey Alfonso de Aragón, a ruegos de la familia Luna (D. Alvaro de Luna, sobrino papa, empezaba a ser condestable y ministro omnipotente de Castilla), hizo trasladar a Illueca el cadáver incorrupto. «Su momia se conservó sin enterrar en un salón del palacio [paterno] hasta al año 1811, en que los franceses le cortaron la cabeza y tiraron sus restos mortales por las ventanas» (V. La Fuente, Historia eclesiástica de España IV,441). Antes de morir, Benedicto XIII hizo jurar a los tres cardenales que le rodeaban que elegirían un nuevo papa. En efecto, el canónigo de Barcelona Gil Muñoz tomó el nombre de Clemente VIII (10 de junio 1423); se reconcilió con Martín V en 1429 (M. García Miralles, La personalidad de Gil Sánchez Muñoz y la solución del cisma de Occidente: «Teruel» [1954] 63-122; Tejada y Ramiro, Colección de cánones III, 737).
[44] Mansi, Concilia XXVII,1154-56; Hardt, IV,1419-20.
[45] Zurita, Anales de la Corona de Aragón p.3.a l.24 c.67; J. Goñi, Recompensas de Martin V a sus electores españoles: «Hispania sacra» II (1958) 259-297. Sobre F. de Malla, que había estudiado derecho canónico, no civil, en Paris, véase J. Goñi, Los españoles en el concilio de Constanza (Madrid 1966) 79-92.
[46] Avisamenta Nationis Germanicae, en 18 artículos, basados en los que se habían anunciado en la sesión XL (Mansi, XXVIII,362-70; Hefele-Leclercq, VII,486-87). Entre los tratados de reforma entonces escritos o publicados es importante el de P. de Ailly, De reformatione Ecclesiae (1416), que se añadió como parte tercera al tratado que el mismo autor había escrito en 1403, De materia concilii generalis, y que fue muy leído hasta el concilio de Trento (Gersonii opera II, 903-913; Hardt, IV, 403-33); también el de T. de Niem, De necessitate reformationis Ecclesiae in capite et in membris, publ. por Hardt, y mejor por Finke, Acta IV,591-636, bajo el título Avisameta edita in concilio Constantiensi (1414). Los españoles hicieron correr de mano en mano una sátira contra la simonía romana, parodiando una misa «quae cantar¡ debet immediate post festum cathedrae Sancti Petri». Véase como muestra el Introitus: «Lugeamus omnes in Domino, dies maestos lamentantes super horrore simoniae procacis. De cuius fornicatione lugent miseri», etcetera. Por lo demás, no es de gran ingenio (Hardt, IV,1503-5).
[47] Mansi, Concilia XXVII,1174-76; Hefele-Leclercq, Hist. des conciles VII,530-34.
[48] El concordato español, en Tejada y Ramiro, Colección de cánones VII,9-16, y mejor en G. Mercati, Raccolta di concordati I,144-150. A continuación los de las otras naciones. Cf. C. Calisse, I concordati del secolo XV:
«Chiesa e Stato. Studi storici e giuridici» I, 115-145, vol.65 (Milán 1939) de «Pubblicazioni della Universitá cattolica del Sacro Cuore».
[49] Juan Petit, natural de Normandía, murió en 1411. Suele frecuentemente llamársele cordelero o franciscano, pero era sacerdote secular, como puede verse en A. Coville, Jean Petit. La question du tyrannicide au commencement du XVe siècle (París 1932) p.8-9.
[50] El discurso de Juan Petit, en Gersonii opera V,15-42. Amplia documentación sobre el asunto Petit en Finke, Acta IV,237-432; Mansi, XXVIII,740-870.
[51] La proposición, condenada como errónea, herética y escandalosa, suena así: «Quilibet tyrannus potest et debet licite et meritorie occidi per quemcumque vasallum suum vel subditum, etiam per clanculares insidias... non expectata sententia vel mandato iudicis cuiuscumque» (Mansi, XXVII,765; Hardt, IV,440; Hefele- Leclercq, VII,296).
[52] Con ese objeto refuta la opinión del célebre cardenal Ostiense, Enrique de Susa (†1271). El tratado ha sido publicado recientemente con introducción y notas críticas por Estanislao Belch, Tractatus «Opinio Hostiensis» (at the Council of Constance by Paul Vladimiri) (Roma 1956): «Sacrum Poloniae Millennium». La documentación sobre el proceso Falkenberg, en Finke, IV 352-432. Otros documentos en B. Bess, Johannes Falkenberg, O.P., und der preussisch-polonische Strit, voy dem Konstanzer Konzil: «Zeitschrift für KG» 16 (1896) 385-464.
[53] La carta y el tratado de Gersón, con un billete de P. de Ailly a San Vicente Ferrer, en Gersonii opera II,658-60; Hardt, III,92-104.
[54] Hardt, III,107-121; Mansi, Concilia XXVIII,386-94; Gersonii opera I,467-74.
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El gran cisma de Occidente (I) Orígenes y desarrollo; la cristiandad dividida.
Ver del mismo autor la segunda parte: Pisa y Constanza. Fin del cisma
Fuentes. -Entre las fuentes narrativas descuella por su importancia para toda esta época la Chronica Carol¡ VI, escrita por un religioso de Saint-Denys y editada por L. Bellaguet, 6 vols. (París 1839-1852), la más preciosa fuente histórica para los años 1380-1422. Entre los escritores de aquel tiempo que escribieron sobre el cisma hay que citar a los siguientes: Teodorico de Niem, De schiamate libri tres, ed. G. Erler (Leipzig I890) ID., De modo uniendi ac reformandi Ecclesiam (publicado entre las Opera de Gersón, II,161-201); ID., Nemus unionis (Basilea 1566); Niem, escritor de la cancillería bajo Urbano VI, mordaz y apasionado, pero riquísimo de noticias, ha sido caracterizado por Finke como «el mayor periodista de la tardía Edad Media».
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MADRID, 5 ago 1999 (ZENIT).- «El Misterio del Santo Grial. Tradición y leyenda del Santo Cáliz», es el título del último libro publicado sobre la reliquia a la que se le atribuye su utilización por Jesucristo en la Ultima Cena y que se conserva en la Catedral de Valencia. El autor de la obra, es Salvador Antuñano Alea, de 33 años, profesor de Ética y Sagrada Escritura en el Centro Universitario Francisco de Vitoria en Madrid.
«Si Indiana Jones hubiera visitado Valencia, no hubiera hecho caso de vetustas leyendas medievales, y se hubiera ahorrado todos los peligros de "la Ultima Cruzada"», asegura Antuñano con humor en las primeras palabras del libro. A través de 220 páginas realiza un recorrido por la tradición que envuelve el Santo Cáliz, con las averiguaciones arqueológicas sobre su utilización en la Ultima Cena, el uso que de él hicieron los primeros Papas de la cristiandad, su traslado a España, las leyendas medievales, su estancia en el monasterio oscense de San Juan de la Peña y su primera entrada en la historia documentada a finales del siglo XIV.
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LA EUCARISTIA
TEMAS VARIOS
LA BIBLIA
LAS IMAGENES
Dos vecinas se encuentran en la calle:
-¡Hola Juana! ¿Adónde vas?
-Hola Luisa, a la parroquia, estamos orando a Dios por la Patria. ¿Querés venir?
L -Imposible... bueno quisiera orar con vos, pero a tu Templo no entro ni mareada.
J -No te entiendo Luisa... ¿porqué decís eso?
L -¡¿Y por que lo voy a decir?! ¡¿No viste que en tu Iglesia hay muchas imágenes?!
J -...Sí.... Y eso ¿Qué tiene que ver?
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Una amiga que es cristiana evangélica me escribió un mensaje en el que me decía, refiriéndose al uso de las imágenes en la Iglesia, que la idolatría está claramente prohibida en Exodo 20 para todo creyente... e insistía en que nadie podría nunca convencerla de que las imágenes de María y demás santos no son idolatría. Añadía que si se ha entendido de verdad el mensaje de Cristo, nunca se podría doblar la rodilla delante de una imagen, " no te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra, no te inclinarás a ellas ni las honrarás...". He aquí mi respuesta. (JMR, Madrid)
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Ratio: 5 / 5
Nota 1: los comentarios que se hacen tienen como finalidad explicar el contexto histórico de las citaciones o hacer resaltar algún aspecto que se considera importante. Las citas bíblicas que aparecen en los textos entre corchetes o paréntesis son siempre agregadas. Lo que va entre corchetes en lo textos patrísticos o de otros autores son agregados para entender el contexto.
Nota 2: el documento contiene textos de ochenta autores patrísticos y otros; para encontrar rápidamente un autor que se desea consultar, favor de seleccionar el numero que hace referencia de la nota al final del articulo.
Introducción
El presente trabajo tiene como finalidad acercar al lector hispano los textos patrísticos más importantes, como así también textos de otros escritores eclesiásticos antiguos, sobre el modo de presencia de Jesucristo en la Eucaristía (real, simbólico, virtual, dinámico, etc.); se agregaron también textos de algunos “reformadores” del siglo XVI.
Los textos de algunos modernos “evangélicos” han sido expuestos aquí para compararlos con el pensamiento de la Iglesia del primer milenio y con el pensamiento de los “reformadores” protestantes.
En el presente artículo notratamos directamente los textos bíblicos sobre la Eucaristía. Para ello nos remitimos a los artículos publicados aparte. (Ver "La Eucaristía en el Nuevo Testamento")
La ocasión que originó este trabajo es la aparición en Internet de artículos que no sólo niegan la realidad de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía, sino que de ella se atreven a burlarse. En este artículo descubrirán ellos -y nuestros lectores- si sus palabras y doctrina se asemejan a las de los antiguos cristianos o por el contrario a las de los herejes de todos los tiempos. Es importante darse cuenta de un modo claro que la Iglesia no nació ayer: olvidar la historia de la Iglesia es negar, en la práctica, la acción del Espíritu Santo en los últimos dos mil años.
En efecto, dado que estos “cristianos evangélicos” se acercan a las Escrituras “sin mediaciones de tradiciones humanas” -según nos aseguran con machacona insistencia- el resultado inevitable es que cada generación de “evangélicos” debe re-comenzar su interpretación de las Escrituras, como si fuesen ellos los primeros que descubren las dificultades que presenta la Revelación y el texto bíblico, o como si fuesen los únicos capaces de interpretar las Escrituras “con una exégesis adecuada”. Como resultado se obtiene una situación que, en cualquier otro campo del saber humano, sería la mayor de las negligencias, y esto es: los problemas, interrogantes y soluciones que sobre el evangelio fueron planteados y resueltos hace centurias vuelven a ser tratados como si nadie lo hubiese hecho antes.1
Sobre la doctrina eucarística los ejemplos son numerosos. El discurso de Jesús en Juan 6, las palabras de la institución en los sinópticos y en los testimonios de Pablo, cuya misteriosa realidad impactó a la Iglesia de Dios desde siempre y que provocase tanta aversión entre los enemigos de la Iglesia, son ahora tratados por los modernos opositores del misterio eucarístico como si nadie hubiese leído las Escrituras antes de ellos. Y pretenden luego que la Iglesia, o al menos los católicos poco ilustrados, acepten estas novedosas interpretaciones, que luego seguramente deberán dejar para aceptar las próximas novedades interpretativas del próximo “evangélico” que decida estudiar los textos bíblicos como si fuese el primero en llegar y se convenza que la suya es la auténtica “exégesis adecuada”.2
Ante esta realidad me pareció oportuno presentar al lector lo que de la Eucaristía pensaron y enseñaron otras personas que conocían las Escrituras tanto o mejor que cualquiera de estos “evangélicos” y que fueron tenidos en vida y después de muertos como auténticos discípulos de Cristo, que estaban más cerca de la Iglesia apostólica y que tenían el Espíritu tanto o más que cualquiera de los que hoy se presentan poco menos que como su actual personificación.
En primer lugar citaré algunas expresiones que el lector puede ver en estos sitios “evangélicos”, y luego propondré los textos patrísticos y de los “reformadores” del siglo XV: la contraposición de textos hablará por sí sola. Presentaré también los textos patrísticos que son tomados por esos sitios “evangélicos” como “simbólicos” por ser leídos fuera de contexto y sin conocimiento de las circunstancias.
Los “cristianos evangélicos”
Voy a tomar textos del sitio “evangélico” Conoceréis la Verdad, perteneciente a la denominación cristiana evangélica bautista. Hay en la red hispana otros artículos anti-eucarísticos, pero en ese sitio bautista se presentan las objeciones más comunes en este sentido. Allí pueden encontrarse las siguientes doctrinas sobre la Eucaristía:
“...el cristianismo evangélico afirma que [la Eucaristía] es solo una conmemoración del momento en que Jesús representa el sentido de Su sacrificio expiatorio a Sus discípulos. Y por consiguiente, por ser una “recordación”, el resultado es que el pan sigue siendo pan, y el vino sigue siendo vino.”3
“Y el comer su cuerpo físico sería canibalismo, un acto que él no aprobaría, y mucho menos recomendaría.”4
Comentando las palabras de Jesús en la última Cena se dice:
“Ninguno podría haber interpretado esa declaración literalmente, porque él estaba sentado allí en su cuerpo físico y sujetando el pan en sus manos. Es evidente que el pan era simbólico.”
Y también:
“Podemos estar seguros que ninguno de los discípulos de Cristo se imaginó que el pan que él sostenía era su cuerpo literal. Que eso pudiera ser su cuerpo literal y al mismo tiempo Cristo pudiera estar allí en su cuerpo literal era imposible. Semejante fantasía no entró en la mente de los presentes y no la inventaron hasta mucho tiempo después. Ciertamente las palabras de Cristo no comunicaron tal cosa, ni nosotros tenemos razón alguna para creer que los discípulos derivaron semejante significado de ellas. Fue el papa Pío III quien hizo del “sacrificio” de la misa un dogma oficial en 1215.”5
También se leen en aquel sitio expresiones ofensivas y descaradas como la que afirma que la Eucaristía como presencia real de Jesucristo sería parte de una “trampa” para retener a los católicos en la Iglesia, dado que fuera de la Iglesia -según enseña la doctrina católica- no hay celebración eucarística válida, y por tanto no hay modo de recibir el cuerpo salvífico del Señor sino sólo asistiendo a las celebraciones católicas: “La trampa está colocada”, concluye el apologista bautista.
Por eso, es decir, por la doctrina eucarística,
“...el catolicismo está separado por una sima insalvable de todas las otras religiones y especialmente del cristianismo evangélico.”
" El cuerpo y la sangre del Señor deberían experimentar un continuo aumento de masa en la medida en que por tantos siglos, todos los días, se haya "transubstanciado" pan y vino " Jetonius, evangélico |
" En cuanto a que [el Cuerpo de Cristo] esté en un lugar [o en varios a la vez, en las hostias consagradas], ya os dije antes y os lo intimo: ¡no quiero nada de matemáticas! " Martín Lutero |
En un artículo sobre la Cena del Señor firmado por Guillermo Hernández Agüero, presente en el sitio de “Conoceréis la Verdad”, se hace una fugaz referencia a lo que enseñan “algunos padres patrísticos” sobre el pan eucarístico. No me sorprende la magra presentación “patrística” que allí se hace: una de las notas características del evangelismo fundamentalista es precisamente la actitud sectaria de rechazar en la práctica –frecuentemente también en la teoría- la experiencia y el pensamiento de los cristianos, mártires y santos, pastores y simples fieles que han vivido antes
de nosotros, sin excluir aquellos que son testigos preciosos de la iglesia apostólica y post-apostólica.
Digo “magra” presentación patrística porque trae aquel artículo dos (2) citas de los “padres patrísticos” para ilustrar a los (desprevenidos) lectores del sitio bautista:
“Podemos profundizar más sobre los Padres, pero nuestro tema en este caso es sobre la Santa Cena.6 Sin embargo hay algunos Padres que nos pueden decir algo sobre nuestro tema:7
«Cristo, habiendo tomado el pan y habiéndolo distribuido a sus discípulos, lo hizo su cuerpo, al decir: Este es mi cuerpo, a saber, la figura de mi cuerpo» (Tertuliano, contra Marción 4:40)
Tertuliano nos da entender que para nada hay una transubstanciación con el pan; al contrario nos enseña de que es simbólico.
«El pan después de la consagración es digno de ser llamado el cuerpo del Señor, aun cuando la naturaleza del pan permanece en él.» (Crisóstomo, Epístola ad Cesarium)8
Lo interesante de todo esto, es que ni en los propios Padres existe una claridad sobre la Santa Cena y menos sobre la transubstanciación.”
Estas dos citas de dos Padres es todo el material patrístico que se puede encontrar en los artículos “eucarísticos” del sitio Conoceréis la Verdad; el lector entenderá el porqué cuando termine de leer el presente artículo.
Hernández Agüero, después de tratar de desvirtuar el testimonio general de los padres (para que prevalezca el suyo, como es obvio, y que él dirá es “lo que enseña la Biblia”) pretendía hacer ver a sus lectores “algo” de lo que “algunos padres nos pueden decir sobre nuestro tema”, pero sus dos citas a duras penas podrían tomarse seriamente como “algo”, así como sus dos Padres apenas si cumplen el requisito mínimo para poder decir “algunos” Padres.
Me pregunto qué habrá pasado en la mente de estos “evangélicos” con el mar de citas donde los “padres patrísticos” enseñan la doctrina de la presencia real. ¿No las conocen? ¿No las quieren conocer? ¿No les interesa mostrar qué pensaba la Iglesia en los primeros siglos? Porque si ellos conocen estas citas estaríamos ante una deshonestidad intelectual muy grosera. Si por el contrario no las conocen ¿por qué hablan de lo que no saben, dando a sus lectores una visión totalmente falsa de la realidad patrística? Más allá del palabrerío de Hernández Agüero, en su artículo el lector podrá encontrar virtualmente nada de lo que enseñaron los “padres patrísticos” sobre nuestro tema. Cuál sea la intención de esta indocta docencia “evangélica” lo dejamos al juicio de Dios.
A continuación vamos a recorrer la historia de la Iglesia en sus mejores exponentes, los Santos Padres, los grandes escritores y testigos de la fe antigua, de modo que el lector pueda reconocer cuál es la doctrina que está “separada por una sima insalvable” de lo que la Iglesia creyó ininterrumpidamente desde sus orígenes.También presentaremos lo que sobre el tema enseñaban los padres del protestantismo. Agregamos para beneficio del lector una breve reseña biográfica de los autores citados, que será más abundante en los más antiguos y más esquemática a medida que pasan los siglos.
Ignacio de Antioquia
Uno de los testigos más importantes de la iglesia post-apostólica. Nacido en Siria alrededor del año 50, mártir en Roma entre los años 98 y 117 (probablemente entorno al año 110, devorado por las fieras). Fue el tercer obispo de Antioquia, después del Apóstol Pedro y de Evodio. Recibió la doctrina evangélica de boca de los sucesores inmediatos de los apóstoles, mientras algunos insisten en que fue discípulo directo de San Juan evangelista. Se conservan varias cartas que escribió a las jóvenes iglesias mientras era llevado a Roma para ser martirizado. A él se debe la más temprana aplicación de la palabra “eucaristía” (griego: acción de gracias) a la celebración de la Cena del Señor.
En los textos aquí citados hay que saber que Ignacio tuvo que enfrentarse, entre otras, contra la herejía llamada “docetismo”, una forma de gnosticismo, según la cual Jesucristo no vino en carne realmente, sino sólo en apariencia: según esta herejía, su cuerpo no era real, como el nuestro, sino una suerte de ilusión. Decían por ejemplo que la expresión “el Verbo se hizo carne” (Juan 1,14) hay que entenderlo simbólicamente, pues es “el espíritu” el que “vivifica, la carne no sirve de nada” (Juan 6,63)10. San Ignacio habla de ellos escribiendo a los cristianos de Esmirna y les dice:
«Se mantienen alejados de la eucaristía y la oración porque no quieren confesar que la eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo, carne que sufrió por nuestros pecados y fue resucitada por la benignidad del Padre» (Carta a los cristianos de Esmirna, 7,1)
Con el interés puesto en guardar la unidad de la Iglesia, escribe también a los cristianos de Filadelfia:
«Tened cuidado de no celebrar más que una sola eucaristía; porque no hay más que una sola carne de nuestro Señor Jesucristo y no hay más que un cáliz para reunión de su sangre; hay un solo altar, como hay un solo obispo con sus presbíteros y mis hermanos los diáconos» (Carta a los cristianos de Filadelfia, 4)
En la Eucaristía Ignacio reconoce la única carne y la única sangre del Señor, motivo por el cual no puede aceptarse celebración alguna “paralela” al margen de la única Iglesia visible.11 Siguiendo con la práctica de la Iglesia apostólica, la Iglesia Católica no admite como válidas las celebraciones de la Cena del Señor que no están presididas por el obispo o por alguno designado por él, es decir, un presbítero válidamente ordenado.12
Justino Mártir
Nació en Nablus, Palestina, entre los años 100 y 110, de familia pagana. En su juventud se dedicó a la filosofía pasando por varias escuelas, hasta que conoció el cristianismo y abrazó la fe. Junto con otros compañeros fue decapitado por profesar la religión cristiana entorno al 165. Las obras que nos han llegado son de carácter apologético, en defensa del cristianismo contra los que lo impugnaban.
Justino escribe su Primera Apología entorno al año 155, donde explica al emperador Antonino Pío cuáles eran las verdaderas prácticas de los cristianos, ya que sabía que el emperador era frecuentemente informado sobre esta nueva religión a través de falsos testimonios o groseras tergiversaciones, debidas ya a la mala disposición del informante ya a su ignorancia del culto cristiano.
«Este alimento se llama entre nosotros Eucaristía; del cual a ningún otro es lícito participar, sino al que cree que nuestra doctrina es verdadera, y que ha sido purificado con el bautismo para perdón de pecados y para regeneración, y que vive como Cristo enseñó. Porque estas cosas [el pan y el vino durante la celebración de la eucaristía] no las recibimos como si fueran pan ordinario y bebida ordinaria, sino que, así como Jesucristo Salvador nuestro se hizo carne por la Palabra de Dios y tomó carne y sangre para salvarnos, así también nos han enseñado que el manjar convertido en eucaristía por las palabras de una oración procedente de Él [de Jesús] -manjar con el que son alimentadas nuestra sangre y nuestra carne al modo de una transmutación- es la carne y la sangre de aquel Jesús que se encarnó por nosotros. Pues los apóstoles, en los comentarios por ellos compuestos, llamados evangelios, nos transmitieron que así les había sido mandado: que Jesús, habiendo tomado el pan y dado gracias, dijo: haced esto en memoria de mí; éste es mi cuerpo [Lc. 22,19; 1Cor 11,24], y que habiendo tomado del mismo modo el cáliz y dado gracias, dijo: Esta es mi sangre [Mt. 26,28]; y que solamente hizo participantes a ellos. Lo cual también en los misterios de Mitra han enseñado a hacerlo los malvados demonios. Porque sabéis, o podéis saber, que cuando alguno es iniciado en ellos, se ofrece pan y un cáliz de agua y se añaden ciertos versos.» (Primera Apología, 66)
Justino establece un paralelo entre la consagración de la eucaristía y el misterio de la encarnación. El resultado, lo mismo de la eucaristía que de la encarnación, es la carne y sangre de Jesucristo. Y lo transmite con toda sencillez, como algo aceptado por toda la Iglesia.
" Un cuerpo físico ocupa espacio y, por lo tanto, sólo puede estar en un lugar al mismo tiempo " Daniel Sapia, evangélico |
" Confieso que el cuerpo está en el cielo, y confieso que también está en el sacramento; si es o no contra la naturaleza, no me interesa, con tal que no sea contra la fe " Martín Lutero |
Hay una circunstancia que da al texto citado particular fuerza: Justino está explicando al emperador pagano en qué consiste una celebración dominical cristiana; entre otras cosas le explica la doctrina que, por cierto, nadie podría comprender sin fe, pues le parecería una locura. A pesar de ello Justino, hombre por cierto prudente e inteligente, dice al emperador que el manjar eucarístico es la carne y sangre de Jesús, la misma que fue asumida por el Verbo de Dios para nuestra salvación. Si la Iglesia post-apostólica hubiese creído en la interpretación simbólica de las palabras de Jesús -al modo “evangélico” moderno- sin duda este es el momento para explicar al emperador pagano que no debe preocuparse por ningún “canibalismo”, porque el pan y el vino que se consumen en las celebraciones cristianas simbolizan el cuerpo y sangre de Jesús. Sin embargo Justino le dice, sin aguar un ápice la doctrina, que el pan y el vino eucarísticos “es la carne y la sangre de aquel Jesús que se encarnó por nosotros”.
Ireneo de Lyón
Segundo obispo de Lyón, Francia (sucede a San Fotino). Nacido en Asia Menor alrededor del 140, muere entorno al 202 en Lyón, tal vez martirizado. En su juventud fue discípulo del obispo de Esmirna Policarpo, a su vez discípulo de San Juan el evangelista. Su principal -e importantísima- obra es , mejor conocida como Adversus haereses (“Contra las herejías”), que escribe en griego y completa entorno al año 200. Es el teólogo más importante del segundo siglo, testigo universalmente reconocido de la fe apostólica. Exposición y Refutación de la Falsa Gnosis
Ireneo debió enfrentarse contra la primer y más importante herejía de los comienzos de la Iglesia, el gnosticismo, que encierra una gran variedad de formas y errores, y según la cual había un grupo de gente que, por iniciación secreta, podía enterarse del auténtico conocimiento de la divinidad y de la salvación. Entre otras cosas los gnósticos despreciaban la creación. Ireneo advierte que haciendo así se desprecia también al Señor que tomó carne y sangre, y, además, no podría creerse en la realidad de la Eucaristía, ya que...
“...el pan sobre el cual se hace la acción de gracias es el cuerpo del Señor; el cáliz es su sangre...” (Adv. haer. IV,18,4).
Y escribe en la misma obra de distintas maneras sobre lo mismo:
“Están enteramente locos quienes rechazan toda la Economía de Dios, al negar la salvación de la carne y despreciar su nuevo nacimiento, pues dicen que ella no es capaz de ser incorruptible. Pues si ésta [la carne, nuestro cuerpo] no se salva, entonces ni el Señor nos redimió con su sangre, ni el cáliz de la Eucaristía es comunión con su sangre, ni el pan que partimos es comunión con su cuerpo (1 Cor 10,16). Porque la sangre no puede provenir sino de las venas y de la carne, y de todo lo que forma la sustancia del hombre, por la cual, habiéndola asumido verdaderamente el Verbo de Dios, nos redimió con su sangre. [...] Pues él mismo confesó que el cáliz, que es una creatura, es su sangre (Lc 22,20; 1 Cor 11,25), con el cual hace crecer nuestra sangre; y el pan, que es también una creatura, declaró que es su propio cuerpo (Lc 22,19; 1 Cor 11,24), con el cual hace crecer nuestros cuerpos. (Adv. haer. V,2,2)
La interpretación “simbólica” de la celebración eucarística está en perfecta armonía con la herejía gnóstica…, y si esa hubiese sido la fe de la Iglesia del siglo II todo el discurso de Ireneo no tiene sentido alguno. Su argumento, por el contrario, está basado en la afirmación de dos realidades íntimamente unidas: la realidad del cuerpo del Señor en la Encarnación y la realidad del cuerpo del Señor en la Eucaristía. Los gnósticos -concluye Ireneo- deben por fuerza negar una y otra, si quieren ser lógicos. Veamos otros textos en el mismo sentido:
“En consecuencia, si el cáliz mezclado [vino y agua] y el pan fabricado reciben la palabra de Dios [gr. epíklesis] para convertirse en Eucaristía de la sangre y el cuerpo de Cristo, y por medio de éstos crece y se desarrolla la carne de nuestro ser, ¿cómo pueden ellos negar que la carne sea capaz de recibir el don de Dios que es la vida eterna, ya que se ha nutrido con la sangre y el cuerpo de Cristo, y se ha convertido en miembro suyo? Cuando escribe el Apóstol en su Carta a los Efesios: «Somos miembros de su cuerpo» (Ef 5,30), de su carne y de sus huesos, no lo dice de algún hombre espiritual e invisible -pues «un espíritu no tiene carne ni huesos» (Lc 24,39)- sino de aquel ser que es verdadero hombre, que está formado por carne, huesos y nervios, el cual se nutre de la sangre del Señor y se desarrolla con el pan de su cuerpo.” (Adv. haer. V,2,3)
“¿Cómo dicen que se corrompe y no puede participar de la vida, la carne [de nuestros cuerpos] alimentada con el cuerpo y la sangre del Señor? Cambien, pues, de parecer, o dejen de ofrecer estas cosas [la “Eucaristía” que celebraban los gnósticos]. Por el contrario, para nosotros concuerdan lo que creemos y la Eucaristía y, a su vez, la Eucaristía da solidez a lo que creemos. Le ofrecemos lo que le pertenece, y proclamamos de manera concorde la unión y comunidad entre la carne y el espíritu. Porque, así como el pan que brota de la tierra, una vez que se pronuncia sobre él la invocación (gr. epíklesin) de Dios, ya no es pan común, sino que es la Eucaristía compuesta de dos elementos, terreno y celestial, de modo semejante también nuestros cuerpos, al participar de la Eucaristía, ya no son corruptibles, sino que tienen la esperanza de resucitar para siempre.” (Adv. haer. IV,18,5)
"¿Se podría tomar en cuenta a nuestro Señor que es Santo que se deje manejar en un proceso de transformación por [los sacerdotes, que son] personas pecadoras por naturaleza? " Guillermo Hernández Agüero, evangélico |
" Por esta palabra (Haced esto) Cristo hace que la mano del sacerdote sea la suya. La boca no es mía, la lengua no es mía, es de Cristo, aunque yo sea un pícaro o un bribón. […] Por malo que sea un sacerdote, realiza el sacramento " Martín Lutero |
Una palabra sobre los “dos elementos, terreno y celestial” del que está compuesto el pan sobre el que ha sido invocado el Espíritu Santo; en los groseros e infantiles ataques que la Eucaristía ha recibido por parte de los gnósticos de todos los tiempos, se encuentra siempre alguna burda acusación de canibalismo. Pero eso es desconocer que la Eucaristía, una vez pronunciadas las palabras de la consagración, continúa con todos y cada uno de los elementos sensibles (o “accidentes” o “especies”, en el lenguaje filosófico posterior) que tenía cuando era “pan común”, cosa que Ireneo define como “elemento terrenal”, o que Tertuliano llamará “figura” del cuerpo del Señor. Estando así las cosas no hay ningún canibalismo, porque la presencia verdadera, real y sustancial del cuerpo y sangre del Señor no se da en sus especies propias del cuerpo y sangre de Cristo, sino en especies ajenas, es decir las de pan y vino. En otras palabras: desde el punto de vista empírico nada ha cambiado, aunque la fe indique al creyente que, por poder de Dios, la sustancia “ya no es pan común”. Todo intento de atribuir “canibalismo” a las celebraciones eucarísticas demuestra una total cortedad y cerrazón de pensamiento. Invito a cualquier moderno gnóstico que presente una acusación de “canibalismo” contra la Iglesia Católica ante los tribunales de su país y vea qué aceptación tiene.
No quiero terminar las citas de Ireneo sin antes recordar un hermoso testimonio suyo sobre la Eucaristía como sacrificio:
“Dando consejo a sus discípulos de ofrecer las primicias de sus creaturas a Dios, no porque éste las necesitase, sino para que no fuesen infructuosos e ingratos, tomó el pan creatural y, dando gracias, dijo: «Esto es mi cuerpo» (Mt 26,26). Y del mismo modo, el cáliz, también tomado de entre las creaturas como nosotros, confesó ser su sangre, y enseñó que era el sacrificio del Nuevo Testamento. La Iglesia, recibiéndolo de los Apóstoles, en todo el mundo ofrece a Dios, que nos da el alimento, las primicias de sus dones en el Nuevo Testamento. Con estas palabras lo preanunció Malaquías, uno de los doce profetas: «No me complazco en vosotros, dice el Señor omnipotente, y no recibiré el sacrificio de vuestras manos. Porque desde el oriente hasta el occidente mi nombre es glorificado en las naciones, y en todas partes se ofrece a mi nombre incienso y un sacrificio puro: porque grande es mi nombre en las naciones, dice el Señor omnipotente» (Mal 1,10-11). Con estas palabras indicó claramente que el pueblo antiguo dejaría de ofrecer a Dios; y que en todo lugar se le habría de ofrecer el sacrificio puro [la Eucaristía]; y su nombre es glorificado en los pueblos.” (Adv. haer. IV,17,5)13
Homilía anónima del siglo II o III
Se trata de una homilía sobre la Pascua. Refleja la doctrina de la Iglesia de su tiempo. Se la puede ver en PG 59,735-746. Es conocida como In sanctum Pascha, 6.
En la segunda parte de la homilía se dice:
“Ésta era la Pascua que deseó Jesús padecer por nosotros; con su pasión nos libró de la pasión y con su muerte venció la muerte y por medio del manjar visible nos procuró su vida inmortal [Juan 6,54]. Éste era el deseo salvífico de Jesús, éste era su amor espiritualísimo; mostrar de un lado las figuras como figuras y de otro dar a sus discípulos en correspondencia su sagrado cuerpo: Tomad, comed, esto es mi cuerpo; tomad, bebed, ésta es mi sangre, la nueva alianza, la derramada por muchos en remisión de pecados.”
Clemente de Alejandría
Contemporáneo de Ireneo, nace entorno al 150, muere hacia el 215. Oriundo de Grecia, de familia pagana. Una vez convertido viaja buscando instrucción cristiana, que encuentra en el cristiano Panteno, de Alejandría, a quien sucede a su muerte en el cargo de catequista de los nuevos cristianos. Perseguido por el emperador Septimio Severo huye a Egipto y finalmente muere en Capadocia.
Una homilía suya sobre Mc 10, 17-31 nos presenta a Jesús diciéndonos:
“Yo te regeneré [...]. Yo te mostraré la faz de Dios, el Padre bueno [...]. Yo soy tu alimentador, que me he dado a mí mismo en pan (del cual quien lo gustare, no experimentará ya la muerte) y me he dado a diario en bebida de inmortalidad.” (Quis dives salvetur, 23)
Es claro el sentido realista de la presencia del Señor: no es el símbolo lo que nos puede salvar de la muerte eterna, sino el mismo Señor. Y esto a pesar que Clemente es un claro exponente de la escuela alegórica de interpretación. Este dato debe ser tenido en cuenta siempre que se esté considerando éste u otros autores alegoristas, como Tertuliano.14
Creo será útil advertir con ocasión de este texto que las expresiones simbólicas que eventualmente pueden aparecer en autores antiguos o modernos no implican necesariamente que el autor niegue la presencia real del Señor en la Eucaristía. Por ejemplo, Clemente en su homilía le hace decir el Señor: “me he dado a mí mismo en pan”; es común oír en nuestro días de labios de predicadores católicos: “Jesús se ha hecho pan en la Eucaristía”, o expresiones semejantes. Las mismas para nada significan que se esté negando la presencia real del Señor, sino más bien son expresiones literarias perfectamente entendibles en el marco en el que son expresadas: lo que se ve en la Eucaristía es precisamente pan, y si los oyentes -o lectores- son creyentes, no es contrario a la fe católica hablar de este modo. Volviendo a la expresión de Clemente, no olvidemos que Jesús dice “me he dado a mi mismo” en pan. Si se quiere ser exactos habría que decir: “me he dado a mí mismo (presencia real) bajo las apariencias de simple pan (lo que se ve, los accidentes, lo que nuestro cuerpo consume empíricamente)”.
Tertuliano
Testimonio de la Iglesia de Cartago. Nacido de padres paganos alrededor de 155. Llegó a ser abogado de excelente reputación. Se convirtió al Señor en 193. Autor prolífico, de enorme influencia en el pensamiento cristiano, excelente conocedor de las Escrituras. Sus escritos delatan un período católico, luego uno de transición (semi-Montanismo, tendencias rigoristas) y finalmente su ruptura con la Iglesia para profesar el cisma Montanista, que básicamente consistía en un cristianismo extremadamente rigorista. Murió entre el 240 y 250.
El realismo eucarístico de Tertuliano es bien conocido. Para él…
“…la Eucaristía son las delicias del cuerpo del Señor” (De pudicitia, 9,16)
Por no atender debidamente a las peculiaridades de su lenguaje ha sido posible la paradoja de interpretar como simbolista a un escritor que con esos mismos textos está refutando decididamente el docetismo de Marción15. Veamos algunos textos para tener una mejor idea de la mente de Tertuliano:
“Por lo cual ya hemos probado con el evangelio por el misterio del pan y del vino la verdad del cuerpo y la sangre del Señor, al contrario del fantasma de Marción.” (Adversus Marcionem, 5,8,3).
Aquí la tradicional relación entre Encarnación y Eucaristía se utiliza no para probar la realidad, ya reconocida y aceptada, de la Eucaristía ¡sino para comprobar la verdad de la Encarnación! Es decir, así como en la Eucaristía se tiene el cuerpo y la sangre del Señor realmente -cosa que no se discute-, a fortiori se deberá aceptar que ese cuerpo del Señor, por la Encarnación, fue real y no un fantasma: en ambos casos se trata del mismo cuerpo y de la misma sangre del Señor.
Un texto que se cita como de carácter simbolista es el siguiente:16
“Después de declarar que había deseado con grandes ansias comer la Pascua como suya (sería indigno que Dios desease nada ajeno), tomando pan y dándolo a los discípulos lo hizo su cuerpo diciendo: Esto es mi cuerpo; es decir, la figura de mi cuerpo. Pero no hubiese sido la figura si no fuera un cuerpo verdadero. Al fin algo que es vano (como un fantasma) no podía constituir una figura” (Contra Marcionem, 4,40,3).
Antes que nada, no debe olvidarse que el texto dice que Jesús, al pan, “lo hizo su cuerpo”. Es por otro lado cierto que Tertuliano aclara que se trata de “la figura de mi cuerpo”. Sin embargo esta manera de hablar no desvirtúa en nada el realismo, sino que lo confirma; porque para que algo pueda ser figura o imagen de otra cosa, tiene que empezar por tener en sí mismo una realidad, no ser un fantasma. Y lo más importante: ¿cuál es el contexto en el que se encuentra esta expresión de Tertuliano? ¿De qué está hablando?
Arguyendo a partir de la hipótesis doceta dice:
“Si al pan se lo hizo cuerpo precisamente porque Él carecía de un cuerpo real [cosa que enseñaban los docetas], entonces lo que debió entregar por nosotros, era el pan [pero en realidad nos entregó el cuerpo]”. (Contra Marcionem, 4,40,3).
" Cristo presentó al Padre una sola vez para siempre el sacrificio de si mismo (Heb. 9:24-28) y no en cada misa, como lo hace el sacerdote nuevamente al presentar al Padre un nuevo sacrificio de Cristo " Guillermo Hernández Agüero, evangélico |
" ¿No fue inmolado Cristo una sola vez en sí mismo y sin embargo en el sacramento [de la Eucaristía] se inmola por los pueblos no sólo en todas las solemnidades de la Pascua, sino cada día, ni en realidad miente el que, si le preguntan, responde que se inmola?” " San Agustín, obispo, siglo IV |
Es decir, supuesta la identidad del cuerpo físico de Jesús con su cuerpo eucarístico (identidad que para Tertuliano no es discutible porque él no conoce sino uno solo y verdadero cuerpo del Señor), ese cuerpo real y único cumple precisamente en la Eucaristía una antigua “figura”: la que
había señalado Jeremías (11,19) al profetizar: “pongamos el leño en su pan”. Es este precisamente el pasaje que está comentando Tertuliano. Para él, el profeta Jeremías designa con “el leño” la cruz y con “el pan” el cuerpo del Señor. ¿Cómo puede el pan designar el cuerpo del Señor? Esa figura, acuñada por el profeta, la revela Jesús cuando con el pan en las manos dice: “Esto es mi Cuerpo”. Entonces fue cuando se explicó lo que en aquella profecía significaba el pan. Esta doctrina de Tertuliano se encuentra en Adversus Marcionem 4,40,3-4 y en 3,19,3-4.
En este sentido se entiende también la expresión relativa a la sangre:
“Ahora consagró su sangre en el vino el mismo que entonces hizo al vino figura de la sangre (Is 63,1; Gen 49,119)” (Adversus Marcionem, 4,40-4-6)
Notemos la fuerza de la siguiente expresión, donde Tertuliano defiende la bondad del cuerpo humano contra el prejuicio gnóstico, en el cual la carne es mala, y proclama que por medio de las cosas sensibles como instrumentos –los sacramentos que tocan el cuerpo- Dios santifica el alma:
“Se lava la carne [con el Bautismo] para que se limpie el alma; se unge la carne [Bautismo y Confirmación] para que se consagre el alma; se signa la carne [Confirmación y Unción de los Enfermos] para que se proteja el alma; se ensombrece la carne con la imposición de manos [Confirmación, Orden Sagrado] para que se ilumine el alma; se alimenta la carne con el cuerpo y la sangre de Cristo [Eucaristía] para que también el alma se sacie de Dios.” (De resurrectione mortuorum, 8,3).
A la luz de estas expresiones pueden verse también estas otras:
“Pero, cierto, que Cristo hasta ahora no reprobó el agua del Creador (con la que lava a los suyos), ni el óleo (con el que los unge), ni la mezcla de miel y leche (con el a que los amamanta), ni el pan (al que hace su cuerpo); ¡hasta para sus propios sacramentos tiene que mendigar del Creador!”. (Adversus Marcionem, 1,14,3)17
“Aunque la sentencia el pan nuestro cotidiano dánosle hoy vamos a entenderla mejor espiritualmente. Porque Cristo es nuestro pan; pues Cristo es la vida y vida es el pan (Yo soy, dice, pan de vida; y poco antes: pan es la Palabra de Dios vivo que desciende del cielo). Además, porque también su cuerpo está autoritativamente designado como pan: Esto es mi cuerpo”. (De oratione, 6,2)
Es decir, el cuerpo del Señor se da en forma de pan, bajo las apariencias de pan. Pero lo que se consume no es pan, sino el cuerpo de Cristo: Esto es mi cuerpo. Esa es la sustancia de lo que el creyente consume cuando participa de la Eucaristía.
Traditio Apostolica
Este es un documento de gran importancia para el conocimiento de la liturgia que se celebraba en la Iglesia en los primeros siglos. La obra data de principios del siglo III (215, aproximadamente). Junto con la Didajé, son los documentos más importantes sobre la organización de la Iglesia primitiva.
Hablando de la celebración de la Cena del Señor, distingue el documento entre el pan bendito (griego: eulogía) y el pan eucarístico (griego: eukaristía), e insiste en el cuidado con el que debe tratarse éste último:18
“Cada uno tenga cuidado de que ningún infiel guste de la Eucaristía, ni algún ratón u otro animal. Porque es el cuerpo de Cristo, que ha de ser comido por los fieles y no debe menospreciarse” (37)19
Hay una expresión en la Traditio que puede a primera vista parecer como apoyando la opinión simbolista:
El obispo “dará gracias sobre el pan para [que sea] el símbolo del cuerpo de Cristo; sobre el cáliz de vino mezclado para [que sea] la imagen de la sangre que fue derramada por todos los que crean en Él.” (21)
La palabra griega original que está bajo las palabras “símbolo” e “imagen” en el texto citado -se trata de una misma palabra en ambos casos- es “antítipo”20 La cuestión está en saber qué significa propiamente este término.
" ¿Estaba realmente enseñando que debemos comer Su carne (fibras, músculos dermis) y beber Su sangre (plaquetas, plasma, glóbulos)? " Daniel Sapia, evangélico |
" Tu opinión es que por la manducación espiritual se excluye la corporal. Los judíos pensaron que tenían que comer a Cristo, igual que el pan y la carne se come en el plato, o como un lechoncillo asado " Martín Lutero |
Tipo designaba en el lenguaje helénico lo mismo el molde en que se moldeaba una imagen (sentido primario) que la imagen misma moldeada (sentido secundario). Una distinción ulterior entre ambos términos se hizo dejando tipo para el molde y creando para la imagen el término antítipo. De esta manera el antítipo es algo que en su misma razón de ser tiene un carácter de referencia esencial al molde de donde procede. Para san Pablo todos los acontecimientos del Antiguo Testamento son tipo de los del Nuevo (Rom 5,14; 1 Cor 10,6); de donde obviamente el Nuevo Testamento es antítipo del Antiguo. Así resultaba natural ver en la Eucaristía un antítipo de la muerte de Cristo que él mismo ordenó conmemorar en ella. En el texto citado de la Traditio al pan y al vino se les llama antítipos (imagen, semejanza) del cuerpo y de la sangre de Cristo, porque esos elementos visibles han adquirido después de la consagración una relación esencial al cuerpo y a la sangre de Cristo que en ellos se nos dan realmente. En otras palabras, los elementos eucarísticos son antítipos del cuerpo y la sangre de Cristo no en sí mismos -pues no lo son de ninguna manera- sino en cuanto han sido hechos, sacramentalmente, el cuerpo y la sangre de Cristo. Lejos de negar el realismo de la presencia real, esa expresión lo supone como fundamento de la relación misma que afirma. Se daba de este modo una primera respuesta al problema de la persistencia sensible del pan y del vino a pesar de la transformación invisible que por la consagración se ha operado en ellos. Con la nueva y real presencia del cuerpo y de la sangre de Cristo los elementos del pan y del vino han adquirido un nuevo sentido de signo visible de una nueva realidad invisible que es el cuerpo y la sangre del Señor.21
Hay otros monumentos litúrgicos en los que aparece la misma expresión. Cito algunos:
“Te damos gracias también, Padre nuestro, por la sangre preciosa de Jesucristo derramada por nosotros, y por el preciso cuerpo, cuyos antítipos realizamos por habernos ordenado Él proclamar su muerte” (Constituciones Apostólicas, 7,25,4).
“En lugar del sacrificio de animales tenemos el [sacrificio] espiritual e incruento y místico, el que se celebra por medio de los antítipos del cuerpo y la sangre del Señor en memoria de su muerte” (idem, 6,23,5)
“La imagen y semejanza del cuerpo y sangre de Cristo se realiza en la celebración de los misterios” (Gelasio, Tractatus de duabus naturis adv. Eutychen et Nestorium, 14)
“Acepta, Padre, estos dones [el pan y el vino consagrados en la Eucaristía] para gloria de tu Cristo, y envía sobre este sacrificio tu Santo Espíritu, testigo de los sufrimientos del Señor Jesús, para que Él muestre que este pan es el cuerpo de Cristo, y este cáliz es la sangre de Cristo, de tal modo que los que participan de ellos se fortalezcan para la santidad, obtengan la remisión de sus pecados, sean alejados del maligno y de sus engaños, puedan llenarse del Santo Espíritu, puedan ser dignos de tu Cristo, y puedan obtener la vida eterna, vida que crece en la reconciliación de la que los has hecho partícipes” (Constituciones de los Apóstoles 8,12)22/span>
El sentido de estos textos supone el cambio que sufren el pan y el vino en la consagración. Por ella lo que era pan y vino es ya el cuerpo y la sangre del Señor; pero al permanecer igual en su aspecto visible el pan y el vino reciben una nueva relación al cuerpo y a la sangre de Cristo allí realmente presentes y eso es lo que expresan los textos con los términos figura, imagen, semejanza, antítipo: para los ojos naturales que continúan viendo pan y vino, estos son una “imagen” del cuerpo y sangre de Cristo, porque sobre ellos ha sido pronunciada la “eucaristía” y ya no son simplemente pan y vino.[23]
San Juan Damasceno (siglo VIII) entendió el problema de modo diverso y daba esta solución: “si algunos llamaron al pan y al vino figuras [antítipos] del cuerpo y de la sangre del Señor, como dice Basilio, el portador de Dios [Teóforo], los llamaron así no después de consagrados, sino antes de la consagración, dando este nombre a la oblación misma” (Sobre la fe ortodoxa, Libro IV, capítulo 13). Esto indica que la fe de la Iglesia universal era unánime en dar a la presencia del Cuerpo y Sangre del Señor en la Eucaristía un valor real y no meramente simbólico.
Finalmente nótese que los adversarios de la presencia real ni siquiera podrían usar en sus homilías las expresiones aquí citadas que parecerían indicar una interpretación “simbólica” de nuestro tema, ya que las mismas incluyen el concepto de “sacrificio” eucarístico, o el de “celebración de los misterios” que para nada son aplicables a los cultos donde todo gira entorno a la predicación, no al altar y al sacrificio eucarístico.
Orígenes
Nacido en 185 en Alejandría, de familia cristiana. Su padre fue martirizado durante la persecución de Septimio Severo. Conoció a Hipólito en Roma. Excelente predicador y catequista. Muere en Cesarea entorno al año 253 a causa de los malos tratos provocados por los perseguidores de la fe. Sus obras son abundantes. Algunas de sus doctrinas exceden las de la Iglesia, pero se trata de sus especulaciones personales sobre los misterios, cosa que el mismo Orígenes se encarga de señalar; su deseo de interpretar los textos bíblicos con un exceso de alegoría y simbolismo provoca confusión en más de una de sus enseñanzas. A pesar de todo es considerado como uno de los mejores teólogos de la antigüedad.
En el caso de Orígenes hay que tener en cuenta su sistema interpretativo, para no sacar las expresiones eucarísticas de su contexto natural. Para comprender el pensamiento sacramental de Orígenes es preciso tener en cuenta tres hechos: a. su concepción tipológica (las instituciones del Antiguo Testamento son figuras de las realidades invisibles del Nuevo), b. su preferencia en insistir más sobre la predicación que sobre la liturgia, c. el interés que por influjo platónico tienen para él los signos visibles del culto como signos de las realidades sobrenaturales. Teniendo esto en vista, Orígenes no niega nunca la realidad de la Eucaristía, y si es verdad que por esa concepción y sus preferencias está él inclinado a minimizarla, su testimonio por eso mismo tiene un valor mayor.24 No se trata de una antinomia entre realismo y simbolismo; se afirma un simbolismo ulterior de lo que previamente se admite como una realidad. Hay en Orígenes un paralelismo perfecto entre la realidad de la Eucaristía y su simbolismo ulterior en orden a otras realidades, por una parte, y el sentido literal de la Escritura y su sentido tipológico, por otra. Ni niega el sentido literal ni el realismo eucarístico; esto dos son base necesaria para el simbolismo y la tipología.25
Hay en Orígenes muchos textos en los que se alude a la celebración eucarística; insiste especialmente en las disposiciones para recibir el cuerpo de Cristo. Ese cuerpo de Cristo él lo entiende sin duda en sentido literal:
“Si subes con Él para celebrar la pascua, te dará el cáliz del Nuevo Testamento, te dará también el pan de la bendición, te concederá su propio cuerpo y su propia sangre” (In Ieremiam, homilía 19, 13)
“Antes, en enigma, el maná era un alimento; ahora, en realidad, la carne del Verbo de Dios es el verdadero alimento, como dice Él: Mi carne es verdadero alimento y mi sangre es verdadera bebida”. (In Numeros, homilía 7,2)
Pero ese cuerpo y sangre del Señor, que son algo real en la Eucaristía, son al mismo tiempo símbolo de algo distinto, que puede llamarse también, en sentido espiritual, cuerpo y sangre del Señor. Por eso Orígenes llama al cuerpo de Cristo en la eucaristía “cuerpo típico y simbólico”; no porque no sea real, sino porque es además un signo, un símbolo.
Exhorta Orígenes en otro lugar:
“Los que asistís habitualmente a los divinos misterios, sabéis cómo, cuando recibís el cuerpo del Señor, lo guardáis con cuidado y veneración para que no se caiga una partícula y no desaparezca algo del don consagrado. Porque, si por negligencia se cae algo, os creéis reos, y con razón.26 Pero si ponéis tanto cuidado para conservar el cuerpo, y tenéis razón en ponerlo, ¿cómo pensáis que es algo menos impío descuidar la palabra de Dios que su cuerpo?” (In Exodum, homilía 13,3)
En otro lugar comenta Números 23,24 (donde se lee: “No dormirá hasta que coma su presa y beba la sangre de los heridos”). El tono mismo de la frase, dice Orígenes, hace huir de la letra y refugiarse en la alegoría:
“Que nos digan qué pueblo es ése que acostumbra a beber la sangre. Eso era lo que, también en el Evangelio, al oírlo los judíos que seguían al Señor, se escandalizaron [...]. Pero el pueblo cristiano lo oye y sigue a aquel que dice: Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros; porque mi carne verdaderamente es comida y mi sangre verdaderamente es bebida”.
Y a la verdad -continúa el alejandrino- el que decía esto fue herido por nuestro pecados, como dice Isaías. Y concluye:
“Pero se dice que bebemos la sangre de Cristo, no sólo en el rito de los sacramentos, sino también cuando recibimos las palabras de Cristo, en las que está la vida.” (In Numeros, homilía 16,9)
Así pasa Orígenes de lo real, que claramente afirma, a un sentido más místico de los pasajes que comenta.27
Dionisio de Alejandría
Discípulo de Orígenes. Jefe de la escuela catequética de Alejandría en 231. Obispo de Alejandría en 248. Muere en 265. Han quedado dos cartas enteras y varios fragmentos en citaciones de otros autores.
En una carta al Papa, donde explica porqué no reitera el bautismo de los herejes, dice:
“Esto precisamente es lo que no me atreví a hacer, diciéndole [a un anciano que le insistía en que le renovara el bautismo] que le bastaba la comunión [eucarística] en que estaba admitido desde hacía tanto tiempo; a quien ha participado de la Eucaristía y pronunciado con los demás el Amén, y se ha acercado al altar y ha extendido las manos para recibir el alimento sagrado, y lo ha recibido, y ha participado del cuerpo y la sangre de nuestro Señor, a ése yo no me atrevería a rehacerlo desde los principios [administrándole nuevamente el bautismo]”. (Carta al papa Sixto II, en Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, 7,9,4)
Firmiliano de Cesarea
También discípulo de Orígenes. Obispo de Cesarea en Capadocia. Gran amigo de San Cipriano. Muere alrededor del 268.
En una carta a San Cipriano, hablando de la reiteración del bautismo a los herejes, escribe también:
“Por lo demás, gran delito es lo mismo el de los que son admitidos que el de los que los admiten a tocar el cuerpo y la sangre del Señor, usurpando temerariamente la comunión, sin haber sido lavadas sus manchas por el bautismo de la Iglesia ni haber sido expuestos sus pecados, cuando está escrito: quien comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignante, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor”.28 (Epistolario de San Cipriano, Epístola 75,21)
Cipriano de Cartago
Figura de gran importancia en la Iglesia africana de la primera mitad del siglo III. Nació entre los años 200 y 210. Alrededor del 246 se convirtió a la fe cristiana. Fue sacerdote y luego obispo de Cartago. Escribió abundantemente, en particular a sus sacerdotes. Murió mártir en el año 258.
El padre d’Alès[29] ha extraído de las obras de San Cipriano las siguientes expresiones con respecto al pan y al vino eucarístico:
- el cuerpo del Señor
- el santo cuerpo del Señor
- el cuerpo de Cristo
- la carne de Cristo
- lo santo del Señor
- el alimento de Cristo
- el alimento celestial
- el pan del Señor
- la gracia saludable
- la comida celestial
- la sangre del Señor
- la sangre de Cristo
- el misterio del cáliz
- el cáliz del Señor
- la bebida del Señor
- la bebida saludable
Comentando la oración del Señor (el Padrenuestro) enseña:
“Porque Cristo es pan de los que tocamos su cuerpo; y ese pan es el que pedimos que se nos dé cada día, no sea que los que estamos en Cristo y recibimos cada día su Eucaristía como alimento de salvación, cuando por presentarse algún pecado más grave absteniéndonos y no comulgando nos apartemos de recibir el pan celestial, nos separemos del cuerpo de Cristo, según su palabra: Yo soy el pan de vida [...]. Cuando dice que vive eternamente el que come de su pan, del mismo modo que es claro que viven los que tocan su cuerpo y reciben la Eucaristía por su derecho de comunión, así por el contrario hay que temer y pedir no sea que al separarse del cuerpo de Cristo no comulgando, quede separado de la salvación [...]. Y por eso pedimos que cada día se nos dé nuestro pan, es decir, Cristo, para que quienes permanecemos y vivimos en Cristo, no nos apartemos de su santificación y de su cuerpo”. (De dominica oratione, 18)
Ante las prácticas de algunos que usaban sólo agua en la Eucaristía, y no vino, replica:
“...que en el cáliz que se ofrece en memoria suya lo que se ofrezca sea una mezcla de vino [con un poco de agua]. Porque diciendo Cristo: Yo soy la vid verdadera, la sangre de Cristo no es, sino duda, agua, sino vino; ni puede parecer que está en el cáliz su sangre, con la que fuimos redimidos y vivificados, si en el cáliz falta el vino, que se muestra ser la sangre de Cristo, predicha por el misterio y el testimonio de todas las Escrituras”. (Epístola 63, 2)
En tiempos de persecución -enseña Cipriano- hay que dar la Eucaristía para que los cristianos no vayan inermes al combate, sino
“armados con la protección de la sangre y del cuerpo de Cristo”
ya que la Eucaristía se hace para eso, para ser defensa de los que la reciben:
“si a los que van a luchar les negamos la sangre de Cristo, ¿cómo les enseñamos o los incitamos a derramar su sangre en la confesión del nombre [de Cristo]?” (Epístola 57, 2)30
Y en el mismo espíritu:
“Amenaza ahora una lucha más dura y feroz, a la que deben prepararse los soldados de Cristo con una fe incorrupta y una virtud robusta, considerando que por eso beben a diario el cáliz de la sangre del Señor, para poder también ellos derramar su sangre por Cristo”. (Epístola 58,1)
Hablando de aquellos cristianos que habían apostatado, al menos materialmente, de su fe y que ahora se acercan a recibir la eucaristía sin haber hecho antes penitencia y sin haberse reconciliado, dice:
“Se hace así violencia al cuerpo y la sangre [del Señor], y ahora con sus manos y su boca pecan más contra el Señor que cuando entonces le negaron” (De lapsis 16).
Afraates
Testimonio de la fe eucarística de la iglesia de Siria. Nacido alrededor del 280, muere algo después del 345.
Sirvan un par de textos:
“Cuando uno, absteniéndose de todo pecado, ha recibido el cuerpo y la sangre de Cristo, debe guardar con cautela su boca, por la que entra el hijo del Rey”. (Demonstratio, 3,2)
“El Señor, con sus propias manos, dio su cuerpo para ser comido y antes de su crucifixión dio su sangre para que fuera bebida”. (Demonstratio, 12,6)
Efrén
Miembro eminente de la Iglesia en Siria. Nace en Nisibis alrededor del año 306. Fue ordenado diácono y así permaneció toda su vida. Discípulo del obispo de Nisibis, Santiago. Gran poeta, compuso gran número de obras espirituales y artísticas, siempre de contenido cristiano. Se conservan poemas y homilías.
Cito algunos textos:
“Los sacerdotes del tiempo antiguo desearon ver tu belleza y no la vieron; los sacerdotes del tiempo medio odiaron tu belleza y la rechazaron; los sacerdotes de la Iglesia te tomaron en sus manos a ti, Pan de vida que se abajó y se unió con nuestros sentidos”. (De virginitate 35,12)
“Que nos santifiquemos por tu cuerpo y por tu sangre y estemos entre los redimidos los que hemos comido tu cuerpo y hemos bebido tu sangre preciosa”. (Sermo 1, 655-657)
“El cuerpo que Él había tomado de María lo volvió a tomar ella en el pan y la ofrenda” (De epiphania 8,23)
“De un nuevo modo se unió su cuerpo con el nuestro y su sangre pura se derramó en nuestras venas; su voz en el oído, su luz en los ojos. Por su piedad se unió totalmente a nosotros”. (De virginitate 37,2)
Cirilonas
Pocos datos biográficos se tienen de este autor, aunque se conservan varios poemas. Sus obras fueron escritas en Edesa a finales del siglo IV.
Los textos que nos han llegado de este testigo de la fe cristiana de las iglesias que habían sido fundadas por los apóstoles es de un gran realismo eucarístico.
“Se puso de pie [en el cenáculo] y se llevó a Sí mismo por amor y mantuvo levantado su propio cuerpo en sus manos. Su diestra era un sagrado altar, su mano levantada una mesa de la misericordia.” (Homilía sobre la Pascua 1, en BKV 6,33 [Ausgewählte Schriften der syrischen Dichter])
Pone en labios de Jesús las siguientes palabras, alentando a sus discípulos y a los creyentes a recibir la eucaristía:
“Venid, discípulos míos, recibidme; quiero ponerme en vuestras manos. Mirad, aquí estoy en pie con entera verdad; pero, a la vez, comedme también con entera verdad” (Ibid., 6,37)
“Este recuerdo no debe cesar entre vosotros hasta el fin del mundo. Por tanto, hermanos míos, debéis hacerlo en todos los tiempo y acordaros de Mí. Habéis comido mi cuerpo; no me olvidéis. Habéis bebido mi sangre, no me despreciéis.” (Ibid., 6,38) 31
Juvenco
Testigo de la fe de la Iglesia en España de comienzos del siglo IV. Nos han llegado varias obras poéticas cristianas escritas en latín. Sus obras datan del 330, aproximadamente. San Jerónimo lo menciona en varias obras suyas.
Narrando la institución de la Eucaristía dice:
“Diciendo esto, comenzó a partirse el pan con sus manos; y, después de orar santamente, enseño a los discípulos que así comían su propio cuerpo. Luego toma el Señor el cáliz lleno de vino y lo santifica con acción de gracias y lo da a beber y enseña que lo que les ha distribuido es su sangre. Y dijo: “Esta sangre redimió los pecados del pueblo”. (Evangeliorum libri IV, 4,447-453)
Eusebio de Cesarea
Considerado el padre de la historiografía eclesiástica. Nace en Cesarea de Palestina en el 263. Discípulo del presbítero Pánfilo y a través de éste de Orígenes. En el 313 fue nombrado obispo de Cesarea. En la disputa arriana no siempre se mostró católico, por su deseo de conciliar las dos partes y lograr la paz. Llegó a ser excomulgado por el sínodo de Antioquia en el 325. En el mismo sentido tuvo problemas con el Concilio de Nicea, pero finalmente firmó la declaración dogmática de la gran asamblea contra Arrio. Su obra más importante sin duda la Historia de la Iglesia que escribió entre los años 300 y 325. Muy apreciado como historiador y académico, menos como teólogo por varias impresiones doctrinales.
Eusebio tiene expresiones que pueden muy bien tomarse como “simbólicas” con respecto a la presencia de Jesús en la Eucaristía. Hablando de los panes de la proposición, que eran “símbolo e imagen” del pan de vida, añade: “Por eso, sabiendo David (Sal 33,6) de quién era imagen el pan de la proposición, nos incita a acercarnos no a aquel pan corpóreo, sino al pan que se representa en el corpóreo. Nosotros, pues, los que estamos en la tierra, participamos del pan que bajó del cielo y del Verbo que se anonadó a Sí mismo y se abrevió”.32
" Jesús jamás enseño a sus discípulos sobre la transubstanciación, de que el pan literal se convirtiera en su cuerpo " Guillermo Hernández Agüero, evangélico |
" No se trata, como enseña la doctrina de la transubstanciación, que el pan se convierta en Cristo, sino de que Él es como un pan que da vida eterna " Fernando Saraví, evangélico |
" Pero ese pan es pan antes de las palabras de los misterios; en cuanto sobreviene la consagración, del pan se ha hecho carne de Cristo " San Ambrosio, obispo, siglo IV |
Retengamos el vocabulario: los panes de la proposición son “símbolo e imagen” del pan de vida, que es el Verbo bajado del cielo. En el mismo ambiente tipológico comenta Eusebio Gen 49,11 (“lavará en vino su vestido y en sangre de uva su manto”). Eusebio ve aquí una insinuación de la Pasión. “Por medio del vino, que era símbolo de su sangre, purifica a los que se bautizan en su sangre”. Del versículo siguiente (“sus ojos son alegres por el vino y sus dientes más blancos que la leche”) piensa que expresa obscuramente los misterios del Nuevo Testamento de nuestro Salvador y en particular...
“la alegría del místico vino que entregó Él a sus discípulos diciéndoles: Tomad, bebed, ésta es mi sangre [...] y el esplendor y pureza del místico alimento. Porque, de nuevo, entregó a sus discípulos los símbolos de la divina economía, mandando que se hiciera la imagen de su propio cuerpo”.
El vino que es “símbolo” de su sangre, no es el vino eucarístico, sino el vino del texto que Eusebio está comentando; el cuerpo y la sangre del Señor son la realización de los símbolos profetizados, que por eso mismo se llaman imagen, es decir, reproducción de lo profetizado.33
Lo mismo se puede encontrar en otro pasaje, en el que el sacrificio de Cristo viene a cumplir las figuras de los antiguos sacrificios judíos. Los cristianos hemos recibido el mandato de celebrar sobre el altar la memoria de ese sacrificio...
“...por medio de los símbolos de su cuerpo y de su sangre salvadora, según la institución del Nuevo Testamento”. (Demonstratio evangelica 1,10)
El pan y el vino tienen aquí, como símbolos, una función de memoria en relación con el sacrificio de Cristo.34
Por otro lado, si Eusebio hubiese tenido un concepto simbólico de la eucaristía que excluyese la doctrina católica de la presencia real del Señor, entonces de ningún modo hubiese podido decir lo siguiente, hablando de la celebración de la Eucaristía:
“Nosotros, los que pertenecemos al Nuevo Testamento, celebrando nuestra Pascua cada domingo, siempre nos saciamos del cuerpo del Salvador, siempre participamos de la sangre del Cordero.” (De solemnitate paschali 7)
Con respecto a ciertos pasajes patrísticos que pueden dar pie a interpretaciones simbólicas, creo que es oportuno notar lo siguiente. La doctrina católica sobre la presencia real de Jesús excluye todo tipo de presentación grosera del misterio eucarístico, como la llamada “cafarnaítica”, según la cual la carne sensible de Jesús se daría a comer a los fieles. Esta fue la interpretación que despertó escándalo entre los oyentes en Juan 6. Esta interpretación es la que se pretende endilgar a los católicos cuando se pregunta por ejemplo:
“¿Estaba realmente enseñando [Jesús] que debemos comer Su carne (fibras, músculos dermis) y beber Su sangre (plaquetas, plasma, glóbulos)?”35
" En el caso del supuesto milagro de la hostia, nuestro sentido nos dice que este elemento sigue siendo el mismo pan y que nuestra vista y cualquiera de nuestros sentidos no perciben el supuesto milagro en la sustancia. Nuestra Fe no es ciega " Guillermo Hernández Agüero, evangélico |
" el aparente pan no es pan, aunque leo sea para el gusto, sino cuerpo de Cristo, y el aparente vino no es vino, aunque el gusto lo quiera, sino sangre de Cristo " San Cirilo de Alejandría, obispo, siglo IV |
" Lo que veis es el pan y el cáliz, que es lo que también os están diciendo vuestros ojos; pero en lo que vuestra fe pide ser instruida, el pan es el cuerpo de Cristo, el cáliz la sangre de Cristo " San Agustín, obispo, siglo IV |
Jesús tenía en mente otra cosa, según la cual daría a comer, sí, su propio cuerpo y a beber su propia sangre (“mi cuerpo es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida”, Jn. 6,55) pero de tal manera que en lo sensible sus discípulos comerían pan y beberían vino, evitando así todas las ridiculizaciones a las que acuden los enemigos de la presencia real hasta el día de hoy.36 En este sentido, dado que el pan continúa apareciendo sensible y empíricamente como pan y el vino como vino, bien se puede hablar de ellos como de “símbolos” del cuerpo y sangre del Señor, pues a pesar de que aparecen como pan, son indicadores de una realidad -no visible- que los trasciende; el pan y el vino eucarísticos, después del relato de la institución de la eucaristía por parte del sacerdote, son verdadera, real y sustancialmente el cuerpo, sangre, alma y divinidad de nuestro Señor Jesucristo, aunque las apariencias continúan siendo las de pan y vino; en cuanto apariencias, son símbolos de una realidad distinta, a saber, de Jesús, pan de vida. Esto explica que en textos que hemos visto y que veremos aún, algunos padres hablasen de cierto simbolismo del pan y del vino en relación al cuerpo y sangre del Señor, y a renglón seguido enseñasen que en la Eucaristía se recibe al mismo Jesucristo.
Hilario de Poitiers
El “Atanasio de Occidente”, así conocido por su defensa de las doctrinas anti-arrianas del Concilio de Nicea, se convirtió a la fe cristiana después del estudio del Antiguo y Nuevo Testamento. Aunque casado, los sacerdote y los fieles de Poitiers, Francia, lo eligieron como su obispo en el 350. Sufrió mucho por la fe verdadera, sobretodo con el destierro. Muere en el 367, y es considerado uno de los pilares del triunfo de la fe nicena contra el arrianismo. Fue proclamado Doctor de la Iglesia por el papa Pío IX en 1851.
En pleno ambiente antiarriano Hilario arguye de la realidad de la Eucaristía, vivida en la Iglesia sin discusión, a la verdad de la naturaleza divina en Cristo, y escribe comentando Jn 17,22-23:
“¿Cómo está hoy Cristo en nosotros, por verdad de naturaleza o por concordia de voluntad? Porque si el Verbo verdaderamente se hizo carne y nosotros en el alimento del Señor comemos verdaderamente el Verbo hecho carne, ¿cómo se va a juzgar que no permanece naturalmente en nosotros, el que nació de hombre tomó la naturaleza de nuestra carne, inseparable de Él, y en el misterio que nos comunica su carne unió la naturaleza de su carne con la naturaleza de su divinidad?” (De Trinitate 8,13)
“Porque Él mismo dice: Mi carne es verdaderamente comida, y mi sangre es verdaderamente bebida: el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Sobre la verdad de la carne y de la sangre, no nos queda lugar a dudas; pues ahora por la profesión del Señor y por nuestra fe es verdaderamente carne y verdaderamente sangre. Y cuando esa carne es comida [por el creyente] y la sangre es bebida, entonces producen que nosotros permanecemos en Cristo y Cristo en nosotros”. (De Trinitate 8,14)
“Hemos recordado todas estas cosas porque los herejes, mintiendo al decir que sólo hay unidad de voluntad entre el Padre y el Hijo, empleaban el ejemplo de nuestra unión con Dios, como si estuviéramos unidos al Hijo, y por el hijo al Padre, solamente por nuestra sumisión y voluntad religiosas, y así no se concediera ninguna propiedad de unión natural al sacramento de la carne y de la sangre; siendo así que el misterio de la unidad verdadera y natural [entre Cristo y el que recibe el Sacramento] ha de ser proclamado por el honor que supone para nosotros la donación del Hijo, y por la permanencia según la carne del Hijo en nosotros, ya que nosotros estamos corporal e inseparablemente unidos a Él.” (De Trinitate 8,17)
Dámaso
Papa, ocupó la sede de Pedro desde 366 a 384. Pidió a San Jerónimo que hiciese la traducción de las Escrituras. Poeta, se conservan numerosos epitafios que compuso para las tumbas de los mártires.
Para la tumba del joven mártir de la Eucaristía San Tarsicio mandó escribir estas palabras:
“Cuando una insana mano oprimía al santo Tarsicio, portador de los sacramentos de Cristo, para que los expusiese ante los profano, él prefirió dar su vida entre heridas, a entregar a los perros rabiosos los miembros celestiales”. (Epigrammata Damasiana, ed. A. Ferrua, 15, PL 13,392)
Siricio
Elegido papa en 384. Gran amigo de San Ambrosio. Consagró la basílica de San Pablo en Roma.
En el año 385 mandaba que a los apostatas no se les permitiese acceder a los sacramentos eucarísticos, y lo decía de esta manera:
“Mandamos que a éstos se los aparte del cuerpo y la sangre de Cristo, por la que en otro tiempo, al renacer, habían sido redimidos” (Epistula ad Himerium 3,4)
Ambrosiaster
Así es conocido un autor cuyo auténtico nombre no se conoce. Suyo es el comentario a todas las cartas de San Pablo, menos Hebreos. Es considerado uno de los mejores comentarios hasta la época del Renacimiento. Su doctrina, salvo inclinaciones milenaristas, fue siempre tenida por ortodoxa por toda la Iglesia.
Comentando el texto de Pablo sobre la Eucaristía escribe:
“Ya que hemos sido liberados por la muerte del Señor, recordando esta realidad, al comer y al beber la carne y la sangre que se ofrecieron por nosotros, significamos que en ellas hemos conseguido el Nuevo Testamento” (Ad Corinthios prima 11,26,1)
“Recibimos el místico cáliz de la sangre para defensa de nuestro cuerpo y alma; porque la sangre del Señor redimió nuestra sangre, es decir, salvó al hombre entero; pues la carne del Salvador por la salvación del cuerpo y la sangre se derramó por nuestra alma.” (ibid., 2)
Atanasio
La gran figura de San Atanasio (295-373) llena gran parte del siglo IV. Como diácono y secretario de su obispo, Alejandro, participó del Concilio de Nicea. Fue nombrado obispo de Alejandría. Por defender la doctrina de Nicea fue exiliado cinco veces por las autoridades del imperio.
Contraponiendo la Pascua antigua con la celebración pascual cristiana dice:
“Entonces celebraban la fiesta comiendo un cordero irracional y ahuyentaban al exterminador untando los dinteles con su sangre; pero ahora, cuando comemos al Verbo del Padre y signamos los labios de nuestros corazones con la sangre del Nuevo Testamento, conocemos la gracia que nos ha dado el Salvador” (Epistula festalis 4,3)
“El mismo Salvador nuestro, pasando de lo figurado a lo espiritual, les prometió que ya en adelante no comerían la carne del cordero, sino la suya propia, diciendo: Tomad, comed y bebed; esto es mi cuerpo y mi sangre” (ibid., 4)
“Verás a los levitas que llevan los panes y el cáliz con el vino y los ponen sobre el altar. Y mientras que no se hacen las oraciones e invocaciones, es sólo pan y vino; pero cuando se han terminado las grandes y admirables preces, entonces el pan se hace cuerpo y el cáliz sangre de nuestro Señor Jesucristo. Y de nuevo: Vengamos a la realización de los misterios. Este pan y este cáliz, antes de las oraciones e invocaciones son puros [pan y vino]; pero cuando han sobrevenido las grandes preces y las grandes invocaciones, baja el verbo al pan y al cáliz y se hace su cuerpo” (Fragmentum ex sermone ad baptizatos, PG 26,1325)37
Hablando sobre los frutos de la comunión eucarística escribe:
“Nos divinizamos, no participando en el cuerpo de un hombre cualquiera, sino tomando el cuerpo del Verbo mismo” (Epistula ad Maximum 2, PG 26, 1088)
Basilio
Uno de los líderes más importantes de la Iglesia Capadocia. Nace alrededor del 330. En su familia se cuentan varios mártires y santos. Es considerado uno de los fundadores del monaquismo oriental.
Escribiendo a un cristiano sobre el provecho de la comunión frecuente, dice:
“Es por cierto bueno y provechoso recibir la eucaristía cada día y participar así del cuerpo y sangre de Cristo. Porque Él dice con toda claridad: el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna. ¿Y quién puede dudar que participar frecuentemente de la vida es lo mismo que tener vida en abundancia? Yo comulgo cuatro veces a la semana: en el día del Señor, el miércoles el viernes y el sábado, y en cualquier otro día si ocurre alguna conmemoración de algún santo” (Epistula 93)38
En otros lugares habla de “recibir el cuerpo y la sangre de Cristo” y de “participar del santo cuerpo y sangre de Cristo” (Regula moralis 21, 1-2; Regula brevius tractata 172).
Gregorio Nacianceno
Otro de los grandes Padres capadocios. Nace en 330, muere 389. Trabajó en gran sintonía con San Basilio y el hermano de Basilio, San Gregorio de Niza. Su padre fue obispo de Nacianso. Fue ordenado sacerdote en el 362. Fue nombrado obispo de Nicea, pero por problemas canónicos renunció a la sede. Fue obispo de Nacianso por algunos años, hasta que se retiró y vivió en soledad y oración hasta su muerte. Sus escritos son de gran profundidad teológica.
Hablando de la celebración eucarística exhorta a los fieles:
“Sin temor y sin dudas come el cuerpo, bebe la sangre, si deseas la vida” (Oratio 45, In sanctum Pascha, 19)
Y en una carta:
“No te canses, oh piadosísimo, de pedir y abogar por nosotros cuando con tu palabra hagas bajar el Verbo, cuando con sección incruenta, usando la voz en lugar de la espada, cortas el cuerpo y la sangre del Señor [refiriéndose al momento de la fracción del pan eucarístico]” (Epístula 171, a Anfiloquio, 3)
Gregorio de Niza
Hermano de San Basilio y amigo de San Gregorio Nacianceno. Nace en el 335, muere en 394. Gran místico, teólogo y escritor. Fue consagrado obispo de Niza, en Capadocia.
Enseñando a los seguidores de Cristo cómo han de entender las Escrituras les dice:
“Creemos que también ahora el pan santificado por la palabra de Dios se transforma en cuerpo del Verbo de Dios” (Oratio catechetica 37)
En otro lugar:
“El pan al principio es común; pero, cuando lo consagró el misterio, se llama y se hace cuerpo de Cristo” (In diem luminum, PG 46,581)
Afirma también que Cristo se ofreció en sacrificio ya antes del Calvario y dice:
“¿Cuándo fue eso? Cuando a los que estaban con Él les hizo al pan su cuerpo y a la bebida su sangre. Porque es del todo manifiesto que los hombres no pueden comer un cordero si no precede la muerte de lo que comen. Pues el que dio a los discípulos su cuerpo en comida, manifestó abiertamente que ya se había cumplido el sacrificio del cordero” (In sanctum Pascha, oratio 1, PG 46,612)
Cirilo de Jerusalén
Testimonio insigne de la fe de la Iglesia de Jerusalén en el siglo IV, en particular con sus “catequesis mistagógicas”.
Instruyendo a los recién bautizados, enseñándoles la fe y la vida de la Iglesia, comenta el relato paulino de la institución de la Eucaristía, y recitando las palabras de Jesús durante la institución las comenta de esta manera:
“Cuando Él mismo ha declarado y dicho del pan: Esto es mi cuerpo, ¿quién se atreverá ya a dudar? Y cuando Él mismo ha asegurado y dicho: Esto es mi sangre, ¿quién dudará jamás diciendo que no es su sangre?” (Catequesis mistagógica 4,1)
“En una ocasión, con una mera indicación suya, convirtió agua en vino durante las bodas de Caná de Galilea, y ¿no va a ser digno de creerse que Él convierte el vino en su sangre?» (idem, 2)
“Por tanto con seguridad absoluta participamos del cuerpo y de la sangre de Cristo. Porque en figura de pan se te da el cuerpo y en figura de vino se te da la sangre, para que participando del cuerpo y de la sangre de Cristo, seas hecho con-corpóreo y con-sanguíneo de Cristo. Porque así somos también portadores de Cristo, distribuidos su cuerpo y su sangre por nuestro miembros; así, según san Pedro, somos hechos consortes de la naturaleza divina” (idem, 3)
“No los mires, pues, al pan y al vino como ordinarios; porque son, según la declaración del Señor, cuerpo y sangre. Pues aunque el sentido te sugiera eso, la fe te asegura lo otro. No lo juzgues por el gusto, sino por la fe asegúrate indudablemente, tú que has sido digno del cuerpo y de la sangre de Cristo.” (idem, 6)
“Asegurado de que el aparente pan no es pan (aunque leo sea para el gusto), sino cuerpo de Cristo, y el aparente vino no es vino (aunque el gusto lo quiera), sino sangre de Cristo [...], fortifica tu corazón, participando de él como de un pan espiritual, y rejuvenece la faz de tu alma” (idem, 9)
“Después que nos hemos santificado por medio de estos himnos espirituales, invocamos al bondadoso Dios para que haga descender al Espíritu Santo sobre los dones presentes a fin de que el pan llegue a ser el cuerpo de Cristo y el vino la sangre de Cristo.” (idem, 5,7)
“No dejéis el juicio a vuestra garganta corporal, sino a la fe indudable; porque cuando estáis gustando [al haber recibido la sagrada comunión], no es pan y vino lo que gustáis, sino el antítipo del cuerpo y sangre de Cristo” (idem, 5,20)
" [durante la Santa Cena] la iglesia (cuerpo de creyentes) en que está presente el Señor (Mateo 18:20), participa recordando a través del pan y el vino, los que simbolizan el cuerpo y la sangre de Cristo, el sacrificio perfecto de Jesús en la Cruz del Calvario " Guillermo Hernández Agüero, evangélico |
" Por tanto con seguridad absoluta participamos del cuerpo y de la sangre de Cristo. Porque en figura de pan se te da el cuerpo y en figura de vino se te da la sangre, para que participando del cuerpo y de la sangre de Cristo, seas hecho con-corpóreo y con-sanguíneo de Cristo " San Cirilo de Jerusalén, obispo, siglo IV |
Los pasajes citados hacen totalmente imposible una duda sobre el realismo eucarístico de Cirilo de Jerusalén. Por eso, las últimas palabras sólo pueden entenderse así: las especies eucarísticas (lo que aparece como pan y como vino) son símbolos que nos llevan a la realidad que se nos da, es decir, el cuerpo y sangre del Señor; es lo que dijo en un texto antes citado: “en figura de pan se da el cuerpo”. Este pasaje confirma la interpretación “realista” que dimos más arriba sobre los textos que contienen la difícil expresión griega “antítipo”.
Dídimo el Ciego
Monje de Alejandría, maestro de maestros. Nace en el 313, muere entorno al 398. A pesar de haber perdido la vista a la edad de cuatro años, se convirtió en uno de los hombres más sabios de su tiempo. Fue puesto a la cabeza de la escuela de Alejandría por San Atanasio. Vivió siempre como laico en las afueras de Alejandría.
En un escrito suyo encontrado recientemente se lee:
“Más condenable y abiertamente dañoso es el ayuno que practican los que se apartan de utilizar el pan de la vida y las carnes de Jesús que son pan de vida, pan de verdad bajado del cielo, del cual, que es alimento de vida, abstenerse, en ninguna manera, conviene”. (In Zachariam 2,121)
Ambrosio de Milán
Uno de los más importantes Padres de Occidente. Nace alrededor del 339, muere en 397. Recibe una buena educación, llega a ser Cónsul de la región italiana de Liguria y Emilia y establece su residencia en Milán. Cuando aún era un catecúmeno, fue elegido a la sede episcopal de Milán, cosa que aceptó debido al pedido de prácticamente todos los fieles de diócesis. Fue bautizado y ordenado sacerdote y obispo. De vida ejemplar, supo guiar según el evangelio a civiles y gobernantes. Escribió numerosos himnos para la celebración de la liturgia. Sus sermones y su ejemplo de vida llevaron a Agustín a abrazar la fe cristiana.
Se conservan muchas expresiones sobre la doctrina de Ambrosio acerca de la realidad de la presencia de Cristo en la Eucaristía. Propongo aquí algunas:
“Mi carne verdaderamente es comida y mi sangre es bebida. Oyes carne, oyes sangre, conoces los misterios de la muerte del Señor; y ¿calumnias a la divinidad? [...] Nosotros siempre que recibimos los misterios [en la celebración eucarística], que por el misterio de la sagrada plegaria se transfiguran en carne y en sangre, anunciamos la muerte del Señor” (De fide, 4,10,124)
“Cristo es alimento para mí, Cristo es bebida; la carne de Dios es comida para mí y la sangre de Dios es bebida. Ya no espero para saciarme las cosechas anuales; Cristo se me sirve todos los días” (Expositio psalmi 118,15,28)
A alguno al que podía parecer que el milagro del maná no se supera por nada en la Iglesia, y que pudiese pensar que en la celebración eucarística el pan es un pan ordinario, le contesta:
“Pero ese pan es pan antes de las palabras de los misterios; en cuanto sobreviene la consagración, del pan se ha hecho carne de Cristo. Vamos a probarlo. ¿Cómo lo que es pan puede ser cuerpo de Cristo? La consagración, pues, ¿en qué palabras está y de quién son esas expresiones? Del Señor Jesús [...]. La palabra de Cristo es la que produce este sacramento” (De sacramentis 4,4,14)
Y da aún una respuesta final:
“No era cuerpo de Cristo antes de la consagración; pero después de la consagración te digo que es ya el cuerpo de Cristo. Él lo dijo y se hizo, lo mandó y se creó” (De sacramentis 4,4,16)
Prueba con varios ejemplos la eficacia de la palabra divina y concluye:
“Sabes, pues, que del pan se hace el cuerpo de Cristo y que el vino, que se echa con agua en el cáliz, se hace sangre por la consagración celeste. Dirás tal vez: Yo no veo apariencia de sangre. Pero se le asemeja. Pues como recibiste el símbolo de la muerte [en el bautismo], así también bebes el símbolo de la preciosa sangre para que no tengas horror a la sangre y, sin embargo, produzca su efecto el precio de la redención. Sabes pues que lo que recibes es el cuerpo de Cristo” (De sacramentis 4,4,19-20)
Al realismo innegable del cuerpo y la sangre del Señor se añada aquí una palabra de terminología simbólica: “similitudo”, “símbolo”. Partiendo de la semejanza natural del vino con la sangre, al vino consagrado lo llama símbolo de la sangre de Cristo; no porque ésta no esté realmente allí (no se olvide que esa bebida, según Ambrosio, produce efectos redentores), sino para que la apariencia del vino evite la repugnancia natural a beber sangre. La objeción del catecúmeno era “Yo no veo apariencia de sangre”.
Más adelante alude a las palabras de la anáfora eucarística y vuelve a insistir:
“Antes de consagrarlo es pan; pero cuando sobrevienen las palabras de Cristo, es el cuerpo de Cristo [...]. También antes de las palabras de Cristo es el cáliz lleno de vino y agua; pero cuando han actuado las palabras de Cristo, allí se hace la sangre del que redimió al pueblo. Ved, pues, de cuántas maneras puede cambiarlo todo la palabra de Cristo. Finalmente el mismo Señor nos ha testificado que lo que recibimos es su cuerpo y su sangre. ¿Es que debemos dudar de la autoridad de su testimonio?” (De sacramentis 4,5,23)
En varios de sus sermones Ambrosio nos da un ejemplo claro de otro aspecto que es importante tener siempre presente a la hora de entender los escritos de los antiguos padres de la Iglesia y poder así deducir lo que realmente creían. Me refiero a la “disciplina del arcano”. La explica así el P. Ott: “Existía entonces la disciplina arcani, que era una ley que obligaba a los fieles de los primeros tiempos de la Iglesia a guardar secreto acerca de los misterios de la fe y, de manera particular, acerca de la eucaristía; lógica precaución cuyo fin era evitar las calumnias de los paganos, que podían tergiversar el sentido de la nueva doctrina; cf. Orígenes, In Lev. hom. 9 10”. En otras palabras, los cristianos de los primeros siglos trataban de no hacer pública la doctrina eucarística debido precisamente a que creían en la presencia real de Cristo, cosa que, si conocida por los paganos, sería objeto de burla o persecución. Un texto de Ambrosio lo ilustra muy bien; hablándoles a los que había recibido recientemente el bautismo, después de una larga y concienzuda instrucción, les dice:
“Ahora es tiempo ya de hablar de los sagrados misterios (la Eucaristía) y explicaros el significado de los sacramentos, cosa que si hubiésemos hecho antes del bautismo, hubiese sido una violación de la disciplina del arcano más que una instrucción” (De mysteriis 1-7: SC 25 bis, 156-158)
En su explicación de los sacramentos cristianos, hablando de la Eucaristía propone otra vez la objeción: “Tal vez dirás: Yo veo otra cosa. ¿Cómo me dices que recibo el cuerpo de Cristo? Eso es lo que nos queda por probar”. Después de acumular ejemplos donde la naturaleza de las cosas fue cambiada por intercesión de los santos, responde a la objeción:
“Pues si tanto poder tuvo la bendición humana que cambió la naturaleza, ¿qué diremos de la misma consagración divina, cuando lo que actúa son las palabras mismas de nuestro Salvador? Porque el sacramento que recibes, se hace con palabras de Cristo. Y si la palabra de Elías tuvo tanto poder que hizo bajar fuego del cielo, ¿no tendrá poder la palabra de Cristo para cambiar la naturaleza de los elementos? […] La palabra de Cristo que pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no va a poder cambiar lo que existe en lo que no era [es decir, pan en cuerpo de Cristo]? Es evidente que la Virgen dio a luz fuera del orden natural. Pues también lo que consagramos es el cuerpo nacido de la Virgen [...]. Sin duda, fue la verdadera carne de Cristo la que fue crucificada, la que fue sepultada; [la Eucaristía] es, pues, en verdad el sacramento de su carne”. (De mysteriis 9,50-53)39
Y hacia el final de su discurso:
“El mismo Señor Jesús clama: Esto es mi cuerpo. Antes de la bendición con las palabras celestiales, se llama otra cosa; después de la consagración se significa el cuerpo. Él mismo dice que es su sangre. Antes de la consagración se llama otra cosa; después de la consagración se llama la sangre. Y tú dices: Amén, a saber, es verdad. Que lo que dice tu boca, lo confiese tu espíritu; que lo que suenen las palabras, lo sienta el afecto” (De mysteriis 9,54)
Este impresionante realismo eucarístico no sólo expresado constantemente por el obispo de Milán, sino enseñado, probado y exigido por él a sus fieles como perteneciente a la fe cristiana, no puede razonablemente oscurecerse con una frase como ésta: “Que esta ofrenda te sea agradable, porque es figura del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor Jesucristo” (De sacramentiis 4,5,21). En primer lugar, parece que se trata de una cita tomada por San Ambrosio de otra obra; por otro lado, Ambrosio nunca usa la palabra “figura” para designar los ritos sagrados, sino prefiere “similitudo” o “semejanza”, “símbolo”, y deja las palabras “misterio” para la realidad profunda que encierran esas “similitudo” del pan y vino, o del agua y el aceite, etc. Se recuerde lo que hemos dicho sobre Cirilo de Jerusalén y otros padres sobre el uso de “tipo”, “antitipo”, etc.
Una última cita:
“Es por esto también que la Iglesia, teniendo en sus manos tan grande gracia, exhorta a sus hijos y amigos a reunirse para recibir los sacramentos, diciendo: Coman, amigos míos, bebe y embriágate, hermano. [...]. En ese sacramento [de la Eucaristía] está Cristo, porque es el cuerpo de Cristo; no es por lo tanto comida corporal, sino espiritual [...]; porque el cuerpo de Cristo es el cuerpo del Espíritu divino [...]; y finalmente, esa comida fortalece nuestro corazón, y esa bebida alegra el corazón del hombre, como anunció el profeta” (De mysteriis 9,58)
" ¿Recibir a Cristo cada domingo? Está claro que podemos recibir algo solo cuando no tenemos" ese algo (parece hasta obvio) Daniel Sapia, evangélico |
" Es por cierto bueno y provechoso recibir la eucaristía cada día y participar así del cuerpo y sangre de Cristo " San Basilio, obispo, siglo IV |
" Nuestro pesebre es el altar de Cristo, al que vamos todos los días para comer del cuerpo de Cristo, el alimento de salvación " Cromacio de Aquileya, obispo, siglo IV |
" Él es el pan, que sembrado en la Virgen, fermentado en la carne, hecho en la pasión, cocido en el horno del sepulcro, preparado en las iglesias, llevado a los altares, suministra diariamente el manjar celestial a los fieles " San Pedro Crisólogo, obispo, siglo V |
Sirvan estas explicaciones dadas en el siglo IV también a los que en el siglo XXI interpretan la eucaristía católica como un canibalismo o una invitación a comer “fibras, músculos dermis [...] plaquetas, plasma, glóbulos”, o que creen tener licencia para suponer que la invitación a la recepción frecuente de la Eucaristía –como por ejemplo Ambrosio de Milán en el siglo IV- sea… un “mecanismo” de “trampa”.40 Hay que mantener los dos extremos del misterio, sin destruir ninguno: la presencia del cuerpo de Jesús en la Eucaristía es real, no simbólica, aunque se da de comer de modo espiritual, no sensible único de existencia se llama sacramental. (sensiblemente es pan y vino). Este modo
Gregorio de Elvira
San Jerónimo lo alaba como obispo de Elvira en su obra De viris illustribus. Muere alrededor del 392.
Comentando el Cantar de los Cantares 2,4 (“me introdujo en la casa del vino”) dice:
“¿Qué significa en la casa del vino, sino en el misterio de la pasión? Porque este vino es la sangre de Cristo, que se da siempre en la Iglesia a los creyentes, el misterio de la pasión del Señor; como Él dice: si no comiereis la carne del Hijo del hombre, es decir, el pan de la vida, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en eterna.” (Tractatus de Ephitalamio 3,24)
Y explicando los gestos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía, que a través de la carne obran en el espíritu, enseña a sus fieles:
“Se lava la carne, para que se limpie el alma; se unge la carne, para que se consagre el alma; se signa la carne, para que se salve el alma; se ensombrece la carne por la imposición de manos, para que [el alma] se ilumine por el Espíritu Santo; la carne come y bebe del cuerpo y la sangre de Cristo, para que el alma se sacie de Dios” (Tractatus de libris Sacrarum Scripturarum 17,26)
Optato de Milevi
Personaje importante en la lucha contra la herejía norteafricana del donatismo. Se conocen pocos datos biográficos. Nació alrededor del 385. Fue obispo de la ciudad de Milevi. Se conservan algunos escritos.
Los donatistas habían destruidos altares de culto católico. Contra ellos escribe el obispo Optato:
“Porque ¿qué es el altar sino la sede del cuerpo y sangre de Cristo? [...] ¿En qué os había ofendido Cristo, cuyo cuerpo y sangre habitaban allí [sobre el altar] en determinados momentos? [...] Pero este monstruoso crimen lo habéis duplicado, cuando rompisteis también los cálices que llevaban la sangre de Cristo.” (Contra Parmenianum donatistam 6,1-2)
Los modernos donatistas no rompen ya los altares católicos, pero evitan a toda costa que los fieles participen de ellos.
Macario Magnes
Apologista cristiano de finales del siglo IV. Fue obispo de Magnesia. Se sabe que participó del sínodo de Oak en el 403. Alrededor del 400 escribió una defensa del cristianismo contra un personaje ficticio que representa las acusaciones de los paganos.
Macario responde a varias objeciones de los paganos de entonces que también se basaban, curiosamente, en los evangelios para atacar las doctrinas católicas universalmente aceptadas por las iglesias. Entre otras cosas el cristianismo era acusado de monstruosidad, al invitar a sus fieles a comer el cuerpo y beber la sangre del Señor, las mismas acusaciones que hacen hoy en día algunos “cristianos evangélicos”. Respondiendo a esta objeción dice, entre otras cosas:
“Con razón Cristo, tomando el pan y el vino, dijo: Esto es mi cuerpo y mi sangre. Porque no es figura del cuerpo ni figura de la sangre (como algunos han dicho obcecados en su mente), sino verdaderamente cuerpo y sangre de Cristo”
Y un poco después:
“El cuerpo de Dios, que era terreno, conduce a la vida eterna a los que lo comen; Cristo, pues, dio a los creyentes su propio cuerpo y sangre, introduciendo en ellos la medicina vital de la divinidad” (Apocrítico 3,23).
Juan Crisóstomo
Sin duda el más preclaro representante de la patrística griega. Nació entre los años 344-354 en Antioquia. Recibió el bautismo entorno a los 18 años de manos del obispo de Constantinopla. Desde entonces se dedicó al estudio de las Escrituras, particularmente las cartas de Pablo que llegó a conocer de memoria. Después de algún tiempo como ermitaño en las afueras de Antioquia fue ordenado sacerdote, predicó en la principal iglesia de esa ciudad por doce años, donde se mereció el sobrenombre “Boca de Oro” (Crisóstomos). Fue nombrado obispo en Constantinopla, donde trabajó incansablemente y sin compromisos por la reforma de las costumbres, lo que le provocó la persecución por parte de la corte real y los clérigos a ella apegados. Murió en el 407, en el destierro. Una gran cantidad de obras suyas han sido conservadas.
Los textos del Crisóstomo sobre la Eucaristía son cuantiosos. Menciono aquí algunos. Dirigiéndose a los recién bautizados el mismo día de la Pascua (hacia el 390), les habla de la idea de combate contra el demonio, que tienen que vivir como cristianos con las armas que les da el Señor:
“Pero ¿qué? ¿Es que solamente nos preparó armas? No, sino también nos preparó un alimento más potente que cualquier arma, para que no te canses en la lucha, para que gozosamente venzas al maligno. Porque sólo con que te vea volver de la cena del Señor [la Eucaristía], como el que ve a un león que echa fuero por la boca, así huye más rápido que el viento; y si le muestras la lengua teñida de la sangre preciosa, ni podrá tenerse; si le muestras la boca roja de púrpura, se retirará rápido como una fiera.” (Catecheses ad illuminandos octo, homilia 3,12)
Un poco después:
“Entonces el ángel exterminador vio la sangre marcando las puertas y no se atrevió a entrar; ahora, si el demonio ve no ya la sangre de la figura señalando las puertas, sino sobre la boca de los fieles la sangre de la verdad marcando las puertas del templo portador de Cristo, ¿no se detendrá mucho más? Porque, si el ángel, al ver la figura, se detuvo, mucho más huirá el demonio al ver la verdad”. (idem, 15)
Notábamos antes sobre algunos padres que identifican el cuerpo eucarístico de Jesús con su cuerpo histórico, siempre al modo sacramental, no canibalístico. Lo mismo enseña el Crisóstomo. En varias obras dice:
“Hecho hijo, gozas también de una mesa espiritual, comiendo la carne y la sangre que te regeneró.” (Expositiones in psalmos 144,1)
“Porque lo que dice es esto: que lo que hay en el cáliz es aquello que manó del costado, y de eso participamos.” (In epistulam I ad Corinthios, homilia 24,1)
“Cuantos participamos del cuerpo, cuantos gustamos de esta sangre, pensemos que participamos del cuerpo que no difiere en nada ni se distingue de aquel [cuerpo histórico de Jesús]” (In epistulam ad Ephesios, homilía 3,3)
“Elías dejó el manto a su discípulo, mas el Hijo de Dios, al subir [a los cielos], nos dejó su propia carne. Pero Elías desnudándose de él, Cristo nos la dejó y a la vez subió con ella.” (De statuis, homilía 2,9)
“Te muestro [en la Eucaristía] no ángeles, ni arcángeles, ni cielos, ni cielos de los cielos, sino al mismo Señor de todo eso. ¿Ves cómo estás viendo lo más precioso de todas las cosas de la tierra, y que no solamente lo estás viendo, sino que lo tocas, y que no solamente lo tocas, sino que lo comes y llevándolo vuelves a tu casa?” (In epistulam I ad Corinthios, homilía 24,5)
“Cuántos dicen ahora: Quisiera ver su forma, su figura, sus vestidos, su calzado. Pues ahí [en la Eucaristía] lo estás viendo, lo tocas, lo comes. Tú deseas ver sus vestidos; Él se te da a sí mismo, no sólo para que lo veas, sino para que lo toques y lo comas, y lo recibas dentro.” (In Matthaeum, homilía 82,4)
“No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas [pan y vino] se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas” (Prod. Jud. 1,6).
La tradicional relación entre Eucaristía y Encarnación queda afirmada así con claridad:
“¿Qué hay igual a la economía realizada para nosotros? Porque al que era para Él lo más precioso de todos los seres, el Hijo unigénito, a ése lo dio por nosotros, sus enemigos; y no sólo lo dio, sino que, después de dado, nos lo pone también como alimento.” (In Matthaeum, homilía 25,4)
“Quise hacerme hermano vuestro; por vosotros participé de carne y sangre; de nuevo os doy la misma carne y sangre por las que llegué a ser pariente vuestro.” (In Ioannem, homilía 46,3)
Y en muchos lugares repite lo mismo, dejando bien claro que lo que se recibe en la Eucaristía no es un recuerdo de Jesús, sino que en recuerdo de Él “al mismo Hijo de Dios”, “el Rey del universo”, “el Señor del mundo”, “el mismo Cristo”, “su propia carne”, “su propia sangre”, “la que brotó de su costado”.41 se recibe
El Sr. Guillermo Hernández Agüero, en el artículo que publica en “Conoceréis la Verdad”, trae las siguientes palabras del Crisóstomo a favor de la permanencia de la sustancia del pan después de la consagración:
“El pan después de la consagración es digno de ser llamado el cuerpo del Señor, aun cuando la naturaleza del pan permanece en él” (Epístola a Cesario).
En primer lugar, esta obra no es de Juan Crisóstomo, sino apócrifa (atribuida a Crisóstomo, pero en realidad de otro autor, probablemente de Teodoreto de Ciro).
En segundo lugar, la frase completa es esta:
“Del mismo modo que al pan, antes de ser santificado, lo llamamos pan, pero una vez que lo ha santificado la gracia divina, mediante el sacerdote, ha perdido el nombre de pan y se ha tenido por digno de llamarse cuerpo del Señor, aun cuando la naturaleza del pan permanece en él, y sin embargo decimos que hay no dos cuerpos del Hijo, sino uno sólo, etc.” (el texto en MG 52,758)
En tercer lugar, se supone que algo sucede durante la consagración (o “santificación”) a cargo del “sacerdote”, que hace que el pan pueda llamarse con propiedad el cuerpo del Señor, cosa que los enemigos de la presencia real jamás hacen ni hablan de modo siquiera parecido. La “santificación” del pan por obra de Dios a través del “sacerdote” y que hace que podamos llamar a ese pan “cuerpo del Señor”, todo este vocabulario pertenece al culto católico y de ningún modo al “evangélico”.
" Fue el papa Pío III quien hizo del “sacrificio” de la misa un dogma oficial en 1215 " Daniel Sapia, evangélico |
" el cáliz, también tomado de entre las criaturas como nosotros, confesó ser su sangre, y enseñó que era el sacrificio del Nuevo Testamento " San Ireneo, obispo, siglo II |
" Acepta, Padre, estos dones [el pan y el vino consagrados en la Eucaristía] para gloria de tu Cristo, y envía sobre este sacrificio tu Santo Espíritu " Traditio Apostolica, siglo III |
" Porque aquéllos [oyentes en Cafarnaún, Juan 6] tramaron extinguir su cuerpo como consumiéndolo y éstos [los creyentes cristianos] desean saciar su espíritu hambriento con sus carnes en el sacrificio diario de inmolación " San Gregorio Magno, papa, siglo IV |
En cuarto lugar el texto, más allá de quién haya sido su autor, afirma que después de la consagración el pan continúa conservando todas sus propiedades, cosa que él define como “la naturaleza” del pan, y cosa que bien entendida no repugna a la doctrina de la presencia real. No hay que olvidar que el misterio eucarístico se fue precisando en cuanto a las palabras que lo expresan, y sería un anacronismo pedirle a un autor del siglo V o VI que use las categorías filosóficas y hermenéuticas que se desarrollarán mucho más tarde en la teología eucarística. Hoy mismo podría muy bien decirse, por ejemplo durante una homilía, que “el pan conserva su naturaleza de pan”, mientras se entienda no la “sustancia” del mismo, sino todos sus accidentes naturales: olor, sabor, color, etc. En otras palabras, se puede muy bien entender este texto en sentido católico.
En quinto lugar hay que saber que el autor menciona el tema muy de paso y como un ejemplo de otro asunto que está tratando en profundidad, que son las dos naturalezas de Cristo. Esto es importante para valorar la importancia del texto.
Finalmente, si se quiere ver en este texto una expresión a favor de la presencia simbólica, habría que decir que desentona con todo el resto de testos eucarísticos del mismo autor.
Es interesante notar el modus agendi de personas comos Hernández Agüero: el lector desprevenido, al leer la expresión del autor evangélico: “hay algunos Padres que nos pueden decir algo sobre nuestro tema”, podrá pensar que efectivamente ha dado con material patrístico sobre la Eucaristía… ¿Es esa la realidad? Muy por el contrario: citar cuatro renglones de dos Padres, uno de los cuales ni siquiera sabemos quién es, y presentarlo como lo que “algunos padres nos pueden decir”, sabiendo que lo que “nos pueden decir” sobre la Eucaristía llena dos gruesos volúmenes,42 es una estafa, lisa y llanamente. Y no sorprende ya que las dos únicas citas elegidas pretendan ir contra la doctrina católica… ¿Honestidad intelectual? Lo que “algunos padres nos pueden decir sobre nuestro tema” lo podrá encontrar el lector en publicaciones católicas, de la cual nuestro artículo es un mero resumen, y de ninguna manera en los autores “evangélicos” que hemos nombrado. Allí la verdad en relación a lo que toda la Iglesia creyó por dos milenios, lamentablemente, brilla por su ausencia.
Ceveriano de Gábala
Contemporáneo del Crisóstomo. Obispo de Gabala de Siria. Escribió varios comentarios a las Escrituras. Su actividad más conocida es en Constantinopla, donde tomó parte contra Crisóstomo en las refriegas ocasionadas por el gobierno imperial. Murió en los primero años del siglo V.
En uno de sus numerosos sermones explica al pueblo:
“Vino Cristo, instituyó una mesa [en la última cena], se propuso a Sí mismo como alimento y dijo: Tomad, comed; y al punto acabó la guerra y dio el triunfo a la paz. [...] Cristo se propone a sí mismo como comida” (In Ascensionem 11)
Cromacio de Aquileya
Obispo de Aquileya (hoy Italia). Muere entorno al 407. Se conserva correspondencia que mantuvo con Ambrosio de Milán y Jerónimo, quien le dedicó varias traducciones y comentarios que hizo a instancias de Cromacio. Se conservan también dieciocho tratados sobre textos del evangelio de Mateo.
Su realismo eucarístico aparece en estas palabras:
“El que nuestro Señor y Salvador fuera puesto en el pesebre, significaba que sería alimento de los creyentes. Porque el pesebre es a donde van los animales a comer. Pues como nosotros somos también animales racionales, tenemos un pesebre celestial a donde vamos. Nuestro pesebre es el altar de Cristo, al que vamos todos los días para comer del cuerpo de Cristo, el alimento de salvación” (Sermo 32,3)
“Comemos, pues, la Pascua con Cristo, porque Él mismo se da en alimento a los que salva. Porque Él es quien hizo la Pascua y Él es quien hizo el misterio [la Eucaristía]; el cual cumplió la festividad de esta Pascua, precisamente para restaurarnos con el manjar de su Pasión y reanimarnos con la bebida de salvación.” (Sermo 17A,2)
Gaudencio
Obispo de Brescia, Italia. Muere entorno al 410. Muy amigo de Juan Crisóstomo y de Ambrosio de Milán. Se conservan varios sermones pascuales.
En la noche de Pascua, comentando el Éxodo del pueblo de Dios dice:
“En la verdad, en que estamos, uno ha muerto por todos y es el mismo que en cada una de las iglesias, en el misterio del pan y del vino, inmolado restaura, creído vivifica, consagrado santifica a los consagrantes. Ésta es la carne del cordero, ésta es la sangre. Porque el Pan que bajó del cielo, dijo: El pan que Yo daré, es mi carne, para la vida del mundo. Y también se expresa rectamente su sangre en la forma de vino, puesto que, al decir Él en el evangelio: Yo soy la verdadera vid, está declarando que es su sangre todo vino que se ofrece en figura de su Pasión.” (Tractatus 2)
Teófilo de Alejandría
Patriarca de la Iglesia de Alejandría entre 385 y 412. Combatió duramente contra el paganismo. Se conservan algunas cartas, entre otros escritos menores.
Teófilo fue en un primer momento amigos de varios monjes origenistas, pero luego se convirtió en un acérrimo impugnador de las teorías no-católicas de Orígenes. Entre ellas señala la afirmación de que Cristo murió no sólo por los hombres, sino también por los demonios. Es curiosa su refutación, que refleja bien la fe en la Eucaristía:
“Quien sostiene algo, tiene que admitir también las consecuencias, y si afirma que Cristo fue crucificado a favor de los demonios, que mantenga que hay que decirles también a ellos: Tomad y comed, esto es mi cuerpo; y tomad y bebed, esto es mi sangre. Pues si fue crucificado por los demonios, como asegura ese afirmador de novedades, ¿por qué privilegio o por qué motivo se les va a dar solamente a los hombres la comunión en el cuerpo y la sangre de Cristo, y no a los demonios, si por ellos derramó su sangre en la Pasión?” (Epistula festalis 16,11)
Teodoro de Mopsuestia
Obispo de Mopsuestia, en Cilicia. Nace en el 350, muere en el 428. Con grandes talentos llegó prontamente a ser un hombre muy versado en las Escrituras y en la teología. Fue ordenado sacerdote. Escribió abundantemente contra todas las herejías de su tiempo. Fue ordenado obispo de Mopsuestia, en el Asia Menor. Participó del Concilio de Constantinopla. Se conservan numerosos escritos exegéticos, sermones y otros.
Este destacado predicador enseñaba:
“Pero es notable que al dar el pan no dijera Él: Esto es la figura (gr. tipos) de mi cuerpo, sino Este es mi cuerpo; y de la misma manera el cáliz, no: Esta es la figura (gr. tipos) de mi sangre sino: Esto es mi sangre. Porque quiso que no mirásemos a la naturaleza del pan y del vino, que han recibido la gracia y la venida del Espíritu Santo, sino que los tomáramos como lo que son, el cuerpo y la sangre del Señor” (Homilías catequéticas 15,10)
“La oblación se ha ofrecido para que lo que se ha presentado, llegue a ser, por la venida del Espíritu Santo, el cuerpo y la sangre de Cristo. [...] Aunque Él venga a nosotros dividiéndose a sí mismo [en la distribución del pan eucarístico], Él está entero en cada parte y cerca de todos nosotros; se entrega a cada uno de nosotros, para que lo tomemos y lo abracemos con todas nuestras fuerzas y mostremos nuestro amor hacia Él a gusto de cada uno de nosotros. Así verdaderamente el cuerpo y la sangre del Señor nos nutren y nos hacen esperar ser transformados en una naturaleza inmortal e incorruptible.” (ibid., 16,25-26)43
Cirilo de Alejandría
Doctor de la Iglesia, combatió eficazmente contra la herejía nestoriana. Muy activo durante el Concilio de Éfeso. Muere en 444. Se conservan numerosos escritos exegéticos y varios.
La idea de la presencia real de la carne del Señor en la Eucaristía recurre frecuentemente en las obras de este importante Padre oriental. Veamos algunos textos:
“El Verbo vivificante de Dios, al unirse a su propia carne, del modo que Él sabe, la hizo vivificante. Pues Él dijo: [...] Yo soy el pan de la vida [...]. Por lo tanto, comiendo la carne de Cristo Salvador de todos nosotros, y bebiendo su sangre preciosa, tenemos vida en nosotros, hechos como una cosa con Él y permaneciendo en Él y teniéndole también a Él en nosotros.” (Explanatio in Lucae evangelium 22,19)
“La verdadera bebida es la sangre preciosa de Cristo, que extirpa de raíz toda corrupción y destruye la muerte que hay en la carne humana, porque no es la sangre de un hombre cualquiera, sino de la misma Vida por naturaleza. Por eso nos lamamos cuerpo y miembros de Cristo, porque recibimos por la bendición [=Eucaristía] el mismo Hijo en nosotros.” (Commentarius in Ioannis evangelium 4,2,56)
“Demostrativamente dijo: Esto es mi cuerpo y esto es mi sangre; para que no pienses que lo que aparece es una figura, sino que, en virtud de algo inefable del Dios omnipotente, las oblaciones [de pan y vino] verdaderamente se transforman en cuerpo y sangre de Cristo, al participar de las cuales, recibimos la fuerza vivificante y santificante de Cristo.” (Commentarius in Matthaeum 26,27)
Proclo de Constantinopla
Patriarca de Constantinopla, muere en 446 o 447. Se conservan algunos sermones y cartas.
Comentando las palabras del Señor en su aparición a Santo Tomás apóstol, exclama:
“¡Felices los que con la fe ven al invisible; felices vosotros, los que en cada fiesta lo veis, y lo lleváis a los ojos y lo besáis con los labios, y lo coméis con los dientes, sin consumirlo! ¡Oh misterios extraños, oh tremendos misterios! El que está sentado a la diestra del Padre se encuentra en las manos de los fieles y al que cantan los ángeles lo sostienen manos impuras, y lleva el que es llevado por los que son indignos de llevarlo. No quema nuestras manos pecadores, no quema nuestro dedos condenados, no destruye el barro [...] el Creador, sino que Él mismo exhorta diciendo: Tomad, comed; tomad, bebed; traed vuestras manos e introducidlas en mis costados y consumid mis miembros; porque cualquiera que sea el miembro que toméis, en él estoy entero. Yo, a quien tocó Tomás.” (Homilía 33, In novam dominicam et in infidelitatem Thomae 14, 52-55)
Teodoreto de Ciro
Obispo de Ciro, Asia Meridional. Nace en 393, muere en 457. Docto conocedor de teología y exégesis bíblica. Gran misionero de su diócesis e incansable luchador contra el paganismo. Miembro activo en la disputa contra Nestorio.
Personaje muy activo en las controversias cristológicas, explica hablando de la Eucaristía:
“Gozando de los sagrados misterios, ¿no nos unimos en comunión al Señor mismo, del que afirmamos que son el cuerpo y la sangre, ya que todos participamos del mismo pan?” (Interpretatio I epistolae ad Corinthios 10,16-17)
“El Señor mismo no prometió dar para la vida del mundo una naturaleza invisible, sino su cuerpo [...]. Y en la institución de los divinos misterios, tomando el símbolo, dijo: Esto es mi cuerpo” (Epistula 131) 44
El símbolo místico “no se llama sólo cuerpo, sino también pan de vida. Así lo llamó también el Señor, enseñando que no es un cuerpo ordinario de un hombre, sino de nuestro Señor Jesucristo, que es Dios y hombre, eterno y reciente.” (Eranistes 2)
Nilo de Ancyra
Muere alrededor del 430.
Expresa su entendimiento eucarístico de este modo:
“No nos acerquemos al pan místico como a simple pan, puesto que es la carne de Dios, carne preciosa, adorable y vivificante, porque vivifica a los hombre muertos en los pecados; mientras que la carne ordinaria no podría vivificar el alma. Y esto es lo que Cristo, el Señor, dijo en el Evangelio: que la carne, es decir, la ordinaria y simple, no aprovecha nada” (Epistulae 3,39)
Jerónimo
No es necesario presentar la figura de este testigo de la fe antigua, uno de los eslabones más importantes en la transmisión del texto bíblico y en la traducción de las Escrituras. Nace en Dalmacia en 340, muere en Belén en 420.
Testifica Jerónimo la fe de Oriente y de Occidente, al ser un cristiano que vivió de algún modo en ambos mundos.
“Después de terminada la Pascua típica y de haber comido con los Apóstoles la carne del cordero, tomó pan, que conforta el corazón del hombre, y pasa al verdadero sacramento de la pascua, para que, como había hecho Melquisedec, sacerdote del sumo Dios, ofreciendo pan y vino en prefiguración suya, Él también lo presentase en la verdad de su cuerpo y de su sangre.” (Commentariorum in Matthaeum 4,26, 26-27)
“Tengamos hambre de Cristo y Él nos da el pan celestial. El pan nuestro de cada día dánosle hoy [...]. Piensa alguno que el pan celestial se refiere a los misterios [eucarísticos]; y lo aceptamos porque es verdaderamente la carne de Cristo y verdaderamente la sangre de Cristo” (Tractatus in librum psalmorum 145,7)
“Ni nos dio Moisés el verdadero pan, sino el Señor Jesús: Él mismo es convidado y convite, Él mismo es el que come y el que es comido; la sangre de Él bebemos y sin Él no podemos beber” (Epistula 120)
" Esta tradición [de la transubstanciación] se introdujo en la Iglesia alrededor de los 380 d. C. [y] se volvió dogma de fe en 1215 " Marco de Vivo, evangélico |
" Porque estas cosas no las recibimos como si fueran pan ordinario y bebida ordinaria, sino que […] nos han enseñado que el manjar convertido en eucaristía […] es la carne y la sangre de aquel Jesús que se encarnó por nosotros " San Justino, mártir, siglo II |
" recibiendo la palabra de Dios [en la consagración, los dones de pan y vino] se convierten (gr. ginetai) en Eucaristía, que es cuerpo y sangre de Cristo " San Ireneo, obispo, siglo II |
Los textos citados no dejan lugar a dudas sobre su fe en la verdad y realidad del cuerpo y sangre de Cristo en la Eucaristía. Tiene Jerónimo también un texto que me parece particularmente útil y educativo por lo siguiente: los adversarios modernos de la doctrina de la presencia real insisten en que “comer la carne y beber la sangre del Señor” se refiere a “creer en él”. A esto hay que anotar que la imagen de “comer el cuerpo y beber la sangre” de alguien nunca en las Escrituras es imagen de creer en esa persona. Tampoco sé de ninguna literatura extra bíblica donde aparezca la imagen con esa interpretación. En otras palabras, la imagen usada por Jesús no lleva a pensar en primer lugar en “comerlo por la fe”. Una vez claro este hecho, en la historia de la Iglesia muchas veces los predicadores -hasta el día de la fecha- han extendido la imagen dándole un sentido más amplio y simbólico, sin que por eso se quiera negar el sentido primigenio y realista de la intención de Jesús. El siguiente texto de Jerónimo es un buen ejemplo:
“Leemos las santas Escrituras: pienso que el cuerpo de Jesús es el Evangelio, las santas Escrituras pienso que son sus enseñanza. Y cuando dice: El que no come mi carne y bebe mi sangre, aunque también se puede entender del misterio [eucarístico], sin embargo la palabra de las Escrituras, la enseñanza del Señor, es verdaderamente cuerpo de Cristo y sangre suya. Cuando vemos el misterio [de la Eucaristía] (el que ya es cristiano, lo entiende), si se cae una migajilla, nos angustiamos; cuando oímos la palabra de Dios, y la palabra de Dios y el cuerpo de Cristo y su sangre entra por nuestro oídos y estamos pensando en otra cosa, ¿en qué peligro nos ponemos?” (Tractatus in librum psalmorum 147,14)
Nótese que Jerónimo presupone el respeto por el cuerpo del Señor en la Eucaristía, y lo toma como punto de partida para agregar que también el Evangelio es “Cuerpo de Jesús”, por lo cual debemos brindarle el mismo respeto que le brindamos a su Cuerpo eucarístico (“si se cae una migajilla nos angustiamos”). Personalmente he usado esta idea, con las mismas o semejantes palabras, en el ministerio de la predicación, y no por eso he querido anular el sentido eucarístico de las palabras: “el cuerpo y la sangre de Cristo”, en cuanto comida o pan de vida, bien pueden tomarse en sentido amplio como “la enseñanza de Jesús” y, consecuentemente, el “comer su cuerpo y beber su sangre” pueden referirse a creer en él. Pero por lo que Jesús predijo y realizó, por lo que Pablo nos transmitió y por lo que la Iglesia entendió, aquí hay un misterio más profundo que una simple imagen de la fe en Jesús: se trata de una verdadera comida y una verdadera bebida, consistentes en el cuerpo y la sangre del Señor, como el mismo Jerónimo lo presupone en el texto citado.45
Agustín de Hipona
Como en el caso anterior, basta recordar que se trata de uno de los Padres de la Iglesia más importantes y más aceptados en el mundo cristiano. Nace en 354, muere en 430.
La doctrina eucarística de San Agustín dio pie muy pronto a interpretaciones diversas, que se continúan hasta nuestros días.46 No voy a tratar toda la compleja temática, pero sí agrupar algunos textos entorno a algunas síntesis que se consideran seguras.
a) Agustín admite que el pan y el vino eucarísticos son verdaderamente el cuerpo y sangre de Cristo. Comentando el salmo 98, 5, pregunta cómo se puede adorar el escabel de sus pies, cuando, según la Escritura (Is 66,1), el escabel de sus pies es la tierra y, en otra parte, la Escritura (Dt 6,13) prohíbe adorar nada que no sea Dios. Y responde:
“Me vuelvo a Cristo, porque es Él a quien busco aquí, y encuentro que, sin caer en impiedad, se adora la tierra, y sin impiedad se adora el escabel de sus pies. Porque Él tomó tierra de la tierra, puesto que la carne viene de la tierra y tomó carne de la carne de María. Y porque en la misma carne caminó aquí y la misma carne nos dio a comer para la salvación, y nadie come esa carne sin adorarla primero, hemos hallado cómo se adora ese escabel de los pies del Señor, y no sólo no pecamos adorándolo, sino que no adorándolo pecamos.” (Enarratio in Psalmum 98, 9)
Un día de Pascua predicaba:
“Lo que veis es el pan y el cáliz, que es lo que también os están diciendo vuestros ojos; pero en lo que vuestra fe pide ser instruida, el pan es el cuerpo de Cristo, el cáliz la sangre de Cristo.” (Sermo 217)
Y en otra ocasión les decía a sus fieles reunidos para la Eucaristía:
“Luego sigue lo que se hace en las preces santas, que vais a oír, para que viniendo la palabra se haga el cuerpo y la sangre de Cristo. Porque suprime la palabra [de la consagración], es pan y vino; añade la palabra y ya es otra cosa. Y esa otra cosa ¿qué es? El cuerpo de Cristo y la sangre de Cristo.” (Sermo Denis 6,3)
Otros textos varios:
“Era llevado Cristo en sus manos, cuando entregando su mismo cuerpo dijo: Esto es mi cuerpo. Pues llevaba ese cuerpo en sus manos.” (Enarratio in Psalmum 33 -1°-, 10)47
“Por estas cosas quiso Cristo el Señor entregar su cuerpo y sangre, la que derramó por nosotros para perdón de los pecados.” (Sermo 227)
“¿No fue inmolado Cristo una sola vez en sí mismo y sin embargo en el sacramento se inmola por los pueblos no sólo en todas las solemnidades de la Pascua, sino cada día, ni en realidad miente el que, si le preguntan, responde que se inmola?” (Epistula 98,9)48
“Reconoced en el pan [eucarístico] lo que pendió de la cruz; en el cáliz lo que manó del costado.” (Sermo Denis 3,2)
“Grande es la mesa, en la que los manjares son el mismo Señor de la mesa; y nadie a los convidados les da a comer de sí mismo; esto lo hace Cristo el Señor; Él es quien convida, Él es el manjar y la bebida.” (Sermo 329, 1)49
“No quiso ser conocido sino ahí [en la fracción del pan, camino a Emaús]; por nosotros, que no lo íbamos a ver en la carne, y sin embargo íbamos a comer su carne [...]. La ausencia del Señor no es ausencia: ten fe, y está contigo aquel a quien no ves” (Sermo 235, 2,3)
“Coméis aquella carne, de la que dice la misma Vida: el pan que yo os daré, es mi carne” (Sermo Denis 3,3)
“Cuando pase esta vida [...], no tendremos que recibir el sacramento del altar, porque allí estaremos con Cristo, cuyo cuerpo recibimosSermo 59,3,6) [aquí].” (
“Cristo se da a sí mismo en el pan [sacramental], se reserva a sí mismo en el premio [celestial].” (Sermo Guelferbytanus 9,4)
Estos textos, que no son exhaustivos, no nos permiten dudar de la doctrina agustiniana de la Eucaristía como presencia real de Cristo.
b) Sin embargo San Agustín en el mismo contexto de esas frases afirma frecuentemente que el cuerpo de Cristo en la Eucaristía son los fielesque reciben el sacramento. Algunos ejemplos:
“Por esto, porque también padeció por nosotros, nos entregó en este sacramento su cuerpo y sangre, que hizo también fuerais vosotros mismos. Porque también nosotros hemos sido hechos cuerpo suyo y por su misericordia somos lo que recibimos.” (Sermo Denis 6,1)
“Si, pues, vosotros sois cuerpo de Cristo y miembros suyos, vuestro misterio está colocado sobre la mesa del Señor [el altar eucarístico]; habéis recibido [en la comunión eucarística] vuestro misterio.” (Sermo 272)
“Tomad y comed el cuerpo de Cristo, vosotros hechos ya también miembros de Cristo; tomad y bebed la sangre de Cristo. No vayáis a disolveros, comed vuestro vínculo.” (Sermo Denis 3,3)
“Si lo habéis recibido bien, sois vosotros lo que recibisteis.” (Sermo 227)
" Para los evangélicos [el pan eucarístico] REPRESENTA el cuerpo de Cristo. Para los católicos ES el cuerpo de Cristo " Luis Romano, evangélico |
" No disputo ahora si el “es” equivale al “representa”; me basta que Cristo diga: Esto es mi cuerpo. Contra esto no puede ni el demonio. Lo que yo quiero es no doblegar las palabras a mi arbitrio, sino al arbitrio y mandato del Señor " Martín Lutero |
Es clara en estos textos la intención del predicador: recordar a los fieles que se acercan al cuerpo y sangre del Señor en la Eucaristía que ellos también son el cuerpo de Cristo, y que por tanto la perfección de sus vidas cristianas y el amor fraterno deben ser la preparación y el fruto de la comunión eucarística, sin lo cual la recepción meramente carnal del Señor les sería de poco provecho. Una vez más, la interpretación realista de la presencia eucarística no sólo no excluye, sino que provoca otras interpretaciones perfectamente en sintonía con la doctrina de la presencia del cuerpo y sangre del Señor en las ofrendas consagradas y ofrecidas a los creyentes. Es la idea que la Iglesia siempre ha transmitido del sacramento eucarístico como sacramento de unidad; este es también el motivo por el cual quienes no están en comunión con la Iglesia no pueden acercase a la Eucaristía que ella celebra. Recuérdese la práctica de la Iglesia antigua de ni siquiera permitir la participación en la entera celebración eucarística a los que no habían sido bautizados.
c) San Agustín prosigue y contrapone una participación del cuerpo de Cristo que se hace in sacramento, a otra que se hace in veritate. Por ejemplo:
“Para que no comamos la carne de Cristo y la sangre de Cristo sólo en sacramento, como también muchos malos, sino que comamos y bebamos hasta llegar a la participación de su espíritu, de modo que permanezcamos como miembros en el cuerpo del Señor.” (In Ioannis evangelium tractatus 27,11)
“Esto, es decir, el cuerpo y sangre de Cristo será vida para cada uno, cuando lo que se toma visiblemente en sacramento, se coma espiritualmente, se beba espiritualmente en la verdad misma.” (Sermo 131)
La idea es clara y poderosa: la mera recepción del sacramento (que es “el cuerpo y sangre de Cristo”) no ayudará a quien no lo reciba con fe y con las debidas disposiciones. Aún más claramente lo expresa en otra ocasión:
“Comer aquella carne y beber aquella bebida es esto: permanecer en Cristo y tenerlo a Él permaneciendo en sí. Y, por esto, quien no permanece en Cristo y en quien Cristo no permanece, sin duda ninguna ni come su carne ni bebe su sangre, sino más bien come para su condenación el sacramento de algo tan grande.” (In Ioannis evangelium tractatus 26,18) 50
La contraposición que hay en estos textos no se refiere al contenido del sacramento, expresado claramente en tantos pasajes, sino más bien a la recepción fructuosa del mismo. Es más, la insistencia en la coherencia de vida la funda Agustín en el hecho que el creyente que recibe la Eucaristía recibe nada menos que “el cuerpo y sangre de Cristo” y no una simple “figura” de ellos.
d) Hay finalmente otros textos, en los que Agustín comenta Juan 6 y se expresa de esta manera:
“Entended espiritualmente lo que he dicho: no comeréis este cuerpo que estáis viendo, ni beberéis la sangre que van a derramar los que me crucificarán. Os he confiado un sacramento; entendiéndolo espiritualmente, os vivificará. Aunque es preciso que se celebre visiblemente, sin embargo hay que entenderlo espiritualmente.” (Enarratio in Psalmum 98,9)
Estas palabras no comprometen todo los demás textos citados, a menos que veamos en Agustín un predicador esquizofrénico. Unas frases antes de la aquí citada había dicho, comentando el escándalo de los oyentes de Jesús:
“Lo tomaron neciamente, lo entendieron carnalmente y pensaron que el Señor iba a cortar algunas partecitas de su cuerpo y se las iba a dar a ellos.” (ibid.)
Está claro que no era ese el sentido de las palabras de Jesús, como neciamente quieren atribuir a la Iglesia algunos sostenedores de la interpretación simbólica, antiguos y contemporáneos. En este sentido Agustín precisa que la comida y bebida del cuerpo del Señor no será un acto de canibalismo sino que se realizará espiritualmente, o, como lo ha dicho ya repetidas veces, “in sacramento”. Es precisamente esta manera “sacramental” la que distingue la Eucaristía de todo otro tipo de manducación del cuerpo del Señor, manera que no tiene paralelo en ninguna otra manifestación humana, motivo por el cual se hace difícil entenderla. Decir que la comida será “espiritual”, por otro lado, no significa que no será real, sino que no será un acto de antropofagia. “Espiritual” se opone a “carnal” y no a “real”; y se refiere no al cuerpo de Cristo sino al modo sacramental de su presencia. Por eso afirma comentando la escena del discurso de Jesús en Juan VI: “cómo se va a comer y cuál sea la manera de comer este pan, no lo sabéis” (In Ioannis evangelium tractatus 26,15). Se lo sabrá -podemos agregar- en la Última Cena, aunque permanezca el misterio.51
Pedro Crisólogo
Brillante y prolífico predicador de la Palabra de Dios. Nace en Imola en el 406, muere allí en el 450. Obispo de Ravena (Italia) entre el 425 y el 429. Defensor notable de la primacía del Obispo de Roma en toda la Iglesia. Se conservan unos 170 sermones y escritos sobre temas bíblicos, litúrgicos, hagiográficos y teológicos.
Sirvan estos textos, donde a la presencia real se suma el aspecto sacrificial de la Eucaristía; comentando la parábola del hijo pródigo afirma:
“Por mandato del padre [de la parábola] se mata el becerro; porque a Cristo Dios, Hijo de Dios, era imposible matarlo sin la voluntad del Padre [...]. Éste es el becerro, que a diario y perpetuamente se inmola para nuestro banquete.” (Sermo 5,6)
Y durante otro sermón:
“Él es el pan, que sembrado en la Virgen, fermentado en la carne, hecho en la pasión, cocido en el horno del sepulcro, preparado en las iglesias, llevado a los altares, suministra diariamente el manjar celestial a los fieles.” (Sermo 67,7; Sermo 5,6)
León Magno
También reconocido Padre de la Iglesia, Papa del 440 al 461, testigo de la fe de la iglesia “romana” del V siglo. Se han conservado numerosos sermones y escritos. A él debemos, en gran parte, la conservación de la doctrina de la realidad de la naturaleza humana de Cristo.
En el contexto doctrinal de la defensa de la realidad humana de Cristo contra Eutiques, el obispo de Roma afirma:
“En qué tinieblas de ignorancia, en qué letargo de desidia han yacido hasta ahora, que ni han oído ni han leído lo que está en boca de todos en la Iglesia de Dios con tal unanimidad que ni las lenguas de los niños callan la verdad del cuerpo y sangre de Cristo en el sacramento de la comunión; porque en esa mística distribución del alimento espiritual eso es lo que se da, eso lo que se recibe, para que recibiendo la fuerza del manjar celestial nos transformemos en la carne de Aquel que se hizo nuestra carne.” (Epistula 59 Ad constantinopolitanos 2)
“Habiendo dicho el Señor: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros, tenéis que participar de la sagrada mesa de tal manera que absolutamente no dudéis de la verdad del cuerpo y sangre de Cristo. Porque se toma con la boca lo que se cree con el corazón.” (Tractatus 91,3)
Autor anónimo siglo V
En lo que parece ser una homilía sobre la Eucaristía, este autor de la Iglesia en lo que hoy es Francia exhorta a sus oyentes:
“Ves, sin duda, pan y vino, pero se te manda creer que son el cuerpo y la sangre del Señor; y si no lo creyeras, no te salvarías. Porque el que manda creerlo, es el mismo Salvador nuestro, quien antes de la Pasión, cenando con los discípulos, tomó el pan etc. Luego esto que ves, atendiendo a lo que creemos, es el cuerpo. Es el cuerpo que a todos no une en un cuerpo por la comunión.” (Homilia de corpore et sanguine Domini PLS 4, 1952)
“Digno de reverencia fue aquel lugar [el Sinaí], en el que apareció la majestad e Dios, pero tampoco es menos digno de reverencia éste, en el que se ofrece Cristo. Allí descendió en la nube Dios, aquí desciende en el misterio Cristo. Allí había que oír a la divinidad, aquí hasta hay que tocarla. Allí se iba al coloquio de Dios con temblor, aquí con temblor hay que acercarse al cuerpo del Señor.” (ibid.)
Juan Mandakuni
Obispo y confesor de la fe en la Iglesia en Armenia, siglo V.
Con toda claridad propone la fe de la Iglesia:
“En el sacrificio comes el cuerpo del hijo de Dios.” (Carta sobre la penitencia 13, BKV 58,67)
“Habéis tenido en nada la santidad del cuerpo y la sangre de Cristo, que habéis recibido en el tremendo y augusto altar.” (Sermón sobre el carácter de los iracundos 9, BKV 58, 155)
“¿Porqué tratas irrespetuosamente al tremendo sublime sacramento? ¿No sabes que, en el momento en que el santo sacramento viene al altar, se abre arriba el cielo y desciende y llega Cristo, que los coros angélicos vuelan del cielo a la tierra y rodean el altar donde está el santo sacramento del Señor y a todos los llena el Espíritu Santo?” (Sermón sobre la devoción y respeto al recibir el santo sacramento 5, BKV 58, 226)
Marutas de Maipherkat
Testigo de la fe de la Iglesia en Siria, siglo V.
“Siempre que nos llegamos al cuerpo y sangre de Cristo y los ponemos en nuestras manos, creemos que así tocamos el cuerpo y que somos de su carne y de sus huesos, como está escrito; porque Cristo no los llamó tipo y figura, sino: verdaderamente esto es mi cuerpo y ésta es mi sangre.” (Fragmento, en J.S. Assemani, Bibliotheca Orientalis, 1, 179-180)
Balai
Poeta sirio de la primera mitad del siglo V.
Así expresa su fe en la Eucaristía:
“El altar está preparado, realmente cubierto. Delante de él está el sacerdote y enciende el fuego. Toma pan, da el cuerpo; toma vino, distribuye sangre.” (Poema en la dedicación de la iglesia de Qennesrin, BKV 6,65)
Rabbula de Edesa
Nace en la segunda mitad del siglo IV de padre pagano y madre cristiana. Se convierte al cristianismo en un viaje a Palestina y se hace bautizar en el Jordán entorno al 400. Vivió como monje en Siria, fue elegido obispo de Edesa. Participó ampliamente en el Concilio de Efeso. Muere entorno al 435.
“Si alguno quiere comparar el pan de la proposición comido por David cuando estaba hambriento, con el cuerpo vivificante del Dios Verbo, a ese tal lo miraremos como a un hombre sin juicio, porque no distingue del pan de la proposición el cuerpo y la sangre del Señor.” (Carta a Guemelino)
“Cualquier partícula del santo cuerpo que cae al suelo, búsquesela con cuidado. Si se encuentra, ráspese el sitio conde cayó; si es tierra, mézclese ésta con agua y dése a los fieles la masa. Si no se encuentra, ráspese igualmente el sitio, como hemos dicho. Del mismo modo también si se derrama algo de la sangre; si es de piedra el sitio donde cayó, pónganse sobre él carbones encendidos.” (Cánones, PG 77,1475)
Isaac de Antioquia
Prolífico escritor y poeta del siglo V.
Escribe en un bellísimo poema sobre la fe y la eucaristía:
“La fe me invitó a restaurarme con sus provisiones. Me hizo tomar asiento a su mesa [...]. Vi su jarra mezclada que estaba llena de sangre en vez de vino; y en vez del pan estaba puesto sobre la mesa el cuerpo inmolado. Vi la sangre y me espanté, vi el cuerpo sacrificado y el temblor me sobrecogió [...]. Me mostró el cuerpo que había sido matado, puso de él en mis labios y me dijo cariñosamente: ¡Mira lo que comes! En seguida me alargó la pluma del Espíritu y me exigió que la tomase en la mano; la cogí, escribí, confesé: Éste es el cuerpo de Dios. Igualmente tomé también el cáliz, y lo bebí en su banquete; entonces percibí del cáliz el aroma de aquel cuerpo el que había comido: Y lo que del cuerpo había dicho, que era el cuerpo de Dios, lo mismo testifiqué ahora del cáliz, a saber: Ésta es la sangre de nuestro Salvador.” (Poema sobre la fe, BKV 6, 139-140)
Jacobo de Sarug
Poeta sirio, muere en 521.
Cantando en honor de la Eucaristía decía:
“El Esposo baja para ver a su Esposa [la Iglesia], desposada con Él; quédate ahora en la cámara nupcial, para que Él te vea. No salgas de la habitación del real Esposo, que baja para verte y trae las riquezas de la casa de su Padre. El sacerdote que enviaste, lo ha llamado [en la consagración]; espérale, pues si viene y no te ve, se disgustará. Con el sacerdote, toda la multitud suplica al Padre que envíe a su Hijo, para que baje y repose en la ofrenda [de pan y vino]. Y el Espíritu Santo hace habitar su fuerza en el pan y en el vino y los santifica y hace de ellos el cuerpo y la sangre.” (Homilía métrica 95, Sobre la recepción de los santos misterios, ST 233,412)
“En un banquete nupcial puso su cuerpo y su sangre ante los convidados, para que lo coman y vivan sin fin con Él. En la sala del festín, nuestro Señor es comida y bebida. ¡Bendito el que nos dio su cuerpo y su sangre para gustarlos!” (ibid., ST 233,418)
“Partió el pan y lo hizo su cuerpo y lo dio a sus Apóstoles; y el gusto del pan que contiene la vida, estaba en sus bocas. En el momento que Él lo tomó (en las manos) y lo llamó cuerpo, ya no era pan, sino su cuerpo y a Él comieron maravillados.” (Homilía métrica 53, Sobre la crucifixión, ST 233,397)
Procopio de Gaza
Poeta sirio, muerto en 521.
En sus comentarios bíblicos recoge las exposiciones anteriores de los Santos Padres. En su comentario a la primera Pascua (Ex 12) ve constantemente la Pascua de Cristo. En ese contexto escribe:
“Él quiere darnos su cuerpo como alimento. Por eso sufre que se derrame su sangre, con cuya aspersión huye el perseguidor y enemigo. Porque después de ungidos o empapados con sus sangre, es decir, después de haber creído en Cristo, es cuando nos acercamos a comer su carne.” (Comentarii in Exodum 12,8)52
Leoncio de Jerusalén
Escribe a mediados del siglo VI.
De él son estas palabras:
“Cristo glorificado el que para nosotros es Dios adorado y por vosotros [nestorianos] es tenido simplemente por un hombre [...], he aquí que presenta [en la Eucaristía] verdaderamente su propia carne y cuerpo, la que fue atravesada por los clavos y la lanza, puesto que eran sus miembros, de los que dice: Horadaron mis manos y mis pies. También mostró que la mística comunión del pan de la Eucaristía era la donación de su propia carne, diciendo: El que come mi carne y bebe mi sangre; y en otro lugar: Esto es mi cuerpo.” (Adversus nestorianos 7)
Romano el Melode
Diácono, el más importante himnógrafo de la iglesia bizantina. Nace en Siria y vive la mayor parte de su vida en Constantinopla. Muere en 560.
“Cuando Cristo, como poderoso, cambió manifiestamente el agua en vino, toda la turba se alegró encontrando admirable su gusto. Hoy todos nos alimentamos en el banquete de la Iglesia; porque el vino se ha cambiado en sangre de Cristo y lo bebemos con gozo santo, glorificando al gran Esposo.” (Kontákion 18, In nuptias Cana 20)
“Todos los ángeles que están en los cielos, se admiran de lo que pasa en la tierra: que hombres terrenos, habitantes abajo, se elevan en espíritu y llegan a lo alto, hechos partícipes de Cristo crucificado. Porque todos juntos comen su cuerpo; adorando fervientes el pan de vida, esperan de él la salvación inmortal. Que si sensiblemente se ve pan, espiritualmente los santifica como pan celeste que es de inmortalidad. , el mismo Señor fue el primero en enseñárnoslo a todos; pues cuando iba voluntariamente a la Pasión, partió Cristo el pan de la salvación y dijo a sus Apóstoles, como está escrito: Venid ahora, comed esto y comiéndolo recibiréis la vida eterna; porque este manjar es mi carne, pues Yo, a quien estáis viendo, soy pan celeste de inmortalidad.” (Kontákio 24, De panum multiplicatione 1-2) Que el pan que tomamos es la carne del Emmanuel
Eutiquio de Constantinopla
Patriarca de Constantinopla. Nace en Frigia en el 512, muere en el 582.
Predicaba el misterio eucarístico de este modo:
“Místicamente se inmoló a sí mismo cuando, después de la cena, tomando el pan con sus propias manos, habiendo dado gracias, lo mostró y lo partió, mezclándose a sí mismo en el antítipo. Igualmente mezclando el cáliz lleno del fruto de la vid y dando gracias y mostrándolo al Dios y Padre suyo, dijo: Tomad, comed; y: tomad, bebed; esto es mi cuerpo y esto es mi sangre. Todos, pues, toman el santo cuerpo entero y la sangre preciosa del Señor, aunque sólo tomen una parte de ellos.” (Sermo de Paschate et de sacrosancta Eucharistia, 2)
Fulgencio de Ruspe
Nace en Telepte, África, en el 467. Monje, presbítero y luego obispo de Ruspe. Insigne defensor de la doctrina católica contra el Arrianismo, por lo cual sufrió el destierro.
“Esta edificación espiritual del cuerpo de Cristo, que se hace con la caridad [...], esta edificación espiritual, digo, nunca se pide más oportunamente que cuando el mismo cuerpo de Cristo (que es la Iglesia) ofrece en el sacramento del pan y del cáliz al cuerpo mismo de Cristo y su sangre.” (Ad Monimum 2,11,1)
Verecundio de Junca
Obispo de Junca en África a mediados del siglo VI.
“Sangre de uva (Dt 32,14) es la sangre de los mártires, o, ciertamente, la sangre de la misma Pasión del Señor, con la que nos saciamos, a diario, de los sagrados altares, (sangre) que embriaga la mente para que dejemos lo terreno y usemos lo celestial.” (Commentarii super carmina ecclesiastica 2,14)
“Nos alimenta el Señor con manjares no sólo corporales, sino también espirituales [...]: sin duda, con la palabra de las Escrituras, con la ciencia para entenderlas, con los víveres del cuerpo de Cristo y la bebida de la sangre de aquel que diariamente se inmola en los altares santos.” (ibid., 18)
Remigio de Reims
Apóstol de los francos, obispo de Reims en la primera mitad del siglo VI.
En un cáliz consagrado por él mandó esculpir la siguiente expresión:
“Que saque de aquí el pueblo la vida, de la sagrada sangre en él introducida, que Cristo eterno derramó de su costado.” (Versus de calice, PL 125,1135)
Cesáreo de Arlés
Nace entorno al 470, se hizo monje en Lérins y llegó a ser abad y obispo en Arlés. Gran pastor sobretodo entre los más pobres, y prolífico teólogo.
Exhorta repetidas veces en sus escritos a consumir la Eucaristía para crecer en la fe, y viceversa. Por ejemplo:
“Ruego y amonesto que trabajemos cuanto podemos con el auxilio de Dios, para que en aquel día [de Navidad] podamos acercarnos al altar del Señor, con pura y sincera conciencia, con limpio corazón y cuerpo casto, y para que merezcamos recibir su cuerpo y sangre no para condenación, sino para remedio de nuestra alma. Porque en el cuerpo de Cristo consiste nuestra vida, como el mismo Señor lo dijo: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Cambie, pues, la vida el que quiera recibir la vida...” (Sermo 187,1)
" Por supuesto ni se les ocurría [a los primeros cristianos] pensar que estos elementos [pan y vino] se transubstanciasen o cosa parecida " J.P.V., evangélico |
" el manjar convertido en eucaristía […] es la carne y la sangre de aquel Jesús que se encarnó por nosotros " San Justino, mártir, siglo II |
La comparación entre la palabra de Dios y el cuerpo de Cristo, que hemos visto ya en san Ignacio de Antioquia, en Orígenes, en san Jerónimo, en san Agustín y en otros, la encontramos en este texto de san Cesáreo:
“Os pregunto, hermanos y hermanas: decidme, ¿qué os parece que es más, la palabra de Dios o el cuerpo de Cristo? Si queréis responder la verdad, seguramente tenéis que decir que no es menos la palabra de Dios que el cuerpo de Cristo. Y, por eso, el mismo cuidado que ponemos para que, cuando se nos administra el cuerpo de Cristo, no se nos caiga de él al suelo, ese mismo cuidado hemos de poner para que la palabra de Dios que se nos reparte, no se pierda en nuestro corazón, por estar pensando o hablando otras cosas.” (Sermo53 78,2)
Eusebio Galicano
Se conserva una colección de homilías de la época de Cesáreo de Arlés, bajo el nombre de Eusebio Galicano.
De una de sus homilías rescatamos los siguientes textos, que se hacen eco de la fe de toda la Iglesia antigua:
“Porque el sacerdote invisible [Cristo], con su palabra, con su secreto poder, convirtió las creaturas visibles [pan y vino] en la substancia de su cuerpo y de su sangre, hablando así: Tomad y comed, esto es mi cuerpo; y habiendo repetido la santificación: tomad y bebed, ésta es mi sangre.” (Homilia 17, De Pascha 6,2)54
“Cuando se ponen sobre los sagrados altares las creaturas [pan y vino] para ser bendecidas con palabras celestiales, antes de ser consagradas por la invocación del nombre supremo, está allí la substancia del pan y vino, pero, después de las palabras de Cristo, son el cuerpo y la sangre de Cristo.” (ídem, 8)
“Cuando subes al venerable altar para ser saciado con el alimento, mira con fe el sagrado cuerpo y sangre de tu Dios, admíralo con veneración, tócalo con la mente, tómalo con la mano del corazón y bébelo, sobretodo, internamente.” (ídem, 3)
“Y, por eso, porque iba a quitar de nuestros ojos y había de llevar al cielo el cuerpo que había asumido, era necesario que consagrase en este día el sacramento del cuerpo y de la sangre, para que continuamente se venerase en el misterio lo que una vez se ofrecía como precio; para que, como cotidiana e incansable corría la redención para salvación de los hombre, fuera también perpetua la oblación de la redención y viviera en el recuerdo aquella víctima perenne y estuviera siempre presente en la donación.” (ídem, 1)
Venancio Fortunato
Uno de los poetas más importantes de lengua latina. Nace en Treviso entorno al 530. Excelente conocedor de las Escrituras y de los Padres de la Iglesia, como también de los escritores clásicos. Obispo de Poitiers desde el 597. Muere en el 600. Se le atribuyen los himnos Pange Lingua y Vexilla Regis.
“Pues al pedir el pan de cada día [en la oración del Padrenuestro] parece insinuarse que, si es posible, tomemos reverentemente a diario la comunión de su cuerpo; porque, como Él, vida nuestra, es alimento nuestro... etc.” (Expositio orationis dominicae 54-55)
Gregorio Magno
Otro de los grandes Padres de la Iglesia occidental. Nace entorno al 540, llegó a ocupar el cargo de Prefecto o Alcalde de la ciudad de Roma. Enviado por el Papa a Constantinopla como su embajador. Fue elegido papa y ejerció su oficio desde el 590 al 604. Se conservan numerosas predicaciones suyas bíblicas y pastorales.
Comenta Job 31,31 (“¿Acaso no han dicho los hombres de mi tienda: "¿Quién puede hallar a alguno que no se haya saciado con su carne?”) y dice:
“Esta frase también puede entenderse misteriosamente en boca del Redentor. Pues los varones de su tienda desearon saciarse de sus carnes, y sean los judíos perseguidores, ya sean los gentiles creyentes. Porque aquéllos tramaron extinguir su cuerpo como consumiéndolo y éstos desean saciar su espíritu hambriento con sus carnes en el sacrificio diario de inmolación.” (Moralia 22,13,26)
Impresionante también, como el de muchos otros autores ya citados, el testimonio de Gregorio Magno sobre la Eucaristía como recepción diaria del sacrificio de Cristo.
Eulogio de Alejandría
Patriarca de Alejandría del 580 al 607. Notable defensor de la primacía de la Iglesia de Roma. Defensor de la doctrina católica contra el monofisismo y el nestorianismo.
Estas palabras del orador del siglo VI responden a las objeciones que se oyen hasta el día de hoy contra la Misa:
“El venerando sacrificio que ofrecemos del cuerpo del Señor, no es oblación de víctimas diferentes, sino memoria del sacrificio que una sola vez se ofreció. Haced esto, dijo, en conmemoración mía.” (Homiliae in evangelia 14,1)
Isidoro de Sevilla
Hombre de vastísima cultura, jugó un papel protagonista en la sociedad e Iglesia de su tiempo. Presidió el Concilio de Toledo en el 633. Murió en el 636. Escribió obras de carácter gramatical, histórico y enciclopédico, entre las que sobresale su obra Etimologías.
Hablando de Melquisedec dice:
“Ya no ofrecen los creyentes [cristianos] las víctimas judaicas como las que ofreció el sacerdote Aarón, sino como las que inmoló el mismo Melquisedec, rey de Salén, a saber, pan y vino, que es el verdaderísimo sacramento del cuerpo y sangre del Señor.” (De fide catholica contra Iudeos 2,27,2)
“La sabiduría de Dios, Cristo, se hizo una casa, la Iglesia sacrosanta, en la cual sacrificó las hostias de su cuerpo, en la que mezcló el vino de su sangre en el cáliz del sacramento divino [...]. Venid, comed mi pan y bebed el vino que os he mezclado (Prov 9,5), es decir, tomad el manjar del cuerpo santo; y bebed el vino que os he mezclado, es decir, recibid la copa de la sangre sagrada.” (ídem, 3)
Predicando sobre la necesidad de conservar el ayuno eucarístico (abstenerse de comer antes de comulgar) dice:
“En la boca del cristiano entra el cuerpo del Señor antes que los demás alimentos.” (De ecclesiasticis officiis 1,18,3)
Braulio
Obispo de Zaragoza. Ejerció gran influencia entre los gobernantes de la península. Participó activamente en el Concilio de Toledo. Muere en el 651.
En una carta donde responde a preguntas sobre unas supuestas reliquias de la sangre de Cristo escribe:
“Vamos a lo verdadero y seguro, que ninguno auténticamente cristiano y rectamente católico pueda poner en duda o discusión; a saber, que , según las palabras del mismo Señor y las Sagradas Escrituras ordenadas por el Espíritu Santo.” (Carta 42, Estudios Onienses I,2m edición J. Madoz, 183) el pan y el vino ofrecidos por nosotros a Dios en el sacramento es el cuerpo y la sangre verdadera de Cristo
Sofronio de Jerusalén
Nace en Damasco hacia el 550. Fue monje en Jerusalén. Viajó por varias de las más importantes iglesias de su tiempo: Egipto, Constantinopla, Roma. Fue elegido Patriarca de Jerusalén en el 634. Luchó particularmente contra la herejía monotelita. Muere en 638.
“La Luz [Cristo], tomando el pan, lo dio a los iniciados diciendo: Comed mi cuerpo para perdón de los pecados. Y habiendo mezclado el agradable cáliz, se lo dio diciendo estas palabras: Bebed mi sangre que quita los pecados. ¡Oh amor, o caridad, por la que Cristo dio a los hombres su propia carne en alimento!” (Anacreónticas 8,87-94.99-100)
Anastasio Sinaita
Escritor eclesiástico del siglo VII, abad del monasterio del Monte Sinaí.
Escribe un diálogo con un hereje monofisita, donde se lee:
“Ortodoxo: [...] La comunión del sacratísimo cuerpo y sangre de Cristo que ofreces y recibes, ¿es el verdadero cuerpo y sangre de Cristo, Hijo de Dios, o es pan ordinario como el que se vende por las casas, y antítipo del cuerpo de Cristo, como el sacrificio del cordero que ofrecen los judíos? Gayanita: Lejos de nosotros el decir que la sagrada comunión es antítipo del cuerpo de Cristo o pan ordinario, sino que recibimos verdaderamente el mismo cuerpo y sangre de Cristo, Hijo de Dios, encarnado y nacido de la santa Madre de Dios y siempre Virgen María. Ortodoxo: Así lo creemos y lo confesamos, como lo dijo Cristo a sus discípulos en la mística cena al darles el pan vivificante: Tomad, comed, éste es mi Cuerpo. Del mismo modo también dándoles el cáliz dijo: Ésta es mi sangre. No dijo: Esto es el antítipo de mi cuerpo y de mi sangre.” (Viae dux 23, PG 89,297)55
Andrés de Creta
Hacia los quince años se hace monje en la laura de San Sabas, Jerusalén. Participó del Concilio de Constantinopla. Fue nombrado obispo de Gortina, Creta, donde murió en el 740. Gran predicador y poeta.
Escribe en versos sobre la celebración eucarística:
“Revelando el gran misterio de tu encarnación, Tú, oh amador de los hombres, sentado a la cena con los discípulos, dijiste: Comed el pan viviente, bebed con fe la sangre vaciada de la herida del costado de Dios. [...] Cristo es la Pascua grande y santa; comido como pan y sacrificado como cordero. Pues Él es el que fue ofrecido como víctima por nosotros; todos recibimos piadosa y místicamente su cuerpo y su sangre.” (Triodion in sancta et magna feria IV, oda 8)
Y en una homilía de Semana Santa:
“Podremos también recibir y substancialmente hacer inhabitar en nosotros todo entero a aquel que por nosotros continuamente se inmola sin inmolación, porque se inmola sacrificado por nosotros en los símbolos antítipos; a aquél, digo, que es comido como pan y creído como cordero.” (Homilia in ramos palmarum, PG 97,993-996)
Notar una vez más la fe de la Iglesia en la Eucaristía como sacrificio.
Juan Damasceno
Nace en Damasco alrededor del 676 de una familia árabe cristiana. Fue monje en San Sabas, Jerusalén, donde fue ordenado sacerdote. Se conserva una abundante literatura. Defensor del buen uso de las imágenes contra los herejes iconoclastas. Se desconoce la fecha de su muerte.
Resume la tradición patrística sobre la Eucaristía en su libro De fide orthodoxa. Presento sólo algunos textos. Después del relato bíblico de la institución de la Eucaristía comenta:
“Si el mismo Verbo de Dios por su voluntad se hizo hombre [...], ¿no puede hacer cuerpo suyo al pan, y sangre al vino y agua?” (Expositio fidei 86 -De fide orthodoxa 4,13)
“El cuerpo está verdaderamente unido a la divinidad, el cuerpo que procede de la santa Virgen; no porque baje de los cielos el cuerpo que subió, sino porque el pan y el vino se cambian en el cuerpo y la sangre de Dios.” (ídem, PG 94,1144-1145)56
“Se llama comunión [la Eucaristía] y lo es verdaderamente porque por ella participamos con Cristo y recibimos su carne y su divinidad, y por ella nos comunicamos y nos unimos mutuamente; puesto que, al participar de un solo pan, todos, hechos concorpóreos de Cristo, llegamos a ser un cuerpo de Cristo y una sangre y miembros unos de otros.” (ídem, PG 94,1153)
“El pan y el vino no son figura (tipo) del cuerpo y sangre de Cristo, ¡nada de eso!, sino el cuerpo mismo divinizado del Señor, habiendo dicho Él: Esto es, no figura de mi cuerpo, sino el cuerpo; y esto es, no figura de mi sangre, sino la sangre.” (ídem, PG 94,1148-1149) “Y si algunos llamaron al pan y al vino figura (antítipo) del cuerpo y sangre del Señor [...], no lo decían después de haber sido [el pan y el vino] santificados, sino antes de ser santificados, llamando así a la misma oblación.” (ídem, PG 94,1152-1153). “Y los llaman antítipos de las cosas futuras, no como si no fueran verdaderamente cuerpo y sangre de Cristo, sino porque ahora participamos de la divinidad de Cristo por medio de ellos, y luego intelectualmente por la sola visión.” (ídem, PG 94,1153)57
Conciliábulo de Hieria y refutación
Con ocasión de la controversia iconoclasta58 hubo declaraciones sobre la presencia eucarística. El emperador Constantino Coprónimo convocó un concilio en su palacio de Hieria (junto a
" el pan sigue siendo pan después de la "consagración", y el vino sigue siendo vino después de la "consagración"; ni el pan se convierte en carne, ni el vino en sangre, ¡¡lo cual demuestra la abominable MENTIRA que los sacerdotes papistas hacen creer a millones de sus fieles católicos!! " Tito Martínez, “teólogo bíblico” |
" ya no es mero pan y vino, sino que es, y es llamado, el cuerpo y la sangre de Cristo […] Porque lo dicen los labios de Cristo, por eso así son las cosas, ya que Él jamás puede mentir o engañar " Martín Lutero |
Constantinopla) el año 754 en apoyo de sus ideas iconoclastas. En el documento final del conciliábulo -nunca aceptado por la Iglesia universal- se polemiza contra las imágenes de Cristo, sosteniendo que la única imagen legítima de la humanidad de Cristo es el pan y el vino eucarísticos, por ser la única elegida por Él. Así se expresa aquel documento:
“Como la carne de Cristo animado según la naturaleza intelectual fue ungida por el Espíritu Santo para la divinidad, de manera semejante también la imagen de su carne, dada por Dios, es decir, el pan divino, fue lleno del Espíritu Santo, con el cáliz de la sangre de su costado, portadora de vida.” (Leído en el Concilio II de Nicea, Mansi 13,264)
Pronto apareció un documento, de autor a nosotros desconocido, que refuta las ideas del conciliábulo y refleja la doctrina de la Iglesia. Allí se lee:
“Nunca el Señor ni los Apóstoles ni los Padres han llamado imagen el sacrificio incruento ofrecido por el sacerdote, sino su mismo cuerpo y su misma sangre. Antes de la celebración de la santificación [es decir, la consagración eucarística] les pareció a algunos de los Santos Padres llamarlos piadosamente figuras (antítipos) [...], pero después de la santificación se llaman y son y se creen propiamente cuerpo y sangre de Cristo.”
Ambos documentos que hemos citado se leyeron en el concilio II de Nicea (787), y éste se declaró del todo conforme con la refutación, reivindicando la memoria de los Padres condenados por el conciliábulo.59
Dogmata orthodoxa
Con este título se ha conservado un compendio de la doctrina de la fe, de autor desconocido, tal vez de fines del siglo VIII, en el que leemos:
“El don sagrado, del que participamos los cristianos, no es figura (antítipo) del cuerpo y sangre de Cristo nuestro Dios, sino es el mismo santo cuerpo y preciosa sangre del Señor. De ahí que los que dignamente participan de él, se llenan de la santidad y gloria del Hijo de Dios.” (PG 98,1236)
Teodoro Studita
Nace en Constantinopla en el 759. Monje y sacerdote. Por su oposición al divorcio del emperador sufre el destierro. Regresa como abad del monasterio de Studión, que se convirtió en el centro espiritual de la reforma de la iglesia bizantina y bastión de la lucha contra los iconoclastas. Muere en 826.
Polemizando con los iconoclastas escribe:
“¿Cómo llamas lo que se hace litúrgicamente en medio de cantos? [se refiere a la Eucaristía] ¿Imagen o verdad? Si imagen, ¡oh absurdo!, vas de blasfemia en blasfemia [...]; si verdad, como realmente lo es, pues los fieles conforme a la doctrina del Señor, confiesan que es el mismo cuerpo y sangre de Cristo, ¿para qué juegas cambiando en imágenes (gr. tipos) los misterios de la verdad?” (Antirrheticus adversus iconomachos 1,10 PG 99,340)
Beda el Venerable
Nace en el 672, monje benedictino en Inglaterra. Recibe la ordenación sacerdotal. Lleva una intensa vida de oración y predicación. Escribe una historia de la Iglesia en Inglaterra y comentarios a algunos libros bíblicos.
En una homilía explica:
“Por cierto, a causa del sacramento principal, eligió para Sí, al nacer, el sitio al que suelen venir los animales a comer; porque insinuó ya entonces que había de alimentar a todos los fieles en la mesa sacrosanta del altar con los misterios de su misma encarnación.” (Homelia 1,6 In Nativitate Domini, PL 94 337)
Beato y Eterio
Santos españoles del siglo VIII. La obra citada fue escrita en conjunto contra las doctrinas adopcionistas.60
“¿Qué puede ofrecerse y recibirse tan agradablemente como la carne de nuestro sacrificio, el cuerpo perfecto de Cristo, nuestro sacerdote? [...] El pan, que es el cuerpo de Cristo, lo coció el leño de la cruz; con él nos haremos un pan; si nos cuece también a nosotros la cruz, seremos su cuerpo. El que no come este pan, que es el cuerpo de Cristo, no puede vivir; como tampoco puede vivir en la carne el que no come el pan corporal [...]. El vino, que se ofrece sobre el altar, es la sangre de Cristo, de la vid verdadera que dijo: Yo soy la verdadera vid.” (Ad Elipandum epistula 1, 67-68)
Testimonio de las Liturgias Antiguas
Los testimonios sobre la doctrina de la presencia real que nos han llegado de las antiguas liturgias de las iglesias locales son muy abundantes y, como es evidente, de primera importancia. Estos libros litúrgicos que recogen el culto celebrado por la Iglesia en todo el mundo cristiano datan de los siglos IV al VIII. Los más importantes son Sacramentarium Veronense, Sacramentarium Hadrianum, Sacramentarium Gelasianum, Sacramentarium Gregorianum, Sacramentarium tiplex, Missale Gothicum, Missale Gallicanum Vetus, Liber Mozarabicus Sacramentorum, Anáfora de San Juan Crisóstomo, y la Anáfora de San Basilio.
En todas estas liturgias se encuentra dispersa la fe en la presencia real del Señor en la celebración eucarística: “el cuerpo sacrosanto y la sangre de nuestro Señor Jesucristo”, “que seamos contados como miembros de Aquel, de cuyo cuerpo y sangre participamos”, que Dios “santifique los dones ofrecidos, para que se nos hagan cuerpo y sangre de tu Unigénito”, “Oh Dios Padre, ésta es la hostia viva, la hostia salvadora, por la que fue reconciliado el mundo contigo; éste es aquel cuerpo que pendió en la cruz, ésta es también la sangre que manó del sagrado costado”, “esta es la hostia que pendió del leño, esta es la carne que resucitó del sepulcro”, y un largísimo etc.61
Estos testimonios son particularmente impresionantes si se tiene en cuenta que la Iglesia Católica -como la Ortodoxa- continúa celebrando de la misma manera y con la misma doctrina hasta el día de hoy.
* * *
" por ser una "recordación", el resultado es que el pan sigue siendo pan, y el vino sigue siendo vino " Daniel Sapia, evangélico |
" El pan al principio es común; pero, cuando lo consagró el misterio, se llama y se hace cuerpo de Cristo " San Gregorio de Niza, obispo, siglo IV |
Dejamos aquí las citas de los Padres y escritores eclesiásticos antiguos. Las citas del segundo milenio son más abundantes aún, pero no las vamos a publicar aquí. Cabe agregar que lo expuesto arriba es apenas un botón de muestra, ya que los textos eucarísticos que tratan la presencia del Señor en la Eucaristía, el aspecto sacrificial de la misma, la necesidad que tienen los cristianos de acudir al sagrado banquete, las disposiciones del alma y los efectos que en ella produce la recepción del sacramento son muy abundantes.
Antes de pasar a los “reformadores” del siglo XVI menciono dos escritores importantes en nuestro tema: San Pascasio Radberto (+859, autor del primer tratado sistemático sobre la Eucaristía, De corpore et sanguine Domini, PL 120,1267ss) y Berengario de Tours (999-1088). El primero es conocido por su interpretación casi cafarnaítica de la presencia real; el segundo por ser la reacción simbolista. Este último tendrá mucha influencia en los Albigenses, Valdenses y Cataros, como también en algunos “reformadores” posteriores. Con estos y otros autores, las controversias suscitadas van llevando a la Iglesia a precisar su terminología eucarística, exactamente como sucedió con todas las demás verdades de la fe.
Es interesante notar que la doctrina claramente simbolista surge con Berengario, en el siglo XI, y que la misma surge como respuesta a una postura casi cafarnaítica, es decir, a una postura no-católica.
Y finalmente, tampoco me detengo en las doctrinas de Juan Wyclef (+1384) y Juan Hus (+1415). En sustancia estos teólogos mantuvieron la doctrina simbólica, contra lo cual se levantaron escritores, sínodos locales, papas y el Concilio de Constanza, quienes profesaron siempre la fe en la presencia real, según lo habían entendido San Pablo y los Padres de la Iglesia.62
Pasamos a ver las doctrinas de los “reformadores” más importantes.
Martín Lutero
Iniciador del largo y complicado proceso de la así llamada “Reforma”. Nace en Eisleben, Alemania, en 1483. Monje y sacerdote agustino. Logra el título de Doctor en Teología. Desde 1517 declara su desacuerdo con varias doctrinas católicas. Entre 1520 y 1521 sus doctrinas son condenadas. Se conservan muchos escritos suyos, comentarios bíblicos. Tradujo gran parte de la escritura al alemán, por lo cual es considerado uno de los padres del alemán moderno. Entró en conflicto con varios príncipes y otros “reformadores”. Murió en 1546.
Lutero, que en otros aspectos del misterio eucarístico rechazó la doctrina tradicional de la Iglesia, no sólo mantuvo siempre la presencia real de Cristo en la Eucaristía, sino que la defendió decidida y hasta violentamente contra lo que enseñaban otros “reformadores”.63
A pesar de su clara predicación, otros “reformadores” negaron la presencia real de Cristo en el pan eucarístico, como es el caso de Karlstadt, Ecolampadio y Zwinglio, entre los más notables. En 1527 Lutero publicó sobre el tema una obra con este sugestivo nombre: Que las palabras de Cristo: “Esto es mi cuerpo”, siguen firmes contra los fanáticos (WA 23,64-320), en la cual defiende sin medias tintas la interpretación tradicional de la Iglesia. Un año después escribe otra obra, Confesión de la cena de Cristo (WA 26,261-509) con el mismo contenido. En estas obras Lutero, indignado, trata a los “simbolistas” -que él llama “sacramentarios”- de racionalistas y pelagianos, y basa su doctrina en una detallada exégesis de los textos bíblicos.
Si bien coincidía con los católicos en la doctrina de la presencia real, no aceptaba la transubstanciación, sino que afirmaba que tanto el pan como el cuerpo de Cristo están presentes (doctrina de la con-substanciación, o impanación), explicación que la Iglesia rechazaría en el Concilio de Trento. Sin embargo, en lo que toca a la Eucaristía Lutero prefería quedarse con los católicos antes que con los “sacramentarios”, pues en lo sustancial estaba más de acuerdo con aquellos que con estos.64
“Que el vino permanezca [en el sacramento después de la consagración] no me interesa, pues me basta saber que la Sangre de Cristo está allí. Que con el vino suceda lo que Dios quiera. Y antes de sostener, con los visionarios, que allí sólo hay vino, prefiero unirme al papa y pensar que allí sólo hay Sangre.” (WA 26,462, 3-6-7)
Palabras realmente impresionantes. Para Lutero lo más importante era afirmar la presencia real; en cuanto al “cómo” de esa presencia prefería no tomar postura.
Las diferencias doctrinales entre los varios “reformadores” en torno a la presencia real se iban haciendo cada día más irreconciliables. En vista de ello y comprendiendo las ventajas de contar con un frente unido contra los católicos que hiciera posible sus planes políticos, el landgrave de Hessen trató de conseguir la unidad con un coloquio que se celebraría en la ciudad de Marburg a fines de septiembre de 1529. Los principales participantes del coloquio fueron Zwinglio y Ecolampadio, por una parte, y Lutero y Melanchton por la otra. De tal encuentro, acaecido entre septiembre y octubre de 1529, tenemos relatos con todos los detalles. Sugiero al lector interesado que lea lo sustancial del coloquio de Marburg en el documento publicado aparte.65 Para nuestro propósito baste señalar que, después de varios días de discusión los presentes firmaron un documento con 15 artículos; el último de ellos trataba sobre el cuerpo y sangre de Cristo, único tema del coloquio. El artículo afirmaba que “el sacramento del altar es el sacramento del verdadero cuerpo y sangre de Cristo” (cosa que niegan hoy los “cristianos evangélicos”), y añade:
“Y aunque todavía no nos hemos puesto de acuerdo sobre si el verdadero cuerpo y sangre de Cristo está o no corporalmente en el pan y el vino, sin embargo los de una parte darán a los de la otra pruebas de caridad cristiana cuanto les permite su conciencia; y cada parte rogará instantemente a Dios todopoderoso que Él nos confirme por su Espíritu Santo en la inteligencia de la verdad.” (WA 30/3, resaltados agregados)
Pasados 475 años la deseada “confirmación en la inteligencia de la verdad” que anhelaban los “reformadores” todavía no llegó. O mejor, parece que el problema se lo solucionó… matándolo con la indiferencia.
En 1530 la así llamada Confesión de Augsburgo66 se declara de esta manera:
“En la cena del Señor está verdaderamente el cuerpo y la sangre de Cristo y reprobamos al que niegue esta doctrina.” (Artículo 10)
En 1537 Lutero establecía:
“Sostenemos que en la cena el pan y el vino son el verdadero cuerpo y sangre de Cristo.” (Artículos de Smalcalda, WA 50,242)
El “reformador” Karlstadt había dicho que cuando Cristo afirmó durante la última cena: “Esto es mi cuerpo”, en realidad se estaba señalando a sí mismo...67 Contra estas y otras aventuras exegéticas Lutero explica en un texto antológico:
“En este santo texto Esto es mi cuerpo, Karlstadt tortura la palabra esto, Zwinglio tortura la palabra es, Ecolampadio tortura la palabra cuerpo, los otros torturan el texto entero invirtiendo la palabra esto y poniéndola atrás y dicen así: Tomad, comed; mi cuerpo, que será entregado por vosotros, es esto. Algunos torturan el texto a medias poniendo la palabra esto en medio y dicen: Tomad, comed; lo que será entregado por vosotros, esto es mi cuerpo. Otros torturan el texto así: Esto es mi cuerpo en memoria mía; es decir, no tiene que estar aquí mi cuerpo naturalmente, sino sólo un recuerdo de mi cuerpo; por eso, el texto suena así: Tomad, comed; esto es el recuerdo de mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Sobre todos ellos en séptimo lugar están los que dicen que no se trata de ningún artículo de la fe, por lo que no hay para qué disputar sobre ello y que los crea el que quiera y lo que quiera.” (Dass diese Wort Christi Das ist mein Leib etc. noch fest stehen widder die Schwermgeister, WA 23,107-109)
Otros textos de Lutero sobre la presencia de Cristo en la Eucaristía:
“Ahora bien, ¿qué es el Sacramento del Altar? Respuesta: Es el verdadero cuerpo y sangre de Nuestro Señor Jesucristo, en y bajo el pan y vino, que nosotros Cristianos debemos recibir según el mandato de la Palabra de Cristo: comed y bebed [...] Es la Palabra, digo, la que realiza y distingue a este Sacramento, de tal modo que ya no es mero pan y vino, sino que es, y es llamado, el cuerpo y la sangre de Cristo.” (Catecismo Mayor, XIV,5)
“Con esta Palabra [de Cristo] puedes fortalecer tu conciencia y decir: Si cien mil demonios junto con todos los fanáticos se lanzasen contra mí gritando: Cómo pueden el pan y el vino ser el santo cuerpo y sangre de Cristo? etc., yo se que todos los espíritus y doctores juntos no son más sabios que la Divina Majestad en su dedo meñique. Ahora bien, aquí están las palabras de Cristo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo; bebed todos del cáliz, es el nuevo testamento en mi sangre, etc. De aquí no nos movemos, y me gustaría ver a aquellos que se constituirán en sus maestros [del Señor] hacer las cosas diversamente de cómo las hizo Él. Es muy cierto que si omites la Palabra, o consideras estos elementos sin las palabras [de Dios], no tendrías sino simple pan y vino. Pero si las palabras permanecen con ellos, como lo harán y deben hacerlo, entonces, en virtud de ellas, es verdaderamente el cuerpo y la sangre de Cristo. Porque lo dicen los labios de Cristo, por eso así son las cosas, ya que Él jamás puede mentir o engañar.” (ídem)68
“Porque hemos comprobado que hay quienes se han vuelto tibios acerca de [la recepción del sacramento de la eucaristía]; y hay muchos que han oído el evangelio y considerando que las sonseras del Papa han sido abolidas [es decir, los preceptos sobre la recepción frecuente del sacramento], y ahora que somos libres de sus leyes y coerciones, estos tales pasan un año, dos, tres, o incluso más sin recibir el Sacramento del Altar, como si ellos fuesen tan buenos cristianos que no tuviesen necesidad de él. [...] Algunos pretenden que es una cuestión dejada a la libertad de cada uno, no algo necesario, y que es suficiente creer sin tener que recibir el Sacramento; de este modo la mayoría llegan tan lejos en este asunto que realmente se embrutecen, y finalmente terminan despreciando tanto el Sacramento como la Palabra de Dios.” (Sermón sobre la recepción del Santísimo Sacramento, The Sermons of Martin Luther, Grand Rapids, MI, II, 223-237) 69
“Sin embargo, debemos saber que aquellos que se privan y alejan por tanto tiempo del Santo Sacramento [de la Eucaristía] no pueden considerarse cristianos. Porque Cristo no instituyó este sacramento para ser tratado como si fuese un juego, sino que mandó a sus cristianos que lo comiencen y lo bebiesen, y de este modo lo recordasen.” (idem)
“En primer lugar, hemos enseñando que debemos profesar con gran alegría y creer firmemente que bajo el pan está el verdadero cuerpo de Cristo, y bajo el vino la verdadera sangre de Cristo. Esta es la primera cosa sobre la que hemos insistido grandemente, y si logramos plantar esta enseñanza entre la gente, démonos por exitosos predicadores […]. Porque si puedo creer que Cristo resucitó de entre los muertos, y que pasó a través de la piedra a la entrada de la tumba sin dejar un agujero, y si puedo creer que atravesó puertas cerradas sin romper o estropear nada, de tal manera que la madera y su cuerpo ocupaban el mismo, y sin embargo verdadera carne y sangre estaban allí; si puedo creer todo esto también estoy listo para creer que el cuerpo y la sangre de Cristo están presentes en el pan [eucarístico]”. (idem)
Calvino
Nace en 1509. Estudia en París, Orleáns y Bourges. En 1533 se adhiere a la “reforma”. Escribe abundantemente. Su obra principal es Instituciones de la Religión Cristiana. Ejerció gran influjo en la formación de las comunidades “reformadas” en Ginebra. Muere en 1564.
Calvino intentó una vía media entre Lutero y los “sacramentarios”, ya que ni la explicación de uno ni la de los otros le satisfacía. Ya en sus comienzos la “reforma” comenzó a sufrir de sus propios principios. He aquí algunos textos:
“Confesamos unánimemente, que, al recibir en fe el sacramento según el mandato del Señor, somos hechos verdaderamente partícipes de la propia substancia del cuerpo y de la sangre de Jesucristo”. (Petit Traicté de la Saincte Cène, CR 5,460)
“De lo cual Él nos da en la cena una enseñanza tan cierta y manifiesta, que es preciso estar asegurado, sin duda ninguna, que Cristo con todas sus riquezas nos está allí presente no menos que si estuviera en la presencia de nuestros ojos y fuera tocado con nuestras manos.” (De la Cène du Seigneur, CR 22,69-70)
“Digo pues que en el misterio de la cena, por los símbolos del pan y del vino, se nos da verdaderamente a Cristo, y su cuerpo y su sangre.” (Institutio christianae religionis 4,17,11)
“Si se nos pregunta, sin embargo, si el pan es el cuerpo de Cristo y el vino su sangre, responderemos que el pan y el vino son signos visibles que nos representan el cuerpo y la sangre; pero que se les atribuye ese nombre y ese título de cuerpo y sangre porque son como instrumentos por los que nos los distribuye el Señor Jesús.” (Petit Traicté de la Saincte Cène, CR 5,438-439) Por eso, “prosternarnos ante el pan de la cena y adorar allí a Jesucristo como si allí estuviera contenido, es hacer un ídolo en vez de un sacramento.” (ídem, 452)
El “reformador” mantenía que el pan eucarístico es pan y el vino es vino, pero por la acción del Espíritu Santo comunican verdaderamente el cuerpo y sangre de Jesucristo. De cualquier modo que sea, esta doctrina está lejos aún de la moderna “evangélica” que no acepta de ningún modo que el cuerpo y sangre de Cristo fuesen de alguna manera “distribuidos” mediante el pan y el vino eucarísticos.
La Iglesia respondió a las dudas y novedades de los “reformadores” con el Concilio de Trento manteniendo y especificando la doctrina tradicional tal como la hemos visto en todos los Padres de la Iglesia citados.
* * *
Declaraciones Magisteriales
" Ninguno podría haber interpretado esa declaración [de Cristo sobre el pan: esto es mi Cuerpo] literalmente, porque él estaba sentado allí en su cuerpo físico y sujetando el pan en sus manos " Daniel Sapia, evangélico |
" Era llevado Cristo en sus manos, cuando entregando su mismo cuerpo dijo: Esto es mi cuerpo. Pues llevaba ese cuerpo en sus manos " San Agustín, obispo, siglo IV |
" Se puso de pie y se llevó a Sí mismo por amor y mantuvo levantado su propio cuerpo en sus manos " Cirilonas, obispo, siglo IV |
A la presentación Patrística y a los textos de los principales “reformadores” agrego algunas definiciones papales y conciliares. Se trata por cierto de manifestaciones relativamente tardías, debido a que la Iglesia jerárquica no tuvo necesidad de definir estas cuestiones en tiempos anteriores, prácticamente todo el primer milenio, dada la universal aceptación de la doctrina sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía, como ha quedado probado en todo lo que citamos antes. Transcribo sólo algunas citas a manera de muestra.
Las diferencias que se han dado en las explicaciones de esta presencia de ninguna manera niegan, sino al contrario, suponen y afirman la unísona enseñanza eucarística. Cuando sin embargo surgieron doctrinas que para nada respondían a la fe que la Iglesia había tenido siempre, entonces se expresó de manera autoritativa por medio de sus pastores reunidos en concilio. He aquí algunos ejemplos:
Sínodo de Roma, año 1079
Yo, Berengario,70 creo de corazón y confieso de boca que el pan y el vino que se ponen en el altar, por el misterio de la sagrada oración y por las palabras de nuestro Redentor, se convierten sustancialmente en la verdadera, propia y vivificante carne y sangre de Jesucristo Nuestro Señor, y que después de la consagración son el verdadero cuerpo de Cristo que nació de la Virgen y que, ofrecido por la salvación del mundo, estuvo pendiente en la cruz y está sentado a la diestra del Padre; y la verdadera sangre de Cristo, que se derramó de su costado, no sólo por el signo y virtud del sacramento, sino en la propiedad de la naturaleza y verdad de la sustancia”
Papa Inocencio III, año 1202
“Nos preguntas quién añadió en el canon de la misa a la forma de las palabras que expresó Cristo mismo cuando transustanció [transsubstantiavit]71 el pan y el vino en su cuerpo y sangre, lo que no se lee haber expresado ninguno de los evangelistas [se trata de las palabras “misterio de la fe” que se dicen en cada Misa para el momento de la consagración]. [...] Ahora bien, de esa palabra sobre la que tu paternidad pregunta, es decir, mysterium fidei, algunos pensaron sacar un apoyo para su error, diciendo que en el sacramento del altar no está la verdad del cuerpo y de la sangre de Cristo, sino solamente la imagen, la apariencia y la figura, fundándose en que a veces la Escritura recuerda que lo que se recibe en el altar es sacramento, misterio y ejemplo. Pero los tales caen en el lazo del error, porque ni entienden convenientemente los testimonios de la Escritura ni reciben reverentemente los sacramentos de Dios, ignorando a par las Escrituras y el poder de Dios (Mt. 22, 29) [...] Dícese, sin embargo, “misterio de fe” porque allí se cree otra cosa de la que se ve y se ve otra cosa de la que se cree. Porque se ve la apariencia de pan y vino y se cree la verdad de la carne y de la sangre de Cristo, y la virtud de la unidad y de la caridad [...]
Hay que distinguir, sin embargo, sutilmente entre las tres cosas distintas que hay en este sacramento: la forma visible, la verdad del cuerpo y la virtud espiritual. La forma es la del pan y el vino; la verdad, la de la carne y la sangre; la virtud, la de la unidad y la caridad. Lo primero es signo y no realidad. Lo segundo es signo y realidad. Lo tercero es realidad y no signo. Pero lo primero es signo de entrambas realidades. Lo segundo es signo de lo tercero y realidad de lo primero. Lo tercero es realidad de entrambos signos. Creemos, pues, que la forma de las palabras, tal como se encuentra en el canon, la recibieron de Cristo los apóstoles, y de éstos, sus sucesores.” (De la Carta Cum Marthae circa a Juan, arzobispo de Lyon, de 29 de noviembre de 1202)
Papa Clemente VIII, año 1267
[Nos ha llegado que tu...] has dicho que el cuerpo santísimo de nuestro Señor Jesucristo no se encuentra sustancialmente en el altar, sino sólo como indicado bajo un signo, y has añadido que ésta es una opinión muy difundida en Paris. Este discurso, después, se ha difundido [...] y cuando finalmente ha llegado a Nos, nos ha escandalizado muchísimo, y no nos ha sido fácil creer que hayas dicho estas cosas que contienen una manifiesta herejía y anulan la verdad de aquel sacramento, en el cual la fe se ejerce más ventajosamente cuanto más supera los sentidos, cautiva el intelecto y somete la razón a sus leyes. [...]
Guarda con firmeza lo que guarda en común la Iglesia [...], que ciertamente, bajo las especies del pan y del vino, después de las santas palabras proferidas por la boca del sacerdote según el rito de la Iglesia, hay en verdad, realmente y esencialmente el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, aunque su localización se encuentra en el cielo.” (De la Carta Quanto sincerius al arzobispo Maurino de Narbona, del 28 de octubre de 1267)
Concilio de Trento, año 1551
“En primer lugar enseña el santo Concilio, y clara y sencillamente confiesa, que después de la consagración del pan y del vino, se contiene en el saludable sacramento de la santa Eucaristía verdadera, real y substancialmente nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo las especies de aquellas cosas sensibles; pues no hay en efecto repugnancia en que el mismo Cristo nuestro Salvador este siempre sentado en el cielo a la diestra del Padre según el modo natural de existir, y que al mismo tiempo nos asista sacramentalmente con su presencia, y en su propia substancia en otros muchos lugares con tal modo de existir, que aunque apenas lo podemos declarar con palabras, podemos no obstante alcanzar con nuestro pensamiento ilustrado por la fe, que es posible a Dios, y debemos firmísimamente creerlo. Así pues han profesado clarísimamente todos nuestros antepasados, cuantos han vivido en la verdadera Iglesia de Cristo, y han tratado de este santísimo y admirable Sacramento; es a saber, que nuestro Redentor lo instituyó en la última cena, cuando después de haber bendecido el pan y el vino; testificó a sus Apóstoles con claras y enérgicas palabras, que les daba su propio cuerpo y su propia sangre. Y siendo constante que dichas palabras, mencionadas por los santos Evangelistas, y repetidas después por el Apóstol san Pablo, incluyen en sí mismas aquella propia y patentísima significación, según las han entendido los santos Padres; es sin duda execrable maldad, que ciertos hombres contenciosos y corrompidos las tuerzan, violenten y expliquen en sentido figurado, ficticio o imaginario; por el que niegan la realidad de la carne y sangre de Jesucristo, contra la inteligencia unánime de la Iglesia, que siendo columna y apoyo de verdad, ha detestado siempre como diabólicas estas ficciones excogitadas por hombres impíos, y conservado indeleble la memoria y gratitud de este tan sobresaliente beneficio que Jesucristo nos hizo.”72 (De la XIII Sesión del 11 de octubre de 1551, Decreto sobre el sacramento de la Eucaristía)
Papa Pablo VI, año 1965
“Tal presencia [de Jesús en la Eucaristía] se llama real, no por exclusión, como si las otras [formas de presencia de Cristo en el mundo] no fueran reales, sino por antonomasia, porque es también corporal y substancial, pues por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro. Falsamente explicaría esta manera de presencia quien se imaginara una naturaleza, como dicen, "pneumática" y omnipresente, o la redujera a los límites de un simbolismo, como si este augustísimo Sacramento no consistiera sino tan sólo en un signo eficaz de la presencia espiritual de Cristo y de su íntima unión con los fieles del Cuerpo Místico. [...]
Esta voz [de la Iglesia] que, en efecto, constituye un eco perenne de la voz de Cristo, nos asegura que Cristo no se hace presente en este Sacramento sino por la conversión de toda la substancia del pan en su cuerpo y de toda la substancia del vino en su sangre; conversión admirable y singular, que la Iglesia católica justamente y con propiedad llama transubstanciación. Realizada la transubstanciación, las especies del pan y del vino adquieren sin duda un nuevo significado y un nuevo fin, puesto que ya no son el pan ordinario y la ordinaria bebida, sino el signo de una cosa sagrada, y signo de un alimento espiritual; pero ya por ello adquieren un nuevo significado y un nuevo fin, puesto que contienen una nueva realidad que con razón denominamos ontológica.73
Porque bajo dichas especies ya no existe lo que antes había, sino una cosa completamente diversa; y esto no tan sólo por el juicio de la fe de la Iglesia, sino por la realidad objetiva, puesto que, convertida la substancia o naturaleza del pan y del vino en el cuerpo y en la sangre de Cristo, no queda ya nada del pan y del vino, sino tan sólo las especies: bajo ellas Cristo todo entero está presente en su realidad física, aun corporalmente, pero no a la manera que los cuerpos están en un lugar.”74 (De la Encíclica Mysterium fidei del 3 de Septiembre de 1965)
Concilio Vaticano II
“La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo”. (PO 5)
* * *
Conclusión
Citábamos al comienzo las palabras del apologista evangélico bautista, quien afirmaba que por la doctrina eucarística de la Iglesia Católica
“...el catolicismo está separado por una sima insalvable de todas las otras religiones y especialmente del cristianismo evangélico.”
Más allá de las interpretaciones exegéticas más o menos “adecuadas” que se puedan presentar, y que han sido tratadas en un artículo aparte (ver los artículos en http://apologetica.org/eucaristia.htm), lo que ha quedado claro por la presente antología patrística es que la doctrina católica sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía es doctrina común de la Iglesia desde siempre y en todo el mundo, mientras que la postura meramente simbólica de los “cristianos evangélicos” hodiernos que excluye la presencia real del cuerpo y sangre del Señor en la Eucaristía, no sólo refleja la doctrina y los ataques de varias herejías antiguas, sino también la doctrina y los ataques del paganismo anticristiano de todos los tiempos, coincidencia que no deja de ser sorprendente.
Con simplicidad y realismo habla Pedro en la voz de Juan Pablo II:
“Junto con toda la tradición de la Iglesia, nosotros creemos que bajo las especies eucarísticas está realmente presente Jesús.” (Mane nobiscum Domine, 16)
P. Juan Carlos Sack, VE
En el Año Eucarístico 2004-2005
© Apologetica.org 2008
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[1] Debemos sin embargo matizar esta afirmación, ya que en realidad nadie puede librarse de todo tipo de tradición a la hora de leer las Escrituras, y hasta los “evangélicos” más “bíblicos” han recibido, junto con las Escrituras, una cierta clave de interpretación. Una vez dejado esto en claro, es también cierto lo que afirmamos, a saber, que las corrientes “evangélicas” fundamentalistas pretenden hacer lectura de las Escrituras ignorando todo lo que otros cristianos antes que ellos pensaron acerca de las mismas. Suelen llamarla “lectura sin preconceptos”.
[2] La expresión de “exégesis adecuada” aplicada a los textos eucarísticos se encuentra al menos en el sitio Conoceréis la Verdad, donde se afirma en el artículo “La Teoría de la Transubstanciación” que el creyente debería rechazar la interpretación de la Iglesia Católica basado en el “sentido común” y en “una exégesis adecuada”. Queda por averiguar en base a qué podría llamarse “adecuada” la exégesis de aquel sitio y “no adecuada” o “falta de sentido común” la exégesis de Justino o Ignacio de Antioquia (siglos I y II), la de un Agustín o de un Juan Crisóstomo (siglo IV y V), o la de un Tomás de Aquino (siglo XIII), por mencionar algunos.
[3] El autor de esas líneas se presenta tácitamente como el portavoz del cristianismo evangélico… Puede compararse por ejemplo con lo que sobre el tema pensaba Lutero (ver más abajo en este documento).
[4] Las acusaciones de canibalismo que repite aquí el “evangélico” bautista no hacen sino repetir las mismas acusaciones hechas por los paganos anticristianos de las dos primeras centurias. Una coincidencia que no deja de sorprender.
[5] La presencia real de Cristo en la Eucaristía y el aspecto sacrificial de la celebración, aunque íntimamente ligadas, son dos aspectos distintos del misterio Eucarístico, que aquí el autor bautista confunde. Cuán errónea sea la afirmación según la cual la interpretación realista de las palabras de la Última Cena sería tan tardía como del siglo XIII podrá comprobarse a lo largo del presente artículo. Además, lo que es de 1215 (o más exactamente de 1202) es la aparición de la palabra “transubstanciación” en un documento de la Iglesia. Y finalmente, el papa Pío III reinó en 1503, no en 1215. El papa en cuestión es Inocencio III.
[6] Lo que hasta el momento Hernández Agüero estuvo haciendo en su artículo no fue “profundizar” sobre los Padres, sino tratar de desautorizarlos por sus supuestas “contradicciones”.
[7] Hay “algunos padres que nos pueden decir algo sobre nuestro tema”, dice Hernández Agüero, citando dos Padres. Espero que después de leer este artículo el Sr. Hernández Agüero pueda encontrar algunos más que nos puedan “decir algo” sobre nuestro tema.
[8] Debemo Volveremos sobre estas citas de Tertuliano más adelante.
[9] Una colección más completa de textos en español en La presencia real de Cristo en la Eucaristía, de José A. de Aldama, Edicep, Valencia, 1993. Me serviré de este libro para muchas citas. También de The Faith of the Early Fathers, en tres volúmenes, de William A. Jurgens. La major colección en español es sin duda Textos Eucarísticos Primitivos del P. Jesús Solano, SJ, en dos volúmenes. Una colección más humilde pero con abundante material apologético en Biblia y Eucaristía, de Ernesto Bravo, SJ. El hecho totalmente indiscutible es que cualquier cristiano que quiera saber lo que enseñaron antes de nosotros todos los mejores líderes del cristianismo primitivo sobre la presencia de Cristo en la Eucaristía deberá acudir a literatura católica. ¿Porqué será?
[10] Este mismo razonar de los primero enemigos del cristianismo naciente para negar la realidad de la encarnación se repite hoy en día al pié de la letra en la exégesis “evangélica” simbólica del discurso del Pan de Vida (Juan 6, 25ss) para negar la realidad de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Este dato merece la más seria consideración. Véase el artículo que hemos publicado aparte sobre Juan 6 (http://apologetica.org/eucaristia.htm)
[11] Escribe al respecto en la carta a los de Esmirna: Que nadie haga nada importante para la Iglesia sin el consentimiento del obispo. La eucaristía válida es la que celebra el obispo o el que él designe [...] Ni se le permita, sin el consentimiento del obispo, bautizar o celebrar el ágape: lo que el obispo aprueba es agradable a Dios, de modo que lo que se haga será seguro y válido. (8, 1 y 2). Compárese con lo que sucede hoy: mientras en las Iglesias católicas se continúa celebrando el único sacrificio eucarístico entorno al obispo “o al que él designe” (los sacerdotes), numerosas denominaciones “evangélicas” se reúnen por su propia cuenta al margen del obispo, y lo que celebran no es por cierto la Eucaristía, aunque muchas veces la parodien repartiendo, ahora sí, pan ordinario y vino ordinario.
[12] Por otro lado la Iglesia sí reconoce la validez de las ordenaciones episcopales en las iglesias ortodoxas, motivo por el cual la Eucaristía es allí válidamente celebrada.
[13] En este artículo no tratamos directamente de la Eucaristía como sacrificio. De todos modos, es bueno recordar que, así como la presencia real de Jesús en las celebraciones eucarísticas válidas es una verdad de fe testimoniada por virtualmente todos los más importantes Padres de la Iglesia, así también podemos encontrar una gran cantidad de textos patrísticos que testimonian la fe de la Iglesia primitiva en la realidad sacrificial de la Eucaristía, sin que se encuentre en ellos dificultad alguna en admitir la unicidad del sacrificio expiatorio de Cristo en la Cruz y su celebración sacramental hasta el final de los tiempos en la Eucaristía. Hablan de ésta como de un sacrificio Justino, la Didajé, Cipriano, Cirilo de Jerusalén, Juan Crisóstomo, Ambrosio, Agustín... entre otros. Nadie de ellos inventó nada, sólo transmitían la fe apostólica. ¿No sabían estos que Cristo se ofreció de una vez y para siempre, como lo enseña Heb. VII,27?
[14] Sería el caso de este otro texto de Clemente: “El Verbo es todo para el infante, padre y madre a la vez y pedagogo y nutricio. Él dijo: comed mi cuerpo y bebed mi sangre. Éstos son los alimentos, bien apropiados para nosotros, que da el Señor: ofrece su carne y da su sangre, nada les falta a los niños para crecer” (Paedagogus, 1,6,42,3; PG 8,301)
[15] La herejía docetista enseñaba, sustancialmente, que la encarnación no había sido real, sino aparente, una suerte de ilusión: ni el Verbo se había hecho carne realmente, ni había muerto en la cruz realmente, etc.
[16] Citado, en parte, por Hernández Agüero en el sitio “Conoceréis la Verdad”.
[17] Es claro que Tertuliano con creía que Jesús se hubiese convertido en pan... Lo contrario es lo que debemos entender, como ya lo hemos mencionado en una nota más arriba sobre el modo poético de hablar de la eucaristía. Por cierto ningún “pan” puede darnos nada en el plano de la salvación, a menos que el “pan” sea ahora “el cuerpo del Señor”. En esta clave se entienden todos los textos patrísticos.
[18] El “pan bendito” se conserva en las celebraciones eucarísticas de rito bizantino, no así en las de rito romano.
[19] Espero esta afirmación de la Iglesia de los primeros siglos aplaque los temores de Hernández Agüero, quien propone: “Ahora pensemos: si por casualidad suponiendo que un ratón se coma por descuido una hostia consagrada, pensando en el buen sentido, ¿se podría decir entonces que se ha comido a Dios?” Simplemente tratemos que el ratón no se coma el pan eucarístico porque es el Cuerpo de Cristo y se lo debe tratar como tal. El argumento del ratón comiéndose a Dios no parece haber debilitado la fe de la Iglesia antigua en la presencia real.
[20] Ocurren en este documento antiguo otros textos con el uso de la palabra “antítipo”: El pan del ágape, según la Traditio, “es una eulogía, no una Eucaristía, antítipo del cuerpo del Señor” (26; distinción más que importante para no confundir el ágape fraterno con la Eucaristía propiamente dicha); y también: “Has recibido el cáliz en nombre de Dios como el antítipo de la sangre de Cristo” (38).
<[21] El tema ha sido estudiado en detalle por A. Wilmart en su artículo “Transfigurare”, Bulletin d’ancienne littérature et d’archeologie chrétiennes 1 (1911) 285-288.
[22] Valórese el peso de esta afirmación: el pan y el vino eucarísticos producen en los que los reciben: fortaleza para la santidad, remisión de los pecados, alejamiento del maligno, recepción del Espíritu Santo en plenitud, el ser dignos de Cristo y la obtención de la vida eterna. ¿Puede todo esto ser causado por un símbolo? Es claro que no. Por lo tanto, la fe que representa este importante documento de la antigüedad cristiana es una fe en la presencia real del Cuerpo y Sangre de Cristo en los elementos eucarísticos. ¿Quiénes representan aún hoy esta fe? ¿Quiénes la combaten?
[23] No hay que olvidar que la teología, es decir, la reflexión sobre los misterios de la fe, se va desarrollando de manera gradual: la Iglesia recibe el misterio y reflexiona sobre él, guiada por el Espíritu, sin eliminar los elementos que trascienden su capacidad intelectiva -los misterios propiamente dichos- aunque sí buscando de obtener de ellos siempre más conocimiento y comprensión. En este proceso secular la teología crece también en la expresión de las verdades que ha recibido y que transmite de generación en generación, acicateada precisamente por expresiones que dejaban paso a duda o confusión, o simplemente demasiado imperfectas. Ha pasado así con todos los dogmas de la Iglesia, no sólo con la Eucaristía; piénsese por ejemplo en la evolución de las expresiones sobre la humanidad y divinidad del Señor: sólo con el paso de los siglos, y luego de disputas que muchas veces se tornaban violentas, la Iglesia fue capaz de expresar el misterio de manera más perfecta, cosa que no excluye una mejor expresión en el futuro. Cuando en el Concilio Niceno Constantinopolitano se habló de la persona divina de Jesús y de sus naturalezas divina y humana, se estaba expresando con autoridad lo que por siglos fue motivo de debates y disputas de envergadura no pequeña, dado que las Escrituras parecían dar pie a unos y otros para mantener posiciones contrarias, y en la predicación del misterio de la Encarnación aquí y allá sonaban expresiones que la Iglesia, iluminada por el Espíritu de la Verdad, fue discerniendo, aclarando y definiendo.
[24] Estos pensamientos no son ideas mías. Pueden verse los mejores conocedores de Orígenes y los Padres de su tiempo, por ejemplo: H. U. von Balthasar, “Le Mysterion de Origène”, en Recherches de science religieuse 26 (1936), 513-562; 27 (1937), 38-68; H. de Lubac, Histoire et Esprit. L’intelligence de l’Écriture d’après Origène (Paris 1950), 355-358; H. Crouzel, “Origène et la structure du sacrement”, en Bulletin de Littérature Ecclésiastique 63 (1962), 81-104 ; L. Lies, Wort und Eucharistie bei Origenes [Innsbrucker theologishe Studien, 1] (Innsbruck-Wien-München 1978), 97-148 ; J. Daniélou, Origène (Paris 1948), 74. Todos estos autores son las autoridades más importantes en el estudio de Orígenes en nuestro tiempo.
[25] Sobre la concepción antigua del símbolo, que no niega la realidad sino la afirma proyectándola a otra realidad superior, ver A. von Harnack, Lehrbuch der Dogmengeschichte, t. 1 (Tübingen 1909), 476.
[26] En este espíritu la Iglesia siempre custodió los sagrados elementos eucarísticos contra toda profanación, maltrato o robo. Daniel Sapia, webmaster del sitio bautista Conoceréis la Verdad, quiere desacreditar este interés de la Iglesia cuando cita burlonamente la preocupación de Mons. Estanislao Karlic, entonces presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, cuando se supo del robo a una señora que llevaba consigo la eucaristía para un enfermo. Comenta el bautista: “El Redentor de la humanidad iba ‘en la cartera de la dama...’.”
[27] Esta última cita de Orígenes confirma lo que hemos sugerido más arriba: la fe en la presencia real de Jesús en la Eucaristía no excluye un discurso más amplio, simbólico, que podemos encontrar en los Padres (y en los predicadores católicos actuales); el texto citado, por ejemplo, nunca podría ser dicho por un “evangélico”, pues no podría decir que “bebemos la sangre de Cristo en el rito de los sacramentos”, mientras que un católico bien podría decir toda la frase: “no bebemos la sangre de Cristo solamente en los sacramentos, sino también en sus palabras”.
[28] Firmiliano cita las severas palabras del Apóstol en 1 Cor 11,27; ¿podría alguien ser considerado “reo del cuerpo y de la sangre del Señor” si el pan que se consume en las celebraciones se tratase de un mero simbolismo?
[29] La Théologie de saint Cyprien (Paris 1922), 263-264. Allí se traen las referencias para cada expresión.
[30] Nótese la fuerza de la expresión: la Eucaristía como presencia real de la sangre de Cristo es el fundamento para la fortaleza de quienes deben derramar su propia sangre en testimonio de su fe.
[31] Los adversarios de la presencia real suelen afirmar que Jesús pidió que se celebre la Eucaristía “en memoria mía”, como si esa “memoria” fuese contraria a la “presencia” de Jesús. En los padres de la Iglesia, como en la doctrina católica, los conceptos de memoria y de presencia no se oponen: en memoria de Jesús celebramos “esto” -según las palabras del Señor “haced esto en memoria mía”, y “esto” hace referencia a la ofrenda de su cuerpo y su sangre (“esto es mi cuerpo entregado por vosotros”).
[32] Commentarius in Psalmum 33, 6.
[33] Para más sobre el tema se puede ver Dufort, Le symbolisme eucharistique aux origines de l’Église, 33-35.
[34] Véase la obra de J. Betz, Die Eucharistie in der Zeit der griechischen Väter, t. 1/1 (Freiburg, 1955) que es fuente obligada para el estudio del lenguaje eucarístico de los padres griegos.
[35] Daniel Sapia, en su artículo “La teoría de la Transubstanciación”. Esta presentación ridícula que el webmaster bautista quiere poner en labios de la Iglesia nunca fue doctrina católica, como lo muestran entre otros San Agustín, al señalar que “ellos [los oyentes de Jesús en Juan 6] entendieron la carne como la que se desgarra de un cadáver, o como la que se vende en el mercado, no como la que está animada del Espíritu”, y “lo entendieron carnalmente y pensaron que el Señor iba a cortar algunas partecitas de su cuerpo y se las iba a dar a ellos”; o San Cirilo de Alejandría cuando predicaba a los suyos que “cuando le oyeron decir [a Jesús]: «En verdad, en verdad os digo: Si no coméis la Carne del Hijo del Hombre, si no bebéis su Sangre, no tenéis vida en vosotros» se imaginaron que se les invitaba a una crueldad propia de fieras, que se les mandaba comer carne inhumanamente, y a sorber sangre, y que se les obligaba a hacer cosas que de solo oírlas uno se estremece”; o el mismo Martín Lutero que afirmaba: “Los judíos pensaron que tenían que comer a Cristo, igual que el pan y la carne se come en el plato, o como un lechoncillo asado”. La Iglesia rechaza toda presentación grosera del misterio Eucarístico y entiende el comer la carne de Cristo en sentido real pero sacramental y místico, no como desgarrando un cadáver o comiendo un lechoncillo asado.
[36] La ridícula acusación de “canibalismo”, por ejemplo.
[37] Este texto es puesto en dudas por algunos, aunque la mayoría de los críticos lo dan hoy por un escrito auténtico de Atanasio.
[38] Compárese lo dicho por San Basilio Magno con estas expresiones de Sapia en el artículo ya citado (resaltado original):
“Este Sacerdote [católico] dijo [al final de una Misa]: "Queridos hermanos, los invito a volver cada domingo a recibir a Cristo que por su gran humildad se transforma en hostia por amor a nosotros..." Pregunto: ¿Recibir a Cristo cada domingo? Está claro que podemos recibir algo solo cuando NO TENEMOS es algo (parece hasta obvio). Significa entonces, según se desprende de las palabras del Sacerdote, que Cristo "abandona" al católico en algún momento de la semana, ya que el domingo debe asistir a misa para volver a recibirlo.. y así sucesivamente a lo largo de toda su vida... Esto no solo es anti-bíblico sino que es ilógico. Sin embargo los fieles católicos lo escuchan, lo creen y lo obedecen... Ellos le creen a la Iglesia Católica Romana y eso los conforma para suponer que están cumpliendo con Dios. El verdadero Cristiano recibe a Cristo UNA VEZ SOLA en su vida: al momento de reconocerlo como su único y suficiente Salvador, entregándole su corazón y todo su ser. Lo que en la Biblia se denomina "Nacer de Nuevo". Algo que difícilmente haya sucedido a quien supone recibir a Cristo por ingerir una oblea.”
Es claro que cada uno tendrá una visión distinta de lo que significa “recibir a Cristo”, y no necesariamente coincidirá con la definición de tipo dogmática expresada por Sapia sobre cómo recibe a Cristo “el verdadero Cristiano” (léase él y los que piensan como él); ¡como si existiese una sola forma de “recibir” a Jesús! Pero lo que aquí quiero señalar es que la fe del evangélico bautista es distinta de la fe de al Iglesia antigua, de aquella fe que coincide con la de aquel sacerdote católico que invitaba a los fieles a volver a la Iglesia cada domingo a “recibir a Cristo”. Será entonces que ya San Basilio Magno, en la lejana Capadocia y en el lejano siglo IV “creía a la Iglesia Católica Romana” y eso “lo conformaba para suponer que estaba cumpliendo con Dios”. Hay otros testimonios en este artículo donde los Padres recomiendan o alaban la recepción diaria de la Eucaristía.
[39] En su artículo sobre “la teoría de la transubstanciación”, Daniel Sapia hace mención de las palabras de un sacerdote en Argentina, que al mostrar la hostia consagrada antes de la comunión dijo: «Este ES el cuerpo de Jesús, EL MISMO que nació de Santa María virgen... Felices los invitados al Banquete Celestial.». El autor bautista se escandaliza de estas palabras, escritas en un recuadro especial, e incluso ha agregado una breve filmación de ese momento, donde se puede ver y oír a dicho sacerdote. Curiosamente, Ambrosio de Milán, indiscutible testigo de la Iglesia antigua, no inventando nada sino sólo transmitiendo la fe recibida, decía dieciséis siglos antes: en la Eucaristía “lo que consagramos es el cuerpo nacido de la Virgen”. Y si Ambrosio es ya demasiado tardío, vamos al siglo II, a un discípulo de los Apóstoles; Ignacio de Antioquia enseñaba que la Eucaristía “es la carne de nuestro salvador Jesucristo, la que padeció por nuestros pecados”. Es claro que la expresión del sacerdote argentino está en perfecta sintonía con lo que la Iglesia antigua creyó siempre, mientras que el autor bautista está en sintonía no con la fe de la Iglesia antigua, sino con la herejía doceta, contra la que luchó tanto San Juan evangelista en sus cartas; Ignacio de Antioquia nos lo dice claramente: “De la Eucaristía y de la oración se apartan (los docetas) porque no confiesan que la Eucaristía es la carne de nuestro salvador Jesucristo, la que padeció por nuestros pecados, la que por su benignidad resucitó el Padre”.
[40] Las expresiones entre comillas son de Daniel Sapia. Según la doctrina católica el cuerpo que se recibe en la Eucaristía es el cuerpo glorioso de Cristo, el cuerpo que se levantó de la tumba. Se trata del mismo cuerpo de Cristo, aunque transformado, glorificado, que adquiere dimensiones que nuestro cuerpo actual no tiene, pero que tendrá a la hora de la resurrección de la carne. Tratando de evitar posibles incongruencias, Sapia llega al extremo de negar que el Cuerpo de Cristo resucitado tuviese sangre. Sus palabras son: “El cuerpo nuevo de Cristo en el cual él reside ahora a la diestra del Padre en el cielo no tiene sangre”; supongo este ex abrupto teológico surge para explicar, entre otras cosas, cómo hicieron las “fibras, músculos dermis [...] plaquetas, plasma, glóbulos” para entrar en la casa donde estaban los discípulos con la puerta cerrada. Pero hacemos esta pregunta: ¿puede sostenerse que el resucitado era el mismo Cuerpo de Cristo si, por otro lado, no tenía realmente sangre? ¿Qué tenía ese cuerpo que lo hiciese verdadero cuerpo de Cristo? ¿O acaso su cuerpo resucitado entre los discípulos fue una simple ilusión óptica? ¿No es eso negar la realidadrealmente, o fue una farsa? ¿Qué fue lo que tocó Tomás en la segunda aparición a los apóstoles? Si lo que vio y tocó no fue un fantasma, eso se debe a que tocó un cuerpo real, con sangre y con todo lo que tiene el cuerpo, aunque con una dimensión nueva, la del resucitado. No era el alma de Cristo la que comió a la vista de los apóstoles, sino su cuerpo real. Lucas 24,39 y siguientes no deja lugar a fantasías. de la resurrección? ¿Aceptará el “cristianismo evangélico”, del que Sapia se auto propone implícitamente como portavoz en la cuestión que nos ocupa, su doctrina de la no-identidad real del Cuerpo de Cristo antes y después de su resurrección? ¿Comió Jesús con sus discípulos después de su resurrección
[41] Por ejemplo: In Matthaeum homilía 25,4; In epistulam I ad Corinthios 24,2; In epistulam II ad Corinthios homilia 11,2; In epistulam ad Ephesios homilía 3,5, etc.
[42] En la edición de Jesús Solano son dos gruesos volúmenes y, por cierto, no se trata de un trabajo exhaustivo.
[43] Alguna expresión de Teodoro de Mopsuestia ha dado que pensar sobre la claridad de su pensamiento realista sobre la presencia de Jesús en la Eucaristía. Pero se trata de palabras de difícil interpretación encontradas en sus escritos de especulación teológica, no en la predicación de la fe a sus fieles. El texto en cuestión dice: “Recibiremos la inmortalidad comiendo el pan sacramental; puesto que, aunque el pan no sea de una naturaleza tal, sin embargo, cuando ha recibido al Espíritu Santo y la gracia que de Él proviene, es capaz de conducir a los que lo comen, al gozo de la inmortalidad. No obra esto por su naturaleza, sino por virtud del Espíritu Santo que habita en él; de la misma manera que nuestro Señor, de quien éste [el pan eucarístico] es la figura, por virtud del Espíritu Santo recibió la inmortalidad y la dio a los demás, no poseyéndola, en realidad, por propia naturaleza.” Notemos que en el pan eucarístico se recibe la inmortalidad, porque ese pan ha recibido el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo habita en él, aunque luego se dice que ese pan es “figura” del Señor. Es claro que no todo es símbolo, sino realidad salvífica, aunque se presenta como “figura” del Señor. Teniendo en cuenta los otros textos citados de Teodoro, que niegan explícitamente que el pan eucarístico se trate meramente de una “figura”, hay que leer estas palabras en ese contexto y en todo caso interpretarlas a la luz de lo que hemos dicho antes sobre la “figura” y el “tipo-antitipo” en otros padres, de la teología típica de Teodoro -según la cual la realidad está en los cielos, y aquí en la tierra todo es figura de aquella- y ubicarlas en el proceso histórico de ajustamiento del lenguaje sobre el misterio eucarístico. Obras que tratan este tema en detalle: W. de Vries, Der “Nestorianismus” Theodors von Mopsuestia in seiner Sakramentenlehre: Orientalia Christiana Periodica 7 (1941), 91-148; J. Lécuyer, Le Sacerdoce chrétien et le Sacrifice eucharistique selon Théodore de Mopsueste: Recherches de science religieuse 36 (1949), 481-516. No está demás repetir aquí lo que hemos dicho antes, a saber, que incluso este lenguaje “figurativo” no podría ser usado por los actuales adversarios de la doctrina de la presencia real: sigue siendo demasiado realista.
[44] Teodoreto habla frecuentemente de símbolos del cuerpo al tratar de la Eucaristía. Esta manera de hablar se refiere a las especies o apariencias del pan; así “el símbolo se toma”, “se rompe”, “se distribuye”, etc.
[45] Ya Ignacio de Antioquia sostenía que la carne de Cristo es la que sufrió por nuestros pecados (por ejemplo en la carta a los Esmirniotas 7,1) pero también dice que la carne de Cristo es el Evangelio (por ejemplo en la carta a los Filadelfos 5,1). No hay oposición ni menos exclusión.
[46] Los textos eucarísticos de San Agustín están bien recogido por H. Lang, S. Aurelii Augustini Episcopi Hipponensis Textus Eucharistici Selecti Florilegium Patristicum 35 (Bonn, 1933). Hay varias obras sobre el tema.
[47] En otro lado lo explica un tanto diversamente: “Él mismo, de algún modo, se llevaba a Sí mismo...” (Enarratio in Psalmum 33 -2°-, 2), donde el quodam modo se refiere a la incertidumbre sobre el modo cómo tal cosa puede suceder, aunque no niega el hecho sino que lo afirma. Lo mismo se puede decir de este otro texto: “En algún modo, el sacramento del cuerpo de Cristo es el cuerpo de Cristo, el sacramento de la sangre de Cristo es la sangre de Cristo” (Epistula 98,9). Este “llevarse Cristo a sí mismo en sus manos” es considerado por Daniel Sapia como una “fantasía”, cosa que no pareció tal a la Iglesia jamás. Que San Agustín no inventó esta doctrina queda claro por todos los textos anteriores y posteriores.
[48] Otra de las objeciones “evangélicas”: la Misa no puede ser la oblación de Cristo porque ésta fue hecha “de una vez y para siempre” (Hb 7,27); en primer lugar, la doctrina de la carta a los Hebreos fue enseñada por la Iglesia Católica desde los comienzos hasta el día de la fecha, y lo hará hasta la consumación del mundo. Agustín explica lo que por cierto es un gran misterio diciendo que la inmolación de Jesús se realizó “en sí mismo” una vez, pero que esa inmolación, “sacramentalmente” o “en el sacramento” se perpetúa hasta el final de los tiempos. Hemos visto en los textos mencionados de muchísimos Padres de los cuatro primeros siglos la doctrina de la eucaristía como “ofrenda” o “sacrificio” (“thusia” en griego), aunque no hemos buscado textos sobre ese aspecto de la Eucaristía, sino sobre la presencia real. Queda al lector juzgar de la exactitud de estas palabras de Sapia: “Fue el papa Pío III quien hizo del "sacrificio" de la misa un dogma oficial en 1215”. Agustín predica lo que predica a finales del siglo IV, es decir, unos ochocientos años antes de la fecha que propone el autor bautista. El “dogma oficial” no hace sino repetir la doctrina católica de todos los siglos. Si “el dogma oficial” no apareció antes es porque hasta entonces no se negaba la sacrificialidad de la Eucaristía.
[49] “¿Cuál es la mesa grande, sino aquella de la que tomamos el cuerpo y la sangre de Cristo?” (Sermo de Vetere Testamento 31,2)
[50] Es lo que Pablo afirma en 1 Cor 11,28-29: “examínese cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba de la copa. Porque el que come y bebe sin discernir correctamente el cuerpo del Señor, come y bebe juicio de condenación para sí.” La comida y bebida de salvación no deben tomarse sin el debido discernimiento y preparación, de lo contrario puede ser motivo de condenación. ¿Entendía Pablo la Eucaristía como un mero símbolo? ¿Puede la relación con un símbolo ser causa de condenación?
[51] Ya hemos mencionado la cuestión de las interpretaciones “cafarnaíticas” al hablar más arriba de Eusebio de Cesarea (ver aquí). San Agustín trata bastante esta cuestión y quiere educar a sus oyentes en el entendimiento espiritual -aunque real- de las palabras de Jesús en Juan 6, y no en clave “cafarnaítica”, clave que no es doctrina de la Iglesia sino más bien una parodia de la misma. Agustín llama a esa interpretación torcida “la primera herejía” (Enarratio in Psalmum 54,23 y otros lugares)
[52] Recogiendo la fe de toda la Iglesia, el poeta cristiano del quinto siglo no hace falsas dialécticas entre el “recibir a Cristo en la fe” y el “recibirlo en el sacramento”. Es doctrina católica que nadie puede aprovechar del Santo Sacramento si no tiene fe y no ha recibido a Cristo primero en la fe. Pero este recibirlo en la fe se renueva cada vez que se lo recibe sacramentalmente. La postura fundamentalista “evangélica” se muestra particularmente miope en este tema, ya que afirma que “recibir el católico a Jesús en la Eucaristía cada Domingo” supondría que durante la semana el católico… lo habría perdido y por eso debe ir a recibirlo de nuevo, como hemos leído en algún sitio web. Si aceptamos esta lógica totalmente prejuiciada habría que decir que cuando el “cristiano evangélico” conmemora al Señor una vez a la semana o al mes o al año durante la Santa Cena, esto supondría que… se habría olvidado de Él el resto del tiempo.
[53] Compárese con este texto del Concilio Vaticano II: “La Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la Sagrada Liturgia.” (Dei Verbum 21) Es decir, “el pan de vida” es Jesús, la Palabra de Dios y también es el Cuerpo de Cristo en la celebración eucarística.
[54] De notar la expresión “convirtió [el pan y el vino] en la substancia de su cuerpo y de su sangre”. ¿Transubstanciación en el siglo VI? Más allá del uso de los términos técnicos adoptados por la Iglesia con el tiempo, la realidad de la transubstanciación es tan antigua como la fe apostólica. Notar en el mismo sentido la cita siguiente.
[55] Este es un texto impresionante, donde el monofisita y el católico profesan la misma fe en la presencia real del cuerpo y sangre del Señor en la Eucaristía, y la profesan como algo de lo cual nadie puede dudar. El apologeta bautista Sapia, apoyado en una supuesta “exégesis adecuada” de las Escrituras, dice que Jesús durante su predicación usó otras expresiones con el verbo “ser”, como por ejemplo “yo soy la puerta”, etc. y que nadie las interpretaría literalmente, como tampoco -dice él- hay que interpretar literalmente la expresión “esto es mi cuerpo”, etc. Dejando de lado la discusión exegética cabe plantearse algunas cuestiones de sentido común:
1. ¿Será entonces que todas las veces que aparece el verbo “ser” hay que entenderlo simbólicamente, porque a veces debe interpretarse simbólicamente?
2. ¿No se dieron cuenta de la diferencia todos los cristianos de la historia que defendieron la presencia real? Tal vez detectaron sin mayor dificultad que entre “yo soy la puerta” y “esto es mi cuerpo” hay alguna diferencia.
3. ¿Alguna vez alguien pensó en que alguna puerta sea verdadera, real y sustancialmente Jesús? ¿Por qué la expresión “yo soy la puerta” y otras parecidas no produjeron nunca y en ningún lado ninguna dificultad, mientras que sobre la expresión eucarística “esto es mi cuerpo” toda la Iglesia siempre y en todas partes creyó que no debían interpretarse sólo simbólicamente? ¿Acaso expresiones como “yo soy la puerta” o “yo soy la luz del mundo” u otras parecidas provocaron el alejamiento de los discípulos, como pasó en Juan 6? ¿Por qué no?
[56]nio de un Padre importante, del siglo VIII, sobre el pan y el vino que “se cambian”, es decir, se transubstancian.
[57] La idea general del uso de los términos griegos “tipos” o “antítipos” (figura, imagen) aplicados a la Eucaristía se hace más clara con la explicación del Damasceno. No hay que perder de vista en primer lugar que los Padres o escritores eclesiásticos antiguos que usaban ocasionalmente esta terminología con respecto al pan y vino eucarísticos, también se expresaban con fuerza en el sentido realista de la presencia de Jesús en el sacramento, como hemos visto más arriba, de tal modo que una explicación simplemente simbolista del lenguaje patrístico en esos casos no respetaría la realidad en su conjunto. En segundo lugar, y como lo hemos dicho ya con referencia a otros Padres, en los elementos eucarísticos la presencia real del Señor no destruye los elementos sensibles de pan y vino que continúan siendo como imágenes de otra cosa, mientras que la fe afirma que su substancia ha dejado de ser lo que era para convertirse en el cuerpo y sangre del Señor. La última expresión de Juan Damasceno lo dice muy bien: “Y los llaman antítipos de las cosas futuras, no como si no fueran verdaderamente cuerpo y sangre de Cristo, sino porque ahora [en la Eucaristía]por medio de ellos, y luego [en la vida eterna] intelectualmente por la sola visión”. Los accidentes de pan y vino siguen mediando nuestro contacto con el Señor, y en este sentido apuntan a una realidad que los trasciende. La doctrina católica sostenida por toda la Iglesia desde el comienzo, según la cual la presencia de Jesucristo en la Eucaristía es real, de algún modo incluye una recta doctrina simbólica en cuanto que permite el uso de un lenguaje simbólico en base a los accidentes eucarísticos que continúan apuntando a otra realidad; lo dijo el Señor: “El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Juan 6,51). Esta verdad misteriosa fue lo que el “reformador” Martín Lutero quiso expresar cuando afirmaba la presencia simultánea del pan y del cuerpo en la Eucaristía -doctrina conocida como impanación; la Iglesia no aceptó esa explicación, sino que proclamó la fe cristiana de todos los tiempos mediante la doctrina de la transubstanciación, donde la substancia del pan y del vino se transforma en la del cuerpo y sangre del Señor, mientras que los accidentes o elementos sensibles permanecen intactos. participamos de la divinidad de Cristo
[58] “Iconoclasta”: (Del gr. εἰκονοκλάστης, rompedor de imágenes). 1. adj. Se dice del hereje del siglo VIII que negaba el culto debido a las sagradas imágenes, las destruía y perseguía a quienes las veneraban. [D.R.A.E.]
[59] sesión VI (Mansi 13, 204-364). La reivindicación de Juan Damasceno, Germán de Constantinopla y Jorge de Chipre se encuentran al final de las sesión VII (Mansi 13, 400).
[60] “Adopcionista” 1. adj. Se dice de ciertos herejes españoles del siglo VIII, que suponían que Cristo, en cuanto hombre, era hijo de Dios, no por naturaleza, sino por adopción del Padre. [D.R.A.E.]
[61] Se pueden ver las citas en la obra de aldama La presencia real de Cristo en la Eucaristía, p. 164-169.
[62] Al día en que se escribe este artículo no está disponible aún la traducción española de los artículos correspondientes a Berengario, Wyclef, Hus, etc. de la Enciclopedia Católica. Cuando lo esté, allí encontrará el lector material suficiente para tener una mejor idea de las controversias eucarísticas desde el siglo IX al XV.
[63] En carta a los de Estrasburgo (1524) escribió que le hubiera gustado mucho tener algún motivo para negar la doctrina de la presencia real, ya que no veía medio mejor para hacer daño al papado (WA 15,394). Lutero se jactaba de haber defendido la presencia real mejor que los “papistas”. (Boyer, Luther. Sa doctrine (Roma 1970) 171-172). Sin embargo, tan bien seguramente no la defendió, ya que la mayoría de sus “seguidores”, con el tiempo, la abandonaron, mientras que la Iglesia Católica la sigue profesando. Es la diferencia entre la Iglesia de Dios y la “iglesia de los hombres”, por muy atractiva que circunstancialmente aparezca esta y descolorida aquella. ¡Y cuántas otras doctrinas que Lutero defendía con tesón han sido abandonadas por sus seguidores y son mantenidas por la Iglesia de Dios!
[64] Para ilustración: “En 1520 también decía Lutero que quien así lo desease podía seguir conservando la doctrina de la transubstanciación. Más tarde la rechazaría sin mayores entusiasmos y bien podía aún hablar de su posición contraria a la de los suizos y concordante con la de Roma a favor en la cuestión de la presencia real” [1520 sagte er noch, wer wolle, möge die Transsubstantiationslehre beibehalten. Und auch später lehnte er sie ohne besonderen Ton ab und konnte den Schweizern gegenüber sein Zusammenstehen mit Rom in der Realpräsenz erwähnen]. También son suyas estas palabras: “Aunque confieso con Wycliff que el pan permanece, sin embargo también sostengo con los sofistas [católicos] que el Cuerpo de Cristo está allí presente” (W. 26,439, 26-29)
[65] Hemos puesto a disposición del lector el coloquio, se lo puede encontrar en http://apologetica.org/eucaristia.htm. De un modo simplista dice en algún lugar de su sitio web el bautista Sapia: “¡Que simples son las Palabras de Dios, en contraste con el laberinto doctrinal de la iglesia Católica Romana!” La realidad, sin embargo, no es tan así. Las “Palabras de Dios” a las que se refiere el autor evangélico son las palabras de la Escritura, como es claro. Ahora bien: Lutero, padre indiscutido del evangelismo, decía que sobre cuatro palabras de la Escritura (“esto es mi cuerpo”) él podía contar ocho interpretaciones diferentes. Por otro lado “el laberinto doctrinal de la iglesia Católica Romana” hace tiempo definió con claridad meridiana cómo se deben entender esas cuatro palabras; el laberinto doctrinal sobre “esto es mi cuerpo”, con absoluta seguridad lo encontrará el lector en el mar de interpretaciones privadas del evangelismo y no en la doctrina católica. Son simples las Palabras de Dios cuando se las interpreta según la doctrina de los Apóstoles (Hechos 8,30-31.35), y no lo son cuando se las arranca del ambiente eclesiástico en las que nacieron y para las que fueron inspiradas. El coloquio de Marburg es un ejemplo perfecto, donde todos los “reformadores” salieron tan divididos como habían entrado, a pesar de todos basarse solamente en la autoridad de la Escritura.
[66] Declaración en 28 artículos, presentada al Emperador Carlos V el 25 de Junio de 1530, que resumía la posición de las iglesias “reformadas” sobre varias cuestiones.
[67] Variante que sostienen hoy en día, entre otros, algunos Testigos de Jehová; estas variantes alocadas son siempre frutos de alguna “exégesis adecuada”, y vaya usted a decirles algo…
[68] De todo lo dicho por el “reformador” se sigue claramente que la doctrina eucarística de los “evangélicos” es para Lutero “fanática” y “demoníaca”. Por otro lado, algunos “evangélicos” modernos sostienen que la Eucaristía tal como la entienden los católicos sería “un fraude diabólico”. Es decir, Lutero declara demoníaca la doctrina de los modernos “evangélicos”, y estos a su vez declaran la doctrina de Lutero sobre la presencia real “fraude diabólico”. ¡Extrañezas de las historia!
[69] Palabras proféticas. Compárese este texto de Lutero con las palabras de Sapia a las que bien puede aplicarse el duro calificativo del “reformador” alemán: “¿Recibir a Cristo cada domingo? Está claro que podemos recibir algo solo cuando NO TENEMOS es algo (parece hasta obvio). Significa entonces [...] que Cristo "abandona" al católico en algún momento de la semana, ya que el domingo debe asistir a misa para volver a recibirlo... y así sucesivamente a lo largo de toda su vida...” Y más adelante declara, con timbres de definición dogmática, cómo actúa el “verdadero” cristiano: “El verdadero Cristiano recibe a Cristo UNA VEZ SOLA en su vida: al momento de reconocerlo como su único y suficiente Salvador, entregándole su corazón y todo su ser […]”.
[70] A instancias del sínodo romano esta profesión de fe fue hecha por Berengario, quien negaba la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía y que por ello fue condenado en varios sínodos locales anteriores, en Roma, Verselli y Tours. La profesión de fe manifiesta la constante enseñanza de la Iglesia y el celo por transmitir a todas las generaciones la doctrina bíblica en toda su fuerza.
[71] Según lo que he podido ver, es la primera aparición de la palabra transubstanciación, en forma verbal, en un documento magisterial. Es un grosero error pensar que, porque sólo ahora aparece el verbo “transustanciar”, la doctrina sería un invento de este papa. Basten las decenas de ejemplos que he puesto en este artículo para probar que la Iglesia siempre creyó que después de la consagración ya no había más “pan ordinario”, sino el “verdadero cuerpo del Señor”; la definición vino muy posteriormente porque los errores que negaban esa doctrina comenzaron a difundirse en la Iglesia muy posteriormente.
[72] Palabras impresionantes. Curiosamente, Lutero tuvo palabras tan y más duras aún para los “embrutecidos” y “fanáticos” que negaban la presencia real, a los que no dudaba en poner del lado de “mil demonios”, como hemos visto más arriba.
[73] Es de notar que el papa utiliza aquí también terminología simbólica, ejemplificando aquello que habíamos dicho antes, a saber, que la doctrina de la transubstanciación, clarísimamente expresada en este texto de Pablo VI, no excluye significación simbólica que siguen manteniendo las especies de pan y de vino; en este contexto se pueden entender las expresiones de carácter simbólico de algunos padres, quienes a la vez expresaban con toda claridad su fe en la realidad de la presencia de Cristo en la Eucaristía.
[74] Los que están poco interesados en conocer la verdad de las cosas insisten en señalar una presentación “cafarnaítica” de la doctrina católica, como si la Iglesia enseñase que el modo de presencia de Cristo en la Eucaristía fuese idéntico al modo de presencia que tuvo hace dos mil años. Cristo está presente en su realidad física, pero no al modo como lo están los cuerpos físicos normalmente: después de todo el cuerpo de Cristo ha sido glorificado: el modo de existir de Jesucristo en la Eucaristía es único y se llama precisamente eucarístico o también sacramental, motivo por el cual quedan excluidas todas las presentaciones ridículas de este gran misterio.
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Respuestas Catolicas Inmediatas - Martin Zavala |
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